Un punto de encuentro para las alternativas sociales

La percepción de Marx sobre la India

Irfan Habib

En 2006, la editorial Tulika Books de Nueva Delhi publicó la colección más completa de escritos de Marx sobre India: Karl Marx on India: from the New York Daily Tribune (including articles by Frederick Engels) and Extracts from Marx-Engels Correspondence 1853-1862. Consta fundamentalmente de sus artículos periodísticos para el periódico New York Daily Tribune en los años 50 así como parte de su correspondencia con Engels. Desgraciadamente, no incluye los abundantes cuadernos de notas que escribió Marx a partir de los años 70. La publicación fue editada por Iqbal Hussein con un prefacio de Prabhat Patnaik y una introducción del historiador indio Irfan Habib. Este texto, que es el que ofrecemos hoy, era una versión completamente revisada del artículo con el mismo título que había publicado para el centenario de Marx en la revista The Marxist, vol. 1, nº 1, 1983.

Hace ciento cincuenta y dos años, Karl Marx escribió dos ensayos fundamentales sobre la India como parte de su misión como corresponsal en Londres de un importante periódico de Nueva York. En estos dos artículos, «La dominación británica en la India» y «Los resultados futuros de la dominación británica en la India», publicados en el New York Daily Tribune (25 de junio y 8 de agosto de 1853), Marx se propuso conscientemente interpretar la mecánica básica de la civilización precolonial de la India, el impacto de la dominación británica en la India y el curso futuro del desarrollo y la liberación de la India. Brillantes como son, estos dos artículos no constituyen sin embargo la expresión completa de la visión de Marx sobre la India. En parte, esto se debe a que Marx también escribió otros artículos sobre la India y, en parte, a que continuó estudiando y reflexionando después de haber escrito estos artículos en 1853.

A lo largo de la década de 1850, Marx escribió varios artículos para el mismo periódico, en los que hizo importantes observaciones sobre la India; algunas declaraciones complementarias importantes también aparecen en las cartas que Marx y Engels se escribieron durante la década, y en artículos que Engels escribió a petición de Marx.1

Durante 1857-58, Marx puso por escrito los famosos Grundrisse, sus notas de autoaclaración preparatorias de El Capital, y aquí trató de situar a la India en su esquema de formaciones precapitalistas.2 Pero es en El Capital mismo, especialmente en el Volumen I (1867), donde Marx contribuyó con una reafirmación parcial (con importantes enmiendas, precauciones y nuevas elaboraciones) de sus principales tesis sobre la India, que adquiere un significado añadido al situarse dentro de la presentación clásica de su análisis a gran escala del capitalismo. En los dos volúmenes póstumos de El Capital, editados por Engels a partir de las notas de Marx, también aparecen afirmaciones dispersas valiosas3.

Después de 1867, las referencias a la India se vuelven relativamente infrecuentes en los escritos publicados de Marx, pero no dejó de informarse, como atestiguan ampliamente sus extensas notas sobre la historia de la India tomadas en algún momento posterior a 1870.4 También hubo un renovado interés sobre la comunidad aldeana, derivado de la lectura de Marx de Morgan y Kovalevsky.5

Cualquier valoración de los puntos de vista de Marx sobre la India debe tener en cuenta todos sus escritos repartidos a lo largo de prácticamente tres décadas. Además, no podemos simplemente unir todas las piezas, ya que, con el tiempo, los puntos de vista de Marx bien podrían haber sufrido algún cambio, siendo esto especialmente cierto en su interpretación de la India precolonial.

La sociedad precolonial

Las generalizaciones heredadas

Cuando Marx escribió en 1853 sobre la sociedad india antes de la conquista británica, parece haber tomado como punto de partida los elementos descriptivos de la interpretación de Hegel de la civilización india.

«Los hindúes [hindoos en el original] no tienen historia», había dicho Hegel, «no han crecido hasta convertirse en una verdadera nación política».6 La admitida difusión de la cultura india había sido «una expansión muda y sin actos». Así, «el pueblo de la India no ha logrado conquistas en el extranjero, sino que en todas las ocasiones ha sido él el vencido».7 Es esencialmente este juicio el que repite Marx en el conocido pasaje: «La sociedad india no tiene historia, al menos historia conocida. Lo que llamamos su historia no es más que la historia de sucesivos intrusos que fundaron sus imperios sobre la base pasiva de esa sociedad inalterable e inmutable»8.

Hegel vio en la ideología de la cultura india («Hindoo») un panteísmo de la «imaginación», expresado en la «deificación universal de toda existencia finita y la degradación de lo Divino», una privación del hombre «de personalidad y libertad»;9 «la moralidad que implica el respeto por la vida humana no se encuentra entre los hindúes».10 Marx también habla de forma similar de que «el asesinato en sí [es] un rito religioso en el Indostán, un culto embrutecedor de la naturaleza, que muestra su degradación en el hecho de que el hombre, el soberano de la naturaleza, se arrodilló para adorar a Hanuman, el mono, y a Sabbala, la vaca»11.

En la organización real de la sociedad, la multiplicación de las formas divinas fue paralela a la multiplicidad de castas. Hegel reconoció que esto suponía un avance con respecto a una sociedad indiferenciada, pero inmediatamente lo condenó por establecer «la servidumbre espiritual más degradante». 12 En la organización de la aldea india, advirtió una rigidez inmutable similar:

La totalidad de los ingresos de cada aldea se divide, como ya se ha dicho, en dos partes, una de las cuales pertenece al rajá y la otra a los cultivadores; pero también reciben partes proporcionales el preboste del lugar, el juez, el aguador, el brahmán que supervisa el culto religioso, el astrólogo (que también es brahmán y anuncia los días de buen y mal augurio), el herrero, el carpintero, el alfarero, el lavandero, el barbero, el médico, las bailarinas, el músico y el poeta. Esta disposición es fija e inmutable, y no está sujeta a la voluntad de nadie. Por lo tanto, todas las revoluciones políticas son indiferentes para el hindú común, pues su suerte no ha cambiado13.

Todo esto lo repite Marx, dando una descripción idéntica de la comunidad aldeana para la que cita in extenso lo que probablemente era también la autoridad de Hegel, un pasaje del célebre Fifth Report [Quinto Informe] de 1812.14 Marx no sólo condena a estas comunidades por estar «contaminadas por las distinciones de casta y por la esclavitud», sino que también subraya su aislamiento de los acontecimientos políticos. Escribe indignado sobre el «egoísmo bárbaro» de las aldeas indias, que, «concentrándose en algún miserable pedazo de tierra, han sido testigos calladamente de la ruina de imperios, la perpetración de crueldades indecibles, la masacre de la población de grandes ciudades, sin tener más consideración hacia ellos que hacia los acontecimientos naturales».15

Las comparaciones entre Hegel en 1830 y Marx en 1853 no se hacen para mostrar que Marx simplemente repetía a Hegel, sino meramente para subrayar el hecho de que, a pesar de su aparato crítico enormemente diferente, Marx tuvo que partir de una evaluación de la cultura india que resultó ser la aceptada entre los mejores pensadores burgueses de su época. Lo que es de gran importancia, por supuesto, es cómo la revisó y la situó en un marco analítico totalmente diferente.

Por un lado, desde el principio, Marx sólo aceptó aquellos pilares fácticos de las generalizaciones hegelianas que creía suficientemente fundamentados. Ya en 1853, había consultado el Fifth Report, un documento voluminoso; también Historical Sketches o[ South India (1810) de Mark Wilks, cuyo pasaje sobre las comunidades aldeanas parece haber utilizado en una carta a Engels;16 Modern India (1852) de John Campbell y History of British India (1806-18) de James Mill ;17 y volúmenes de debates e informes parlamentarios, especialmente los que precedieron a la Ley de la Carta de 1853. Se refiere al Manusmriti («Manu»), que bien podría haber leído en la traducción de Sir William Jones;18 y alude específicamente a su reciente lectura de los viajes de François Bernier, que contenían una sorprendente descripción del imperio mogol en tiempos de Aurangzeb.19

Se trataba de unas lecturas razonablemente amplias, suficiente para comprobar los pronunciamientos más desorbitados de Hegel. Sin embargo, la concepción de Marx de la India no era en absoluto una reformulación editada de Hegel. Hizo con la interpretación de la India del gran filósofo lo mismo que había hecho con su dialéctica; es decir, le «dió la vuelta». Ya había planteado la cuestión en una carta a Engels: «¿Por qué la historia de Oriente aparece como una historia de religiones?»20 Las peculiaridades religiosas que Hegel veía en la base de las peculiaridades de la cultura india eran, en realidad, consecuencias de la organización social india, sobre todo de la comunidad aldeana. 21 Esta última, tal como Marx veía las cosas en 1853, era la institución crucial y lo explicaba prácticamente todo.

La comunidad aldeana

El entusiasmo de Marx por su descubrimiento de la comunidad aldeana india en ese momento no es sorprendente. Ya en La Ideología Alemana, preparada por él y Engels, se había tanteado el camino hacia una elucidación de las principales formas precapitalistas de propiedad. Habían distinguido, por orden de secuencia, (a) la «tribal» correspondiente a la «fase no desarrollada de la producción« –caza y pesca y agricultura temprana–; (b) la «antigua propiedad comunal y estatal», que generaba una diferenciación de clases entre ciudadanos y esclavos; y (c) la «feudal o estamental con un pequeño campesinado hecho siervo».22 Estas formas habían sido en gran medida hipotéticas, aunque la forma (b) derivaba de la visión de Marx de la sociedad romana, y la forma (c) de la de la Europa occidental medieval. Ahora la India también parecía ilustrar, a través de supervivencias reales, un sistema de propiedad, económico y de relaciones que, en líneas generales, concordaba con la forma (b);23 y se podría demostrar que las descripciones de los propios observadores ingleses reforzaban el punto básico de que las sociedades precapitalistas se movían según «leyes de movimiento» diferentes de las de la sociedad capitalista.

En El Capital, I (1867), Marx da como primera característica de la comunidad aldeana india la prevalencia de la «posesión en común de la tierra».24 ¿Qué significaba esto exactamente? Marx hablaba a menudo como si implicara que los aldeanos al menos «cultivaban» la tierra «en común». Su fuente para esto parece haber sido Wilks, que había dicho: «En algunos casos, las tierras de una aldea son comunes, y la cosecha se divide en proporción al trabajo aportado, pero en general cada ocupante cultiva su propio campo»25. Esta afirmación no aparece en el Quinto Informe, que se cita para la comunidad de aldeas indias en el artículo de Marx de 1853 en Tribune; pero ya muestra conocer la descripción de Wilks en una carta de 1853: «En algunas de estas comunidades las tierras de la aldea se cultivan en común; en la mayoría de los casos cada ocupante cultiva su propio campo»26. En los Grundrisse (1857-58), Marx se refiere a la «organización común del trabajo» que sobrevive en «algunas tribus de la India».27 En El Capital, I, sigue de cerca a Wilks, y de hecho lo cita expresamente; además, asigna el cultivo comunal a las comunidades aldeanas de la «forma más simple».28

Una formulación de la relación histórica entre la agricultura comunal y la propiedad comunal ya fue ofrecida por Marx en los Grundrisse: fue a partir de la agricultura comunal que se originó la propiedad comunal; pero una vez establecida, la propiedad comunal tendía a sobrevivir al desarrollo de la agricultura campesina individual.29

En un artículo que Marx escribió para Tribune mientras estaba trabajando en los Grundrisse, apeló a «un estudio más profundo de las instituciones del Indostán» para apoyar «la opinión de que según las instituciones hindúes originales, la propiedad de la tierra estaba en las corporaciones de las aldeas, en las que residía el poder de asignarla a los individuos para su cultivo».30 Aquí Marx tiene obviamente en mente la práctica común de los jefes de aldea de asignar tierras baldías para el cultivo a forasteros o campesinos dispuestos. El derecho tendía a establecer, a los ojos de Marx, la propiedad corporativa de la aldea.

En los Grundrisse, Marx sostiene que esa propiedad por parte de la comunidad aldeana diferenciaba la forma «asiática» de la comunidad de las otras dos formas desarrolladas de esa institución, a saber, la romana (en la que la tierra era propiedad de la comunidad urbana) y la germánica (en la que la unidad de propiedad era la granja).31

Además de la propiedad común de la tierra, Marx vio en la comunidad aldeana india dos fenómenos aparentemente contradictorios pero bien integrados en ella. Por un lado, la falta de desarrollo de la división del trabajo, que se traducía en «la unión doméstica de las actividades agrícolas y manufactureras». Esta observación aparece en uno de los artículos para Tribune de 1853, pero siguió ocupando una posición central en el análisis de Marx y se repite en los Grundrisse y en El Capital, I, así como en otros lugares.32 Por otra parte, hubo un desarrollo en el extremo opuesto: el establecimiento de «una inalterable división del trabajo». Esto se realizó a través del sistema de castas que suministraba, «con la irresistible autoridad de la ley de la naturaleza», los «artesanos individuales hereditarios, el herrero, el carpintero, etc.» La base económica de esto era el «mercado inmutable» que la comunidad proporcionaba al artesano, prohibiendo cualquier alteración en la división social del trabajo una vez fijada.33 Aunque la enunciación clásica de esta división se formula en El Capital, I, Marx seguramente había sido consciente desde el principio de las ocupaciones hereditarias y del sistema de castas dentro de la comunidad.34

Marx, en 1853, habló despectivamente de la «vida estancada y vegetativa» inherente a la comunidad india.35 En 1857-58, pasó a argumentar que la causa de esta impermeabilidad al cambio radicaba en la estructura de la comunidad, es decir, en esos elementos de industria doméstica y especialización de castas que acabamos de describir. Dice:

La forma asiática [de la comunidad, frente a la romana y la germánica] sobrevive necesariamente durante más tiempo y con mayor obstinación. Esto se debe al principio fundamental en que se basa, es decir, que el individuo no se independiza de la comunidad, que el círculo de producción es autosuficiente, la unidad de agricultura y manufactura artesanal, etc. 36

En otro lugar, Marx sostiene que las conquistas de una tribu por otra, dadas otras estructuras internas de la sociedad conquistada, han contribuido a alterar la forma de la propiedad, conduciendo a la esclavitud o a la servidumbre. Pero, debido a la solidez interna de la comunidad india, la subyugación no subvierte su naturaleza básica: «La esclavitud y la servidumbre son simplemente desarrollos ulteriores de la propiedad basada en el tribalismo. Necesariamente modifican todas sus formas. Esto es lo que menos pueden hacer en la forma asiática».37

Lo que hay que recordar aquí es que Marx está hablando de las condiciones internas de la comunidad, no de la sociedad en su conjunto; e incluso dentro de la comunidad aldeana, había observado la existencia de la esclavitud ya en el artículo de la Tribune de 1853.38 Lo que quiere decir es que los «conquistadores» podían obtener mayores excedentes explotando a la comunidad, económicamente solidificada como estaba, que explotando directamente a los individuos que la componían.39 Al sistema de explotación al que las comunidades aldeanas indias llegaron a estar sometidas, Marx le dio la designación de despotismo; y sólo con su descripción podía considerarse completo su cuadro de la sociedad india precolonial.

