Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Breve autobiografía de Alejandra Kolontái para la Enciclopedia Granach

Alejandra Kollontai

Nací en 1872 v crecí en el seno de una familia de la nobleza terrateniente. Mi padre, general ruso, era de origen ucraniano. En cuanto a mi madre, finlandesa. era de origen campesino. Pasé mi infancia y mi juventud en Petrogrado  y en Finlandia. Primogénita de la familia e hija única de mi padre (era el segundo matrimonio de mi madre) fui objeto de cuidados muy cariñosos por parte de mi numerosísima familia, que conservaba las costumbres patriarcales. No fui al instituto porque se temía tuviese malas compañías. Aprobé el bachillerato a los 16 años y seguí cursos particulares y conferencias sobre historia, literatura, etc. Mis padres me prohibieron también asistir a los cursos Bestúzhev. Trabajé mucho, particularmente bajo la dirección del e historiad literatura Víctor Petróvic Ostrogorsky. Éste consideró que yo tenía dotes literarias y me Impulsó hacia el periodismo, Me casé muy joven, en parte por espíritu de rebeldía contra mis padres. Pero al cabo de tres años me separé de mi marido, el ingeniero Kolontái, llevándome a mi pequeño hijito (mi apellido de sol­tera es Domontóvich).

En ese momento mis ideas políticas comenzaron a precisarse. Trabajé en las sociedades de difusión de la cultura, ya que servían a mediados de la década del 90 como fachada a una serie de empresas clandestinas. Así por medio del famoso “museo ambulante de ayuda escolar de material didáctica” habíamos establecido vínculos con los detenidos en la fortaleza de Schlüsselburg. Gracias a nuestra actividad en las sociedades de instrucción y a las lecciones que dábamos a los obreros pudimos tener con estos un contacto muy activo. Organizamos veladas de beneficencia para recoger dinero a la Cruz Roja política. El año 1896 fue decisivo en mi vida. Pasé la primavera de ese año en Narva, en la famosa fábrica de Kremgólskaya. El cuadro de servidumbre de doce mil tejedores me impresionó profundamente. En ese momento no era aún marxista y me inclinaba más bien hacia el populismo y el terrorismo.

Tras mi visita a Narva, me use a estudiar marxismo y economía. En ese momento aparecieron, una tras otra, las dos primeras revistas marxistas legales: Nachalo y Nóvoe slovo. Su lectura me abrió considerablemente los ojos. Acababa de encontrar la vía que había empezado a buscar con particular perseverancia desde mi visita a Narva. La famosa huelga de Ios obreros textiles de Petrogrado en 1896, en la que tomaron parte treinta y seis mil obreros, hombres y mujeres, contribuyó del mismo modo al esclarecimiento de mis ideas políticas. Con Elena D. Stássova y un gran número de camaradas que trabajaban todavía al margen del partido, organizamos colectas de ayuda a los huelguistas.

Este ejemplo espectacular del crecimiento de la conciencia del proletariado, esclavizado y desprovisto de derechos, me incitó entonces de manera decisiva a pasar al campo marxista. Sin embargo, no trabajé todavía como publicista marxista y no tomé parte activa alguna en el movimiento. Me consideraba aun muy poco preparada. En 1898, escribí mi primer estudio sobre la Psicología de la educación: “Bases de la educación según Dobroliúbov”. Apareció en septiembre de 1898 en la revista Obrazovanie, que tenía aún carácter pedagógico antes de transformarse, a continuación, en uno de los órganos legales más persistentes del pensamiento marxista. Su redactor jefe era A. Y.Otrogorsky. El 13 de agosto de ese mismo año parti para el extranjero a estudiar ciencias económicas y sociales.

En Zúrich, ingresé en la universidad, siguiendo los cursos del profesor Herkner, cuya segunda edición de su libro sobre la cuestión obrera me había interesado. Fue algo característico que cuanto más avanzaba en el estudio a fondo de las leyes económicas, más me convertía en marxista “ortodoxa” mientras que mi profesor y director de estudios se volvía cada vez mas, hombre de derechas y se alejaba de la teoría de Marx, termi­nando, en la quinta edición de su libro, por ser un verdadero renegado. Fue aquel un curioso periodo, cuando apareció abiertamente en el partido alemán, por la ligereza de Bernstein, una abierta tendencia a la concilia­ción práctica, al oportunismo, al “revisionismo”; es decir, a la revisión de la teoría de Marx. Mi venerable profesor cantaba alabanzas a Bernstein. Pero yo seguía resueltamente a la izquierda. Me entusiasmé con Kautsky devorando la revista Neue Zeit, editada por él, y los artículos de Rosa Luxemburgo. Me interesó particularmente el librito de ésta Reforma o Revolución, donde refutaba la teoría integracionista de Bernstein.

