Tres preguntas (y un interrogante no inesencial)
Salvador López Arnal
Primera pregunta.
Supongamos que no conocemos detalles políticos sobre la composición del govern de la Generalitat ni sobre la conselleria del Interior de ese mismo gobierno. Somos ciudadanos jupiterinos y venimos de visita. Supongamos que sin necesidad de acudir a medios alternativos estamos suficientemente informados de lo ocurrido en Barcelona el miércoles 18 de marzo de 2009 y que incluso hemos visto algunas imágenes de lo sucedido, imágenes que, obvio es decirlo, recordaban los tiempos oscuros de nuestra historia. Por ejemplo, aquellas manifestaciones ciudadanas antifascistas de febrero de 1976 reprimidas por la policía del señor Martín Villa, el presidente de Sogecable y mandamás de PRISA.
¿Qué es razonable pensar? ¿Qué deberíamos exigir como ciudadanos informados? ¿Es irresponsable, por imprudente, izquierdista o por no tocar realidad, demandar explicaciones claras y dimisiones de responsables políticos? ¿Puede satisfacernos que el director de los Mossos hable ahora, visto lo visto y sabido lo sabido, de cambiar su protocolo de actuación? ¿Podemos aceptar las disculpas del conseller del Interior quien, al mismo tiempo, ha justificado la intervención de los Mossos en el desalojo del recinto universitario aunque no sus actuaciones posteriores? ¿Ya está? ¿Listo para el olvido?
Sin hurgar en la herida. Cuando se le preguntó a Jordi Guillot, entonces, si no recuerdo mal, secretario general de ICV, por la aceptación de la conselleria del interior de la Generalitat por parte de la coalición ICV-EuiA (uno de los disparates políticos mayores que yo tengo en mente), el senador Guillot anunció que la ciudadanía vería con total claridad la diferencia de gestión de una conselleria tan especial por parte de una organización de izquierdas. ¿Es esto lo que teníamos que ver? ¿Dónde radica entonces la diferencia derecha-izquierda en este ámbito? ¿Qué ha aportado la gestión de ICV-EUiA a la gestión anterior de la señora Tura del PSC-PSOE? ¿Qué hemos conocidos las torturas y malos tratos practicados en la comisaría de Les Corts? Tal vez éste sea el único punto que pueda esgrimirse.
Segunda pregunta.
No hace falta entrar en la batalla político-cultural de las cifras. Basta haber acudido a la manifestación del 19 de marzo en Barcelona para afirmar razonable y sosegadamente que ha sido la manifestación ciudadana, en el ámbito educativo, más importante de toda la historia de Catalunya. Sin exageración: clara en sus objetivos vindicativos, con masiva concurrencia, con pancartas y eslóganes razonables, con real participación de los y las manifestantes que no transitaban como paseantes dominicales en un parque. Etcétera.
¿Y el día después? ¿Es necesario que dimita el conseller? No lo hará si no se le presiona. Si lo hacen para situar en su lugar alguien que mantenga posiciones y estilos afines, poco se habrá avanzado. Lo urgente y necesario a estas alturas: cambios (en plural) en la conselleria, retirada de la nueva Ley de educación y cambio sustantivo en la política educativa de la Generalitat: instrucción real del estudiantado, disminución radical de la ratio en los cursos de la ESO, evitar que las empresas dicten sus deseos y órdenes en el ámbito de los ciclos, extender la formación científica y cívica entre todos el estudiantado preuniversitario, reconsideración -en serio y sin engaños- de la financiación de la escuela privada concertada (especialmente la religiosa). Etcétera.
Corolario interrogativo.
El pasado sábado 14 de marzo, en una reunión de EUiA en Santa Coloma, el Coordinador General de la organización no pareció estar convencido, tras una intervención en este sentido, de que haya que alterar ni repensar la participación de EUiA en la coalición ni en su apoyo al gobierno de la Generalitat. Daré un ejemplo de lo que implican estas posiciones políticas, un ejemplo entre muchos otros.