Despotismo, excedente y mercancías

Marx ya había leído a Bernier en 1853 y, en una carta a Engels, lo cita extensamente. Ahora bien, la tesis principal de Bernier era que el imperio mogol y los demás Estados orientales estaban decayendo porque no había propiedad privada del suelo. Marx tomó nota de la afirmación de Bernier de que el rey era «el único y exclusivo propietario de la tierra», y añadió: «Bernier considera con razón que la forma básica de todos los fenómenos en Oriente –se refiere a Turquía, Persia, Indostán– se encuentra en el hecho de que no existía la propiedad privada de la tierra. Esta es la verdadera clave incluso del cielo oriental». 40

Pero la descripción de Bernier, aunque mostraba que el sistema de propiedad indio era muy diferente del europeo, no podía conciliarse con la existencia de la propiedad comunal en la India. Marx intentó resolver el problema en los Grundrisse: tanto si la propiedad residía en la comunidad como en el Estado, argumentó, el individuo «carece de hecho de propiedad». Marx introduce entonces una distinción entre «propiedad» y «posesión», de modo que «la unidad que todo lo abarca y que está por encima de todos estos pequeños cuerpos comunes puede aparecer como el propietario superior o único, las comunidades reales sólo como poseedores hereditarios»41 :

El déspota aparece aquí como el padre de todas las numerosas comunidades menores, realizando así la unidad común de todos…. El producto excedente… pertenece a esta unidad superior. El despotismo oriental parece, pues, conducir a una ausencia legal de propiedad. De hecho, sin embargo, su fundamento es la propiedad tribal o común42.

Esta visión más bien mística de la propiedad del gobernante fue aparentemente abandonada por Marx apenas unos meses después de ponerla por escrito. En un artículo del Tribune de 1858, sobre la tenencia de tierras indias, estaba dispuesto a citar con aprobación una opinión según la cual

la supuesta propiedad en el gobierno [no es] más que la derivación del título del soberano, teóricamente reconocida en todos los países cuyos códigos se basan en la ley feudal y sustancialmente reconocida en todos los países, cualquiera que esté en el poder del gobierno, para recaudar impuestos sobre la tierra en la medida de las necesidades del gobierno.43

En las últimas palabras de esta cita Marx parece sugerir que la propiedad del soberano sobre la tierra estaba relacionada con la cuantía del impuesto sobre la tierra. Si representaba la mayor parte del excedente, es decir, si era prácticamente una renta, entonces el rey estaba, de hecho, reclamando lo que le era debido como propietario de la tierra.44 Esto era lo fundamental para cualquier reconocimiento del soberano como propietario. El argumento se hace totalmente explícito en El Capital, III, cuyo borrador fue redactado por Marx en 1863-67:

… en Asia … [donde el Estado] se sitúa sobre ellos [los productores directos] como su terrateniente y simultáneamente como soberano, la renta y los impuestos coinciden, o más bien, no existe ningún impuesto que difiera de esta forma de renta básica [renta del trabajo convertida en relación tributaria]. La soberanía consiste aquí en la propiedad de la tierra concentrada a escala nacional. Pero, por otra parte, no existe propiedad privada de la tierra, aunque sí posesión privada y común de la tierra45.

El «despotismo oriental», en el análisis de Marx, es por lo tanto esencialmente soberanía que recibe rentas y está prácticamente despojado de las otras características políticas que se le asignan en el pensamiento liberal europeo, como la monarquía arbitraria y absoluta.46

El artículo de 1858 en el Tribune que hemos citado muestra que Marx era consciente de las complejidades reales de la sociedad india prebritánica, donde no existía una simple «relación tributaria» entre el campesino y el Estado, sino una triangular, que implicaba a otra clase de demandantes del excedente, a saber, los «zamindars». Marx reconoce que los zamindars afirmaban ser propietarios de la tierra (sujetos a ciertas cuotas debidas al gobierno), tratando a los campesinos como «arrendatarios a voluntad». Sin embargo, invocó la opinión británica oficial contraria de que «los zamindars y los talukadars no eran más que funcionarios del gobierno encargados de ocuparse, recaudar y pagar al príncipe las contribuciones debidas por la aldea».47 En otras palabras, sus derechos reivindicados eran una usurpación de los del Estado. Sin embargo, «la prescripción [estaba] a su favor»; y «en Oudh estos terratenientes feudales habían llegado muy lejos en la reducción tanto de las reclamaciones del gobierno como de los derechos de los cultivadores».

La implicación crucial de estas observaciones es que, para Marx, el Estado asiático no representaba simplemente a una sola persona o incluso a una simple «comunidad superior»; implicaba la existencia de una clase social definida, que se apropiaba del excedente a través del mecanismo de la renta fiscal. Sólo a partir de tal clase, en el proceso de una dispersión territorial de las reivindicaciones de excedente, podían desarrollarse magnates locales como los de Oudh, con tal ejercicio de los derechos de señorío como para obtener incluso de un escritor tan cuidadoso como Marx la designación de «terratenientes feudales».
Si se reconoce una vez que la propiedad individual de la tierra puede ser creada a partir del latifundismo estatal por actos de usurpación, ¿no podría el propio latifundismo estatal haber sido creado por actos de conquista, la usurpación suprema? De hecho, en 1853, Marx pensó que la institución de la «no propiedad de la tierra», es decir, de la propiedad estatal, podría haber sido establecida por los musulmanes «en toda Asia».49 Esta especulación tenía un gran potencial, ya que sugería que, en su forma más completa, la renta fiscal era la característica particular de los estados islámicos. Esto nunca fue retomado por Marx más tarde, pero sigue teniendo un valor singular al sugerir que estaba dispuesto a reconocer, incluso en 1853, que la historia bien podría haber tenido un papel que desempeñar, después de todo, en la configuración de las formas básicas de la estructura de las sociedades indias o asiáticas.

En un aspecto importante, Marx parece haber revisado o refinado sus ideas durante los diez años que precedieron aproximadamente a la publicación de El Capital, I. Se trataba del ámbito del intercambio o la producción de mercancías dentro de la sociedad india precolonial, una cuestión fundamental para cualquier comprensión de su naturaleza histórica. En los Grundrisse, Marx señala que en las comunidades de todo tipo (indias, romanas, germánicas), «el objeto económico es la producción de valores de uso», de modo que las comunidades sólo podían haber producido poco para el intercambio.50 De hecho, el «sistema de producción basado en el intercambio» caracterizó la «disolución histórica» de la forma comunal.51 En El Capital, III, se dice que la «comunidad india», al igual que la sociedad de la antigüedad europea y de la Edad Media, posee, a través de la unión de la agricultura y la artesanía, un «modo de producción» capaz de sostener una «economía natural» –o una economía sin intercambio–52. El caso del magnate indio se cita como ilustración: se apropia del «producto excedente» agrícola como «tributo o renta», y luego se dispone a consumir en parte el excedente en especie, y en parte a hacer que lo utilicen «trabajadores no agrícolas». La producción y la reproducción en una escala progresivamente creciente siguen su camino aquí», no sólo sin la intervención del capital, como subraya Marx, sino de hecho sin ninguna circulación de mercancías en absoluto53.

Aparentemente, Richard Jones es la autoridad de Marx para esta ilustración, y si no tuviéramos nada más de Marx, bien podríamos haber supuesto que la antigua sociedad india se caracterizaba por la ausencia de intercambio de mercancías en todos sus sectores, tanto dentro de la comunidad como fuera de ella. Pero el pasaje clásico sobre la comunidad india en el mismo volumen de El Capital disipa todas las dudas al respecto, y muestra que el magnate indio de Richard Jones no era, en opinión de Marx, característico de la sociedad india en su conjunto: simplemente ilustraba una posibilidad, y nada más.

Esto se debe a que en el pasaje de El Capital del que estamos hablando, Marx contrasta las condiciones internas de producción de la aldea con «la división del trabajo llevada a cabo en la sociedad india en su conjunto, por medio del intercambio de mercancías». Así, fuera de la aldea, era la mercancía y no la «economía natural» la que reinaba. Esto se hace explícito por las mismas palabras que Marx utiliza para calificar el dominio del intercambio en la sociedad que contiene a las comunidades: «Sólo el excedente se convierte en mercancía, y una parte de él, no antes de llegar a manos del Estado, a cuyas manos ha llegado desde tiempos inmemoriales una cierta cantidad de estos productos en forma de renta en especie»54 .

Estas afirmaciones son de crucial importancia, aunque sus implicaciones rara vez han sido reconocidas. Éstas pueden resumirse como sigue:

(a) El campesino cultivaba una parte de su producción para su propia subsistencia, y ésta no iba al mercado. La combinación de la agricultura con la artesanía garantizaba que el campesino no comprara nada en el mercado. Él vivía en una «economía natural».

(b) Del resto del producto –el producto excedente– el campesino entregaba una parte como pago de renta en especie. Este, pensaba Marx, era el modo normal de adquisición del excedente en Asia.55 La parte del producto tomada como renta se ponía en el mercado después de haber sido obtenida por el Estado, y así se convertía en mercancía fuera de la aldea.

(c) Otra parte del excedente (presumiblemente la más pequeña) se convertía en mercancía dentro de la aldea, en el sentido de que el campesino la producía para venderla en el mercado, pagando entonces una renta monetaria; el mercado para el producto, sin embargo, permanecía fuera de la aldea.

Así pues, la economía natural se limitaba a la aldea; fuera de ella dominaba la circulación de mercancías, creando una división del trabajo basada en su propio funcionamiento. El contraste es sorprendente entre estas condiciones postuladas para la India precolonial y lo que Marx describe como la situación «en muchos latifundios romanos, o en las aldeas de Carlomagno, o más o menos durante toda la Edad Media [europea]», donde no la totalidad o la mayor parte del excedente, sino «sólo una porción relativamente pequeña de la parte del producto que representa «los ingresos del terrateniente» entra «en el proceso de circulación»56. ¿Es posible, entonces, que Marx admitiera un nivel de monetización mucho mayor en la India precolonial que en la Europa medieval?

Es una lástima que tengamos pocos medios para saber por qué Marx sintió que tenía que introducir estas calificaciones generales para admitir un terreno tan grande de circulación de mercancías en la sociedad india. Posiblemente se encontró con declaraciones en el Quinto Informe sobre los campesinos indios que pagaban el impuesto sobre la tierra o las rentas en dinero.57 Además, había hablado en un artículo del Tribune de que los zamindars originales de Bengala habían sido sustituidos masivamente por «especuladores mercantiles», bajo el impulso del Asentamiento Permanente. Estos especuladores debían haber estado presentes en la sociedad más antigua como poseedores de un capital mercantil lo suficientemente grande como para poder comprar más tarde «toda la tierra de Bengala».58

Marx también sabía que la estructura urbana sostenida por el excedente agrario contenía en su seno una economía de intercambio. El propio Richard Jones distingue, en un pasaje citado por Marx, entre el artesano de ciudad en la India («donde la mezcla de europeos no ha cambiado la escena»), que dependía de los caprichos del mercado, y el artesano rural mantenido directamente por la aldea.59 En El Capital, I, Marx cita a otra autoridad para la descripción del tejedor indio como «un mero individuo separado que trabaja una tela cuando se lo encarga un cliente».60 En este caso, la casta no operaba para soldar permanentemente al artesano en la comunidad, sino esencialmente para permitir que una «habilidad especial» se «acumulara de generación en generación».61 Aquí, entonces, el sistema de castas indio podría ser bastante coherente con la pequeña producción independiente en un entorno de circulación de mercancías.

En 1853, Marx había obtenido de Bernier la información de que las ciudades indias del siglo XVII no habían sido «propiamente hablando, más que campamentos militares». A través de una larga cita de Bernier parece enfatizar el gran número de soldados y seguidores de los campamentos, y su capacidad para vivir con un nivel de subsistencia mínimo.62 Esto coincidía con la observación de Richard Jones de que los «artesanos de las ciudades» en la India obtenían sus salarios de los «ingresos excedentes de la tierra», un fondo cuya mayor parte era «distribuida por el Estado y sus funcionarios», por lo que los artesanos urbanos tenían que emigrar a cualquier nueva sede a la que se desplazaran sus clientes reales o aristocráticos. En la cita que Marx hace de Jones, este último contrasta esta naturaleza migratoria del artesano indio con la dependencia del trabajador europeo de los «capitales fijos» locales .63 Pero uno puede, quizás, ver que la principal diferencia entre la India y la Europa posfeudal radica en la naturaleza del mercado para los productos artesanales urbanos: en la India, se limitaba a la aristocracia y sus dependientes, mientras que en Europa incluía a la alta burguesía rural, así como a las clases medias emergentes.

Una pregunta a la que Marx trató de dar respuesta a partir de 1853 fue por qué el Estado en la India o en Asia había logrado convertir su impuesto en renta, mientras que esto no sucedía en Europa. Esto podría explicarse en parte por la «naturaleza resistente de la comunidad india»; pero, trabajando sobre una sugerencia original de Engels, encontró un factor económico detrás del control directo del Estado sobre la producción. Se trataba de la irrigación artificial, que, a la escala necesaria en la India, sólo podía ser llevada a cabo por un despotismo centralizado.64 La tesis, expuesta en 1853, se repitió en los Grundrisse, y de nuevo –en un tono más bien bajo– en El Capital, 1.65 Engels, en 1878, volvería a exponerla en el Anti-Dühring.66 La fundamentación ofrecida siempre fue más bien escasa, aunque proporcionó combustible suficiente para una teorización a gran escala sobre las sociedades «hidráulicas» en la literatura posterior, coronada por el Despotismo oriental de Karl A. Wittfogel (edición original, New Haven, 1957).67

El «modo asiático»: Reconsideraciones

Mucho antes de 1867, Marx ya había desarrollado una noción completa de los elementos fundamentales del sistema económico y político de la India y (como él pensaba) de gran parte de Asia antes de la incursión colonial. En 1859, parecía seguro de que lo «asiático» merecía un lugar aparte en la clasificación de los principales «modos de producción» de la historia humana68.

Este sistema de producción, en la concepción de Marx, consistía claramente, como hemos visto, en dos elementos: la comunidad aldeana y el despotismo oriental. El primero era tal vez más crucial en la medida en que definía la forma del proceso de trabajo: la pequeña producción autosuficiente sin servidumbre individual pero con ocupaciones fijas. El «despotismo» residía en la identidad del impuesto con la renta, es decir, la apropiación del excedente a través de la agencia del Estado. Si bien la «economía natural» prevalecía en la aldea, la circulación de mercancías aún podía desarrollarse fuera de ella sobre la base de la disposición del excedente.

