Un punto de encuentro para las alternativas sociales

La validez del marxismo se reafirma justamente en la medida en que se abandona la concepción dogmática, tradicional

Olga Fernández

Entrevista a Adolfo Sánchez Vázquez por Olga Fernández,

La validez del marxismo se reafirma justamente en la medida en que se abandona la concepción dogmática, tradicional”.

ADOLFO SÁNCHEZ VÁZQUEZ(Algeciras, España, 1915 – México 2011).

Filósofo marxista, nacionalizado en México. Entre sus libros más conocidos se encuentran: Las ideas estéticas de Marx (1965), Filosofía de la praxis (1967).

OLGA FERNÁNDEZ (Las Villas, Cuba, 1946).

Filósofa y diplomática. Doctora en Filosofía. Fue directora del Instituto de Filosofía de La Habana y ha desempeñado funciones diplomáticas en Washington, Estados Unidos y en Chile.

Olga Fernández: Nuestro entrevistado, el doctor Adolfo Sánchez Vázquez, es una de las figuras de la teoría filosófica, del pensamiento, del arte, que mayor trascendencia ha tenido en el mundo hispano, por su prosa clara, precisa, coherente, por su pensamiento riguroso, pero, sobre todo, por ser un hombre de su tiempo. Sánchez Vázquez nació en España en 1915 y desde muy temprano se encaminó a través de tres actividades que han marcado su vida, las dos primeras desde los inicios, la política y la literatura, más que la prosa, la poesía y, más adelante, todo el trabajo teórico en el campo de la estética y en el campo de la filosofía y de la filosofía marxista en particular. Hombre de su tiempo, fue un luchador antifascista en su España natal, con múltiples acciones que lo llevaron desde el periodismo militante hasta la lucha armada. Tuvo que emigrar a México en 1939, siendo un joven de veinticuatro años y en este país desarrolló su actividad intelectual, sin abandonar su actividad política.

Las décadas de los años cuarenta y cincuenta fueron decisivas en la vida de Adolfo Sánchez Vázquez, en la elaboración de sus concepciones sobre el marxismo como filosofía de la praxis. Su método, según él mismo ha planteado, fue la vuelta al Marx original, tomándole el pulso a la realidad y no desvinculándose de ella. Es imposible enumerar la vasta y profunda obra de Sánchez Vázquez, pero no puedo dejar de mencionar dos libros de gran trascendencia para todos los interesados en el pensamiento teórico y filosófico: Las ideas estéticas de Marx, de 1965 y La filosofía de la praxis, de 1967, dos trabajos de extraordinaria trascendencia. A los cubanos, Sánchez Vázquez nos es muy cercano, ha visitado nuestro país en numerosas oportunidades, desde los primeros años del triunfo de la Revolución Cubana, y, recientemente, sumó a toda la larga lista de méritos y de reconocimientos el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de La Habana, y el de Investigador de Mérito del Instituto de Filosofía del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente. Sánchez Vázquez ha sido –como él mismo ha reconocido– influido por la Revolución Cubana, pero, como bien dijo recientemente Roberto Fernández Retamar, también ha influido decisivamente en la Revolución Cubana. En primer lugar, doctor, nos interesaría indagar en el tema de las influencias: primero, usted ha tenido el privilegio de vivir un momento muy importante en España y además vivir una larga vida en México, el país que le dio asilo político y donde ha desarrollado su vida intelectual. ¿Cómo han influido en su obra estos dos contextos culturales y sociales y qué influencias teóricas usted puede considerar como decisivas en su vida y en su obra?

Adolfo Sánchez Vázquez: En primer lugar, permítame expresar mi noble satisfacción de encontrarme ahora en La Habana, porque he visitado como usted ha dicho con cierta frecuencia a Cuba y por diversas razones, pero siempre en el marco de mi vinculación y solidaridad con la Revolución Cubana, pero en este caso especial me siento, repito, muy satisfecho, por la honrosa distinción que he recibido de la Universidad de La Habana, a la que se ha unido también, como una grata sorpresa para mí, la del nombramiento de Investigador de Mérito.