Por consejo de mi profesor, y provista de sus recomendaciones, parti en 1899 para Inglaterra a estudiar el movimiento obrero, que por su sensatez me convencería de que la verdad estaba del lado de los oportunistas y no de los “izquierdistas”

Tenía recomendaciones hasta para Sidney y Beatrice Webb, pero en las primeras conversaciones comprendí que hablábamos lenguas diferentes y, prescindiendo de su dirección, empecé a familiarizarme con el movimiento obrero inglés. Sin embargo este encuentro me persuadió en el sentido contrario, mostrándome toda la violencia de las contradicciones sociales existentes en Inglaterra y la impotencia de los reformistas para corregirlas con la táctica de las trade-unions  o gracias a los célebres settlements (células sociales en los barrios obreros del género de “Toynbee-Hall”, “palacio de pueblo”, cooperativas, clubs, etc.

Dejé Inglaterra más persuadida aún de la justeza de la concepción de las gentes de izquierda, de los marxistas ortodoxos, y ya no regresé a Zúrich, sino a Rusia.

Había entrado en contacto con los militantes de las organizaciones obre­ras clandestinas y anhelaba dedicarme lo más pronto posible con todas mis fuerzas a la verdadera acción, a la lucha. Cuando había dejado Rusia en 1898, toda el ala de vanguardia de la intelligensia, los estudiantes, tendía hacia el marxismo. Los ídolos eran, además de Beltow, Struve y Tugan-Baranovsky. Populistas y marxistas se entregaban a una lucha feroz. Las fuerzas jóvenes, Ilín (Lenin), Máslov, Bogdánov, etc,  elaboraban en la clandestinidad los fundamentos teóricos de la táctica revolucionaria del partido socialdemócrata. Había llegado con una inmensa esperanza de encontrarme entre compañeros de ideas políticas; pero, en el otoño de 1899, Rusia no era ya la que había sido. Se había producido un cambio; la luna de miel de la unión del marxismo legal y del marxismo clandestino había llegado a su término.

El marxismo legal pasó abiertamente del lado de la defensa del gran capital industrial. El ala izquierda entró en la clandestinidad, defendiendo más resueltamente aún la táctica revolucionaria del proletariado. Los estudiantes y la intelligentzia se apasionaban con tanta fuerza por el revisionismo de Bernstein como por Marx. Nietzsche su “aristocracia deI espíritu” se pusieron de moda.

Recuerdo, como si fuera ayer, una velada que se organizó en el apar­tamento del padre de E. D. Stássova, en la calle Furstádskaya, a bene­ficio de la Cruz Roja política. Struve dio una conferencia sobre Bernstein. El público era escogido, se encontraban allí muchos militantes clandestinos y sin embargo el discurso fue acogido con simpatía y aprobación. Sólo Avílov se alzó en contra de Struve. Pedí la palabra. Se me concedió con reticencia, como a un rostro poco conocido. Mi defensa demasiado apa­sionada de los “ortodoxos” ( izquierda) fue en general desaprobada y acogida con un indignado alzamiento de hombros. Uno opinó que era de una impertinencia sin precedentes pedir la palabra contra autoridades tan reconocidas como las de Struve y Tugan; otro, que un ataque seme­jante hacía el juego a la “reacción”; un tercero, que ya habíamos superado el estadio de las “frases” y que debíamos ser políticos realistas.

En esta época escribí artículos contra Bernstein, sobre el papel de la lucha de clases” en defensa de los “ortodoxos”, en la revista Naúchnoe obozrenie, pero la censura, considerándolos impublicables los cruzó de rojo y azul.

Entonces decidí consagrarme al trabajo científico en el dominio de la economía. Había conservado vínculos verdaderos con Finlandia. En ese intervalo de tiempo, el pueblo finlandés tuvo que sufrir un periodo de vio­lencia y de opresión por parte de la aristocracia rusa. La base de la autonomía de este pequeño pueblo se tambaleaba y la constitución y las leyes del país eran pisoteadas. Se entabló la lucha entre el pueblo finlandés y la autocracia rusa. Yo estaba de todo corazón del lado de Finlandia y no sólo por simpatía intelectual: encontré en ella la fuerza creciente del proletariado industrial, fuerza de la cual pocas personas tenían conciencia. Observando los signos acentuados de los antagonismos de clase y la formación de una nueva Finlandia obrera, que servía de contrapeso a los partidos nacionalistas burgueses -sueco, finés, pequeñofinés- entré en contacto estrecho con los camaradas finlandeses y les ayudé a organizar el primer fondo de huelga. Mis artículos sobre Finlandia aparecieron en 1900, en la revista económica alemana Soziale Praxis, en Noúchnoe obozrenie y en Obrazovanie. Un artículo de estadísticas concretas se publicó en la revista Rúskoe bogatstvo, Al mismo tiempo, entre 1900 y 1903, reuní los materiales para una obra importante económico-estadística sobre Finlandia, que apareció bajo el título, inocente para la censura, de Vida de los obreros finlandeses, Esos años, evidentemente, no los consagré só­lo a trabajos Iiterarios y científicos, Tuve ocasión de participar en ac­tividades clandestinas, pero sobre todo al margen del partido: dirigí círculos en el barrio de Névskaya Zastava, redacté llamamientos, guardé y distribuí publicaciones ilegales, etc.

En 1901 partí para el extranjero. Me relacioné personalmente con Kautsky,  Rosa Luxemburgo y Lafargue en París y con Plejanov en Gi­nebra, En Zariá apareció uno de mis artículos sobre Finlandia, sin fir­ma, y, en la revista Neue Zeit de Kautsky, un artículo con el seudóni­mo de Hélène Maline. Desde entonces permanecí en contacto constante con mis camaradas del extranjero. A comienzos de 1903, apareció mi libro Vida de los obreros finlandeses, encuesta económica sobre la situa­ción de los trabajadores y el desarrollo de la economía en Finlandia, Redactado con espíritu marxista, los militantes clandestinos le otorga ron buena acogida, pero numerosos marxistas legales manifestaron su des­aprobación.

En 1903 tomé por primera vez la palabra en una reunión pública organizada por los estudiantes de Santa Tatiana, para oponer el con­cepto del mundo idealista al concepto del mundo socialista. El verano de 1903 partí de nuevo para el extranjero, Era aquella la época de las rebeliones campesinas en Rusia. Los obreros del sur se sublevaron; los ánimos se desataban, Dos fuerzas antagónicas se enfrentaban cada vez más ferozmente; la Rusia clandestina, que marchaba hacia la revolu­ción, y la autocracia obstinadamente aferrada al poder. El grupo Osvo­bozhdenme,  con Struve a la cabeza, ocupaba una situación intermedia, Muchos de mis amigos íntimos se sumaron a los miembros de este gru­po, viendo en él la “fuerza real” considerando el socialismo puro como una utopía en la Rusia de entonces. Hube de separarme con rudeza de mis recientes compañeros de armas y de mis amigos políticos, En la emigración socialista proseguían entonces las discusiones, no entre po­pulistas y marxistas, como en los años precedentes, sino entre menche­viques y bolcheviques, Tenía amigos en los dos campos, Me sentía más próxima a los bolcheviques, admirando su intransigencia y su espíritu revolucionario, pero el prestigio de la personalidad de Plejanov me im­pedía condenar a los mencheviques,

A mi regreso del extranjero, en 1903, no me sumé a ninguno de estos grupos del partido, pero ofrecí a las dos fracciones la posibilidad de utilizarme como agitadora, redactora de proclamas y en otras tareas corrientes. El “domingo sangriento” de1905 me sorprendió en la calle. Me dirigí con los manifestantes hacIa el Palacio de Invierno y la vi­sión de la matanza cruel de los obreros desarmados se grabó para siem­pre en mi memoria: aquel día de enero extraordinariamente soleado, los rostros confiados en espera, la señal fatídica de las tropas desplegadas en torno del palacio…los mares de sangre sobre el blancor de la nieve, los látigos de cuero, los gritos, los gendarmes, los muertos, los heridos…los niños muertos en las descargas. El comité del partido des­confiaba de esta manifestación del 9 de enero. Gran número de cama­radas, en las reuniones obreras convocadas a este efecto, trataron de disuadir a los obreros de participar en esta manifestación, que a ellos sólo les parecía una provocación y una trampa, En cuanto a mí, opi­naba que se debía ir, Esa manifestación demostraba la determinación de la clase obrera, se revelaba una escuela de actividad revolucionaria,  Estaba entonces apasionada por las decisiones del congreso de Amsterdam sobre las “acciones de masas”.

Tras las jornadas de enero, la actividad clandestina se reanudó con más energía y más fuerza, Los bolcheviques de Petrogrado comenzaron a editar su periódico clandestino (del cual no recuerdo el nombre). Co­labore en él, no sólo como periodista, sino también como encargada de los problemas técnicos de la edición. Entre los manifiestos que redacté entonces, aquel donde me pronunciaba por una Asamblea Constituyente y en contra de la “Zemskii Sobor” obtuvo un éxito particular.

Habiendo conservado durante todos estos años un contacto estrecho con Finlandia, contribuí activamente a la unidad de acción de los dos partidos de la socialdemocracia rusa y finlandesa dirigidos contra el zarismo.

Fuí una de las primeras socialistas rusas que sentó las bases de unja organización de mujeres obreras, organizando mítines con este propó­sito especialmente, etc. A partir de 1906 defendí la idea de que las organizaciones de las obreras no debían ser autónomas, sino que era pre­cisa la existencia en el partido de un buró especial o una comisión par la defensa y representación de sus intereses.

Trabajé con los bolcheviques hasta 1906. Me separé cuando surgió la cuestión de la participación de los obreros en la primera Duma del Estado, y la cuestión del papel de los sindicatos.

Desde 1906 hasta 1915, formé parte de la fracción menchevique y, desde esta última fecha, soy miembro del partido comunista bolchevique, En 1908 huí de Rusia, pues estaba acusada en dos procesos: uno por la organización de los obreros textiles, el otro por el llamamiento a la in­surrección que hice en el folleto Finlandia y el socialismo. Viví en la emigración política desde fines de 1908 hasta1917, es decir, hasta la primera república burguesa, En el extranjero me adherí inmediatamente al partido alemán, luego al belga. etc.  Milité como “agitador”, escritora y propagandista, en Alemania, Francia, Inglaterra, Suiza,  Bélgica, Italia, Dinamarca, Noruega y los Estados Unidos (1915-16).

Fui detenida en Alemania durante la guerra, expulsada a Suecia y detenida de nuevo por realizar propaganda antimilitarista. Pese a esto, milité sistemáticamente durante los años de la guerra por la unidad de Zimmerwald en contra de la Segunda Internacional y por el internacionalismo;  en los Estados Unidos, por invitación del grupo alemán del Partido Socialista Norteamericano, en Noruega y en Suecia, sin dejar de servir clandestinamente a Rusia.

De regreso a ésta en 1917, fuí la primera mujer elegida para el co­mité ejecutivo del Soviet de Petrogrado y después miembro del comité ejecutivo panruso. Antes de la revolución bolchevique, fui detenida con otros líderes bolcheviques por el gobierno de Kerensky. Se me puso en libertad, poco antes de la revolución bolchevique de octubre, a petición del Soviet de Petrogrado.

En el momento de la revolución bolchevique era miembro del CC del partido bolchevique y fui partidaria de la toma del poder por los obreros y campesinos. Se me nombró comisario del pueblo para la asisten cia pública en el primer gabinete deI gobierno bolchevique revolucionario. Desde mi regreso a Rusia, me ocupé de la organización de los obreros. A partir de 1920 fui responsable del sector femenino del partido para la organización de las obreras. Como comisario del pueblo para la seguridad social, promulgue decretos para la protección y la seguridad de la maternidad y de la infancia.

Fui representante comercial plenipotenciaria de la URSS desde mayo de 1923 en Noruega, luego agregada al cuerpo diplomático en cali­dad de encargada de negocios, en mayo de 19244; por último, ministro plenipotenciario y enviada extraordinaria de la URSS a Noruega, en agosto de 1924.

He aquí la lista de mis obras más importantes sobre teoría socialista y economía: La situación de la clase obrera en Finlandia (1903); La lu­cha de clases (1906); Primer almanaque obrero (1906); Base social de la cuestión femenina (1908): Finlandia y el socialismo (1907); Sociedad y maternidad (600 pags); ¿Quiénes necesitan de la guerra? (tirada por millones de ejemplares) La clase obrera y la nueva moral a más de numerosísimos artículos, relatos sobre los problemas sexuales y literatura de propaganda contra la guerra y por la liberación de las trabajadoras.

