Proposición de un marxismo hegeliano – Carlos Pérez Soto
«¿Qué puede tener de hegeliano un marxismo “hegeliano”? El historicismo absoluto. ¿Qué puede tener de marxista un “marxismo” hegeliano”? La completa secularización del conflicto que ha constituído a la historia humana hasta hoy: la idea de lucha de clases.
¿Por qué recurrir nuevamente a Hegel? Por su lógica de la movilidad absoluta. Por una lógica que permite pensar la universalidad como internamente diferenciada, y a la diferencia como operación de la negatividad.
¿Por qué recurrir nuevamente a Marx? Por su idea de que el horizonte comunista, el fin de la lucha de clases, es posible. Por su radical crítica de la explotación capitalista, que puede extenderse de manera consistente a una crítica del usufructo burocrático.
Contra todo naturalismo, contra la idea de finitud humana, tan característica de la cultura de la derrota. Contra la esterilidad burocrática de las Ciencias Sociales. Contra el academicismo desmovilizador de la fragmentación “post moderna”.
Recurrir hoy a la conjunción posible entre Hegel y Marx es una bofetada a las modas académicas y a la resignación encubierta de teoría.
Pero ¿qué Hegel? El de la lógica, el filósofo de la negatividad, el que consideró que nada grande se ha hecho en la historia sin pasión, el que instaló la tragedia en la índole misma del Ser.
Pero ¿qué Marx? El que resulta de leer bajo una lógica común tanto la Ideología Alemana como El Capital. No el marxismo del siglo XX: Marx. Su idea de la historia, su materialización de la dialéctica.
Se trata de volver a considerar seriamente el papel de la violencia en la historia. Se trata de romper con el continuo triunfalista de la tolerancia represiva y, a la vez, con la autocrítica destructiva, que se complace en los méritos del enemigo.
Se trata de romper con la ominosa luminosidad de la administración y el lucro. No habrá paz mientras se siga mirando como paz la violencia estructural que las clases dominantes nos imponen como Estado de Derecho. No habrá paz mientras se siga tolerando en su nombre que cientos de millones de seres humanos simplemente sobren, y que otros tantos cientos de millones no tengan más horizonte que la mediocridad de la vida administrada.
Decir de una vez basta, y echar a andar.
Tenemos derecho a correr el riesgo.
Santiago de Chile, Marzo de 2010» (prólogo del autor a la 1ª ed.)