Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Campo de’ Fiori

Josep Torrell Jordana

a «Jordi Petit» por arrojar su cuerpo a la lucha

Campo de’ Fiori de Enzo Siciliano no puede ser una reseña. Ni pudo serla. Primero, porque no está en castellano (sino italiano); y segundo no es un libro actual. El libro de Siciliano se publicó originalmente por Rizzoli en 1993, pero en una portada que sólo tenía texto. En 2018, la pequeña editorial Theoria publicó una nueva edición, pero en la que llevaba en la cubierta el monumento a Giordano Bruno y una fotografía de Pier Paolo Pasolini, que, conjugándose daban el 5 de noviembre de 1975, donde a pesar de haber llovido en Roma, había miles de personas dando el último homenaje a Pasolini, asesinado. Y Alberto Moravia, en un lugar altísimo, gritaba: «De poetas nacen pocos en un mismo siglo».

Siciliano había escrito Vida de Pasolini en 1978 en Rizzoli (que se tradujo aquí dos veces: en Plaza & Janés en 1981, y con el título cambiado en 2015 por el editor de Torre de papel, aunque sin notas). Leer Vida de Pasolini me dejó estupefacto, me preguntaba cómo era posible que un autor supiera tanto de la vida de Pasolini. Pasados los años, cuando uno leyó más cosas sobre el tema, me resultó evidente que el único que podía escribir el libro era precisamente Siciliano.

¿Por qué? En 1956, Enzo Siciliano (1934-2006) era un joven universitario de Roma, trabajando para el PCI. Al saberse la invasión de Hungría, el PCI emitió un comunicado condenándolo y encargó a cinco personas el conseguir firmas del círculo de intelectuales comunistas. Dos de esos cinco hombres eran Siciliano y Elio Petri, coordinador de la red italiana de cine clubs comunistas. Inmediatamente los soviéticos desembarcaron en Italia y durante tres días insistieron en que el PCI no hiciera público su documento. A causa de los efectos de esta acción del partido ruso, el PCI decidió finalmente no publicarlo. Pero quienes recogían las peticiones del primer documento crítico del PCI decidieron que iban a dar a conocer el texto a la prensa. La autoridad del PCI les dijo que esto les «situaba fuera del partido». El documento se publicó… y el mismo día se publicaban algunos mensajes de hombres del PCI que decían que ellos no eran quiénes firmaban un ataque anti-socialista, documento que lo habían pensado algunos extremistas del PCI. Y los días siguientes fueron numerosos hombres del PCI los que decían no haber firmado el escrito contra los soviéticos. Otros no lo afirmaron en la prensa burguesa, pero se dieron de baja del partido (por ejemplo, Italo Calvino). En cuanto a los que fueron a buscar la adhesión al primer escrito, el mismo día fueron fulminantemente expulsados del PCI.

Siciliano escribió en Campo de’Fiori «yo era comunista, en un modo poco obediente a los principios estéticos del socialismo real. […] El año 1956 con la revuelta en Budapest, rompí el carnet de la federación comunista y mi relación con la política activa concluye ahí». Hay una clara división entre las dos versiones. La descrita y que obtuve de la revista Cinema Nuovo de Guido Aristarco y que define también algunas peleas y insultos contra los expulsados y la de Siciliano, aunque como en una línea que sobrevuela su vida.

Esta ligereza es, sin embargo, una línea de su sencilla redacción como escritor, tanto en Vida de Pasolini como en Campo de’ Fiori. En los años cincuenta, Siciliano terminó de hacer su tesis sobre Wittgenstein y empezó a hacer de traductor de inglés, lo que le dio cierta estimación entre los editores.

En Nuovi Argumenti leyó Las cenizas de Gramsci, el poema de 1953 de Pasolini. Lo leyó y sencillamente le pareció el mejor de toda la poesía italiana.

Siciliano explica en Campo de’ Fiori que «mi misma pasión por Las cenizas de Gramsci tenía signos de herejía. Pasolini era un heresiarca». Era la primera vez que leía un poema de Pasolini, y decidió hacer una reseña sobre la poesía, y gracias una amiga consiguió que se publicara en Nuova Corrente. Resultó que Pasolini lo leyó, y le pareció magnifica, pidió el teléfono de Siciliano y quedó enn encontrarse con él en su casa, en Fonteiana, en la barriada de Monteverde Nuova. Así empezó la amistad entre los dos.

Desde 1953, Enzo Siciliano fue uno de los hombres de Nuovi Argomenti, que iba a cenar con Alberto Moravia y Pier Paolo Pasolini, y donde podía preguntar lo que quisiera, o pedir a Pasolini cualquier obra que no hubiera publicado. Más aún. Pasolini le dejó la copia de Petrolio. «Cuando llegué a Casarsa, con la copia de Petrolio en la bolsa, sabía que las palabras de Pier Paolo actuaban dentro de mí sin ninguna debilidad. La distancia de la presencia».

