Fernando de Valenzuela: Checoslovaquia y Karel Kosík
Gerard Marín
Nacido en España y crecido en Argentina, Fernando de Valenzuela ligó su vida a la cultura checa cuando se marchó a estudiar filosofía a la Universidad de Carlos de Praga a mediados de los sesenta. Allí, mientras se gestaba la Primavera, fue alumno de Karel Kosík y Jan Patocka, bajo cuya dirección terminaría doctorándose. Además de con ambos, trabaría una honda amistad con el escritor Milan Kundera. La obra de todos ellos, y de muchos más, como Jaroslav Hasek o Bohumil Hrabal, traduciría más tarde al castellano, a lo largo de los años. Sobre sus vivencias y experiencias en Checoslovaquia durante esa época, que novelaría recientemente en Un largo hilo verde, hablamos en esta entrevista, poniendo especial énfasis en su relación con Kosík.
1. Usted ha hablado de Karel Kosík, en distintas ocasiones, como uno de sus “profesores predilectos” en la universidad, en Praga, donde se marchó a estudiar filosofía gracias a una beca. ¿Durante qué período fue su alumno, y cómo eran sus clases? ¿Qué posición tenía entonces como filósofo en su país?
Desde que empecé la facultad, en el 66, hasta que terminé el doctorado, en el 72. A partir de entonces nos vimos casi todos los años en Praga y en dos o tres ocasiones lo invité a participar en el seminario de la Asociación de Periodistas Europeos sobre Europa Central, que yo dirigía en San Sebastián. Asistían cada año unas treinta personalidades destacadas: checas, eslovacas, polacas y húngaras, presidentes de la República, de los Gobiernos, ministros, directores de cine, intelectuales diversos y hasta algún premio nobel, pero Karel siempre fue la estrella de las sesiones. Oírlo pensar en voz alta siempre fue un espectáculo.
Kosík tenía por entonces cuarenta años, había llegado a lo más alto de la carrera académica, era uno de los intelectuales más influyentes del país, miembro de la Academia de Ciencias y del equipo de dirección del Diario Literario (Literarni Noviny) de la Unión de Escritores, un semanario que vendía más de cien mil ejemplares y cuya tirada se agotaba todos los jueves. Sus columnas sobre “Nuestra crisis actual” [1] arrancaban en la portada de Literarni Noviny, continuaban en las páginas interiores y marcaban la agenda del debate político nacional. Allí escribían los mejores intelectuales checos, entre otros su gran amigo – nuestro gran amigo – Milan Kundera.
strong>2. Más allá de su relación como alumno y profesor durante estos años, también ha expresado que con el tiempo se convertirían en buenos amigos. En un punto de su novela filosófica Un largo hilo verde, describe cómo en cierto momento Kosík tiene incluso una fotografía suya encima de su mesa de trabajo, en su altillo de la plaza del castillo de Praga. ¿Cómo se forjó tal relación con él? ¿Tuvo que ver en ello la militancia política? ¿Cómo era Kosík, en lo personal?
Lo de la foto es gracioso. Me la hizo en una plaza de Pontevedra un viejo fotógrafo ambulante de aquellos que llevaban un trípode de madera, disparaban con una cerilla el fogonazo del magnesio, revelaban la foto cubiertos por una misteriosa capa, la observaban con cara de admiración por el milagro oficiado y te la entregaban a cambio de unos pocos duros. Yo iba vestido con un uniforme militar que me quedaba un poco grande, una gorra que me iba más bien pequeña y todo el llamativo correaje de la infantería española, tan parecido a la indumentaria que, a principios del siglo pasado, llevaban los soldaditos del Imperio Austrohúngaro que, como el buen soldado Svejk, se esforzaban por servir lo menos posible al anciano emperador y a sus decrépitos familiares.
Creo que el parecido de su discípulo con el soldado Svejk – lo comentamos largo rato y nos reímos mucho – fue lo que más gracia le hizo y si puso la foto en su mesa fue para evitar los excesos de seriedad ontológica que con frecuencia nos afectan a los que estamos enamorados del saber. Como bien sabían Kosik y Svejk, la risa libera.
