Un punto de encuentro para las alternativas sociales

El genoma Gramsci

Lucio Magri

‘(…) el PCI ha representado, de modo intermitente y sin desarrollarla plenamente, la tentativa más seria, en una determinada fase histórica, de abrir el camino a una “tercera vía”: es decir, de conjugar reformas parciales, búsqueda de amplias alianzas sociales y políticas, empleo convencido de la democracia parlamentaria, con difíciles luchas sociales, con una explícita y compartida crítica de la sociedad capitalista; de construir firmemente un partido compacto, militante, rico en cuadros ideológicamente formados, pero de masas; de corroborar la propia pertenencia a un terreno revolucionario mundial, padeciendo por ello pero conquistando una relativa autonomía.

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Sobre El sastre de Ulm

Lucio Magri

 

El pasado 28 de noviembre, Lucio Magri, intelectual comunista, fundador del diario ‘Il Manifesto’, se quitó la vida mediante una muerte asistida en una clínica suiza. Se trata de un acto de libertad que cerraba una vida admirable permanentemente guiada por la libre autoelección personal. Un acto final consciente de prosapia republicana.

Hombre de una extraordinaria cultura, nació en 1932 en Ferrara. Ingresó en el Partido Comunista Italiano en los años cincuenta, después de un periodo en la juventud democristiana de Bérgamo. Fue uno de los principales exponentes del grupo, junto a Rossana Rossanda, Luigi Pintor, Aldo Natoli, Valentino Parlato, Luciana Castellina, que en 1969 fundaron la revista “Il Manifesto”. Poco después sería expulsado del partido por su posición crítica respecto a la invasión soviética de Checoslovaquia. En 1974 funda el Partido de la Unidad Proletaria por el Comunismo, volviendo al PCI en el año 1984, coincidiendo con el giro que suponía la Alternativa Democrática de Enrico Berliguer. En 2009 publica el libro El sastre de Ulm. El comunismo del siglo XX: hechos y reflexiones (Ed. El Viejo Topo, 2010), que recorre la historia del Partido Comunista Italiano. Se trata de una obra escrita con rigor y pasión, que ofrece una iluminadora interpretación historiográfica del que fuera mayor partido comunista de Occidente y que pone de manifiesto las convicciones de un militante de la talla intelectual de Magri. Espai Marx quiere hacerle un pequeño homenaje, publicando este texto que Magri escribió en 2009 como presentación del que sería su obra póstuma.

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Mercado y valorización de los recursos naturales: los límites del crecimiento del capital

Joaquín Arriola

Mercado y valorización de los recursos naturales: los límites del crecimiento del capital

JOAQUIN ARRIOLA

Publicado como:

"Mercato e valorizzazione delle risorse naturali. I limiti della crescita del capitale" en Luciano Vasapollo (ed): Capitale, Natura e Lavoro. L’esperienza di "Nuestra América", Jaca Book, Milan 2008 pp. 93-106 ISBN 978-88-16-40854-8

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Resurgimiento y actualidad de lo nuclear

Eduard Rodríguez Farré, Salvador López Arnal

Introducción de Casi todo lo que usted deseaba saber algún día sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente. Libros de El Viejo Topo, Barcelona, 2008.     

La situación parecía estabilizada. A principios de 2006 existían en el mundo 443 reactores nucleares en funcionamiento localizados en 31 países que proporcionaban, aproximadamente, el 16% de la electricidad mundial. Los seis principales países productores -Estados Unidos, Francia, Japón, Alemania, Rusia y Corea del Sur- generaban las tres cuartas partes del total. Francia seguía siendo el país más “nuclearizado”. En torno al 80% de su electricidad tiene ese origen energético. En Lituania alcanzaba el 72%. Sin embargo, Austria, Noruega, Italia, Portugal, Grecia, Polonia, Chipre, Letonia, Irlanda o Dinamarca, por ejemplo, no utilizan centrales nucleares en la generación de la electricidad que consumen, y Alemania y Suecia tienen programas activos de abandono de la energía nuclear. En el conjunto de la Unión europea la energía atómica representa el 6% del consumo final, el 15% del consumo de energía comercial primaria y el 29% de la generación eléctrica[1]. En España este último dato se mueve en torno al 20%.

