Un punto de encuentro para las alternativas sociales

MI ABUELO, MI MADRE Y YO. TRES GENERACIONES CONTRA EL TRABAJO

Mi abuelo, que era jornalero agrícola, leía a Marx y Lenin en las horas de descanso bajo la sombra de un árbol. En un momento de su vida apostó toda su hacienda, herencia y algún debito para abrir un negocio de alimentación y así tener tiempo para militar en el PCI. “Podríamos haber sido ricos si no hubiese pensado sólo en hacerse arrestar” todavía repite continuamente la abuela. Mi madre, una vez llegó a Milán, se puso a trabajar en una fábrica y a participar en las luchas de los precarios de la enseñanza, para acabar trabajando como secretaria y escapar así a la condena del trabajo y de la vida. Yo, desde que empecé a trabajar, no me plantee el problema de escapar a esta o aquella condición de trabajo, al contrario, he tenido tantos trabajos de mierda que los concebía siempre como transitorios, bien para tener más tiempo, además del dedicado al trabajo, para mí y para desarrollar otra actividad. Part-time, cfl, en negro, cooperativista, co.co.co., a tiempo indeterminado, son las tipologías de “contrato” con las cuales he desempeñado trabajos de mudanza, encuestador, eventual de correos, dependiente, sistemista … y también cualquier pequeña actividad ilegal, para conseguir no dedicar toda mi existencia sólo al trabajo, además de tener una renta y tiempo más allá del trabajo. Mi abuelo, mi madre y yo a partir da condiciones diferentes y con modalidades diversas, hemos buscado líneas de fuga para las diversas formas en las que se presenta la esclavitud del trabajo subordinado; hemos intentado sustraernos a la reducción de la vida al trabajo, a la imposición del trabajo (comprendida su exclusión) a la que nos somete bajo varias formas y en las diversas fases históricas, este sistema más social que económico llamado capital, que hoy reduce toda nuestra existencia a mercancía.

Mi abuelo, una vez puesto en marcha el negocio, y retornado al campo para sostener las luchas de los jornaleros pensaba que, si el PCI hubiese vencido y tomado el poder, todos habríamos tenido de qué vivir a través del trabajo socialista que, ¡ay de mí!, siempre es trabajo, siempre de subordinación se trata también en la economía socialista. Mi madre, cuando llegó a Milán, encontró alojamiento y trabajo a través de la organización extraparlamentaria en la que militaba, y en la cual continuó militando hasta el reflujo de los años 80, pensando que, si se hubiese hecho la revolución, se habría acabado con la explotación y tendríamos una distribución distinta del trabajo y por tanto de los recursos. Yo en cambio, el tiempo que he logrado sustraer al trabajo, lo he dedicado principalmente a actividades inherentes a la construcción de un centro social y, “superado” el problema de los desalojos, al desarrollo de este proyecto colectivo y territorial que hoy nos gusta definir biopolítico. Porque el recorrido colectivo que hemos emprendido, a partir de la cuestión de los espacios y después a la del tiempo para dedicar a las actividades a desarrollar dentro y fuera del centro social, ha tenido un acercamiento respecto a la cuestión de los recursos de reapropriación y de gestión directa de los mismos, en contraposición a la única modalidad de acceso que es el trabajo. El tiempo, tiempo para dedicar a los proyectos, tiempo a partir de la valorización del rechazo del trabajo, de cualquier tipo. “Trabajar para nosotros, para mejorar la calidad de la vida en el territorio.” Hace diez años que hemos iniciado una negociación con la administración municipal, no solo por el espacio, sino también para tener recursos financieros para reconstruir el centro y para desarrollar diversas actividades sin hacer voluntariado o utilizando el tiempo libre del trabajo para dedicarnos a la militancia política, reivindicando explícitamente el rechazo del trabajo y proponiendo proyectos de cooperación social autogestionada. Hemos conseguido fondos para reestructurar el centro aunque todavía no hemos logrado un solo euro para las actividades que se desarrollan, y por esto no hemos firmado el acuerdo deliberado en el consejo municipal para la asignación del espacio, pero nos las hemos arreglado y hemos puesto en común la tensión singular que cada uno, en plena soledad e impotencia, practicaba. Hemos empezado a hablar no sobre un salario justo, sino de una renta, entendiendo con ello la reapropiación y la gestión directa de los recursos a través de un proceso de cooperación. Pero no nos hemos recluido en el centro, hemos afrontado al mismo tiempo la fractura espacio-temporal que el capital nos imponía con nuevos modos de ser al trabajo durante la fuga de masa de la fabrica. Hemos continuado trabajando, entrando y saliendo del mercado de trabajo, utilizando también el instrumento de la negociación sindical y legal en los lugares de trabajo y una vez concluido el conflicto porque la producción se desplaza a otro lugar o se da el despido individual, reivindicamos de todos modos siempre los sueldos para tener tiempo de buscar otro trabajo y/o para desarrollar un año sabático en el centro y nominando también en los lugares de trabajo todo lo que es renta, lucha por la renta y no por el trabajo. Al mismo tiempo, dentro del centro, se ha iniciado y todavía está en curso también un proceso de autorenta, de utilización de una parte de los recursos producidos por nuestra economía de gestión, por algunas actividades de carácter principalmente político y social que nos han ayudado a afrontar individualmente y colectivamente la precariedad creciente de la existencia. Así, buscando valorizar y promover el rechazo del trabajo, buscando la ruptura a partir de las actuales modalidades de ponernos al trabajo, buscando invertir el concepto de flexibilidad y utilizarlo en nuestra ventaja; para sustraerse a la valorización capitalista de todas las actividades humanas que es hemos llegado a la experimentación de experiencias de libre cooperación.