Nuestra relación se forjó a partir de muchas coincidencias en nuestras historias personales y en nuestras maneras de pensar. Los dos éramos de izquierdas, marxistas, rebeldes y revoltosos y a los dos nos parecía que la filosofía era la clave para hacer un mundo “poéticamente habitable”, que diría él.
Karel hablaba en un tono pausado, contaba lo que en ese mismo momento estaba pensando, le gustaba escuchar y preguntar. Me preguntaba por mi padre, un escritor gallego que había sido capitán de estado mayor del ejército republicano antes de ser instructor del maqui francés, luego condenado a muerte y más tarde exiliado en Argentina. Sus comentarios eran tan breves como: ”Todos somos exiliados”. Y Karel en efecto lo fue durante muchos años, lo fue sin necesidad de abandonar su patria. Llega un momento en la vida del hombre, que diría Jaroslav Hasek, en que uno ya ni sabe de cuantas patrias ha tenido que exiliarse.
Karel y yo coincidíamos en nuestra admiración por Hasek y su soldado Svejk. Coincidíamos en no compartir la imagen que del buen soldado tenía la mayoría de los checos, basada en las caricaturas del dibujante Lada, que lo representó como un soldado bajito y rechoncho, gracioso y bonachón.
Para nosotros era más bien un joven robusto y atlético, “de muslos poderosos”, como lo describe la señora Katy, una de las amantes del teniente primero Lukas, el superior directo de Svejk, quien le había encargado a su ayudante satisfacer hasta los menores deseos de la joven, atrincherada en la casa del teniente primero para evadir la persecución de su marido.
“¿Han sido muchos los deseos?”, le preguntó el teniente primero a Svejk en cuanto regresó a su domicilio. “Unos seis”. Esta sencilla frase de ocho letras deja perfectamente en claro cuál es la imagen que el autor tiene de su personaje, uno de los más destacados de la literatura del siglo XX, uno de los más destacados de la historia de la literatura. Karel y yo teníamos razón. (Ver Los destinos del buen soldado Svejk durante la guerra mundial, ed. Acantilado, pag. 202 y ss.)
La militancia política tiene que ver con todo. Como él decía, “no hay que olvidar que política viene del griego polis y no del inglés police«. En lo personal Karel era extraordinariamente discreto, ingenioso y encantador, tres cualidades que no siempre son fáciles de compaginar.
3. Profundizando en esta militancia, ¿cuál fue el lugar de Kosík en el proceso de renovación filosófica y política en los años inmediatamente anteriores a la Primevera de Praga? ¿Qué recepción tuvo en Europa Occidental?
El comienzo de la década de los cincuenta del pasado siglo fue una época clave para la evolución del pensamiento marxista. El estalinismo, hasta entonces indiscutido e indiscutible, que bajo el dominio de Stalin y Beria, del Politburó y la KGB, decidía lo que un filósofo marxista podía no solo decir sino también pensar, empieza a perder su poder absoluto. Es la época del XX Congreso del PCUS, organizado por Nikita Krushchov. La resistencia del estalinismo es feroz, las idas y vueltas son constantes. Es también la época de la invasión de Hungría. Pero lo cierto es que el estalinismo ya nunca volverá a ser lo que era, la intelectualidad rusa ha despertado de su letargo y, con ella, los intelectuales de los demás países del bloque.
Y, ¿dónde estaban las obras del joven Marx?, ¿donde estaban depositados los manuscritos (los Grundrisse) que habían servido de base a El Capital, mucho más ricos, más matizados, más ligados al pensamiento filosófico y a la herencia de Hegel? Las obras del joven Marx, obtenidas antes de la guerra o después de ella por los soviéticos en las bibliotecas de las universidades alemanas estaban en poder de la Academia de Ciencias soviética, como textos ideológicamente peligrosos, fuera del alcance de los investigadores.
Pero en ese momento cae oficialmente el estalinismo. Y es precisamente en ese momento, cuando Karel llega a Moscú. A una universidad donde naturalmente se plantea la necesidad de una revisión no estalinista de la obra de Marx sobre la base de todos sus textos.
La obra de Kosik recibe el inmediato reconocimiento de los marxistas italianos y franceses, donde las ideas de Marx están ligadas a la cultura antifascista y antiautoritaria de la resistencia, y Karel se convierte en un referente de la renovación del pensamiento de la izquierda.