En España no había propiamente una tradición de pensamiento marxista, podemos también decir que el movimiento obrero, particularmente el movimiento obrero revolucionario, que más o menos ha influido en el partido comunista y en el partido socialista obrero español, se caracterizaba entre otras cosas por un cierto desprecio a la teoría, de manera que el movimiento, digamos, de los trabajadores, no podemos decir que contara con teóricos marxistas. Cuando yo ingresé en la Universidad Central de Madrid para hacer la carrera de Filosofía, de Filosofía y Letras, entonces no me decidía propiamente por la filosofía, pues yo realmente en esa universidad nunca conocí a un profesor marxista de carne y hueso, por el contrario, el pensamiento que dominaba era el pensamiento germanizado, por el gran prestigio que tenía Ortega y Gasset, que era quien ejercía la dirección, si no efectiva, al menos desde el punto de vista del pensamiento en la facultad. Mi entrada al marxismo fue realmente por el terreno de la práctica, de la militancia en los comités comunistas españoles y, en el marco de esta militancia, pues, claro está, nos sosteníamos teóricamente en un marxismo que era dominante en la época, un marxismo teóricamente muy cerrado, muy dogmático, muy poco favorable, diríamos, a la profundización en los problemas teóricos, de manera que en el aspecto teórico casi nací un poco huérfano de influencias, salvo las que ya tardíamente pude recibir en el exilio, sobre todo en contacto con el pensamiento marxista europeo occidental, donde se planteaban ya ciertas inquietudes, ciertas inconformidades, con ese marxismo oficial dominante.

La lectura de los marxistas franceses de los años cincuenta y sesenta y de los italianos, influyeron de cierto modo en mi pensamiento, y en América Latina me beneficié con la lectura de Mariátegui. Mariátegui representaba también, en el marco de este marxismo cerrado, una ventana luminosa. Fue así que en el curso de mi militancia y, en cierto modo, impulsado por los problemas que la propia práctica nos planteaba, comencé a inquietarme por ciertos planteamientos y a moverme hacia un marxismo abierto, renovado y crítico; pero debo también señalar que en mi evolución teórica hubo una influencia decisiva de varios acontecimientos históricos: en primer lugar el 22 Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, donde se denunciaron todos los horrores del estalinismo; el otro hecho histórico importantísimo para mí, al que usted se ha referido, fue justamente la Revolución Cubana. La Revolución Cubana, por sus orígenes, por su carácter heterodoxo, que venía en cierto modo a contradecir ciertos principios admitidos incondicionalmente por el marxismo tradicional, en cuanto a un sujeto revolucionario, en cuanto al carácter de la revolución, etcétera, influyó en mí y me benefició extraordinariamente, desde mis primeras visitas a Cuba, prácticamente en los primeros años de la revolución, no recuerdo si la primera fue en el año 62 ó 63; de manera que estas serían, en cierto modo, las influencias que yo he podido recoger.

O.F.: A partir de todas estas influencias en su obra, usted ha formado parte de un movimiento renovador que concibe el marxismo como filosofía de la praxis y que ha sido un mentís a las posiciones dogmáticas. Yo le pregunto: ¿cómo valora usted hoy su propia concepción de filosofía de la praxis, teniendo en cuenta el complejo contexto contemporáneo, signado por un imperialismo global y por las necesarias búsquedas de alternativas al capitalismo cada vez más deshumanizado? ¿Cómo usted valora la filosofía de la praxis en el contexto actual?