Durante el desarrollo de este proceso de autorganización nos hemos planteado el problema de cómo generalizar la posibilidad, de cómo hacer que todos pudieran emprender proyectos de cooperación para participar en otra producción material e inmaterial del mundo. Cómo pasar del reino de la oportunidad para algunos al de la posibilidad para todos, considerando el chantaje del salario que sufrimos? Cómo generalizar la posibilidad de acceder a los recursos sin estar obligados a trabajar, garantizando así a todos la existencia sin ningún chantaje, para decidir libremente cómo, qué, cuánto y cuándo producir? Estas interrogaciones nos han llevado desde el trabajo a las actividades humanas y a la libre cooperación, desde el salario a la renta de ciudadanía universal e incondicionada. Es esta la búsqueda que nos hace escribir, que nos hace relatar nuestra experiencia en este magazine. En este magazine no sentirás ninguna añoranza por el puesto fijo de por vida, no demonizaremos la flexibilidad, no hablaremos de salario justo, de salario europeo, de salario garantizado, de renta mínima de inserción, de 35 horas, de indemnización por desocupación, de welfare municipal porque nos proponemos eliminar la explotación y quedarnos el trabajo. Aquí en cambio se trata de liberarse del trabajo, de cómo lograr emprender y generalizar procesos de reapropiación y gestión directa de los recursos para decidir libremente sobre la propia vida. La renta de ciudadanía es puesta en común desde los infinitos modos de sustraerse a la imposición del trabajo, es reconocimiento y valorización de los procesos de autovalorización individual y colectivos que, si no practican objetivos comunes, son destinados a ser nuevamente metidos al trabajo, tutti quanti. La renta de ciudadanía es imaginar una tendencial liberación del tiempo de vida a través de una reducción del rechazo sobre el salario. La renta de ciudadanía es un presupuesto imprescindible para una organización horizontal de la multitud y del éxodo. Veréis que mi abuelo, mi madre y yo hemos, junto a tantísimas otras tentativas que han acabado encontrar practicas y palabras comunes, metido en crisis y forzado a este sistema a nuevos límites para conseguir ´reinsertarnos’ de nuevo al trabajo? ¿Qué otro instrumento podríamos hoy practicar, si no la renta de ciudadanía, para no recaer en esta trampa?

Traducción: autsoc.

http://hypermail.redditodicittadinanza.org/

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Cuelgamuros: presos políticos para un mausoleo

Nicolás Sánchez-Albornoz

Publicado en Memoria 171 mayo 2003 | Reflexiones |

Hace pocas semanas, un realizador de documentales francés se maravillaba en una conversación conmigo de que, en una visita reciente a Cuelgamuros, los guías oficiales y los folletos descriptivos seguían repitiendo en pleno siglo XXI la cantinela franquista sobre el Valle de los Caídos y el huésped principal de la cripta. Nunca mencionan que los presos políticos levantaron el monumento. Patrimonio Nacional, bajo cuya autoridad se encuentra el conjunto, no vende en su kiosco la Verdadera historia del Valle de los Caídos de Daniel Sueiro ni el libro general de Ismael de Lafuente sobre el trabajo forzado en los campos o destacamentos penales, ni siquiera el video de la película de Fernando Colombo sobre una sonada fuga del lugar.

