Un punto de encuentro para las alternativas sociales

¿Debe asistir la ciudadanía de izquierda a la manifestación del 10 de julio en Barcelona? (I, II y III)

Salvador López Arnal

6-07-2010

¿Debe asistir la ciudadanía de izquierda a la manifestación del 10 de julio en Barcelona? (I)

Dos observaciones iniciales.

La manifestación del próximo 10 de julio en Barcelona tiene por lema “Som una nació. Nosaltres decidim”. La consigna, la vindicación, la cosmovisión de fondo, la posición política que se defiende parece una versión, básicamente coincidente, del derecho de autodeterminación clásico. Algunos de los sectores que hoy la hacen suya, se mofaban abiertamente del planteamiento del PSUC y de otras organizaciones marxistas-comunistas cuando éstas tenían, incluso en este ámbito, cierta hegemonía político-cultural. Recordemos, por ejemplo, los debates ante el intento de incluir ese derecho en la Constitución de 1978. Se dirá: en aquellos tiempos era una simple quimera; ahora, en cambio, es una realidad alcanzable, que podemos ya tocar con los yemas de nuestros dedos. Tal vez. Sea como sea, los comunistas catalanes, y no sólo catalanes, han abonado ese jardín de emancipación popular y ciudadana insistiendo a un tiempo en su posición no independentista, favorecedora de una España o incluso de una Iberia federal republicana.

La segunda observación enlaza con esta última consideración. Gerardo Pisarello [2] ha argüido espléndidamente que la sentencia, sin ser la peor de las posibles, adolecía de dos vicios insalvables. Por una parte, resultaba insuficiente “para sanear la pérdida de legitimidad de un tribunal cuyo papel de árbitro en materia territorial se encuentra profundamente cuestionado”. El segundo, el que aquí se quiera destacar, es que el propio tribunal “se ha visto forzado a hacerse eco del sentido común medio dominante en el PSOE y el PP”. Para ello, prosigue Pisarello, “ha trazado sus líneas rojas en torno a las dos cuestiones respecto de las cuales el Estatut podría haber supuesto un cierto avance: la consolidación de una mayor cultura federal y un genuino reconocimiento del pluralismo nacional”. Las limitaciones impuestas por el fallo, por ejemplo, al Consejo de Justicia, y con ello, a las posibilidades de una mayor desconcentración del Poder Judicial, así como al Consejo de Garantías Estatutarias, afectan, destaca el profesor de Derecho de la Universidad de Barcelona, a cuestiones que resultarían naturales en la mayoría de ordenamientos federales. Lo mismo ocurre “respecto de los límites a la llamada legislación básica del Estado central, que como el propio TC ha reconocido, ha sido un instrumento frecuente de vaciamiento de competencias autonómicas”. Tras cuatro años de recortes, demoras e instrumentalización partidista, concluye Pisarello, son nítidos “los límites de las lecturas abiertas y federalizantes que la Constitución española supuestamente admitía”. Cerrada esa vía, “el escenario para la desafección y el mutuo recelo está servido”. Varios políticos e intelectuales catalanes, no independentistas, han destacado también el vértice señalado por Gerardo Pisarello, quien, a diferencia de los anteriores, llama la atención sobre la potencial realidad de esta desafección para pensar, obrar y hacer democráticamente en dirección opuesta..

Volvamos al inicio. ¿Es pertinente la pregunta que encabeza esta nota? Creo que lo es. Una de las razones: no es improbable que en la cabeza de la manifestación del próximo 10 de julio, al lados de otros prohombres de la nación, figuren el señor Duran i Lleida y su compañero de coalición, Artur Mas, dos de los hooligans catalanes más destacados del neoliberalismo (para los otros, no para ellos ni para sus próximos) o el mismísimo Xavier Trias. ¿Tiene algún sentido que los trabajadores y ciudadanos de izquierda marchen a una con dos de los políticos que más han hecho para que la nueva contrarreforma laboral, vendida por ellos mismos a la ciudadanía como necesaria, imprescindible, tenga perfiles más odiosos, más favorables a las patronales, a los suyos, girando aún más hacia la derecha la reforma antiobrera elaborada por el gobierno Zapatero? ¿Debemos ir cogidos de la mano, aplaudiendo indirectamente su candidatura electoral municipal, con uno de los políticos, no el único desde luego ni el más destacado en este caso, que está implicado hasta la yugular en ese caso de infamia insondable que es el asunto del hotel Palau?

