Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Cambios “inesperados” en la coyuntura mundial, tres aspectos decisivos. Y el regreso de la revolución en América Latina

Jorge Beinstein

Cambios “inesperados” en la coyuntura mundial, tres aspectos decisivos. Y el regreso de la revolución en América Latina

Jorge Beinstein (*)

(*) Economista e intelectual revolucionario, doctor de Estado en Ciencias Económicas (Universidad de Franche Comté – Besançon, Francia), fue titular de cátedras de economía internacional y prospectiva tanto en Europa como en América Latina. Actualmente es profesor titular de las cátedras libres ‘Globalización y Crisis’ en las universidades de Buenos Aires y Córdoba (Argentina) y de La Habana (Cuba). Ha escrito diversos libros y artículos como:

– LARGA CRISIS DE LA ECONOMIA GLOBAL

– La autofagia del capitalismo

-La declinación de la economía global

Read more

Los primeros pasos de la megacrisis

Jorge Beinstein

La euforia neoliberal de los años 1990 y los delirios militaristas que le siguieron son hoy desdibujados recuerdos, sus impactos mediáticos se han agotado. Así como en ese remoto pasado abundaban los expertos que profetizaban el milenio burgués ahora muchos de ellos anuncian la próxima llegada de una megacrisis mundial mucho más potente que la de los años 1970. En una nota publicada en agosto del 2005 Stephen Roach, economista jefe de Morgan Stanley, alertaba sobre la inminencia de la “primera crisis energética de la era de la globalización” y los numerosos puntos débiles de la economía norteamericana ante dicho fenómeno (1). Sin embargo un mes mas tarde y en el mismo newsletter Roach colocaba en el primer nivel de peligrosidad al déficit del balance de cuenta corriente de Estados Unidos (2). Por su parte “The Economist” apuntaba también en agosto hacia otro detonador: la burbuja inmobiliaria mundial con centro en Estados Unidos, cuyo desinfle sería inevitable a no muy largo plazo (3), aunque durante ese año la revista también puso el acento en el déficit de cuenta corriente, la deuda publica, el déficit fiscal y otros males de la superpotencia.

Una rápida recorrida por las principales fuentes de información económica internacional nos llevaría a engrosar la lista de amenazas: la fragilidad del dólar, el circulo vicioso comercial-financiero establecido entre Estados Unidos y China (el primero acumulando deudas y déficits y el segundo dólares y bonos del Tesoro norteamericano) o la desaceleración de la Unión Europea (donde el motor alemán aparece con crecientes dificultades económicas, sociales y políticas). Y mirando más allá de la economía asoman las consecuencias del fracaso de la ocupación de Irak que podría desatar una reacción en cadena; por ejemplo enlazando la caída del dólar con la reconversión de grandes reservas dolarizadas hacia otras monedas, el encarecimiento recesivo del crédito en Estados Unidos y la contracción de su consumo interno impactando sobre la demanda global.

Varios meses antes de concluir el 2005 el FMI repronosticaba a la baja las tasas de crecimiento de varios países centrales (Alemania, Italia, Inglaterra, Japón, etc.), los burócratas del Fondo diversifican las culpas: Katrina, los déficits norteamericanos, la suba del precio del petróleo… (4), dejando entrever que el 2006 no sería mejor.

La incertidumbre aumenta cuando son recordados los errores de previsión que antecedieron a la última megacrisis desatada a partir del shock petrolero de 1973-1974. Los pocos economistas de renombre convencidos de que se avecinaba una crisis mundial de gran envergadura apostaban en su mayoría a las turbulencias monetarias agravadas desde 1971 cuando el presidente Nixon decidió no entregar más oro a cambio de dólares, sepultando así el sistema monetario construido luego de la Segunda Guerra Mundial.