Según la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), dependencia con sede en Viena de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en ese mismo año 2006 había 23 reactores nucleares en construcción, además de varias decenas de nuevos proyectos y propuestas.

España poseía un total de 10 instalaciones nucleares, entre las que se encontraban la central de José Cabrera, en Zorita (Guadalajara), que cesó su actividad a finales de abril de 2006 a pesar de que sus propietarios habían solicitado prolongar su actividad más allá de su fecha inicial de cierre en 2009, y la central de Vandellós I, en Tarragona, en fase de desmantelamiento. España  cuenta, además, con una fábrica de combustible nuclear en Juzbado (Salamanca) y un centro de almacenamiento de residuos radiactivos de baja y media actividad en El Cabril (Córdoba).

La energía nuclear parece, pues, que vuelve a renacer en Estados Unidos después de haber estado 30 años sin permisos para nuevas instalaciones[2]. De hecho, los poquísimos reactores que han entrado en funcionamiento durante estos años habían sido autorizados antes del accidente de 1979 en la central de la Isla de Tres Millas, cerca de Harrisburg (Pennsylvania). La industria nuclear norteamericana, que ya genera el 20% de la electricidad total del país, ha lanzado un ambicioso y enérgico plan de acción: cinco nuevos reactores funcionando en 2015, una docena en 2020 y ¡medio centenar en 2050!, unos setenta en total, lo que representaría un incremento del 68% respecto a sus 103 reactores actuales[3].

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Claves teóricas para la crisis de una época

Alberto Burgio

Claves teóricas para la crisis de una época.

l Manifesto, 26 de septiembre de 2007

Alberto Burgio

Reproducimos este texto que entresaca algunos párrafos del libro que acaba de publicar Alberto del Burgio sobre Gramsci y su potencialidad de análisis de la contemporaneidad, en el año del setenta aniversario de su muerte. El libro se titula: Por Gramsci. Crisis y potencialidad de lo moderno

Publicamos un fragmento del volumen “Por Gramsci. Crisis y potencialidad de lo moderno”. El  liberalismo como respuesta restauradora ante la expansión de los derechos del trabajo. No ha sido una salida al siglo XX. Las sociedades occidentales se encuentran metidas de lleno aún en una clásica “revolución pasiva”, que sin embargo no ha logrado una normalización del paisaje político”

Extraído de sinpermiso digital, actualización del 30 de septiembre. Traducción, Joaquín Miras

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Sobre la obra lógica de Ramon Llull. Una antología de textos de Manuel Sacristán

Manuel Sacristán, Salvador López Arnal (editor)

En una entrevista de Andreu Manresa a Anthony Bonner (“Quadern”, El País, 26 de abril de 2007), el gran lulista neoyorquino, editor de Selected Works of Ramon Llull y coautor, junto con Lola Badia, de Ramon Llull, vida, pensament i obra literaria, recordaba algunos nombres de lulistas catalanes:

“Giorgano Bruno, Descartes, Newton, Leiminz (sic!), Carl Jung, ahora Umberto Eco, hacen referencia a él [Llull]. Grandes expertos científicos lulistas son extranjeros como usted.

Son muchos y en todas partes –respondía Bonner-. En Catalunya estuvieron los hermanos Carreras i Artau, Jordi Rubió -figura muy importante-, Bohigas, y hoy en día Lola Badia, Albert Soler y Josep Perarnau, y también Jordi Gayà… Muchos.”

