Un punto de encuentro para las alternativas sociales

En la caverna

Sábado tarde en un abarrotado centro comercial de Barcelona. Grupos de jóvenes, algunos casi adolescentes, transitan nerviosos de tienda en tienda. Familias enteras pasean por calles falsas que pretenden imitar una especie de ciudad comercial ideal. Fuera, largas colas de automóviles que colapsan el tráfico del barrio, mientras esperan acceder por alguna de las varias entradas del Centro.

Estos templos del consumo, verdaderas catedrales de nuestros tiempos, representan toda una forma de cultura material, una forma de vida, un ethos, para las clases subalternas. Después de una dura semana de trabajo, cada vez más marcada por la precariedad y las pésimas condiciones laborales, el fin de semana supone una de liberación. El consumo nos iguala con modelos sociales de éxito, que actúan como referentes culturales y nos permite tapar los agujeros del alma, olvidando por unos momentos la mierda de vida que llevamos. Se pasea por sus falsas calles y se consume, o se sueña con consumir.

La clave del éxito del centro comercial ha sido la combinación de ocio y consumo. El centro comercial presenta una gran concentración de tiendas y de espacios para el ocio en un mismo lugar. Para conectar con el posible consumidor se crea un ambiente en el que este se pueda sentir cómodo, seguro, que lo transporta durante unas horas lejos de su vida cotidiana. La apariencia, el escenario se ha convertido en un todo, más importante que la propia esencia.

Incluso los centros históricos de la mayor parte de nuestras ciudades han ido convirtiéndose poco a poco en grandes centros comerciales al aire libre. Si hiciéramos la prueba de taparnos los ojos y nos tele-transportaran al centro de alguna ciudad europea cualquiera, nos encontraríamos con un decorado común, formado por una sucesión de tiendas franquiciadas que se repiten y que forman el paisaje de nuestro tiempo. Cuando hace unos años las transformaciones urbanas alejaban los vehículos de los centros históricos, convirtiendo sus calles en zonas peatonales, pocos imaginaban que el objetivo de esta medida no era tanto humanizar nuestras ciudades, como favorecer y potenciar estos centros comerciales abiertos.

En el año 2000, coincidiendo con el inicio del nuevo milenio, el escritor portugués José Saramago escribía La caverna, una de sus novelas más conocidas. En ésta, Cipriano Algor, un artesano alfarero de sesenta y cuatro años y última generación de un oficio de los que habían vivido siempre sus antepasados, mantiene un desigual combate para sobrevivir frente a las mutaciones antropológicas que han acabado con su mundo. Cipriano, que vive con su hija Marta y su yerno Marcial, ha vivido siempre de su oficio y es el único que sabe hacer en la vida. Se trata de un combate desigual entre dos culturas materiales radicalmente distintas, por un lado la artesana, pero también la campesina, y la cultura de la Sociedad del consumo dirigido, como la definiría Henri Lefevbre.

El título de la novela, La caverna, hace referencia a una conocida alegoría de Platón. En esta, se describe como un grupo de personas se encuentran prisioneras desde su nacimiento en una especie de cueva, atadas con cadenas que les impiden volver la cabeza, de forma que sólo pueden mirar hacia la pared situada en el fondo de la caverna. A sus espaldas hay un muro con un pasillo y aún más lejos una hoguera que ilumina y proyecta las sombras distorsionadas sobre el único muro que pueden ver los prisioneros. Los prisioneros confunden la realidad, que no pueden llegar a ver, con las sombras proyectadas por los objetos. Aquel gran centro comercial de la novela al que se enfrenta Cipriano Algor, que crece y crece inexorable engullendo a su paso culturas materiales, es la caverna que marca y regula la vida de los ciudadanos.

Hoy la caverna es parte de nuestra realidad. Cualquier proyecto político y social que se plantee una verdadera reforma intelectual y moral que transforme el actual estado de cosas, habrá de plantearse la construcción de una alternativa de vida, de un nuevo ethos, evitando cerrarse dentro de pequeñas "Ítacas", dejando a la mayor parte del pueblo al arbitrio de la Caverna.

Publicado originalmente en catalán en La Directa: https://directa.cat/actualitat/caverna

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