Entrevista a Antonio Diéguez Lucena sobre Filosofía de la ciencia. Ciencia, racionalidad y realidad
Salvador López Arnal
«Casi todo el mundo admite hoy que cualquier observación empírica lleva siempre una cierta carga teórica»
Antonio Diéguez (Málaga, 1961), autor de Filosofía de la ciencia. Ciencia, racionalidad y realidad (UMA Editorial), es catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Málaga. El propósito de su nueva publicación, revisión ampliada y modificada de un manual suyo de 2005, es servir como libro de texto para alumnos de filosofía de la ciencia y de otros grados de ciencias y humanidades. En él centramos nuestra conversación.
¿A quién va destinado su libro? ¿Hay que estar puesto o muy puesto en temas epistemológicos para poder seguirlo?
El libro va principalmente destinado a los alumnos del grado de Filosofía, pero puede ser leído por cualquier persona que tenga interés por lo que los filósofos han pensado sobre la ciencia a lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI.
¿Sobre qué asuntos reflexiona e investiga la filosofía de la ciencia?
La filosofía de la ciencia reflexiona fundamentalmente sobre los aspectos lógicos, epistemológicos, metodológicos, axiológicos, ontológicos y prácticos de la ciencia. Reflexiona sobre la ciencia en tanto que actividad humana, así como sobre su producto, que es el conocimiento científico.
¿Son términos equivalentes metodología de la ciencia, epistemología, gnoseología y filosofía de la ciencia?
No, no lo son. Epistemología y gnoseología sí podrían considerarse como sinónimos, y significan «estudio sobre el conocimiento». En tal sentido, son equivalentes a ‘teoría del conocimiento’, aunque hay quien reserva el término ‘epistemología’ para el estudio del conocimiento científico, y entonces sería sinónimo de ‘filosofía de la ciencia’, pero este uso es ya poco frecuente. En cuanto a la metodología de la ciencia, puede considerarse como una parte de la filosofía de la ciencia.
Sobre el subtítulo del libro: «Ciencia, racionalidad y realidad». ¿Ciencia y racionalidad son términos sinónimos?
Desde los inicios de la ciencia moderna, con Galileo y Newton, la ciencia se ha considerado el paradigma de la racionalidad humana, el ejemplo más logrado de lo que puede lograr la razón cuando se somete únicamente a los dictados de la lógica y del respeto por los datos empíricos. No obstante, algunos filósofos influyentes, como Thomas Kuhn, Stephen Toulmin o Paul Feyerabend, pusieron en duda en los años 60 que la racionalidad científica pudiera encerrarse en esos márgenes estrechos, e insistieron en que otros factores, como ciertos factores sociales, culturales, ideológicos incluso, pueden formar parte de esa racionalidad (y no necesariamente convertirse en sus enemigos, como pensaban los neopositivistas). El más radical de ellos fue Feyerabend, que defendió la tesis de que el progreso científico exige dejar al margen a veces lo que en ese momento se considera racional debido sobre todo al peso de las viejas teorías. En su opinión, el científico creativo es aquel que se opone a la racionalidad establecida y consigue establecer una nueva racionalidad una vez que sus ideas triunfan. Quizás sería sobre todo el caso de Einstein el que Feyerabend tendría en mente al decir esto.
¿La filosofía de la ciencia debería ser una disciplina descriptiva o normativa?
Ambos aspectos han sido relevantes, como explico en mi libro, pero ambos tienen sus limitaciones. También tiene una importante función interpretativa, es decir, ofrece reflexiones acerca del modo en que la ciencia debe entenderse en el contexto de la cultura actual.
¿Cuál es la relación entre la filosofía de la ciencia y disciplinas próximas como la historia de la ciencia, la sociología de la ciencia o la política de la ciencia? ¿Relaciones de buena convivencia? ¿De alimento mutuo? ¿De subordinación?
Yo diría que no solo relaciones de buena convivencia, sino que la filosofía de la ciencia tiene cosas importantes que aprender de todas estas disciplinas, particularmente de la historia de la ciencia, en cuyos datos y análisis debe apoyar además sus propuestas filosóficas.