Entre Vida de Pasolini y Campo de’ Fiori hay una relación clara: en uno se fija de Pasolini para comprender la figura del poeta; en la otra, radicalmente distinta, la experiencia vital de él con Pasolini, lo que le hizo ser una de las personas más próximas con él.

Aunque uno de los más hábitos de Siciliano era el vuela pluma de explicaciones. La primera vez que leí Campo de’ Fiori no entendí prácticamente nada (o casi nada). El libro consta de una parte en bastardilla que habla de Pasolini; y a continuación, otra en cursiva, que se refiere a su vida con Pasolini (que se refiere casi siempre a la redacción de Nuovi Argomenti, a las cenas, etcétera). No descubrí mi error de lector, hasta el final del libro.

Siciliano cuenta que, luego, entró en el circulo de los que solían cenar juntos en el Pincio o Chez Cesaretto (entonces restaurantes bastantes económicos). Iban, además de Pier Paolo, Alberto Moravia, Elsa Morante, Daria Maraini, Laura Betti, Sandro Penna, Enzo Golino, Bernardo Bertolucci, Alfedo Bini, Cesare Garboli o Graziella Charcossi. Aunque en el circulo pasoliniano se encuentran también Maria Callas, Paolo Volponi, Natalia Guinburg, Franco Fortini, Enrique Irazoqui, Giorgio Agamben, Andrea Barbato, Walter Veltrone, Gianni Borgna, etcétera.

Según Siciliano, Pasolini fue uno de los hombres fundamentales de la literatura para él: «en mi misma pasión por Las cenizas de Gramsci había signos de herejía. Pasolini era un hereje»: «el oxímoron (la “suciedad afrodisíaca”)».

Siciliano escribe: «Mi idea de la tolerancia, o mi laicismo, eran rasgados de la batallas soñadas que a ellas ninguna habría jamás el tenido el honor de honrarlas». «Pasolini consideraba, por el contrario, el laicismo como la faz fiable, incluso engañosa, de la burguesía italiana». Aunque, en la cesión del último libro, Petróleo, «está la humana y dolorosa interiorizan de todo esto: “la libertad vale una mierda”», en abierta contraposición con su tolerancia y en laicismo.

***

Lo que Carlo Emilio Gadda decía era casi siempre acertado (y socarrón). Al padre de Pasolini, le llamaba el «coronel ataca calzones», bastante risible para sus amigos íntimos. A Pasolini, antes de Ninetto, le llamaba «¡Ay, el erotismo numeración!», a lo que él contestaba: «El número, cierto: el número».

Pasolini tuvo dos relaciones homosexuales en toda su vida: la primera, en 1947, con Tonuti Spagnoli, que tenía nueve años de edad, era un muchacho de la escuela y se entusiasmó por la poesía (aunque la relación se quebró porque porqué Tonuti tuvo que embarcarse en un barco rumbo a Canadá, en busca de trabajo); y el segundo fue Nino Ninetti, que tenía catorce años, cuando un compañero de barriada le presentó a Paolo, en el rodaje de La ricotta (1963). Al principio hubo relaciones sexuales, pero al poco tiempo esas relaciones fueron solamente amistosas, y en relación a Ninetto, fueron «paterno-filiales» (aunque que esto no estuviera tan clara para Pasonili).

Entonces, ¿qué significaban las «escapadas» diarias a los barriadas subproletarias? Nada, o sea: la ejemplificación del objeto sexual de Pasolini, pero nada más. Y esto lo escribió Pasolini: su primer amor es su madre, Susanna Colussi. ¿Y los otros? Pasolini dijo que esto llegó de fuera: que no estaba en su experiencia.

Walter Siti –que es el ejecutor la edición en diez volúmenes de las obras completas— cita este texto: «En varias ocasiones había considerado que la homosexualidad no fuera nada suyo, que le llegó de fuera, como algo se arrojado sobre él». Esto explica su movimiento homosexual: esto llegó desde fuera.

Siciliano fue uno de los denunciantes con Laura Betti de Ragazzi di vita (1955): la acusación de ser pornografía fue una orden del Subsecretario del Governo della Repubblica Italiana porque «en la publicación se encuentran caracteres pornográficos»: la persecución, en el caso de Pasolini, fue real desde 1955. Hasta que se llego al exabrupto de utilizar el denominativo «pasolini» como grosería para decir «homosexual» (según la expresión de un militante gay, Stefano Casi, de hace muchos años).

Por lo demás, la índole de ese rechazo a los muchachos de las barriadas romanas, está explicitada en la «Súplica a mi madre», en La poesía en forma de rosa (1964, traducción de Juan Antonio Méndez): «Tu eres la única en el mundo que sabe de mi corazón / Lo que siempre ha sido, antes de cualquier amor. / Es dentro de tu gracia que nacen mis angustias, / / A soledad la vida que me / Y no quiero estar solo, tengo hambre infinita de amor. / De amor de cuerpos sin alma».