La pregunta, creo, es pertinente. Nadie debería asociar en este caso, mecánicamente, posiciones de izquierda con respuesta y movilización. Uno de los políticos que pertenece al sector autodenominado “soberanista” del PSC, el señor Ernest Maragall, con diferencia, el peor conseller de Educación de estos últimos treinta años, un firme partidario del neoliberalismo extremo en la gestión de la educación, es uno de los adalides de la manifestación del 10, alguien que, curiosamente, ha hecho oídos sordos con insultante sonrisa profiden de prepotencia política a cuatro grandes manifestaciones ciudadanas que criticaban su inadmisible gestión desde cualquier honesta atalaya de izquierda, por moderada que esta fuese. No ha alterado ni una coma de sus recetas neoliberales; entre ellas, la eliminación de los estudios nocturnos de bachiller en Catalunya, pactando cuando así lo ha estimado con la oposición de Mas y dejando en la cuneta a la izquierda institucional con la que forma gobierno.

De hecho, como ha apuntado José A. González Casanova [2], la simple información periodística sobre la sentencia -el contenido final se espera para el 12 de julio, dos días después de la convocatoria institucional de manifestación-, sin matizaciones ni contextualizaciones, ha sido suficiente para bombardear a lectores, oyentes y, sobre todo, televidentes con todo tipo de exageraciones. Se habla, una tarde sí, la siguiente mañana también, de voluntad popular, de razón ciudadana, pero, sin que nadie pueda ver aquí una disculpa a las posiciones españolistas y separatistas (digo bien) del PP o al espectáculo único, español y “muy taurino” del mismísimo Tribunal Constitucional, poco se hace para transmitir una información correcta y objetiva a la ciudadanía catalana y, sobre todo, para no confundir las posiciones defendidas por las instituciones del Estado español con los deseos y finalidades de la ciudadanía española.

Se agolpan, por ejemplo, las concentraciones, los encuentros, las mesas, anunciando la manifestación del 10 de julio. Programas televisivos en horas de máxima audiencia se dedican a la sentencia y la movilización [3]. Tot el país és un clam, som la gent catalana! Ni que decir tiene que todas esas voces críticas, incluyendo las de intelectuales nacionalistas muy reconocidos e influyentes, no dijeron esta boca es mía, o apenas se oyeon, con ocasión de las medidas antiobreras y antipopulares y de la ley de la contrarreforma laboral. El país de las clases medias y altas, entonces, con notables excepciones, no fue un clam. Fue silencio generalizado cuando no falsario argumentario pro-reforma.

Es sabido que la clase alta y media catalana ocupa un espacio destacadísimo en la agenda político-cultural de esta sociedad. Sus temas no sólo son sus temas sino que son los temas. Basta ver, con alguna excepción notable y sorprendente, cualquier informativo de TV3 para darse cuenta de ello.

Por lo demás, para algunos ciudadanos [4], el fallo del Constitucional contra catorce artículos del Estatut “ha creado un auténtico nudo gordiano en el que será difícil encontrar una solución” no sólo entre el gobierno central y el autonómico sino entre las fuerzas políticas catalanas para responder unitariamente al recorte estatuario. Por esa senda, algunas voces señalan, con valoraciones de no inmediata comprensión, que “la respuesta social ciudadana de la manifestación del 10 de julio será un punto de inflexión, al que hay que sumar el ambiente generado por la próxima huelga general en todo el estado que refuerza el sentimiento “antiespañolista” contra el gobierno de Zapatero” [5]. ¿Refuerzo del sentimiento antiespañolista por la anunciada huelga del 29 de septiembre contra la política laboral del gobierno Zapatero?