De todos modos esas previsiones eran marginales, la mayoría aplastante de economistas, políticos y comunicadores endiosaban los mecanismos keynesianos capaces según ellos de controlar cualquier perturbación seria. Cuando la crisis estalló casi todos anticiparon el comienzo de una era de mayor regulación estatal del mercado en Occidente acompañada por el fortalecimiento internacional del bloque soviético, pero ocurrió lo contrario; el keynesianismo clásico entró en declinación, emergió triunfante el neoliberalismo y las desregulaciones de todo tipo, la URSS desapareció… en síntesis, se produjo una enorme bifurcación que no entraba en la visión conservadora de los expertos. Una sorpresa similar sucedió en la época de la primera guerra mundial una de cuyas principales víctimas fue el capitalismo liberal considerado entonces eterno por los formadores de opinión de Occidente. Ahora que estamos ingresando en una era de alta inestabilidad predominan nuevamente los errores de percepción; el grueso de los medios de comunicación (administradores del “sentido común”) dan por sentado que las transformaciones estructurales del capitalismo de las tres últimas décadas son irreversibles mientras que una minoría crecientemente influyente apunta hacia un cierto retorno del pasado keynesiano; es casi seguro que ambos se equivocan.

Expansión del parasitismo

Read more

Crisis mundial, escenarios: Una ciénaga a la medida del Imperio

Jorge Beinstein

jorgebeinstein@yahoo.com

Se acumulan las malas noticias para el Imperio. La economía norteamericana no despega, aumentan los desequilibrios fiscal y comercial. En cuanto a la guerra la situación es aún peor, Irak se ha convertido en un infierno para las tropas de ocupación.

Durante el 2003 dos oleadas sucesivas de manipulación mediática global terminaron por estrellarse contra la realidad. La primera llegó a su punto más alto en mayo de ese año cuando Bush anunciaba la victoria completa en Irak y el fin de las grandes operaciones militares. Los medios de comunicación pronosticaban que esa triunfo armado sería pronto seguido por otros (Siria, Irán…) lo que otorgaría a Estados Unidos un poder político mundial aplastante. Que le permitiría obtener significativas ventajas en el plano económico, reactivando su aparato productivo e imponiendo condiciones irresistibles a la periferia y las otras potencias centrales. Cuando está ilusión se esfumó pocos meses después al ritmo del avance de la resistencia iraquí, fue rápidamente remplazada por otra. Aunque la guerra no anda demasiado bien, decía la desinformación masiva, la economía ha empezado a recuperarse y ello ayudará a Estados Unidos para obtener por medios comerciales lo que tarda en conseguir por la vía militar, reforzando de paso a esta última. Pero durante los primeros meses de 2004 la segunda mentira tuvo la misma suerte que la primera.

La guerra en auxilio de la economía

La ilusión militarista se apoyaba en un mito, el de la hegemonía militar absoluta de Estados Unidos, y en una enseñanza económica obsoleta, la del keynesianismo blindado.

En el primer caso se trataba de un reduccionismo tecnológico ignorante de otras componentes esenciales de dicha hegemonía, como el estado psicológico de la población colonizada, la existencia o no de grupos sociales colaboracionistas importantes, de rivalidades internas (étnicas, religiosas, regionales) que podrían ser eventualmente exacerbadas por el ocupante para así dominar sobre una sociedad dividida (como ocurrió en el caso yugoslavo). También cuenta la capacidad imperial para remodelar de manera colonial a la economía conquistada y para desactivar o aislar los focos de resistencia. Tener armamento superior no alcanza, más aún cuando las tropas ocupantes carecen del espíritu de combate necesario para enfrentar a una resistencia extendida y heroica, muy enraizada en la población. Tampoco esa demostración de poderío militar fue capaz de arrastrar al resto de Occidente, el quiebre de la OTAN señalaba que el Imperio estaba perdiendo el liderazgo indiscutible del centro del mundo.

Read more

El contramodelo cubano. Un muerto que goza de buena salud

Jorge Beinstein

La economía cubana, por la que luego de la implosión soviética nadie daba un céntimo, ha salido de su gravísima crisis y crece desde hace un lustro a ritmo sostenido. Los problemas están lejos de haber sido resueltos, pero el gobierno y la sociedad `‑ esa pequeña isla han atraído inversiones y diversificado su producción, incluso energética, manteniendo un Estado fuerte, severas regulaciones y lo esencial de sus conquistas sociales. Todo ello a pesar de la intensificación del bloqueo de Estados Unidos, que habla apostado a un rápido hundimiento de la revolución.

