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En el 10º Aniversario de la muerte de JM Céspedes: la lucha continúa

Alberto Herbera

Hoy, 19 de enero, se cumplen diez años de la muerte de Josep Miquel Céspedes, el más destacado dirigente juvenil comunista, en Catalunya y en España, desde los tiempos de la transición/transacción hasta hoy.

Militante de la Joventut Comunista de Catalunya (JCC), activista y dirigente estudiantil en la segunda mitad de los años 70, formó parte destacada del amplio sector de militantes que, desde el II Congreso de la JCC (1980), se enfrentaron a la burocratización e institucionalización del aparato dirigente de la JCC, resultado de la creciente desideologización de la organización, de la política de claudicaciones practicada durante los primeros años de la transición y de la pérdida masiva de militantes e influencia política que sufrió la JCC como consecuencia del “desencanto”y el “pasotismo”.

Estas manifestaciones de la frustración colectiva que recorrieron e hicieron estragos entre los amplios y combativos movimientos sociales construidos en la lucha contra la dictadura franquista fueron, en buena parte, el resultado del contraste entre las expectativas de profundos cambios políticos y sociales tras la muerte de Franco y una transición pilotada por los herederos políticos del régimen franquista y “consensuada” con la mayor parte de las fuerzas que lucharon contra la dictadura, incluidos los aparatos dirigentes del PCE, de la UJCE, del PSUC y de la JCC. A cambio de la legalización, es decir, de unos cuantos escaños, se entregaban las señas de identidad y la memoria de quienes sacrificaron los mejores años de su vida, y su vida misma, al combate contra el fascismo. Y, en la experiencia directa de las clases populares, los Pactos de la Moncloa clausuraban abruptamente el ciclo de luchas por disputar la plusvalía al capital, a fin de garantizar el incremento de los beneficios empresariales, en medio de un aumento irrefrenable del paro. Manuel Sacristán, en un artículo colectivo publicado pocos días después del V Congreso del PSUC (1981), reproducía la frase de un delegado obrero: “El eurocomunismo no es una palabra, es romper huelgas”.

JM Céspedes, incorporado a la dirección del Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC) desde su fundación en 1982, fue el primer secretario general de los Col.lectius de Joves Comunistes (CJC). La experiencia del desarrollo de esta organización en los años 80, que todavía no ha sido estudiada de forma sistemática, puede ser de mucha utilidad para los jóvenes revolucionarios de nuestros días. Los CJC emergieron contra corriente. Cuando el resto de organizaciones políticas juveniles iban quedando reducidas a sus aparatos burocráticos, los CJC contribuyeron decisivamente a poner en pie un movimiento juvenil profundamente democrático, arraigado en barrios, pueblos y centros de estudio.

Algunos recordamos la estupefacción y desconcierto –que captamos en sus radios– de la policía (azul, verde o marrón…), cuando varias columnas con miles de jóvenes parados, procedentes de las comarcas metropolitanas, confluyeron en Barcelona cortando simultáneamente las principales autopistas de acceso y las arterias principales de la ciudad. Era 1983, y en menos de un año los CJC habían impulsado la creación de decenas de asambleas de jóvenes en paro en barrios y localidades que se agruparon en una Coordinadora.

Poco después, miles de jóvenes entusiastas llenaron el Poble Espanyol de Montjuïc durante la I Festa de Revolució, el órgano central de propaganda de los CJC. La movilización de esos años permitió a la juventud catalana jugar un papel clave en las luchas contra la OTAN y en el rechazo rotundo de la sociedad catalana a la integración en la alianza militar imperialista. Los CJC combinaron esta lucha con la solidaridad internacionalista, que registró episodios muy duros pero hizo aflorar la lucha de pueblos como el chileno, el nicaragüense, el cubano, el palestino, el surafricano y otros por su dignidad.

Simultáneamente, los CJC emprendieron un intenso trabajo de extensión de la elección de delegados y representantes de los estudiantes en Institutos y centros de Formación Profesional. En medio de grandes luchas en defensa del derecho a la enseñanza, fueron creándose las condiciones para constituir la Coordinadora d’Estudiants d’Ensenyament Mitjà, que más tarde dirigieron las mayores movilizaciones estudiantiles conocidas hasta entonces en Catalunya.

La política de unidad de la juventud en la lucha por sus derechos ganó para los CJC una autoridad indiscutible entre miles de jóvenes y, finalmente, el reconocimiento de quienes combatieron con saña y trataron de marginar a la Juventud Comunista de los organismos juveniles representativos.

JM Céspedes fue el eje central de aquel enorme trabajo, que sorprende visto con perspectiva por su magnitud y por el entorno adverso en que tuvo lugar. Lo fue desde el punto de vista político, ya que a él se debe la formulación de la política de unidad de la juventud en la lucha por sus derechos, y desde el punto de vista organizativo. JM Céspedes era un extraordinario organizador de equipos de trabajo. A su enorme capacidad de trabajo se unía una habilidad poco común para captar de inmediato lo esencial de cada problema y trazar un plan de acción preciso que invariablemente enlazaba con la estrategia general, con el objetivo global.

JM Céspedes tenía una concepción profundamente democrática del trabajo sociopolítico. Habiendo comprendido la necesidad de la lucha política, no concebía ésta sino como expresión necesaria de la autoorganización de los jóvenes en la defensa y la ampliación de sus derechos. La historia de los CJC de los años 80, en Catalunya y en España, es la historia de una organización que se marcó como objetivo prioritario contribuir a construir movimiento juvenil desde abajo.

