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Homenajes a Albert Soboul

Biografía

Soboul en la historia

El historiador Claude Mazauric firma una biografía científica del eminente investigador de la Revolución francesa, intelectual internacionalmente respetado. Un historiador en su tiempo. Ensayo de biografía intelectual y moral de Albert Soboul (1914-1982), seguido por las Entrevistas de Albert Soboul con Raymond Huard y Marie-Josèphe Naudin, por Claude Mazauric, prefacio de Hubert Delpont. Ediciones de Albret, Nérac, 2004, 256 páginas, 20 euros (*).

He aquí un libro que viene a punto, más de veinte años después de la desaparición del que fue y sigue siendo el faro de la historiografía de la Revolución francesa en el curso de la segunda mitad del siglo XX – el plazo que asegura la distancia necesaria para un análisis científico. Nadie mejor que Claude Mazauric, su discípulo y amigo entre los más fieles y más próximos, podía escribir lo que el subtítulo de la obra expresa perfectamente : Un ensayo de biografía intelectual y moral de Albert Soboul, con la ayuda de una documentación cuyas pruebas son publicadas en anexo, así como de notas y de memorias personales tan abundantes como precisas.

Guiado por tal compañero, el lector sigue al maestro – a quien le gustaba hacerse llamar “Mario” por sus íntimos-, los primeros tiempos de su vida argelina y en el Ardéche hasta las últimas semanas del verano de 1982. Los empeños y el destino de Soboul han sido marcados sin duda profundamente tanto por sus orígenes como por su infancia y su primera juventud. Naciendo de un padre que ha dejó algunos campos áridos en el Vivarais para hacerse colono de un pequeño dominio al otro lado del Mediterráneo, antes de ser matado cerca de Arras en noviembre de 1914, algunos meses después del nacimiento de su hijo Albert, éste sigue a su madre, de origen ardechés, en Argel, en el barrio Belcourt donde, siendo joven, él ” descubre los comportamientos racistas y la brutalidad de las relaciones coloniales “. A consecuencia de la defunción de su madre con sólo ocho años, vuelve con su mayor hermana a la metrópolis, donde se hace cargo de la educación de ambos huérfanos la  hermana  de su padre, María, que desempeñó un papel fundamental en la formación intelectual y cultural del joven Soboul. Debido a sus aptitudes y gracias a las becas de la III República, esta joven mujer se hizo profesor, luego directora de la escuela normal de muchachas de Nîmes. Es en esta ciudad, en el liceo Alphonse-Daudet, que su sobrino, huérfano de guerra, prosigue sus estudios secundarios que le conducen luego en los cursos de dos años de preparación de Montpellier, luego del liceo Louis-le-Grand en París. Y muy más allá… Pero, además de la posibilidad ofrecida a su sobrino de seguir tales estudios universitarios, María Soboul le transmitió los valores republicanos, caros por su familia y por su medio profesional.

Es, no obstante, en París, dónde se encuentra a partir de 1932, dónde Albert Soboul se vuelve comunista, después de un proceso que él mismo describe en uno de las entrevistas publicadas en este libro. Se adhiere al PCF en 1939, y continuará fiel a este empeño hasta su último soplo; ¡ cosa poco común entre los intelectuales! Claude Mazauric ilumina muy bien el sentido y las ansias de tal fidelidad: ” Adherente del PCF antes de la guerra, Soboul continuará su fidelidad al partido por encima desilusiones, inicios de disidencia, crisis y recuperaciones, hasta su muerte en 1982, en ningún momento desanimado para explicar las razones profundas de este empeño jamás renegado y quien, en valor de ejemplo, profundamente marcó a muchos de sus alumnos y discípulos. ” Es verdad que jamás ejerció responsabilidades políticas ni administrativas, a pesar de las proposiciones que le han sido hechas en diversas ocasiones debido a su actitud y debido a su acción en la Resistencia y más tarde.

Su vocación y su pasión eran otras, en efecto, sólo la investigación y la enseñanza. Quien tuvo la posibilidad estar cerca de él podía sólo estar impresionado por el calor y el entusiasmo de su palabra, alimentada por una erudición que se escondía detrás de la sencillez y la claridad más grandes. Después de haber descrito el trayecto político de Soboul, Claude Mazauric consagra numerosas páginas, también muy luminosas, a sus enseñanzas y a sus trabajos, penetrando en el corazón de polémicas científicas que le opusieron a muchos otros, y que demostraban los fundamentos e incluso las visiones premonitorias, del autor de los Sans-culotte del año II. Con razón el autor subraya la importancia del seminario en la Soborna de los sábados por la tarde, donde se atropellaban de jóvenes – y menos jóvenes – sabios venidos del mundo entero. No hay duda que este alto lugar de encuentro tuvo una resonancia considerable e incrementó el campo de las investigaciones relativas a la historia de la Revolución francesa. Impresiona también la amplitud del círculo de los corresponsales y amigos de Soboul, como de la potencia de su brillo en el extranjero, desde el Japón y los Estados Unidos a Europa del Este, de Australia a Escandinavia. Por sí misma, la lista de los nombres citados en el Ensayo de biografía constituye una Guía telefónica mundial de la historiografía revolucionaria. Una buena parte del libro aborda esta historiografía y, a mayor provecho del lector, se desentrañan, entre otras cosas, los  complejos lazos anudados entre Albert Soboul y los maestros de la ” nueva historia “. También, algunas páginas muy buenas tratan sobre la sociología histórica y el marxismo soboulianos.