¿No deberían los filósofos que se dedican a estos temas tener más en cuenta las reflexiones y sugerencias de los propios científicos? Pienso, por ejemplo, en Poincaré, Einstein, Gould, Weinberg, Russell y en tantos otros.
Los filósofos de la ciencia tienen muy en cuenta todo lo que dicen y hacen los científicos, pero no debe perderse de vista que cuando un científico ejerce como filósofo o metodólogo puede estar bebiendo de fuentes filosóficas inapropiadas o ya superadas. Por ejemplo, la insistencia de Newton en que él había procedido siempre utilizando el método inductivo y que jamás había inventado hipótesis era falsa; estaba movida por prejuicios filosóficos de la época, y causó más mal que bien en siglos posteriores. Otro ejemplo que podría valer es la insistencia actual de muchos científicos en caracterizar a la ciencia como conocimiento falsable, asumiendo una versión simplificada y muy discutible de las tesis de Popper. En todo caso, los nombres que se citan en la pregunta son de científicos que hicieron efectivamente aportaciones de interés para entender la ciencia contemporánea, incluso en el caso de Weinberg, que aunque despreciaba la filosofía por su inutilidad, obligó con sus reflexiones a los filósofos de la ciencia a pensar sobre ese mismo problema de las relaciones entre la ciencia y la filosofía.
¿Se puede hablar propiamente de método científico? ¿Un método, una forma de hacer ciencia, común a las disciplinas científicas naturales y sociales?
Hay en la actualidad un consenso bastante amplio entre los filósofos de la ciencia en que eso que se suele llamar ‘El Método Científico’, en singular y con mayúsculas, entendido como un procedimiento común a todas las ciencias que garantiza la verdad de los conocimientos, es solo una ficción simplificadora sin ninguna utilidad real. Lo que suele designarse como tal en los capítulos introductorios de los manuales científicos (analizar el problema, elaborar hipótesis, contrastar las hipótesis, desechar las que choquen con los hechos, aceptar las que encajen con los hechos, revisarlas a la luz de las nuevas evidencias, etc.) es un conjunto de pasos tan amplio y general que no sirve a ningún científico para su práctica cotidiana y además pueden describir el modo en que se procede también en otros ámbitos que no son científicos. Si, por el contrario, descendemos a los detalles y analizamos los procedimientos metodológicos concretos y reales que se emplean en alguna ciencia, estos coincidirán solo parcialmente con los de otras ciencias. En resumen, aunque no exista un método científico único (más que como reconstrucción racional carente de utilidad práctica), sí que existen los diversos métodos de las diversas ciencias, métodos que van cambiando y mejorando con el tiempo.
¿Existe una definición compartida de teoría científica? ¿Existe algún ‘aire de familia’ entre todas ellas a pesar de su evidente diversidad?
En un sentido básico, se entiende por teoría un conjunto de enunciados o de modelos (según las interpretaciones) estructurados de forma sistemática, que goza de un fuerte apoyo empírico o que, estando en sus fases iniciales, parece prometedor en sus resultados. Hay tres formas fundamentales de entender las teorías. En primer lugar, tenemos la concepción sintáctica, para la cual las teorías son un conjunto de enunciados formulables matemáticamente y estructurados jerárquicamente, de modo que unos funcionan como leyes fundamentales de las que son derivables los otros. Estos enunciados se interpretan conectándolos con la evidencia empírica mediante reglas de correspondencia. En segundo lugar, está la concepción semántica, que concibe las teorías como conjuntos de modelos, no de enunciados. Finalmente, para la concepción pragmática, las teorías son un abigarrado conjunto de enunciados, modelos y otros elementos matemáticos y no matemáticos (metáforas, analogías, valores, etc.) que tratan de dar cuenta de la realidad y de predecir su comportamiento.
¿Y cuál de estas tres aproximaciones le parece a usted más relevante? Dicho más directamente: ¿cuál es la suya?
Yo me inclino por la concepción pragmática de las teorías. Creo que las otras dos fuerzan demasiado a las teorías científicas reales para que encajen en su molde, o, por decirlo de otro modo, estas quedan demasiado transformadas cuando son reconstruidas según esos patrones, aunque ello se haga por mor de la claridad. La concepción pragmática o pragmatista deja más espacio para una visión pluralista de la ciencia, con la que simpatizo.
