La generación Z 212 y las protestas juveniles en Marruecos: del ámbito digital a la calle
Rezgar Akrawi
Marruecos está viviendo actualmente —otoño de 2025— una amplia ola de protestas masivas lideradas por jóvenes que ha devuelto a la arena política cuestiones fundamentales sobre la justicia social, los derechos básicos, el deterioro de los servicios públicos y la legitimidad política del régimen. Este movimiento, que tomó el nombre de «Gen Z 212»*, por el código de marcación internacional del país, no surgió de la nada, sino que fue el resultado de una larga acumulación de marginación, pobreza, ausencia de servicios esenciales en materia de salud y educación, y la propagación del desempleo y la corrupción. El movimiento estalló espontáneamente tras un trágico incidente en el Hospital Hassan II de la ciudad de Agadir, donde varias mujeres murieron durante el parto por falta de atención médica. Esa chispa se convirtió en un levantamiento social que se extendió rápidamente a las principales ciudades, como Rabat, Casablanca, Fez, Marrakech, Taroudant, Salé y Oujda, y se convirtió rápidamente en la expresión de una crisis generalizada que vivía toda una generación de jóvenes marroquíes, especialmente de las clases trabajadoras y pobres.
Lo que distinguió a este movimiento no fue solo su amplitud y extensión geográfica, sino también su dependencia de nuevos mecanismos de organización y movilización que comenzaron en la esfera digital y repercutieron en el terreno. Aquí se manifiesta la relación entre la experiencia marroquí y el concepto de «izquierda electrónica y lucha electrónica», donde una dimensión social tangible se une a una dimensión tecnológica y organizativa para producir una nueva forma de acción política. La fuerza central de este modelo es que recupera la política de las viejas élites y la devuelve a la calle y a la juventud. Afirma constantemente que la tecnología no es neutral, sino una herramienta de dominación en manos del capitalismo y los regímenes autoritarios, pero que al mismo tiempo puede convertirse en una herramienta de liberación si se emplea de manera progresista, de izquierdas y organizada. Lo que ocurrió en Marruecos refleja esta posibilidad: con medios sencillos, los jóvenes construyeron una esfera pública digital alternativa y libre en la que expresaron su rechazo al autoritarismo, la corrupción, la injusticia y la marginación de su vida cotidiana. Los vídeos cortos, los memes y los debates en línea se convirtieron en herramientas reales para la movilización política, la organización y la producción de una conciencia crítica masiva, lejos de los medios de comunicación oficiales que trataban de difamar al movimiento y confinarlo a actos de violencia y vandalismo.
1. La organización digital en red de los jóvenes trasciende los mecanismos tradicionales y crea un nuevo ámbito de lucha de izquierdas
Lo que distingue a este movimiento no son solo sus justas reivindicaciones —centradas en mejorar la salud y la educación, proporcionar puestos de trabajo, exigir responsabilidades por la corrupción y lograr la justicia social—, sino, lo que es más importante, su forma de organización y sus herramientas electrónicas y digitales, que encarnan precisamente las ideas de la Izquierda Electrónica**. En gran medida, se organizó fuera de los marcos tradicionales de los partidos y los sindicatos, que por muchas razones tenían conexiones débiles con las nuevas generaciones y, a los ojos de muchos jóvenes, se habían fosilizado en estructuras burocráticas rígidas incapaces de expresar las preocupaciones de la gente. Por el contrario, la esfera digital abrió horizontes para una forma de organización totalmente diferente, basada en la flexibilidad, la rapidez y la apertura. Plataformas como TikTok, Instagram y Facebook se convirtieron en herramientas de movilización y aglutinación, mientras que los servidores de Discord se transformaron en algo así como «centros populares digitales» para el debate, la planificación y la toma de decisiones colectiva y horizontal.
Este nuevo patrón organizativo representa un cambio fundamental que va más allá de los conceptos de liderazgo individual o centralismo jerárquico estricto. Ya no hay un único líder o una pirámide de comités de liderazgo que controlen los acontecimientos, sino grupos horizontales en red, cada uno de los cuales toma sus propias decisiones sobre el terreno dentro de unos objetivos generales compartidos. Esta descentralización no era un signo de debilidad, sino una fuente de fuerza, ya que dificultaba a las autoridades y a los servicios de seguridad penetrar en el movimiento o decapitarlo atacando a un único líder. Incluso cuando se cerraron cuentas o se detuvo a activistas —mujeres y hombres—, el movimiento siguió siendo capaz de reproducirse y ampliar su espacio organizativo. Esta capacidad de supervivencia y renovación refleja el verdadero espíritu de la organización y la contienda electrónica-digital, en la que la organización no es un aparato rígido, sino una red viva capaz de expandirse y transformarse según las circunstancias.