Alguien tan moderado políticamente como Salvador Giner, muy próximo a las posiciones defendidas por Pasqual Maragall, ha señalado una peligrosa pero muy real arista: “El Tribunal Constitucional se ha convertido en un amigo extraordinario del separatismo. Ha trabajado par ellos con gran eficacia. La señora María Emilia Casas y sus compañeros se han ganado dos vueltas al ruedo, dos orejas, un gran monumento de los independentistas”.

Es razonable pensar así. Encuestas no siempre fiables y estudios sociológicos recientes parece confirmar el auge del independentismo en Catalunya, y no siempre por motivos nacionalistas, apelando al sentimiento nacional [6], una senda que la izquierda transformadora nunca ha abonado: el ejercicio del derecho de autodeterminación, la defensa de los derechos nacionales de los pueblos, se estimaba paralelo al federalismo y a la solidaridad entre pueblos y ciudadanos. No era un enfoque equivocado, no es un enfoque extraviado.

Notas: [1] “Reino de España: ni cultura federal ni pluralismo nacional. ¿Objetivo cumplido?” http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3462 [1] José A. González Casanova, “La sentència, una arma electoral!”. Público, 3 de julio de 2010, p. 5 (edició catalana).

[2] Era patético ver a los representantes del PP y de Ciutadans en uno de estos programas estrellas. Ciertamente, tampoco otros representantes políticos de partidos convocantes tuvieron su mejor día.

[3] Francesc Casadó, “L’Estatut, nudo gordiano de España”. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=109043

[4] Ibidem. Francesc Casadó añade: “Es un auténtico nudo gordiano donde el pensamiento lógico y vertical no parece dar respuesta al conflicto del hecho nacional”. ¿Pensamiento lógico y vertical?

[5] http://www.correntroig.org/spip.php?article1804<=ca

[6] El ejemplo de Xavier Rubert de Ventós, un intelectual muy próximo al entorno maragalliano, es paradigmático de este independentismo de razones pragmáticas.

09-07-2010

¿Debe asistir la ciudadanía de izquierda a la manifestación del 10 de julio en Barcelona? (II)

El lema de la manifestación del próximo 10 de julio en Barcelona –“Som una nació. Nosaltres decidim”-está provocando en Catalunya debates de alta tensión. La discusión recuerda, el lector/a sabrá disculpar la frivolidad, las polémicas de diversas tendencias enrojecidas sobre comas, puntos, guiones y citas de Lenin, Marx y Trostky en las octavillas de agitación de la lucha antifranquista.

Pero no es eso, no es eso. En opinión de algunos, que son bastantes, no es cualquier cosa que el president de la Generalitat catalana, José Montilla, y el resto de líderes políticos, sociales e intelectuales lleve en sus manos una pancarta con una lema tan soberanista. Agitarán huracanes y se abonarán senderos independentistas ya bastante revueltos. La prensa “de Madrid” volvería a hablar de la España rota y roja (“Roja” por la selección, desde luego, no tengan falsas esperanzas).

El PP y Ciutadans critican a Artur Mas y José Montilla por alimentar el independentismo inherente a la movilización del sábado. Hubieran dicho lo mismo casi en cualquier otro caso. Pasemos página, no es necesario prestarles demasiado atención. Es la soledad de los corredores sin fondo y con mucho griterío.

Duran i Lleida, Josep Antoni para más señas, el representante del sector más moderado de CiU, ha alertado este fin de semana sobre el aquelarre independentista en que puede convertirse la manifestación del próximo sábado. Por ahí no, ha señalado el hábil y calculador líder democristiano. Su cuerpo social y electoral no abona ese campo ni sus alrededores a veces tan próximos al PP; sus futuras alianzas electorales tampoco. Las posiciones del president Montilla, con complementos de matiz estatal, no parecen estar muy alejadas de las consideraciones de Duran i Lleida a pesar de lo por él apuntado sobre la desafección creciente de Catalunya.