¿Qué balance hace del neopositivismo lógico? ¿Fueron tan «poco sofisticados», tan chato-positivistas como a veces se afirma?
El positivismo lógico recibió un juicio bastante radical e injusto por parte de los filósofos posteriores. Supongo que a ello contribuyó su fuerte actitud anti-metafísica. Sin embargo, en los últimos años ese juicio se está revisando, dado que una serie de detallados estudios históricos está poniendo de relieve que las posiciones reales que mantuvieron los miembros del Círculo de Viena fueron mucho más matizadas y diversas de lo que nos decía el cliché transmitido. A mí me gusta señalarles a los alumnos que el neopositivismo fue probablemente la corriente filosófica más autocrítica de nuestro tiempo, una de las que más hizo por introducir el rigor y la argumentación cuidadosa en la filosofía contemporánea, y una gran promotora de la discusión conjunta de las ideas filosóficas. Esos son rasgos que muchos consideramos muy deseables en la filosofía. Es algo que deberíamos agradecer a los neopositivistas.
¿Por qué un filósofo de la altura de Otto Neurath, uno de los redactores del Manifiesto del Círculo de Viena, sigue siendo tan poco estudiado en nuestro país?
Esa es una buena pregunta, y no solo ha sido descuidado en nuestro país. Afortunadamente, en los últimos años, gracias a estos estudios a los que me refería antes, el interés por su figura ha ido aumentando.
¿Ha sido Sir Karl Popper el gran filósofo de la ciencia del siglo XX? ¿Hay alguna relación entre sus posiciones políticas y sus concepciones metacientíficas?
Para la mayoría de la gente probablemente sí, es el filósofo de la ciencia más conocido, aunque supongo que el puesto estaría muy disputado con Thomas Kuhn. Popper, en efecto, establece una conexión muy importante entre sus posiciones epistemológicas y su defensa de la democracia. En su opinión, el error común al racionalismo y al empirismo clásicos estuvo en no distinguir el problema del origen del conocimiento del problema de su validez. Popper propone reemplazar la pregunta «¿Cuáles son las mejores fuentes del conocimiento?» por esta otra: «¿Cómo podemos detectar y eliminar el error?». Y la respuesta es: criticando nuestras teorías. Del mismo modo, cree que en política la pregunta «¿Quién debe gobernar?» es una pregunta mal planteada, porque cualquier respuesta conduce siempre al autoritarismo. La pregunta correcta debería ser: «Dado que siempre cabe la posibilidad de tener un mal gobierno, ¿cuál sería la forma más fácil de desembarazarse de él?». Y la respuesta es la democracia. Por otro lado, su defensa del liberalismo político está enraizada en su falibilismo.
Considera usted, así lo señala en el libro, que la tesis de la inconmensurabilidad de las teorías científicas es el problema más profundo e interesante ligado a las filosofías de Kuhn y Feyerabend. ¿Dónde reside la profundidad de esta conjetura metacientífica? ¿Existe inconmensurabilidad entre, por ejemplo, la mecánica clásica y la relativista es su opinión?
El problema de la inconmensurabilidad de las teorías científicas rivales es profundo e interesante, en efecto, y ha tenido influencia más allá de la filosofía de la ciencia, puesto que se ha hablado incluso de la inconmensurabilidad de las tradiciones culturales. Sin embargo, con la perspectiva actual podemos decir que se sobrevaloró la importancia de sus efectos. Entendida la inconmensurabilidad, como hizo Kuhn en sus últimos trabajos, como una falta de solapamiento perfecto entre las taxonomías ontológicas establecidas por las teorías rivales, o como dificultades en la traducción entre los términos centrales de esas teorías, puede detectarse, en efecto, esa dificultad en ciertos casos. Por ejemplo, como señalaba Kuhn, la masa newtoniana no es traducible de forma neutral a la noción einsteiniana de masa, puesto que en la teoría de la relatividad la masa varía con la velocidad, mientras que en la mecánica newtoniana no lo hace. Ahora bien, lo que diversos filósofos de la ciencia pusieron en cuestión tras los análisis de Kuhn y Feyerabend sobre este asunto fue que esa dificultad de traducción o esa falta de solapamiento perfecto impidieran una comparación objetiva y neutral entre teorías rivales.