Sánchez-Albornoz, Nicolás

Es más, cuando este realizador preguntó sobre los presos políticos de Cuelgamuros, el guía, molesto, lo calificó de patraña. La negación, en su interpretación más benigna, significa un cambio por lo menos de sensibilidad o tal vez un acomodo a los tiempos que corren. En momentos más lejanos, que hubieran trabajado presos en Cuelgamuros se hubiera tenido a gala. Bien miradas las cosas, ni el guía ni el director, el recalcitrante duque de San Carlos, son responsables últimos del despropósito. El reproche corresponde hacerlo a los gobiernos, el actual y los pasados, que toleran la ocultación.

Que yo sepa, quedan cuatro presos políticos capaces de atestiguar que trabajaron en Cuelgamuros, a uno de los cuales tenéis delante. Los otros se apellidan Vera, Iniesta y Rubio. Me alegraría que fuéramos más, pero me temo que sea hora de que salte la alarma. El pozo de testimonios personales está por agotarse. No falta mucho para que los historiadores no puedan contar con testigos presenciales y que tengan que recurrir a los papeles. Todo gobierno burocrático-autoritario deja sin embargo cientos de miles, si no millones, de documentos para gozo del historiador futuro. En punto a los campos de concentración, estamos tocando el futuro: los archivos se están abriendo mientras la palabra se desvanece. Como profesional, siempre insisto en que hay que consultar las fuentes. Ante este congreso, me contentaré sin embargo con deponer como testigo de cargo.

Mi salud mental me ha librado del síndrome de Estocolmo. No siento apego a mis guardianes ni he vuelto jamás al lugar de los hechos. Abomino de Cuelgamuros. Me niego a poner los pies en ese trozo de tierra hermoso antes de ser profanado y, en público, he puesto condiciones para hacerlo que no tengo inconveniente en repetir. Éstas son que la cripta pase a otro uso y agrego ahora por culpa de la edad que se habilite un urinario sobre la tumba del Caudillo para que pueda aliviar mi próstata. Una cosa es no volver al valle y otra es caquearse. Cuando la prensa, la televisión, los congresos o el cine me preguntan, nunca dejo de responder, pero tampoco he convertido el episodio en el centro de mi vida al modo de ciertos ex combatientes. Me ocupo habitualmente de asuntos menos sórdidos y más gratos. De cuanto sé de Cuelgamuros o de los destacamentos penales, no se espere un relato sangrante como el escrito por Jorge Semprún sobre Buchenwald. Mi palabra no vale lo que su pluma ni la materia es comparable. Mi testimonio tampoco tomará la forma literaria y emotiva con la que mi compañero de fuga y de exilio, Manuel Lamana, recuperó en su novela Otros hombres las vicisitudes que pasamos juntos. En el historiador que soy, prima el contexto sobre la vivencia. Al modo de un historiador “funcionalista”, mi experiencia me llevará a analizar cómo operaban los campos.

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Harry Magdoff (1913-2006) Un pensador heterodoxo

La Jornada

Harry Magdoff se despidió apenas iniciado el año. Intelectual que miró al mundo desde la izquierda, se forjó en el debate teórico y político del imperialismo y las luchas obreras de las primeras décadas del siglo XX.

Harry Magdoff, uno de los economistas marxistas más reconocidos del mundo y coeditor de la revista Monthly Review desde 1969, murió el primer día de este año.

Sus análisis económicos del imperialismo ­"La era del imperialismo" (1969) e "Imperialismo: desde la Colonia hasta el presente" (1977)­ eran lectura obligada para los pensadores de izquierda en Estados Unidos (EU). Junto con su colega Paul Sweezy, Magdoff editó desde 1969 Monthly Review, publicación mensual que se identifica desde su fundación en 1949 como "una revista socialista independiente" y antimperialista que permanece como foro de análisis de la coyuntura e isla de pensamiento intelectual progresista en EU.

En manos de Sweezy (quien murió en 2004) y Magdoff, la revista mantuvo su posición política no alineada, ofreciendo un espacio crítico tanto a temas contemporáneos como a ensayos intelectuales que nutrieron el diálogo entre marxistas y pensadores de izquierda dentro y fuera de este país.

