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El brillante Marx, el fiel Engels. Una amistad

Karl Marx y Friedrich Engels se conocieron en Colonia en noviembre de 1842, cuando este último visitó la redacción de la Rheinische Zeitung (la Gaceta Renana) y encontró a su joven director. Sin embargo el inicio de su sociedad teórica tendría lugar en 1844, en París.

A diferencia de Marx, Engels, hijo de un propietario de una industria textil, ya había tenido la oportunidad de viajar a Inglaterra, verificando en persona los efectos de la explotación capitalista en el proletariado. Su artículo sobre la crítica de la economía política, impreso en los Anales de Franco-Alemanes, despertó un gran interés en Marx, quien en ese momento decidió dedicar todas sus energías a esta disciplina. Los dos comenzaron una colaboración, teórica y política, que duraría el resto de sus vidas.

En 1845, cuando el gobierno francés expulsa a Marx debido a su militancia comunista, Engels lo siguió a Bruselas. Ese mismo año también apareció una de las pocas obras escritas en común, una crítica del idealismo de los jóvenes hegelianos, titulada La Sagrada Familia, y los dos redactaron un voluminoso manuscrito – La ideología alemana – que después dejaron a la "crítica roedora de los ratones". Posteriormente, en relación a los primeros movimientos de 1848, Marx y Engels publicaban el que se convertiría en el texto político más leído en la historia de la humanidad: El manifiesto del partido comunista.

En 1849, después de la derrota de la revolución, Marx se vio obligado a mudarse a Inglaterra y poco después Engels se reunió con él. El primero se instaló en Londres, mientras que el segundo se fue a trabajar a 300 kilómetros de distancia, a Manchester, donde comenzó a dirigir el negocio familiar. De 1850 a 1870, año en el que Engels retiró del negocio y pudo finalmente reunirse con su amigo en la capital británica, vio la luz el período más intenso en su correspondencia, debatiendo varias veces por semana sobre los principales acontecimientos políticos y económicos de la su tiempo. Gran parte de las 2.500 cartas intercambiadas entre ambos se remonta a este período de veinte años, a las cuales se han de añadir otras 1.500 enviadas a militantes e intelectuales de casi veinte países. Completa esta impresionante correspondencia unas 10.000 cartas enviadas a Marx y Engels por terceros y otras 6.000 cartas, de las cuales, aunque no se haya rastreado, existen certezas de su existencia. Se trata de un tesoro precioso que contienen ideas que a veces no se podían desarrollar completamente en sus escritos.

Pocas correspondencias del siglo XIX pueden presumir de referencias tan eruditas como las que surgen de las misivas de los dos revolucionarios comunistas. Marx leía en ocho idiomas y Engels llegó a dominar doce; sus cartas se distinguen por la alternancia de tantos idiomas utilizados y por las citas cultas, incluidas algunas en latín y griego antiguo. Los dos humanistas fueron también grandes amantes de la literatura. Marx conocía el teatro de Shakespeare de memoria y nunca se cansaba de hojear sus volúmenes de Esquilo, Dante y Balzac. Engels, que fue durante mucho tiempo el presidente del Instituto Schiller en Manchester, adoraba a Ariosto, Goethe y a Lessing. Junto al debate permanente sobre los eventos internacionales y las posibilidades revolucionarias, fueron numerosos los intercambios relacionados con los principales descubrimientos de la tecnología, la geología, la química, la física, las matemáticas y la antropología. Para Marx, Engels aseguraba la posibilidad de una indispensable confrontación de ideas, además de una voz crítica que debía ser consultada cada vez que se hacía necesaria la toma posición sobre un tema controvertido.

En algunos períodos, hubo una verdadera y propia división del trabajo entre ambos. De los 487 artículos firmados por Marx, entre 1851 y 1862, para el New York Tribune, el periódico más difundido en los Estados Unidos, casi la mitad fueron escritos por Engels. Marx narró al público estadounidense los eventos políticos más relevantes y las crisis económicas, mientras que Engels relató las muchas guerras en curso y sus posibles resultados. Al hacerlo, permitió que su amigo pudiera dedicar más tiempo a completar su investigación sobre economía.

Desde el punto de vista humano, su relación fue incluso más extraordinaria que la intelectual. Marx confió a Engels todas sus dificultades personales, comenzando con la terrible pobreza y los muchos problemas de salud que lo atormentaron durante décadas. Engels se prodigó con total abnegación para ayudar a su amigo y a su familia, haciendo siempre todo lo que pudiera estar a su alcance para garantizarles una existencia digna y para facilitarle que pudiera finalizar El Capital. Marx estaba constantemente agradecido por su ayuda, como muestra lo que escribiera una noche de agosto de 1867, minutos después de terminar la corrección de los borradores del libro I: "te debo solamente a ti que haya sido posible".

A partir de septiembre de 1864, la redacción de la obra maestra de Marx se había retrasado debido a su participación en las actividades de la Asociación Internacional de Trabajadores. Desde el principio había asumido buena parte de la carga que suponía su dirección, también Engels puso sus habilidades políticas al servicio de los trabajadores tan pronto como pudo. La noche del 18 de marzo de 1871, cuando tuvieron noticias de que "el asalto a los cielos" había tenido éxito y que la primera Comuna socialista de la historia de la humanidad había nacido en París, comprendieron que los tiempos podían cambiar más rápido que ellos mismos esperaban.

Incluso después de la muerte de la esposa de Marx en 1881, cuando los médicos le impusieron varios viajes lejos de Londres, para tratar de curar mejor sus enfermedades, no dejaron de escribirse. Usaban a menudo los sobrenombres afectivos con los que eran conocidos entre sus compañeros de lucha: el Moro y el General: Marx por el color negro tanto de la barba como del cabello y Engels por su gran experiencia en estrategia militar.

Poco antes de su muerte, Marx pidió a su hija Eleanor que le recordara a Engels "hacer alguna cosa" con sus manuscritos inconclusos. Respetó su voluntad e inmediatamente después de esa tarde de marzo de 1883, cuando lo vio por última vez, emprendió un trabajo ciclópeo. Engels sobrevivió 12 años a Marx, empleando la mayoría de estos en preparar para la publicación las notas y los apuntes de los libros II y III de El Capital que su amigo no pudo completar.

En ese periodo de su vida echó en falta muchas de las cosas de Marx, entre ellas, su continuo intercambio epistolar. Engels catalogó cuidadosamente sus cartas, recordando los años en que, fumando una pipa, solía redactar una por noche. Las releía a menudo, en ocasiones con un poco de melancolía, recordando aquellos momentos de su juventud en los que, riéndose el uno al otro, se esforzaban en predecir dónde podría estallar la próxima revolución. Sin embargo, nunca abandonó la certeza de que muchos otros continuarían su trabajo teórico y que en todos los rincones del mundo millones de personas continuarían luchando por la emancipación de las clases subalternas.

Fuente: Original publicado en italiano en el diario Corriere della sera el 4 de marzo de 2018.

Traducción del italiano de Nando Zamorano.

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