4. Algunos historiadores han considerado que la generación de Kosík, muchos miembros de la cual veinte años antes de la Primavera de Praga habían celebrado la llegada del socialismo “que vino del frío”, se revuelta en cierto modo contra sí misma en 1968. En un libro de entrevistas publicado este mismo año, Antonin J. Liehm y Kosík hablan de las dificultades intelectuales y morales que supone el tránsito de una visión del mundo a otra en oposición. A partir de 1948, Kosík se mantiene en general a favor filosófica y políticamente del régimen establecido, hasta el punto de escribir públicamente a favor del proceso Slanský y de participar de actividades de rechazo a la figura de Masaryk tan tarde como en 1954. Pese a que en los últimos años de su vida reflexionará en público, en profundidad, sobre su niñez o su militancia adolescente en la resistencia antinazi, no me consta que haga lo mismo sobre esta otra parte de su vida. ¿Podría explicarnos qué visión tenía, en el tiempo en que le conoció, de aquella parte de sí mismo y cómo se relacionaba íntimamente con ella?
Liehm, Kundera y Kosik fueron militantes comunistas en su juventud y no se avergonzaban ni tenían motivos para avergonzarse de ello. Y no hay tampoco motivos para reprochárselo. Entre otras cosas porque ninguno de los tres fue de los que se sumaron a la primavera de Praga; los tres fueron de los que la idearon, la prepararon y la hicieron posible, y eso lo hicieron durante el estalinismo. Y ningún estalinismo, ni el descerebrado estalinismo residual de Novotny ni el de Husak es, precisamente, un juego de niños. Lo contrario sería como reprocharle a Dubcek no haber expresado todas sus ideas con claridad cinco años antes. Si lo hubiese hecho no hubiera habido primavera de Praga, al menos no tal como la hemos conocido. Y sin la primavera de Praga no se hubiera puesto de manifiesto la gravedad de la crisis civilizatoria por la que atraviesa la sociedad moderna ni la posibilidad y la urgencia de evitar el diluvio que viene (ver Karel Kosik, Reflexiones antediluvianas, Ed. Itaca).
5. En relación a esto, en las reflexiones de Kosík a partir de 1956 el Partido había visto disminuir paulatinamente su peso hasta llegar a desaparecer como palabra en Dialéctica de lo concreto, de 1963. Y parece que más tarde, después de la reinstauración del capitalismo de mercado en su país, tampoco volvería a contar con él. Sin embargo durante la Primavera de Praga vuelve al Partido y, entre 1968 y 1969 llega a desempeñar, incluso, un “cargo directivo” político, en el Comité Central. ¿Qué esperaba del Partido y de su participación en él con respecto a la revolución? Y, ya que la mencionaba anteriormente, ¿qué visión terminaría por desarrollar sobre la Primavera de Praga? Aparentemente, pese a que, en una conversación con usted, en 1993, Kosík afirmaba sentirse como esos revolucionarios checos “que, después del levantamiento de 1848, ya no fueron capaces de asimilar la nueva situación” y “se convirtieron en personajes pintorescos cuya única referencia era la revolución de 1848”, lo cierto es que nunca dejó de destacar “las posibilidades que entonces se abrieron”, un “valor permanente” [2].
Karel no volvió al partido. El nuevo partido de Dubcek anuló su expulsión, le ofreció un puesto en su comité central y organizó la resistencia de una sociedad desarmada contra la ocupación soviética. Los soldados del Pacto de Varsovia eran muchos más de medio millón, estaban armados hasta los dientes y, efectivamente, Karel ya no vio concretarse las posibilidades enormes que se habían abierto. Yo tampoco, pero eso no las hace menos ciertas ni menos actuales, si acaso más.
6. ¿Cómo, en relación a todo esto, podía considerarse Kosík un “bolchevique liberal”, según escribe usted en Un largo hilo verde que se describía a sí mismo?
Efectivamente, fue un bolchevique liberal. Muy liberal, nunca neoliberal.