¿Podemos trazar una línea de demarcación nítida entre las ciencias y las pseudociencias? ¿Hablar de ‘mala ciencia’ es equivalente a hablar de pseudociencia?
Podemos separar con nitidez entre ciencia y pseudociencia, pero no podemos hacerlo con un criterio único y simple, como la verificabilidad, la confirmabilidad o la falsabilidad. Hacen falta una serie de criterios (no demasiado difíciles de identificar) que nos ayuden a emitir un juicio en cada caso. El hecho de que esos criterios sean multifactoriales no impide que el juicio sea claro y contundente cuando el asunto se ha analizado con detenimiento.
¿Nos puede poner algunos ejemplos de pseudociencias? ¿Lo serían el psicoanálisis o el marxismo? ¿Dónde reside su peligro desde su punto de vista?
El psicoanálisis y el marxismo, junto con la astrología, eran los ejemplos de pseudociencias favoritos de Popper, sin embargo, a mí no me parecen buenos ejemplos desde la perspectiva actual, porque ninguno de ellos pretende ser una ciencia, y para ser una pseudociencia es requisito imprescindible querer ser una ciencia sin serlo realmente. En el caso del marxismo eso parece ya ampliamente aceptado, es decir, que se trata de una ideología o de un enfoque filosófico, pero no de una disciplina científica, y en el caso del psicoanálisis parece que es también la actitud mayoritaria entre los psicoanalistas el no considerarlo como una disciplina científica. Los ejemplos más relevantes de pseudociencias que habría que señalar hoy, por su importancia social y su grado de aceptación, serían la homeopatía, el Diseño Inteligente, la parapsicología, la astrología, la ufología o la cienciología. A ello habría que añadir las doctrinas anticientíficas, que no llegan a ser pseudociencias propiamente dichas, porque no están lo suficientemente articuladas, pero hacen un daño similar, como serían el negacionismo climático, el negacionismo del holocausto, el terraplanismo o el movimiento anti-vacunas. Todas ellas constituyen las formas actuales de irracionalidad ligadas a la ciencia, puesto que rechazan las ideas científicas establecidas para promover otras que carecen de fundamento, aunque son presentadas por sus defensores como siendo más fiables que las de la ciencia, creando la impresión de que hay polémicas donde en realidad no las hay.
Cuando se habla de realismo científico, ¿de qué se habla exactamente? ¿Los científicos suelen ser realistas?
El realismo científico es básicamente la unión de una tesis ontológica, una tesis epistemológica y una tesis semántica. La tesis ontológica afirma que las entidades teóricas postuladas por las teorías científicas existen (aunque podamos cometer errores al respecto). La tesis epistemológica afirma que las teorías científicas son aproximadamente verdaderas y progresan hacia un mayor grado de verdad. La tesis semántica sostiene que la verdad ha de interpretarse en el sentido clásico de la correspondencia entre nuestros enunciados y la realidad. Sobre el grado de adhesión de los científicos al realismo, si es que han considerado la cuestión, hay de todo. Hay científicos realistas y científicos no realistas. Podría pensarse, quizás, que donde menos realistas debería haber es en la física, pero incluso allí, según algunas encuestas, el número de los que se declaran realistas es mayoritario.
¿Y por qué debería haber menos científicos realistas en el ámbito de la física? ¿Una consecuencia de la interpretación hegemónica de la mecánica cuántica y del principio de incertidumbre?
En efecto, dado que la interpretación más aceptada de la mecánica cuántica ha sido la interpretación de Copenhague, y dado que esa interpretación es claramente antirrealista, podría pensarse que los físicos, educados en esa interpretación, deberían serlo también. Sin embargo, un estudio empírico publicado recientemente en la revista Philosophy of Science, realizado con 1.798 científicos de diferentes campos (física, química, biología, economía, psicología, sociología, y antropología, junto con algunos profesionales del campo de la historia y la filosofía de la ciencia), ha proporcionado unos datos interesantes. Resulta que los científicos naturales son más realistas que los científicos sociales, y que los físicos –sorprendentemente, al menos para mí– son los que aceptan el realismo ontológico y el epistemológico en una proporción mayor. Resulta, además, que los más antirrealistas de todos son los profesores de historia y la filosofía de la ciencia.