Siendo así, la sociedad india precolonial (como el tipo «asiático» clásico) era claramente una sociedad de clases desarrollada, con una clase dominante de apropiadores del excedente y una división del trabajo basada en el intercambio fuera de la comunidad aldeana. Hobsbawm, por lo tanto, difícilmente puede estar en lo cierto cuando supone que el «sistema asiático» de Marx «no es todavía una sociedad de clases, o, si es una sociedad de clases, entonces es la forma más primitiva de ella».69 Esto no sólo va en contra de todo el concepto de Marx de la existencia de la apropiación del excedente en el «sistema asiático», sino que también se contradice con lo que Engels dice en Anti-Dühring (1878), un libro cuyo texto fue revisado y aprobado por Marx. Allí Engels describe expresamente la aparición de «un déspota o sátrapa oriental» como parte del «proceso de formación de clases» con «los gobernantes individuales separados [uniéndose] en una clase dominante».70 La sociedad asiática era, pues, una sociedad de clases en toda regla.

Por persuasivo que nos parezca el análisis de Marx de la economía precolonial configurada bajo la forma de «modo asiático», hay buenas razones para creer que Marx desarrolló considerables reservas sobre el concepto «asiático» después de 1867. Para empezar, había demasiadas cuestiones que habían quedado sin resolver.

La primera cuestión se refería al lugar del sistema asiático en el orden de las etapas del progreso social. En su Prefacio de 1859 a la Crítica de la economía política, Marx habla como si el sistema asiático precediera a la antigüedad clásica. También dice en la misma obra que la «propiedad comunal india contenía los diversos prototipos de la propiedad romana y alemana».71 En el texto alemán de 1867 de El Capital, I, Marx sitúa el surgimiento de la comunidad clásica (romana) «después de que la primitiva propiedad comunal oriental de la tierra hubiera desaparecido».72 Reiteró el mismo punto de vista en sus cartas de 1868 y 1870.73 Pero las comunidades indias clásicas producían un excedente que era necesario para mantener el despotismo asiático, como hemos visto, mientras que las comunidades primitivas originales no podían producir excedente alguno, como deja claro Engels en Anti-Dühring: la esclavitud se originó tan pronto como la comunidad empezó a producir un excedente.74 Por consiguiente, el sistema asiático (es decir, la comunidad productora de excedentes y el Estado receptor de rentas) no pudo preceder a la esclavitud; en el mejor de los casos, sólo pudo desarrollarse paralelamente a la formación de las sociedades esclavistas y feudales. Tal parece ser la opinión del propio Engels (y puesto que Marx dio su aprobación a su texto, también la opinión de Marx), ya que, en el Anti-Dühring, la aparición del «déspota o sátrapa oriental» se trata como parte del mismo proceso que también produjo la división de la sociedad en amo y esclavo75.

Mientras la sociedad india o asiática perdía así su antigüedad primitiva, Marx no podía ignorar un proceso que hasta entonces había asumido pero a cuyas implicaciones había prestado poca atención. Si en su forma original la comunidad india había practicado el cultivo comunal, entonces el cambio a la pequeña producción individual, que era ahora la forma dominante,76 debía representar una alteración fundamental en la esencia misma de esa comunidad «inmutable». También debe existir una contradicción entre la propiedad comunal y la producción individual. La cuestión se le planteó a Marx con fuerza no en relación con la India, sino con Rusia: sin embargo, la lógica se aplica a ambos. En la combinación de «propiedad común [y] pequeños cultivos divididos», «la propiedad móvil, un elemento que desempeña un papel cada vez mayor incluso en la agricultura, conduce gradualmente a la diferenciación entre los miembros de la comunidad, y por lo tanto hace posible que surja un conflicto de intereses, particularmente bajo la presión fiscal del Estado».77

Esto puede considerarse junto con el hecho de que Marx, en sus notas sobre la obra de Kovalevsky, Régimen comunal de posesión de la tierra (1879), ya había señalado la aparición de la propiedad privada en el seno de la comunidad aldeana india que conducía a la génesis de contradicciones en su seno.78 Por lo tanto, ya no era posible sostener que la comunidad india había sido internamente una institución totalmente estancada.

En estas mismas notas sobre Kovalevsky, Marx reafirma su opinión de que las comunidades indias pertenecían a un sistema diferente del feudalismo germano-romano. Lo que es interesante aquí es que los principales puntos de diferencia señalados son la ausencia de servidumbre en la India, y la falta de inalienabilidad de la tierra a los «no miembros de la clase noble».79 Estas son características que difícilmente podrían poner a las comunidades indias en una posición histórica inferior, incluso desde el punto de vista del desarrollo de la circulación de mercancías y la propiedad privada.

Si la comunidad india estaba sujeta al desarrollo histórico, tanto más lo estaba la superestructura económica y política situada por encima de ella, el aparato del llamado «despotismo oriental». En 1853, Marx había abordado la cuestión de si las políticas islámicas habían sido responsables de las reivindicaciones del soberano sobre la propiedad de la tierra.80 Es posible que más tarde Marx se diera cuenta de la controversia sobre este asunto. Kovalevsky, en la misma obra de 1879 leída por Marx, criticó la atribución a la «teoría y práctica mahometanas» de un supuesto rechazo de la propiedad privada de la tierra.81 Así, incluso la idea del Estado como propietario de la tierra en Asia y la ausencia de propiedad privada individual de la tierra parecían disolverse, aunque esto no afectaba necesariamente a la identidad práctica del impuesto con el excedente («renta»).

Las lecturas adicionales de Marx sobre la India incluían la History of India de Mountstuart Elphinstone, de la que, en algún momento de la década de 1870, tomó copiosas notas. La mayor parte de los hechos anotados se referían a la historia dinástica directa; en lo que respecta a Akbar, el gran emperador mogol (1556-1605), sin embargo, Marx anotó (y subrayó) un resumen de sus principales medidas recaudatorias. Observó que Akbar fijaba un tercio de la producción como norma impositiva y, lo que es aún más importante, que cobraba el impuesto en efectivo promediando los precios anteriores a efectos de conmutación.82 Como hemos visto, Marx, en El Capital I, ya había admitido el pago parcial de la renta de la tierra en efectivo. Pero esta nueva información también podría haber modificado el supuesto, enunciado en El Capital, III, de que la renta en especie era el pilar de «las condiciones sociales estacionarias» en Asia:83 la introducción del nexo ‘en efectivo’ contradecía ambos elementos de este supuesto: uno, el del predominio de la renta en especie, y el otro, el de las «condiciones estacionarias».

Por último, incluso la institución del «despotismo» asiático empezó a perder su impresionante individualidad anterior. A.L.H. Gunawardana señala que en sus notas sobre las Lectures on the Early History of Institutions (1875) de Henry Sumner Maine, Marx expresa su oposición directa a la idea de que el Estado esté por encima de la sociedad e insiste en que en todas partes surgió de las contradicciones sociales84.

Por lo tanto, hay pruebas suficientes de que la lectura continuada de Marx sobre la India después de 1867 le llevó a reconsiderar la fuerza de varias de sus ideas anteriores sobre la India precolonial. Además, la nueva formulación teórica del comunismo primitivo, reforzada por la obra de L.H. Morgan (Ancient Society, 1877), sugería una universalización de algunas características de la comunidad india (en particular el supuesto cultivo comunal original) y su relegación en todas partes a una época anterior. En consecuencia, la mecánica básica de la evolución social posterior a esa etapa primitiva también tendía a universalizarse. El modo asiático estancado ya no encajaba en el marco teórico tal como ahora se refinaba, del mismo modo que investigaciones más detalladas habían sugerido una reformulación de algunas de las tesis anteriores sobre las comunidades y el sistema fiscal indios. Es cierto que Engels no es el único culpable del abandono del modo asiático85.

La reserva aparentemente mantenida por Marx en sus últimos años con respecto a la categoría asiática no implicaba que estuviera dispuesto a pasar por alto las características específicas de la sociedad y la economía indias. Esto queda claro por su objeción a cualquier designación de las comunidades indias como «feudales». También conviene recordar que su tesis de la unión de la agricultura y la artesanía, por un lado, y de una división inmutable del trabajo, por otro, como pilares gemelos de la economía aldeana india, sigue teniendo un valor duradero. Además, el historiador económico de hoy debe plantearse las mismas preguntas que Marx sobre las implicaciones precisas de la extracción de la «renta» en forma de impuesto sobre la tierra. El contraste que trazó Marx entre una economía de intercambio basada en la disposición del excedente y la «economía natural» dentro de la aldea que le sirve de base, debe seguir en pie, aunque la intrusión de la producción de mercancías y la diferenciación dentro de la aldea podría haber sido aún más amplia de lo que Marx había admitido. En su opinión, la economía urbana era en gran medida parasitaria; y aquí tenemos una sugerencia importante de por qué las potencialidades del desarrollo capitalista en la economía india siguieron frustradas.86 Todo esto forma un importante legado de ideas para los historiadores indios, que pueden así inspirarse aún más para explorar la mecánica del cambio en una sociedad que el propio Marx había pensado en algún momento, bastante injustamente, que era inmutable.

Colonialismo e India

El tributo

Los debates parlamentarios que precedieron a la Ley de la Carta de 1853 proporcionaron a Marx una información considerable sobre la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, que completó con otra bibliografía. Pudo rastrear la historia precolonial de la Compañía desde principios del siglo XVIII, cuando, en Inglaterra, «la vieja aristocracia terrateniente [había] sido derrotada, y la burguesía no [pudo] ocupar su lugar excepto bajo la bandera de la dinerocracia, o la ‘haut finance‘». 87 La Compañía de las Indias Orientales era una gran organización corporativa de esta última clase, que reclamaba el monopolio del comercio de las Indias Orientales e invocaba la libertad comercial para exportar tesoro: Marx comenta irónicamente «la curiosidad» de que los monopolistas indios fueran los primeros predicadores del libre comercio en Inglaterra».88

Marx consideraba que la conquista de la India emanaba del deseo de los financieros de ampliar su capital con los ingresos de los territorios conquistados. «Ya en 1689 habían concebido el establecimiento de un dominio en la India y hacer de los ingresos territoriales una de sus fuentes de emolumentos»89. Este saqueo directo de la India mediante impuestos siguió siendo la característica clave del régimen inglés en la India: «Durante todo el siglo XVIII, los tesoros transportados de la India a Inglaterra se obtuvieron mucho menos mediante un comercio comparativamente insignificante que mediante la explotación directa de ese país, y por las colosales fortunas allí obtenidas y transmitidas a Inglaterra»90.

Por «explotación directa» del país se entendía, en primer lugar, la apropiación de los ingresos del gobierno. La Compañía se apropió del derecho del soberano a la renta-impuesto, ya establecido en la India, y lo amplió enormemente. En El Capital, III, Marx hablaba de las desastrosas consecuencias para el productor directo cuando la renta en especie «es encontrada y explotada por una nación comercial conquistadora, por ejemplo, los ingleses en la India».91 Este afán de «explotación fiscal» redujo naturalmente los gastos en obras públicas al mínimo. De unos ingresos brutos de 19,8 millones de libras en 1851-52, se gastaron menos de 0,17 millones de libras en «carreteras, canales, puentes y otras obras de necesidad pública».92 En cuanto al objeto principal del gasto, Marx señaló que «en ningún otro lugar [se hace] una provisión tan extravagante para la propia clase gobernante» como en la India93.

El saqueo de la India se llevó a cabo no sólo a través de los impuestos, sino también mediante la creación de fortunas personales. Éstas, en el siglo XVIII, se habían creado principalmente mediante la extorsión, el soborno y el monopolio.94 En El Capital, I, Marx citó la cifra estimada de 6 millones de libras esterlinas por el valor de los «regalos» obtenidos de los indios durante los diez años comprendidos entre 1757 y 1766; también dio un ejemplo de cómo los ingleses favorecidos hacían dinero a través de monopolios comerciales en el interior.95 Los grandes ingresos continuaron en el siglo XIX, pero ahora principalmente como la carga principal sobre los ingresos. Investigándolas en 1857, Marx encontró que «las ganancias y beneficios que se acumulan para los súbditos británicos individuales» eran «muy considerables»; y «su ganancia pasa a aumentar la suma de la riqueza nacional» de Inglaterra. Sin embargo, señaló que parte de los costes de la posesión de la India habían empezado a recaer sobre los contribuyentes británicos96.

Marx no fue, por supuesto, el primero en hablar del drenaje de riqueza de la India. Ya en el siglo XVIII, parlamentarios como Burke y administradores como Sir John Shore y Lord Cornwallis reconocieron que la base de la conexión de la India con Gran Bretaña era esa fuga de riqueza.97 La ruina de la India a través de la recaudación de tributos continuó tensando las conciencias de liberales ingleses como James Mill y Montgomery Martin.98 El propio Marx hizo uso de las críticas de Bright a la explotación financiera de la India, aunque observó que la «imagen de la India arruinada por los esfuerzos fiscales de la compañía y el gobierno no recibió, por supuesto, el complemento de la India arruinada por Manchester y el libre comercio» de Bright.99

Marx dedicó un artículo en el Tribune a analizar la opinión de Bright sobre la India como un país muy gravado. Expresó algunas reservas sobre los cálculos de Bright, pero hizo la importante observación de que:

En la estimación de la carga fiscal, su importe anual no debe pesar más en la balanza que el método de recaudación, y la forma de emplearlo. El primero es detestable en la India, y en la rama del impuesto sobre la tierra, por ejemplo, desperdicia tal vez más productos de los que obtiene. En cuanto a la aplicación de los impuestos, bastará decir que ninguna parte de ellos se devuelve al pueblo en obras de utilidad pública.100

Para maximizar la recaudación, los ingleses llevaron a cabo «revoluciones agrarias», subvirtiendo las relaciones de propiedad existentes. Crearon diversas «formas de propiedad privada de la tierra, el gran desideratum de la sociedad asiática».101 Pero el verdadero propósito era, por este medio, mantener o aumentar la capacidad de pago de impuestos del país: «Los regímenes zamindari y ryotwari fueron ambos revoluciones agrarias, efectuadas por ukases británicos, ambas hechas no para el pueblo, que cultiva la tierra, ni para el poseedor, que la posee, sino para el gobierno que la grava».102 El zamindari (o el Acuerdo Permanente) no era más que «una caricatura del terrateniente inglés», el ryotwari de la «propiedad campesina francesa»:

Un curioso tipo de terrateniente inglés era el zamindat, que sólo recibía una décima parte de la renta, mientras que tenía que entregar nueve décimas partes al Gobierno. Un tipo curioso de campesino francés era el ryot, sin ningún título permanente sobre la tierra, y cuyos impuestos cambiaban cada año en proporción a su cosecha103.