A.S.V.: Bueno, yo considero que con el tiempo, esta interpretación del marxismo, a la que yo he contribuido, que por cierto no se inicia conmigo… A mí me parece que la validez del marxismo se reafirma justamente en la medida en que se abandona esa concepción dogmática, tradicional, del marxismo que dominó la Unión Soviética y que, a mi modo de ver, pues, no era una concepción fiel al pensamiento originario de Marx. Eso me parece que es medular en la filosofía de la praxis, porque el marxismo está contenido, en su naturaleza más auténtica, en la famosa tesis once, que centra la prioridad de la tensión del marxismo en la práctica. Es decir, el marxismo surge para transformar radicalmente a la sociedad, esa es su acta de nacimiento, su origen, lo que explica su razón de ser y, naturalmente, el marxismo, al mismo tiempo, da una gran importancia a la teoría, porque justamente lo que distingue al marxismo como proyecto de emancipación, como proyecto de construcción de una nueva sociedad –no ha sido Marx el primero en proponerse la construcción de una sociedad mejor, eso es tan viejo, casi, como la historia humana y ya las religiones, a su manera, pues, ofrecen un proyecto de salvación, aunque en otro mundo–, es que ese proyecto de emancipación trata de fundarlo objetiva, racionalmente, y por tanto hacer posible su realización. Esa es la interpretación del marxismo que yo suscribo y que considero que sigue siendo válida y confirmada en el tiempo. Naturalmente, al lado de lo que yo considero y traté en fin de argumentar en mis discursos de investidura, esta validez del marxismo debe ser reforzada, porque hoy la necesidad de esa transformación radical de la sociedad, es más necesaria y más deseable que nunca, pero no podemos desconocer la situación de crisis en que nos encontramos, sobre todo a partir del hundimiento de lo que se llamó el socialismo real o un tipo de sociedad que pasaba por socialista y que yo, ya ocho o diez años antes de que se derrumbara, traté de demostrar que no era una sociedad propiamente socialista.

Pero estamos pagando muy caro el hundimiento del socialismo real; no solamente ha significado, desde luego, el hundimiento también de ese marxismo, o supuesto marxismo que justificaba esa sociedad, sino que en cierto modo esto ha contaminado al marxismo en su conjunto, es decir, estamos pagando las consecuencias, pues todos los que deseamos un verdadero socialismo y un marxismo auténtico renovador, no podemos desconocer que se ha dado un cierto descrédito de la idea del socialismo, después del hundimiento del socialismo real, y un cierto declive del marxismo también, como consecuencia después de ese hundimiento; esta es la realidad que no podemos desconocer justamente en el momento, repito, en que el socialismo es más necesario, en que una teoría que inspire ese socialismo como es el marxismo, es más necesaria. Esta es una situación que no podemos negar, que tenemos que afrontar y que tenemos que resolver; resolver, desde luego, en primer lugar, reivindicando ante esas conciencias perplejas, desorientadas, que de buena fe, son, diríamos, objeto de esta desilusión, de este desencanto, tenemos que reivindicar hoy más que nunca la idea de un socialismo, de un verdadero socialismo, de las experiencias auténticas que están para construirlo y del marxismo que ha de sustentarlo.

El panorama no es fácil porque, claro, después del hundimiento del llamado socialismo real nos encontramos también con una realidad muy desagradable, que es que ese campo socialista, o esa Unión Soviética, con todas las críticas que podamos hacerle, representaba un freno, un dique a ese poder avasallante del capitalismo, dique que, desgraciadamente, todavía hoy no hemos podido reconstruir.

O.F.: Pienso que esa es la línea en que todos estamos trabajando, en ese contexto de la globalización neoliberal, que para algunos es inevitable e irreversible. Yo quisiera también que usted se refiriera a este aspecto, porque ha habido una tendencia, incluso en sectores intelectuales, latinoamericanos quizás, de un cierto pesimismo, de que ese proceso de globalización neoliberal no tiene vuelta atrás, que hay que comulgar con él y que es imposible cualquier alternativa. Yo quisiera, aunque ya se desprende de su respuesta anterior, que usted pudiera precisar esto, teniendo en cuenta que algunos también hablan de una crisis de la razón, hoy, de un resquebrajamiento que retrocede lo logrado desde la modernidad, ¿cómo usted precisa esto, estas salidas?

