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Sobre Paul Craig Roberts. Carta a un querido amigo

Sobre Paul Craig Roberts. Carta a un querido amigo


Ignacio Perrotini Hernández


Octubre 3, 2010, México D.F.

Querido Salvador:

El verano pasado, mientras me encontraba en Barcelona, tu querida Barcelona, recibí, el 18 de julio si no me traiciona la memoria, un correo tuyo en el que me pedías mi opinión sobre el artículo “La economía en caída libre. Cuando el dinero compra integridad” de Paul Craig Roberts publicado en CounterPunch. Específicamente me preguntabas si Paul Craig Roberts “es competente en sus afirmaciones, en todas sus afirmaciones”.

Mi respuesta fue inmediata y algo (o no poco) desordenada porque escribí las ideas conforme las hilvanaba en el viento del pensamiento al punto de tu petición. Ahora, después de muchos días de tu solicitud, te envío una respuesta más pausada (no por ello más sustancial) para Rebelión. Perdona mi tardanza, que fue tanta hasta tornar casi improbable que la obtuvieras. La única excusa que encuentro a la mano es el dictum de mi admirado Oscar Wilde (Phrases and Philosophies for the Use of the Young, 1894): One should always be a little improbable (Uno siempre debe ser un poco improbable).

*

Querido Salvador [López Arnal], es un gran placer y honor conversar contigo sobre todos los temas relevantes que interesan a ambos.

Como tienes presente, Paul Craig Roberts solía ser lo que podemos llamar un riguroso "intelectual orgánico del gran capital financiero" norteamericano, razón y méritos por los cuales fue llamado a ocupar un cargo de alta responsabilidad en el Tesoro estadounidense nada menos que en la conservadurísima ¡administración de Ronald Reagan! Yo solía leer mucho a Paul Craig Roberts en aquellos años, siempre me pareció que era un economista neoclásico sólido que presentaba con gran claridad los argumentos e intereses norteamericanos, con sinceridad y sin tapujos. Sus artículos de antaño eran precisos y su razonamiento muy contumaz en la defensa del punto de vista del establishment estadounidense. In illo tempore! Repentinamente, Paul Craig Roberts dio un giro radical (vis-à-vis su visión anterior) y se convirtió en un economista crítico, hipercrítico de la derecha, del gran capital financiero.

Veo un doble mérito en esta mudanza de visión de Roberts: 1) los excesos del capitalismo y de la derecha estadounidenses durante y desde aquellos años a esta parte (es decir, las guerras injustas e invasiones gringas, la polarización social en Estados Unidos, la avaricia y egoísmo de Wall Street, el cinismo de la derecha, etc.) tuvieron que haber influido en la moral de Roberts, y le hicieron cambiar. No es infrecuente que norteamericanos sinceros y honestos, quienes, acaso con ingenuidad y candidez, sostenían concepciones de derechas de la vida y el mundo de repente adquieran conciencia del entorno y se transformen, a la Gregorio Samsa, adoptando posiciones éticas que inevitablemente les llevan hacia la izquierda. Manuel Sacristán me dijo alguna vez que el sentido común y la razón deben tender de un modo natural hacia el socialismo. Y György Lukács (Testamento Político, p. 35) dice que si “el cristianismo estableció una igualdad de las almas humanas ante Dios” y “la revolución francesa, la de los hombres abstractos ante la ley”, “el socialismo va a conseguir una igualdad de los hombres concretos en la vida real”. Es improbable que Roberts haya leído a Sacristán, lo es menos que esté advertido de la obra del filósofo húngaro, pero qué duda cabe que la evolución de sus preferencias ético-morales son consistentes con la inclinación humanista establecida en los pasos citados de estos dos filósofos marxistas; y 2) regresando a la “metamorfosis” de Paul Craig Roberts, no es fácil en un país como Estados Unidos esa transición dialéctica. Roberts fue formado en la economía neoclásica, mainstream, su formación en esos paradigmas fue sólida. Por ello, puede entender muy bien el modus operandi de la derecha y del gran capital de Wall Street. Como economista neoclásico era primus inter pares; sus colegas y correligionarios no le escatimaban méritos. Tengo para mí que es muy importante que un economista de izquierdas conozca a cabalidad la economía mainstream. Esto es infrecuente entre economistas marxistas, muchos de los cuales desprecian la ciencia económica positiva "burguesa", no la estudian y por ello se limitan a leer a Marx como se leen las sagradas escrituras o el Talmud. Y esto es muy peligroso, es una de las fuentes directas del dogmatismo. Marx mismo, como sabes, conocía a profundidad toda la economía de su tiempo.