El propósito de esta antología es apuntar, sugerir meramente, que la lista de Bonner debería incrementarse, como es natural, con alguna entrada más. Manuel Sacristán no sólo fue discípulo de Joaquín Carreras i Artau y admiró la grandeza cívica de Jordi Rubió, sino que estudió a Ramon Llull durante su estancia en la Universidad de Münster entre 1954 y 1956, incluso antes probablemente, y en sus reflexiones lógicas, en sus manuales lógicos de introducción y en sus trabajos para la oposición a la cátedra de lógica de 1962 la presencia del autor mallorquín es manifiesta. Una de las voces que incluyó en un calendario de 1985 estaba dedicada a Ramon Llull y de su obra habló en más de una ocasión en sus clases de metodología de las ciencias sociales, dictadas en la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona tras la muerte del dictador Franco. También en los apuntes editados de “Fundamentos de filosofía” de 1957 y 1958, escritos tras su vuelta de Alemania, pueden verse diversas referencias a Llull.

Entre los textos aquí seleccionados, se presentan fragmentos de la conferencia sobre el Ars Magna de Llull, hasta ahora inédita, que Sacristán impartió en Instituto de Lógica y Fundamentos de la Ciencia de Münster en 1955. La traducción ha sido realizada por Marisol Sacristán Luzón y revisada por Luis Vega Reñón. Gracias a ambos.

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La revolución inoportuna

Fernando Claudín

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El comienzo de la revolución española –la única revolución que tuvo lugar en Europa durante la existencia de la IC, aparte la efímera república soviética húngara de 1919­- cogió desprevenidos a los dirigentes del "partido mundial".

.En febrero, de 1930, Manuílskí, Informando ante el Ejecutivo de la Komintern, se explaya sobre "las vastas perspectivas que se abren de transformación del actual auge revolucionario de los países capitalistas avanzados y de las colonias en situación revolucionaria”. "Auge revolucionario" en los "países capitalistas avanzados" no existía en ese momento más que en la imaginación del representante de Stalin en la Internacional Comunista (IC), pero poco antes de la reunión del Ejecutivo había caído la dictadura de Primo de Rivera, y algunos de los presentes en la reunión se interrogaron sobre la significación del acon­tecimiento. Manuilski replicó: “No es en España donde se decidirá la suerte de la revolución proletaria mundial […] una huelga parcial puede tener mayor importancia para la clase obrera internacional que ese género de "revolución” a la española, efectuada sin que el partido comunista y el proletariado ejerzan su misión dirigente. “(1). Pero la revolu­ción "a la española” se empecinó en seguir adelante, pese a no estar en las previsiones de Manuilski ya la casi inexis­tencia del partido ungido por la historia con la “misión dirigente”. La sección española de la IC, en efecto, apenas contaba con 800 miembros cuando cae la monarquía, en abril de 1931. Más grave que su exigüidad numérica era su reducidísima influencia en el proletariado, y su extrema debilidad teórica (2). Rasgo, este último, común a todo el movi­miento obrero español. Ni socialistas ni anarcosindicalistas las dos grandes tendencias en que se divide el proletariado peninsular desde el siglo XIX- tenían ideas claras sobre la naturaleza del proceso revolucionario que se inicia en 1930­-1931.

Los primeros consideran que se trata de una revolución puramente burguesa y se atienen a su “programa mínimo”; la dirección de la república deben asumirla los partidos republicanos burgueses. Lo más que puede hacer el Partido Socialista es cooperar lealmente con ellos para realizar un programa de reformas que interesen también a la clase obrera española. Se dispone, en una palabra, a seguir las huellas de la socialdemocracia europea. Los anarcosindicalis­tas parten del mismo’ supuesto -la revolución es puramente burguesa- pero la conclusión operativa es radicalmente opuesta: ninguna colaboración con la república del 14 de abril. Hay que ir a la revolución social para instaurar el "comunismo libertario”. Los comunistas, faltos en los pri­meros meses de directivas claras del centro de Moscú, impro­visan guiándose por la línea general, ultraizquierdista, que sigue la IC en ese periodo. Su posición puede resumirse en las siguientes consignas: "¡Abajo la república burguesa de los capitalistas, los generales y el clero! ¡Por la república de los soviets de obreros, soldados y campesinos!”. Muy española, casi anarcosindicalista, la primera. Completamente exótica y fuera de lugar, la segunda (3).

