Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Trasgrediendo los límites de la capacidad de regeneración de la biosfera

Salvador López Arnal

Reseña del libro de Ramón Fernández Durán, El Antropoceno. La expansión del capitalismo global choca con la biosfera. Virus editorial, Barcelona, 2011.

Una dedicatoria abre el último libro, esta pequeña y cuidada joya de Ramón Fernández Durán (RFD). Dice así: “Este texto está dedicado a la población de El SALTO, el núcleo de la periferia metropolitana de Guadalajara (México) que sufre diariamente la tremenda contaminación del río Santiago que la atraviesa. Antiguamente, El Salto era una localidad paradisíaca con una cascada natural bellísima en torno a la cual se fue desarrollando este pequeño núcleo urbano. Pero en la actualidad los efluentes sin tratar de la gran urbe, y sobre todo de distintos polígonos industriales, la han convertido en un lugar infecto en donde sus habitantes malviven y sobreviven a duras penas. Pero a pesar de ello, sus vecinos y vecinas están dando un ejemplo de dignidad y de lucha, rebelándose contra esta situación y reclamando que este tormento diario acabe cuanto antes. El Salto es una muestra concreta local de la crisis ecológica mundial. Y desde aquí me solidarizo con su lucha y envío un recuerdo muy entrañable a Graciela y Enrique, dos de los dirigentes de esa rebelión vecinal con los que tuve la gran suerte de compartir su experiencia y visitar la zona en 2008, gracias a la colaboración de Yessica”.

No logro pensar otro texto que sintetice mejor el espíritu y la cosmovisión de este maestro y amigo de tantos ciudadanos y ciudadanas llamado Rafael Fernández Durán: entrañable, sensible, comprometido, fraternal, internacionalista, ecologista insumiso, crítico de las peores aristas, que no son pocas, de esta incivilizada civilización industrial en la que nos ha tocado vivir. Mejor imposible. “A la gente buena se la conoce/ en que resulta mejor cuando se la conoce”.

Una introducción, nueve capítulos y una bibliografía documentada donde algunas referencias son muestra clara de los anclajes intelectuales y políticos del autor (Naredo es referencia destacada) componen El Antropoceno, parte de un libro del autor en elaboración sobre la crisis del capitalismo global y el previsible colapso civilizatorio, “vistos a partir de una amplia perspectiva histórica, en el que se hace una especial reflexión sobre la crisis energética mundial”. La tesis central del libro puede ser expuesta en los términos siguientes: hemos pasado en el siglo XX de un mundo vacío a un mundo lleno. Estamos en una verdadera mutación histórica, en una nueva era geológica, en Antropoceno. El Antropoceno sería, en palabras de RFD, “una nueva época de la Tierra, consecuencia del despliegue del sistema urbano-agro-industrial escala global, que se da junto con un incremento poblacional mundial sin parangón histórico” (p. 9). Todo ha actuado, está actuando, como una verdadera y temible fuerza geológica con enormes y casi inconmensurables implicaciones ambientales. RDF toma pie en las reflexiones de la Sociedad Geológica de Londres, “la de mayor historia y quizás la más prestigiosa del planeta”. El Holoceno, la etapa histórica que se abre con la invención de la agricultura, nuestros últimos 12.000 años, está tocando a su fin. El trecho interglacial que ha definido este período ha terminado y entramos ahora en una nueva era histórica que, a diferencia de las anteriores, estaría marcada por la decisiva influencia de la especie humana en el planeta.

RFD, en absoluto cegado por ningún ecologismo globalizador que pierda matices y diferencias sociales e históricas, no deja de señalar inmediatamente que no es toda la especie humana, sin más matices, la que así actúa sino una parte “cada vez más importante de la misma que se ve impulsada y condicionada por un sistema, el actual capitalismo global, fuertemente estratificado y con muy diferentes responsabilidades e impactos en de sus distintas sociedades e individuos, que ha logrado alterar por primea vez en la Historia el sistema ecológico y geomorfológico global” (p. 10). Matiz, una vez más, es concepto y comprensión.

Y no sólo es, RFD no deja de insistir y argumentar sobre ello a lo largo del libro, el funcionamiento del clima, que también, o la complejidad y magnitud de la biodiversidad planetaria, sino el propio paisaje, el propio territorio: el sistema urbano-agro-industrial se ha convertido en la principal fuerza geomorfológica, “una tremenda fuerza de carácter antropogénico, activada y amplificad por un sistema que se basa en el crecimiento y acumulación (dineraria) “sin fin”. Y sus impactos durarán siglos o milenios, y condicionarán cualquier evolución urbana” (p. 10). El sistema urbano-agro-industrial, RDF lo documenta adecuadamente, pone anualmente en movimiento un tonelaje de materias primas muy superior al de cualquier fuerza geológica.

A la expansión irresponsable de la industria química dedicada RFD también páginas luminosas. No sólo es el estallido de la producción de plásticos, difíciles de tratar y reciclar, sino la enorme variedad de sustancias sintéticas de carácter tóxico y persistente. En la actualidad, recuerda el autor, “circulan libremente por el mundo unas 140.000 sustancias químicas de carácter más o menos nocivo, sustancias que se han sacado al mercado y se han comercializado sin ninguna, o mínimas, medidas de seguridad” (p. 26). El principio de precaución, denuncia con razón RFD, sobre el que él mismo apunta reflexiones de enorme interés y nada triviales, brilla por su ausencia.

