Cultura

Lo que aprendí del cine : memorias de un espectador proletario – Pepe Gutiérrez-Álvarez

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«Las líneas que siguen estuvieron inicialmente pensadas para una edición que, finalmente, no pudo ser. De haber pasado por una editorial seguramente estaría más corregido. Eso no quieta que
lo hayan leído algunos conocidos, que me han animado a buscar una edición. La colección “Biblioteca del Libre Pensamiento” inaugurada por Kaosenlared 8donde algunos de sus partes, cumple perfectamente con este propósito.
Su contenido memorístico podría entenderse como una ampliación de los apartados sobre cine incluidos en Memorias de un bolchevique andaluz, el retrato de una generación privilegiada en su
relación con el Séptimos Arte. En mi caso dicha relación cuenta con varios apartados comenzando con las sesiones del “cine infantil” del domingo por la tarde en mi pueblo, La Puebla de Cazalla. Otra más amplio abarca desde los años sesenta hasta principios de los ochenta en L´Hospitalet del Llobregat, con sus numerosas salas abarrotadas del aluvión emigrante, y dentro de espacio  habría que registrar algunos apartados diferenciados. Uno sería el de los cine forum, muy activos contra el franquismo. Otro pasa por París entre octubre de 1968 hasta diciembre de 1980, un tiempo en que fui un asiduo de la Filmoteca francesa dirigida por el mítico Henri Langlois. Otra está ligada al servicio militar en Ceuta, norte de África. Fue un tiempo de cine por las venas, parte terminante en una evolución muy intensa.
Esto no habría sido posible ni antes ni después. En el contexto en que me críe, el cine había sido un lujo, y mis mayores apenas si llegaron a memorizar alguna que otra película, algún que otro
actor. Las circunstancias no daban para más, pero yo tuve la fortuna de crecer cuando lo peor ya había pasado y el cine se erigía en la distracción más importante. Luego, ya en los ochenta, la
pantalla pequeña desplazó a las salas de cine, y acabó con el encuentro entre el pueblo llano y el gran cine, con un medio de expresión cultural que bebía de todos los otros. Como casi todo el
mundo, para mí ya no se trató de ir al cine sino de ver tal o cual película, y el video ocupó el lugar de la pantalla grande, la sala oscura y el ritual consiguiente. Desde entonces, más que ver cine lo que hice fue estudiarlo. Los niños que vinieron al mundo en los setenta, apenas si llegaron a esta gran cita. Son los que vieron 2001: una odisea en el espacio, en la “tele”, y los que sustituyeron los
programas dobles con Visconti, hitchcock o ford con la videoconsola y otros inventos de los jíbaros del pensamiento.
Mi generación pues es la del apogeo de las grandes salas de cine (solamente en L´Hospitalet llegó a haber hasta una quincena), de los programas dobles, de la irrupción del color, el Cinemascope, el Cinerama…fue también el canto del cisne de Hollywood clásico hasta que fueron desapareciendo todos los actores y directores, el del western crepuscular, del neorrealismo, los estudios  británicos Ealing, el “free cinema”, la “nouvelle vague”, el realismo italiano, el cine llamado político, las películas del Este que buscaban su primavera, del descubrimiento de Kurosawa, Ozu y
Mizogouchi, el cine español en el que el pueblo ganaba en la pantalla, la época dorada de Bardem. Berlanga, Fernán-Gómez, del primer Carlos Saura, etcétera, etcétera. Cada una de las películas
vistas, incluyendo las más anodinas, podía ser una puerta abierta a una sensación, a un conocimiento. Sin el cine, el que escribe jamás habría entrado en el terreno de la literatura, y por supuesto, no se trata de un caso particular. De alguna manera. Todo el mundo que vivió aquel tiempo de cine fue influenciado por su impacto.
He escuchado alguna vez que todas las épocas tienen su parte buena y su parte mala, lo que me recuerda la frase de Borges “nació en tiempo de crisis como todo el mundo”, pero no creo que
eso sea medianamente cierto. En este país por ejemplo, no ha sido lo mismo nacer en la postguerra que en los años setenta. Los que nacimos pobres en los años de la Victoria franquista, sabemos de muchas necesidades, y no tenemos nada que ver con la abundancia que se conoció después. Pues en el asunto del cine sucede justo lo contrario. En aquellas circunstancias, el cine ocupó un espacio excepcional, y esto nos marcó a todo y todas en alguna medida. En mi caso se puede decir que en una media extrema, y es de eso lo que he querido contar aquí.
Sant Pere de Ribes, Barcelona
3-01-2013» (Prólogo del autor)

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