Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Arghiri Emmanuel y la RD del Congo

Héritier Ilonga

Se está llevando a cabo una labor de archivo de los materiales de Arghiri Emmanuel (1911-2001), teórico greco-francés y autor en 1972 de la seminal crítica del imperialismo Intercambio desigual. En el proceso de creación de este archivo, la Asociación Arghiri Emmanuel descubrió nueva información sobre la estancia de Emmanuel en el Congo Belga (1937-1941 y 1946-1960), en particular su relación con Patrice Lumumba y el movimiento de liberación. Combinando material de archivo con información biográfica obtenida en conversaciones con la familia y los compañeros de Emmanuel, se revela que gran parte del desarrollo político e intelectual temprano de Emmanuel –incluida su teoría del intercambio desigual– estuvo muy influido por largos periodos de tiempo en el Congo Belga, incluso a través de relaciones personales con destacadas figuras anticoloniales de la época. En la segunda parte, Héritier Ilonga detalla la relación de Emmanuel con el líder de la rebelde República Socialista Libre del Congo, Antoine Gizenga, examina la compleja naturaleza de su relación con Lumumba y revela la insistencia de Emmanuel en que el socialismo, y no el capitalismo, debe ser lo primero en el Congo.

Arghiri Emmanuel, la ley del intercambio desigual y los fracasos de la liberación en la RD del Congo

Al escribir sobre Intercambio desigual, de Arghiri Emmanuel, Jairus Banaji señaló que es «la contrapartida marxista más cercana que se me ocurre a Los desdichados de la tierra, de Fanon». Banaji dibuja un contexto importante, situando a Emmanuel, nacido en Grecia en 1911, en relación directa con los preeminentes teóricos anticoloniales africanos del siglo XX. Nuestra más reciente investigación de archivos sobre la vida y el legado de Emmanuel añade más validez a esta ubicación de su obra, revelando que gran parte de su temprano desarrollo político e intelectual estuvo muy influido por largos periodos de tiempo en el Congo, incluso a través de relaciones con destacadas figuras anticoloniales como Antoine Gizenga y Patrice Lumumba.

Falta información sobre la vida de Emmanuel, y el intento de reconstruir el rompecabezas continúa. Pero sabemos que gran parte de su vida antes de escribir Intercambio desigual transcurrió en el Congo belga, entre 1937-41 y 1946-60. La tesis de John Brolin The Bias of the World: A History of Theories of Unequal Exchange from Mercantilism to Ecology, presentada en 2006, dedica todo el capítulo 13 a los «años formativos» de Emmanuel allí. Brolin establece que, impulsado por las malas condiciones económicas de Grecia, Emmanuel participó en empresas comerciales en el Congo, donde ya estaba establecida una gran comunidad de comerciantes griegos.

Según Brolin, a Emmanuel le habría resultado fácil «darse cuenta de la extrema diferencia salarial entre africanos y europeos» y de una «solidaridad obrera» que se rompía por motivos raciales. De todo ello, Brolin concluye que es «incuestionable que Emmanuel se basó en su experiencia congoleña a la hora de decidir… las premisas adecuadas para su teoría del intercambio desigual».

Patrice Lumumba habría estado en el lado negativo de la jerarquía racializada que Emmanuel encontró en el Congo Belga. No se conocen las circunstancias exactas en las que Emmanuel conoció a Lumumba, pero en 1954, al mismo tiempo que Emmanuel estaba en Stanleyville (actual Kisangani), Lumumba se convirtió allí en empleado de correos, aunque sólo se le permitía obtener el estatus de tercera clase debido a las leyes raciales coloniales. Si Lumumba quería ascender más, según Jean-Paul Sartre, «tardaría 24 años en alcanzar la primera clase, tras lo cual permanecería allí hasta su jubilación. El europeo, por el contrario, entraba directamente en este rango inferior, y podía aspirar a ascender desde allí a los puestos más altos». La preocupación común de Lumumba y Emmanuel era enfrentarse al apartheid.

Artículo de Arghiri Emmanuel «Los sindicatos de compradores» en Le Stanleyvillois (Asociación Arghiri Emmanuel)

Basándose en su experiencia en el Congo, donde observó que «la comunidad de colonos gastaba e invertía gran parte de sus ingresos en el extranjero», Emmanuel pasaría a conceptualizar el intercambio desigual como un proceso a través del cual los colonos pueden ser vistos como agentes que distorsionan y dirigen las tasas de plusvalía dentro de un país a favor de una minoría (la población de colonos blancos). La intervención de Emmanuel es una forma novedosa y única de entender el apartheid como vehículo de beneficio material. Para Emmanuel, el intercambio desigual entre colonos y colonizados en el Congo se reproducía a escala mundial entre naciones ricas y pobres, donde las mercancías comercializadas entre dos naciones tenían un valor desigual y un precio excesivo para la nación más rica debido a su mayor nivel de vida y, por tanto, al mayor precio de su fuerza de trabajo (o salarios).