¿ Pero, diremos, esta biografía intelectual y moral no roza la hagiografía? Para nada. La amistad que unía a ambos hombres no mancilla la lucidez de Mazauric. El lector apreciará la sal de los pasajes del paragraphe titulada ” Temperamento de Soboul “, donde son evocados sus arrebatos y sus ” hipocondrías célebres “. Por lo demás, como hace ver el prologuista, no son escondidos por el discípulo ni los juicios mordaces del maestro, ni el empleo de ciertos calificativos desgraciados con respecto a las posiciones de sus adversarios. Además de ilustraciones fotográficas y reproducciones de documentos auténticos, el propio ensayo mismo, como se ha dicho, abastecido de documentos y anexos de gran importancia, difíciles de encontrar, o inéditos: además de un artículo de Albert Soboul y Pierre Vilar: ” La Revolución francesa vista a través de las exposiciones históricas ” (en el ciento quincuagésimo aniversario), aparecido en el número 2 de la Pensée (julio-septiembre de 1939), los dos importantes entrevistas concedidas por Albert Soboul a Raymond Huard y en Marie-Josèphe Naudin poco tiempo antes de su muerte, y cuya continuación no pudo ver la luz. En resumen, un libro pertinente y atractivo por el que hay que elogiar a los Amis de Nérac por haber permitido la publicación en las Ediciones de Albret.

Jean Bart, profesor emérito de historia del derecho Universidad de Bourgogne.

Artículo aparecido en l’Humanité, 16 de enero de 2004.

Ideas

Entrevista. Mientras que Vizille, ciudad de los primeros estados generales en 1788, oficializa su biblioteca Albert-Soboul, Claude Mazauric vuelve a trazar aquí el retrato de este intelectual que marcó tres generaciones de historiadores.

Albert Soboul, el historiador de la Revolución francesa, legó su biblioteca al museo de la Revolución instalado al castillo de Vizille, en el Isère, . Este sábado, su centro de documentación-biblioteca se trasformaba en la biblioteca Albert-Soboul.

¿ Quién era Albert Soboul?

Claude Mazauric. Era todo un temperamento. No  hombre dogmático, ni rompedor, ni vindicativo. Pero si que era explosivo, apasionado, infinitamente atento a hacer evolucionar su pensamiento, muy abierto a las problemáticas nuevas, con la preocupación de ir siempre a fondo. Él mismo habái evolucionado, en la representación que produjo de la Revolución francesa. Al principio, era favorable a la tesis clásica y corriente de la Revolución francesa como modelo de la revolución burguesa democrática. Luego llegó a la idea, mucho más fecunda, de que había una vía específicamente francesa, nacional, a la democracia política y a la modernidad. Defendió e impuso, en la historiografía internacional, la idea de que, en nuestra revolución, hay más una especificidad que un modelo pasa por todas partes y válido por todas partes, particularmente en Europa. Es el historiador que manifestó el máximo de erudición sobre la Revolución y el que mejor mostró el carácter fluido y evolutivo de una estructura social. Su sociología histórica está fundada tanto sobre la inestabilidad y lo evolutivo como sobre lo estructural. Estudiando la sans – culotterie parisina, todas esas capas que no ni son totalmente proletarios totalmente patronales, demuestra su inserción en un momento particular del desarrollo de la sociedad urbana y del capitalismo manufacturero y cómo este genera nuevas contradicciones que hacen muy inestable esta estructura. No hace una historia social dogmática. En el dominio de la historia rural, es el que mejor integró las luchas campesinas en el movimiento de la Revolución y en las transformaciones políticas del fin del XVIII y de principios del siglo XIX. Lo que describe desde el punto de vista de las estructuras sociales podría reencontrarse en otro lugar, pero muestra que una sociología no es una reducción a un modo de producción sino también la integración de herencias mentales y culturales, intelectuales, ideológicos, de valores simbólicos, de prácticas sociales múltiples. Lo que es específico a la Revolución, es que el modo manufacturero se sostiene por comportamientos sociales que surgen de la tradición francesa y de la experiencia única de los Cuadernos de quejas.

Usted tituló su libro de recuerdos “Soboul, un historiador en su tiempo”: ¿ no es una cláusula de estilo?

Claude Mazauric. Fue resistente, revocado por el ministro de la Instrucción pública de Vichy después de haber sido el organizador de la manifestación del 14 de julio de 1942 en Montpellier. Se escondió, retomó contacto con la Resistencia en relación con el museo de artes y oficios. Es un comunista que se adhirió en 1939, digo bien en 1939, y que jamás renunció. Un comunista original y paradójico, muy a menudo en desacuerdo, hay que destacar que jamás abandonó su derecho a la palabra sin alejarse jamás del partido. Al mismo tiempo, contaba entre sus amigos muy próximos con gente estaban lejos de ser comunistas, como el decano Godechot, que mantenía un socialismo más bien conservador.

Era un hombre apasionado por la vida, por el conocimiento, por el descubrimiento de gente nueva, de países nuevos. Reeditó la Historia de la Revolución francesa, de Jean Jaurès, anotándolo, es decir reencontrando todas las fuentes que utilizó Jaurès, lo que hace que nadie sabría recurrir a esta obra superior sin esta aportación. Era muy próximo de esta imagen de Francia rebelde de la que se habla mucho desde el último domingo.

Una fiera para el trabajo, que se levantaba temprano y se acostaba tarde, trabajando siempre al mismo ritmo. Era su placer. Un hombre completo y atractivo cuando se le amaba, e insoportable cuando no se le quería o cuando él te quería. A quienes detestaba más era a las gentes instaladas en el academicismo más ordinario. Los contra rebeldes. A los impartidores de lecciones de las élites autoproclamadas representaban para él el horror absoluto.

Entrevista realizado por Émilie Rive, aparecida en l’Humanité 6 de junio de 2005.

( Traducción Joan Tafalla)

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