¿Cuáles son las principales tesis de la teoría feminista de la ciencia? ¿Hay una perspectiva machista en las miradas o metodologías de las ciencias?
Hay posiciones muy diversas dentro de las corrientes feministas en filosofía de la ciencia. En general, lo que tienen en común es la denuncia del modo en que se ha venido realizando la ciencia hasta este momento. Esta denuncia se centra, en primer lugar, en el hecho de que desde los inicios de la ciencia misma no se ha permitido a las mujeres ocupar los puestos que debían haber ocupado en las tareas investigadoras, y mucho menos en la de gestión de la ciencia; pero, en segundo lugar, la denuncia alcanza también al modo en que la ciencia se ha visto sesgada por valores androcéntricos que han hecho que la aceptación de ciertas ideas conformes con dichos valores hayan obtenido preeminencia indebidamente sobre ideas rivales.
Algún ejemplo de esto último.
Suele citarse el caso en paleoantropología de la hipótesis del hombre cazador. Según esta hipótesis, el peso de la evolución y del desarrollo de la cultura humana fue llevado sobre todo por los hombres, que gracias a la caza proporcionaban mayor cantidad de proteínas y desarrollaban una tecnología (lanzas, hachas, flechas, etc.) apropiada para dicho menester. La dieta carnívora habría permitido el crecimiento del tamaño del cerebro y el aumento de la inteligencia, y, por tanto, habría sido uno de los factores fundamentales en el proceso de humanización. La formulación de esta hipótesis, sin embargo, según el feminismo, habría obedecido a prejuicios androcéntricos y habría evitado durante un tiempo considerar seriamente la hipótesis alternativa, la de la mujer recolectora, que empezó a cobrar forma en los años 70. Según esta hipótesis fueron las actividades desarrolladas por nuestras antepasadas femeninas las que realmente llevaron el peso de nuestra evolución. Cuando nuestros ancestros ocuparon la sabana fue la labor de las mujeres en la recolección y preparación de alimentos y el cuidado de los hijos, con la fabricación de los correspondientes utensilios para esas tareas, el elemento sobre el que se ejerció la mayor presión selectiva. El aumento de la inteligencia habría obedecido más al desempeño de estas tareas que a la caza. No se trata de que la primera hipótesis sea falsa y la segunda sea la correcta, sino simplemente de que los sesgos androcéntricos retrasaron la formulación y análisis de la segunda.
Las actitudes favorables o críticas frente al conocimiento científico, ¿se corresponden con actitudes políticas de derecha o de izquierda? Los ciudadanos que se ubican en posiciones de izquierda, ¿están más alejados de la ciencia por las prolongaciones tecnológicas dañinas que en ocasiones se generan?
Por desgracia, en la actualidad encontramos posiciones contrarias a la ciencia tanto en la derecha política como en la izquierda, aunque casi siempre en posiciones extremas. Como se señala en la pregunta, las actitudes anticientíficas en la izquierda suelen estar ligadas a los recelos que produce en muchas personas el progreso tecnológico incontrolado. El mejor remedio para ellas, por lo tanto, sería una adecuada regulación y una buena educación científica.
¿Qué opinión le merece la intervención de Sokal y Bricmont con Imposturas intelectuales? ¿Sigue habiendo mucha impostura intelectual en ámbitos de la filosofía, humanidades y ciencias sociales?
Más que el libro de Sokal y Bricmont que se cita (con cuyo contenido estoy esencialmente de acuerdo), lo que me pareció útil para despejar un poco el camino en la filosofía de la abundancia de discursos abstrusos que empezaban a acumularse, y que solo tenían prestigio por su misma oscuridad, fue el propio engaño que Alan Sokal perpetró en la revista Social Text y que dio origen a todo el Caso Sokal. Me parece que tuvo un efecto beneficioso. Lo explico al final del libro. Yo le escribí personalmente a Sokal cuando todo ocurrió dándole las gracias como profesional de la filosofía y mantuve durante un tiempo correspondencia con él.