Los editores estuvieron entre los primeros intelectuales estadunidenses en viajar a Cuba al inicio de la revolución. De hecho, Magdoff y el Che Guevara armaron una amistad, y sostuvieron intercambios sobre asuntos económicos cuando se vieron en Cuba y en Nueva York. Las memorias de estas conversaciones fueron publicadas en 2004 con el título "Encuentros con el Che".

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Un relato corto

Eduardo Galeano

Hacía pocos años que había terminado la guerra de España y la cruz y la espada reinaban sobre las ruinas de la República. Uno de los vencidos, un obrero anarquista, recién salido de la cárcel, buscaba trabajo. En vano revolvía cielo y tierra. No había trabajo para un rojo. Todos le ponían mala cara, se encogían de hombros o le daban la espalda. Con nadie se entendía, nadie lo escuchaba. El vino era el único amigo que le quedaba. Por las noches, ante los platos vacíos, soportaba sin decir nada los reproches de su esposa beata, mujer de misa diaria, mientras el hijo, un niño pequeño, le recitaba el catecismo.

Mucho tiempo después, Josep Verdura, hijo de aquel obrero maldito, me lo contó. Me lo contó en Barcelona cuando yo llegué al exilio. Me lo contó: el era un niño desesperado que quería salvar a su padre de la condenación eterna y el muy ateo, el muy tozudo, no entendía razones

– Pero papá – le dijo Josep llorando – Si Dios no existe, ¿quien hizo el mundo?

– Tonto – dijo el obrero, cabizbajo, casi en secreto – Tonto. Al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles.

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Els altres “misteris” de Vilanova: treball i política a la primera industrialització vilanovina (1851-1871)*

Albert Garcia-Balañà

“Así es como llegamos al terreno á que queríamos conducir á nuestros lectores, contra cuyo propósito hubieran formulado tal vez graves cargos á no hacerlo con la gradación y deducciones que al presente: á manifestar que la Industria algodonera, como exótica en España, tiene un porvenir incierto y continuamente amenazado, y ser necesario que se procure reducirla en vez de estenderla, empleando los capitales en beneficio de la agricultura é industrias indígenas y naturales del país.”[1]

A mig camí entre la paradoxa i el desconcert, aquest paràgraf resumeix l’únic misteri mereixedor de tal nom que s’amaga al mig miler llarg de planes de Los misterios de Villanueva (1851). És a dir: ¿com s’explica que aquest poti-poti de novel.la romàntica tronada i recreació “histórico-descriptiva” vilatana, tot plegat molt del gust vuitcentista, escrita a moltes mans per la plana major del respectable Diario de Villanueva y Geltrú, es desmarqués amb tanta contundència de la industrialització cotonera, la mateixa que aleshores xuclava capitals locals i transformava la fesomia econòmica i social de la vila?

Els joves promotors del que també fou un fulletó per entregues a les planes del Diario, l’impressor i editor Josep Pers i Ricart (1832-1855) i l’advocat i redactor Teodor Creus i Corominas (1827-1921), justificaren amb arguments explícits el perquè del seu antiïndustrialisme de primera hora: la dependència de primeres matèries i fonts energètiques estrangeres que comportava el negoci cotoner els semblava, en molts sentits, perillosa; també l’ombra aranzelària de l’antecedent britànic, amb les emblemàtiques Corn Laws (1815 i 1845) “sacrifican[do] la agricultura al interés de la industria”; alhora, lamentaven que el potencial de l’agricultura autòctona fos, deien, menystingut encara per l’Estat i pel capital més dinàmic.[2] Una mena de recels que suggereixen hipotètiques angúnies d’aquells grups socials consolidats al voltant de la propietat de la terra i de l’agricultura comercial de més abast, grups ben arrelats i influents al Garraf de mitjan segle XIX.[3] Però el crit d’alerta de la direcció del Diario de Villanueva y Geltrú prevenint contra l’expansió cotonera resulta incomprensible si en fem una lectura en clau estrictament “sectorial”, és a dir, si hi veiem la fractura ineludible entre la tradicional inversió agro-comercial i l’emergent inversió tèxtil. Raimon Soler ha documentat amb detall la contribució del capital comercial vilanoví -òbviament associat a l’exportació agro-alimentària- a l’arrencada industrial del Vuit-cents: la nòmina de “comerciants” inversors en la cotoneria local que Soler ha pogut refer és, per aclaparadora, la millor demostració que el pretès antagonisme entre negoci agro-comercial i negoci cotoner dissuadí ben poques butxaques a la Vilanova d’aleshores.[4] De fet, els mateixos Pers, Creus i companyia ja insinuaren en d’altres passatges més distesos de Los misterios de Villanueva, i sobretot en la trama novel.lada, que el seu malestar vista la incipient industrialització vilatana obeïa també a raons menys elaborades, raons que expressaven una certa psicologia col.lectiva a la Vilanova d’aquells anys.