A comienzos de los ’90, luego del derrumbe soviético dos acontecimientos solían ser presentados como inminentes: la descomposición china y la debacle de Cuba. Los medios internacionales confrontaban las penurias chinas con la emergencia de tigres y dragones asiáticos, paraísos del nuevo capitalismo. La comparación regional mostraba al país comunista abrumado por la burocracia mientras las inversiones fluían alegremente hacia Filipinas, Corea del Sur o Indonesia. Pero ya a mediados de la década, la expansión económica china ‑con más aportes externos de capitales que el conjunto de naciones emergentes asiáticas‑ no podía ser ignorada. En 1997 llegó la crisis que arrasó con los países modelos de la región, pero China siguió creciendo a tasas anuales espectaculares.

El caso cubano es aún más llamativo, ya que si en el anterior podía ser esgrimido el argumento de la inmensidad del país, de su aparato dirigente, de las masas humanas encuadradas por el Partido Comunista Chino, con Cuba nada de eso es válido. Se trata de un Estado pequeño (unos 11 millones de habitantes), pobre en recursos naturales, con fuerte dependencia de los suministros externos de petróleo, alimentos y una amplia gama de insumos productivos indispensables. ¿Que ocurrió? ¿Por qué no sufrió el mismo destino que el conjunto de naciones del bloque soviético, al que estaba estrechamente integrado? Hacia fines de los ’80, cerca del 85% del comercio exterior de la isla era realizado con ese grupo de países, pero a comienzos de los ’90 la vinculación se quebró y desaparecieron de la noche a la mañana cuantiosas inversiones productivas, el suministro de combustibles, de materias primas y el apoyo militar que le servía de seguro frente ala hostilidad de Estados Unidos. También la gran referencia ideológica y política que mostraba a los cubanos que su aislamiento regional y la tozudez del enemigo estadounidense eran gradualmente superados por sus aliados socialistas, cuya influencia se iba extendiendo por el planeta. La URSS desapareció, hundida en el fracaso. Estados Unidos creyó entonces, luego de tres décadas de confrontación ininterrumpida, que era el momento del golpe de gracia y agravó el bloqueo, ahogando aún más a esa pequeña economía.

En 1989 las exportaciones de Cuba llegaban a 5.400 millones de dólares y las importaciones a 13.500 millones, pero en 1994 las primeras habían descendido a 1.300 millones y las segundas a 3.600 millones.[1] El déficit comercial ‑un mal crónico‑ seguía, pero ahora alimentando a un sistema productivo notablemente reducido. Durante el periodo 1989‑93 el PBI y la productividad del trabajo cayeron a un ritmo anual real promedio del 12% [2] y el impacto sobre la población fue devastador: el consumo per capita de carne cayó de 39 Kg. en 1989 a 21 en 1994; el de pescados de 18 a 8 Kg.; el de productos lácteos de 144 a 53 Kg.; el de hortalizas de 59 a 27 Kg..[3] La penuria energética, provocada por la desaparición de los suministros soviéticos de petróleo, aparecía como el hecho más espectacular de un panorama de desastre. La economía estaba al borde del derrumbe, la revolución parecía haber entrado en su hora final, la mayor utopía latinoamericana del siglo XX agonizaba.

En América Latina, mientras tanto, la combinación de liberalismo económico y democracia formal aparecía como una marea irresistible. Algunas voces críticas alertaban acerca de las crecientes desigualdades que acarreaban esos modelos acompañados por regímenes políticos corruptos y elitistas donde la participación de las clases bajas era inexistente, pero eran sepultadas por el triunfalismo reinante.

México era presentado corto el ejemplo a seguir, con sus privatizaciones y apertura a la entrada indiscriminada de capitales bajo el liderazgo de Carlos Salinas de Gortari. En Argentina, el peronismo habla regresado al poder, pero sepultando su vieja historia nacionalista adoptaba el liberalismo extremo, eliminaba las barreras proteccionistas, vendía las empresas estatales, restringía la seguridad social y la legislación obrera. En Perú, Alberto Fujimori abría las puertas al capitalismo salvaje y liquidaba el peligro guerrillero.

Read more