Tendrían que hacer pública es correspondencia. Un autor algo olvidado que falleció muy joven y que en su momento hizo aportaciones de mucho interés: Norwood Russell Hanson. ¿Queda algo de su legado?
Algo queda: casi todo el mundo admite hoy que cualquier observación empírica lleva siempre una cierta carga teórica. Esa fue su aportación más conocida, aunque no la única.
Presenta con detalle en su libro las discusiones sobre la existencia o no de progreso científico. ¿Por qué hay tantas dudas? ¿No es evidente que la demostración de la conjetura de Fermat, la reciente contrastación de las ondas gravitaciones predichas por la teoría general de la relatividad o los nuevos procedimientos para la obtención de vacunas representan claros e indudables avances científicos?
No hay dudas por parte de nadie, ni siquiera de Feyerabend, acerca de que la ciencia progresa. De lo que se trata es de clarificar cómo se produce ese progreso. Si, por ejemplo, lo hace a través de métodos estrictamente racionales o no, si se consigue principalmente falsando teorías o proponiendo constantemente alternativas a las ya existentes. También se trata de dilucidar hacia qué se progresa, si hacia teorías mejores a la hora de encajar con los fenómenos y de predecir fenómenos nuevos, si hacia teorías que resuelven más y mejores problemas, si hacia teorías más verdaderas (con más consecuencias verdaderas y menos consecuencias falsas), etc. Por otra parte, debe distinguirse el progreso teórico (predicción de fenómenos nuevos, como las ondas gravitacionales) del progreso tecnológico y práctico (como las vacunas, o la curación de diversas enfermedades). El uno puede darse sin el otro en ciertos casos (y viceversa).
¿Ayuda la filosofía de la ciencia al hacer de los científicos? Un físico muy reconocido como Álvaro de Rújula, preguntado por el tema –«Para un científico como tú, resultan de algún interés las discusiones, reflexiones y aportaciones de disciplinas humanísticas afines como la filosofía de la ciencia o la historia de las ciencias?»- respondía en estos términos: «La filosofía de la ciencia no. La historia de la ciencia sí: es motivante.»
Entiendo perfectamente a ese físico. Si yo fuera científico, pensaría igual. Me interesaría más la historia de la ciencia que la filosofía de la ciencia. La filosofía de la ciencia no tiene como objetivo servir de ayuda a los científicos, y mucho menos pretende mejorar su trabajo. La filosofía de la ciencia pretende analizar qué es la ciencia, cómo se produce dentro de ella el avance del conocimiento, cómo son los procesos de cambio teórico, cómo se confirman las teorías, cuál es el valor de la evidencia empírica en estos procesos y cuál el de otros factores de tipo social, cultural, histórico o axiológico, o, por citar un objetivo más, pretende dilucidar si las teorías científicas deben ser interpretadas como representaciones aproximadamente verdaderas de la realidad o más bien como herramientas conceptuales para hacer predicciones, manejar esa realidad y hacer tecnología. Nada de esto tiene por qué interesarle especialmente al científico para hacer bien su trabajo. El filósofo lo que pretende es que sea de interés para la sociedad. Otra cosa es que la filosofía de la ciencia haya sido útil en ocasiones para tratar algunos problemas científicos. Por ejemplo, en filosofía de la biología, los análisis de los filósofos han sido importantes para aclarar la noción de eficacia biológica (fitness), o para plantear en términos adecuados el problema de los niveles sobre los que actúa la selección natural, o para determinar en qué consiste la selección de grupo. En ocasiones ha habido investigaciones conjuntas entre biólogos y filósofos sobre estos temas.
¿Han existido aportaciones destacables y reconocidos de filósofos españoles en el ámbito de la filosofía de la ciencia? No sé si se puede hablar de filosofía de la ciencia propiamente, pero Talento y poder de Antoni Beltrán es, en mi opinión, un potentísimo y excelente estudio sobre el «caso Galileo».