En verdad, nadie sabía lo que iba a ser aquello, ni en Moscú ni en Madrid. A poco de ser proclamada, la “república del clero” parecía un crematorio de iglesias, y los generales comenzaban a conspirar contra la “república de los genera­les”. En un esfuerzo de clarificación, la nueva Constitución proclama que se trata de una "república de trabajadores de toda clase”. Pero los trabajadores de “primera clase” se apresuran a enviar sus capitales al extranjero, mientras que los de tercera declaran huelgas y ocupan fincas de terrate­nientes, con el notorio propósito de reducirla a república de una sola clase. La Constitución define a España como un “Estado integral”, pero admite las “autonomías”, y las nacionalidades periféricas, que soportan desde el siglo XVI el centralismo castellano, tienden a que el “Estado integral” se desintegre en tres o cuatro. Azaña anuncia la sorprendente nueva de que España “ha dejado de ser católica”, y las Cortes -que hacen a Azaña jefe del gobierno- eligen presi­dente de la república al muy católico Alcalá Zamora. Araquis­tain afirma con aplomo que “ningún pueblo es racialmente [sic] tan socialista como España”, y Unamuno sale por los fueros del “individualismo” español. Así, apenas venida al mundo, la república española ofrece mil perfiles, pero Ortega y Gasset dice muy sesudamente: “Es preciso rectificar el perfil de la república”. Todas las señoras leídas admiran la profundidad del filósofo, y mientras tanto la guardia civil comienza a “rectificar” ametrallando a los campesinos. En una palabra, la revolución “a la española” se presenta bastante embrollada, pero la IC la clasifica rápidamente en el tipo de revoluciones “democrático-burguesas” que encajan en la teoría elaborada por Lenin para… la Rusia de comienzos de siglo.

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Notas para una discusión sobre la militancia comunista de base

Pepe Gutiérrez-Àlvarez

(*)

Salvo contadas excepciones, apenas se habla de los militantes anónimos de las filas intermedias de las organizaciones sociales. Un ejemplo bastante manifiesto es el caso de la crisis española de los años treinta, imposible de explicar sin los hombres y mujeres conscientes que articularon partidos, sindicatos y todo tipo de asociaciones, obreros en su mayoría autodidactas sin los cuales nada hubiera sido igual, y sobre los que, sólo muy parcialmente, encontramos referencias en novelas, películas u obras de teatro, y sobre los que la historiografía suele pasar de puntillas. Se podría decir que en el caso del antifranquismo militante, un espacio primordialmente ocupado por los comunistas al menos desde los años sesenta, el olvido resulta todavía mucho más agravado, y muy poco se sabe de ellos.

Entre las excepciones se cuentan especialmente algunas brillantes reflexiones de Manuel Vázquez Montalbán, uno de los más tovarich de los escritores catalanes y españoles. Así, por ejemplo, en su sugestiva introducción de las (imprescindibles) memorias de Miguel Núñez, La revolución y el deseo, incluyó esta apretada confesión: «Cada año recibo docenas de manuscritos de luchadores anónimos que pasaron del analfabetismo a la conciencia revolucionaria y al sufrimiento y que jamás verán publica­das sus memorias. Con el tiempo el número de originales va disminuyendo porque el siglo xx probablemente termi­nó en 1989 y se trata de sepultar definitivamente a sus ver­dugos y a sus víctimas1».