No cabe duda de que hay un elemento de exageración en estas declaraciones. La norma de una onceava parte (no una décima parte) de la renta para la parte del zamindar en el Acuerdo Permanente tenía poca relevancia práctica ya que, con el aumento de los precios y la expansión del cultivo, la parte del zamindar en la renta aumentó considerablemente. De hecho, el propio Marx reconoció en otra parte que el Régimen creó una «nobleza terrateniente» en Bengala, que afectaba negativamente a los intereses del gobierno, así como a «los cultivadores reales».104 Estos terratenientes eran «especuladores mercantiles» que habían sustituido a los antiguos zamindari y habían creado «una jerarquía de intermediarios» o patnidars, «que presiona con todo su peso sobre el desafortunado cultivador».105

En cuanto al sistema ryotwari, la afirmación de Marx de que los ingresos variaban cada año en función de las cosechas sólo es correcta en parte. Si el ryot ponía tierras baldías en cultivo, tenía que pagar más; y se preveía la variación del impuesto en función de los cambios en los precios. Marx tenía razón, sin embargo, al decir que el sistema ryotwari había ignorado a menudo los derechos superiores como «mirassis, jagirs, etc. »106, y los ingresos impuestos al campesino no eran en absoluto ligeros. En otro lugar, Marx presentó pruebas de cómo los campesinos eran atormentados por los funcionarios de la Compañía en el proceso de recaudación de ingresos en estas mismas zonas ryotwari. 107

Marx consideraba que, lejos de quedar algún margen para el ahorro o el «beneficio» para el «productor directo», la carga de la renta que le imponían los ingleses hacía «más o menos imposible cualquier expansión de la producción»; el campesino quedaba reducido «al mínimo físico de los medios de subsistencia».108 Además, aunque el ryot gestiona su granja como un «productor independiente», el usurero «no sólo le robaba todo su excedente mediante intereses», sino que también se comía su «salario».109

En cuanto a las clases terratenientes superiores, no sólo sufrieron sus reivindicaciones en los asentamientos ryotwari. Como muestra Marx en un artículo de 1858, estas clases también estaban bajo presión en el norte de la India, como ilustra el ejemplo de los taluqdars de Oudh110.

Bajo el impulso del mismo afán recaudatorio se produjo la absorción de los principados indios. La política de la Compañía hacia ellos era la de los romanos: «un sistema de engorde de aliados, como engordamos bueyes, hasta que eran dignos de ser devorados».111 En un artículo posterior, Marx, discutiendo un discurso de Disraeli, mostró cómo «la destrucción por la fuerza de los príncipes nativos» se había acelerado debido a «las dificultades financieras» de la Compañía, que habían alcanzado un punto álgido en 1848112.

Marx no sentía ninguna simpatía especial por los príncipes indios: la mayoría de ellos ni siquiera poseían «el prestigio de la antigüedad» y, para colmo, eran «las herramientas más serviles del despotismo inglés».113 Sin embargo, le indignaba la forma en que el poder británico trataba a sus propias criaturas. Así, escribió una mordaz condena de los métodos con los que se gestionó la anexión de Oudh (1856):

Negar la validez de los tratados que habían constituido la base reconocida de las relaciones durante veinte años; apoderarse violentamente de territorios independientes en abierta infracción incluso de los tratados reconocidos; la confiscación final de cada acre de tierra en todo el país114 ; todos estos modos traicioneros y brutales de proceder de los británicos hacia los nativos de la India115.

Finalmente, la explotación directa de la India comenzó a requerir para su continuación una presión intensificada sobre China. El gobierno británico en la India «depende en una séptima parte de sus ingresos de la venta de opio a los chinos»(1883).116 Marx esbozó un relato de cómo el opio, monopolizado por la Compañía en la India, fue impuesto a China en cantidades cada vez mayores a través del contrabando organizado y la guerra.117

El monopolio del opio no sólo era un pilar indispensable de la explotación fiscal de la India; el comercio de opio a China constituía un importante modo de realización del tributo indio por parte de Inglaterra. Marx da cifras que muestran que en 1818 Gran Bretaña tenía un déficit comercial de más de 6 millones de libras con China:

Ahora este saldo adeudado a China por Inglaterra, Australia y los Estados Unidos se transfiere de China a la India, como compensación de la cantidad adeudada por China a la India, a cuenta del opio y el algodón… [Las] importaciones de China a la India nunca han alcanzado todavía la suma de 1.000.000 de libras esterlinas, mientras que las exportaciones a China desde la India alcanzan la suma de casi 10.000.000 de libras esterlinas. 118

Así, las grandes cantidades de té y seda que Inglaterra obtenía gratuitamente de China se recibían principalmente en pago del tributo indio, ¡pero con un enorme coste moral y social para el pueblo chino!119

Además, estaba el exceso de las exportaciones indias sobre las importaciones en el comercio directo con Inglaterra. Marx da las cifras de las investigaciones parlamentarias, que mostraron que el exceso ascendió a 2.250.000 libras esterlinas en 1855: «Inglaterra simplemente consume este tributo sin exportar nada a cambio»120. Marx, al escribir esto, parece pasar por alto el principal medio de realización del tributo, que, en este período, era a través de China, y que naturalmente daría una remuneración mucho mayor a Inglaterra por el «buen gobierno» que proporcionaba, con el opio y demás121.

En El Capital I, publicado en 1867, Marx llegó a considerar esta fuga de riqueza de la India y otras colonias como una fuente importante de «acumulación primaria», que ahora consideraba un requisito previo esencial para la génesis del capitalismo industrial en Gran Bretaña122. En Studies in the Development of Capitalism, de Maurice Dobb, la explotación de las colonias aparece como un elemento de la política mercantilista más que como una fuente de acumulación primaria123. Esto es sorprendente, porque rara vez se niega la magnitud de la afluencia de riqueza de la India y las Indias Occidentales.124 Podría haber ascendido a una parte aparentemente pequeña de la renta nacional británica, digamos, el 4,8 por ciento en 1801, pero con ese tamaño todavía habría sido igual a casi el 70 por ciento de la inversión interna neta anual británica.125 El principal argumento parece ser que los «nabobs» ingleses, y otros que obtuvieron ganancias coloniales, no se sabe si invirtieron directamente en la industria.126

Uno no puede, por supuesto, estar seguro de cómo Marx habría respondido a tales objeciones. En El Capital, I, parece sugerir que en la medida en que el saqueo colonial amplió el capital comercial, despejó el camino para el crecimiento industrial británico: «En el período de la manufactura propiamente dicho es… la supremacía comercial la que da el dominio industrial [y no viceversa]. De ahí el papel preponderante que el sistema colonial desempeña en esa época»127. Sin embargo, la cuestión también puede analizarse de otra manera. A nivel del capital monetario, tanto si los «nabobs» compraban fincas o casas, sus actos de compra habrían liberado otros fondos para que fluyeran hacia la industria. De nuevo, en términos de bienes recibidos a través de la explotación colonial, Inglaterra pudo obtener grandes cantidades de materias primas y bienes asalariados gratis de otros países; esto, en efecto, se sumó al capital industrial en la misma proporción en que ese capital aumentó su dominio sobre la economía británica.

Dada la posibilidad de que el tributo indio engrosara la acumulación primaria en el siglo XVIII, cabe preguntarse si siguió desempeñando la misma función también en el siglo XIX. Tomada literalmente, la «acumulación primaria [o primitiva]» de Marx era la que «precedía a la acumulación capitalista», siendo «no el resultado del modo de producción capitalista, sino su punto de partida».128 Pero no es necesario interpretar la definición de Marx en un espíritu puramente cronológico.129 La extracción directa del excedente de las economías no capitalistas (la renta fiscal y el monopolio de la venta de sus productos), «el proceso de sangrado» del que hablaba Marx en una carta de 1881, debió seguir aumentando el capital industrial dentro del país metropolitano:

Lo que los ingleses les quitan anualmente [al pueblo de la India] en forma de renta, dividendos por ferrocarriles inútiles para los hindúes, pensiones para militares y funcionarios, por Afganistán y otras guerras, etc., lo que les quitan sin ningún equivalente y aparte de lo que se apropian anualmente dentro de la India –hablando sólo del valor de las mercancías que los indios tienen que enviar gratuita y anualmente a Inglaterra– ¡suma más que la suma total de los ingresos de 60 millones de trabajadores agrícolas e industriales de la India! ¡Este es un proceso de sangría con saña! 130

Esto era «acumulación primaria», pura y simple; y era similar en muchos aspectos a la «acumulación» obtenida de la continua subyugación política por parte de los países capitalistas de las economías no capitalistas que Rosa Luxemburgo describió en 1913.131 No era sólo el mercado indio sino el imperio indio lo que ayudaba a mantener el ritmo de la revolución industrial británica una vez que había comenzado.

Había, pues, una unidad última subyacente al conflicto que Marx veía entre los intereses de la «dinerocracia» y la oligarquía británicas, que buscaban el tributo directo, y los de la «fabricocracia», que encontraban sus mercados en la India constreñidos por la carga del tributo.132 ¿Podría decirse que este conflicto visible representaba esencialmente la contradicción entre el impulso de la acumulación primaria y la necesidad simultánea de un mercado en expansión para el capitalismo británico? ¿Y no podría la búsqueda de una resolución de esta contradicción conducir ineludiblemente al «Imperialismo del Libre Comercio», espoleando una nueva expansión colonial designada simultáneamente a añadir nuevas fuentes de tributo y a aumentar el área sujeta al Libre Comercio? 133

La economía política clásica había sostenido que esa expansión colonial no era realmente necesaria, ya que la economía de la ventaja comparativa crearía espontáneamente mercados para la nación industrialmente más productiva. Influenciados por esta idea, Marx y Engels escribieron en el Manifiesto Comunista de 1848 que «los precios de sus mercancías son la artillería pesada con la que [la burguesía] derriba todas las murallas chinas», como si no fuera necesaria la violencia desnuda en el proceso134. No podían dejar de ver que los años 1843-56, el mismo periodo del triunfo de las doctrinas del libre comercio en Inglaterra, representaban la fase más implacable de la expansión británica en la India y otras partes del mundo. Ya en 1852, Engels señaló cómo «la conquista de Sind, el Punjab, etc., etc.» había conducido a un aumento de la cantidad de «productos industriales ingleses» exportados a la India, un punto que Marx retomó inmediatamente135.

Marx era ahora sanamente escéptico sobre las profesiones anticoloniales de los librecambistas. Cuando la India estaba en proceso de anexión, todos ellos se habían callado. Ahora (1853), cuando se habían alcanzado sus «límites naturales», se habían convertido en los más ruidosos con su hipócrita «canto a la paz». Pero, «en primer lugar, por supuesto, tenían que conseguirla para someterla a su intensa filantropía».137 Hablando seis años más tarde de los enormes costes a los que se había reprimido la rebelión de 1857, Marx se refirió sarcásticamente a «la «gloriosa reconquista de la India» como algo que se había logrado esencialmente para «asegurar el monopolio del mercado indio a los librecambistas de Manchester».138 No podría haber una mejor caracterización del imperialismo del libre comercio que ésta.

La «expropiación« industrial

Engels escribió una vez sobre cómo «la conquista de la India» seguida en busca de «importaciones» –la forma material del tributo, por decirlo así– ayudó a transformar el país metropolitano, creando en él la necesidad de «exportaciones» y el desarrollo de la industria a gran escala. Parece establecer 1800 como la línea divisoria entre las fases de «importación» y «exportación» del colonialismo británico139. Marx sitúa el cambio después de 1813:

Después de la apertura del comercio en 1813 [por la Ley de la Carta] el comercio con la India se triplicó con creces en muy poco tiempo. Pero esto no fue todo. Todo el carácter del comercio cambió. Hasta 1813, la India había sido principalmente un país exportador, mientras que ahora se convirtió en un país importador.140

Marx, al definir las exportaciones y las importaciones, tenía claramente en cuenta sólo los bienes industriales: «La India, el gran taller de la fabricación de algodón para el mundo, desde tiempos inmemoriales, se inundó ahora con hilos ingleses y tejidos de algodón».141 Dio datos cuantitativos precisos de la expansión de las exportaciones británicas de manufacturas de algodón a la India: «De 1818 a 1836 la exportación de hilos de Gran Bretaña a la India aumentó en la proporción de 1 a 5.200. En 1824, la exportación de tejidos británicos a la India apenas llegaba a 1.000.000 de yardas, mientras que en 1837 superaba los 64.000.000 de yardas».142

La importancia del comercio para Gran Bretaña aumentó en proporción a la expansión de las exportaciones británicas a la India: en 1850, nos dice Marx, las exportaciones de Gran Bretaña a la India ascendían a una octava parte de todas sus exportaciones, y las exportaciones de algodón a una cuarta parte del «comercio exterior de algodón». Después de recordar al lector que las manufacturas de algodón empleaban a una octava parte de la población de Gran Bretaña, continúa: «Al mismo ritmo que las manufacturas de algodón se convirtieron en un interés vital para todo el marco social de Gran Bretaña, las Indias Orientales se convirtieron en un interés vital para las manufacturas de algodón británicas»143.

Si tal era la importancia para Inglaterra de sus exportaciones textiles a la India, ¿qué decir de su impacto en la India? Marx las consideraba la fuente de una inmensa transformación de sus condiciones sociales y económicas:

La injerencia inglesa, habiendo colocado al hilandero en Lancashire y al tejedor en Bengala, o barriendo tanto al hilandero como al tejedor hindú, disolvió estas pequeñas comunidades semibárbaras y semicivilizadas, haciendo saltar por los aires su base económica, y produjo así la mayor y, a decir verdad, la única revolución social de que se tenga noticia en Asia.144

Para comprender la escala de la perturbación económica de la que habla Marx, puede recordarse que, según Ellison, el paño inglés representaba el 3,9 por ciento del consumo de paño indio en 1813-35, pero el 35,3 por ciento en 1856-60 y el 58,4 por ciento en 1880-81.145 Cuando se recuerda que, además del paño, también se importaba hilo, puede comprenderse lo que Marx quiere decir cuando afirma que la tradicional «unión entre la agricultura y la industria manufacturera» en la India se vio radicalmente perturbada.146 El campesino compraba telas producidas en Lancashire, prescindiendo tanto del hilandero doméstico como del tejedor de la aldea. Y el tejedor intentaría continuar con el hilo más barato de Lancashire, prescindiendo en este caso también del hilandero doméstico. La economía natural anterior se derrumbaría y, para comprar las manufacturas importadas, el campesino tendría que vender en el mercado mucho más que el producto excedente, al que la circulación de mercancías, según Marx, se había limitado hasta ahora.147

Una vez comercializada la agricultura, los campesinos debían producir materias primas para el mercado mundial en lugar de cultivos para el consumo doméstico o directo a nivel de aldea: «De este modo, la India Oriental se vio obligada a producir algodón, lana, cáñamo, yute y añil para Gran Bretaña».148 La transformación tuvo, naturalmente, consecuencias mortales para el tejedor y el hilandero. Primero, la pérdida del mercado europeo y, después, la afluencia de telas de Lancashire a la India, provocaron el «declive de las ciudades indias famosas por sus tejidos».149 Marx cita al Gobernador General cuando informaba en 1833-34 de que «los huesos de los tejedores de algodón están blanqueando las llanuras de la India».150 Y de nuevo: «Después de 1833, la extensión de los mercados asiáticos se ve forzada por la «destrucción de la raza humana» (la masiva extinción de los tejedores de telares manuales indios).151

La ruina de los tejedores indios fue aceptada casi unánimemente como un hecho hasta que un erudito estadounidense inició un debate sugiriendo que el hilo importado reforzaba la posición del tejedor indio, y que la demanda india total se expandió de tal manera que absorbió las importaciones británicas sin reducir el consumo de tela india.152 Cabe recordar que, según las estimaciones de Ellison, la producción india de tela per cápita cayó de 2,4 libras en 1831-35 a 1,6 libras en 1856-60, y a poco más de 1,0 libras en 1880-81; y en 1880-81 ya incluía la tela india fabricada en fábrica154.