La arquitectura en red permitió que el movimiento se extendiera rápida y fácilmente por una amplia geografía —desde las grandes ciudades hasta las zonas periféricas— y le permitió eludir la represión sobre el terreno y la vigilancia digital. Las autoridades intentaron repetidamente cerrar cuentas, bloquear contenidos o atacar a los coordinadores, pero la naturaleza descentralizada del movimiento limitó el impacto de esos intentos. En el momento en que se cierra una cuenta, se abre otra; en el momento en que se rompe un vínculo organizativo, surgen canales alternativos. Esta dinámica plantea a las autoridades un verdadero dilema: se enfrentan a un «proceso organizativo masivo» con una nueva forma difícil de controlar, y no a una organización tradicional que puede desmantelarse deteniendo a sus líderes.
La organización digital en red es una nueva forma de cultura política y de organización común entre los jóvenes de hoy en día. Los debates en los servidores de Discord no se limitaron a consignas o planes de campo, sino que se convirtieron en un espacio educativo compartido en el que los jóvenes intercambiaban experiencias, discutían estrategias y tejían un lenguaje común de lucha. En este sentido, la esfera digital fue un medio de comunicación que se transformó en una «escuela colectiva de izquierda multiplataforma» que produjo una nueva conciencia política que va más allá de la tutela de los partidos tradicionales y el discurso intelectual de la élite. Lo que presenciamos aquí es el verdadero nacimiento de un nuevo espacio de izquierda que surge desde abajo, desde iniciativas propias, desde el trabajo colectivo, basado en la tecnología como herramienta liberadora en lugar de seguir siendo una herramienta de dominación bajo el control de las corporaciones capitalistas digitales y los Estados autoritarios.
Podemos decir que la organización digital en red creada por los jóvenes marroquíes es la expresión práctica de la propuesta de la Izquierda Electrónica de que la esfera digital se ha convertido en un importante escenario de la lucha de clases en la actualidad. Al igual que las fábricas, las granjas y las oficinas son los principales escenarios de confrontación entre el capital y el trabajo, Internet se ha convertido en la nueva «fábrica» complementaria para producir conciencia y organizar la resistencia. La diferencia es que esta nueva fábrica no es un lugar material rodeado de muros, sino un espacio abierto y móvil en el que los círculos de debate se expanden y las iniciativas surgen con gran facilidad, lo que le confiere un carácter global e internacional, ya que rompe las fronteras nacionales y crea posibilidades de comunicación y coordinación entre movimientos geográficamente distantes pero similares en esencia.
Si comparamos el movimiento marroquí con otras experiencias de la región, encontramos que tiene un carácter distintivo. En Túnez, por ejemplo, las plataformas digitales se utilizaron para la movilización desde 2011, pero de forma inicial. En el Líbano, en 2019, WhatsApp y Telegram se convirtieron en herramientas fundamentales para organizar manifestaciones. En Marruecos, sin embargo, en 2025 fuimos testigos de la entrada de toda una generación que solo conoce la política a través de la digitalización y ve la esfera digital como una extensión natural de su vida. Esto es lo que hace que el movimiento «Gen Z 212» sea el primer levantamiento casi totalmente digital en el mundo árabe, y confirma que el futuro de la lucha de la izquierda no será posible sin absorber estas transformaciones y utilizarlas de manera eficaz, construyendo internacionales digitales de izquierda y alternativas tecnológicas progresistas que trasciendan las fronteras nacionales y coordinen y vinculen experiencias en todo el mundo.