Y con referencia al artículo de Roberts (“La economía en caída libre. Cuando el dinero compra integridad”) sobre el que me pides opinión, considero que su crítica a Stiglitz es justa, aunque yo no hablaría de "materializar el mercado"; más bien me parece que lo que Roberts llama tal, debe caracterizarse como una fetichización del mercado, la metafísica del mercado libre; los mejores ejemplos de esta fetichización del mercado libre nos los ofrecen Lord H. Acton en su libro La moral del mercado o los Friedman en su Free to choose, o, por tercer ejemplo, Friedrich von Hayek en Road to Serfdom. Todos estos autores pro laissez-faire confían cándidamente en que el libre mercado automáticamente producirá al individuo libre y la igualdad entre individuos libres, sin reparar en que el capitalismo del siglo XX (y del siglo XXI) conoció mutaciones estructurales hacia la competencia monopólica y oligopólica, así en la economía como en la política, que el individuo libre decimonónico ha sido borrado de la faz de la tierra: el individuo actual no es más que una marioneta de los avatares de las transnacionales y de los oligopolizados mercados financieros: la soberanía del consumidor en que se basa la teoría económica del equilibrio general es controlada, adocenada e inducida todos los días con imperceptibles sutilezas psicológicas y jugosas campañas mediáticas, globalizadas, por las Multinational corporations.

Roberts parece ahora profesar un enfoque institucionalista de la economía. El paso con que cierra su artículo, el siguiente, merece un comentario aparte: "El problema que enfrenta la economía de EE.UU es mucho más serio que la crisis financiera que resulta de la desregulación financiera. La razón por la cual las políticas monetarias y fiscales tradicionales no pueden producir una recuperación económica es que una parte tan grande de la economía estadounidense ha sido llevada al extranjero. Mientras los puestos de trabajo se han ido, no hay trabajo al cual las bajas tasas de interés y los masivos gastos del gobierno puedan atraer a los trabajadores. Es la verdadera caída libre."


Mis comentarios:

  1. En teoría, las políticas monetarias y fiscales podrían ayudar a superar la crisis si al mismo tiempo se indujera una mejoría en la distribución del ingreso. Para eso puede servir la política fiscal; ésta puede inducir una menor inequidad social que la que se observa hoy día en la tierra de Thomas Jefferson: el 5% más rico de los estadounidenses incrementó su participación en el ingreso de 16,5% en 1980 a 22% en 2005. Y la política monetaria podría ayudar a inducir la eutanasia del rentista de la que habló John Maynard Keynes. Por cierto – una vez más, contra la interpretación de Keynes que hacen Tapia y Astarita en su artículo [1]-, no hay en la obra principal de Keynes (The General Theory) ninguna aseveración de que hay que utilizar el déficit fiscal como piedra angular de la solución de la crisis capitalista; Keynes ha sido injustamente presentado por la derecha como el economista de la irresponsabilidad fiscal, y T&A han caído ingenuamente en la trampa de creerlo también.