La visión de Lumumba de un Congo en el que el límite para los congoleños no fuera un empleado de correos de tercera clase amenazaba radicalmente a los colonos. Sin embargo, un análisis retrospectivo revela que la presentación de las demandas de Lumumba a menudo hacía hincapié en la reconciliación. Al escribir más tarde sobre Lumumba, Emmanuel señaló que estaba «respaldado por las altas finanzas belgas, al menos al principio… Fue patrocinado de todas las formas posibles por el partido liberal belga, es decir, el partido de las altas finanzas. Gracias a este partido salió de la cárcel de Stanleyville en 1958, antes de que se cumpliera su condena por malversación de fondos. Fue este partido el que le ayudó, financieramente y de otras formas, a fundar el Movimiento Nacional del Congo (MNC)», cuyo principal deseo era «la consecución de la independencia del país mediante negociaciones pacíficas y en un plazo razonable».

Una revolución frustrada por la clase administrativa

Sería fácil concluir que Lumumba y el MNC fracasaron porque optaron por el reformismo en lugar de la revolución. Pero la prioridad de la unidad reflejaba temores legítimos sobre los colonos y su voluntad de destruir el Congo si no podían mantener sus privilegios. Incluso antes de la independencia, la Confédération des associations tribales du Katanga (CONAKAT) de Moise Tshombe colaboraba con los colonos que querían ver el Congo balcanizado. Emmanuel recuerda que «los colonos blancos militantes habían intentado la secesión mucho antes que Tshombe», con un «primer intento en 1946». En 1960, con el auge de una posible independencia, Charles Bonte, colono extremista, plantador y líder de la Unión de Colonos de la Provincia Oriental (UNICOL), «recorrió el Congo predicando abiertamente la adopción del modelo sudafricano». Los conspiradores secesionistas estaban en «contacto con políticos de Rodesia del Norte». Este ambiente de tensión aclara hasta qué punto era esencial el posicionamiento de Lumumba en 1960; la amenaza directa eran los colonos.

Cuando Emmanuel y Lumumba unieron sus fuerzas, quizás hacia 1955, esta preocupación compartida probablemente motivó su colaboración. En 1958, es plausible que el trabajo de Emmanuel ayudara a elaborar el programa económico de la primera carta del MNC, aunque se trata de una especulación a la espera de más información sobre su trabajo exacto junto a Lumumba. Los puntos de esta carta se repitieron en un discurso en Leopoldville (actual Kinshasa) en diciembre de ese año, cuando Lumumba argumentó que «el logro de la independencia del Congo estabilizará la economía congoleña y constituirá una sólida garantía para las inversiones extranjeras… la reinversión en el país de todos los beneficios obtenidos por las empresas nacionales y la aceleración del programa de industrialización». El objetivo no era telegrafiar el final del juego, ni revelar toda la mano. Lumumba y Emmanuel creían en el juego a largo plazo contra el imperialismo.

Un artículo recién descubierto de 1961, escrito por Emmanuel pero sin destinatario claro, revela la situación a la que se enfrentaban ambos en los albores de la independencia. Antes de la independencia, detalla el artículo, todos los ingresos anuales del Congo belga «se dividían aproximadamente por la mitad entre los 110.000 blancos, por un lado, y los 14 millones de negros, por otro». Una colonia «tenía necesariamente que pagar caro a sus técnicos extranjeros, pero la retribución de los blancos en el Congo Belga había superado todo lo que podía considerarse una prima de expatriación». La jerarquía salarial que creó el intercambio desigual se hizo posible cuando «se necesitaban blancos en puestos para los que no era necesaria ninguna cualificación especial, aparte del color de la piel».

Emmanuel vio que la cuestión inmediata a abordar en el recién independizado Congo de 1960 era esta jerarquía racial, que «podría haber dado al movimiento independentista un contenido social para movilizar a las masas congoleñas en torno a un objetivo específico e inmediato. Pocas veces en la historia de las revoluciones se han presentado las reivindicaciones de un pueblo en términos tan claros». La incapacidad, sin embargo, de capitalizar esta ventaja para la revolución fue polifacética. Emmanuel critica a «los partidos de izquierda de los respectivos países metropolitanos» por su «transposición mecánica a las colonias de consignas de la lucha antimonopolista tal como se libraba en las metrópolis». Pero también critica a la clase évolué congoleña (los que habían «evolucionado» mediante la educación y la movilidad ascendente hasta convertirse en una burguesía naciente). La política de africanización de Lumumba, destinada a deshacer el estado colono, sufrió obstáculos cuando el parlamento se reunió por primera vez en junio de 1960 e inmediatamente votó a favor de aumentar los salarios de sus miembros a 500.000 FC. Lumumba declaró prescientemente que se trataba de una «locura ruinosa«. Emmanuel describe la «monopolización de la revolución por los administrativos» como «la causa de la catástrofe que se produjo tras la independencia».