A.S.V.: Con respecto a la globalización, no es que la globalización sea un proceso, una fase del capitalismo a la cual no pueda ofrecerse una salida, de la cual trataremos inmediatamente después, es que el proceso de globalización encaja perfectamente, diríamos, en las previsiones de Marx. Marx desde el Manifiesto Comunista, con Engels, está hablando del desarrollo creciente, de la tendencia ilimitada del capitalismo a expandirse, a mun­dia­lizarse, la globalización viene a ser la confirmación actual y más plena de algo que dijo Marx. En este sentido nos encontramos en una fase de desarrollo del capitalismo, claro, con un poder hoy avasallante de expansión que hasta entonces no habíamos conocido, pero pienso también que esta tendencia del capitalismo, esta tendencia globalizante, pues obviamente requiere una alternativa que todavía no está clara, no está precisa, aunque sí está clara la necesidad de ofrecer esa alternativa. Desgraciadamente, ha habido una cierta desmovilización o parálisis en los movimientos revolucionarios, tal como los hemos concebido tradicionalmente, pero creo que en nuestra época ya comienzan a florecer ciertos signos de vitalidad, de manifestación, de organización, de respuesta a este movimiento de globalizar el capitalismo, como son, diríamos, las grandes movilizaciones contra la guerra que hemos visto en los últimos tiempos, los movimientos sociales de carácter antiglo­ba­li­za­dor, que no están definidos todavía por la alternativa socialista, pero lo que sí está claro es que tienen un carácter ya anticapitalista. Aunque yo pienso que, ciertamente, el capitalismo en este momento no es viable, no está a la vista la alternativa que podría des­plazarlo, pero creo que ya hay signos, signos que son bastante claros, de cómo se puede dar una respuesta a este desarrollo, a este proceso globalizador capitalista.

En cuanto al problema de la razón que planteaba usted, pues ciertamente, la razón ilustrada, diríamos, ha sido puesta en crisis, la apoteosis de la razón que viene con la Ilustración en el siglo xviii; pues hemos visto que la razón encarnada por la ciencia y la tecnología puede ser usada en un sistema depredador como el capitalismo para servir justamente no a los fines de la liberación y la emancipación, que aquella razón sostenía, sino justamente para lo contrario, de manera que sí hay ciertos signos de una crisis de esta razón. Por otra parte, ciertas ideologías burguesas, capitalistas, de nuestro tiempo, pues, naturalmente, han contribuido a profundizar esta crisis de la razón, por ejemplo, el llamado pensamiento débil o post-moderno, que dice que puesto que la razón se ha hundido completamente, puesto que nada tiene razón, puesto que nada tiene una justificación racional, pues el intento de una causa emancipadora no tiene ningún carácter, ningún sentido racional. Yo creo que los revolucionarios en nuestro tiempo estamos obligados a una reivindicación de la razón, porque, naturalmente, nosotros solo podemos concebir un proyecto de emancipación que esté fundado racionalmente, que esté basado en una apreciación, un conocimiento de la realidad.

O.F.: Hay otro tema que me parece de gran interés: en Las ideas estéticas de Marx usted reflexiona sobre el contenido ideológico y la función social del arte, pero, sobre todo, usted resalta el valor que el arte tiene como creación humana, como actividad de la conciencia, como praxis transformadora de la realidad, y sería muy interesante para nosotros conocer cómo valora el compromiso del creador con su tiempo, viendo el concepto del creador lo más amplio posible, en el campo del arte y de la cultura y su compromiso con la búsqueda de una sociedad no enajenada, de una sociedad más humana.

A.S.V.: Me parece que si caracterizamos el arte por su potencial creador y si, por otro lado, desde un punto de vista marxista, desde un punto de vista revolucionario, concebimos la nueva sociedad, entre otras características, porque es una sociedad que a diferencia de la capitalista –en tanto que la sociedad capitalista gira en torno a la enajenación, que es el polo opuesto a la creación, entonces una sociedad enajenada como la capitalista es por principio una sociedad que está contra la creación, por eso Marx nos hablaba de la hostilidad del capitalismo al arte–, porque, desde un punto de vista, yo pienso, marxista, socialista, el arte ya por su propia naturaleza, su interés desde el punto de vista de realizar su propia naturaleza creadora, no está en la sociedad capitalista, sino que está justamente en una sociedad superior, en este sentido es que yo reivindico la naturaleza creadora del arte como una característica fun­damental y por eso me pronunciaba contra una concepción del arte como la del llamado realismo socialista, que solo aceptaba como arte aquel que reflejaba la realidad, aunque en la práctica tampoco en el realismo socialista soviético el arte cumplía esta función, cumplía más bien la función de idealizar la realidad existente y, por tanto, no era una verdadera representación de la realidad, pero aún así la concepción del realismo socialista reducía el arte auténtico, el arte, diríamos, el gran arte, al arte capaz de representar la realidad; yo me pronunciaba contra eso y consideraba que todo arte lo era propiamente solo en cuanto cumplía esta actividad, esta función creadora. Pero, claro, el arte cumple una función creadora que puede tener diversos usos o funciones ideológicas y, naturalmente, nosotros estamos por un arte creador que cumpla esta función ideológica creadoramente, y en ese sentido es que podemos insertar el tema del compromiso político del artista. Yo creo que el tema del compromiso hay que entenderlo, obviamente no en el sentido burgués dominante –esto puede extenderse al intelectual en general, que supuestamente solo tiene un compromiso con su obra, el filósofo con su obra, en cuanto que aspira a la verdad, el artista en cuanto que aspira a la belleza, etcétera–, sino en el sentido de que la obra de arte tiene efectos sociales, independientemente de que se lo proponga o no el creador, en cuanto afecta a la sociedad, en cuanto el contenido de ideas del arte afecta a los otros seres humanos, pues hay una responsabilidad del artista con respecto a ese efecto que la obra de arte tiene y, en ese sentido, creo, hay un deber del artista de asumir esa responsabilidad de los efectos que tiene la obra y, por tanto, el artista tiene que estar comprometido en este sentido. No quiere decir que esté ya comprometido en un sentido militante o en un sentido partidario, sino comprometido en el sentido de que la obra tiene consecuencias que el artista debe asumir. Hoy la idea del compromiso del artista está un poco desacreditada en los medios intelectuales y académicos, pero creo que hay que volver a ella y reivindicar justamente este compromiso del artista y del intelectual en general.

