La encuesta obrera de Karl Marx
Destinado a poner en marcha una vasta encuesta sobre la situación obrera en las ciudades y campos franceses, el Cuestionario redactado por Marx en 1880 se proponía recoger una masa de materiales con el fin de compilar una serie de monografías especiales para las diversas categorías, a reunir después en un volumen [1] . Lo que distingue esencialmente esta encuesta de otras que se habían realizado con anterioridad en Francia era su carácter de clase: los obreros eran exortados a describir en primera persona y por sus propios fines su situación económica y social [2] . En un preámbulo Marx insiste fuertemente sobre el aspecto revolucionario y auto educativo de la iniciativa, subrayando que solamente los obreros pueden “describir con total conocimiento de causa, los males que les afectan: […] únicamente ellos, y no salvadores providenciales, pueden aplicar enérgicos remedios a las miserias sociales de las que sufren” [3] .
Las primeras encuestas dirigidas en Francia por iniciativa de las instituciones académicas o del estado estaban, como mucho, impregnadas de espíritu filantrópico: algunas estaban dirigidas contra las tentativas de mutua asistencia de los obreros y contra las teorías socialistas en general, a las que oponían la beneficencia y la caridad de iniciativa clerical o patronal; otras, embebidas de maltusianismo se limitaban a criticar los efectos desastrosos de la industrialización creciente, aconsejando la moderación a los patronos y la calma a los obreros [4] . En su preámbulo, Marx denuncia la actitud inhumana de la burguesía francesa, que tiene todas las razones para temer una encuesta imparcial y sistemática sobre “las infamias de la explotación capitalista”; se desea que el gobierno republicano “ imite al gobierno monárquico de Inglaterra” que no ha temido nombrar comissiones especiales y inspectores de fábrica encargados de indagar “sobre los hechos y fechorías de la explotación capitalista”. Mientras no se producían estas medidas oficiales, los obreros habrían procedido ellos mismos a la edición de Cahiers du travail: “la primera labor que se impone a la democracia socialista para preparar la renovación social”.
La intención profunda que se puede deducir del cuestionario es la de suscitar en los obreros mismos una clara conciencia sobre su condición de seres alienados en la sociedad capitalista y, aún más – como deja entender el preámbulo en una frase lapidaria-, de persuadirlos de ser “la clase a la que pertenece el porvenir”. La encuesta no se debería limitar a la pura información y documentación estadística, aunque las preguntas se refiriesen a los detalles más pequeños de la condición social del trabajador. Los Cahiers du travail no debían parecerse a los Cahiers de doléances del tercer estado, si no constituir, al contrario, una condena sin reservas de un régimen social y económico en el que los obreros no podían esperar ningún remedio sustancial a sus condiciones de vida.
Brevemente, el cuestionario era al propio tiempo, instrumento de educación socialista y estímulo para una acción política que tuviera un fin creativo: la realización del socialismo. El documento estaba dividido en cuatro puntos:
1. Estructura de la empresa y condiciones de seguridad ( preguntas 1-29).
2. Horario de trabajo; trabajo infantil ( preguntas 30-45).
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