Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Sobre la construcción del Partido Socialista Unido

Amilcar Jesús Figueroa Salazar

Por: Diputado Amilcar Jesús Figueroa Salazar

Doce días después del contundente triunfo electoral del 3 de diciembre de 2006, Hugo Chávez (Presidente re-electo), hace el histórico llamado a la conformación del Partido Único de los revolucionarios de Venezuela. Se parte de la premisa justa que enrumbándose nuestro proceso hacia una nueva etapa, y arrastrando esa especie de déficit en cuanto a no haber poseído hasta la fecha un verdadero instrumento de dirección que permita el ejercicio de la voluntad colectiva en un mismo sentido, las nuevas circunstancias reclaman su conformación urgente. Pero aun partiendo de un postulado correcto, tal planteamiento ha generado el más amplio debate de ideas y posiciones que hasta el presente haya sostenido a su interior la Revolución Bolivariana. No podría suponerse cosa distinta no habiéndose abordado en forma previa la unificación de criterios en torno a temas tan candentes como: el modelo de construcción social que se está proponiendo, (el llamado Socialismo del Siglo XXI); la estrategia de conformación de la Patria Grande; o el carácter o naturaleza del partido mismo a construir.

Han surgido entonces muchas posiciones no necesariamente siendo la motivación ideológica la que priva en la mayoría; pero de cualquier manera, esperemos que ese debate -si se canaliza y/ o procesa correctamente- sirva para enriquecer y fortalecer esta Revolución. En ese sentido, procedemos a apuntar algunas consideraciones.

Viejas discusiones, nuevos actores.

No pocas cuartillas se han emborronado en la historia del movimiento revolucionario internacional acerca de si el partido que promueve los cambios ha de ser un partido de masas o de cuadros. Por ese tema se dividieron los revolucionarios rusos en su momento. De ahí en adelante, en distintas circunstancias se ha replanteado tal polémica que a la vez ha aparecido vinculada a la concepción que acerca del Estado han profesado quienes terciaron en ella.
Una síntesis del partido como instrumento especializado de dirección nos la ofrece, por ejemplo, Gramsci cuando plantea:… «el partido debe continuar siendo el órgano de educación comunista, el hogar de la fe, el depositario de la doctrina, el poder supremo que armoniza y que conduce hacia la meta las fuerzas organizadas y disciplinadas de la clase obrera y del campesinado. Precisamente para desarrollar rígidamente esa su misión el partido no puede abrir de par en par las puertas a la invasión de nuevos adherentes no acostumbrados al ejercicio de la responsabilidad y de la disciplina”.
Ahora bien, en este pronunciamiento claro de Gramsci a favor del partido «como vanguardia» están definidas dos cuestiones de suma importancia: 1.- el carácter comunista de la revolución y 2.- la alianza obrero campesina como el motor del cambio. Aparte de ello, habría que tomar en cuenta un tercer problema: las circunstancias históricas en que le tocó actuar al excelente teórico italiano.

Estos tres aspectos debemos revisarlos en las circunstancias venezolanas.

Se trata hoy de conformar un partido cuyo imaginario en buena medida sigue en construcción. Le corresponde desempeñarse sobre las realidades de los albores del tercer milenio y en un país que no transitó, como hemos señalado en muchas oportunidades, un camino clásico en su desarrollo capitalista, por tanto, su composición social es particular y ello determina características específicas del bloque histórico interesado en el cambio revolucionario, más allá de la clase obrera y el campesinado. Pero a la vez, un país cuya contradicción principal a lo largo de más de un siglo ha sido con el imperialismo norteamericano y a consecuencia de ello existen inmensas tareas nacionales por adelantar. Por lo demás, -y esto no es menos importante-en un proceso de cambios que se ha desarrollado, ampliado y recreado en el ámbito de la democracia.
Tal vez esta última circunstancia es la que lleva al profesor Bilbao en su exposición ante el I Congreso Comunal de Caracas a pronunciarse en los siguientes términos:
“Los partidos de masas en gestación -se refiere a gran parte de los países de América Latina constituyen el escenario privilegiado en el que se deberá actuar con lucidez y energía”.(Luis Bilbao: Teoría y Práctica del Partido Revolucionario, Marzo 2007)
En el Teresa Carreño, en ocasión de juramentar los primeros (2390) propulsores del PSUV, el Cte. Chávez direcciona esta controversia teórico-práctica al definir claramente que la propuesta hoy es un partido de masas que genere los cuadros que el proceso requiere. Pero una polémica aún más candente ha girado siempre en torno a si la Revolución la dirige un Partido de la «clase Obrera», o si más bien es un Partido policlasista. En el caso venezolano -ya hemos examinado en otros momentos- tanto por la naturaleza de su economía misma, de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción dentro de un proceso histórico en que la clase obrera tiene un escaso desarrollo, correspondería entonces examinar el papel que le toca jugar a cada uno de los factores que componen el «bloque histórico» del cambioii; para de esta forma tener claro hacia dónde dirigiremos la hegemonía del proceso.