O.F.: Le preguntaba esto porque en este nuevo contexto de ingerencismo norteamericano, que no es tan nuevo, este tema adquiere una relevancia extraordinaria y me gustaría entonces que usted abundara sobre el papel que usted considera tiene la cultura, la educación, la ciencia, la filosofía y, por supuesto, los científicos, los filósofos, los educadores, para contrarrestar, la necesaria labor de contrarrestar la violencia y la deshumanización imperialistas, que hoy se han adueñado de este mundo, creo que esto es algo que merecería alguna reflexión de su parte.

A.S.V.: Bueno, yo creo que, efectivamente, una de las características de nuestra época es el poder, diríamos, deformador de los medios de difusión, medios masivos de comunicación; el poder, la capacidad de deformación del capitalismo, del imperialismo, tiene dimensiones que nunca hemos conocido, y en la medida en que ese poder de formación de las conciencias, de separación, diríamos, de una verdadera comprensión y valoración de la realidad, se ha agigantado, en esa medida, el papel, digamos, de la formación cultural, de la educación, del proceso de enriquecimiento ideológico, de elevación de la conciencia, pues se ha hecho más necesario, más urgente que nunca y, en ese sentido, pienso yo, justamente en Cuba, en la medida en que aquí se siente con más fuerza que en cualquier otro lugar ese poder del imperialismo y la necesidad de contrarrestarlo, pues el papel de la educación, de la cultura, de la formación ideológica, me parece que también se tornan fundamentales.

O.F.: Todos sabemos que este proceso del imperialismo global, de la globalización neoliberal, ha afectado seriamente la soberanía nacional, podemos afirmar, incluso, que uno de los golpes fundamentales ha estado dirigido a afectar la soberanía nacional, a hacerla prácticamente desaparecer y una de las áreas más golpeadas ha sido el área de la responsabilidad de los estados nacionales en el rescate de valores culturales autóctonos, obligándolos a asimilar, a importar modelos ajenos, que incluso justifican el capitalismo, justifican la economía de mercado, preconizan un modelo de democracia totalmente deformado. Este tema de la soberanía nacional no es a veces muy tratado en el pensamiento político y teórico contemporáneo, ¿cómo usted lo ve en el contexto del rescate de valores culturales?