2. Las reivindicaciones planteadas reflejan el núcleo vivo de la izquierda: la justicia social y las necesidades de las masas
Lo que llama la atención de la experiencia de la juventud marroquí es que las reivindicaciones que plantearon en la calle y en Internet, a pesar de su sencillez directa, tienen un contenido profundamente izquierdista, aunque la mayoría de ellos no pertenezcan a ninguna organización política. Estos jóvenes se dieron cuenta, conscientemente o a través de una intuición política colectiva, de que la fuerza de cualquier movimiento emancipador reside en la construcción de un terreno común. No se dejaron absorber por las disputas y escaramuzas ideológicas de las élites. Aunque esos debates son importantes para el desarrollo intelectual de la izquierda, durante décadas han agotado y fragmentado las fuerzas de izquierda entre escuelas rivales y detalles teóricos. Estos jóvenes superaron ese cansancio intelectual y reorientaron el rumbo hacia lo que realmente preocupa a las masas trabajadoras pobres, partiendo de la realidad sobre el terreno hacia la teoría, y no al revés. Aquí, la izquierda no se mide por quién levanta consignas marxistas o simplemente escribe o repite políticas socialistas en teoría, sino por quién contribuye práctica y teóricamente, sobre el terreno, a mejorar la vida de los trabajadores pobres en materia de salud, educación, trabajo, dignidad, derechos y justicia, influyendo en el camino de su lucha diaria, aunque sea con pasos limitados y graduales.
Las demandas que formularon giran en torno a la mejora de la educación pública, la garantía de una asistencia sanitaria gratuita y eficaz, la creación de puestos de trabajo que garanticen la dignidad humana, la lucha contra la corrupción y el logro de la justicia social en la distribución de los recursos. Estas demandas representan el núcleo vivo del pensamiento de izquierda porque sitúan en el centro la injusticia, la lucha de clases y las necesidades cotidianas de la gente, desde donde se deriva la acción.
3. La represión sobre el terreno y la represión digital revelan los mecanismos de control modernos, pero también refuerzan la conciencia de la resistencia digital
El movimiento juvenil en Marruecos no fue una mera ola de protestas pacíficas que se enfrentó al discurso político o a las promesas de reforma; desde el primer momento se trató como una amenaza existencial para el régimen, lo que se reflejó en la dura represión sobre el terreno a la que se enfrentaron los jóvenes. Las fuerzas de seguridad utilizaron munición real en algunas zonas —especialmente en Lqliâa, cerca de Agadir, donde cayeron mártires por las balas de la gendarmería— junto con gases lacrimógenos, palizas con porras, persecuciones nocturnas y la detención de cientos de personas, en su mayoría menores de edad. Esta represión no fue una reacción descontrolada, sino una política calculada destinada a aterrorizar a toda una generación y quebrantar su voluntad antes de que su conciencia organizativa pudiera echar raíces. La represión sobre el terreno se acompañó de un método sistemático de aislamiento de las zonas conflictivas mediante controles de seguridad, acordonamiento de barrios populares y bloqueo de carreteras para impedir que los manifestantes se desplazaran entre ciudades. Se recurrió a detenciones masivas para vaciar las calles. Lo más importante es que las autoridades se centraron en los jóvenes y los menores, ya que eran la columna vertebral del movimiento, lo que revelaba su conciencia de que el verdadero peligro proviene de esta nueva generación que no teme a la calle y posee herramientas de organización digital resistentes a la contención.
Esta cara cruda de la represión sobre el terreno coincidió con una cara digital más suave. La detención digital y el asesinato digital son mecanismos paralelos que se dirigen a la esfera online del movimiento. Se eliminaron cuentas, se bloquearon contenidos y se restringió el acceso a los debates en grupo en un intento de separar la calle de la esfera digital que la alimentaba. Así, vimos a las autoridades practicar una «doble represión»: en la calle con porras y balas, y en la red mediante algoritmos y la limitación de las plataformas.
Pero lo que las autoridades no esperaban es que esta represión, en lugar de detener el movimiento, reforzara la conciencia de la resistencia tanto digital como sobre el terreno. En la calle, los jóvenes inventaron nuevas formas de reunión: manifestaciones nocturnas móviles, confianza en pequeños grupos en lugar de grandes marchas y uso de los barrios como espacios para protestas localizadas. Esta táctica dificultó a la policía aplastar el movimiento de un solo golpe y abrió posibilidades para la organización local de base. En la esfera digital, el debate pasó rápidamente de las cuentas bloqueadas a otras alternativas y a plataformas más seguras, con un uso generalizado de VPN y cifrado.
La represión sobre el terreno reveló los límites del sistema autoritario, ya que ya no se enfrentaba solo a una multitud enfurecida, sino a una generación digital capaz de adaptarse. Con cada intento de represión, los jóvenes reproducían su organización de forma más flexible y desarrollaban la conciencia de que la lucha con el Estado no es parcial, sino integral, y se dirige tanto al cuerpo en la calle como a la conciencia en la red. Aquí aparece la esencia de lo que la Izquierda Electrónica denomina la «lucha de clases digital», donde las herramientas modernas de represión se enfrentan a las clásicas.