Alfons López Tena, miembro de la junta directiva del Omnium Cultural y tenaz agitador nacionalista-independentista, ha señalado que no cabe modificar ni el contenido, ni el lema ni el planteamiento acordados, como pretende la tendencia mayoritaria del PSC: la marcha se pensó a favor del derecho a decidir; quien no esté de acuerdo que organice una alternativa, ha apuntado retador el dirigente del CiU [1]. El president Montilla y la dirección del PSC, por su parte, hablan de una senyera, sin lema, que encabece la manifestación ciudadana crítica con la sentencia del TC, sin alardes soberanistas que dividan y entorpezcan la, apuntan, indispensable unidad.

En el momento en que escribo esta nota se habla de un probable acuerdo, que cuenta con fuertes opositores, que pase por una primera línea de manifestación compuesta por dos pancartas: una, con la senyera, sin ningún lema, en la que iría el president Montilla; y otra, con el lema señalado, que contaría con la presencia de líderes de CiU, ERC, ICV-EUiA y representantes de entidades ciudadanas convocantes.

Un grupo de intelectuales catalanes -Frederic Amat, Oriol Bohigas, Josep Mª Castellet, Jordi Coca, Isabel Coixet, Antoni Dalmau, Josep Fontana, Ferran Mascarell, Anna Maria Moix, Joaquim Molas, Lluís Pasqual, Rosa Regàs, Antoni Ros Marbà, Antoni Tàpies y el President del Consell de Cambres de Catalunya -Miquel Valls-, no todos del ámbito socialista (la presencia del gran historiador, luchador antifranquista y catedrático de la Pompeu Fabra Josep Fontana es altamente significativa), ha firmado un manifiesto –“Crida per una manifestació unitària. Unitat per Catalunya” [2]-en el que argumentan su rechazo a la sentencia emitida por el Tribunal Constitucional “porque se trata de un tribunal contaminado y deslegitimado”, que ha usado móviles políticos, que no técnicos, y que además ha cuestionado de raíz el pacto político entre el Parlament de Catalunya y las Cortes Generales promulgado como ley orgánica del Estado, pacto y ley que fueron refrendados por el pueblo de Catalunya. Ante la situación originada por la sentencia y ante el intento reiterado de dividir al pueblo de Catalunya, los firmantes apelan a la unidad de la ciudadanía catalana en base a la causa común que, en su opinión, es el autogobierno catalán, autogobierno que permita avanzar hacia un país mejor, más libre y más justo, a partir de lo que más une en estos momentos y que, de hecho, “ha unido siempre al catalanismo”: la defensa de la afirmación de la nación catalana.

Esta es, en opinión de los firmantes, la manifestación que ahora necesita Catalunya que, por ello, debe estar encabezada por los representantes democráticos del pueblo de Catalunya, con el President y los dirigentes parlamentarios a la cabeza, llevando la senyera, el “símbolo nacional, el que acoge a todos los catalanes y catalanas”.

Curiosamente uno de los firmantes de este manifiesto, Ferran Mascarell, ex conseller socialista, señalaba muy recientemente, hace apenas dos o tres días [3], que si bien no era independentista en términos políticos, “si España no me da un Estado eficiente, tendré que hacerme independentista. No podemos afrontar una crisis como esta sin un Estado eficiente, y si algo ha quedado claro en este proceso, tras cuatro años, es que España no lo es”. Desde su punto de vista, no se trata de discutir punto por punto la sentencia, no es esa la cuestión, sino constatar tras ella el retroceso democrático y de valores. “Los que llevamos treinta años apostando por una España plural vemos que esto no parece posible”. Sólo serviría una España confederal, de igual a igual. Si tampoco esto no es posible, concluía Mascarell, “entiendo perfectamente la independencia”.

