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Desencanto y disidencia: Estudios sobre la crisis del comunismo en España / Eduardo Abad García, Xavier María Ramos Díez-Astrain (eds.)

En la última década, los estudios sobre el comunismo en España han aumentado de forma significativa, a diferencia de los que sucedió hasta iniciado el siglo XXI, cuando los comunistas no tenían quienes le escribieran. Resultaba paradójico. Las investigaciones sobre el periodo franquista y sobre los años de la transición de la dictadura a la democracia ampliaban las temáticas objeto de estudio de forma continuada, pero el partido que se había convertido en el eje de la oposición al franquismo continuaba sin captar la atención de la historiografía. A diferencia de otras temáticas, no se trataba de que el acceso a las fuentes fuera difícil. El Archivo del PCE siempre ha destacado por su buen funcionamiento y la accesibilidad a la documentación destaca en el panorama español. Por otro lado, ya estaba fuertemente consolidada la entrevista oral como fuente de información, al menos complementaria; ahora, muchos de los protagonistas de aquellos acontecimientos no pueden ofrecer sus testimonios.

Quizás el comunismo no era objeto de atención para los historiadores porque en las sociedades occidentales su papel político se había reducido a extremos insospechados tan solo veinte años antes; a la vez, la trayectoria de los comunistas todavía no despertaba el interés que hoy despierta en las nuevas generaciones de historiadores, particularmente en lo referente a su fragmentación política.

Eduardo Abad y Xavier María Ramos destacan en la introducción de este volumen que en la crisis que los comunistas experimentaron a finales de los años 70 pesaron más los elementos endógenos que los exógenos; ciertamente, aunque quizás convendría no desvincular unos de otros, incluso cuando la influencia externa no está determinada por la intervención extranjera, sino por decisiones propias basadas en espejismos. Por ejemplo, la aspiración obsesiva de Santiago Carrillo de acercarse en España al papel que el PCI tenía en la política italiana, un estatus que correspondía a una larga trayectoria de otro tiempo y de otro contexto, influyó de alguna manera en estrategias políticas que impuso el secretario general y que generaron notables tensiones. Consideraciones como esa al margen, parece indudable que la crisis comunista fue resultado de un proceso de autodestrucción, en el que no influyeron factores
externos, sino, fundamentalmente, conflictos de poder en la dirección del partido, aunque provocados por la incertidumbre del contexto.

La incubación de la crisis, que está en el hilo conductor de este volumen, puede tener cronologías diversas dependiendo del foco de atención del analista. Algunos de los llamados sectores ortodoxos cuestionaron las políticas del PCE desde el VIII Congreso de 1972, pero no así la mayor parte de las organizaciones y de los militantes de aquel momento. La mayoría de esos militantes comprobaban cotidianamente que su
arraigo entre amplias franjas de la sociedad, particularmente en los movimientos sociales, no radicaba en la ideología sino en la confianza que generaba su actuación constante para “cambiar las cosas”.

Atender al contexto es fundamental. Lectoras y lectores encontrarán en una parte significativa de las páginas que siguen, una interpretación de la crisis en las que se priorizan factores ideológicos e identitarios, pero también factores políticos que pueden ayudar a explicar igualmente la percepción de pérdida de identidad resumida en las preguntas ¿para qué luchamos, qué pretendemos conseguir? Por ejemplo, las coordenadas de la acción política cambiaron radicalmente después de 1977. La necesidad de consolidar la democracia, compartida por un amplio espectro de la militancia, pero al mismo tiempo, los cambios organizativos que se impulsaron -véase agrupaciones territoriales- y la preminencia de la política institucional afectaron indudablemente a la confianza de muchos militantes sobre el camino que se estaba siguiendo. Hasta entonces, los debates ideológicos y políticos internos habían tenido en general unas consecuencias limitadas. Quizás pudiera ser de interés preguntarse si desde el momento en que sectores amplios de militantes percibieron que su capacidad de influir sobre los acontecimientos disminuía, los debates, que eran políticos pero que en muchas ocasiones se presentaban como ideológicos, adquirieron mayor importancia.

En ese sentido, la trayectoria de CCOO también puede ser ilustrativa. CCOO pudo surfear la crisis, no solo por el buen hacer de sus dirigentes -que, sin embargo, no pudieron evitar tensiones- sino porque para sus activistas los objetivos a alcanzar en el Sindicato aparecían en el horizonte como más precisos.

Por otro lado, este libro muestra la pluralidad de visiones existentes sobre lo que Eduardo Abad califica de comunismo ortodoxo, que coetáneamente e incluso después, otros autores y particularmente los medios de comunicación calificaron de prosoviéticos, mayoritariamente con ánimo de descalificación. Ese término puede considerarse poco ajustado al fondo de la cuestión, que no era otra que el convencimiento de esos sectores de que las políticas que impulsaba la dirección encabezada por Santiago Carrillo estaban en contradicción con la voluntad transformadora que, tradicionalmente, latía en las estrategias comunistas. Otra cosa podrían ser las diversas ayudas que cada organización recibiera.

En definitiva, este volumen constituye una aportación del mayor interés al conocimiento de la crisis del espacio comunista, a través de un conjunto de organizaciones cuyos militantes buscaron cómo hacer frente a la pérdida de unos referentes que habían dado sentido a su vida. Su diversidad interna, tanto temática como metodológica, plasman la riqueza del debate historiográfico actual.

[Prólogo de Carme Molinero]

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