Por si faltara algo, RFD nos regala además importantes hallazgos terminológicos y conceptuales que no sólo son exquisiteces marginales sino que permiten pensar políticamente, y de forma novedosa, lugares o situaciones más o menos conocidos. Un ejemplo: RFD habla, al comentar la perturbación de la biosfera por este sistema infernal, este nuevo sujeto del Apocalipsis, de “golpe de Estado biológico”. Un notable acierto. Otro más: no nos debería ser difícil imaginar la cantidad de materiales, sobre todo de carácter estratégico, que los artefactos que rodean las acríticamente denominadas nuevas tecnologías (iPods, MP3, playstations, iPads, kindles, cámaras electrónicas), “aunque normalmente se oculte este lada oscuro de dichas tecnologías” (p. 89). Por si fuera preciso añadir algo más, no deberíamos olvidar “la cacharrería electrónica sistemáticamente infrautilizada y cada día más obsolescente, requiriendo en general de pilas altamente contaminantes para su funcionamiento, cuya producción y reciclaje genera también serios problemas ambientales” (p. 89).

El Antropocenolevanta acta de la vertiginosa y suicida senda de destrucción en la que se ha sustentado este crecimiento desaforado y literalmente criminal del sistema agro-urbano-industrial globalizado. Una ilustración que produce temblor y angustia, y ganas de rebelión, de la situación denunciada: según diversos cálculos, a la Tierra le costaría actualmente alrededor de 1,3 años reponer los recursos que principalmente los países del Norte y de las periferias emergentes consumen a lo largo de un año. Una de sus consecuencias: el colapso biológico de esta locura desarrollista que ha supuesto una pérdida del 30% de la biodiversidad de la Tierra entre 1970 y 2005. Algunos estudiosos, razonablemente, han hablado de la sexta extinción en la historia del planeta.

No hay en todo caso condena o leyes inexorables que nos conduzcan a la destrucción anunciada. RFD cierra su libro hablando de escenarios posibles que se abren a corto, medio y largo plazo. Estos escenarios dependen de múltiples factores. Entre ellos, “de la capacidad de resistencia y transformación social de las distintas sociedades humanas, frente a unas estructuras de poder que sucumbirán muy probablemente también en el medio y largo plazo como parte de una civilización que se agota” (p. 100). Estos procesos no son lineales: pueden alumbrar barbaries y regresiones sociales sin precedentes, pero también pueden dar pie a nuevas construcciones sociopolíticas y culturales que “deberán establecer forzosamente nuevas relaciones con el entorno y en el interior de si mismas, si es que pretende subsistir”. Nos va la vida en ello. RFD no se equivoca cuando señala que los dinosaurios peor adoptados para subsistir en los nuevos escenarios qu se están abriendo ante nuestros ojos serán las megalópolis mundiales, esos sistemas de miseria y desigualdad de las que nos ha hablado tan documentadamente Mike Davis, esos organismos caóticos e inhumanos que hoy, puerilmente, nos deslumbran con su aparente poderío y fulgor.

En 1979, Manuel Sacristán, otro enorme ecologista avant la leerte, habló de la tarea que habría que proponerse para que “tras esta noche oscura de la crisis de una civilización despuntara una humanidad más justa en una Tierra habitable, en vez de un inmenso rebaño de atontados ruidosos en un estercolero químico, farmacéutico y radiactivo”. Ramón Fernández Durán lleva décadas, cuando tantos han desistido, empeñado incansablemente en esa ingente tarea, en el necesario esfuerzo por alumbrar una humanidad más justa en una Tierra habitable. Con un excelente y contagioso sentido del humor, uno de nuestros ecologistas y activistas más admirables y queridos ha ido en serio, sigue yendo en serio. El Antropocenoes un ejemplo de ello. ¿A qué esperan para sumergirse en él?

Me olvidaba: no se pierdan las magníficas y sugerentes ilustraciones de Isabel Vázquez.

PS: RFD abre su libro con cuatro citas. Una de ellas es ejemplo del irracionalismo fáustico que dirige la acción de muchas acciones y empresas, de esta apuesta inamovible y suicida por el “más y más madera”: “El mundo puede continuar de hecho sin recursos naturales, de manera que el agotamiento de recursos es una de aquellas cosas que pasan, pero que no es una catástrofe” (R. Solow). Otra, en cambio, la cuarta, es ejemplo de la sabiduría que abona la reflexión y la acción de personas como el autor: “La pretensión de avanzar hacia un mundo social y ecológicamente más equilibrado y estable sin cuestionar las actuales tendencias expansivas de los activos financieros, los agregados monetarios y la mercantilización de la vida en general es algo tan ingenuo que roza la estupidez” (J. M. Naredo, Raíces económicas del deterioro ecológico y social. Más allá de los dogmas). Entre maestros anda el juego.

Me permito añadir otra. Los versos finales de aquel grandioso poema de Luis Cernuda, “1936”, que fue escrito para personas como Ramón.

[…]

Que aquella causa aparezca perdida,

nada importa;

Que tantos otros, pretendiendo fe en ella

sólo atendieran a ellos mismos,

importa menos.

Lo que importa y nos basta es la fe de uno.

Por eso otra vez hoy la causa te aparece

como en aquellos días:

noble y tan digna de luchar por ella.

Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido

a través de los años, la derrota,

cuando todo parece traicionarla.

Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.

Gracias, compañero, gracias

por el ejemplo. Gracias por que me dices

que el hombre es noble.

Nada importa que tan pocos lo sean:

Uno, uno tan sólo basta

como testigo irrefutable

de toda la nobleza humana.

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