Josep Ramoneda, desde una atalaya política normalmente distante del ámbito socialista, no parece alejarse mucho en este caso de la conclusión del ex conseller [4]. La sentencia, en su opinión, ha dejado claro que no es posible salirse de este marco, que la solución federal no es posible en el Estado de las autonomías. Para resolver el problema sólo cabían dos posibilidades: o el federalismo o la independencia. “Si el federalismo no es posible, ya está claro. ¿no?”.

Por su parte, Marc Sallas i Batlle, portavoz nacional de la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), en entrevista con Txente Redondo para Gara [5], preguntado por la valoración de la CUP de la situación creada tras la sentencia en torno al Estatut, ha señalado que se ha dejado fuera de combate y con el discurso agotado al autonomismo “en esta parte del país”. La sentencia del YC ha puesto sobre la mesa “la contradicción fundamental entre la voluntad de nuestro pueblo y los límites que impone el actual marco jurídico y político, y esto está abriendo muchas mentalidades hasta ahora encerradas en esquemas autonomistas o federalistas”. En su opinión, sectores del PSOE catalán, es decir, del PSC, o de la derecha regionalista, seguramente refiriéndose a CiU, “hablan ya de recuperar el pacto con el Estado o de apuntar ahora hacia el Concierto Económico”. Pero, señala Marc Sallas, “ellos saben mejor que nadie que el pacto con el Estado sólo se puede reeditar desde una posición de sumisión y que el Concierto para Catalunya haría inviable el proyecto español”. Por lo demás, según Marc Sallas, los dirigentes de estos partidos están viendo cómo crecen los independentistas entre sus propias filas En su opinión, antiguos dirigentes del PSC, están abrazando ya el independentismo como proyecto y, más importante si cabe, “lo hacen desde posiciones progresistas”. No concreta nombres ni explica Marc Sallas qué entiende por progresismo. Sea como sea, concluye, “mientras las estructuras de los partidos mayoritarios proponen soluciones inviables, aumentan los que ven en la independencia la única solución”.

Transitando por ese sendero, la finalidad abiertamente manifestada del sector independentista agrupado en torno a la “Plataforma pel Dret a decidir” [6] es finalizar la manifestación en un lugar distinto al programado por “la marcha oficial” reclamando con total nitidez la formación de un Estado propio.

Para sectores de la izquierda comunista, Corriente Roja es el ejemplo que aquí se recoge, la sentencia ha dejado claro que “la libertad de Catalunya no cabe en la Constitución de la monarquía española” [7]. Este régimen político se ha levantado y sigue haciéndolo “sobre la negación del derecho de los pueblos a su autodeterminación y sobre la impunidad de los crímenes del franquismo”. La vía del Estatuto de Autonomía es ya una vía muerta: “el único camino es la conquista del derecho de autodeterminación”, que Corriente Roja considera como “derecho irrestricto a la independencia, si así lo decide el pueblo catalán”. Sin el ejercicio de ese derecho, hablar de democracia “es una burla cínica”.

Corriente Roja cree que el respeto al ejercicio del derecho a la autodeterminación es “lo que permitirá alcanzar la unidad entre los trabajadores de todas las naciones del Estado y constituye la condición básica para una unión libre y fraternal de los pueblos ibéricos, que creemos indispensable en la lucha por una Europa socialista de los trabajadores y de los pueblos”. Por ésta, y por las anteriores consideraciones, llaman a participar en la manifestación del día 10 de julio en “el bloque que, confrontado al Tripartito y a CiU, defiende el derecho a la Autodeterminación y rechaza la vía estatutaria” [8].

Unión libre y fraternal de todos los pueblos ibéricos, condición indispensable para la lucha por una Europa socialista. Palabras mayores, reflexiones de fondo. ¿La manifestación del próximo 10 de julio abona ese sendero de unidad popular ciudadana y de avance socialista?