La història d’amor, fidelitat i traïció que serpenteja per les planes de Los misterios de Villanueva no té més interès que el joc de referents contemporanis de què es val per a metaforitzar les virtuts i baixeses dels personatges. La ficció s’enceta l’any 1835, oposant a la figura de Eugenio, “joven de unos 23 años, hijo de una familia muy considerada en la población” i, sobretot, milicià vilanoví i liberal cristí i sensat, el perfil de Ernesto, també jove però cabdill d’una partida armada de la comarca que fa de Carles V la seva “real pantalla” per a “tener por verdadero rey nuestros caprichos y gustos […] y adquirir riquezas con que comprar luego los placeres que apetezcamos”. La topada entre el liberalisme d’ordre i la facción es produeix, simbòlicament, en el terreny de la disputa entre Eugenio i Ernesto pels favors de María, tota una Carmen de Merimée que arriba al Garraf seguint Ernesto i que s’hi redimeix en braços d’Eugenio.[5] La clau de volta de l’exemplar i inevitable desenllaç reposa però en un personatge satèl.lit, Pedro el tejedor, personatge que és una metàfora gens subtil de la contradictòria percepció que del món industrial tenia la balbucejant intelligentsia vilanovina de mitjan segle XIX. Pedro, teixidor de cotó foraster tot just desembarcat a Vilanova per treballar a la pionera fàbrica “de la Rambla”, s’erigeix, alhora, en un perill per a les vides del bon liberal Eugenio i de la futura esposa María -amenaça que s’estén a la pacífica i ordenada comunitat local- i, paradoxalment, en el seu potencial protector. L’equívoc es desprèn del fet que malgrat les bondats personals i la conducta sense queixa a la fàbrica, Pedro arrossega com la pròpia ombra els dimonis més vius -per recents- de la industrialització de la Catalunya urbana: l’estiu de 1835, teixidor al vapor barceloní de Bonaplata, Pedro havia estat xuclat per la bullanga que cremà la fàbrica, la culminació d’uns dies en què “llevado por un fanatismo igual al que pretendió destruir y esplotado y seducido por un agitador de oficio […] formó parte de las turbas incendiarias y asesinas, llegando a verter por su mano la sangre de un anciano religioso de un convento que de rodillas imploraba su compasión”. És d’aquests episodis, i de l’ull policial, que fuig el teixidor arribat a Vilanova, i són aquests antecedents els que Ernesto i un sinistre agitador carlí -qui coneix Pedro de Barcelona- esgrimiran per fer-li xantatge. Ernesto, per tal que li prepari el terreny a la vila per segrestar i assassinar Eugenio; l’agitador Sr. Munt, per empènye’l a “promover un alboroto y al igual que en aquella ciudad [Barcelona] pegar fuego durante él a esa maldita fábrica [“de la Rambla”]”.[6] Tot plegat es resoldrà d’acord amb les exigències argumentals del fulletó romàntic, en bona mesura perquè el temperat clima social vilanoví contribuirà a fer de Pedro el tejedor un home nou i virtuós. Però la prevenció davant d’un treball industrial indestriable de la guerra social i de la violència de la patuleia haurà impregnat de dalt a baix les planes de Los misterios, i potser també l’imaginari de molts lectors del Diario de Villanueva.

1. La industrialització d’una vila pagesa, marinera i menestral (i algunes bondats socials de la Vilanova no cotonera)

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Olvidados, olvidadores y olvidadizos

Manuel Cañada Porras

                        OLVIDADOS, OLVIDADORES Y OLVIDADIZOS

            “En griego, lo que se opone a la verdad es el olvido. Verdad se dice alezeia y olvido leze. Nuestra democracia está edificada sobre una mentira: sobre un pacto de olvido”

·                                                      Jesús Ibáñez

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