  2. Es cierto que "El problema que enfrenta la economía de EE.UU. es mucho más serio que la crisis financiera que resulta de la desregulación financiera”. Pero “la razón por la cual las políticas monetarias y fiscales tradicionales no pueden producir una recuperación económica” no “es [por]que una parte tan grande de la economía estadounidense ha sido llevada al extranjero”. Al menos no única ni principalmente. En lo que concierne a la política monetaria, la situación es muy complicada porque las tasas de interés se encuentran en niveles históricamente muy pero muy bajos, muy cercanas a cero%. Esto implica que la Federal Reserve (Fed) es casi impotente, su política monetaria no puede estimular a la economía, situación que Keynes llamó trampa de liquidez. El que las tasas de interés estén en niveles tan bajos no ha significado la eutanasia del rentista de Keynes, los bancos ahora especulan con los bonos del Tesoro. Ben Bernanke, Gobernador de la Fed, a la hora de hacer política monetaria, continúa representando los intereses de Wall Street por oposición a los intereses de las industrias y los trabajadores. Esta contradicción ya había sido identificada en el período entreguerras por Thorstein Veblen, padre del institucionalismo norteamericano y a la sazón profesor de la New School for Social Research de Nueva York. Es por ello que la política monetaria no está ayudando a la economía de Estados Unidos a remontar la crisis. En lo concerniente a la política fiscal, el problema no es que “una parte tan grande de la economía estadounidense ha[ya] sido llevada al extranjero”. No. Sino que la deuda contratada en 2009 para financiar el rescate bancario (bail-out), equivalente a US$1.4 trillones, no se invirtió en la creación de nuevos puestos de trabajo sino que se regaló a los bancos que fueron los arquitectos de la especulación orgiástica que detonó la crisis, ese dinero fue cash for trash, tal como lo calificó Paul Krugman. Así que no es que la política fiscal no funcione, sino que nunca funcionará cuando se aplica a cash for trash.

  3. El déficit fiscal de Estados Unidos se ubica ahora en el nivel histórico más alto, poco más de 10% del PIB. Nunca antes se había visto algo así, ni siquiera en la Gran Depresión de los años 1930s. ¿Esto significa que no hay espacio de política fiscal? No, en lo absoluto. Al menos por las siguientes razones: a) la deuda pública es alrededor de 100%, lo que significa que aún podría aumentar más la deuda sin que genere un problema de insolvencia (al final de la Gran Depresión y en los albores de la segunda guerra mundial ascendió a 140% sin representar “una carga social”) y b) si las tasas de interés se siguen manteniendo bajas, la deuda no representará un fardo oneroso imposible de llevar, menos aún si la economía empezara a crecer. Pero la clave está en la distribución del ingreso.

  4. No hay tal caída libre, al menos no en forma apocalíptica. Si la recuperación económica no se produce será porque las clases hegemónicas norteamericanas así lo decidan, por razones históricas de lucha de clases.

  5. El talón de Aquiles de la economía estadounidense es el papel oneroso de los mercados financieros, de los bancos. La siguiente admonición de Thomas Jefferson, expresada en 1802, estableció con clarividencia cuánto puede el capital financiero arruinar a una nación por muy próspera que sea: “Pienso que las instituciones bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Si el pueblo americano permite un día que los bancos privados controlen su moneda, los bancos y todas las instituciones que florecerán en torno a los bancos, privarán a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, enseguida por la recesión, hasta el día en que sus hijos se despertarán sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres conquistaron.

Finalmente, mi discrepancia con el punto de vista de Paul Craig Roberts, en nada modifica mi convicción de que la metamorfosis que le hizo transitar de su condición de intelectual orgánico de Wall Street hasta convertirse en un respetable crítico del gran capital financiero y de las injusticias del capitalismo contemporáneo, le hace merecedor del apotegma de Terencio (Heautontimorumenos, 1,1,25): Homo sum; humani nil a me alienum puto (Soy hombre; nada humano me es ajeno).


Un gran y fraternal abrazo

Ignacio


Nota:

[1] José A. Tapia Granados y Rolando Astarita, “Los Galbraith, la visión keynesiana de las crisis y la realidad económica del siglo XXI”, www.sinpermiso.info, 11 de julio de 2010.

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