PS: Los comentarios antijacobinos parecen extenderse últimamente. Daniel Vázquez Sallés, en su columna en Público del pasado martes [9], escribía: “[..] Metidos a disgusto en estos fregados, los miembros del PSC dudan, no saben si querer más a papá España o a mamá Catalunya, sabedores de que, elijan a quien elijan, saldrán perdiendo. Menos el sector jacobino del PSC, que quiere y desea hacer carrera política en Madrid y optar a algún ministerio, el resto tiene que jugar siempre a la puta i a la Ramoneta…” ¿Jacobinos en el PSC? La ministra Chacón, ¿una dirigente jacobina?

Notas: [1] Público, 6 de julio de 2010, p. 15.

[2] http://unitatpercatalunya. wordpress.com/

[3] Público, 4 de julio de 2010, p. 3.

[4] Ibidem

[5] http://www.rebelion.org/ noticia.php?id=109194 . Marc Sallas i Batlle fue cabeza de lista de la Candidatura d’Unitat Popular en los comicios de 2000. Es actualmente portavoz de esta formación que, conformada por sensibilidades diferentes dentro de la izquierda independentista y colectivos del ámbito local, “busca poner fin a «veintitantos años de mentiras» del autonomismo para dar pasos serios hacia la construcción nacional”.

[6] Aprovechando la situación, consciente de las enormes dificultades del caso, la Plataforma ha anunciado el martes 6 de julio la celebración de una consulta sobre la independencia en la ciudad de Barcelona el próximo 10 de abril de 2011.

[7] http://www.rebelion.org/ noticia.php?id=109106

[8] El manifiesto de Corriente Roja es anterior a la polémica sobre la pancarta y el lema que deben encabezar la movilización.

[9] Público, 6 de julio de 2010, p. 9.

10-07-2010

¿Debe asistir la ciudadanía de izquierda a la manifestación del 10 de julio en Barcelona? (y III)

En el momento en que escribo, 8 de julio, jueves por la mañana, sigue sin haber de acuerdo sobre el lema de encabezará la manifestación del próximo sábado en Barcelona. La discusión, los desacuerdos explícitos, han tenido efecto en la ciudadanía: trabajadores y trabajadoras no muy puestos en luchas políticas pero que espontáneamente, por enfado o por sentir recortados sus derechos, tenían intención de manifestarse no van a acudir a la movilización sabatina. No quieren participar, comentan, en un acto independentista, no es esa su opción.

Paso página sobre este nudo, en absoluto marginal, e intento responder al interrogante que encabeza el artículo.

Supongamos que no olvidamos una cara decisiva del poliedro que se ha ido generando en estos seis o siete últimos años: la actuación de algunos sectores de derecha extrema, con antecedentes probados, del poder judicial y las inconsistencias y programa de ese partido rancio-españolista, pero netamente anti-español (no hay ninguna fuerza que trabaje más y con más ahínco por la separación de los pueblos de Sefarad), al que llaman “Partido popular” en lugar de asociación de corruptos, propietarios de cortijos y fieles servidores del gran capital y sus numerosas prolongaciones. Sabido es que artículos recurridos del Estatut catalán han sido apoyados por el PP en otras comunidades. Lo que seguramente rige en sus cabezas y en su tradición política: cálculos electorales a corto plazo, deseo irrefrenable de tomar de nuevo el gobierno “del reino d España” [1] en sus manos y para su ansiosa e insaciable clientela. “Voluntad de poder” era la expresión usada por Nietzsche para designar esta pasión irrefrenable de los sectores dominantes que se creen elegidos por la Historia y la genética a ordenar, mandar y sacar rédito. España es su cortijo.

Por ello, sólo por ello, ya está justificado acudir a la manifestación del próximo sábado: contra las falacias e intentos de separación y desmembración ibéricos de la derecha extrema. Es una razón de peso, sin duda muy convincente.