Entramado social, edificación socialista y partido revolucionario.

El Cte. Chávez ha dicho que todo militante del Partido Socialista Unido, incluidos aquellos que ejercieran funciones dirigenciales, debe hacer vida política en un organismo social. Esta idea es absolutamente justa, ya que la historia ha probado hasta la saciedad que se tiende a producir un cierto divorcio entre organismos sociales, la militancia política y quienes ocupan puestos de jerarquía. Es necesario entonces que los militantes vivan, se nutran de los problemas de la cotidianidad y en ello debe contribuir grandemente compartir las labores de los organismos que constituyen la base del entramado social. Mao Tse Tung abordó en su momento con mucha claridad este tema. En ese sentido, se plantea como tarea de primer orden seguir profundizando en la construcción de la organización social, particularmente en la conformación y fortalecimiento de los Consejos Comunales organismos en los cuales han de converger todas las instancias de la vida social, y que en definitiva vendría a ser el epicentro del Poder Popular. Ahora bien, la importancia misma del trabajo, de la línea social y de su desarrollo, nos debe llevar a una revisión que nos de cuenta de cuál es el punto donde nos encontramos respecto a tales construcciones.

Consejos Comunales, Poder popular y Partido Socialista Unido.

La Revolución Bolivariana en el poder ha desarrollado una constante búsqueda por construir su entramado social que le permita sembrarse abajo en forma definitiva, en la base de la sociedad. En efecto, Círculos Bolivarianos, Unidades de Batalla Electorales, Consejos Locales de Planificación Pública, etc, han sido esfuerzos por dotar de organicidad a ese gran sentimiento revolucionario que abrazó a la mayoría de la nación venezolana al influjo del despertar provocado por los sucesivos febreros; a ello habría que añadirles estructuras como los Comités de Tierra Urbana, los Comités de Salud, las Mesas Técnicas de Agua, cuya condición de instrumentos constituidos para respuestas específicas, les han permitido jugar un rol trascendente en el proceso de organizar y/o movilizar al pueblo tras determinados objetivos. Todas estas experiencias se suman a muchas organizaciones locales de mayor o menor desarrollo que a lo largo de los últimos años, en algunos casos de varios lustros, han nacido por todo el territorio nacional. Pareciera entonces que desde la perspectiva organización social, la revolución venezolana tiene resuelto el problema y hasta el presente ésta ha sido una de las mayores fortalezas del proceso; pero la experiencia histórica nos enseña varias cosas, a saber:
-Muchas organizaciones sociales o no responden a metas a largo plazo, o en su propia concepción se han impuesto elementos oportunistas que las transformaron en experiencias cuya fortaleza se vuelve transitoria.
-Las Revoluciones en el poder han liquidado su propia construcción social cuando el (los) partido (s) o el Estado han secuestrado las organizaciones amplias. El caso de la Revolución Bolchevique pudiera ser tal vez uno de los más ilustrativos. La fuerza participativa de la consigna TODO EL PODER A LOS SOVIETS se pierde en el tiempo cuando estos dejan de ser organismos que responden a los intereses de soldados, obreros y campesinos y en alguna medida empieza un proceso de hipoteca de sus intereses de clase a los intereses del «Partido».
Es bueno que profundicemos en este ejemplo, porque a nuestro juicio los soviets, en su etapa de formación, son un antecedente válido de ejercicio de la democracia participativa, de la democracia directa. Con el lanzamiento de los Consejos Comunales, la Revolución Bolivariana ha tenido su oportunidad histórica de consolidar eso que se ha dado en llamar el PODER POPULAR, pero todo seguirá dependiendo de la orientación que prive en el impulso de los mismos. El hecho de haberse promulgado la ley en momentos cuando entrábamos en una fase de implementación de la actividad electoral pudo desviar, en alguna medida, el carácter estratégico de esta construcción y desvirtuar el rol implícito en su definición: «Los consejos comunales en el marco constitucional de la democracia participativa y protagónica, son instancias de participación, articulación e integración entre las diversas organizaciones comunitarias, grupos sociales y los ciudadanos y ciudadanas, que permiten al pueblo organizado ejercer directamente la gestión de las políticas públicas y proyectos orientados a responder a las necesidades y aspiraciones de las comunidades en la construcción de una sociedad de equidad y justicia social»(Artículo 2 de la Ley de los Consejos Comunales). Podemos afirmar, siendo autocríticos, que se trabajó en muchos casos con una mentalidad electoralista-clientelar y menos con la visión que estamos ante un instrumento estratégico llamado a ser garante de la profundización y perpetuidad de la Revolución. Hoy, cuando se ha iniciado el proceso de conformación del PSUV, cuando debemos abocarnos a propulsarlo, hacemos un llamado de atención para que no liquidemos las construcciones que nosotros mismos hemos generado; todo lo contrario, el partido debe nacer en los Consejos Comunales; el proceso de constitución de estos no debe interrumpirse y estar atentos en cuanto a que la facultad administrativa que el Estado Revolucionario les ha dado, no introduzca esa especie de perversión en el sentido de que se creen nuevos Consejos sólo con el propósito de manejar los recursos asignados y no para lo que fueron concebidos: una función integral en la gestación de un verdadero Poder Popular. De tal forma, la construcción del entramado social de la revolución, no es cosa distinta ni a la conformación del Partido, ni a la edificación de la Sociedad Socialista.