El primer gobierno de Patrice Lumumba, con Lumumba, Mulele y Gizenga en la foto (1960, Wikimedia Commons).

La crisis que surgió, con los soldados sublevados contra Lumumba, se debió principalmente a que las masas «querían la africanización de los ejecutivos… pero lo que les exasperaba era este fantástico festival de notables, que, de la noche a la mañana, se labraban sueldos de quinientos mil francos al mes, que conducían Cadillacs y que ocupaban los lugares y las apariencias de los colonialistas que acababan de desalojar, mientras que [los soldados] quedaban excluidos de compartir el pastel».

Cuando volvemos a la «primera y esencial cuestión» para comprender el fracaso de la situación posterior a la independencia, según Emmanuel, comprendemos que fue culpa por igual de los colonos, que reclamaron la mitad de la renta nacional, y de «las élites que se apresuraron a reclamar los otros 25.000 millones». La africanización, «que podía servir tanto para elevar el nivel de vida de las masas como para aumentar las inversiones y el ritmo de expansión», fracasó principalmente porque «la masa era amorfa y no estaba organizada». Sin la capacidad de aliarse con los soldados «y sus armas», que al final cayeron ante el «saber hacer y el impulso político» de la clase compradora, las masas se quedaron sin dirección.

La influencia del Congo en el desarrollo intelectual de Emmanuel

Emmanuel prefigura muchos de sus análisis posteriores de la producción de relaciones sociales capitalistas bajo el colonialismo a través de este encuentro en el Congo. Escribe que «cuando el hombre blanco llegó con sus nóminas y sus cálculos eruditos, contando las horas y los días, [el colonizado] acabó comprendiendo vagamente que cuanto más trabajaba, más dinero ganaba al final de la semana, pero nunca admitió plenamente este sistema como el orden natural de las cosas». Las masas congoleñas se negaban a aceptar las relaciones sociales capitalistas. El proletariado y el salario se presentaban como imposiciones extranjeras, antinaturales, traídas por el colonialismo. Además, en el análisis de Emmanuel, la idea de relaciones contractuales «libres» para el propio trabajo beneficiaba a la clase blanca colona que podía inflar el valor de su fuerza de trabajo por la fuerza.

Los ataques contra el nivel de vida de los colonos blancos en el Congo, dirigidos por Lumumba como parte del proceso de descolonización y sello distintivo de su programa para modernizar el Congo, abrieron para Emmanuel la posibilidad de una transición hacia una organización social «superior», inspirada y basada en la tribu precolonial, pero también moderna y capaz de aplicar una planificación no sujeta a los caprichos del sesgo paternalista a favor de una «tribu» sobre otra, ya sea por motivos de raza o etnia.

Sólo reconociendo la ausencia de esta esquematización en el marxismo pudo Emmanuel entender las perspectivas de construcción del socialismo en el mundo en descolonización, y de hecho ver estas perspectivas como más avanzadas que en los países industriales que supuestamente serían los «primeros» en convertirse en socialistas. Para Emmanuel, «toda la historia del imperialismo y la colonización demuestra claramente que la oposición entre los pueblos atrasados y el pequeño colono blanco es la peor de todas; y nuestra negativa a tenerla en cuenta en nuestras descripciones clásicas de la lucha de clases no eliminará este ‘hecho obstinado’». Emmanuel insistió en que ignorar esta formulación, por la que el reduccionismo de clase elude cualquier comprensión del arrastre feudal de la dominación personal al contexto colonial, «da lugar a graves malentendidos e impide cualquier diálogo verdadero entre el marxismo revolucionario y los pueblos descolonizados».

En este contexto, la filosofía política de Lumumba tiene sentido. Si rechazó sistemáticamente la acusación de ser comunista y, sin embargo, fue percibido constantemente como tal por Bélgica, Estados Unidos y los colonos, entonces quizá su programa era realmente revolucionario. Lumumba insistió constantemente en la ayuda técnica; deseaba desarrollar las fuerzas productivas para crear una economía verdaderamente socializada. Esta exigencia de centralización (tanto del Estado como de la economía) era la vía más progresista hacia el socialismo, frente a la anarquía, el secesionismo y el parasitismo a los que se enfrentaban tanto los colonos como quienes deseaban rechazar la nación congoleña como tal por una federalista. Incluso Sartre, que criticaba el centralismo «jacobino» de Lumumba, podía estar de acuerdo en que «el federalismo es el gusano en la fruta que lo estropeará todo, pues el imperialismo explotará inmediatamente».