Ha quedado claro que el control de la calle no puede separarse del control de la esfera digital, y que cuando el Estado dispara balas contra los cuerpos, simultáneamente bloquea cuentas. Pero la resistencia también se desarrolla en ambos vectores: en la calle, ampliando las tácticas populares sobre el terreno, y en la red, inventando herramientas de protección y formas alternativas de organización. Esta interacción entre el terreno y lo digital abre un horizonte real para que la Izquierda Electrónica desarrolle un proyecto internacionalista para liberar tanto a la humanidad como a la tecnología. La capacidad de trascender la represión digital refleja una creciente conciencia política de la necesidad de controlar las herramientas y construir tecnologías alternativas progresistas de izquierda, en lugar de dejarlas totalmente en manos de empresas capitalistas monopolísticas y Estados autoritarios.
4. Transformar la energía espontánea de los jóvenes en un proyecto emancipador radical y organizado
A pesar de la fuerza de este modelo, los retos siguen siendo importantes. La ausencia de una coordinación central puede convertirse en una debilidad si no se cristaliza una visión estratégica a largo plazo. Más importante aún, las demandas parciales deben vincularse a un horizonte emancipador integral para que el movimiento no se quede en el ámbito de las meras reformas. Aquí surge la necesidad de organizar una izquierda electrónica con base real como una corriente intelectual y organizativa que trabaje para convertir la energía espontánea en un proyecto político emancipador que una la lucha digital y la lucha sobre el terreno, vincule las demandas inmediatas a una visión socialista radical y se base en un terreno común amplio e inclusivo que construya amplias alianzas para lograr un cambio transformador.
Este movimiento juvenil y de masas refleja claramente el espíritu de una izquierda abierta que rechaza el autoaislamiento dentro de los círculos de élite y trabaja para abrir múltiples foros de debate y acción conjunta. En los espacios de debate digital no había ni un guardián ideológico ni una jerarquía excesiva, sino discusiones libres, múltiples voces y libertad para proponer ideas. Lo que se consolidó, se mantuvo y se tradujo en acción política fueron aquellos puntos que afectaban a la vida de las personas. Aquí se hace realidad el verdadero significado de la democracia participativa de base: la organización colectiva se convierte en una herramienta para unificar los esfuerzos en torno a lo que sirve a las masas, no a lo que complace a los intelectuales de élite. Esta orientación abre una oportunidad histórica para que la izquierda se renueve, con la condición de que abandone la tendencia a monopolizar el pensamiento y la cultura de la división que la ha paralizado durante tanto tiempo.
Las mujeres y los hombres jóvenes enviaron un mensaje claro: no esperaremos soluciones impuestas desde arriba, ni nos distraerán disputas estériles. Construiremos nuestro trabajo en torno a cuestiones que importan a la vida cotidiana de las personas. Esta conciencia dialéctica práctica da fuerza al movimiento y le permite extenderse y expandirse. A los trabajadores manuales y mentales no les preocupa principalmente si el texto canónico es de Marx, Lenin, Trotsky, Mao u otros —a pesar de su gran papel histórico en el pensamiento humano—, sino encontrar un hospital debidamente equipado, una escuela respetable, una oportunidad de trabajo, igualdad y dignidad en la vida cotidiana, lejos de la corrupción y el autoritarismo. Estos son los puntos comunes que formaron el punto de encuentro, y pueden convertirse en la base para que la izquierda construya un proyecto emancipador radical que trascienda la situación actual y recupere su papel como herramienta de cambio hacia la liberación socialista.
5. De la red a la calle… horizontes de una izquierda renovada
Es importante destacar que la Izquierda Electrónica no se presenta como un sustituto de las fuerzas históricas de la izquierda ni de las experiencias organizativas que han acumulado enormes luchas en todos los ámbitos a lo largo de décadas. Más bien, las continúa, desarrolla y complementa, añadiendo una nueva dimensión a las herramientas políticas, organizativas e intelectuales utilizadas por la izquierda en su larga y compleja batalla contra el capitalismo y el autoritarismo. Lo que la distingue es que responde a una nueva realidad configurada por la revolución digital, en la que las herramientas de lucha se han ampliado para incluir la esfera digital, las plataformas y las redes que controlan la conciencia de masas y dirigen la trayectoria del debate público.