El Coordinador general de EUiA realizó reiterados llamamientos a la participación de los asistentes en la manifestación de ese mismo sábado por la tarde. La convocaban CCOO y UGT, después de que ambos sindicatos no hayan participado en varias convocatorias contra la crisis. Acudieron a la que ellos convocaron no sólo dirigentes del PSC sino incluso cuadros y dirigentes de CiU. ¡Dirigentes de CiU se manifestaban, al lado de los sindicatos de trabajadores contra la “crisis”! No digo que no tuviera aspectos positivos iniciativa. Llamo la atención sobre algunas de sus aristas más institucionales.
Jordi Miralles no dijo ni una sola palabra en sus intervenciones, acaso por olvido (pero sí fue así es muy significativo), sobre la manifestación de 19 de marzo, mucho más masiva tratándose, como se ha indicado, de una manifestación de educadores y educados, con admirables y necesarios apoyos ciudadanos. En esta manifestación del 19 no hubo ni una sola pancarta, ni una sola, de EUiA. Ni un papel, ni una octavilla. Nada dijimos en la manifestación de educación más importante, insisto, que ha habido hasta la fecha en la historia de Catalunya. ¿Es razonable? ¿Así debe actuar una fuerza que se dice anticapitalista y que aplaude formalmente discursos de este tenor?
Tercera pregunta.
ICV e IU han llegado a un acuerdo sobre las elecciones europeas. ¿Qué acuerdo? Ambas formaciones codecidirán –término de nueva acuñación- y compartirán un mismo grupo parlamentario. ¿Qué grupo? No se sabe. Primeros les elegimos y luego ellos, los elegidos, se reúnen en un “órgano mixto de cooperación” que tomará la decisión valorando los resultados globales de las elecciones. ICV preserva su soberanía para irse e inscribirse en Los Verdes. Jordi Guillot, vicepresidente de ICV, ha declarado que “El pacto es satisfactorio y responde a la voluntad de articular un proyecto de izquierdas y ecologista”. Está todo dicho.
Más allá de supuestas coincidencias programáticas -que no son reales en absoluto y, si lo son, es que IU toca suelo o es una “buena voluntad” organizativa sin restricciones ni límites en su ingenuidad-, es obvio que el pacto no responde a esa voluntad de articulación y que sí responde en cambio a la fuerza y habilidades negociadoras de ICV y de sus algo serviles aliados (PCC y POR básicamente) en las filas de EUiA. El desvarío es mayúsculo y pasará, si pasa, si llega el acuerdo definitivo, a la historia universal del disparate, incluso de la infamia política.
¿Cómo es posible pensar que se puede presentar una lista electoral a las elecciones europeas –insisto: europeas, al parlamento europeo- sin decir a la ciudadanía a qué grupo político parlamentario se van a incorporar los elegidos? ¿Cómo que un grupo orgánico mixto decidirá en función de los resultados? La solución, al ser conjunta, significaría que o se va al grupo de los Verdes (ambos) o al grupo de la Izquierda europea (ambos también aunque no creo en absoluto que ICV tenga intención de cumplir el pacto suscrito a no ser que esté fijado ante notario e incluso en este caso habría que verlo). ¿De qué se trata, de qué cálculos hablamos? Si en Catalunya ha ido mal y en el resto del Estado, mejor, entonces a la Izquierda europea; si en Catalunya ha ido bien y en el resto de España mal, entonces vamos al grupo de Los Verdes. ¿Es esto? ¿Puede ser esto? Iniciativa, sea cual sea el resultado, jamás firmará su incorporación al grupo de Izquierda europea. El órgano mixto jamás llegará a un acuerdo en ese caso. ICV sólo aceptará su incorporación, o la de todos los elegidos, a Los Verdes. Es de libro escolar.
¿Cabe una sugerencia? ¿Y si IU pasa de ICV, que pueden ir solitos, verdes, felices y ecologistas de debò, en serio (¡qué risa tía Felisa!) a las elecciones europeas, y atiende en cambio la posibilidad de llegar a acuerdos con otras fuerzas que aspiran a intervenir en el espacio anticapitalista y que tampoco lo van a conseguir, en España cuanto menos, si no llegan a acuerdos con otras fuerzas afines?