Pero, ¿cómo pudo lograrse esto en el caos posterior a la independencia? En un discurso pronunciado en la Universidad de Ibadán (Nigeria) el 22 de marzo de 1959, Lumumba había hecho un llamamiento a «los técnicos occidentales para que vengan a África no para dominarnos, sino para servir y ayudar a nuestros países». En concreto, como revela Ira Dworkin, Lumumba veía en la contratación de técnicos de la diáspora africana una forma de impulsar el proyecto panafricano y el desarrollo del Congo. Durante el único viaje de Lumumba a EEUU, «aprovechó una conferencia en la Universidad Howard» para insistir en que «en el futuro… esta universidad [enviará] [licenciados y técnicos] a África, para ayudar a sus antepasados, dentistas y médicos e ingenieros con todas las habilidades posibles». Durante el viaje, Lumumba «firmó un acuerdo con Phelps Stokes Fund… asegurando el reclutamiento de afroamericanos cualificados para trabajar en el Congo». Y el gobierno de Lumumba reclutó a otras personas de la diáspora panafricana para que vinieran al Congo, como técnicos haitianos (incluidos los padres de Raoul Peck, el director del biopic Lumumba, que se trasladó a vivir con su familia al Congo en 1961).

Esta ayuda técnica no habría sido posible sin el control del Estado. Pero Emmanuel había advertido que, sin las masas al mando, la ayuda técnica para desarrollar los medios de producción sólo podría producirse de forma limitada. Emmanuel había llegado a escribir en 1961 que sin la toma del poder por las masas, el eslogan de Lumumba «A igual trabajo, igual salario», un programa de redistribución, «significaba la perpetuación del colonialismo con un cambio del color de los explotadores». Podemos percibir la «perpetuación» del colonialismo en el sentido del dominio continuado del Estado colono y sus exigencias, incluido el «peso muerto» y el «parasitismo» que dieron lugar a una salida externa de capital, a menudo de vuelta a la metrópoli. Ejemplos de ello son los viajes de compras a París del dictador neocolonial Joseph Mobutu en avión de la Concordia, pagados con miles de millones malversados del Congo.

Emmanuel escribiría en 1979 que «como consecuencia de una descolonización llevada a cabo sin lucha de masas, que eliminó a los colonos blancos o los neutralizó políticamente, una máquina estatal fabricada de la nada ha sido asumida y dirigida por una ‘élite’. Esta élite… constituye un grupo social muy privilegiado, frente a una masa indiferenciada de campesinos pobres y proletarios urbanos. El objetivo de este grupo no es otro que su propia perpetuación».

Arghiri Emmanuel, la República Libre del Congo y el socialismo –no el capitalismo– primero

Lumumba había visto esperanzas en la diáspora africana para que invirtiera el capital y los conocimientos de que disponía en la construcción del Congo. Arghiri Emmanuel hizo recomendaciones similares a Antoine Gizenga, ex viceprimer ministro de Lumumba que dirigió la rebelde República Socialista Libre del Congo del12 de diciembre de 1960 a enero de 1962. Al final de un documento de 1961 escrito por Emmanuel (sin destinatario claro), en una sección titulada «¿Qué hacer?», comienza con un resumen del problema en aquel momento. Gizenga había huido de Leopoldville con Lumumba, y cuando éste fue capturado por las fuerzas de Mobutu, Gizenga se había reagrupado en torno a Stanleyville con otros leales a Lumumba. En el artículo, Emmanuel insta al gobierno con sede en Stanleyville a llevar a cabo una serie de políticas directas, como «crear en todas las ramas de la administración la réplica de las autoridades superiores centralizadas en Léopoldville», al tiempo que separa la Léopoldville controlada por Kasa-Vubu/Mobutu de «todos los servicios provinciales, los bancos, las paraestatales, etc., hasta las empresas privadas, incluidas».