En estas líneas, Manolo da fe de la intensa pulsión testimonial de muchos militantes que, después de todo lo que les tocó vivir y de todo lo que les sucedió bajo la dictadura, necesitan contar su vida, explicar y explicarse. La suya es una necesidad tan auténtica y humana como escasamente accesible, pero muy pocos cuentan con posibilidades para dejar constancia de que su vida no ha sido en vano. Al llamar a la puerta de Manolo Vázquez, lo hacían con la abierta o secreta ilusión de que el autor de Asesinato en el Comité Central les comprendería, y quizás les echaría una mano, algo que, por supuesto, no le correspondía a él, ya que ésta sería la tarea propia de una entidad o entidades afines e interesadas en dar a conocer un pasado que hasta ahora ha permanecido sacrificado en el altar de las exigencias dictadas por el llamado «pacto entre caballeros», según el cual verdugos y víctimas quedarían equiparados. Sin embargo, los hechos demuestran que no ha sido así, y mientras que, por citar un solo ejemplo, la Iglesia no ha dudado en santificar a diestro y siniestro, los hombres y mujeres que sacrificaron su existencia contra la dictadura y que permanecen en el olvido.

Sin la entrega de estos hombres y mujeres anónimos, la resistencia al franquismo, y no digamos la extraordinaria implantación lograda por un partido como el PSUC, hubiera sido totalmente imposible. Como no podía ser menos, así lo reconoce explícitamente Andreu Mayayo en «La gente, primero», un significativo primer apartado de la obra colectiva Nuestra utopía. PSUC. Cincuenta años de historia de Cataluña. Mayayo escribe en un tono inequívocamente lírico: «La vida de cualquier militante merecería llenar las páginas que vienen a continuación. Hombres y mujeres que no saldrán nunca en negrita en los libros de historia, que no tendrán las satisfacciones inherentes a los dirigentes e intelectuales orgánicos que […] A pesar de todo, ellos y ellas son los auténticos protagonistas de la historia del PSUC. A todos ellos, a todas ellas, mi respeto, mi admiración, por su generosa ‘bondad’. Por eso, a pesar de los defectos y errores cometidos, los militantes del PSUC representan uno de los potenciales más valiosos con que cuenta nuestro pueblo»2. Sin embargo, dicho esto, se pasa a la página siguiente, sin considerar ningún posible «problema». La militancia está ahí, incondicional, generosa, pero muchos militantes ya no estaban presentes, se habían apartado a lo largo de sucesivas crisis, y que ya entonces, los exmilitantes formaban –con ventaja- como el “partido” mayoritario. Nada se dice de su realidad y aspiraciones.

Si dedicamos un poco de atención a estas líneas, podemos comprobar que se trata de un texto editado en 1986, o sea en un tiempo intermedio entre la gran crisis que enfrentó a eurocomunistas y prosoviéticos y la crisis final que acabaría con el propio PSUC, y sin contar siquiera con el consuelo que su sucedáneo ocupe de lejos el papel que siguieron ocupando otros partidos comunistas en el resto de Europa, a pesar de sus contradicciones.

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Bocas del tiempo. Nuevo libro de Eduardo Galeano