A.S.V.: Bueno, yo pienso que asistimos en realidad a una crisis del Estado-nación, en cuanto que frente a este poder avasallante del imperialismo, pues las barreras nacionales tienden a ser disueltas, a ser barridas y que, en este sentido, la defensa de la cultura, de las tradiciones nacionales, representa un valladar importante para hacer frente a esa disolución de la soberanía nacional, de las barreras nacionales. Nos encontramos en una situación, que, por otro lado, es una situación de hecho, de que el estado nacional pierde su capacidad de decisión en una serie de cosas importantísimas, sobre todo en el terreno de la economía. Las grandes decisiones en materia económica no las toman los gobiernos nacionales, sino instituciones internacionales, esto es una realidad; luego el poder también avasallante de los medios culturales sujetos a esta subordinación –lo que claramente se ve en el terreno cinematográfico, por ejemplo, en México, los productores de películas nacionales no encuentran cines donde exhibir esas películas porque los grandes cines están en manos de distribuidoras norteamericanas–, es decir, que es una realidad con la que hay que contar, este poder avasallante, no solamente en el terreno económico sino en el terreno cultural; ante esto, efectivamente, es muy importante una política cultural de defensa de los valores nacionales, de la cultura nacional, de las tradiciones nacionales, lo que desempeña incluso una función no solo política, sino propiamente cultural; para defender la cultura hoy es necesario hacer frente al imperialismo con la defensa y la reivindicación de los valores nacionales, eso me parece algo importantísimo.

O.F.: Sí, hay una serie de acciones, una cierta rebeldía de creadores y de sectores intelectuales en nuestros países, en Cuba misma, bueno, trabajamos en esa dirección. Según tengo entendido, usted tiene proyectos de profundizar en sus trabajos sobre ética, o sea, en el campo de la axiología, todos sus trabajos relacionados con los valores, etcétera, y la ética, usted nos decía ayer en el Instituto de Filosofía, que tiene proyectos en esta dirección, que me parece que es un tema crucial en los tiempos en que vivimos y usted se refería al divorcio que actualmente existe entre ética y política, más que una relación, entre ética y política hay un divorcio, un distanciamiento; incluso, podemos hablar de una crisis de la moral en el ejercicio de la política. Yo quisiera que usted se refiriera a esto y que además diera su juicio de cómo ve el proceso político en Cuba, visto desde este plano del nexo ética-política.

A.S.V.: Sí, efectivamente, en la teoría marxista, vista de conjunto, hemos encontrado una elaboración de altos niveles en el terreno de la economía, en el terreno de la política; en el terreno de la estética ya las aportaciones del marxismo clásico son más limitadas y el campo de la ética, de la moral, pues prácticamente es un terreno apenas cultivado por el marxismo. Marx dio algunas indicaciones importantes desde principios básicos, para una moral de tipo socialista fundamentada por el marxismo, pero realmente es poco lo que encontramos. Entonces, hay una carencia en el pensamiento marxista, en el terreno de la ética, en el terreno de la moral, eso es indiscutible y, frente a esta realidad, me encontraba también con el divorcio existente entre la política y la moral.

Esto en México lo vivimos, lo apreciamos diariamente, si vemos que el partido gobernante, durante setenta años, se caracterizaba por su pragmatismo político, por dejar a un lado los principios, los ideales y buscar resultados inmediatos de eficiencia a corto plazo, es decir, prácticamente la política separada de la moral. Esta cultura desprendida de la moral tiene tal peso, tiene tal proyección, que incluso ha penetrado en México en los partidos de izquierda, en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), hemos encontrado últimamente casos de corrupción moral muy graves, lo cual hace, por tanto, más necesario que nunca el plantearse el problema de las relaciones entre política y moral y, en este sentido, yo he estado trabajando, en este campo, tengo en proyecto un libro que no sé si llegaré a realizar sobre marxismo inmoral, donde por un lado veo el problema históricamente, para tratar de rastrear los planteamientos que en relación con esto podemos encontrar en Marx, en el marxismo clásico y, por otra parte, desde un punto de vista más sistemático –porque los marxistas no podemos dejar a un lado que la experiencia de la construcción del socialismo en la Unión Soviética también se caracterizó por una política realista, sobre todo en los tiempos de Stalin, muy pragmática y muy ayuna, muy falta de contenido moral, y pudo verse en los últimos tiempos del socialismo soviético ciertos fenómenos de degradación moral–, por todos los terrenos. Para un marxista es muy importante y necesario explorar su investigación en este campo de las relaciones entre política y moral, me parece que una política revolucionaria carente de moral no tiene sentido en lo absoluto y creo que debemos dar un mayor peso a la moral. Yo ponía ayer un ejemplo, diríamos, en el caso de la motivación, ¿qué lleva a un ciudadano a actuar políticamente? Claro, se puede pensar que es muy legítimo aceptar que de la acción política se espera obtener un resultado, cierta mejoría. El movimiento obrero, históricamente, se ha definido por tener un carácter reivindicativo, luchar por obtener mejores condiciones de vida y de trabajo, cosa perfectamente legítima. Pero hay situaciones, cuando se enfrenta ya directamente con el poder vigente, en una política revolucionaria, que no pueden explicarse simplemente por las ventajas que pueda obtener el sujeto en ese momento, puesto que las ventajas más bien pueden convertirse en desventajas, el sujeto arriesga su comodidad, arriesga su libertad, arriesga incluso su vida. Entonces un revolucionario no espera ventajas inmediatas para él y por tanto la motivación, en este caso, solamente puede explicarse por su fidelidad a unos valores, a unos principios de justicia, de dignidad, de igualdad, que son valores morales en definitiva y, en ese sentido, me parece que la Revolución Cubana representa una experiencia muy digna de tomarse en cuenta. Yo decía ayer, por ejemplo, que la dignidad huma­na es una categoría moral. Yo, que soy militante de tanto tiempo, nunca vi a un dirigente comunista que hablara de dignidad, era una categoría completamente ajena.