Mapa político que representa las diferentes zonas de control durante la Crisis del Congo de 1961 (Wikimedia Commons)

Emmanuel recomendó a Gizenga que utilizara el recién fundado banco central de Stanleyville para «abrir una cuenta en Suiza, el único lugar donde las autoridades de Leo[poldville] no pueden bloquearla». Para Emmanuel era imperativo «acelerar la expansión del Congo», y como había teorizado sobre la limitada capacidad de las naciones desfavorecidas por los bajos salarios para adquirir capital, afirmó que «es obvio que la autofinanciación (reinversión de beneficios) no es suficiente», y que «se necesita financiación externa. Puede consistir en capital privado o en forma de ayuda de Estados amigos». Muchos de esos estados amigos fueron los que reconocieron al gobierno de Gizenga en el bloque del Este y el Tercer Mundo, y Emmanuel comentó que «es necesario establecer una línea aérea directa de Stanleyville a El Cairo».

Las secciones más interesantes del artículo de Emmanuel de 1961 son sus recomendaciones para que la República Libre construya el socialismo en el Congo, estrategias que siguen siendo pertinentes hoy en día. La base de esta estrategia era que Gizenga fuera «imaginativo en la búsqueda de fórmulas de coexistencia con los trusts existentes en una economía altamente planificada que avanza hacia el socialismo». Emmanuel no creía en la necesidad inmediata de «desvincularse» de las multinacionales, sobre todo teniendo en cuenta que «ya estaban medio nacionalizadas, el Estado poseía una gran cartera y en muchos casos la mayoría». Esto permitió al gobierno de Gizenga, «por la fuerza de las circunstancias, establecer un régimen de economía dirigida y de planificación».

Pero lo más esencial para Emmanuel era «el hecho de que estos trusts, siendo precisamente ‘extranjeros’, permanecen paralelos y superpuestos y no tienen mucha influencia en la evolución de la sociedad congoleña». Esta falta de imposición directa era vital, ya que «no se puede crear ningún impulso popular si no parte de las estructuras colectivistas tradicionales». En las comunas, Emmanuel veía «estructuras colectivistas [que] constituyen un obstáculo para el desarrollo capitalista buscado por el colonialismo… que abordaría la tarea de construir una sociedad sin clases». Emmanuel llegó a una conclusión inmensa: «Es insensato creer que hay que pasar necesariamente por el capitalismo para llegar a un régimen superior». A partir de aquí, recomendaba que «no sólo hay que detener la desintegración de la aldea consuetudinaria, iniciada por el régimen colonial, sino que hay que tomar medidas de conservación, [pues] el colectivismo del clan debe constituir el núcleo de un colectivismo superior: comunas populares adaptadas a las condiciones locales».

La introducción de las relaciones sociales capitalistas impidió un retorno inmediato de la tierra a «sus métodos ancestrales de cultivo, producto de una experiencia y un equilibrio de varios miles de años, es decir, la roturación y los largos periodos de barbecho, que garantizaban la vitalidad de los cultivos antes de la llegada de los blancos». La imposición del trabajo mal pagado también llevó a Emmanuel a presentar en esta sección la primera formulación de su tesis en Intercambio desigual, antes de sintetizarla más tarde con Charles Bettelheim en la École Pratique des Hautes Études en 1962, escribiendo que «cuando un país industrializado intercambia sus productos con un país subdesarrollado, intercambia en realidad una hora de trabajo nacional por 5, 10 o 15 horas de trabajo en el otro. Este tipo de intercambio impide a su vez al país subdesarrollado llevar a cabo su propia capitalización y salir del subdesarrollo». Acabar con el intercambio desigual como primera medida sería esencial para iniciar la «transición de una economía dependiente a una economía nacional», lo que permitiría al Congo «adaptarse a su nueva condición de país soberano».

¿Cómo lograr la socialización del trabajo junto a las multinacionales, evitando al mismo tiempo una mayor proletarización? La idea de Emmanuel de una «dictadura del proletariado» parece paralela a su idea de 1979 de que «las virtudes marciales siguen siendo un atributo esencial para la causa proletaria». Describe una mano de obra «instalada lo más cerca posible de la aldea… flotante e intercambiable… una especie de ‘comandos’ que dejarán a sus familias en la Aldea y que volverán allí al cabo de un tiempo para ser sustituidos por otros. No habrá compromiso ni salario individual. La empresa firmará un contrato con el clan, expresado en días-hombre anónimos y la contrapartida se pagará en especie o en metálico al fondo común del clan».

Esta forma única de trabajo proletario se saltaba los aspectos más problemáticos de la forma asalariada y apoyaba directamente el paso a una economía colectivizada y planificada. Emmanuel llegó así a la conclusión de que «cuando las aldeas, organizadas como se ha descrito, empiecen a prosperar», podrán constituir la base para que «el Gobierno Popular [tome] medidas para sustituir a ciertos jefes, mercantilistas y corruptos, que utilizaban las estructuras colectivistas y paternalistas de la aldea en beneficio propio y del colonialista». El programa de Emmanuel insistía en la necesidad de diversificar la economía, teniendo siempre presente que «por encima de la noción de rentabilidad inmediata, concebida estrechamente en el espíritu capitalista, está la necesidad de ampliar el circuito interno de intercambios y de equilibrar la economía».