Eduardo Galeano

Bocas del tiempo(Adelanto del nuevo libro de Eduardo Galeano)El puertoLa abuela Raquel estaba ciega cuando murió. Pero tiempo después, en el sueñode Helena, la abuela veía.En el sueño, la abuela no tenía un montón de años, ni era un puñado decansados huesitos: ella era nueva, era una niña de cuatro años que estabaculminando la travesía de la mar desde la remota Besarabia, una emigranteentre muchos emigrantes. En la cubierta del barco, la abuela pedía a Helenaque la alzara, porque el barco estaba llegando y ella quería ver el puertode Buenos Aires.Y así, en el sueño, alzada en brazos de su nieta, la abuela ciega veía elpuerto del país desconocido donde iba a vivir toda su vida.El vuelo de los añosCuando llega el otoño, millones y millones de mariposas inician su largoviaje hacia el sur, desde las tierras frías de la América del Norte.Un río fluye, entonces, a lo largo del cielo: el suave oleaje, olas de alas,va dejando, a su paso, un esplendor de color naranja en las alturas. Lasmariposas vuelan sobre montañas y praderas y playas y ciudades y desiertos.Pesan poco más que el aire. Durante los cuatro mil quilómetros de travesía,unas cuantas caen volteadas por el cansancio, los vientos o las lluvias;pero las muchas que resisten aterrizan, por fin, en los bosques del centrode México.Allí descubren ese reino jamás visto, que desde lejos las llamaba.Para volar han nacido: para volar este vuelo. Después, regresan a casa. Yallá en el norte, mueren.Al año siguiente, cuando llega el otoño, millones y millones de mariposasinician su largo viaje.Los emigrantes, ahoraDesde siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos vuelanhuyendo del frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar ylos salmones y las truchas en busca de sus ríos. Ellos viajan miles deleguas, por los libres caminos del aire y del agua.No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano.En inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida imposible.Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia elponiente.Les han robado su lugar en el mundo. Han sido despojados de sus trabajos ysus tierras. Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen de lossalarios exterminados y de los suelos arrasados.Los náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendocasa, golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso deldinero, se cierran en sus narices. Algunos consiguen colarse. Otros soncadáveres que la mar entrega a las orillas prohibidas, o cuerpos sin nombreque yacen bajo tierra en el otro mundo adonde querían llegar.Sebastião Salgado los ha fotografiado, en cuarenta países, durante variosaños. De su largo trabajo, quedan trescientas imágenes. Y las trescientasimágenes de esta inmensa desventura humana caben, todas, en un segundo. Sumasolamente un segundo toda la luz que ha entrado en la cámara, a lo largo detantas fotografías: apenas una guiñada en los ojos del sol, no más que uninstantito en la memoria del tiempo.La historia que pudo serCristóbal Colón no consiguió descubrir América, porque no tenía visa y nisiquiera tenía pasaporte.A Pedro Alvares Cabral le prohibieron desembarcar en Brasil, porque podíacontagiar la viruela, el sarampión, la gripe y otras pestes desconocidas enel país.Hernán Cortés y Francisco Pizarro se quedaron con las ganas de conquistarMéxico y Perú, porque carecían de permiso de trabajo.Pedro de Alvarado rebotó en Guatemala y Pedro de Valdivia no pudo entrar enChile, porque no llevaban certificados policiales de buena conducta.Los peregrinos del Mayflower fueron devueltos a la mar, porque en las costasde Massachusetts no había cuotas abiertas de inmigración.La trama del tiempoTenía cinco años cuando se fue.Creció en otro país, habló otra lengua.Cuando regresó, ya había vivido mucha vida.Felisa Ortega llegó a la ciudad de Bilbao, subió a lo alto del monteArtxanda y anduvo el camino, que no había olvidado, hacia la casa que habíasido su casa.Todo le parecía pequeño, encogido por los años; y le daba vergüenza que losvecinos escucharan los golpes de tambor que le sacudían el pecho.No encontró su triciclo, ni los sillones de mimbre de colores, ni la mesa dela cocina donde su madre, que le leía cuentos, había cortado de untijeretazo al lobo que la