7. En los años que siguen a la invasión soviética de 1968, Kosík es expulsado del Partido Comunista y de la universidad. Además, se le prohíbe publicar y recibir ayuda del exterior, sus libros son apartados de librerías y bibliotecas y, posteriormente, es sometido a vigilancia, interrogatorios y les son sustraídos escritos manuscritos. Pese a ello, en el diálogo con usted mencionado de 1993 se lee que seguía intentando organizar la oposición contra el régimen, algo que también puede verse en algunas páginas de Un largo hilo verde. ¿Cómo vivió toda esta situación? ¿Qué oposición trataba de animar Kosík?
Para el régimen de Husak y su policía política Kosik siempre fue el enemigo más temido y más odiado. Si decía algo era porque lo decía, si no lo decía era porque lo ocultaba: toda excusa era buena para un interrogatorio policial. Le secuestraron los manuscritos de un libro que estaba preparando (que se iba a llamar El supercapital) y se los retuvieron tanto tiempo que cuando consiguió – con la ayuda de Sartre y otros grandes intelectuales europeos – que se los devolvieran, ya ni él mismo estaba de acuerdo con lo que decían, como me dijo una vez entre amargas risas. La oposición que él intentó organizar – y puso mucho empeño en ello – no es difícil de imaginar: inspirada en las experiencias de la Primavera de Praga y en los ideales del socialismo democrático. Puso mucho empeño pero no lo consiguió.
El sector liderado por Vaclav Havel tuvo mayor fortuna y acabó imponiéndose. Su orientación no era reaccionaria, era más bien progresista. Pero el vínculo directo de la oposición democrática con la primavera de Praga ya estaba roto. El referente había vuelto a ser la primera república de Tomas Masaryk, un régimen liberal progresista bastante aceptable para la Europa actual, pero que difícilmente podía despertar el entusiasmo de un pensador socialista radical como Kosik. Como cantaba Cuco Sánchez en uno de sus boleros inmortales, “hay que saber perder”. Kosik perdió esa batalla, renunció a cualquier protagonismo y siguió colaborando con la oposición democrática hasta su triunfo, un 17 de noviembre de 1989. Yo tuve la suerte de estar allí y de participar, con mis antiguos compañeros de facultad, en las manifestaciones que acabaron con un régimen que se estaba hundiendo.
8. Otros, como Milan Kundera, se exiliaron por entonces. ¿Por qué Kosík no? ¿Tiene su decisión que ver con su situación personal? ¿Interviene en ella su personalidad ética, digamos, de “resistente”? ¿Qué hay de su amor por Praga, o de la importancia que su país tiene en la mayoría de sus escritos, tanto de juventud como de vejez?
Los motivos por los cuales unos eligen el exilio y otros no, son insondables. Karel amaba a Praga profundamente, Milan también.
9. Pese a lo que puede leerse en ciertos escritos, cuando en 1977 se publica la Carta 77 contra las violaciones de los derechos humanos del régimen establecido Kosík decide no firmar, decidido “ya” a dedicarse “exclusivamente a la filosofía”. Desde entonces hasta principios de los 90, de hecho, se produce un paréntesis de “silencio” que él mismo explica en Reflexiones antediluvianas. Según se dice, Kosík se mantiene durante este tiempo como obrero, albañil, taxista. ¿A qué se debe este cambio? ¿Cómo vive este largo período, su cotidianidad, su trabajo?
Nunca vi a Karel trabajando de taxista ni de albañil, pero hay leyendas urbanas que son imposibles de combatir. Vivía, es cierto, una vida muy modesta. La filosofía no es una profesión muy rentable. Pero contaba con el apoyo de instituciones como la Fundación Heideggeriana, que lo sostuvo en las épocas más duras. Nosotros, desde la Asociación de Periodistas Europeos, también procurábamos echar una mano. Supongo que los derechos de autor de sus obras también ayudarían.
10. Quien sí firmó la Carta 77, antes de morir tras un largo interrogatorio policíaco, fue Jan Patočka, otro profesor y amigo de usted como lo había sido de Kosík, a quien conoció desde la inmediata postguerra. Parece que este tipo de desencuentros no enfriaban la honda estima y reconocimiento que llegaron a desarrollar. ¿Qué significaban ambos, el uno para el otro? Por otro lado, ya que menciona la Fundación Heideggeriana: la influencia de Patocka en Kosík puede verse también a partir de la recepción que de la obra de Heidegger hace este último desde la década de los 60. Una recepción que no deja sólo espacio a la crítica, sino también a una apropiación positiva. En el último período de su vida existe una reiterada apuesta por un “habitar poético” como alternativa liberadora, que usted mencionaba al inicio, de resonancias muy heideggerianas. ¿Podría hablarnos de esta relación filosófica?