En España, y en general en el mundo de habla hispana, tenemos excelentes filósofos de la ciencia, algunos con un amplio reconocimiento internacional. No citaré nombres para no correr el riesgo de olvidar alguno, pero basta con hacer alguna búsqueda en internet para localizar bastantes de ellos. Es cierto que nos vemos obligados a publicar mucho en inglés para obtener ese reconocimiento internacional, pero esto es lo normal dado que el inglés es la lengua de comunicación científica. No obstante, soy de la opinión de que debemos hacer un esfuerzo también por desarrollar la filosofía de la ciencia escrita en español, y creo que en eso se está consiguiendo en los últimos años, con publicaciones de gran nivel. Antoni Beltrán es uno de los autores de más prestigio. Era sobre todo historiador de la ciencia. Yo tuve el honor de tenerlo como miembro del tribunal con el que conseguí hace años la plaza de profesor titular de universidad. Sus libros sobre Galileo, y en especial Talento y poder, son un prodigio de erudición, capacidad narrativa y buen sentido. Yo he aprendido mucho leyéndole. Fue una pena que lo perdiéramos tan pronto.
¿Qué destacaría especialmente del filosofar sobre la ciencia de Mario Bunge? ¿Es un autor valorado en este campo tan dominado por la filosofía anglosajona?
Mario Bunge ha sido una de las grandes figuras de la filosofía de la ciencia contemporánea. En el ámbito filosófico de habla hispana su influencia ha sido especialmente significativa. Ha sido uno de los filósofos que más he leído. Su posición sobre el tema del realismo científico me ha influido particularmente.
¿Hay aportaciones de interés del transhumanismo en este ámbito?
Las reflexiones sobre el transhumanismo están todavía por incorporar de forma plena a la agenda investigadora en filosofía de la ciencia, particularmente en filosofía de la biología, pero yo creo que debe hacerse. Por el momento han quedado ligadas al ámbito de la ética aplicada y de la antropología. Sin embargo, dado el interés que el tema despierta, no me cabe duda de que los filósofos de la ciencia le irán prestando cada vez más atención. Es importante separar en todo este asunto el grano de la paja, y creo que los filósofos pueden ser útiles en esa tarea.
Si no ando errado, usted es un filósofo especializado en filosofía de la biología. ¿Cuáles son los temas de reflexión más candentes en la actualidad en este ámbito?
Desde sus inicios como disciplina independiente, allá por la década de los 70, la filosofía de la biología ha estado muy centrada en problemas conceptuales planteados por la teoría de la evolución, como el de la clarificación del concepto de eficacia biológica (fitness), del concepto de adaptación, del concepto de especie, o del concepto de gen. También se interesó por problemas filosóficos más amplios, como el de la aceptabilidad del reduccionismo o el papel de las explicaciones funcionales en biología. En la actualidad han surgido nuevos problemas, algunos de los cuales siguen ligados a la teoría de la evolución, pero otros no. Por ejemplo, un problema central en estos momentos es el del uso explicativo de mecanismos y modelos matemáticos. Los aspectos prácticos y experimentales de la biología interesan cada vez más. También están generando gran interés las peculiaridades metodológicas y conceptuales de la ecología, la biología molecular, la genética y las ciencias biomédicas. La biología sintética, por su parte, plantea desafíos no solo metodológicos, sino también éticos y políticos. Con respecto a los temas relacionados con la teoría de la evolución, hay un intenso debate acerca de si algunos desarrollos teóricos recientes (acerca de la evolución del desarrollo embrionario (evo-devo), el origen de las novedades evolutivas, la epigénesis y herencia no genética, la construcción de nichos, la plasticidad fenotípica) exigen una nueva Teoría Sintética que sustituya a la aceptada hasta hoy, o solo requieren una Síntesis Ampliada capaz de modificar algunos aspectos teóricos vigentes, o si ni siquiera hace falta algo así porque la teoría actual terminará por encajar todos estos fenómenos. A mí, personalmente, como dije antes, me parece que debe incorporarse a la agenda investigadora la cuestión del biomejoramiento humano, en especial, la posibilidad futura de edición genética del ser humano. Los aspectos sociales de la biología, como este, pero también las cuestiones de género, la determinación de las prioridades en la investigación, la relación entre biología y política, están ocupando ahora mucha atención.
¿Quiere añadir algo más?
No. Creo que hemos tocado todos los temas centrales en filosofía de la ciencia. Muchas gracias por tan buenas preguntas.
Gracias a usted por su tiempo, sus magníficas respuestas… y por su libro, que me permito recomendar desde estas páginas.