Las cifras de Ellison confirman la descripción de Marx de la destrucción de la industria artesanal india; pero también confirman su insistencia en que «el trabajo de [su] disolución procede muy gradualmente» porque «la economía sustancial y el ahorro de tiempo que ofrece la asociación de la agricultura con la manufactura oponen una resistencia obstinada a los productos de las grandes industrias, cuyos precios incluyen el faux frais del proceso de circulación que los impregna».155

En el análisis de Marx sobre el impacto de los bienes industriales en la India está implícito que los artesanos desempleados debieron convertirse en jornaleros sin tierra; además, la expansión de la producción de mercancías en la que tanto insistió debió conducir inevitablemente al hundimiento de un gran estrato de los campesinos más pobres hacia las filas del proletariado rural. R.P. Dutt y Surendra J. Patel aportaron pruebas considerables del aumento del número de miembros de esta clase a partir de la segunda mitad del siglo XIX.156 Incluso las cifras dadas por Dharma Kumar, que por otra parte cuestiona la tesis, tienden a confirmar el crecimiento fenomenal de la falta de tierras en el siglo XIX.157

Impresionado por todas estas formas de disolución de las antiguas relaciones y el sufrimiento inherente a esa disolución, Marx siempre habló con mucho sentimiento de «la India arruinada por Manchester y el libre comercio».158 Ya en 1847, hizo el balance en términos muy humanos cuando habló de «los millones de trabajadores que tuvieron que perecer en las Indias Orientales [India] para procurar al millón y medio de trabajadores empleados en Inglaterra en la misma industria [textil], ‘tres años de prosperidad sobre diez’».159 La venta de mercancías británicas lograba así en la India lo que ya había tenido lugar en Gran Bretaña: la «expropiación a gran escala» del pequeño productor, resumida en ese portentoso capítulo de El Capital, I, sobre la «Tendencia histórica de la acumulación capitalista».160

Pero, ¿había en esta relación algo mucho más fundamental aún para el capitalismo metropolitano? Rosa Luxemburgo, en 1913, publicó una crítica del concepto de Marx de acumulación capitalista, en el que la plusvalía parecía ser generada únicamente por el trabajo dentro de la economía capitalista. Ella argumentaba, por el contrario, que la plusvalía en la producción capitalista sólo podía ser «realizada» por los capitalistas a través del sistema forzado de intercambio de mercancías con las economías precapitalistas (coloniales y campesinas)161. (Esto debe distinguirse, por supuesto, de la simple acumulación primaria obtenida de la India, que fue ciertamente reconocida y subrayada por Marx hasta 1881, como hemos visto). Es mérito de Nikolai Bujarin que, si bien criticó las premisas básicas de la teoría de Luxemburgo, llamó la atención sobre dos pasajes de Marx en los que éste había reconocido ampliamente que el país «avanzado» con mayor productividad del trabajo al vender manufacturas a un país atrasado (y al comprar materias primas a este último) obtiene una ventaja, una «plusvalía», en la medida en que sus productos de menor cantidad de trabajo se intercambian como equivalentes de los de mayor cantidad de trabajo: «En este caso», dice Marx, «el país más rico explota al más pobre».162 Así, aunque la plusvalía no se «realizaba» a través de las colonias, ciertamente se ampliaba continuamente a través del intercambio desigual con las colonias. La expropiación industrial en la India era, pues, un proceso de «explotación» de la colonia, tanto para Marx como para Luxemburgo.

Resistencia

En 1853, en el primero de los dos conocidos artículos de Tribune, Marx presentó un dilema particular. Por un lado, se daba cuenta de lo «repugnante para el sentimiento humano» que debía ser la visión del «mar de desgracias» en el que se había sumergido la población rural india; los miembros de las comunidades aldeanas «perdían al mismo tiempo su antigua forma de civilización y sus medios hereditarios de subsistencia». Por otra, era imposible exigir que el viejo sistema hubiera continuado cuando «restringía la mente dentro del alcance más pequeño posible», cultivaba un «egoísmo bárbaro» y apoyaba la vil superstición, privando de hecho a la sociedad de «toda grandeza y energías históricas», de toda capacidad de cambio163. El viejo sistema de producción y cultura tenían que ser destruidos, al igual que la pequeña producción tuvo que ser aniquilada en Europa para dar lugar a la aparición de la industria moderna.164 Marx, por lo tanto, había citado a Goethe para justificar su aprobación de todo el terrible proceso de cambio desatado por el dominio británico.165

Pero cuando estalló realmente la rebelión en 1857, en total revulsión contra el dominio británico, Marx fue incapaz de seguir su propio consejo. Sus simpatías naturales estaban del lado de los rebeldes; y, con su agudeza habitual, analizó con precisión el desarrollo de los acontecimientos incluso cuando el material del que disponía era necesariamente limitado.

Por un lado, Marx veía la rebelión «no como un motín militar, sino como una revuelta nacional».166 «En cuanto a las habladurías sobre la apatía de los hindúes [indios], o incluso sobre su simpatía por el dominio británico, son todo tonterías».167 De hecho, las fuerzas británicas tendían a convertirse en «pequeños puestos plantados sobre rocas aisladas en un mar de revolución». 168

La verdadera razón del aislamiento británico era la ausencia hacia ellos de «los buenos sentimientos del campesinado».169 El hecho de que la revuelta no tuviera su origen en los campesinos se explicaba mediante una analogía con la Revolución Francesa:

El primer golpe asestado a la monarquía francesa procedió de la nobleza, no de los campesinos. La revuelta india no comienza [de forma similar] con los ryots, atormentados, deshonrados, desnudados por los británicos, sino con los cipayos, vestidos, alimentados, palmeados, cebados y mimados por ellos.170

Este párrafo demuestra una gran perspicacia, ya que la participación de los campesinos, aunque apenas se menciona en los libros de texto, provocó la ira de los administradores británicos171.

Las clases agrarias superiores también participaron. Marx escribió un largo despacho sobre un discurso de Disraeli en el que había mostrado cómo, aparte de los príncipes depuestos, «el jagirdar» y «el enamdar» también se habían sentido agraviados por la invasión británica de sus derechos.172 Posteriormente, escribió un artículo sobre la proclamación de Oudh de Canning, en el que hablaba de la disputa sobre los derechos de los taluqdars tras la anexión de Oudh. El «descontento resultante por su parte [de los taluqdars] les llevó a hacer causa común con los cipayos sublevados».173 Marx tenía al menos una visión más realista de la rebelión que algunos intérpretes posteriores, uno de los cuales la ha caracterizado como «una guerra campesina contra el terrateniente indígena y el imperialismo extranjero».174

La simpatía de Marx por los rebeldes se muestra de varias maneras: su escepticismo desdeñoso de las afirmaciones de una pronta captura británica de Delhi a los amotinados;175 su detección de la exageración en las historias de horror de las atrocidades cometidas por los rebeldes y sus justificaciones de éstas como acontecimientos ineludibles en tales revueltas en todas partes;176 y, por último, su denuncia de las atrocidades cometidas por los oficiales y las tropas británicas.177

Por simpatía que tuviera Marx, por instinto natural, por los rebeldes de 1857, tenía muy claro que la rebelión fue una respuesta de las viejas clases al proceso de pauperización de una gran masa del pueblo indio y a la disolución de toda una vieja forma de vida; no era el producto de la «regeneración» india que él mismo esperaba. Con respecto al motín, admitió que «es un curioso quid pro quo esperar que una revuelta india asuma las características de una revolución europea»178.

En 1853, Marx había criticado a los ingleses por tolerar la superstición religiosa en la India179 , pero fue precisamente la aprensión respecto a las intenciones británicas hacia la religión lo que resultó ser el catalizador inmediato de la rebelión de los cipayos180. Además, a excepción de los cipayos, no había ningún elemento moderno en las filas de los rebeldes que Marx pudiera identificar; y, como dijo Engels, «incluso ellos [los cipayos] carecían por completo del elemento científico, sin el cual un ejército no tiene remedio hoy en día».181 Por tanto, la rebelión estaba condenada, por mucho que a Marx y Engels les hubiera gustado que continuara incluso en forma de guerra de guerrillas.182

Regeneración

En 1853, Marx definió el doble carácter histórico de la dominación británica: «Inglaterra tiene que cumplir una doble misión en la India: una destructiva, la otra regeneradora: la aniquilación de la vieja sociedad asiática y el establecimiento de las bases materiales de la sociedad occidental en Asia»183. Los dos papeles no se desarrollaron en etapas secuenciales distintas; lo creativo estaba enraizado en lo destructivo y, por tanto, era aparentemente secundario y menos visible: «La obra de regeneración apenas transpira a través de un montón de ruinas. Sin embargo, ha comenzado.»184 La misión constructiva fue, de hecho, ciega e involuntaria: Gran Bretaña, como la burguesía en general, creó «esas condiciones materiales de un mundo nuevo del mismo modo que las revoluciones geológicas han creado la superficie de la tierra».185

El proceso de disolución de la antigua economía aldeana india sentó las bases para la regeneración al aflojar el fuerte control de la tradición y la superstición sobre el pueblo indio.186 El efecto negativo se complementó con ciertos logros positivos: la unificación política del país reforzada por el telégrafo eléctrico; una defensa eficaz asegurada por un moderno «ejército nativo»; una nueva conciencia engendrada por una «prensa libre»; la introducción de la propiedad privada; la provisión, a escala limitada, de educación occidental; y los ferrocarriles y el transporte a vapor que acercaron aún más el país al mundo occidental187. Aquí estaban, pues, los prerequisitos para la creación de una burguesía india: «De los nativos indios, educados a regañadientes y con escasez en Calcuta, está surgiendo una nueva clase, dotada de los requisitos del gobierno e imbuida de la ciencia europea».188

Marx sostenía que el tendido de la red de ferrocarriles en el interior del país era de crucial importancia. En aquella época (1853), estos ferrocarriles apenas empezaban a tenderse desde las tres grandes ciudades portuarias de Calcuta, Bombay y Madrás. Pero en un pasaje notable Marx previó así el futuro:

Sé que la fabricocracia inglesa se propone dotar a la India de ferrocarriles con el exclusivo fin de extraer a costos reducidos el algodón y otras materias primas para sus manufacturas. Pero una vez introducida la maquinaria en la locomoción de un país, que posee hierro y carbón, es incapaz de detener su fabricación. No se puede mantener una red de ferrocarriles sobre un país inmenso sin introducir todos aquellos procesos industriales necesarios para satisfacer las necesidades inmediatas y actuales de la locomoción ferroviaria, y a partir de los cuales debe crecer la aplicación de maquinaria a aquellas ramas de la industria no relacionadas inmediatamente con los ferrocarriles. Por consiguiente, el sistema ferroviario se convertirá en la India en el precursor de la industria moderna189.

A pesar de su visión crítica de la cultura pasada de la India, Marx creía firmemente que el pueblo indio estaba dotado de capacidades suficientes para crear una sociedad moderna. Reservó un considerable sarcasmo para Sir Charles Wood, presidente de la Junta de Control (el ministro británico para la India), por decir que «en la India hay una raza de gente, lenta para el cambio, atada por prejuicios religiosos y costumbres anticuadas. De hecho, todo son obstáculos para un progreso rápido»192.

Marx tampoco estaba de acuerdo con Munro y Elphinstone en su opinión favorable sobre la aristocracia india. Por el contrario, había que crear «una nueva clase» para ocupar los cargos administrativos en la India; y Marx citó a Campbell para decir que «por la agudeza y la aptitud para aprender de las clases inferiores, esto puede hacerse en la India como no puede hacerse en ningún otro país».193 Marx se basó en el príncipe Soltykov, quien descubrió que «incluso en las clases más inferiores», los indios eran «más sutiles y hábiles que los italianos».194 Y finalmente Campbell, de nuevo, pero lo más relevante de todo: «la gran masa del pueblo indio posee una gran energía industrial, está bien preparada para acumular capital, y destaca por una claridad matemática de cabeza y talento para las cifras y las ciencias exactas. . . Su intelecto… es excelente».195 Marx pensaba que no habría habido ninguna dificultad para que los indios «se adaptaran a un trabajo totalmente nuevo y adquirieran los conocimientos necesarios sobre maquinaria».196

Por lo tanto, los indios estaban bien preparados para convertirse en capitalistas, así como en trabajadores industriales. El proletariado industrial indio, una vez creado, estaría libre de castas: La industria moderna, resultante del sistema ferroviario, disolverá las divisiones hereditarias del trabajo sobre las que descansan las castas indias, esos impedimentos decisivos para el progreso y el poder indios.197 Esta fue una profecía confiada; y la clase obrera india la ha cumplido en gran medida, aunque no en la medida, tal vez, que Marx podría haber esperado.

Aunque se estaban creando las condiciones materiales para la implantación de una sociedad moderna en la India bajo el impacto del dominio británico, el proceso no pudo alcanzar su plenitud bajo ese régimen. Esto se debía a que existía un conflicto básico de intereses entre la burguesía inglesa y el pueblo indio: «Todo lo que la burguesía inglesa se vea obligada a hacer no emancipará ni mejorará materialmente la condición social de la masa del pueblo, que depende no sólo del desarrollo de sus poderes productivos, sino de su apropiación por el pueblo».198

En estas circunstancias, la génesis de los elementos modernos en la India bajo la égida de la dominación británica no pudo crear ninguna base duradera para la colaboración entre las nuevas clases y los gobernantes británicos; al contrario, el proceso de regeneración produjo nuevas contradicciones.

Ya en 1858, Marx pudo observar una divergencia de perspectivas entre la joven burguesía india y la Compañía de las Indias Orientales. Cuando la Compañía lanzó un empréstito en Calcuta, obtuvo escasa respuesta. Esto demuestra que los capitalistas indios están lejos de considerar las perspectivas de la supremacía británica con el mismo espíritu optimista que distingue a la prensa londinense.199

La represión de la Rebelión de 1857 hizo añicos el ejército de los cipayos y la resistencia bajo auspicios tradicionales. Pero las condiciones que generaron la desafección continuaron. En 1871, el Consejo General de la Asociación Internacional de Trabajadores –de la que Marx era el verdadero espíritu impulsor– recibió una carta de Calcuta en la que se llamaba la atención sobre el «gran descontento… entre el pueblo» y «las miserables condiciones de los trabajadores» en la India.200 En una carta que Marx escribió en 1881, se refería al «proceso de desangramiento» al que estaba sometida la India y a la inminencia de la hambruna. A continuación, habló de «una conspiración real en la que cooperan hindúes y musulmanes», de cuya verdadera magnitud no se daba cuenta el gobierno británico201 . Éste fue ciertamente un periodo de grave agitación de masas, marcado por los disturbios campesinos del Decán de 1875 y la agitación dirigida por la burguesía contra la eliminación de los aranceles a la importación de productos de algodón en 1879. A.O. Hume obtuvo una impresión similar de las condiciones de «agitación» generalizada y «peligro para el gobierno» durante los mismos años.202 Estas condiciones de agitación constituyeron el preludio de la formación del Congreso Nacional Indio en 1885, a partir del cual comienza la historia formal del movimiento nacional indio.
No se puede decir si los comienzos moderados de 1885 habrían satisfecho a Marx. Pero sin duda lo que siguió hasta el final de 1947 contenía mucho que debería haberle gratificado, porque todo estaba de acuerdo con la perspectiva que había esbozado en 1853:

Los indios no cosecharán los frutos de los nuevos elementos de la sociedad esparcidos entre ellos por la burguesía británica, hasta que en la propia Gran Bretaña las nuevas clases dominantes hayan sido suplantadas por el proletariado industrial, o hasta que los propios hindúes se hayan hecho lo suficientemente fuertes como para deshacerse por completo del yugo inglés.203

Si hay un hombre en la historia moderna que no necesita adjetivos, ése es Karl Marx; y ¿qué elogio, en cualquier caso, puede ser adecuado para este pasaje? En 1853, fijar la emancipación colonial, y no sólo la reforma colonial, como objetivo del movimiento socialista europeo; y, más aún, esperar una liberación nacional («deshacerse del yugo inglés«) alcanzada a través de su lucha por el pueblo indio, como un acontecimiento que podría incluso preceder a la emancipación de la clase obrera europea: tal perspicacia y visión pertenecen sólo a Marx.

Notas

1. Las dos recopilaciones populares que he utilizado en las que se publicaron los artículos de Marx y Engels son: Karl Marx y Frederick Engels, On  Colonialism (cuarta edición ampliada, Moscú, 1976) y Karl Marx y Frederick Engels, The First Indian War of Independence, 1857-1859 (Moscú, 1959) ,citadas respectivamente como On Colonialism y FIWI. Para los pocos artículos sobre India no incluídos en ninguna de las dos recopilaciones, he utilizado Karl Marx, On Colonialism and Modernization, editada por Shlomo Avinari (Nueva York, 1969), citada como ‘Avinari’. Una publicación temprana, Karl Marx, Articles on India, con introducción de R.P. Dutt (primera edición india, Bombay, 1943), ahora solo tiene interés histórico. Para sus cartas, he utilizado Marx y Engels, Selected Correspondence, 1846-1895, editada por Dona Torr (Calcuta, 1945); otras publicaciones (especialmente Marx y Engels, Collected Works) se citan cuando la recopilación de Dona Torr omite una carta o trunca su texto. Nota: En el presente volumen, los artículos de Tribune se pueden reseguir de las fechas de publicación del periódico dadas en las notas inferiores; y las cartas del periodo 1852-1862, por las fechas de las cartas citadas.

2. He utilizado Karl Marx, Grundrisse, traducido con un prefacio de Martin Nicolaus (Londres, 1973). La parte histórica de los Grundrisse fue traducida por Jack Cohen, con una introducción de E.J. Hobsbawm como Pre-Capitalist Economic Formations (Londres, 1964). Cuando la referencia es a la parte de los Grundrisse contenida en esta última, se sigue su traducción.

3. Para el Capital, volumen I, he citado la impresión estándar página a página de la traducción Moore-Aveling (Londres, 1887), editada por Dona Torr (Londres, 1938). Para los volúmenes II y III, he utilizado la traducción publicada en Moscú: 1957 (volumen II) y 1959 (volumen III).

4. Karl Marx, Notes on Indian History (1664-1858) (Moscú, s.d.). Desgraciadamente, los editores no dejan claro cuando tomó exactamente Marx estas notas. Pero presumiblemente fue después de 1870, cuando se publicó el libro de Robert Sewell The Analytical History of India. El otro libro utilizado, History of India de Elphinstone, había sido publicado tan pronto como 1841, aunque apareció una nueva edición en 1874.

5. Sobre estas dos nuevas fuentes de interés sobre Marx, véase Daniel Thorner, «Marx on India and the Asiatic Mode of Production», Contributions to Indian Sociology, IX (diciembre de 1966), pp. 58-63.

6. G.W. Friedrich Hegel, The Philosophy of History, traducido por J. Sibree (Nueva York, 1956), p. 163.

7. Ibid., p. 142

8. Tribune, 8 de agosto de 1853; On Colonialism, p. 81. Para una crítica de la historicidad de este juicio, veáse D.D. Kosambi, An Introduction to the Study of Indian History (Bombay, 1956), p. 11.

9. Hegel, Philosophy of History, p. 141.

10. Ibid., p. 150.

11. Tribune, 25 de junio de 1853; On Colonialism, p. 41.

12. Hegel, Philosophy of History, p. 144.

13. Ibid., p. 154..

14. Fifth Report from the Select Committee on the Affairs of the East India Company, 1812, edición foto-offset, Irish University Press Series of British Parliamentary Papers, Colonies, East India, 3, Shanon, 1969, p. 85. Marx reproduce el pasaje en Tribune, 25 de junio de 1853; On Colonialism, pp. 39-40.

15. Tribune, 25 de junio de 1853; On Colonialism, p. 40.

16. Marx recurre al pasaje de Wilks –Lt. Col. Mark Wilks, Historical Sketches of South India (originalmente publicado en Londres en 1810), I, editado por Murray Hammick (Mysore, 1930), pp. 136-139– para insertar adiciones a las citas del Fifth Report que da en su carta a Engels del 14 de junio de 1853; On Colonialism, pp. 313-14. Se cita expresamente a Wilks como autoridad para la descripción de la comunidad aldeana en Capital I, p 352n.

17. Aparecen varias citas de Campbell en los artículos de Tribune; On Colonialism, pp. 65, 67, 73, 79, 85, 182, 208. Véase también Capital I, p. 352n. La History de Mill es citada también por Marx en Tribune, 11 de julio de 1853; On Colonialism, pp. 47-48.

18. La referencia de Marx a Manu se encuentra en una carta del 14 de junio de 1853, Selected Correspondence, p. 62; On Colonialism, p. 315.

19. Selected Correspondence, pp. 57-58. Marx también cita a Bernier en A Contribution to the Critique of Political Economy, traducción inglesa (Moscú, 1970) p. 130. Bernier bien merecía la admiración de Marx, pues intentaba conscientemente un análisis de los factores tras el declive del imperio mogol. Para las observaciones de Engels sobre Bernier, véase su carta del 6 de junio de 1853, Selected Correspondence p. 60. El interés de Engels en los asuntos asiáticos le llevó a aprender persa, y así asegurar el acceso a la poesía de Hafiz y a la historia de Mir Khwand (Rauzatu-s Safa) en el original (carta a Marx, 6 de junio de 1853), Collected Works, Vol. 39, pp. 339-42; véase también el fragmento de la carta en el presente volumen.

20. Carta del 2 de junio de 1853, Selected Correspondence, p. 57. Negritas de Marx.

21. Tribune, 25 de junio de 1853; On Colonialism, pp. 40-41.

22. Karl Marx y Friedrich Engels, The German Ideology (Moscú, 1964), p. 32-36.

23. Esto se presupone en una pregunta de Engels (carta de 6 de junio de 1853): «¿Cómo es que los orientales no llegan a la propiedad de la tierra ni siquiera en su forma feudal?». Selected Correspondence, p. 59.

24. Capital, I., p. 350. En la traducción de E. y C. Paul Parte I (Londes, 1930), p. 377, «propiedad comunal de la tierra». Véase también Capital I, p. 325, donde Marx atribuye a las comunidades indias «la propiedad en común de los medios de producción».

25. Wilks, Historical Sketches of South India, p. 137.

26. Carta del 14 de junio de 1853, On Colonialism, p. 280.

27. Pre-Capitalist Formations, p. 70; Grundrisse, p. 473.

28. Capital, I, p. 351.

29. Pre-Capitalist Formations, pp. 68-69; Grundrisse, p. 472. Le sigue, por tanto, que «las formas de propiedad asiáticas o indias marcan en todas partes el inicio (esto es, las formas originales) [también] en Europa», una «nueva prueba» de lo que Marx encontró en las investigaciones de Georg Ludwig Maurer (m. 1872) en las primeras comunidades aldeanas germánicas y la evolución posterior de los derechos de propiedad individual en su seno (Marx a Engels, 14 de marxo de 1868, Collected Works, volúmen 42, Moscú, 1987, p. 547). Véase también Pre-Capitalist Formations, p. 139.

30. Tribune, 7 de junio de 1858; On Colonialism, p. 192.

31. Pre-Capitalist Formations, p. 71-82; Grundrisse, p. 474-86.

32. Tribune, 25 de junio de 1853; On Colonialism, p. 39; Pre-Capitalist Formations, pp. 70, 83, 91; Grundrisse, p. 473, 486, 493; Capital, I, p. 350.

33. Capital, I, pp. 3351-52. Como las castas surgidas de la «conversión del trabajo fraccional en un trabajo de toda la vida de un hombre», véase Capital, I, p. 331.

34. Véase, por ejemplo, la referencia a los «medios hereditarios de subsistencia» y las «distinciones de casta» en Tribune, 25 de junio de 1853; On Colonialism, pp. 39-40.

35. Tribune, 25 de junio de 1853; On Colonialism, p. 41.

36. Pre-Capitalist Formations, p. 83; Grundrisse, p. 486.

37. Pre-Capitalist Formations, p. 91; Grundrisse, p. 493.

38. Tribune, 25 de junio de 1853; On Colonialism, p. 41.

39. Véase Capital III, pp. 771-72, donde Marx dice que el sometimiento individual bajo la forma de servidumbre no se da necesariamente cuando, «como en Asia», el estado es el «terrateniente». «Bajo tales circunstancias no hace falta que exista una presión política o económica más fuerte que la común a toda sujección a ese estado».

40. Carta del 2 de junio de 1853, Selected Correspondence, p. 58. Negritas en el original. La frase en cuestión se encuentra en François Bernier, Travels in the Mughal Empire, AD 1656-1658, traducido por A. Consntable, editado por V.A. Smith (Oxford, 1916), pp. 5, 204, 226, 232, 238.

41. Pre-Capitalist Formations, p. 69; Grundrisse, p. 472-73.

42. Pre-Capitalist Formations, p. 69-70; Grundrisse, p. 473.

43. Tribune, 25 de mayo de 1858; On Colonialism, p. 191. En otro artículo publicado en Tribune, 3 de abril de 1858, se afirma incluso: «La tierra, sin embargo, en India no pertenece al gobierno, estando la mayor parte tan en propiedad privada como en Inglaterra, conservando muchos de los nativos sus propiedades con títulos de hace seiscientos o setecientos años» (Avineri, p. 278) . Este artículo, sin embargo, no parece haber sido escrito por Marx en absoluto: no está incluido en Marx y Engels Collected Works. [Para su texto, véanse los Apéndices en el presente volumen].

44. La afirmación de que el rey era el propietario del suelo no la hizo ninguna autoridad india antes del siglo XVIII, mientras era la frase habitual en los labios de los observadores europeos desde el siglo XVI en adelante. Era claramente el impuesto sobre la tierra, a menudo denominado por ellos como «renta» lo que les sugería la existencia de un propiedad real total sobre la tierra. Véase Irfan Habib, Agrarian System of Mughal India (segunda edición, Nueva Delhi, 1999), pp. 123-25.

45. Capital, III, pp. 771-72.

46. Compárese con Macaulay quien, en su obituario de Lord William Bentinck, contrastaba la «libertad británica» con el «despotismo oriental». El eulogio se cita en V. A. Smith Oxford History of India (segunda edición, Londres, 1921), p. 657.

47. Tribune, 7 de junio de 1858, On Colonialism, p. 192.

48. Tribune, 7 de junio de 1858, On Colonialism, pp. 192-93.

49. Carta del 14 de junio de 1853, Selected Correspondence, p. 62.

50. Pre-Capitalist Formations, pp. 80-81; Grundrisse, p. 485.

51. Grundrisse, p. 882.

52. Capital, III, p. 767.

53. Capital, I, p. 610.

54. Ibid., p. 351.

55. Capital, III, p. 776.

56. Ibid., p. 767.

57. Sir John Shore, en su famosa Minuta del 18 de junio de 1789, formando parte del Apéndice I del Fifth Report, dice: «En general, por toda Bengala, las rentas son pagadas por los ryots en dinero» (Fifth Report, p. 192, párrafo 226)

58. Tribune, 5 de agosto de 1853, On Colonialism, p. 78.

59. Theories of Surplus Value, III (Moscú, 1971) ,pp. 434-35.

60. Capital, I, pp. 331-32. La cita (el énfasis es nuestro) está tomada por Marx de Hugh Murray y James Wilson, Historical and Descriptive Account of British India, Vol. II (Edimburgo, 1832).

61. Capital, I, pp. 331-32.

62. Carta del 2 de junio de 1853, Selected Correspondence, pp. 57-58. Las citas que da Marx parecen haber sido tomadas de pasajes franceses correspondientes a Bernier, Travels, pp. 210-20, 251-52, 381-90. Marx hace una pequeña referencia a Bernier en este contexto en Theories of Surplus Value, III, p. 435.

63. Theories of Surplus Value, III, p. 435.

64. En una carta a Marx, 6 de junio de 1853, Engels hablo de la «irrigación artificial» como «la primera condición para la agricultura» en la gran zona que se extiende desde el Sahara hasta «India y Tartaria». Siguió con una distinción de tres departamentos de los gobiernos orientales: finanzas, guerra y obras públicas. Selected Correspondence, p. 59. Marx incorporó con fuerza estas ideas en Tribune, 25 de junio de 1853; On Colonialism, p. 37-38.

65. Pre-Capitalist Formations, p. 70-71; Grundrisse, p. 473-74; y Capital, I, p. 523n.

66. Anti-Dühring, Moscú, 1947, p. 269.

67. Presenté una crítica a este trabajo en Enquiry, nº 6, Delhi, pp. 54-73.

68. «En líneas generales, los modos de producción asiático, antiguo, feudal y burgués pueden ser señalados como épocas que marcan el progreso del desarrollo económico de la sociedad». Prefacio a A Contribution to the Critique of Political Economy (Moscú, 1978), p. 21.

69. E.J. Hobsbawm, Introducción, Pre-Capitalist Formations, p. 34. Si no hay clases no hay lucha de clases. Así, Witfogel: «La historia de la sociedad hidráulica sugiere que las luchas de clases, lejos de ser una enfermedad crónica de toda la humanidad, es el lujo de sociedades [occidentales] con múltiples centros y abiertas». Oriental Despotism, p. 71.

70. Anti-Dühring, p. 268-69.

71. A Contribution to the Critique of Political Economy, pp. 21, 33n.

72. Capital I, traducido por E. y C. Paul, p. 351n. La palabra «oriental» se omite en la traducción Moore-Aveling, Capital, I, p. 325n.

73. La carta del 14 de marzo de 1868 ya ha sido citada en la nota 29. En una carta del 17 de febrero de 1870, Marx dice de forma aún más definitiva, que la «propiedad comunal», ya sea eslava u otra, es «de origen indio». Marx, Letters to Dr. Kugelmann (Londres, 1935?), p. 99.

74. Anti-Dühring, p. 267-71.

75. Ibid., p. 268-69.

76. Se reconoce que es el caso con Marx desde sus escritos de 1853 (véase más arriba).

77. Segundo borrador de la carta a Vera Zasulich, 8 de marzo de 1881, Pre-Capitalist Formations, p. 143. Una traducción ligeramente diferente, pero sin una diferencia sustantiva en su significado, se encontrará en Marx y Engels, Collected Works, Vol. 24 (Moscú, 1989), p. 363.

78. Véase Daniel Thorner en Contributions to Indian Sociology, II (1966), pp. 60-62. Uno se pregunta qué hubiera dicho Marx si se hubiera cruzado con la más antigua descripción del funcionamiento de la comunidad aldeana india en el Milindapanho (c. primer siglo NE). Cuando el jefe de la aldea reune a todos los aldeanos en asamblea, son solo los «cabezas de casa» los que se espera que respondan: «Hay muchos que no vienen: mujeres y hombres, chicas esclavas y esclavos, trabajadores contratados, sirvientes, campesinado [literalmente, aldeanos], enfermos, bueyes, búfalos, ovejas y cabras y perros –pero todos estos no cuentan.» Questions of King Milinda, I, traducido por Rhys Davids, pp. 208-09,.

79. Citado en Hobsbawm, Introducción, Pre-Capitalist Formations, p. 58.

80. Carta del 14 de junio de 1853, On Colonialism, p. 315.

81. Véase Rosa Luxemburg, The Accumulation of Capital, traducido por A. Schwarzchild (Londres, 1951), pp. 372-73n.

82. Karl Marx, Notes on Indian History, p. 42.

83. Capital, III, p. 776.

84. Indian Historical Review, II (2), p. 387. Gunawardana, utilizando The Ethnological Notebooks of Karl Marx (Assen, 1972) de Lawrence Krader (del que no dispongo) infiere que las notas de Marx sobre Maine reflejan «la insatisfacción de Marx con su propia formulación en los Grundrisse sobre la naturaleza del estado oriental».

85. Cuando Engels escribió su Los orígenes de la familia, la propriedad privada y el estado (1884), no hizo la menor alusión a este sistema. Véase, especialmente, el pasaje donce habla de «las tres grandes épocas de civilización» (edición inglesa, Moscú, 1948, p. 240). La explicación de Hobsbawm de esta omisión es bastante forzada; véase Introducción, Pre-Capitalist Formations, p. 52n. Véase también Witfogel, Oriental Despotism, p. 386,

86. Este, por supuesto, es un tema importante de debate entre los historiadores indios. He presentado mis propios puntos de vista en «Potencialidades del desarrollo capitalista en la economía de la India mogol», Enquiry, NS, III, 3, pp. 1-56. Al definir la sociedad india medieval como «feudal», algunos historiadores indios y soviéticos suponen que hubo posibilidades de un crecimiento del capitalismo, pero que fueron abortadas debido a la conquista británica. V.I. Pavlov analiza el debate con un gran uso directo de pruebas en su Historical Premises for India’s Transition to Capitalism (Moscú, 1978), pp. 4-159.

87. Tribune, 11 de julio de 1853, On Colonialism, p. 45.

88. Tribune, 11 de julio de 1853, On Colonialism, p. 50. Marx se refiere especialmente a los dos grandes partidarios de la Compañía en la controversia mercantilista: Thomas Mun, autor de A Discourse of Trade, from England unto the East Indies (1621), and Sir Josiah Child, quien escribió A Treatise wherein is demonstrated 1. That East India Trade is the Most National of all Foreign Trade (1668).

89. Tribune, 11 de julio de 1853, On Colonialism, p. 48.

90. Tribune, 11 de julio de 1853, On Colonialism, p. 51.

91. Capital, III, p. 777.

92. Marx se refiere aquí a una charla de Bright, Tribune, 22 de junio de 1853; On colonialism, p. 34. Véase también, Tribune, 5 de agosto de 1853; On colonialism, p. 77, para el bajo porcentaje de ingresos adjudicados a las obras públicas en diferentes provincias.

93. Tribune, 23 de julio de 1858, On Colonialism, p. 209.

94. «¿¿No recurrieron [los ingleses] en la India, tomando prestada una expresión de ese gran ladrón que fue Lord Clive, a la extorsión atroz cuando la simple corrupción no pudo seguir el ritmo de su rapacidad?», Tribune, 8 de agosto de 1853, On Colonialism, p. 86.

95. Capital, I, p. 777.

96. Tribune, 21 de septiembre de 1857, On Colonialism, pp. 168-72) y 30 de abril de 1859 (Avineri, pp. 366-74).

97. Burke es citado en R.C. Dutt, Economic History of India in Early British Rule (segunda edición, Londres, 1906), pp. 49-50. Las observaciones de Sir John Shore se encuentran en su Minuta del 18 de junio de 1789, párrafos 131-42, Fifth Report, p. 183. Cornwallis, en sus Minutas del 10 de febrero de 1790, habla del valor de India para «proporcionar una gran inversión anual a Europa» y del efecto nefasto sobre la agricultura y el comercio indios del «fuerte drenaje de riqueza» a Inglaterra; Fifth Report, p. 493.

98. Véanse las citas en Dadabhai Naoroji, Poverty and Un-British Rule in India (originalmente publicado en Londres, 1901, Delhi, 1962), pp. IV, 35-36; también R.C. Dutt, The Economic History of India in the Victorian Age (onceava edición, Londres, 1950), pp. 115-16,.

99. Tribune, 22 de junio de 1853, On Colonialism, p. 33.

100. Tribune, 23 de julio de 1858, On Colonialism, p. 208-09.

101. Tribune, 8 de agosto de 1853, On Colonialism, p. 82.

102. Tribune, 5 de agosto de 1853, On Colonialism, p. 78.

103. Ibid. Véase también Capital, III, p. 328n.

104. Tribune, 7 de junio de 1858, On Colonialism, p. 192.

105. Tribune, 5 de agosto de 1853, On Colonialism, p. 78.

106. Ibid.

107. Tribune, 17 de septiembre de 1857, On Colonialism, p. 162-67.

108. Capital, III, p. 777.

109. Ibid., p. 211.

110. Tribune, 7 de junio de 1858, On Colonialism, p. 191-94.

111. Tribune, 25 de julio de 1853, On Colonialism, p. 71.

112. Tribune, 14 de agosto de 1857, On Colonialism, p. 140-41.

113. Ni le faltaba simpatía por el argumento de que los príncipes eran «la fortaleza del actual sistema abominable inglés y el mayor de los obstáculos para el progreso indio»; y era claramente escéptico de los alegatos de Munro y Elphinstone en favor de la «aristocracia nativa». Tribune, 25 de julio de 1853, On Colonialism, p. 71-72.

114. Se refiere a la proclamación de Canning confiscando las tierras de los taluqdars en Oudh, 1857.

115. Tribune, 28 de mayo de 1858, On Colonialism, p. 189-90.

116. Tribune, 14 de junio de 1853, On Colonialism, p. 25. En 1858 la proporción es de una sexta parte (véase la referencia en la siguiente nota).

117. Tribune, 25 de septiembre de 1858, On Colonialism, pp. 220-21. Marx subraya una «autocontradicción flagrante del gobierno británico, amante del cristianismo y de la civilización»: «Mientras abiertamente predican el libre comercio de veneno [opio], secretamente defienden el monopolio de su fabricación [en India]».

118. Tribune, 10 de octubre de 1859, On Colonialism, pp. 243-44.

119. Vale la pena mencionar que el gran portavoz de India, Dadabhai Naoroji, escribiendo en 1880, veía el comercio del opio bajo la misma luz que Marx y estaba igualmente indignado «Como la India no puede llenar el drenaje despiadado; hay que arrastrar a China para que lo compense, aunque sea ‘envenenándola’ … Este comercio del opio es un pecado sobre la cabeza de Inglaterra y una maldición para India por su participación al ser un instrumento». Poverty and Un-British Rule in India (Delhi, 1962), p. 190.

120. Capital, III, pp. 569-70.

121. Una pregunta de Sir Chlares Wood a un testigo ante un Comité Parlamentario (1857). «¿Entonces, la exportación originada, como usted dice, por las libranzas de la East India, es una exportación de buen gobierno, pero no de mercancías?» Citado por Marx en Capital, III, p. 569.

122. Capital, I, p. 777. La traducción de Moore-Aveling de Capital, I, ha dado curso al término «primitva», mientras sería una mejor versión (como la de la traducción, por ejemplo en E. y C. Paul) «primaria». Para el descubrimiento de Marx de la importancia de la «acumulación primaria» y el papel de la fuerza en ella, véase Irfan Habib, «La lectura de la historia en el Manifiesto comunista» en A World to Win, editado por Prakash Karat (Nueva Delhi, 1999), pp. 60-64.

123. Véase Dobb, Studies in the Development of Capitalism (Londres, 1946), pp. 208-09 para el saqueo colonial; la acumulación primaria se discute en las pp. 177-86. Véase también E.J. Hobsbawm, Industry and Empire, Pelican Economic History, Vol. 3 (1969), p. 54, donde se dice que no es el colonialismo sino «el comercio con el mundo subdesarrollado» un factor importante tras el crecimiento de «nuestra economía industrial».

124. Phyllis Deane y W.A. Cole (en British Economic Growth, 1688-1959, Cambridge, 1962, p. 34) afirman que en 1797-98, las colonias suponían un 9 por ciento de las exportaciones inglesas pero un 24 por ciento de las importaciones (incluyendo las re-exportaciones).

125. Sayera I. Habib, en Proceedings of the Indian History Congress, 36th Session (Aligarh, 1975), Section IV. pp. XXII-XXIV. La evidencia total cuantitativa ha sido re-examinada con detalle de nuevo por Utsa Patnaik en «Nuevas estimaciones del comercio británico y su relación con las transferencias de los países tropicales» en K.N. Panikkar, T.J. Byres y Utsa Patnaik (eds.), The Making of History (Nueva Delhi, 2000), pp. 359-402 y «La comida gratis: Transferencias de las colonias tropicales y su rol en la formación de capital en Gran Bretaña durante la Revolución Industrial», en Jomo K.S. (ed.) Globalization under Hegemony (Delhi, en publicación).

126. véase François Cruzet (ed.), Capital Formation in the Industrial Revolution (Londres, 1972), pp. 175-77.

127. Capital, I, p. 779.

128. Ibid., p. 739.

129. Como, por ejemplo, en Dobb, Studies in the Development of Capitalism, p. 178. Que Marx mismo estaba lejos de considerar la acumulación primaria como un proceso obsoleto en su propia época, se muestra en sus observaciones en Capital I, p. 790: «En Europa occidental, hogar de la economía política, el proceso de acumulación primaria está más o menos completado … Es diferente en las colonias». Véase también ibid., pp. 798-99, para un método contemporáneo específico de «acumulación primaria» por parte del gobierno inglés en las colonias.

130. Carta a F. Danielson, 19 de febrero de 1881 (énfasis de Marx), Selected Correspondence, pp. 340-41.

131. Rosa Luxemburgo, The Accumulation of Capital, traducido por A. Schwarzchild (Londres, 1951), especialmente pp. 369-70. Luxemburgo creía también que Marx había pensado que la acumulación primaria pertenecía exclusivamente al periodo de la génesis del capitalismo; véase ibid., pp, 364-65. Puede ser debido a su falta de familiaridad con los escritos de Marx sobre India y China, notablemente en el Tribune. Aparentemente, no sabía que su propio relato indignado de la subyugación del este por las potencias coloniales estaba tanto en la tradición de Marx.

132. Véase, especialmente, Tribune, 11 de julio de 1853, On Colonialism, pp. 52-53. La contradicción tiene una larga historia; Marx habla en el mismo artículo de una intervención parlamentaria invocada por la «clase industrial» contra las importaciones de la Compañía de las Indias Orientales de textiles indios y se refiere al folleto de John Pollexfen, England and East-India Inconsistent in Their Manufactures (1697) –un título, dice «extrañamente verificado un siglo y medio más tarde, pero en un sentido muy diferente» (Tribune, 11 de julio de 1853, On Colonialism, p. 50).

133. Para el fenómeno, no sus causas, véase el ensayo bajo este título de John Gallagher y Ronald Robinson, Economic Review, Second series, IV, 1 (1953). Véase también R.J. Moore, «Imperialismo y política de libre comercio en India», ibid., XVII (1946). Ambos ensayos se reeditaron en A.G.L. Shaw, Great Britain and the Colonies, 1815-1865 (Londres, 1970), pp. 142-63, 184-96.

134. Véase el texto del Manifiesto en A World to Win, editado por Prakash Karat, p. 93.

135. Engels a Marx, 20 de abril y 29 de noviembre de 1852 (Collected Works, vol. 39, pp, 82, 253), y Marx a Adolph Cluss, 22 de abril de 1852, y a J. Weydemeyer, 30 de abril de 1852 (ibid., pp, 84, 96).

136. Tribune, 14 de junio de 1853, On Colonialism, p. 19.

137. Tribune, 11 de julio de 1853, On Colonialism, p. 49. Si Lenin hubiese conocido estos escritos de la pluma de Marx, es dudoso que hubiese dicho lo siguiente sin alguna reserva: «En el periodo más floreciente de la libre competencia, esto es, entre 1840 y 1860, los políticos burgueses dirigentes se opusieron a la política colonial» (Imperialism, the Highest Stage of Capitalism, Moscú, 1982, p. 74: énfasis en el original).