Partido Revolucionario y «saber colectivo».

Volvemos a Gramsci, a fin de precisar nuestra convicción de que sólo a través de la construcción colectiva de un nuevo «saber» es lo que en definitiva nos conducirá por un camino cierto. De tal forma, la elaboración de la línea política, del proyecto nacional ha de ser tarea de todo el partido; por eso su afirmación: … «llegar conjuntamente a la verdad es lo que constituye una acción comunista y revolucionaria»…(GRAMSCI, pág. 24). Lo anterior está íntimamente relacionado con el tipo de militante que queremos, donde el conocimiento juega un papel de primer orden. En efecto, las tareas que tiene la Revolución Bolivariana por delante implican la formación de militantes que no sólo apoyen en la mesa electoral o en la demostración de calle, por ejemplo. Se requiere que todos los militantes y en general todo nuestro pueblo posea un manejo profundo de la sociedad en que vivimos, un amplio conocimiento de su historia y del proyecto de cambio que construye y defiende. Sólo de esta forma podremos acometer con éxito la enorme tarea cultural que implica la transformación de la conciencia para que adquiera la cualidad revolucionaria. En este punto queremos señalar algo: se hace necesario superar esa especie de «desprecio por la teoría» que entre nosotros ha existido. Problema que viene afectando a la mayoría de nuestras instancias de dirección política. Particularmente nos ha asombrado siempre, a través de una década ya, la escasa elaboración política del CTN de V República y en general, la poca discusión teórica al interior del Partido. Por el contrario la vida política del Movimiento siempre fue excesivamente pragmática. El PSUV debe representar un salto de calidad en ese particular.

El problema del internacionalismo revolucionario.

Pareciera, ahora si, que están dadas las condiciones para que el sueño del Libertador de constituir una América Latina unida se materialice; pero ello tropezará con no pocos obstáculos y aquí juega un papel la acción militante. Tal como grandes contingentes de venezolanos se movilizaron por buena parte del continente durante la Guerra Nacional de Independencia; o como en tiempos más recientes nuestros combatientes internacionalistas como Carlos Aponte, Alí Gómez y tantos otros, lucharon con pundonor en otras regiones de la Patria Grande, el Partido que se está gestando debe educar a su militancia en las banderas del Internacionalismo Revolucionario para de esta forma prestar una contribución efectiva en las enormes tareas planteadas en Nuestra América. Rescatar el carácter continental de nuestra Revolución debe ser un principio definitorio en la presente etapa.

Problemas de la ética revolucionaria.

«La política es hoy la única actividad creadora. Es la realización
de un inmenso ideal humano.
La política se ennoblece, se dignifica, se eleva cuando es
revolucionaria.
Y la verdad de nuestra época es la revolución».