Alejandra Kolontái

Especialista en sexualidad y emancipación de la mujer, la Kolontái ha dejado su nombre en la historia. como inspiradora, con Schliápnikov, Kisselev y Medvedev de la Oposición Obrera (1919 a 1922).

     Su autobiografía de Granach no hace la menor alusión a esto. Por otra parte, esa autobiografía es sin duda una de las más desenvueltas y más reveladoras de la época en que fue escrita., una larga prehistoria y luego algunas líneas discretas a partir de 1917.

    Después de haber sido uno de los dirigentes del bloque de agosto contra Lenin, en 1912, desde 1915 -fecha en que se unió a los bolcheviques- hasta 1917 se convirtió en uno de los raros fieles a Lenin, con quien entonces mantuvo correspondencia. De regreso a Petersburgo, en vísperas de la revolución, se opuso a la línea de apoyo crítico al gobierno provisional, adoptada por la mayoría. y cuando el de abril pronunció Lenin su discurso histórico ante la conferencia bolchevique asombrada, sólo Kolontái tomó la palabra para apoyarle.. Entonces circuló por Petrogrado una chastushka que decía:

      “Lo que Lenin grita la Kolontái lo imita.”

     El Vl Congreso la eligió para el comité central en su ausencia, ya que entonces estaba en las prisiones de Kerensky. Su prestigio era enton­ces tan grande que el 5 de octubre de 1917 el comité central la eligió para la comisión encargada de poner al día el programa del partido, que Lenin consideraba anticuado. Figuró a la cabeza de la (en el tercer puesto) de los candidatos bolcheviques para la Asamblea Constituyente. Jacques Sadoul, que la conoció entonces, la encontró muy bella elocuente; la egeria bolchevique del amor libre.

    Impulsada por el sentimiento, más que por el análisis, se unió a los “comunistas de izquierda”, durante los debates sobre la paz de Bres­t-Listovsk, y declaró en el VII Congreso: “Si nuestra República Soviética ha de perecer, otros llevaran más adelante la bandera.” Este romanti­cismo exacerbado le costó el puesto en el comité central, que ya no volvió a recobrar.

­  Conservó sin embargo cierto prestigio y, cuando se unió a la Oposición Obrera en 1920, aportó a ese-grupo de sindicalistas izquierdistas el peso de su nombre y un cierto talento de escritora. Redactó un opúsculo titulado La Oposición Obrera, a primeros de 1921, que no tuvo sino una difusión muy limitada. Allí definía los problemas que suscitaron el nacimiento de la Oposición Obrera:  ” El  punto cardinal de la controversia –entre los dirigentes del partido y esta oposición es el siguiente: ¿a quién confiará el partido la edificación de la economía comunista? ¿al Consejo Superior de Economía Nacional, con todos sus departamentos burocráticos, o a los sindicatos industriales?, y en un análisis general de los peligros de degeneración que acechan al partido, afirma crudamente: “Para desterrar la burocracia que se alberga en las instituciones soviéticas hay que empezar por desterrar la burocracia en el propio partido”. Bujarín descubrió en ella entonces rastros de “bestialidad católica, repugnante por su sentimentalismo2.

      Formó parte de los “22  protestatarios” de la Oposición Obrera ante la Internacional, y el comité central trató de su separación en el XI Congreso de marzo de 1922. Stalin probó con ella un “truco” que re­pitió con frecuencia: para desligarla de la oposición, con la cual rompió efectivamente, la envió como diplomática al extranjero: Desde entonces hizo carrera en la diplomacia: de 1923 a 1925, dirigió la legación sovié­tica en Noruega; de 1925 a 1927, en México; de 1927 a 1930 en No­ruega otra vez y de 1930 a 1945 en Suecia. En 1927 escribió una nove­la titulada Un gran amor, donde algunos han querido ver una trama novelesca sobre la relación que uniría a Lenin con Inessa Armand y un arma en la lucha entablada por Stalin para hacer capitular a Kruskaya, ligada a la oposición. En 1930 adoptó públicamente posición a favor de Stalin.  En 1935 fue ella quien comunicó al gobierno sueco dispuesto a conceder a Trotsky el visado, un ultimátum de Stalin. En 1946 se retiró, y murió tranquila el 9 de marzo de 1952 en Moscú. Fue el único dirigente de una oposición a quien Stalin no hizo dar muerte (Jean-Jacques Marie, Los bolcheviques, Ed. ERA, México, 1972, tr. Manuel de Escalera, pags, 297-304)

 

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