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¿Por qué Chernobil no fue la última advertencia? – Eduard Rodríguez Farré y Salvador López Arnal

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Chernóbil no ha sido la última advertencia porque las grandes corporaciones y el mundo de los grandes negocios, los “mercados libres” como suele decirse ahora en una contradictio muy significativa, los nudos centrales de las clases dominantes y hegemónicas del capitalismo global y globalizado, no suelen atender razones, informaciones y advertencias. Lo que cuenta siempre son las cuentas de siempre, es el punto esencial, del engranaje. Para lo demás, los oídos suelen taponarse y la mirada se ciega.
Aunque no del todo desde luego. Dígase lo que se diga, el sistema no tiene una racionalidad suicida. Algunos datos dan cuentan de una cara del panorama que no debería olvidarse y que afecta nada más y nada menos que a Estados Unidos: ningún reactor nuevo desde 1979, desde el accidente de la Isla de las Tres millas; 104 reactores operativos, todos ellos empezaron a construirse entre 1968 y 1978; ningún pedido desde 1979, no se ha iniciado desde entonces la construcción de ningún reactor en EEUU, un país donde, sabido es, lo nuclear cuenta con el apoyo de los dos grandes partidos institucionales, y todo ello aunque, de hecho, el accidente de Harriburg no causara graves daños, más allá de su inmenso peligro potencial, y la central norteamericana siga funcionando con licencia para operar hasta 2034. Por otra
parte, entre 1974 y 1984, ha señalado Pere Vilanova, se cancelaron pedidos de construcción de 124 reactores. Según el profesor de ciencias políticas y colaborador de Público, “varios expertos sostienen que las reservas de la iniciativa privada arrancan de antes del accidente, cuando los inversores detectaron sus enormes riesgos económicos”.
Lo sucedido, lo que está sucediendo en los reactores de la central de Fukushima no es seguro que sea el último accidente nuclear. Basta pensar en las declaraciones en caliente, con la tragedia ante sus ojos y el miedo generalizado en las poblaciones, de algunos dirigentes políticos, de responsables de foros nucleares e, incluso, de algunos ingenieros y físicos nucleares, para darse cuenta de que, por ahora, la necesaria y razonable rectificación, a no ser que la ciudadanía crítica y movilizada ponga su tonelada
de arena y empuje lo que debe empujar, no está en su orden del día. Eso sí, provisionalmente, algunos reactores pueden cerrarse (la Merkel lo ha hecho), algunas prórrogas pueden dejarse en suspenso (tal vez sea el caso de Garoña que sin el accidente hubiera prorrogado su vida diez años más seguramente) y
la aplicación de pactados y decisivos cambios legislativos -como el impulsado por Convergència i Unió, y ese político de derecha extrema pro-nuclear al servicio del insaciable lobby nuclear llamado Duran i Lleida- en la ley de energía sostenible pueden permanecer temporalmente en stand by. Sólo por el
momento: el tiempo lo cura todo, la memoria es frágil y los beneficios por las prolongaciones son enormes y empujan como vientos huracanados y tempestades de acero.
Que nuestra memoria no sea frágil, que acuñe bien su moneda. Para ello hemos reunido aquí algunos materiales que hemos elaborado en estos últimos meses. Algunos de ellos han sido escritos conjuntamente; otros no.
Pero los que llevan autoría única deben su información y sus aciertos (no sus errores) al saber y compromiso de este gran científico y ciudadano republicanointernacionalista que es Eduard Rodríguez Farré, amigo, compañero y maestro.
Se diga lo que se diga, hay un antes y habrá un después del accidente de Fukushima. Japón es la tercera potencia nuclear del mundo (la segunda, tras Francia, si lo analizamos en términos de población), la tercera economía del mundo, la segunda hasta hace muy poco, y la empresa propietaria de la
central, una gran corporación privada nipona, la TEPCO, en la que verdad y la transparencia no rigen, es seguramente la tercera compañía eléctrica del mundo. Ni más ni menos; en el huevo de la gran serpiente.
Ni que decir tiene que este ensayo es un libro de urgencia y el lector/a advertirá ciertas intersecciones no vacías entre algunos capítulos y un estilo netamente mejorable. Pedimos disculpas por ello. (Introducción del autor)

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