Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Contra el pesimismo

Emir Sader

La crítica radical del mundo tiene un amplio camino por delante, lo cual también implica riesgos. Nunca la humanidad dispuso de tantos avances técnicos y científicos para transformar el mundo conforme a los sueños humanistas, sin embargo nunca se sintió tan impotente frente a un mundo que parece funcionar por una lógica absolutamente autónoma.
Los gobiernos cambian, las leyes del mercado parecen dominar irreversiblemente el mundo, el estilo de vida estadounidense coloniza espacios nunca antes alcanzados – ya sea en la China o en la periferia de las grandes metrópolis del hemisferio sur–, Europa consolida una hegemonía conservadora. Tal parece que no surge un bloque de fuerzas que se enfrente al poder imperial del los EEUU.
Todo parece empujarnos al pesimismo. La crisis de la URSS no dio lugar a un socialismo superador de los problemas de este modelo, al contrario, expandió el neoliberalismo en las tierras de Lenin. El capitalismo abandonó su modelo keynesiano por un modelo de extensión inaudita da mercantilización en todos los rincones del mundo. Podemos preguntarnos si vivimos un período de derrotas y retrocesos tan grandes como el que se vivió a partir de los años 20, caracterizado por contra-revoluciones de masas y por derrotas estratégicas de los proyectos revolucionarios.
En los años 20, frente al ascenso fulminante del fascismo y del nazismo y de la consolidación del stalinismo en los partidos comunistas, Adorno y sus compañeros de la Escuela de Frankfurt adhirieron a un pesimismo melancólico. Profundizaron sus análisis sobre las raíces del giro conservador del mundo, dando especial énfasis a las tendencias autoritarias en la personalidad de las personas. Wilhelm Reich concentraba esa tendencia en la impotencia de la pequeña burguesía, mientras que Lenin había señalado la aparición y consolidación de una aristocracia obrera en el seno de la clase trabajadora de los países centrales del capitalismo.
La diferencia entre la crítica realista de las condiciones concretas que la izquierda debía enfrentar, bloqueada melancólicamente por el pesimismo y la responsabilidad de buscar alternativas, de descifrar los espacios de acumulación de fuerzas que se pudieran revertir, es lo que diferencia los enfoques de Adorno y de Gramsci.
Este último se conoció por la frase “pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad” aunque no se trataba sólo de agregar un estado del espíritu colmado de esperanza – de “optimismo” – a una situación sin salida, en que el bloqueo interno de la izquierda – del stalinismo – y externo – de los fascismos – condenaba a la izquierda a la inmovilidad o a las visiones de denuncia y de mero testigo.
Sin asumirse como intelectual revolucionario – al estilo de los que serian llamados “marxistas occidentales” –, aunque con la responsabilidad del dirigente revolucionario, al estilo de las generaciones anteriores, que necesariamente envolvían la capacidad intelectual de elaboración (Nota: Ver: Anderson, Perry, Consideraciones sobre el marxismo occidental, Siglo XXI, México,. 1987). Responsabilidad que obligaba a captar la realidad concreta, incluyendo sus contradicciones, esenciales para definir los eslabones más fuertes y más débiles de cada campo, para poder desembocar en los espacios más favorables a la acumulación de fuerzas con el fin de revertir las condiciones desfavorables.
Los análisis que no desembocan en esa dirección habrán dejado de captar las contradicciones vivas de la realidad, tendiendo a mantenerse como miradas descriptivas, con los riesgos propios del funcionalismo. Frecuentemente destacan aspectos de la realidad y los absolutizan, o por lo menos los sacan de contexto y, principalmente, no dan cuenta de la totalidad del fenómeno, con la contradicción como su motor. La crítica, simplemente, no remite a la práctica, se resigna a una visión externa al objeto analizado. La crítica siempre fue, para el marxismo, para la dialéctica, una forma de limpieza del campo de concepciones que reflejan en forma parcial o completamente equivocada la realidad, no para detenerse ahí, sino para incorporar sus elementos de verdad, negarlos en sus falsedades y poder, así, estar en condiciones de superarlas.
La crítica sin la práctica superadora correspondiente lleva a la inacción, al pesimismo, a la desmovilización y, en el límite, a la desmoralización.
 
Emir Sader es coordinador general del Laboratorio de Politicas Públicas y nuevo secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).

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