138. Tribune, 30 de abril de 1859; Avineri, p. 374.

139. Engels, carta a Conrad Schmidt (27 de octubre de 1890), Selected Correspondence, pp. 420-21.

140. Tribune, 11 de julio de 1853, On Colonialism, p. 51.

141. Tribune, 11 de julio de 1853, On Colonialism, p. 52.

142. Tribune, 25 de junio de 1853, On Colonialism, p. 38,

143. Tribune, 11 de julio de 1853, On Colonialism, p. 52.

144. Tribune, 25 de junio de 1853, On Colonialism, p. 40,

145. Thomas Ellison, The Cotton Trade of Great Britain (primera edición, 1886, Londres, 1968), pp. 62-63.

146. Tribune, 25 de junio de 1853, On Colonialism, pp. 38-39; Capital, III, 328.

147. Véase Capital, II, p. 34, para los efectos del «comercio mundial capitalista sobre naciones como la china, india, los árabes, etc.» La traducción dice «exceso» cuando Marx claramente quería decir «plusvalía».

148. Capital, I, p. 453.

149. Tribune, 25 de junio de 1853, On Colonialism, p. 38. La población de Dacca cayó, dice Marx, de 150.000 a 20.000 habitantes presumiblemente entre 1824 y 1837. Estas cifras no coinciden con las ofrecidas por el oficial Statistical Account of Bengal, V (Londres, 1875) de W.W. Hunter, p. 68 –1800: 200.000 habitantes (estimación de Taylor); 1823: 300.000 (estimación de Hebert, probablemente hinchada); 1830: 66.989 (censo municipal); 1867: 51.656 (estimación oficial); 1872: 69.212 (censo). El enorme declive de la población de la ciudad es tan obvio en estas cifras como en las de Marx.

150. Capital, I, p. 432. No he sido capaz de encontrar la fuente de la que Marx ha tomado esta cita.

151. Capital, I, p. 461. Paréntesis como en el original.

152. Morris D. Morris, Indian Economic an dsocial History Review (IESHR), V, 1, pp. 8-9.

153. Bipan Chandra, IESHR, V, 1, pp. 52-68. Meghnad Desai, IESHR, VII, 4, pp. 317-61. Marx, por cierto, era consciente de que el hilo de Lancashire era usado por el tejedor indio. Véase Tribune, 25 de junio de 1853, On Colonialism, p. 40. Sin embargo, se burlaba de Thiers por decir que «el inventor de la máquina de hilar ha arruinado India»; el verdadero culpable, dice Marx, fue el telar mecánico; véase Capital, I, p. 443n.

154. Ellison, The Cotton Trade of Great Britain , p. 63 (tabla).

155. Capital, III, p. 328. El punto ya había sido señalado también por Marx anteriormente en 1859: «esta combinación de agricultura e industria manufacturera mantuvo durante mucho tiempo, y todavía lo hace, las exportaciones de los almacenes británicos a India oriental». Tribune, 3 de diciembre de 1859, Avineri, p. 398. Si la resistencia de India, a diferencia de China, fue finalmente debilitada, se debió a que , al adquirir el control político y al convertirse en «terratenientes supremos del país», los británicos habían podido «convertir a la fuerza parte de las comunidades autosostenidas hindúes en simples granjas, produciendo opio, algodón, índigo, cáñamo y otras materias primas, a cambio de productos británicos» (ibid.) Encontramos, una vez más, una conexión íntima entre imperialismo y Libre Comercio.

156. R.P. Dutt, India Today (Bombay, 1947), pp. 198-200. Surendra J. Patel, Agricultural Labourers of India and Pakistan (Bombay, 1952), pp. 1-20. Algunas de las interpretaciones de Patel necesitan ser refinadas, pero es en cualquier caso un trabajo pionero.

157. Dharma Kumar, Land and Caste in South India (Cambridge, 1965), pp. 166-82. Ella acepta un aumento en el número de trabajadores agrícolas del 17 o 19 por ciento al 27 o 29 por ciento del total de la población agrícola en el sur de India; sin embargo, rechaza ver en ello «una transformación radical de la economía agraria».

158. Las palabras son de Tribune, 22 de junio de 1853, On Colonialism, p. 33.

159. Marx, The Poverty of Philosophy (Moscú, n.d.) p. 113.

160. Capital, I, pp. 786-89.

161. Rosa Luxemburg, The Accumulation of Capital. Para una crítica breve y hostil véase Paul M. Sweezy, The Theory of Capitalist Development (Londres, 1946), pp. 202-07. Véase también Irfan Habib, «Acumulación de capital y la explotación del mundo ‘desigual’: perspectivas de un debate dentro del marxismo», Social Scientist, vol. 31, 3-4, marzo-abril 2003, pp. 3-26.

162. Capital, III, pp. 232-33 y Theories of Surplus Value, III, pp. 105-06. Véase también Nikolai Bukharin, Imperialism and the Accumulation of Capital, traducción inglesa, editada por K.J. Tarbuck (Nueva York, 1972), pp. 244-45. Se puede observar que la tesis de Marx se aplicaría a cualquier acto de intercambio entre dos economías en diferentes etapas de desarrollo. No depende de ningún tipo de aceptación de la idea de Ricardo de la especialización de la producción mediante las presiones de la Ventaja Comparativa –un concepto recientemente investigado por Utsa Patnaii: «La falacia de Ricardo» en Jomo K.S. (ed.), The Pioneers of Development Economics (Nueva Delhi, 2005).

163. Tribune, 25 de junio de 1853, On Colonialism, pp. 40-41.

164. «El perpetuar semejante régimen [la pequeña producción], si fuera posible, equivaldría —como dice Pecqueur perfectamente— a ‘decretar la medianía en todo’.» Capital, I, p. 787.

165. Tribune, 25 de junio de 1853, On Colonialism, p. 41.

166. Tribune, 14 de agosto de 1857 (citando con aprobación a Disraeli), FIWI, p. 53. También en el despacho de Marx fechado el 31 de julio de 1857 publicado en Tribune en 14 de agosto; FIWI, p. 56.

167. Tribune, 29 de agosto de 1857; FIWI, p. 65. El empleo de Marx de la palabra «hindú» en el sentido general de «indio» (a parte de su sentido específico) sigue el uso inglés de su época.

168. Tribune, editorial, 15 de septiembre de 1857; FIWI, p. 85.

169. Tribune, 29 de agosto de 1857; FIWI, p. 65.

170. Tribune, 16 de septiembre de 1857; FIWI, pp. 91-92; On Colonialism, p. 152. Aquí Marx bien podría reclamar haber sido un verdadero profeta, porque en 1853 había hablado del «ejército nativo organizado y entrenado por el sargento de ejercicios británico» como el «sine qua non de la autoemancipación india». Tribune, 8 de agosto de 1853, On Colonialism, p. 82.

171. «Por paradójico que pueda parecer, es un hecho que la clase trabajador agrícola –la clase que más beneficios ha obtenido de nuestro dominio– era la más hostil a su continuación, mientras los grandes propietarios que han sufrido bajo nuestro dominio, casi como un solo hombre se han mantenido a nuestro lado». La receta para el gobierno inglés: «arrojarse hacia los grandes propietarios y reprimir al campesinado». Mark Thornhill, 15 de noviembre de 1858, citado por Erik Stokes, The Peasant and the Raj (Cambridge, 1978), pp. 195-96. Los grandes propietarios, sin embargo, de ninguna manera eran tan universalmente leales como los describe Thornhill.

172. Tribune, 14 de agosto de 1857, FIWI, pp. 51-52; On Colonialism, pp. 141-42. Iqbal Hussain sugiere que el término original usado por Disraeli era una forma corrupta de aimmadar, más que «enamdar«.

173. Tribune, 7 de junio de 1858, FIWI, p. 159.

174. Talmiz Khaldun en Rebellion 1857, editado por P.C. Joshi (1957), p. 52.

175. Tribune, 29 de agosto y 15 de septiembre de 1857, FIWI, pp. 63-65, 78-82.

176. Tribune, 16 de septiembre de 1857, FIWI, pp. 91, 93-94; On colonialism, pp. 152, 154-55.

177. Tribune, 16 de septiembre de 1857, FIWI, pp. 92-93; On colonialism, pp. 153-154. Marx volvió al tema de las atrocidades contra los rebeldes en Tribune, 5 de abril de 1858; Avineri, pp. 280-84. Véase también Engels, Tribune, 25 de mayo y 26 de junio de 1858; FIWI, pp. 145-48, 164-66; 179-81, 196-97.

178. Tribune, 29 de agosto de 1857; FIWI, p. 65.

179. Tribune, 8 de agosto de 1853; On Colonialism, pp. 86-87.

180. Tribune, 15 de julio y 14 de agosto de 1857, FIWI, pp. 40, 50; On colonialism, pp. 131, 140.

181. Engels, Tribune, 5 de diciembre de 1857; FIWI, p. 117. Es interesante, sin embargo, que Engels aprobase algunos de los planes para la defensa de Delhi adoptados por los cipayos, mostrando que «algunas nociones de la guerra científica han penetrado entre los cipayos». Se preguntaba incluso si «se habían originado entre los indios, o en algunos de los europeos que están con ellos»; no había, por supuesto, absolutamente ningún europeo con los amotinados. Tribune, 5 de diciembre de 1857; FIWI, p. 123.

182. Engels, Tribune, 25 de mayo, 15 y 26 de junio, y 27 de julio de 1858; FIWI, pp. 149, 163, 166-68, 175-80.

183. Tribune, 8 de agosto de 1853; On Colonialism, p. 82. La dualidad fue reconocida por los primeros portavoces nacionalistas. Así, Dadabhai Naoroji, escribiendo en 1870-71: «Si India va a ser regenerada por Inglaterra, India debe hacerse a la idea de pagar el precio». Citado por Bipan Chandra, The Rise and Growth of Economic Nationalism in India (Nueva Delhi, 1966), p. 638. La denuncia de Edward Said de la tesis de Marx sobre las consecuencias regenerativas del dominio colonial (Orientalism, segunda edición, Londre, 1995, p. 154) es característica de su propia actitud ahistórica que ignora el impacto de la transmisión de las ideas, la ciencia y la tecnología occidentales que el colonialismo, para sus propios fines, facilitó. Véase Aijaz Ahmad, In Theory: Classes, Nations, Literatures (Delhi, 1994), pp. 224-25; e Irfan Habib, «En defensa del orientalism: notas críticas sobre Edward Said», Social Scientist, vol. 33, 1-2, enero-febrero 2005, pp. 40-46.

184. Tribune, 8 de agosto de 1853; On Colonialism, p. 82.

185. Tribune, 8 de agosto de 1853; On Colonialism, p. 87.

186. Está implícito en Tribune, 25 de junio de 1853; On Colonialism, pp. 40-41.

187. Tribune, 8 de agosto de 1853; On Colonialism, pp. 82-83.

188. Tribune, 8 de agosto de 1853; On Colonialism, p. 82.

189. Tribune, 8 de agosto de 1853; On Colonialism, p. 84.

190. R.C. Dutt, The Economic History of India in the Victorian Age (Londres, 1950), p. 411 para el número de husos.

191. Esto era reconocido por Engels, quien en dos cartas a N.F. Danielson, del 18 de junio y 22 de septiembre de 1892, escribió que si Rusia no hubiese impuesto tarifas proteccionistas y otras salvaguardas sobre sus propias industrias se hubiera convertido en otra India: «un país económicamente sujeto al gran Taller Central, Inglaterra». La carta del 18 de junio fue la última intervención en la edición impresa de Marx y Engels, Selected Correspondence, Moscú, 1956, pp. 527-29, mientras la carta del 22 de septiembre está incluida en Selected Correspondence, editada por Dona Torr, pp. 437-40. Las medidas inglesas para suprimir la industria india de hecho fueron mucho más allá del Libre Comercio. Hasta el apoyo que las compras de ferrocarriles hubieran podido dar a la industria india se mantuvieron buscando exclusivamente fuentes británicas de suministro a expensas en última instancia del pagador de impuestos indio. La autoridad dirigente de la construcción de los ferrocarriles indios observa: «La pérdida de India de las políticas de compras de los ferrocarriles no se limitó a su falta de progreso en el desarrollo de una industria pesada. Tampoco consiguió cosechar los beneficios de los efectos de contagio de la industria que se hubieran producido. En su lugar, los efectos de contagio estimularon la economía británica». (J.M. Hurd, subcapítulo sobre los ferrocarriles en Cambrdige Economic History of India, vol. II, editado por Dharma Kumar, con la ayuda de Meghnad Desai, Cambridge, 1982, p. 749).

192. Marx añadió entre paréntesis: «Quizá haya un Partido de Coalición Whig en India». También señaló que Sir Charles Wood, «parece tener el don particular de ver todo brillante en la parte de Inglaterra y todo negro en el lado de India». Tribune, 22 de junio de 1853; On Colonialism, p. 31.

193. Tribune, 25 de julio de 1853; On Colonialism, p. 73.

194. Tribune, 8 de agosto de 1853; On Colonialism, pp. 85-86.

195. Ibid.

196. Ibid.

197. Ibid.

198. Ibid.

199. Tribune, 9 de febrero de 1858; On Colonialism, p. 175. La clase media de Calcuta era, sin embargo, generalmente hostil hacia el Motín.

200. Fragmentos de las minutas del Consejo y artículo periodístico sobre la carta aparecen en P.C. Joshi y K. Damodaran, Marx Comes to India (Delhi, 1975), p. 2. El Consejo recomendaba al corresponsal en Calcuta (no identificado) empezar una rama de la Asociación con especial atención a «inscribir nativos».

201. Carta a N.Y. Danielson, 19 de febrero de 1981, Selected Correspondence, pp. 340-41; On Colonialism, p. 340. Es posible que Marx se basase aquí en memorándums enviados en 1880 por Dadabhai Naoroji al Secretario de Estado para India. Naoroji llamaba la atención sobre el creciente malestar, y decía: «Aquellos ingleses que duermen un sueño tan loco de seguridad saben muy poco de lo que está pasando… Hindúes, mahometanos y parsis se preguntan igualmente si el dominio británico es una bendición o una maldición»; Poverty and Un-British Rule in India, pp. 182-83. En la misma carta a Danielson, Marx da detalles sobre el drenaje de riqueza, y esto puede estar basado en un memorandum de Naoroji (13 de septiembre de 1880), donde hacía un cálculo de las pérdidas anuales de India (30 millones de libras) (ibid., p. 176). Muy posiblemente, la información llegó a Marx a través de H.M. Hyndman, quien era mencionado por Naoroji como un amigo de India (ibid., p. 184) y quien era un visitante frecuente de la casa de Marx hasta el verano de 1881 (Selected Correspondence, pp. 344, 351).

202. Sir William Wedderburn, Allan Octavian Hume, Father of the Indian National Congress (1913), pp. 50, 80-81; citado en R.P. Dutt, India Today (Bombay, 1947), pp. 258-59.

203. Tribune, 8 de agosto de 1853; On Colonialism, p. 85. (Como se ha señalado anteriormente, Marx usa a menudo la palabra ‘hindú’ como sustituto de ‘indio’). Es interesante comparar las reflexiones de Engels sobre el mismo tema en su carta a Karl Kautsky, 12 de septiembre de 1882, Selected Correspondence, pp. 352-53; On Colonialism, p. 340: él también pensaba que «India, quizás, de hecho muy probablemente, hará una revolución».

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