Aceptemos también que cuenta en nuestra decisión el recuerdo del proceso de gestación del Estatut. Un primer gobierno tripartito, ampliado por su derecha con el apoyo explícito de CiU, básicamente centrado en cuestiones nacionalistas. Una primera redacción estatuaria sometida a fuerte revisión por las fuerzas mayoritarias en el Congreso con algunos comentarios jocosos, seguidos de risas televisivas, del señor Guerra. Acuerdo explícito del presidente Zapatero con el líder de la oposición en Catalunya, el señor Artur Mas, con extrañas promesas incumplidas por rebelión de su propio partido. Una campaña pro referéndum en el que abundaron los argumentos centrados no en derechos sino en avances pragmático-crematísticos -con el nuevo Estatut y con la nueva financiación viviremos mejor en Catalunya, ayudaremos menos a los parados aprovechados de Extremadura y Andalucía- que dejaron profunda huella entre sectores catalanistas y también, y sobre todo, entre hijos y nietos de la misma inmigración andaluza, extremeña o aragonesa. Un agotamiento e incluso un hastío ciudadanos que hicieron que la participación fuera menor del 50%, con presencia no marginal de votos nulos, blancos y negativos en el resultado final. El que suscribe esta nota, por poner un ejemplo, ya no recuerda si se abstuvo o votó nulo con algún comentario crítico en la papeleta del Sí.

La intervención del PP en tierras y ciudades de Sefarad, boicot al cava incluido, la agitación anticatalana, en una fuerte campaña antiespañola, ahondó en la separación de las ciudadanías ibéricas y en la máxima desinformación. No es infrecuente entablar relación con ciudadanos madrileños, aragoneses o vallisoletanos, no siempre de derecha o moderados, informados en asuntos públicos, que creen sinceramente que el castellano es un idioma perseguido, marginado o incluso prohibido en las instancias oficiales de Catalunya y no entienden, no creen de ningún modo, que es perfectamente posible vivir hablando sólo en castellano en la inmensa mayoría de poblaciones catalanas y que, en cambio, no es posible hacerlo hablando sólo en catalán. Consecuencia: muros de piedra e incomprensión levantados por intereses partidistas (y por el lema que a ello subyace: España es una, mediana y suya) donde podría reinar perfectamente, con esfuerzo y buena intención, el acuerdo y el interés mutuos.

Señalado la anterior, qué hacer entonces este próximo sábado más allá del lema, tema no marginal desde luego, que encabezará la movilización ciudadana que se espera masiva y en torno a la cual se agita con tenacidad desde diferentes medios públicos y privados, medios que como es sabido se mantienen en perfecto estado de silencio cuando el motivo de las movilizaciones es la lucha contra las frecuentes agresiones a las clases obreras, también catalanas, o contra el uso y explotación de la energía nuclear (que algunos sectores consideran insegura e inadecuada para Catalunya sin que, en cambio, presente problema alguno si las centrales se ubicaran en Teruel o Huesca). ¿Cabe entonces mostrar, con los pies en lascalles de la ciudad de Espriu, Papasseit, Durruti, Puig Antich y Sacristán, que ya es hora otra vez de pasearnos a cuerpo y hacerlo al lado, de la mano de Duran i Lleida y del conseller Maragall por ejemplo, dos prohombres del neoliberalismo catalán? ¿Se trata de abonar una manifestación catalanista de la que seguramente sacarán partido electoral ERC y acaso CiU, y dará alas a la consulta sobre el independentismo en Barcelona y en otras ciudades catalanas?

Desde mi punto de vista, los ciudadanos de izquierda que no tienen ni sienten entre sus diversas identidades una fuerte prioridad en asuntos nacionalitarios deben (es decir, debemos) acudir a la manifestación del sábado. Sin duda. Pero, eso sí, con enfoque y lemas propios.

El enfoque, en mi opinión, debe poner acento en el derecho de los pueblos a su autogobierno y a un tiempo, y sin distancia, en la necesidad, cada día más obvia, de un republicanismo federal que aúne y hermane pueblos, ciudadanos, sin menospreciar ni marginar derechos de ninguna nacionalidad. Aproximando y no separando; instruyendo y dando ejemplo; anunciando que podemos vivir en una Sefarad mejor, más plural, que acoja en su seno la diversidad.

