Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Garzón

Alexandre Carrodeguas

Las movilizaciones a favor del juez Garzón muestran la realidad de la famosa “modélica Transición”. Los límites a la reparación de los represaliados vienen dados por el pacto de silencio que supuso la entrada en la democracia.
La aceptación de la monarquía, la aceptación de la bandera, la aceptación de la unidad del Estado; esas fueron las condiciones que según José María Armero tenía que aceptar el PCE para su legalización. Y esto no tiene nada de ejemplar, pues las democracias se basan en el antifascismo. En la Europa de posguerra, una vez derrotado el fascismo, las democracias no se constituyeron bajo la consigna del “consenso”, sino que se basaron precisamente en su derrota.

Si miramos a otros pueblos vemos como la imitación de la transición española resultó un fiasco. En Argentina, la Corte Suprema tuvo que declarar nula la Ley de Punto Final. En Chile, los cinco hijos de Pinochet, su viuda y los más próximos a su corte dictatorial fueron procesados como autores de malversación de caudales públicos en el marco del caso Riggs, y aún están imputados. Por no recordar la desnazificación de Alemania. Mientras tanto, en el Estado español el imaginario fundacional de la democracia se ha constituído como el pacto de amnesia y el silencio sobre el pasado que supuso la llamada “Transición”. Cuando la democracia es disenso aquí surgieron pactos cupulares donde los participantes actuaron de espaldas a las movilizaciones sociales. De esta manera no se puede construír un régimen verdaderamente democrático. De la renuncia y el chalaneo nunca puede salir nada bueno. Los que dicen que no se pudo hacer otra cosa dada la correlación de fuerzas, puede que tengan razón. Pero entonces también tienen que asumir su responsabilidad y no hacer de la necesidad virtud. Los que entonces aceptaron los límites de la reforma con Suárez, los Carrillo, los Felipe González, aceptaron la impunidad de los crímenes franquistas. Y no pueden ahora resgarse las vestiduras con los resultados de los que ellos pactaron para la democracia española. Estos límites son consecuencia de los pactos alcanzados con el franquismo, que, por otro lado, tan alabados y pregonados han sido. Los que ahora se manifiestan a favor del juez Garzón, si fuesen serios y honestos, tendrían que renunciar al legado de la Transición y aceptar que fue esta propia Transición la que nos trajo esta democracia de tan baja calidad. Tienen que ser conscientes de que el problema de la reparación de las víctimas no es jurídico, sino político. Que la raíz del problema son las consecuencias de la Transición. De aquellos polvos vienen estos lodos.

Los partidos que están clamando contra la injusticia que se comete con Garzón, si quieren, pueden llevar al Parlamento la derogación de la preconstitucional Ley de Amnistía, pueden llevar al Parlamento la anulación de los juicios del franquismo, pueden reclamarle al Estado que solucione la vergüenza de las fosas, etc. Si no hacen esto es porque el partido de Zapatero y compañía necesita una cierta mobilización de los suyos para las próximas eleccions y buscan en este tema unicamente la confrontación con el PP, identificando a este con el franquismo para ganar votos. Cuando todo el mundo sabe que la realidad del PSOE es que no se caracterizó precisamente por la lucha contra la dictadura y él mismo fue fruto del mismo pacto de la Transición. Como vemos también estos días con la muerte e Samaranch, las declaraciones de los miembros del PSOE no difieren en nada de las del coro gereral de loa al difunto, olvidando su pasado franquista de ex presidente de la Diputación de Barcelona. Esto prueba la incapacidad para superar el franquismo y el baile de máscaras en el que se ha convertido la política.

Sin duda, ahora sabemos que la llamada Transición fue un espejismo que algunos intentaron vender por el mundo. Ignorando como muchos países ponían en marcha comisiones de la verdad, derogaban leyes de punto final y juzgaban a criminales sin ningún miedo. Y aquí, aún ahora, los partidos mayoritarios siguen fomentando la desmemoria colectiva, habiendo pasado del “Franco ha muerto” al políticamente correcto ¡Viva el rey!. Ya va siendo hora de que termine este baile de máscaras.

Fuente: Diario de Ferrol, 24/04/2010

Traducción para Ananké: Álvaro Rodríguez.

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