Sin embargo vemos que la Revolución Cubana, desde los primeros tiempos, habla de la dignidad de un pueblo, de la dignidad de una lucha, es decir, que los discursos políticos estaban impregnados de un contenido moral y esto es clave y el Che Guevara es la figura paradigmática en este ejemplo. Yo decía también ayer que en las grandes manifestaciones juveniles las pancartas con los retratos de los dirigentes antiguos han desaparecido completamente, no digamos de Stalin, de Lenin, de Mao, etcétera, y, sin embargo, la figura del Che aparece en nuestros días en todas las grandes movilizaciones ¿Y por qué? Claro, el Che era un político revolucionario, pero un político revolucionario que reconocía ese peso extraordinario de la moral, y la figura del Che es valorada hoy no solamente por los éxitos políticos que alcanzara en su actividad, sino, y sobre todo, por su grandeza moral, que es incuestionable y que nadie puede rebatir. También me parece que es una figura que ejemplifica perfectamente esta fusión de la política y la moral a la que debe aspirar un revolucionario y que los marxistas debemos tratar de fundamentar y de esclarecer.

O.F.: Por cierto, tengo entendido que en su viaje a Cuba de 1964 usted conoció personalmente al Che.

A.S.V.: Sí, bueno, yo formaba parte del jurado del premio Casa de las Américas y el jurado fue invitado a tener un diálogo, una conversación con el Che, y tuvimos la grata ocasión de poder conocerlo y dialogar con él, hacerle preguntas, etcétera, una visita que para mí es inolvidable.

O.F.: Doctor, usted desde 1959 es profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México, aunque con anterioridad también tuvo otras experiencias en el campo académico docente, y creo que usted ha reconocido que muchos de sus trabajos son producto de la preparación de sus clases, de sus seminarios. ¿Cómo valora este nexo entre docencia-investigación-actividad encaminada a una transformación de la realidad, cómo usted integra estos tres momentos?

A.S.V.: Hay una tendencia a separar la docencia y la investigación, por ejemplo, en la UNAM tenemos los institutos de investigación en edificios independientes, alejados de las facultades y prácticamente no hay mucha conexión entre la docencia y la investigación; yo lo considero un profundo error. Me parece que la docencia, sobre todo la docencia que se desarrolla a un alto nivel, a un nivel universitario, pues no puede prescindir de la investigación, es decir, un curso a nivel superior supone una investigación previa, si no quiere ser pura repetición de cosas sabidas; en mi experiencia personal, una gran parte de mis libros son fruto de las propias clases, por ejemplo, el libro Filosofía Económica… yo lo leí primeramente en un seminario, y por tanto el diálogo, la discusión que propició, me ayudaron a mejorarlo, por eso es que yo he dicho alguna vez que considero a mis alumnos como coautores involuntarios de mis libros, aunque yo sea en última instancia el responsable. Para mí este asunto está perfectamente claro, la docen­cia es inseparable de la investigación y, por otra parte, esta concepción de la extensión, diríamos, del trabajo de investigación, la investigación más allá de la academia –y los que adoptamos una posición marxista, pues no puede ser un trabajo puramente académico en el sentido de su proyección, yo siempre pienso en los lectores que puedo tener más allá del recinto académico y siempre pienso en los efectos que mi obra pueda tener más allá de la academia, naturalmente–, supone obviamente una concepción, una toma de posición ante los valores, ante la cultura, porque muchos investigadores piensan que su misión se reduce justamente a lo que hace dentro de su cubículo, sin preocuparse de los efectos que pueda tener fuera de él. Me parece que es importantísimo, por un lado, la unidad indisoluble entre docencia e investigación y, por otro, el pensar que cuando investigamos, investigamos en función, diríamos, de una realidad que ha de recoger los efectos de esa investigación.