hacía llorar. Tampoco encontró el balcón, desdedonde había visto los aviones alemanes que iban a bombardear Guernica.Al rato, los vecinos se animaron a decírselo: no, esta casa no era su casa.Su casa había sido aniquilada. Ésta que ella estaba viendo se habíaconstruido sobre las ruinas.Entonces, alguien apareció, desde el fondo del tiempo. Alguien que dijo:-Soy Elena.Se gastaron abrazándose.Mucho habían corrido, juntas, en aquellas arboledas de la infancia.Y dijo Elena:-Tengo algo para ti.Y le trajo una fuente de porcelana blanca, con dibujos azules.Felisa la reconoció. Su madre ofrecía, en esa fuente, las galletitas deavellanas que hacía para todos.Elena la había encontrado, intacta, entre los escombros, y se la habíaguardado durante cincuenta y ocho años.El pieMuchos no volvieron. Muchos de los ciudadanos del mundo que marcharon aluchar por la república española, bajo tierra española quedaron.Abe Osheroff, de la Brigada Lincoln, sobrevivió.Un balazo le había arruinado una pierna. Con un pie quieto y el otro piecaminando, regresó a su país.España fue su primera guerra perdida. Y desde entonces, llevado por su pieandariego, Abe no paró.A pesar de las traiciones y las derrotas, los palos y las cárceles, no paró.Un pie no podía, pero el otro pie quería y seguía. Un pie le decía: aquí mequedo, pero el otro decidía: ahí te llevo. Y una y otra vez ese pie, elandante, volvía al camino, porque el camino es el destino.Y ese pie cargaba con Abe a través de los Estados Unidos, de punta a punta,de mar a mar, y lo metía en líos, un lío tras otro, contra la cacería debrujas de McCarthy y la guerra de Corea y la segregación racial y la pena demuerte y el golpe de estado en Irán y el crimen de Guatemala y la carniceríade Vietnam y el baño de sangre en Indonesia y lasexplosiones nucleares y elbloqueo de Cuba y el cuartelazo en Chile y la asfixia de Nicaragua y lainvasión de Panamá y los bombardeos de Irak y de Yugoslavia y de Afganistány otra vez Irak.Abe ya tenía noventa años y seguía siendo un caminante, cuando su amigo TonyGeist le preguntó, por preguntar nomás, cómo andaba. El alzó su cabeza deleón de melena blanca y sonrió, de oreja a oreja:-Aquí ando, con un pie en la tumba y el otro pie bailando.El camino de JesúsClavado de una sola mano, Jesús de Nazaret colgaba de los restos de unapared quemada. El otro Jesús, el de Cambre, colgaba de un andamio.Jesús Babío, nacido en el pueblo de Cambre, era maestro albañil, maestrocarpintero, maestro fontanero y maestro blasfemador. Hacía bien todo lo quehacía, pero él había andado mundo y bien sabía que no había en el mundoquien pudiera superarlo en el arte de la blasfemia, que es, como la mística,un arte español. Y a blasfemazo limpio estaba Jesús, el de Cambre,reconstruyendo la iglesia de Santa María de Vigo, que había sido incendiadapor los rojos en los años de la guerra, mientras Jesús, el de Nazaret, negrode tizne, escuchaba, sin una mueca, aquellos homenajes:-Me cago en las bisagras del sagrario y en los clavos de Cristo y en susllagas y en sus espinas y me cago en la inmaculada madre que lo parió.De vez en cuando, Angel Vázquez de la Cruz se metía, de a caballo, en laiglesia en ruinas. Desde lo alto del andamio, mientras martillaba algunacuña de madera, Jesús le contaba, entre blasfemia y blasfemia, algunahistoria de sus viajes al extranjero. Aquel obrero errante había trabajadoen Inglaterra, Holanda, Noruega, Alemania, y hasta en Cataluña.Sus relatos siempre terminaban igual. Con el martillo señalaba el ventanal,invadido por los pájaros, y más allá señalaba el sendero del bosque deCambre. Nadie aparecía por allí, como no fuera algún lugareño que llevaba,montado en burro, una carga de leña. El sendero era no más que un tajo depolvo entre los árboles.