Patocka valoraba mucho la obra de Kosik. En el último libro que publicó en vida en Checoslovaquia, Sobre el sentido de nuestros días, que yo traduje y la editorial Akal publicó en España con el absurdo título de Los intelectuales ante la nueva sociedad, incluye una frase que no deja lugar a dudas: «La filosofía checa de nuestro tiempo es la filosofía de Karel Kosik». En su último libro publicado en checo (Reflexiones antediluvianas), Karel habla bastante de su amigo Patocka y lo califica sencillamente de sabio. Cuenta los paseos que daban por el praguense barrio de Brevnov, supongo que por la avenida que entonces se llamaba de los pioneros y hoy se llama de Jan Patocka.
Kosik era un gran conocedor de Heidegger y colaboraba estrechamente con la fundación que administra su legado. Patocka fue discípulo de Husserl y de Heidegger. Yo no he conocido a nadie que dominase tan profundamente la obra de ambos.
11. Este “habitar poético” que defiende Kosík en sus últimos textos se mezcla con numerosas referencias a la clasicidad griega, que usted mismo destaca en Un largo hilo verde, hasta llegar a demandar, en un texto como “El siglo de Grete Samsa”, la creación de esa “comunidad”, “esa solidaridad que los griegos llamaban polis”. ¿Por qué esta vuelta a la Antigüedad?
Creo que no hay filósofo que no emprenda, al menos un par de veces al mes, ese regreso a la Antigüedad al que refiere. Es un regreso ad fonctes. Y no hay agua más fresca que la de esas fuentes. De todas las obras de Patocka la que más me cautivó en los primeros cursos fue Aristóteles, sus precursores y sus herederos y en ella pasa revista a lo mejor de la filosofía griega, que es casi todo. Patocka hablaba y escribía el griego con la misma soltura que el checo o el alemán. Hablaba bastante más de diez idiomas, unos quince, calculo.
Karel era un verdadero fanático de Heráclito de Efeso, la fuente originaria de la dialéctica. Era capaz de dedicar toda una clase a un solo fragmento de Heráclito y aún le faltaba tiempo. Karel hablaba unos diez idiomas.
12. Para terminar, ¿podría hablar brevemente de la recepción de Kosík en España y América Latina, a la que usted ha contribuido con sus traducciones? ¿Ha pensado en la posibilidad de traducir Dialéctica de lo Concreto directamente del checo?
Yo traduje El siglo de Marketa Samsa y Reflexiones Antediluvianas para la editorial Itaca después de su muerte. No tengo previsto traducir de nuevo la Dialéctica de lo concreto, la traducción de Adolfo Sánchez Vázquez me parece magnífica. La incidencia de sus obras en México tienen que ver con la implantación de los intelectuales republicanos españoles en aquel país, con las magnificas traducciones de la obra de Marx por Wenceslao Roces y otros, por la influencia de Sánchez Vázquez. Yo tuve la suerte, en cuanto me enteré de su muerte, de llegar a tiempo a su entierro en Praga. En el crematorio praguense lo despidieron miles de personas. El acto finalizó con una amplia selección de corridos de la revolución mexicana. No faltó, por supuesto, el Siete Leguas.
[1] Publicado originalmente en checo como «Naše nynější krize» por entregas en las páginas de los números 7 a 12 de Literární listy durante los meses de abril y mayo de 1968. Puede leerse on-line en https://decenciaycritica.blogspot.com/2020/03/nuestra-crisis-actual.html.
[2] Entrevista aparecida en Claves de razón práctica. Nº 34. 1993. Págs. 54-60. Puede leerse on-line en https://decenciaycritica.blogspot.com/2019/07/filosofia-y-politica.html.
Fuente: https://decenciaycritica.blogspot.com/2020/10/fernando-de-valenzuela-checoslovaquia-y-kosik.html