Además de ello, la izquierda no puede renunciar, con la que está cayendo, y con la que nos va a caer, a denunciar aristas esenciales de su programa mínimo que es su programa de la hora: hay que combatir, tenemos que defender los derechos obreros conquistados. Hay que parar, sea como sea, la contraofensiva del capital que tanto abonan algunos de los representantes políticos que encabezan la marcha. Por nosotros y por las futuras generaciones.

Dirán que no toca, que este sábado no toca hablar de estos temas tan peliagudos, que estos asuntos son temáticas de otras jornadas. Sine die. Pero sí que toca. De poco, y de nada bueno, va a servir el autogobierno si se usa, como se está usando, para ampliar el poder y las redes de las familias de siempre, cuya corrupción y sentimiento de que pueden hacer siempre y en todo lugar lo que les venga en gana [3], es inconmensurable, con el servilismo, acatamiento y copia de unos “recién llegados” que han olvidado orígenes, identidades políticas, valores básico y todo lo que sea necesario para ser acogidos sin rubor en las faldas de ese inmenso estercolero de poder, favores, corrupción y explotación que tan interesadamente presiden las clases dirigentes catalanas.

Howard Zinn definió el nacionalismo como un conjunto de creencias, no siempre rigurosamente documentadas, enseñadas de generación en generación, enseñanzas en las que usualmente la nación, y en algunos casos la Patria con mayúsculas ostentosas, es objeto de veneración y se convierte, en casos extremos y sobre todo en los nacionalismos o patriotismos de gran potencia, en causa ardiente por la que se está dispuesto a enfrentarse a quien sea, a matar si llega el caso a jóvenes de otras Patrias y a morir por ello en ese combate inútil e interesado. El patriotismo, el nacionalismo, aquí sin apenas distinciones entre nacionalismos agresivos y nacionalismos de naciones oprimidas, se suele o se puede utilizar para crear la vana ilusión de un interés común a todos los ciudadanos en un país desgarrado en frecuentes ocasiones por fuertes contradicciones sociales y sangrantes desigualdades de clase. No se afirma que los frentes nacionales de defensa y lucha no pueden estar justificados en determinados ocasiones pero sí que, en muchas ocasiones, la historia está repleta de ejemplos, suelen ser construidos para la defensa de intereses de sectores privilegiados. Donde hubo frente y acuerdo, viene más tarde la separación y explotación.

Santiago Alba Rico ha recordado recientemente –“Contra la fantasía” [1]-un texto del gran escritor hispano-paraguayo Rafael Barrett de 1908 “[Si hubiera] otra alma más alta y más profunda que en su seno abrazase el alma de la humanidad misma, el acto supremo sería sacrificar lo que de humano hay en nosotros a la realidad mejor”. Esa realidad existe y no es Dios, señala Alba Rico, es, cita de nuevo a Barrett, “la humanidad futura”. La ampliación del imperativo categórico de Hans Jonas transita por la misma senda. El internacionalismo socialista, ecológicamente ampliado, abona la misma finalidad: la unidad de los trabajadores y desfavorecidos de todo el mundo que no olvidan su compromiso con las generaciones futuras. Se trata de alcanzar una Humanidad justa, habitable y en libertad para nosotros y para las futras generaciones, que no oprima desde luego ni los derechos ni las culturas de ningún pueblo. No hay justicia que pueda erguirse apoyando una bota opresora en derechos colectivos o individuales.

Notas:

[1] La imagen de la señora del borbónico Rey de España, atuendo incluido, en la semifinal del Mundial es de Polonia de TV3. El servilismo y estúpido monarquismo de los medios de desinformación es insoportable.

[2] http://www.rebelion.org/ noticia.php?id=109277

[3] Amenazas incluidas. El caso de la ex regidora Itziar González, a raíz del caso del hotel Palau, es un ejemplo que enseña.

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