Congo: el genocidio que enriquece a Occidente
Saïd Bouamama
El 19 de febrero, la ciudad de Goma, en el este de la República Democrática del Congo, fue escenario de una manifestación pública para denunciar la violencia y el terrorismo del grupo M23, la complicidad del gobierno ruandés, al que los manifestantes acusan de estar detrás del grupo, y el apoyo de las potencias occidentales, Estados Unidos y la Unión Europea, a Kigali.
Una de las pancartas que portaban los manifestantes rezaba «Unión Europea cómplice de Ruanda», en referencia a los programas de inversión de Bruselas en Ruanda, país al que muchas ONG internacionales acusan de alimentar la guerra en el este del Congo al proporcionar ayuda financiera y armas a los rebeldes del M23.
Ruanda y la Unión Europea llevaban varios meses anunciando y negociando un acuerdo sobre «cadenas de valor sostenibles para las materias primas». El mismo día de la manifestación de Goma, un comunicado de prensa de la Unión Europea describía así el contenido del acuerdo firmado entre Bruselas y Kigali: «cooperación con vistas a lograr una producción y un uso sostenibles y responsables de materias primas críticas y estratégicas, movilización de fondos para apoyar el despliegue de las infraestructuras necesarias para desarrollar cadenas de valor para las materias primas, incluida la mejora del clima de inversión» .
Traduzcamos y simplifiquemos este lenguaje eufemístico de Bruselas. Significa que Bruselas se compromete a financiar las infraestructuras que permitirán a Kigali saquear y exportar las materias primas críticas y estratégicas que se encuentran en el este de la República Democrática del Congo.
Saqueo estratégico y caos genocida
Esto no se aplica a todas las materias primas, sino específicamente a las denominadas «críticas» y «estratégicas». En una circular fechada el 13 de noviembre de 2023, la Unión Europea define las materias primas críticas del siguiente modo: «materias primas de gran importancia económica para la Unión Europea y que presentan un alto riesgo de interrupción del suministro debido a la concentración de sus fuentes y a la ausencia de sustitutos de calidad asequibles». La misma circular especifica que debe darse prioridad a los materiales para baterías y tierras raras.
Recordemos también que estas famosas «tierras raras», por las que las multinacionales occidentales no dudan en mantener el caos asesino y genocida en la República Democrática del Congo, son, como su nombre indica, tierras que contienen metales esenciales para la industria puntera actual, pero en concentraciones muy bajas.
Extraer, purificar, procesar y separar los distintos materiales presentes en estas tierras requiere la extracción de un gran volumen de material. En concreto, estas tierras raras están compuestas por 34 elementos esenciales para la industria digital, es decir, la producción de teléfonos móviles, discos duros y pantallas; para la industria energética, es decir, la producción de turbinas eólicas, motores de coches eléctricos y coches híbridos; para la industria médica, en la producción de robots y escáneres; y para la industria armamentística, en la producción de radares, por ejemplo.
De estas 34 materias primas críticas, 17 se consideran estratégicas porque se prevé que su demanda se dispare en los próximos años. El acceso a estas materias primas estratégicas al menor coste posible es, por tanto, vital para las multinacionales y para las economías industrializadas.
Un largo «escándalo geológico» y terrorista
La República Democrática del Congo es conocida desde hace tiempo como un «escándalo geológico» por la riqueza de minerales de su subsuelo, y contiene los mayores yacimientos de la mayoría de estos materiales críticos y estratégicos. Hay enormes yacimientos y reservas de oro, niobio, cobalto, cobre, diamantes, tierras raras, estaño, tantalio, wolframio y más. Además, la mayoría de estos yacimientos se concentran en el este del Congo, y en Kivu en particular.
Esta es la razón de la inestabilidad que reina en esta región, donde múltiples grupos terroristas operan desde hace años para impedir el retorno de la paz civil y controlar territorios de los que extraen materiales estratégicos para venderlos a través de Ruanda a las multinacionales occidentales.
El M 23, creado en 2012, es uno de estos grupos apoyados por Ruanda, que siembra el terror en el este del Congo para poder seguir explotando impunemente estos materiales críticos y estratégicos. Un informe de Naciones Unidas fechado el 3 de enero de 2024 denuncia explícitamente el apoyo de Ruanda al grupo terrorista M23: «El grupo de expertos de Naciones Unidas sobre la situación en Kivu tiene constancia de intervenciones directas y refuerzos de tropas por parte de las Fuerzas de Defensa de Ruanda, RDF».
En nuestro manual estratégico para África, publicado por Investig’action, describimos la historia y lo que está en juego en este asunto, caracterizado por la injerencia militar directa y/o indirecta de Ruanda para saquear y exportar estos materiales críticos y estratégicos, con el acuerdo y la complicidad de las multinacionales occidentales y sus gobiernos.
Los investigadores Roland Pourtier y Gérard Prunier estiman que esta inestabilidad y esta guerra sostenida costaron entre 3 y 5 millones de muertos entre 1996 y 2003. A esto hay que añadir al menos 3 millones de muertes desde…
Mientras los expertos siguen debatiendo el número de víctimas directas e indirectas, lo que ya está claro es que nos enfrentamos a la mayor masacre desde la Segunda Guerra Mundial. Así describía la ONG International Rescue Commitee la situación congoleña en 2006: «Ningún conflicto desde la Segunda Guerra Mundial se ha cobrado tantas víctimas, pero después de siete años, sigue habiendo un desconocimiento universal de la magnitud y las consecuencias del conflicto, y el compromiso internacional está muy por debajo de las necesidades humanitarias».
Basta echar un vistazo a las exportaciones de Ruanda para comprender lo que está en juego en este genocidio. Ruanda exporta una enorme cantidad de materiales estratégicos que no produce en su territorio, o que no produce suficientemente. Entre ellas se encuentran el coltán, la casiterita y los diamantes. En 2014, Ruanda se convirtió en el primer exportador mundial de coltán.
El investigador Pierre Jacquemot resume así este saqueo organizado:«para los nuevos potentados, la persistencia de la inseguridad se convirtió en el principal medio de enriquecimiento» y estas guerras fueron «el principio del dominio de los lobbies militares-comerciales ruandeses y ugandeses sobre los recursos naturales de las zonas que controlaban».
Al firmar un acuerdo sobre minerales estratégicos y críticos con Ruanda, la Unión Europea es objetivamente cómplice de este bandolerismo patrocinado por el Estado.
En este contexto, no deben sorprendernos las escandalosas informaciones de la prensa occidental que presentan a Ruanda como un «milagro económico» o un «modelo de desarrollo». Las vidas de los congoleños cuentan poco para aquellos cuyos ojos están fijos en su tasa de beneficios.
Sólo un Estado decidido a rechazar esta injerencia permanente por todos los medios necesarios y a establecer una política económica independiente puede poner fin a la tragedia del pueblo congoleño. Esto es lo que exigieron con razón los manifestantes de Goma.
Fuente: Investig’Action, 27-2-2024 (https://investigaction.net/congo-le-genocide-qui-enrichit-loccident/)