Secuestro y exilio de Emmanuel

En el contexto de la Crisis del Congo, Emmanuel creía, al igual que Lumumba, en la necesidad de preservar la unidad del Congo. Incluso desaconsejó la emisión de moneda, para no parecer secesionista. No obstante, el gobierno de Joseph Kasa-Vubu, Mobutu y Moise Tshombe (el líder de la secesión de Katanga que se convirtió en primer ministro del Estado neocolonial congoleño entre 1964 y 1965), respaldado por Occidente, tachó a la República Libre dirigida por Gizenga de elemento secesionista y la atacó directamente. Como explicó Malcolm X en enero de 1965 en el Militant Labor Forum de Nueva York, «en el Congo, la República Popular del Congo, con sede en Stanleyville, libró una guerra por la libertad contra Tshombe, que es un agente del imperialismo occidental –y por imperialismo occidental me refiero al que tiene su sede en Estados Unidos, en el Departamento de Estado… La lucha sigue en pie, y el hombre de Estados Unidos, Tshombe, sigue perdiendo».

Antoine Gizenga, viceprimer ministro de Patrice Lumumba y líder de la República Libre del Congo (Wikimedia Commons, 1961)

Esta República Popular fue atacada como una amenaza en la Guerra Fría. En 1961, como reveló un artículo del Manchester Guardian del 16 de noviembre de 1971, la Unión Soviética había intentado transferir armas y fondos para pagar al ejército de Gizenga en Stanleyville. Según el artículo, un barco checo llegó a Port Sudan con cajas de armas disfrazadas de suministros de la Cruz Roja. Utilizando un gruista a sueldo, la CIA había hecho caer las cajas, «y el muelle se cubrió de repente de nuevos fusiles Kalashnikov soviéticos», para disgusto de las autoridades sudanesas.

En un incidente relacionado, después de que los soviéticos acordaran dar a Gizenga 1 millón de dólares, canalizados a través de El Cairo, un mensajero fue desplegado para transferir un tercio de los fondos a través del aeropuerto de Jartum. Con la esperanza de evitar un control aduanero, esperó en la sala de tránsito a un avión que se dirigía a la frontera de la República Libre. Avisados con antelación, los agentes de la CIA gritaron su nombre por megafonía y, probablemente presa del pánico, el mensajero dejó la maleta junto a unas taquillas y fue a presentarse en la aduana. Un agente «salió del servicio de caballeros, cogió la maleta y salió por la puerta de atrás, donde le esperaban dos coches con los motores en marcha». Esta interferencia directa de los imperialistas fue difícil de igualar para Gizenga, y su gobierno se derrumbó antes de que el programa de Emmanuel pudiera llevarse a cabo. La suposición de que mediante «la influencia de la buena gestión de nuestras provincias, [podríamos] llegar a la unificación del Congo más rápida y fácilmente que mediante ataques frontales y trucos políticos» no parece haber cuadrado con la medida a la que el enemigo estaba dispuesto a llegar para aplastar a Gizenga.

Sin embargo, al concluir su artículo de 1961, mientras pasaba de sus experiencias en el Congo a su trabajo teórico con Bettelheim, Emmanuel reflexiona sobre su propia posición en el momento de escribir el artículo, en julio de ese año. Lumumba ya había sido asesinado seis meses antes, en enero, y el gobierno de Gizenga se derrumbaría en febrero del año siguiente. El propio Emmanuel había sido secuestrado y deportado de Stanleyville a Nairobi por activistas colonos belgas en julio de 1960, por lo que probablemente estaba escribiendo sus consejos a Gizenga desde el exilio.

Una carta en posesión de la hija de Emmanuel, Catherine, escrita a éste por Patrice Lumumba tras su secuestro en julio, invitaba a Emmanuel a regresar al Congo por cualquier medio, pero probablemente no pudo hacerlo, ya que el Estado belga también le declaró «peligroso para el orden público» el 4 de noviembre de 1960. Al parecer, Emmanuel recurrió al abogado personal de Lumumba, Jacques Marres, para que le ayudara a anular la proscripción, pero fue en vano. No obstante, en una carta a Immanuel Wallerstein de junio de 1972, Emmanuel menciona que acababa de regresar de un viaje a Kinshasa, lo que demuestra su continuo interés por la política congoleña.

