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Las conversaciones climáticas de París: un punto de vista nepalí

Shail Shrestha

Antes de las reuniones del COP21en París nunca había participado en una negociación internacional de ningún tipo. Quizá como resultado, participé en el evento sin ideas preconcebidas. Basándome en mis experiencias en las conversaciones, he llevado de vuelta a Nepal nuevas y a veces alarmantes visiones que me guiarán en mi constante activismo por la justicia y el cambio climático.

Lo que me resultó más perturbador en París fue la generalizada expectativa -y dependencia- de donaciones extranjeras para la adaptación al cambio climático. Esta es, creo, la simple razón por la que muy probablemente fracasaremos al poner en marcha las medidas necesarias para prepararnos para el cambio climático. En particular, los líderes de las campañas de justicia climática piden fondos para los Países Menos Desarrollados (PMD) que asegurarían la continuación de los sistemas económico y social existentes. Esto sirve a los intereses de los ricos que no quieren ningún cambio fundamental. Sin embargo, un cambio fundamental es en realidad esencial para conseguir un mundo sostenible y más justo.

En el marco de París hay roles predefinidos para cada país -determinados por su estatus como País Desarrollado, País en Vías de Desarrollo y PMD- que están basados en definiciones de desarrollo culturalmente tendenciosas. Estas definiciones básicamente dan por supuesto que la industrialización es fundamental para el desarrollo. No se reconocen las contribuciones históricas de los PMD, mediante sus culturas tradicionales, a la conservación de recursos y áreas naturales. Estas tradiciones se consideran por tanto que no tienen ningún valor económico. El foco principal sobre el desarrollo económico al estilo occidental rige lo que realmente sucede en las conferencias climáticas de la ONU.

Es más, los EEUU y otros países desarrollados son las fuentes de financiación potenciales para los cambios que los PMD deben hacer para adaptarse al cambio climático. Esto hace que los PMD sean aún más dependientes de los países desarrollados de lo que ya son. Esto no deja espacio para que ideas de los PMD se difundan en los países desarrollados. Y como países pedigüeños, los PMD deben contenerse en sus críticas a las políticas de los países donantes.

Cuando se miden con respecto a los objetivos de un desarrollo sostenible, la mayor parte de los PMD están ya cerca de un modo de vida sostenible. Esto, sin embargo, se opone a la presunción de que el crecimiento del PIB es esencial. A los PMD se les fuerza al paradigma industrial, les guste o no.

Las definiciones de la ONU de «desarrollado» y PMD» se basan principalmente en la intensidad en el uso de recursos, y este es un problema fundamental en sí mismo. Necesitamos nuevos términos para categorizar a los países por su nivel de sostenibilidad, en los que la extracción de recursos y el consumo ya no se sumen a las mediciones de salud económica, sino que se resten. Mientras las evaluaciones basadas en el PIB animan a un consumo aún mayor de recursos naturales, hay mejores varas de medir, como la Felicidad Nacional Bruta, que evalúa a los países sobre la base del bienestar real de sus ciudadanos. Por desgracia, conceptos como este son completamente invisibles en COP21.

Por el contrario, las fuentes de energía -es decir, combustibles fósiles contra renovables- fueron el foco de atención, impidiendo a los delegados que reconociesen los efectos de una economía intensiva en el uso de energía y de explotación de recursos que se supone es el único medio para conseguir prosperidad. En general, las discusiones tuvieron poco en cuenta los beneficios que se pueden conseguir reduciendo el consumo. No importa que fuente de energía use tu lavadora mientras la sigas usando para lavar tu ropa y al mismo tiempo hagas ejercicio durante horas en otra máquina o te sientes en una sauna para sudar. La intensidad de energía de la vida «moderna» lleva a un consumo excesivo de energía y a enormes emisiones de gases de efecto invernadero.

Transferencia de tecnología al Sur contra Transferencia Cultural al Norte

Todos los países, especialmente los del Sur, ven el aumento del consumo de energía como el único camino a la prosperidad. Esto implica abandonar modos tradicionales de vida, sostenibles, que evolucionaron durante siglos de sabiduría legada de generación en generación. Esta sabiduría acumulada es hoy ignorada y menospreciada como «vías subdesarrolladas» o «las vías de los pobres».

La transferencia de tecnología del Norte al Sur ha sido vista durante mucho tiempo como la vía para una vida mejor en las regiones menos desarrolladas del mundo. Pero incluso la mejor y más sostenible tecnología propuesta en París haría que Nepal fuese menos sostenible que lo es hoy, llevándonos por tanto en la dirección equivocada. De hecho, la transferencia cultural del Sur al Norte llevaría a ambos en una dirección más sostenible. En las sociedades tradicionales la eficiencia energética es muy valorada, y la conservación se considera más importante que la comodidad.

En última instancia, la necesidad de cambio es mayor en el Norte que en el Sur. El cambio hacia modos más sostenibles de vida -en los que el desarrollo y el crecimiento se vuelven menos importantes que la conservación y la sostenibilidad- no se conseguirán sin un cambio en las aspiraciones y una redefinición del modelo de desarrollo en todo el mundo.

Al asistir a las discusiones en diferentes niveles en París, también tuve una sensación de división entre los objetivos de los gobiernos locales (que están mejor conectados con los movimientos que se producen a su alrededor) y los gobiernos nacionales (que se centran cada vez más en el comercio mundial y otros acuerdos económicos). Los movimientos ciudadanos de todo el mundo que abogan por consumir menos se estrellan contra el sistema global: intentan cambiar el sistema al mismo tiempo que los gobiernos centrales rechazan aceptar que un cambio sistémico se ha convertido en algo esencial. Esto es especialmente cierto en el Sur global, que se ha vuelto dependiente cada vez a más niveles de la financiación y el comercio internacionales. El cambio sistémico no vendrá de decretos gubernamentales de arriba a abajo: los funcionarios gubernamentales no pueden mover la alfombra sobre la que están de pie.

En cambio, será necesaria la acción ciudadana, incluyendo una mayor participación a nivel local. Responder al cambio climático requiere un cambio fundamental en los sistemas de valores y pone en cuestión el significado mismo de «prosperidad». Este tipo de cambios son casi imposibles de organizar a escala internacional. Por el contrario, deben darse mediante la participación de toda clase de grupos en discusiones rigurosas a nivel local, regional y nacional.

En París, sin embargo, parecía que el debate subyacente fuese si había que centrarse en «salvar a la gente» o en «salvar las inversiones». En este sentido, la división entre la gente y sus gobiernos era más clara que la supuesta división entre Norte y Sur. La escala a la que estábamos intentando en el COP21 detener el cambio climático era tan grande que sentí que la agenda real era mantener el sistema actual frente al cambio climático.

Países como Nepal, que durante décadas han sido receptores de asistencia y asesoramiento económicos, tendrán que decidir sus propios caminos a la sostenibilidad. Los PMD deben prepararse para discutir los grandes cambios que serán necesarios para establecer una civilización ecológica basada en la justicia, estándares de vida modestos, sabiduría heredada, y tradiciones locales.

Traducción del inglés: Carlos Valmaseda

Fuente original: http://www.localfutures.org/climate-talks-a-nepali-view/

 

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