Es decir eres dentro de tu gracia que nacen mis angustias, Eres insustituible, y eso me ha condenado. Y no quiero estar solo, tengo hambre infinita de amor. De amor de cuerpos sin alma. Hay en el binomio entre los dos caracteres, una contradicción: madre/cuerpos sin ama. Y, además, hasta mediados de los años sesenta, en donde se encuentra en las piezas de Pasolini una trilogía: el padre/cuerpos si ama. «El número, cierto: el número», decía Pasolini a Gadda.

¿Quiénes eran, pues, el número, al que habitualmente acudía Pasolini cada día por la noche? Siciliano cuenta: «El Riccetto de Ragazzi di vita era una criatura, todos los que eran como él lo eran: muñecas macizas, la palidez de un hambre robusta. La luz de sus ojos delataba esa particular criatura que es el derecho a la vida, el derecho a la vida que los hacía, para la sensibilidad de Pasolini, no sólo simpáticos, sino atractivos. Criaturas: – una palabra que sellaba un destino concebido y discutido por la mente de un refinado crítico literario, un Auerbach por ejemplo.».

El erotismo de Pasolini se circunscribía, pues, al campo más alto de la literatura: Eric Auerbach, era autor de Mímesis (1942).

Este binomio atrayentes/sexo se ha mantenido –más o menos— desde los años cincuenta y sesenta. Aunque el proceso de homologación, la «abjuración final» de 1975, «con él describiendo la falsificación de cualquier valor, de los valores del progreso, de la toleranci: en este tiempo, los cuerpos y sexos de los chicos de los ragazzi de vida, eran solamente cuerpos y sexos de “escuálidos criminales». Y Siciliano cita a Pasolini, de la Abjuración de la “Trilogía de la vida”: «el colapso del presente, implica también el colapso del pasado. La vida es un montón de insignificantes o irónicas ruinas».

Es decir: «Intuía como pocos la antropología del sexo, pero del sexo ajeno. El propio, el propio acto sexual, debía reducirse, a sus ojos, a una feroz repetición, liberadora en cuanto serial y posiblemente arriesgada.»

***

Enzo Siciliano continúa escribiendo:

«Pier Paolo vivía en una oscuridad que decía que “era” la luz – pero que lo fuese, lo había descubierto mediante el dolor y la angustia. En el vacío se mostraba nítida, pura como la naturaleza de aquella soledad necesaria para ser poeta. Le verdad “ante la cual no puede decir más” es la verdad de la poesía.

Estoy convencido que no se pueda instruir una ecuación, ni siquiera metafórica, entre castración y tolerancia. Los gestos terminados, simbólicos –casi una época de la razón— eran amados por Pier Paolo. La tolerancia no era un gesto, es un método: necesita de funciones y métodos. Este concepto puede vincularse del mito de la voluntad general. Este concepto, un concepto critico, coloca el fundamento de la libertad; y la libertad un sentido filosófico, más allá del capitalismo, del comunismo y de cualquier color de base».

Aunque «Pasolini entendía resistir al catolicismo contra-reformista con las ofertas intelectuales del marxismo, de todas formas de un materialismo articulado y rico. […] La voluntad general es impura y es débil: y su habitual alimento es la demagogia. El recortar de los medios de masas no evita este tipo de perversión, sino que lo consolidad. La tolerancia, en semejante situación, se convierte en la única posible revuelta de una revuelta desgarrada».

Y concluye: «Siempre estoy convertido de que la verdad del Pasolini, el significado de su figura intelectual tenga que recaer en la de su soledad. Su organicidad “gramsciana” era un fantasma. Era la desorganización característica de su fuerza: como lo es siempre en un poeta». O, lo que es lo mismo: «Pasolini vivía como poeta, no como ideólogo».

***

Campo de’ Fiori es, por lo que escribe y por cómo lo escribe, es un libro fundamental sobre quién era Pasolini. El libro pasa cómo si no dijera nada: un recuerdo de un amigo muerto. Yo capté que me había equivocado y empecé a leerlo otra vez para descubrir que, en medio de otras que parecían anecdóticas, Campo de’ Fiori iba sembrando su imagen sobre alguien que «vivía como poeta, no como ideólogo». Dudo mucho que haya algún editor publique en este país (¡aunque habría que hacerlo!). En cuanto a mí, hago un boceto que intenta captar lo que Siciliano describió con sencillez y sensibilidad.

Bibliografía

Pier Paolo Pasolini: Poesia in forma di rosa (1964), ahora en Tutte le poesía, (II), Mondadori, Milano, 2ª 2oo9. (2)

Enzo Sicliano: Enzo Siciliano: Vita de Pasolini, Mondadori, Milano, 2015.

Walter Siti: Quindici reppresi, Cincuant’anni de studi de Pasolini. Laterza, Milán. 2022, pagina 13.

 

Foto de portada: Pier Paolo Pasolini, Enzo Siciliano y Natalia Ginzburg durante el rodaje de la película Il Vangelo secondo Matteo. Matera, 1964

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