Emmanuel continuó siguiendo la resistencia de izquierdas en el Congo tras su deportación. En su artículo de 1979, concluye refiriéndose al movimiento de Pierre Mulele como un intento de «revolución cultural» en un contexto descolonizador. Como escribe: «…en Zaire, esta situación alcanzó un alto grado de pureza, culminando en 1964 en un levantamiento popular y una guerra civil a gran escala, la revuelta de los ‘mulelistas’. En su apogeo, éstos controlaban las tres cuartas partes del país y amenazaban seriamente a la capital. Este movimiento, completamente ignorado por los analistas marxistas –sin duda porque no encajaba en los esquemas convencionales de la lucha de clases–, se dirigía exclusivamente contra el cuerpo de funcionarios, a los que los revolucionarios, de forma sistemática, exterminaban físicamente por donde pasaban».

¿Por qué alabar que Mulele se centrara en atacar al Estado poscolonial? Tal vez fue ahí donde Emmanuel vio la herencia del colonialismo y sus peores vicios, la incapacidad de superar la burocracia y la reproducción de las formas capitalistas por parte de quienes asumían cargos burocráticos. Emmanuel escribió que «una ‘revolución cultural’ de este tipo, que atacara al Estado desde fuera sin institucionalizarse ella misma y, por tanto, ‘burocratizarse’», era necesaria para abordar el «dilema» al que «la revolución proletaria tiene que enfrentarse: ineficacia o burocracia». Para sobrevivir a pesar de las amenazas que la asaltan por todas partes, la revolución opta por la burocracia… Pero perece igualmente, desde dentro. Este tipo de degeneración es el único medio que posee la historia, en tal caso, para aplastar hasta la muerte una aventura prematura».

El propio Lumumba, partidario de la centralización y la unidad, veía en la burocracia un enemigo de la necesidad del país de socializar el producto nacional. En un debate celebrado en la Conferencia de la Mesa Redonda en febrero de 1960, Lumumba subrayó la necesidad de la educación primaria: «Para un Estado joven como el Congo, la primera preocupación debe ser la educación de la población… el régimen colonial se contentó con crear algunas escuelas primarias e intermedias, pero no hay escuelas profesionales y técnicas, y éstas son indispensables. Los intelectuales o los burócratas no pueden construir un país».

Desde este punto de vista, Emmanuel tenía razón cuando decía que la cuestión colonial de los colonos estaba en primer plano, por su capacidad para imponer una forma particular de relaciones capitalistas y romper las bases del comunalismo. El daño causado por el flujo externo de valor promovido por los colonos parasitarios en el pasado, y su imposición del patrimonialismo como modo de hacer política, ha creado muchos de los problemas que afectan al Congo y a otras naciones poscoloniales.

El problema seguía siendo, desde la perspectiva de Emmanuel y Lumumba, desarrollar el Congo hacia el socialismo. En consonancia con su teoría del intercambio desigual, Emmanuel percibía que mientras los «países subdesarrollados no pudieran hacer el uso más deseable de las inversiones… debido a las estructuras particulares de los países receptores, especialmente los estrechos límites de su mercado local, debido a los bajos salarios», habría una transferencia neta de valor hacia las naciones ricas.

El ejemplo más llamativo de ello son las repetidas comparaciones que hace Emmanuel entre dos empresas de propiedad belga, la Union Minière, con sede en el Congo, en Katanga, y la Petrofina, con sede en Canadá. Mientras que Petrofina establece una serie de industrias secundarias y hace que el capital belga se «canadanice», las refinerías de cobre de Union Minière en Katanga, una vez elevadas al nivel mínimo, dejan de soportar inversiones secundarias.

Emmanuel escribe que «la Union Minière… se convierte en un enclave. ¿Por qué? ¿Realmente debemos suponer que los responsables de la Société Generale en Bruselas sólo se preocupan por sobredesarrollar Canadá y ‘bloquear’ el desarrollo en el Congo Belga? La realidad es otra. El hecho es que en Canadá el alto nivel de vida de la población constituye un mercado para todo tipo de productos, mientras que los salarios y el nivel de vida en el Congo son tales que allí no hay nada que interese a un capitalista medianamente grande, nada excepto la extracción de minerales o la producción de ciertas materias primas para la exportación que inevitablemente hay que buscar allí donde se encuentran. Esta situación es el efecto, no la causa, de los bajos salarios, aunque, una vez establecida, se convierte, por la lógica capitalista de la búsqueda de beneficios, en causa a su vez al bloquear el desarrollo de las fuerzas productivas».