O.F.: Quisiera, antes de finalizar este intercambio, que usted pudiera valorar, quizás sea la pregunta más difícil, ¿cómo se ve a sí mismo, a su obra, a lo largo de todos estos años? Usted ha tenido el privilegio de vivir en dos siglos, uno de ellos fue un siglo extraordinariamente convulso y rico, nació ahí, en el mismo centro de una conflagración imperialista, tuvo influencias muy importantes en la década de los años sesenta –yo personalmente me atrevería a decir que esa década fue para usted un punto de llegada y un punto de partida en su producción teórica–, ¿cómo usted se ve a lo largo de todos estos años, de toda su obra en el contexto del siglo xxi? ¿Cómo ve Adolfo Sánchez Vázquez a Adolfo Sánchez Vázquez? y ¿qué recomendaciones puede hacer a los que pretenden o a los que pretendemos seguir su camino, seguir su ejemplo?

A.S.V.: Bueno, mire, yo en parte estoy satisfecho e insatisfecho; satisfecho porque, claro, he vivido grandes acontecimientos que me han inspirado y me han permitido justamente sentir este interés por realizar la obra que he realizado, he vivido la república, la guerra civil, el exilio, la Revolución Cubana, los acontecimientos de la caída del socialismo real, etcétera, entonces pienso en verdad que estoy satisfecho, porque pude zafarme de esa camisa de fuerza que representaba un marxismo cerrado y que prácticamente me imposibilitaba para un trabajo de investigación. Un militante comunista como yo lo fui, desde mi juventud, en los tiempos de Stalin, como filósofo tenía que limitarse a repetir los famosos principios de Stalin, del materialismo dialéctico e histórico, de aquel folleto famoso y no había la posibilidad de una labor, en cierto modo, creadora. En ese sentido yo estoy satisfecho, porque pude encontrar la vía para romper con eso y seguir el camino de un marxismo nuevo, abierto, crítico, como era en definitiva el marxismo que correspondía al pensamiento de Marx. Y claro, insatisfecho porque uno siempre tiene que considerar que su obra pues no debe llenar completamente las aspiraciones de uno, hay que renovarse, hay que autocriticarse constantemente y, en ese sentido, pues, claro, pienso que mi obra pueda tener fallas, limitaciones que no me permiten estar satisfecho de ella, pero, en fin, creo que he realizado una labor, y lo que más me satisface es poder estar sirviendo, diríamos, a un pensamiento que puede orientarnos en la búsqueda de un hombre más auténtico, más conforme a su naturaleza y de una sociedad más justa, más libre y más igualitaria.

¿Qué puedo recomendar? Sean fieles a estos valores, a la verdad, a la justicia, a la dignidad y desarrollen siempre un potencial crítico hacia los demás, pero crítico también hacia uno mismo, autocrítico, porque la crítica y la autocrítica son muy necesarias. Uno de los factores determinantes de ese anquilosamiento del marxismo fue justamente la ausencia de crítica y autocrítica; donde desaparece la crítica y la autocrítica, se paraliza la capacidad de creación, la capacidad de investigación; entonces, mi recomendación es que nunca olviden esto y no se envanezcan con lo que han creado y estén siempre abiertos a la crítica y, desde luego, a la crítica hacia uno o autocrítica.

O.F.: Bien, muchas gracias por su amabilidad y por la calidad de sus respuestas, estamos muy agradecidos.

Fuente: http://marxismocritico.com/2013/02/01/entrevista-a-adolfo-sanchez-vazquez-por-olga-fernandez/

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