En 1984 se constituyó el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE) y JM Céspedes fue elegido miembro de su dirección. Un año después, recibió el encargo de coordinar la reconstrucción de la Juventud Comunista a nivel estatal, y en 1986 fue elegido el primer secretario general de los Colectivos de Jóvenes Comunistas. Miles de jóvenes en toda España se formaron como comunistas en esos años, en las escuelas de formación y en las escuelas de lucha. Muchos de ellos son hoy en día parte esencial de organizaciones y movimientos que combaten contra la barbarie capitalista que ataca sin piedad nuestros derechos.

En los años 90, JM Céspedes regresó a Catalunya y cumplió las diferentes tareas que le asignó la dirección del PCC. Desde la creación de EUiA (1997), formó parte de su dirección. En los últimos años, viviendo en la localidad obrera de Sant Adrià de Besòs, dedicó sus energías a la potenciación del tejido asociativo de los barrios, especialmente del barrio de La Mina, y desde su condición de concejal batalló por la mejora de las condiciones de vida de sus habitantes.

JM Céspedes era un dirigente político excepcional, capaz de mantener discusiones políticas con un abanico muy amplio de personas, de edades y ubicaciones políticas muy distantes. Personas que en muchos casos no discutían entre ellas por la lejanía, real o aparente, de sus planteamientos políticos respectivos. Y sin embargo, todos ellos mantenían la relación con él y tenían de él un alto concepto. Josep Serradell “Román” destacó ese rasgo de JM Céspedes en sus palabras, leídas en el acto de homenaje que se rindió a JM Céspedes el 25 de abril de 2004 en el polideportivo Marina-Besòs de Sant Adrià.

Otras características personales sobresalientes estaban presentes en su trabajo político Todos, incluidos sus adversarios, reconocieron en él a una persona íntegra, honesta y, sobre todo, sincera. Son rasgos personales revolucionarios. También fue una persona tenaz en la lucha dialéctica. Algunos dirían terco. No cejaba hasta lograr lo que se proponía y era capaz de multiplicar sus argumentos hasta lograr convencer. JM Céspedes entendía, y trataba de transmitirlo incesantemente a los militantes de los CJC, que la faceta combativa del joven comunista es inseparable de la posesión de un sistema de valores tales como la integridad y la honestidad, la solidaridad y la cooperación, el esfuerzo por el estudio y la formación, el desinterés, la fidelidad a las ideas, la amistad, la tenacidad, el amor a la naturaleza y al género humano, el respeto, el debate franco y directo, la modestia. Y el optimismo revolucionario. Esa confianza ilimitada en la capacidad histórica de las clases populares para derrotar la injusticia y construir un mundo nuevo, libre de explotación.

JM Céspedes tuvo siempre una admiración y un profundo respeto por los veteranos luchadores antifascistas. Con la figura de su padre como referente inmediato, y la estrecha relación política con “gigantes” como Pere Ardiaca y Josep Serradell “Román”, JM Céspedes siempre trató de transmitir a las nuevas generaciones los altos valores y el desinterés idealista de aquellos luchadores formidables. Daba mucho valor a la cultura nacida del pueblo para el pueblo, y a las actividades lúdicas y deportivas que puso en práctica la JSU simultáneamente a su enorme esfuerzo en los frentes de guerra. De ahí el impulso que JM Céspedes dio a la celebración de campamentos y escuelas de formación lejos de los locales.

JM Céspedes era, en fin, una persona de sólida formación político-ideológica y dotada de una avidez insaciable por ampliar conocimientos. Decir que era un lector incansable no es retórica. Hasta el último momento, cuando las menguadas fuerzas de su larga lucha contra el cáncer le mantenían en cama y hablaba con mucha dificultad, seguía leyendo y aprendiendo. La muerte le alcanzó cuando leía un libro que había buscado durante años y que María, su compañera, le localizó a través de Internet. Estaba disfrutando con las guerras campesinas alemanas del siglo XVI y con Tomás Müntzer. Era sólo uno de la pila de libros recién adquiridos que aguardaban turno sobre su mesilla.

En la tradición de los movimientos populares revolucionarios siempre ha tenido un espacio significativo el recuerdo de personas concretas cuyo pensamiento y actividad en un momento histórico determinado nos sirven de referencia para las luchas presentes y futuras.

Más allá de la relación entre individuo y masas y del papel de ambos en el desarrollo histórico, el recuerdo de personas que dejaron huella en las luchas populares permite seguir el hilo rojo que, como corriente de fondo, une las diferentes etapas históricas en la lucha por la emancipación.

Los campesinos del MST brasileño hablan de la importancia de cultivar la “mística” revolucionaria. Se refieren a los elementos que sirven de identificación colectiva. Son los símbolos, las canciones y tradiciones revolucionarias. Y también el recuerdo y el homenaje a personalidades que nos transmiten valores que conectan con nuestras luchas.

JM Céspedes fue un luchador incansable por los derechos de la juventud y por la emancipación de los oprimidos. Un luchador por la unidad de la clase obrera y por el socialismo. Su gran capacidad de trabajo, su honestidad y sus conocimientos teóricos, históricos y políticos, hicieron de él un referente ineludible para toda una generación de comunistas, la generación que se incorporó a la lucha después de la dictadura. Pero el conocimiento de su actividad, de su lucha, de la experiencia política que contribuyó a poner en pie de modo decisivo, puede y debe ser útil para quienes hoy en día intentan resistir los ataques desenfrenados del capital financiero.

Josep Miquel Céspedes vive en la conciencia de quienes siguen en el combate por un mundo sin explotadores ni explotados.

19/1/2014

*Alberto Herbera fue militante de la JCC (1979-1981), de los CJC de Catalunya (1982-1986) y de los CJC de España (1986-1990).

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