-¿Lo ve? -preguntaba. Y sentenciaba:-Yo anduve muchos caminos. Y me cago en el camino del Calvario, en el caminode Santiago y en todas las autopistas. Porque sepa usted, vaya sabiendo, quetodo lo que hay para ver en el mundo, y en el alto cielo, pasa por esecaminito ahí.Itinerario de las hormigasLas hormigas del desierto asoman desde las profundidades y se lanzan a losarenales.Buscan comida por aquí, por allá; y en sus andanzas se van apartando de sucasa más y más.Mucho después regresan, desde lejos, cargando a duras penas los alimentosque han encontrado donde nada había.El desierto se burla de los mapas. La arena, revuelta por el viento, nuncaestá donde estaba. En esa ardiente inmensidad, cualquiera se pierde.Pero las hormigas recorren el camino más corto hacia su casa. Marchando enlínea recta, sin vacilar, vuelven al exacto punto de salida, y excavan hastaencontrar el minúsculo orificio que conduce a su hormiguero. Jamás confundenel rumbo, ni se meten en agujero ajeno.Nadie entiende cómo pueden saber tanto estos cerebritos que pesan unmiligramo.La ruta de los salmonesA poco de nacer, los salmones abandonan sus ríos y se marchan a la mar.En aguas lejanas pasan la vida, hasta que emprenden el largo viaje deregreso.Desde la mar, remontan los ríos. Guiados por alguna brújula secreta, nadan acontracorriente, sin detenerse nunca, saltando a través de las cascadas y delos pedregales. Al cabo de muchas leguas, llegan al lugar donde nacieron.Vuelven para parir y morir.En las aguas saladas, han crecido mucho y han cambiado de color. Lleganconvertidos en peces enormes, que del rosa pálido han pasado al naranjarojizo, o al azul de plata, o al verdinegro.El tiempo ha transcurrido, y los salmones ya no son los que eran. Tampoco sulugar es el que era. Las aguas transparentes de su reino de origen y destinoestán cada vez menos transparentes, y cada vez se ve menos el fondo de gravay rocas. Los salmones han cambiado y su lugar también ha cambiado. Peroellos llevan millones de años creyendo que el regreso existe, y que nomienten los pasajes de ida y vuelta.El castigoReina y señora fue la ciudad de Cartago, en las costas del Africa. Susguerreros llegaron a las puertas de Roma, la rival, la enemiga, y a puntoestuvieron de aplastarla bajo las patas de sus caballos y sus elefantes.Unos años después, Roma se vengó. Cartago fue obligada a entregar todas susarmas y sus naves de guerra, y aceptó la humillación del vasallaje y el pagode tributos. Todo aceptó Cartago, inclinando la cabeza. Pero cuando Romamandó que los cartagineses abandonaran la mar y se marcharan a vivir tierraadentro, lejos de la costa, porque la mar era la causa de su arrogancia y desu peligrosa locura, ellos se negaron a irse: eso sí que no, eso sí quenunca. Y Roma maldijo a Cartago, y la condenó al exterminio. Y allámarcharon las legiones.Cercada por tierra y por agua, la ciudad resistió tres años. Ya no quedabaagujero por raspar en los graneros, y habían sido devorados hasta los monossagrados de los templos: olvidada por sus dioses, habitada por espectros,Cartago cayó. Seis días y seis noches duró el incendio.Después, los legionarios romanos barrieron las cenizas humeantes y regaronla tierra con sal, para que nunca más creciera allí nada ni nadie.La ciudad de Cartagena, en las costas de España, es hija de aquella Cartago.Y es nieta de Cartago la ciudad de Cartagena de Indias, que mucho despuésnació en las costas de América. Una noche, charlando bajito, Cartagena deIndias me confió su secreto: me dijo que si alguna vez la obligaran a irselejos de la mar, también ella elegiría morir, como murió la abuela.El paso del tiempoSeis siglos después de su fundación, Roma decidió que el año empezaría elprimer día de enero.Hasta entonces, cada año nacía el 15 de marzo.No hubo más remedio que cambiar la fecha, por razón de guerra.España ardía. La rebelión, que desafiaba el poderío imperial y devorabamiles y más miles de legionarios, obligó a Roma a cambiar la cuenta de susdías y los ciclos de sus asuntos de Estado.Largos años duró el alzamiento, hasta que por fin la ciudad de Numancia, lacapital de los rebeldes hispanos, fue sitiada, incendiada y arrasada.En una colina rodeada de campos de trigo, a orillas del río Duero, yacen susrestos. Casi nada ha quedado de esta ciudad que cambió, para siempre, elcalendario universal.Pero a la medianoche de cada 31 de diciembre, cuando alzamos las copas,brindamos por ella, aunque no lo sepamos, para que sigan naciendo los libresy los años.El trueno cae y queda entre las hojas;Los animales comen las hojas y se ponen violentos;Los hombres se comen los animales y se ponen violentos;La tierra se come a los hombres y empieza a rugir como el trueno.Leyenda GuaraniEduardo Galeano

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