Por lo tanto, no niega el papel de los partidos de izquierda, los sindicatos y los movimientos sociales existentes, sino que les pide que innoven y se renueven, que integren la dimensión digital en sus estrategias organizativas y políticas, y que superen la rigidez burocrática y el cierre ideológico. El reto al que se enfrenta hoy la izquierda no es solo hacer frente al capitalismo tradicional y a los regímenes autoritarios, sino también al capitalismo digital, que ha reproducido el control de clase en formas más suaves y ocultas, a través de los datos, los algoritmos y la vigilancia digital omnipresente.
Lo que los jóvenes crearon en Marruecos es un llamamiento explícito y urgente a todas las fuerzas de la izquierda. La organización política ya no es una opción única, sino que debe ser multiplataforma, abierta, flexible y transparente, y manejar con inteligencia las herramientas de la era digital. Esta visión complementaria no significa abandonar las estructuras clásicas que han acumulado una historia de lucha de clases, sino reconstruirlas de forma horizontal y flexible para estar más cerca de las masas y ser capaces de responder rápidamente, especialmente con las generaciones más jóvenes. La experiencia de la juventud marroquí es un ejemplo vivo a través de la innovación de formaciones digitales en red eficaces, pero esto no elimina la urgente necesidad de marcos políticos, organizativos y sindicales capaces de proteger estas energías, guiar las protestas y convertirlas en logros duraderos.
Esto requiere lograr una integración dialéctica entre lo antiguo y lo nuevo: entre la lucha sobre el terreno y el impulso digital; entre la experiencia histórica de la izquierda y la audacia y flexibilidad que aporta la generación digital. Esta dialéctica entre continuidad y renovación puede otorgar a la izquierda actual la posibilidad de resurgir, tanto a nivel local en el Sur Global como a nivel mundial en general. Por lo tanto, la Izquierda Electrónica es un llamamiento a renovar todo el proyecto de la izquierda —desarrollando y actualizando sus herramientas organizativas, políticas, intelectuales, digitales y técnicas, entre otras— junto con el trabajo conjunto y las alianzas basadas en puntos de encuentro esenciales. También subraya la necesidad de reforzar el papel de liderazgo de los jóvenes dentro de las organizaciones de izquierda, garantizando la renovación intelectual y organizativa y abriendo un espacio para que sus energías creativas y siempre renovadas estén en el centro de la toma de decisiones y del trabajo militante. Y refuerza la relación de la izquierda con las vidas de los trabajadores pobres y las generaciones más jóvenes en una época de hegemonía capitalista y autoritarismo. El futuro pertenece a la izquierda que entiende que el ámbito de la lucha de clases hoy en día se extiende desde las profundidades de la calle hasta el punto más lejano de la esfera digital. El movimiento Gen Z 212 ha demostrado que la relación entre las fuerzas de izquierda y las generaciones más jóvenes solo puede desarrollarse y arraigarse integrando la lucha sobre el terreno con herramientas de organización digital y nuevas formas de organización y discurso político. Es una lección no solo para los queridos compañeros de la izquierda y las fuerzas progresistas de Marruecos, sino para la izquierda global en su conjunto.
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Notas:
- Generación Z: la generación nacida entre mediados de la década de 1990 y la segunda década del siglo XXI; criada en un entorno digital, utiliza la tecnología y las redes sociales como parte esencial de su vida cotidiana y fusiona el mundo físico y el virtual, lo que la hace más capaz de movilizarse y organizarse a través de la esfera digital.
- ** «La izquierda electrónica» es una corriente de izquierda moderna que busca desarrollar las herramientas, el discurso y los mecanismos organizativos de la izquierda tradicional mediante el empleo de la tecnología digital y la esfera en red en la organización, el debate y la movilización. No se presenta como un sustituto de las fuerzas históricas de la izquierda, sino que las complementa y desarrolla, abogando por la integración de las plataformas digitales y la democracia participativa con la lucha sobre el terreno, con el fin de vincular las cuestiones teóricas con las necesidades cotidianas de las masas trabajadoras pobres.
Toda nuestra solidaridad con las mujeres jóvenes, los hombres jóvenes y las masas trabajadoras de Marruecos que se enfrentan a la represión y la marginación con conciencia y valentía, y que luchan por una vida digna y una justicia social genuina. Y toda nuestra solidaridad con las fuerzas izquierdistas, progresistas, sindicales y de derechos humanos marroquíes que están del lado del pueblo, defendiendo sus derechos, su libertad de organización y expresión, y los valores de justicia e igualdad.
Fuente:. Z, 5 de octubre de 2025 (https://znetwork.org/znetarticle/gen-z-212-and-youth-protests-in-morocco-from-the-digital-sphere-to-the-street/)