Lumumba coincidió con esta valoración y, en un discurso marcado por un cambio de retórica en agosto de 1960, afirmó que «la independencia es el comienzo de una verdadera lucha. Que el Congo sea independiente ahora no significa que el dinero caiga del cielo. Nuestro gobierno tomó el poder el 30 de junio. Pocos días después, los imperialistas crearon el desorden en el país para impedirnos proseguir nuestro trabajo. Nuestro programa de desarrollo del país, de industrialización, de creación de una economía sana se ha paralizado».

Al comparar los sentimientos políticos de Emmanuel y Lumumba, nos asombramos de la complejidad de su relación. Emmanuel el «consejero económico» que a pesar de haber «adoptado el punto de vista del técnico» se dio cuenta «de que el problema del Congo no está en el dominio técnico. En una sociedad antagónica… no se trata de gestionar cosas, sino personas. Y eso es política. Y sólo la política puede poner en práctica los dos grandes imperativos que lo resumen todo: Austeridad e Impulso Popular».

Pasaportes expedidos por el gobierno de Gizenga, con sede en Stanleyville (Wikimedia Commons, 1964)

La propia valoración de Emmanuel sobre Lumumba como respaldado por las altas finanzas parece haber confundido a los lectores tanto por motivos técnicos como políticos. Emmanuel recordó una mala interpretación de su análisis: «…en una presentación anterior de mis tesis en París, uno de los participantes en el debate me reprochó que presentara a Tshombe como el ‘hombre bueno’ y a Lumumba como el traidor. No sé qué parte de mi texto pudo provocar semejante malentendido, que me hace decir exactamente lo contrario de lo que pienso».

En cambio, Emmanuel insiste en que «Tshombe fue sencillamente el traidor total. El caso de Lumumba es más complejo. En ausencia de verdaderas clases sociales, la máquina del Estado, construida y montada artificialmente, se convierte en un fin en sí misma. Los partidos políticos se convierten en coterráneos y los líderes de los partidos en jefes tribales. Lumumba era uno de ellos. Pero no había traición en una política de alianza con las altas finanzas para resistir la creciente presión de los colonos. En las circunstancias dadas, éste era el interés vital, la única salvación posible, del pueblo congoleño». Para concluir, Emmanuel recuerda que «también se me sugirió que incluso si, en determinadas condiciones, el capital financiero parece ser el mal menor y los colonos blancos el enemigo número uno, esto es sólo una opción a corto plazo. Mi respuesta es sencilla: cuando se trata de la supervivencia física, no hay largo plazo».

Es una representación complicada de Lumumba, pero no una acusación. La visión de Emmanuel se acerca más a la del «hombre bueno», plenamente consciente de las formas en que el propio Lumumba cayó en la trampa de jugar el juego del Estado. Sin embargo, Emmanuel reconoce el poder de Lumumba para explotar las bases de un «colectivismo superior», que debe conquistarse mediante la unidad nacional.

La recuperación de un «Lumumbismo» que se formó junto a las propias ideas de Emmanuel está en consonancia con el movimiento popular liderado por Gizenga, Mulele y muchos otros en la actualidad. Emmanuel describe su impresión del comienzo del movimiento de masas, ese mismo movimiento de masas que espera derrocar el legado del colonialismo en el Congo actual: «…si la crisis continúa, debemos temer un levantamiento, que las huelgas de Leopoldville presagian… La masa retumba: ‘Iko maka yabo’ [Es nuestro momento]; se oye decir en todas partes. Este fatalismo puede convertirse rápidamente en una explosión y barrer a todos los aprovechados, pertenezcan al bando que pertenezcan».

Los funcionarios y la burocracia por un lado, los colonos y los administradores coloniales directos por otro. Hoy, la intervención de los imperialistas directa e indirectamente, y el afianzamiento de un Estado poscolonial sin vida. Todo esto puede ser barrido por las masas en cualquier momento, y si la época de Lumumba, Gizenga, Mulele y Emmanuel fue simplemente un prólogo, puede que no tengamos que esperar mucho para oír a las masas del Congo de hoy murmurar «Iko maka yabo».

Héritier Ilonga es investigador centrado en la historia y la economía política de la República Democrática del Congo, y forma parte de la Asociación Arghiri Emmanuel, un colectivo que investiga el intercambio desigual y la economía comercial en el Sur Global.

Fuente: ROAPE, publicado originalmente en dos entradas el https://roape.net/2024/09/04/arghiri-emmanuel-the-law-of-unequal-exchange-and-the-failures-of-liberation-in-the-dr-congo-part-one/) y el 11 de septiembre de 2024 (https://roape.net/2024/09/11/arghiri-emmanuel-in-the-congo-from-patrice-lumumba-to-antoine-gizenga-and-socialism-not-capitalism-first/)

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