José Carlos Mariátegui

Hemos venido afirmando que uno de los mayores enemigos de nuestro proceso revolucionario está a lo interno del mismo, y tiene que ver con valores propios de la cultura de la sociedad burguesa, que se reproducen en unos casos y en otros nunca dejaron de existir. Siendo el más nocivo de ellos: la corrupción, en la cual aparecen involucrados no pocos funcionarios de Estado y que suele incrementarse en todos los momentos de bonanza petrolera que ha vivido nuestro país. Sostener una postura firme frente a este problema – más allá de las palabras- es la actitud que corresponde al Partido revolucionario. Pero no es sólo ese el problema, una serie de manifestaciones propias de lo que alguna vez se catalogó de «mentalidad petrolera» pululan hoy entre nosotros. De tal manera el Partido Socialista Unido, si aspira conformarse en un verdadero partido revolucionario deberá sostener una lucha constante contra el facilismo, el despilfarro, la indolencia respecto a los bienes públicos, la malversación en cualquiera de sus expresiones y una acción no menos intensa contra el oportunismo, el burocratismo, el amiguismo, el nepotismo y en general, todas las desviaciones que hemos proclamado combatir. Son cuestiones de la ética y en la política cuando es revolucionaria la ética cuenta. En general, la idea militante de la política tendrá que ver con «servir al pueblo» y no con lucrar de ella. Por lo demás, en las condiciones actuales de nuestra América, donde nuestra revolución vive la permanente agresión del imperialismo; el Partido tiene que ser un destacamento de combate. De tal suerte, el Partido debe ser celoso de que a sus instancias de dirección no lleguen individuos que hayan sido vacilantes o hayan incurrido en la traición y/o delación cuando pasamos por los momentos de confrontación, por ser estas actitudes no cónsonas con una conducta auténticamente revolucionaria.
Por último, estando conscientes de nuestras propias limitaciones, queremos involucrarnos en la más amplia y participativa discusión a fin de que la Revolución Bolivariana siga enriqueciendo su ideario y el Partido que construyamos salde cuentas con las prácticas incorrectas del pasado. Por lo demás, nos hemos propuesto hacer estas notas porque estamos persuadidos que construir la unidad del pueblo, construir el Partido Unido, no puede dejar de lado dos criterios:
1.- para el pueblo la unidad no debe divorciarse de la unidad ideológica,
2.- para el Partido es básica la unidad programática.

Por supuesto, quedan muchos temas por estudiar, reflexionar y que en un momento como el presente no pueden dejar de preocupar a los revolucionarios. Temas como:

-La naturaleza y el papel del Estado en la Sociedad de hoyiii.
-Los métodos de funcionamiento
-Los métodos de dirección
-Habiendo sido la alianza pueblo-ejército uno de los pilares de este proceso, ¿cómo queda la relación: ejército-partido, en adelante?

Patria Grande, Revolución Socialista o muerte!

iInicialmente fueron Martov y Lenin quienes aportaron elementos en uno u otro sentido.
ii Las dos polémicas citadas, que se manifestaron con vehemencia entre los teóricos internacionales, han tenido varias expresiones en la historia venezolana del Siglo XX. Recuérdese que la contradicción entre Rómulo Betancourt y los núcleos marxistas existentes en Venezuela, entre fines de los años 20 y durante las décadas del 30 y 40 del siglo pasado, giró exactamente sobre estos problemas. Betancourt sacó ventaja respecto al PCV al asumir un programa concreto de 5 puntos para la realidad nacional de la época, expuesto en el llamado «Plan de Barranquilla» y al construir un partido a lo largo y ancho de la geografía nacional que aplicó -sin proclamarlo- muchos de los principios leninistas de organización. Pero el carácter policlasista de su organización (y de su pensamiento) lo llevó a comprometerse muy rápidamente con la burguesía proimperialista que gradualmente ocupó el aparato estatal. Esta lección de la historia nos obliga a estar alertas porque, al lado de los grandes esfuerzos que hace el gobierno para impulsar la economía social, se ha gestado un embrión de nueva clase económica surgida a la sombra de nuestro proceso de hoy, que como hemos analizado en otros puntos, ya ha tendido puentes con la vieja oligarquía económica y que ocupa un lugar nada desestimable en el desenvolvimiento de la política y del Estado venezolano actual. Por lo demás, estamos convencidos de que en el caso de Betancourt, privaba en el fondo una visión anticomunista.
Otro momento de la vida política nacional cuando estos problemas fueron debatidos, correspondió al tiempo en que nacieron el MAS y la Causa R. Por su parte, el PRV se esforzó por construir una organización de cuadros revolucionarios.
iii Por viejos que pueda parecer, recomendamos releer: El Estado y la Revolución de Lenin y Sobre el tratamiento correcto de las Contradicciones en el seno del Pueblo de Mao.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *