Donde se recogen algunas de las intervenciones políticas y culturales del autor que no fueron incluidas en Panfletos y materiales
Manuel Sacristán Luzón
Edición de Salvador López Arnal y José Sarrión
Estimados lectores, queridos amigos y amigas:
Seguimos con la serie de textos de Manuel Sacristán Luzón (1925-1985) que estamos publicando en Espai Marx todos los viernes a lo largo de 2025, el año del primer centenario de su nacimiento (también de los 40 años de su prematuro fallecimiento). En esta ocasión, textos suyos de intervención no incluidos en los volúmenes de Panfletos y materiales.
Los escritos ya publicados, los futuros y las cuatro entradas de presentación pueden encontrarse pulsando la etiqueta «Centenario Sacristán» –https://espai-marx.net/?tag=centenario-sacristan– que se encuentra además debajo de cada título de nuestras entradas.
Publicaciones recientes
Nuestra Bandera, n.º 268, 3er trimestre de 2025. Especial Sacristán en el centenario de su nacimiento (Presentación en la fiesta del PCE: 27 de septiembre, 12:30, espacio Patricia Laita: Marga Sanz, José Sarrión, Eddy Sánchez, Montserrat Galcerán y Francisco Sierra).
Manuel Sacristán Luzón, Seis conferencias, Barcelona: El Viejo Topo, 2025 (reimpresión; prólogo de Francisco Fernández Buey; epílogo de Manolo Monereo).
Manuel Sacristán Luzón, Socialismo y filosofía, Madrid: Los libros de la Catarata, 2025 (edición de Gonzalo Gallardo Blanco).
Manuel Sacristán Luzón, M.A.R.X. (Máximas, aforismos, reflexiones, con algunas variables libres), Barcelona: El Viejo Topo, 2025 (prólogo de Jorge Riechmann; epílogo de Enric Tello; edición y presentación de SLA).
Manuel Sacristán, Filosofía y Metodología de las ciencias sociales III, Montesinos: Barcelona, 2025 (edición de José Sarrión y SLA).
Manuel Sacristán Luzón, Pacifismo ecologismo y política alternativa, Barcelona: El Viejo Topo, 2025. Edición de Juan-Ramón Capella.
Manuel Sacristán Luzón, La filosofía de la práctica I. Textos marxistas seleccionados (Irrecuperable, 2025). Edición y prólogo de Miguel Manzanera Salavert, epílogo de Francisco Fernández Buey).
Manuel Sacristán Luzón, La filosofía de la práctica II. Los documentos del partido (Irrecuperable, 2025). Edición, notas y prólogo de Miguel Manzanera Salavert.
Ariel Petruccelli: Ecomunismo. Defender la vida: destruir el sistema, Buenos Aires: Ediciones IPS, 2025 (por ahora no se distribuye en España). «…Recogeré unas cuantas botellas lanzadas al mar por dos de los pensadores más formidables que yo haya podido leer, y que significativamente se cuentan entre los menos frecuentados: Manuel Sacristán y Bernard Charbonneau.»
1. Presentación
2. Semana por la Paz, 1963
3. Nota de Ricardo, 1965
4. Respuestas a un cuestionario sobre reforma de la enseñanza, 1967
5. Resolución del CNH sobre la RCEPCE de mayo de 1969
6. Respuesta al Informe del Comité del PSUC de la Universidad de Barcelona de 23-IV-1970
7. Observaciones al proyecto de introducción, mayo de 1972
8. Apuntes de crítica al Avant-projecte [Anteproyecto], 1974
9. La posibilidad de cambio revolucionario en las presentes sociedades capitalistas avanzadas
10. Sobre la alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura, 1974
11.Observaciones para una posible reedición del folleto «Por una enseñanza democrática» (PUED), 1975
12. Cinco céntimos de teoría (1975, 1976)
12.1. La cultura popular
12.2. «Grandes descubrimientos en el Día del Libro»
12.3. El fondo de la política de selectividad
12.4. Sobre los problemas del crecimiento económico
13. Una cuestión mal planteada, 1977
14. Izquierda-derecha, 1978
15. En un acto organizado por la CNT, 1980
16. Sobre el 23-F, 1981
17. Cultura y educación, 1984
18 . ¿Realmente fueron tan malos los telegramas de CC.OO?, 1984
19. Anotaciones de lectura
20. Proyecto de carta
1. Presentación
En la nota previa al primer volumen (Sobre Marx y marxismo) de Panfletos y Materiales, fechada el 5 de enero de 1983 en México D.F., observaba Sacristán:
Para la edición en italiano de una de las pocas cosas de estos papeles que se han traducido a otras lenguas escribí una advertencia en la que contaba al lector que aquel texto era lo que en el movimiento obrero de tradición marxista se llama o se llamaba un «material». Un «material» en ese sentido es un escrito destinado a ser utilizado en el curso de una discusión determinada por gente a la que uno conoce, mejor o peor; o bien en una escuela de partido; en todo caso, por personas de un ambiente determinado y con las que el que escribe se comunica bastante fácilmente, por otra de cierta afinidad. Materiales son casi todos los artículos y cursillos y casi todas las conferencias en que he trabajado durante muchos años; aparte de materiales no he hecho más que trabajos académicos, cuando he estado en la universidad, y panfletos. No es difícil distinguir entre un material y un panfleto, aunque traten de lo mismo. El panfleto no se escribe para la gente de uno, a diferencia del material, sino para llamar la atención de otros círculos que se considera interesantes.
Pero no voy a clasificar formalmente las cosas en esas categorías. Tampoco me parece bueno tirar ahora de ese hilo de lo que es un material, etc. para componer una captationem benevolentiae al disponerme a reunir estos papeles viejos y menos viejos. Doy por sentado que quien se ponga a mirarlos lo hará movida o movido por un interés al menos histórico o documental. Lo que sí quiero es indicar brevemente cómo me propongo editar estos papeles: el proyecto consiste en publicar cuatro partes de Panfletos y Materiales: la primera, ésta, Sobre Marx y marxismo, otra de artículos filosóficos [Papeles de filosofía, 1984]; otra de intervenciones políticas [Intervenciones políticas, 1985]]; y otra de lecturas [Lecturas, 1985], esto es, comentarios subjetivos de obras literarias. Dentro de cada volumen los trabajos irán ordenados cronológicamente por fechas de redacción.
Dos años después, en la «Nota previa» de Intervenciones políticas, el tercer volumen de Panfletos y materiales, comentaba:
En la reseña de los dos primeros volúmenes de estos Panfletos y Materiales por José María Ripalda (que es, dicho sea de paso, la crítica que más me ha enseñado) se censuraba, entre otras cosas, que, siendo como son una documentación, los textos aparecieran ordenados por asuntos, y no de un modo simplemente cronológico. La censura me parece justa. Estos papeles son sólo una documentación acerca de una época de forcejeos políticos e ideológicos. Yo mismo los veo con distancia, y así insinué en la nota previa al primer volumen: «Doy por sentado», escribí allí, «que quien se ponga a mirarlos (los Panfletos y Materiales) lo hará movida o movido por un interés al menos histórico o documental.»
El primer proyecto editorial consistía, en efecto, en publicar todos los Panfletos y materiales en un solo volumen, ordenados por fechas de redacción. Pero la editora y yo también vimos en seguida que el conjunto no tendría suficiente interés como para poder difundirse al precio que alcanzarían sus 1.300-1.500 páginas. Por eso se decidió editarlos en varios volúmenes. Y de esa decisión viene el defecto criticado por Ripalda.
Este tercer volumen es el más meramente documental de todos. Y encima tiene lagunas, para mí lamentables, que no he podido rellenar: las intervenciones dirigidas al Comité Central del Partido Comunista de España y al del Partit Socialista Unificat de Catalunya, a sus respectivos Comités Ejecutivos y a numerosas organizaciones de base durante los años 1956-1970. Yo me tomaba muy en serio lo de las «medidas conspirativas» y no guardaba papeles comprometedores o que pudieran dar pistas. Esa rigidez, que me permitió superar sin desperfectos graves cinco registros concienzudos de la Brigada Político-Social, me deja ahora sin documentación que quisiera tener. Váyase lo uno por lo otro.
Varios de estos papeles pueden resultar incomprensibles o ininterpretables porque estén olvidadas las ocasiones que los motivaron. Por eso les he puesto algunas notas de edición.
Recogemos aquí algunas de esas intervenciones no incluidas en el volumen III de PyM (no pretendemos ser exhaustivos), textos que pueden (y deben) ser completados con los de la documentación anexa a la tesis doctoral de Miguel Manzanera: La trayectoria intelectual de Manuel Sacristán. Teoría y práctica: https://e-spacio.uned.es/entities/publication/371ed02a-fe6f-4c68-8148-843315325293 [Pueden verse ahora en M. Sacristán. La filosofía de la práctica II. Los documentos del Partido, Irrecuperables, 2025 (prólogo, edición y notas de Miguel Manzanera Salavert)], al igual que los materiales incluidos en la tesis de Giaime Pala y en su ensayo Cultura clandestina. Los intelectuales del PSUC bajo el franquismo, Granada: Comares, 2016, y en los trabajos recientes de Jordi Sancho Galán («»Por una política revolucionaria en el frente de la enseñanza». La crítica de Manuel Sacristán tras 1968 a través de su práctica política en la universidad», Pasado y Memoria, n.º 26, 2023, pp. 379-402, https://pasadoymemoria.ua.es/article/view/23627). También en El antifranquismo en la universidad. El protagonismo militante (1956-1977), Madrid: Los Libros de la Catarata y FIºM (Fundación Primero de Mayo), 2024.
2. Semana por la paz
Apartados del extenso guion de lo que iba a ser una intervención de Sacristán –«Sobre la ideología de guerra»– en las jornadas sobre la paz, probablemente organizadas por el comité de estudiantes del PSUC, que iban a celebrarse a finales de marzo de 1963 en Barcelona. En nota manuscrita anexa, Sacristán observaba: «Palabras introductorias a un coloquio en el curso de la ‘Semana por la paz’ de los estudiantes de Barcelona». Las jornadas no llegaron a celebrarse por prohibición gubernativa,
I.
1. El punto de vista técnico-filosófico no es muy fecundo para una empresa como esta «Semana de la Paz».
1.1. Primero, porque no es la filosofía la que puede aportar verdades de hecho sobre la guerra y la paz: esto es cosa de las ciencias positivas.
1.2. Segundo, porque las afirmaciones plenamente filosóficas al respecto, se caracterizan por lo que Ortega llamó el «radicalismo filosófico», por el tener que partir de las raíces, de una teoría general del hombre.
1.3. Y esta «Semana de la paz» responde a una urgencia.
2. Pero hay otra manera más modesta, y también filosófica, de enfrentarse con el tema. Y esa manera responde tal vez más directamente a la urgencia: es el examen de la ideología bélica y de su núcleo central.
II.
1. En nuestra tradición, a diferencia de lo que ha ocurrido en otras como la hindú, la ideología favorable a la guerra ha tenido generalmente buena prensa, y la ideología de paz mala hasta el punto de tener que cubrirse.
Kant, La paz perpetua, prólogo. «A la paz perpetua. Pasemos por alto la cuestión de si esta inscripción satírica que un misionero holandés tenía puesta en la enseña de su casa, debajo de un cementerio pintado, estaba dedicada a los hombres en general, o bien sólo a los filósofos que sueñan ese sueño hermoso. El autor de este librito quiere hacer constar, de todos modos, que, puesto que el político práctico acostumbra a despreciar al teórico […], es necesario que, cuando haya discrepancias entre ellos, el político práctico, para comportarse consecuentemente, no tema que sean peligrosas para el estado unas opiniones expresadas públicamente y con buena intención; con esta clausula salvatoria el autor de estas líneas cree salir del mejor modo del paso de toda interpretación maliciosa».
2. El poder tradicional ha profesado con mayor o menor violencia ideologías de guerra:
2.1. La cultura oficial ha considerado la guerra inevitable.
2.2. Ha construido las ideas de «guerra justa», «guerra santa», «cruzada».
3. Hoy día, sin embargo, ha intervenido un cambio por obra del cual incluso poderes que viven de la atmósfera de guerra, de la preparación de la guerra, se ven obligados a tolerar ciertas manifestaciones de la voluntad de paz.
3.1. Las causas más importantes: 1ª. Aparición de nuevos poderes que adoptan posiciones antitéticas de la tradicional. Por ejemplo: prohibición de la propaganda de guerra. + Brecht. 2ª. Aumento, con la difusión de la cultura, de la presión de los millones de hombres que, como en toda época, desean la paz. 3ª. La enorme eficacia destructora de las armas modernas.
III.
1. El desarrollo de esos temas es cosa de las ciencias positivas: economía, sociología, teoría política, física y biología.
1.1. Pero esos factores está en todas las consciencias. Hasta los filósofos saben hoy que la bomba de Bikini –y es una bomba anticuada– equivale ya a todas las bombas lanzadas por los aliados ante Alemania durante la II Guerra Mundial.
2. Al lado del gran peso de esos tres factores, seguramente es decepcionante dedicarse a la modesta tarea filosófica a que antes me he referido: el examen de algún mito central de la ideología de guerra.
2.1. Pero tal vez el cumplimiento de esa modesta tarea contribuya a reforzar el 2º factor favorable a la paz: la presión de la despierta consciencia de los hombres sobre los poderes promotores de la guerra.
IV.
1. La filosofía ha tenido desde antiguo una gran condescendencia con la guerra.
1.1. Explicaciones:
1.1.1. Lo indiscutible del dato.
1.1.2. El conformismo del filósofo.
1.1.2.1. Paz en sentido satírico de Epicteto.
1.1.3. La inserción del filósofo en la red de los intereses de las clases sociales
1.1.3.1. Las dos ramas de la sofística a este respecto.
2. Salvedad: los textos filosóficos clásicos no son en realidad unilateralmente significativos:
Ejemplo básico: Heráclito, fragmento 53: «La guerra es padre de todas las cosas, rey de todas las cosas, y a los unos asignó el lugar de dioses y a los otros de hombres, y a los unos hizo esclavos y a los otros libres».
[Nota edición: En BFEEUB pueden verse comentarios del autor a 121 fragmentos heracliteanos (por él mismo traducidos). Así, sobre el anterior fragmento 53, observaba Sacristán: «La traducción admite matices interesantes. En todo caso, está claro que no se trata aquí para nada de creación, ni, por tanto, de causalidad metafísica.»]
2.1. Sin duda clasismo. Pero:
2.2. Sentido de pólemos. Valor real de conocimiento.
2.2.1. Esa misma polisignificatividad para casi toda la historia de la filosofía hasta (ilegible) de nuestro siglo, incluso tal vez Nietzsche.
2.2.1.1. El cual sin duda, clasísticamente: «no os enseño que trabajéis, sino que dominéis»
2.2.1.2. Pero también: «No hagamos de nuestros deseos jueces del ser»
3. La instrumentalización de la ideología en el siglo XX.
V
1. Lo característico de la época contemporánea en cuestión de ideologías es la consciencia histórica.
1.1. Ella hace que las grandes ideologías sean instrumentales.
2. Breve examen de Spengler:
2.1. Spengler es el prototípico ideólogo básico del s. XX → Nazis.
2.2. Su principio general «… existe una ética del animal rapaz y una ética del herbívoro». «El animal de rapiña es la forma suprema de la vida en movimiento. Significa el máximo de libertad con respecto a otras y para sí misma, el máximo de responsabilidad propia, de soledad, el extremo de la necesidad de afirmarse luchando, venciendo, aniquilando: Al tipo humano confiérele un alto rango el ser un animal de rapiña».
2.2.1. Sustancia: + 1’’. Inevitabilidad de la guerra. + 2’’. Carácter positivo: virtud y vitalidad. Ejemplificación en Ortega.
2.2.2. Virtud. «Cuando miramos ahora, a redro tiempo [*], esos cuatro años que han huido, comenzamos a ver cómo las peculiaridades de la guerra, aquello que primero era a nuestros ojos sólo y puro dolor, adquiere hoy un sentido más humanamente positivo. El dolor es casi puramente un mal, pero verdad que sin el dolor no aparecería en la guerra lo que es, acaso, la gloria mayor del esfuerzo humano, no existiría el heroísmo».
[(*) Unamuno. El otro: «Y entonces sentí que se me derretía la conciencia, el alma; que empezaba a vivir, o mejor a desvivir, hacia atrás, a redro tiempo, como en una película que se haga correr al revés»].
Crítica. «Cuando en la época de las armas termonucleares aparece un teórico que repite la afirmación de que la guerra es el campo de prueba del coraje humano, se pone de manifiesto la naturaleza arcaica del sus opiniones. Porque si la guerra ya no es cuestión de una lucha de tropas en combate cuerpo a cuerpo, sino una cuestión de supervivencia de la civilización misma, la ética que pueda tener en cuenta ese factor debe ser juzgada como mucho más decisiva que aquella que insiste en las leyendas de un tardío romanticismo filosófico».
2.3. El secreto:
«El animal de rapiña es enemigo de todo el mundo. No tolera en su distrito a ninguno de sus iguales –aquí están las raíces del concepto regio de la propiedad.»
Comentario: + Hobbes.
2.3.1. Civilización de la competencia imperialista.
2.4. Ese carácter instrumental que cobra hoy la ideología de guerra permite trazar con claridad las líneas fundamentales de la lucha por la paz en la conciencia de los hombres, en la opinión pública, momento analítico, por así decirlo, en el seno de la lucha activa.
2.5. Se trata de destruir el mito central de la ideología de guerra, el mito de la utilización. ¿Cómo?
2.5.1. Difundiendo los datos de la ciencia positiva, que muestran muerte y no utilización.
2.5.2. Desenmascarando el carácter interesado al mito, como hemos hecho. Mostrando que detrás de él está la defensa de una sociedad de locos.
2.5.3. Concibiendo, analizando la empresa de la paz como una lucha precisamente vital:
2.5.4. No hay que oponerse a la guerra como borregos, como herbívoros. No hay que hacer pacifismo inútil.
«El precepto pacifista de la no-violencia ha producido mucha llama pero, desgraciadamente, no mucha luz. […] Los teóricos del pacifismo han allanado la tarea de sus propios críticos al aceptar indiscriminadamente como equivalentes los conceptos de lucha y guerra». + Comentario.
2.6. Hay que oponerse a la guerra luchando, como lucha el oprimido contra el tirano. Fundamento y posibilidad:
2.7. La moral de la guerra, del animal de rapiña, es, como hemos visto en Spengler, propaganda de lo que él llama «el concepto regio de la propiedad», propaganda de la sociedad tradicional.
2.7.1. La ideología de guerra sirve hoy a los beneficiarios de ese concepto «regio».
2.7.2. La moral de la lucha por la paz debe ser –en realidad lo es ya, incluso en esta «semana»– moral de una lucha más dura y más arriesgada que la del animal de rapiña, el cual lucha más cómodamente desde su regia posición de poder.
2.7.3. La gran potencia normativa de la moral de la paz está en el hecho de que, si la ideología de guerra contiene «las raíces del concepto regio de la propiedad», en la moral de paz están las raíces del concepto democrático de justicia regia y libertad.
3. Nota de Ricardo, 1965.
Fechada en Barcelona, junio de 1965, es (en nuestra opinión) una equilibrada y crítica nota del autor sobre la crisis Claudín-Semprún dirigida a la dirección del partido. Sacristán nunca fue un dirigente «liberado», remunerado por el Partido.
Informado, por el material escrito que devuelvo, de las circunstancias de la expulsión de Ferran [Francesc Vicens], y verbalmente de las relativas a Fabra [Jordi Solé Tura], veo en ambos casos justificadas las medidas tomadas por el CE [Comité ejecutivo]. Aprovecho la ocasión para hacer dos observaciones que me ha sugerido el material y que quizás puedan ser útiles más allá de los casos particulares citados.
Primera observación. Los escritos de personas expulsadas que conozco –el texto de FC [Fernando Claudín] publicado en NB [Nuestra Bandera] y el informe de Ferran, así como las informaciones verbales y las cartas– sorprenden por una desproporción entre el contenido inicial de las discrepancias y las consecuencias finales de su discusión. (Esta desproporción nos hizo pensar a algunos, cuando llegaron las primeras noticias graves, que se trataba de falsedades inventadas por la propaganda del gobierno). En efecto: el conflicto ·empieza como una discusión acerca de temas concretos, principalmente la política agraria y las tesis de la HGPP [Huelga General Política y Pacífica] y HN [Huelga Nacional], pero al final se carga con otros temas cuyo planteamiento en las condiciones actuales es insensato –el de la democracia interna– y con acusaciones relativas al modo de dirigir el P [Partido]. Por ese camino la discusión termina con la negación práctica de los estatutos por parte de las personas expulsadas.
Esa evolución es a primera vista incomprensible. Ante todo porque, aun cuando las discrepancias hubieran sido totales desde el principio, siempre habría cabido a los interesados la posibilidad de dejar constancia de su opinión y seguir trabajando, de acuerdo con los estatutos, según la política establecida por el congreso. En segundo lugar –y esto parece de mucha importancia– porque, tal como las plantean inicialmente, sus discrepancias no son totales: la política agraria es una parte de la política general del P. Y la HGPP y la HN no son la política del P., sino dos conceptos en los cuales esa política ha cristalizado. Se trata, desde luego, de conceptos importantes de esa política, de la forma concreta de manifestarse ésta hoy. Pero no son ellos, sin más, toda esa política. Prueba: el concepto de HGPP ha surgido bastante después de la formulación de ta política general del P., como concreción de esta a la luz de ciertas experiencias recogidas en la clase obrera.
Parece que esto debería haber hecho más fácil la aceptación, estatuariamente obligada, de la línea política en cuanto al trabajo, independientemente de las reservas que aquellas personas pudieran tener.
En cambio, desde hace algo menos de un año, se tienen muestras claras de que dichas personas no están dispuestas a aceptar las obligaciones dimanantes de los estatutos (y de la tradición del P. que es en substancia lo más importante). Este hecho da un carácter de falsedad (no necesariamente subjetiva), de diálogo entre sordos, a las discusiones. Ante el texto de Ferran y las cartas entre él y el CE, no es posible evitar la impresión de que se está hablando de una cosa y se está pensando en otra:· se está hablando del campo y de la evolución económica, pero se está pensando en el P., en su naturaleza, su vida interna y el grado de su necesidad histórica. Parece haber en el fondo de las posiciones de las personas expulsadas una recusación del P. mismo, de la naturaleza y la función de los PPCC en la época actual.
Es naturalmente imposible probar esa hipótesis no conociendo más que unos pocos datos. Ni se pretende probar nada en esta nota, sino sólo sugerir. Ahora bien: si la hipótesis tiene fundamento, entonces el hecho cobra importancia, porque en el país existe, entre personas de diversa afiliación, una tendencia en ese sentido. Dicha tendencia se apoya en una interpretación superficial de la experiencia argelina y una visión falsa de la cubana. En esta ciudad [Barcelona] se ha presentado ya la cuestión abiertamente en discusiones con personas expulsadas y de otra afiliación. Nuestra línea de argumentación frente a ellos es 1a siguiente: la tesis de que los PPCC «están superados» como instrumento esencial para la consecución del socialismo es falsa en general, y, en particular, es absurda aplicada a nuestro país; falsa en general, porque los países que parecen mostrar una marcha al socialismo sin PC no se encuentran en estadios de evolución de las fuerzas productivas que rebasen las condiciones de la Rusia de 1917 o la China de 1950, sino, por el contrario, en estadios evolutivos sociales anteriores o, a lo sumo, análogos; y, además, porque tampoco puede afirmarse aún nada categórico sobre su definitivo paso al socialismo; y es absurda, en particular, aplicada a nuestro país, porque en la Europa Occidental no se tiene ningún elemento para pensar en desarrollos parecidos al argelino, por ejemplo.
Seguramente será bueno hacer y publicar un estudio sobre este tema con documentación sobre los países que dan pie a la discusión, especialmente Argelia y Egipto (autodisolución del P.). Pues lo que sí es un hecho es que la teoría política marxista no se ha enfrentado aún con el problema del posible paso al socialismo –gracias a la existencia de un bloque socialista– de países evolutivamente atrasados, ex-coloniales.
Segunda observación. Esta observación se refiere al problema de la relación de los intelectuales con el CE. No tiene gran cosa que ver con los casos Fabra y Ferran, pues estos no pueden considerarse intelectuales típicos: Ferran fue siempre poco comprensible para los intelectuales por su conducta adulatoria de la dirección; Fabra, por su parte, tenía un completo desprecio por la función del intelectual, y lo había dicho explícitamente. Por otro lado, como en la observación anterior, tampoco en ésta se pretende probar nada sino sólo sugerir motivos de reflexión.
Por la experiencia de esta ciudad, puede decirse que la principal causa de las dificultades no está constituida ni por discrepancias políticas ni por una supuesta tendencia que tuvieran los intelectuales a constituirse en un P. dentro del P., sino por su escasa condición de militantes. Salvo en algún caso particular, sus violaciones de la disciplina se explican básicamente por su escasa militancia, su escasa noción, incluso, de lo que es un PC. Ejemplos verbales pueden ilustrar esto. Pero lo que más interesa en esta nota es intentar aclarar la parte de culpa que tiene la dirección misma en las dificultades. Los PPCC en general, y el nuestro en particular, no tienen, por su tradición, más que dos modos de entender la posición del intelectual en el P.: como dirigente profesionalizado (que es como lo vieron y lo fueron Lenin y Gramsci) o como apéndice muy externo, casi mero adorno. Los prototipos podrían ser el propio Lenin, intelectual dirigente profesional, característico de la profesionalización subrayada por la inicial concepción bolchevique), y un artista como Eisenstein; o bien, entre, nosotros, Juan Gómez y Rafael Alberti. Esa manera de ver al intelectual en el P. es característica del inicial P. de cuadros bolcheviques. Pero con el paso al P. de masas se produce –y es necesario y bueno que se produzca– la presencia de intelectuales que no van a ser exactamente ninguna de esas dos cosas, sino militantes (no mero adorno), pero en la producción –el trabajo intelectual de la sociedad–, igual que los obreros de una fábrica. Nuestro P. no parece haber podido hasta ahora digerir sin grandes dificultades este contingente relativamente nuevo. La reacción del CE tiene entonces lugar en dos planos, el segundo dependiente del primero: el primero consiste en una básica desconfianza, muy profunda. En una declaración del CE del PCE (hace años) se definía al revisionismo como la actitud que quiere siempre investigar y autocriticarse. Eso no es revisionismo, eso es el espíritu y el motor subjetivo de la ciencia misma, de lo más valioso que puede representar el intelectual como tal. El hecho de que esos rasgos se utilizaran para caracterizar el revisionismo era síntoma de una desconfianza muy profunda respecto de la función intelectual. (Otra cosa es que el revisionista y, en general, los intelectuales que militan mal y poco y estos son muy numerosos– no entiendan lo que es el P. –o lo traicionen entendiéndolo– y no sean suficientemente marxistas para entender que el espíritu científico se ejerce en el partido, que es un instrumento de la práctica revolucionaria de la clase obrera, según una dialéctica que tiene su momento dominante en lo práctico, o sea, en lo político o «subjetivo», y que la acción práctico-subjetiva del P. es un elemento más de la realidad política. Pero esto es otra cuestión). De ese plano pasivo, de desconfianza, el CE pasa al activo, al trato al intelectual como a un enfermo contagioso, aunque a veces bien intencionado: se le trata «con paciencia». Nada tan erróneo y catastrófico como «el trato con paciencia». Este trato tiene tres vicios graves; a) es fruto de la desconfianza, y el intelectual se da cuenta con mayor o menor claridad y se repliega en sí mismo con resentimiento; b) viola la disciplina del P. o, al menos, su tradición y su naturaleza, porque va permitiendo con manga ancha irregularidades entre los intelectuales, y al final, inevitablemente tiene que dar lugar a repentinas violencias; c) produce disimulos e insinceridades, y es así profundamente antieducativo. (A mí personalmente me ha ocurrido una vez el tardar casi 24 horas en entender cuál era la cosa que yo había hecho que parecía errónea al CE, y en qué sentido, porque todos, «tratándome con paciencia», rehuían el decírmelo abiertamente).
4. Respuestas a un cuestionario sobre reforma de la enseñanza, 1967
Del libro de Sergio Vilar, Protagonistas de la España Democrática. La oposición a la dictadura, París: Ediciones Sociales, 1969, pp. 682-702 (en la edición de Ayma, Barcelona, de 1976, pp. 607-626). Sacristán se manifestó críticamente respecto al resultado de la experiencia, mala en su opinión.
El cuestionario, elaborado por Sergio Vilar y sus colaboradores, tenía en total nueve preguntas. Respondieron, en su totalidad o en parte, Ángel Latorre, Eloy Terrón, Elías Díaz, José L. Aranguren, Heribert Barrera, Simón Sánchez Montero, Luis Lucio Lobato y Manuel Sacristán.
En el cuestionario no se recogen las respuestas de Sacristán a las preguntas 4ª, 6ª y 7ª (que eran las siguientes): 4ª: En España, la educación, sobre todo primaria y media, está en una parte importante en manos no estatales, y muy especialmente, en manos de instituciones u órdenes religiosas. Algo de esto empieza también a apuntar en la enseñanza superior. ¿Qué opina usted de este hecho? 6ª: ¿Debe el Estado subvencionar la enseñanza privada? En caso afirmativo, ¿en qué casos y condiciones? 7ª: Dada la variedad de culturas existente en España, ¿cree usted que la enseñanza debe reflejar esa variedad cultural? ¿En qué forma?
I. Es una opinión general que el nivel de la enseñanza en España no es satisfactorio desde el punto de vista social. La misma enseñanza primaria no alcanza a todos los españoles. Sólo recientemente se ha extendido esta enseñanza general obligatoria y gratuita hasta los 14 años; y todo indica que las dificultades para que esta ley sea efectiva son enormes. Las estadísticas también señalan que el porcentaje de españoles que reciben cualquier tipo de enseñanza media es más bajo que el normal en los países desarrollados ¿qué opina usted de esta situación?
El vicio clasista de la enseñanza en España es, en efecto, particularmente grave y tiene manifestaciones más extensas que en otros países dominados por capas sociales análogas. Creo que eso se debe al peculiar anacronismo estructural e ideológico de la oligarquía española, la cual, por su composición y por su tradicional alianza de clase con los titulares de un feudalismo residual utiliza aún ideologías medievales, hasta el punto de que casi no tomó de la propaganda fascista más que los temas corporativos. Era muy natural que una casta dominante de esas características careciera de sensibilidad incluso para lo que pronto iban a ser necesidades de ella misma. Su propio Estado ha deteriorado durante decenios con toda consciencia no sólo la enseñanza universitaria sino también y sobre todo la enseñanza media y la elemental estatales. Insisto, de todos modos, en que me parece claro que la causa básica de la lamentable situación de la enseñanza en España debe buscarse sobre todo en la situación social básica al principio indicada. Esos «autosabotajes» son mera consecuencia de ella. Incluso sin la autorrepresión de la propia enseñanza estatal, la instrucción pública tenía que deteriorarse en una situación que arrancó de la supresión retroactiva de los modestos conatos de reforma agraria que había conocido el país.
II. ¿Qué medios efectivos, ve usted para superar esa inferioridad y para conseguir en el más corto plazo de tiempo posible, que exista una enseñanza general, gratuita y obligatoria y eficaz para todos, por lo menos hasta los 15 o 16 años?
III. Es un hecho que el acceso a los grados superiores de enseñanza viene determinado de forma muy clara por el origen social de los estudiantes. Según los datos más optimistas, a lo más un 5% de los estudiantes en universidades y escuelas superiores proceden de familias a nivel obrero, campesinado pobre o incluso pequeñas clases medias. ¿Cómo cree usted que se podría superar esa situación?
Las preguntas 2 y 3 me parecen susceptibles de contestación conjunta, porque la superación del llamativo clasismo de la enseñanza en España (pregunta 3) sería al mismo tiempo la consecución del objetivo apuntado en la pregunta 2.
Creo que la actual situación no es superable sin un cambio de contenido de clase del poder político y de la política cultural en España. Incluso en los países socialistas la superación del carácter clasista burgués de la enseñanza superior ha requerido en muchos casos disposiciones ad hoc (por ejemplo: porcentajes obligados de hijos de trabajadores en el estudiantado), porque hay dos factores que perjudican a las clases trabajadoras en este punto, especialmente a las del campo. Primero: la opresión secular sufrida por las cases trabajadoras impide que los hijos encuentren en la familia obrera o campesina un ambiente en el cual elementos de la cultura superior sean ya parte del «sentido común» y del lenguaje coloquial (Ésta es la circunstancia que explotan los sociólogos reaccionarios para sostener la tesis de la inferioridad intelectual de la clase obrera). Segundo: el profesorado superior sigue siendo casi inevitablemente, durante bastante tiempo, de origen burgués urbano o (en menor proporción) rural y su estilo de expresión y comunicación, así como el carácter de su capacidad de contacto interpersonal, ponen una barrera a la sensibilidad y la comunicatividad del joven procedente de clases trabajadoras (la introducción preponderante de criterios científicos en la enseñanza disminuye este handicap del joven proletario urbano, pero no creo que ocurra lo mismo con el joven campesino). Mas si esos problemas se plantean incluso a una política cultural socialista en el intento de superar el predominio burgués en la composición de clase del estudiantado ¿Puede siquiera hablarse de esa superación en una sociedad como la española actual? Mi opinión es que no.
V. Se ha dicho que la enseñanza privada es una de las fuentes de discriminación social en nuestro país. ¿Está usted de acuerdo con esa opinión? En caso afirmativo, ¿cree usted que habría que buscarle remedio? ¿Cuáles podrían ser esos remedios?
Supongo que la primera pregunta es retórica, porque está claro que la gran importancia que tiene en España la enseñanza privada es una manifestación más del clasismo de una capa dominante tan anacrónica que ni siquiera es capaz de convertir su Estado en un instrumento de auténtica hegemonía social, sino que lo utiliza sólo como instrumento de coacción. Creo que la contestación vale no sólo para los grandes colegios de la alta burguesía, sino hasta para las tristes academias instaladas en tantos entresuelos, que deforman a los chicos de la pequeña burguesía, pero los hacen, de todos modos, bachilleres, a precios inasequibles para las «mujeres de faena», como se dice en Barcelona, que lavan los suelos de esos pequeños burgueses.
El remedio que hay que poner a eso no puede ser sino la expansión de la enseñanza pública gratuita como una de las primeras funciones de un Estado no dominado por la delgada capa social que está interesada (más o menos torpemente, pero con sólidos motivos), en la ignorancia de una gran parte de las clases trabajadoras.
VIII. Existen numerosas quejas sobre el estado de la investigación en España ¿qué opina usted de este problema? ¿Qué opina usted de la actual organización en España y especialmente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas? ¿Qué medidas aconsejaría sobre esta cuestión?
El desarrollo de la investigación es un problema difícil en todo país no muy adelantado a causa del atractivo que tienen las condiciones de trabajo –técnicas y económicas– en países más adelantados. Pero en la España actual el problema se agrava porque a los intelectuales atraídos por otros países hay que sumar los eliminados por razones políticas cuando la guerra civil y posteriormente hasta hoy mismo.
El CSIC ampulosa hinchazón, escasamente eficaz de una iniciativa de la II República española, puede contar en algunos secciones con bastantes investigadores competentes. Pero, dejando aparte las secciones y los institutos que son puro lastre ceremonial y burocrático, incluso en las que podrían ser fecundas se practica una política que me perece suicida. En vez de tender -como hizo la Junta de Ampliación de Estudios a importar conocimiento de fuera (como imprescindible en un país como el nuestro), prepara elementalmente a jóvenes investigadores que luego pierde en favor del extranjero. La causa es que nos les ofrece plazas atractivas en el país. Es posible que esto, a su vez, se deba a una falta de coordinación con la Universidad. De ser así, la cosa sería paradójica, puesto que las autoridades de las facultades y del consejo coinciden muchas veces, de acuerdo con el principio del pluriempleo que parece el fruto más granado de nuestro desarrollo económico y social.
Detallar medidas particulares acerca del CSIC no me es posible ahora. Pero me parecen ya plausibles estos principios generales de reforma: 1º Poda de las secciones meramente ceremoniales; 2º Control de las actividades del CSIC por un parlamento auténtico; 3º Cambio de la política de la institución en el sentido antes apuntado: que las becas y subvenciones a recién licenciados se destinen predominantemente a permitirles trabajar en países adelantados mientras todavía no han madurado como investigadores, para recuperarlos luego; 4º. Separación administrativa clara de la Universidad y el CSIC, y eliminación del pluriempleo. 5º Coordinación de la política de la investigación del CSIC con la de investigación y enseñanza de la Universidad (programas, financiación personal, etc).
IX. Siempre que se habla de vastos proyectos sobre la reforma de la enseñanza y la investigación se acostumbra a objetar el enorme costo de esos proyectos. ¿Qué opina usted sobre este punto? ¿Que parte del presupuesto nacional cree usted que debería dedicarse a enseñanza e investigación?
Para un universitario es difícil opinar sobre esto sine ira. Digamos que opino que una escuadrilla de bombardeos es más cara que una facultad. En un país como España la inversión en la enseñanza debería ser hoy –en el orden de urgencias– inmediatamente detrás de la necesaria para reformar la agricultura. No soy competente en Hacienda Pública. Por eso me atengo a ese criterio doblemente negativo.
5. Resolución del CNH sobre la RCEPCE de mayo de 1969
Resolución de CNH [Comité Nous Horitzons] sobre la RCEPCE [Resolución del comité ejecutivo del PCE, mayo 1969]. Texto escrito por Sacristán en nuestra opinión.
La RCEPCE de mayo de 1969 refleja globalmente la política aprobada por el último congreso. En esa medida el texto es correcto. Pero la formulación de esa política resulta rutinaria y abundante en defectos que tienen una importancia superior a la del detalle.
1. El apartado inicial, referente al estado de excepción, implica en su optimismo un desconocimiento del elemento de error que posiblemente contenía la decisión gubernamental; eso lleva a la resolución a interpretar poco convincentemente el levantamiento anticipado del estado de excepción. En nuestra opinión nada ha impuesto tanto al gobierno el levantamiento anticipado del estado de excepción cuanto el hecho de que no lo necesitaba. Es posible que el estado de excepción no haya tenido sentido más que para los núcleos de la policía y de los servicios secretos especiales (los únicos que cuentan) de las fuerzas armadas el sentido de un ensayo general. Y que para los demás elementos del régimen se haya tratado de un simple error. Este juicio nuestro puede perfectamente ser erróneo. Pero error muy grave teniendo en cuenta la actual situación del país, y particularmente de las vanguardias politizadas, es plantear el problema del estado de excepción sin aludir siquiera a problemas así.
2. En la medida en que una resolución del CEPCE [Comité ejecutivo del PCE] haya de reflejar también lo que ocurre en Barcelona, cabe decir dos cosas. Primera, que la estimación según la cual «el movimiento obrero y democrático se rehace rápidamente» tiene poco que ver con la situación de esta gran ciudad industrial. La clase obrera sí que ha sostenido (no reanudado) ciertas luchas. Pero el movimiento en cuanto movimiento organizado –las comisiones obreras– ni se ha rehecho ni había sido deshecho por el estado de excepción, sino que lo estaba desde bastante antes, así como la organización del PSUC, salvo la estudiantil. Segunda: los comandos barceloneses, muy minoritarios, no han estado ligados directamente a ningún movimiento de masas, sino que han sido acciones de los jóvenes comunistas (principalmente estudiantes) con la colaboración de estudiantes de tendencias izquierdistas. La única relación con las masas ha sido la teóricamente mediada por el partido. Solo teóricamente, por lo demás. Camaradas de Madrid nos dicen, por otra parte, que la misma tendencia se ha observado allí, a consecuencia de la deteriorización de las comisiones obreras.
3. En el punto «por una alternativa democrática» que en general consideramos fiel expresión de la política del partido, lamentamos la exhortación, mal razonada y presumiblemente poco eficaz, a unos «aliados» que difícilmente se puede ella creer que van a serlo nunca (salvo llamar alianza a la presión final de las masas en la calle, sin negociación), cuando no se han decidido todavía. Esa exhortación, junto con la demagógica amenaza que se dirige a esas «fuerzas», debe ser ya, a estas alturas, inútil para cualquier aliado consistente.
4. En las formulaciones de la sección «la alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura» encontramos –particularmente desde el punto de vista barcelonés– el punto más débil de toda la resolución, el que más hace temer que en vez de manifestarse pensamiento real se están usando rutinariamente palabras. Es el segundo párrafo, donde, tras llamar a desarrollar «el Sindicato Democrático de Estudiantes», se define inmediatamente ese «sindicato» como un no-sindicato. Este respeto casi mágico por las palabras, el sacrificar la discusión de un problema real a la receta esquemática rutinaria para que los camaradas responsables puedan repetir algo de carrerilla cuando les formulen preguntas (o sin que se las formulen) es en nuestra opinión el defecto más grave de este texto. Creemos que la politización de las vanguardias hoy en España hace no sólo estéril, sino también contraproducente este diplomático nadar y guardar la ropa que evita pensar seriamente en los problemas de una época tan rica en ellos que todo simple tacticismo está condenado al fracaso.
5. Cosa idéntica opinamos acerca de las formulaciones de política internacional. Por una parte, creemos que contienen acertadamente muestra política. Por otra parte, la dicen con tanto subterfugio, con tanto esquematismo disimulado de la realidad, que el resultado es muy poco consistente. Esas líneas pasan por alto la crisis del movimiento comunista mundial, precisamente aquello que las motiva. Ni la intención de la RSCh [República Socialista de Checoslovaquia] ni la escasa capacidad que muestra la URSS de desarrollarse políticamente tienen nada sustancial que ver con la herencia burguesa que el texto pone en primer término.
6. Un punto particular, pero que parece de gran importancia a la larga, es el que se refiere, en el contexto de la construcción de un partido de masas, a la corrección de los hechos ocurridos en las detenciones del estado de excepción (particularmente en Barcelona). El «esfuerzo sistemático» de que habla la declaración por conseguir un comportamiento militante en caso de detención requiere un previo esfuerzo de análisis: uno de los hechos más visibles de ese triste capítulo para todo el que tenga un poco de experiencia es que la gente se ha hundido políticamente, moralmente. Hay que preguntarse si la causa de ello no está en la anterior insinceridad burocrática disimuladamente autoritaria de una vida política hecha en la práctica, casi exclusivamente, de largos discursos de los responsables siempre destinados a subrayar «lo positivo» de una situación extremadamente negativa en todos o casi todos los planos. El proceso de degeneración que está en la base de estos lamentables hechos merece algo más que una breve y vaga alusión. Este capítulo vergonzoso es una de las cosas más importantes (negativas, claro) que le han ocurrido al movimiento en bastante tiempo.
6. Respuesta al Informe del Comité del PSUC de la Universidad de Barcelona del 23-IV-1970.
Sacristán firmó este texto como R.[Ricardo, uno de sus nombres de clandestinidad] y añadió en nota: «Para conocimiento exclusivo del Cte. de Barcelona y del Cte. de Estudiantes.»
1. Distingo tres críticas dirigidas a mí en el informe del Comité de Estudiantes; dos explícitas: la de idealismo y la de confusionismo y una formulada más ambiguamente, la de bajo (puesto que «el partido debe hacer un esfuerzo para elevarlo») espíritu de trabajo y de militancia. La primera y la tercera se basan en un par de errores (teórico el uno y organizativo el otro) que me parece importante considerar.
2.1. El error de teoría es el amoralismo que consiste en contraponer el materialismo a los argumentos morales: «Creemos» dice el Comité de estudiantes, «que este tipo de argumentos éticos no tienen cabida en un análisis materialista». Y a propósito del caso Goñi; «esta postura tiene más en cuenta el aspecto ético subjetivo de los copresidentes que su papel político-objetivo concreto y (…) por tanto está teñida de idealismo».
Esa manera de entender el concepto de materialismo no es admisible ni siquiera desde el punto de vista general de la historia de la filosofía. No solo no es característico de la tradición materialista el amoralismo o el inmoralismo, sino que entre las primeras escuelas de materialismo –los democríteos, los epicúreos, los estoicos– fueron fundamentalmente escuelas de moral. Pero la componente moral es mucho más importante en el materialismo marxista; la moral marxista es el muelle de la acción revolucionaria. El materialismo marxista y leninista es una concepción del mundo físico y social que se niega a introducir factores trascendentales (religiosos) en la comprensión del primero y fundamenta y explica los fenómenos del segundo por la base económico-social. Explica la moral, no la elimina. De lo que se trata es de saber a que posición de clase corresponde una decisión moral, no de contraponer moral a materialismo en general ni a materialismo marxista en particular.
Se puede ser perfectamente idealista y amoral o inmoral. El pueblo lo sabe y por eso ha acuñado el término «jesuitismo». El prototipo del «jesuita» en ese sentido popular es un idealista filosófico (un jesuita es un católico) y, al mismo tiempo, un amoral o un inmoral. Generalmente, en el uso más común del término, un hipócrita.
Frente al jesuita, el comunista ha de aspirar, con Marx, a lo que éste ha llamado incluso en sentido subjetivo, la «calidad moral» (en el Speech ad the Anniversary of the People’s Paper), y recordar con Lenin, que «la moral sirve a la sociedad humana para alzarse más alto y para deshacerse de la explotación del trabajo.» (En la p. 304 del vol. 31 de la edición francesa de las Obras).
2.2. El error organizativo está presente en el modo de entender el Comité de Estudiantes su responsabilidad en la universidad. De un modo general dice el informe que «ningún camarada debe valorar más su opinión que la de la organización correspondiente en el lugar donde se desarrolla la acción.» Pero dados los hechos a que se refiere, el Comité de Estudiantes dice en realidad mucho más que el tenor literal de esas palabras; dice implícitamente que cualquier militante, aunque no pertenezca a su organización, ha de cumplir órdenes suyas, ir a la universidad cuando él lo diga y actuar allí como él lo mande. Se puede prever que de persistir en esa mentalidad burocrática-centralista, el Comité de Estudiantes acabará por no tener ayuda (pues de eso se trata) de nadie.
3. La refutación de los dos errores básicos del comité de estudiantes era necesaria por razón de principio; la del teórico, particularmente, para recordar la posición del materialismo marxista frente a una ideología cínica del tipo de las que suelen producirse en las élites gobernantes o de mando con mentalidad autoritaria, tradiciones de cultura burguesa alta, aristocratizante o clerical. Peor la refutación no era necesaria para mostrar la incorrección de la crítica de idealismo. Pues el informe del comité de estudiantes interpreta mal mis posiciones; no solo, por lo demás, las que le mueven a achacarme idealismo.
3.1. Ninguna ventaja táctica es en sí misma despreciable. Pero incluso la ventaja táctica más grande es perjudicial si contradice la función esencial del P. y, por lo tanto, los objetivos que lo definen. Y este último es el caso de las dos actividades mencionadas. La función esencial del Partido Comunista es promover la consciencia socialista-comunista de la clase obrera y de otros estratos trabajadores. Para eso nació el P. comunista y hasta cualquier forma de agrupación marxista. Todo lo demás se tiene que subordinar a esa función. Desde luego que hay mucho que corregir en la tradición y en el actual funcionamiento del P. Pero si se revisa también su función esencial, entonces se anula pura y simplemente el leninismo y el marxismo y se cae por detrás de la base al menos literalmente marxista de la vieja social-democracia de antes de 1914.
El hacer recaer todas los riesgos sobre un aliado –en eso consistía la utilización de la cátedra propuesta– y el tratar como amigo no solamente como al representante de una fuerza con la que se puede coincidir, pero a cuya masa uno no se siente más que frente a frente para negociar, al procurador Goñi eran malas soluciones políticas ambas contrarias a la función esencial del P.; la segunda directamente por su efecto destructor, embotador o inhibidor de la consciencia y la moral comunista (Por cierto que no por consideraciones morales subjetivas sobre la personalidad de Goñi, contra lo que dice el informe del comité de estudiantes, sino por su significación política de contrincante del gobierno, no del sistema; subjetivamente Goñi podría ser un santo, pero eso no me movería a presidir nada con él). La primera porque destruía la confianza (ya hoy relativa) de los aliados en la condición de eje y vanguardia de la lucha que ha de tener el P. A ese precio, por otra parte, no se podía comprar nada serio, ni siquiera tácticamente serio; no, desde luego, un progreso orgánico del movimiento estudiantil.
No se puede oponer a lo dicho sobre el caso Goñi la tradicional objeción de que los bolcheviques se aliaron con el movimiento de Gapon y [Sergei] Zubatov. Aparte de que los bolcheviques cometieron tantos errores como cualquier otra sección del movimiento leninista luego, el hecho es que si Goñi tuviera la décima parte de audiencia obrera o simplemente popular, o aunque fuera exclusivamente estudiantil, que tuvo Gapon, tendría perfecto sentido no solo desde el punto de vista táctico, sino también desde el punto de vista de la función y los objetivos esenciales del P., y sería compatible con la moral comunista el negociar con él intensamente para tomar contacto con las capas populares en las que influyera. Pero no este el caso.
Independientemente del carácter no marxista de las consideraciones del Comité de Estudiantes sobre la moral, ocurre, en suma, que mi posición no tenía directamente nada que ver con cuestiones morales, sino con la estimación de la situación política y, más en el fondo, con el problema de la naturaleza del P. La naturaleza político-social del P. no es un dato asegurado por definición, sino que depende de su actuación habitual, de su práctica. Así, por ejemplo, es probablemente acertada la opinión que he oído a un camarada del CC del PCE según la cual el llamado PCF no es ya más que una gran organización reformista; sin duda se puede decir lo mismo, y ya hace años, de varios partidos llamados comunistas en la América de habla castellana y portuguesa. La reducción de la actividad habitual de P. al «movimiento», con olvido práctico, al menos, de los fines y de la función esencial que lo determina, es la esencia de la degeneración bersteiniana, como lo recordó el camarada SC [Santiago Carrillo] en su escrito hasta hoy inútil del verano de 1968, cuando la realidad nos impuso ineludiblemente la necesidad de recapacitar sobre nuestra propia degeneración, al mostrárnosla con el espejo de la degeneración evidente de otros partidos llamados comunistas y de los estados europeos llamados socialistas.
Me parece mala señal que estas cuestiones no tengan, a lo que parece, lugar en el pensamiento de militantes jóvenes como es el caso del comité de estudiantes.
3.2. Lo que el informe dice acerca del concepto de libertad (formal, se sobreentiende pues era la que se discutía) confirma la anterior reflexión. La confusión inadmisible es que hayamos llegado a una situación en la cual un partido comunista se cree obligado a decir más que eso, que las libertades formales son un instrumento. No se trata de quitarles su importancia instrumental, pero sí de evitar la auténtica confusión por la cual, como señaló hace años el camarada SC en un artículo de Realidad, afluyan determinantemente al P. intelectuales (entre los cuales hay que incluir a los estudiantes) simplemente demócratas en un sentido no marxista.
3.2.1. Este es quizá lugar oportuno para la siguiente observación incidental. La importancia que da el informe a lo que yo pudiera haber dicho sugiere una impresión ya causada también en la lectura del informe, por lo que que dice el punto II del mismo –que el acto del 22 no se pudo realizar porque «diversos camaradas intelectuales, por distintas razones, han denegado su concurso». Los miembros del comité de estudiantes deberían considerar autocríticamente la impotencia que revelan esas declaraciones. Es la primera vez que leo un documento de una organización que busca en militantes externos a ella las causas de su impotencia.
3.3. También entiende equivocadamente el informe del comité de estudiantes mi posición acerca de lo que puede hacer en la universidad. El comité de estudiantes dice que «En su opinión (la mía, R.), en el plazo de unos meses, la tarea fundamental en este sentido en la universidad es la realización de seminarios, discusiones en círculos, etc.». Desde luego que ese tipo de actividad me parece importante hoy, por causa de las actuales condiciones subjetivas de la vanguardia estudiantil o, en general, joven. Pero también me parecen buenas, en general, todas las acciones que busquen un cambio real en la consciencia de la masa estudiantil. Me parecen malas las actividades que no pueden dar de sí sino un «apuntarse tantos espectaculares», solo apreciables por un activismo estéril, o desde el punto de vista del escalafón burocrático cooptativo, pero sin efectos duraderos posibles en la subjetividad de las masas ni en la de las vanguardias. Por ejemplificar: igual me parecerían excelentes actividades de tipo asistencial-cultural (en un extremo de la gama posible) que contribuyan a infundir en la masa la idea de organización, que acciones (en el otro extremo) como la concebida y realizada (muy bien en mi opinión, en sus dos primeras fases) contra el poder el mismo capital imperialista el 8 de mayo, a la que se refiere brevemente Unidad en su número de mayo, pues esa acción tiende a conseguir efectos análogos, de unidad y consciencia organizativa colectiva, en el caos de las vanguardias.
Pero el acto previsto para el 22 de abril en Barcelona no podía tener consecuencias positivas. En este punto el comité de estudiantes se equivoca –dicho sea de paso– sorprendentemente acerca de algunos hechos: no es verdad que la concepción inicial del mismo fuera «a base de varias ponencias bien elaboradas y de cierta extensión». La primera vez que se me vino a encargar una intervención en el acto previsto se trataba de la fórmula de intervención de pocos minutos, con gran número de ponentes (me nombraron hasta cinco intelectuales más un estudiante, al menos), cuya función, muy hipotética, es agitatoria. Fui yo el que, en el curso de las primeras entrevistas, propuse que se alterara ese esquema que ha probado ya suficientemente su esterilidad para la resolución de los presentes problemas políticos de la lucha universitaria en la Universidad de Barcelona.
La impotencia organizativa que mostraban los camaradas era, por otra parte, penosa. A veces con solo unas horas de diferencia me deban orientaciones incompatibles acera de cómo se desarrollaría el acto y en dos ocasiones se me aseguró tranquilamente cosas que yo ya sabía que eran falsas. (Muy probablemente por falta de información de ellos, no por voluntad de engañarme; por eso lo atribuyo a impotencia organizativa).
Pero la discrepancia entre el comité de estudiantes y yo acerca de lo que habría podido ser el acto –en mi opinión, una ulterior desmoralización de la masa estudiantil– me preocupa menos que el lenguaje hueco, resurrección (asombrosa en jóvenes) del falso estilo cortesano estalinista, con el que el informe atribuye a unas cuantas ponencias cortas (ocho minutos, fue la primera propuesta) y meramente instrumentales (no se trataba de Lenin, sino de sostener con citas puntos de vista tácticos) las misiones de «difundir las ideas del leninismo» y «difundir las ideas revolucionarias». Ya en discusión personal con dos estudiantes refuté esa hueca letanía de camelo estalinista.
4. Puesto que el texto del comité de estudiantes se considera a sí mismo un infome –no dice ser solo una crítica de tres intelectuales–, no hay más remedio que asombrarse de la incapacidad de autocrítica que rebela: todo es culpa de los demás. Y eso en un momento en que el partido se encuentra en la universidad en un estado de degradación para el que no encuentro paralelo en estos últimos quince años. Ha sido siempre propio del centralismo burocrático el que los grupos dirigentes en situaciones de fracaso ataquen con violencia. El núcleo estalinista dio y sigue dando en la URSS esa lección con energía insuperable.
Contestar a la crítica de que uno tiene bajo espíritu de trabajo y de militancia no es fácil sin impudicia. No voy a contestar a ella. Veremos dentro de quince años más como andan la militancia y la laboriosidad de esos críticos.
5. Pero vale la pena considerar algo más el autoritarismo que se desprende de esa petulante incapacidad de autocrítica. Como otro documento de la dirección local al que acaso de responder, también este informe del comité de estudiantes esgrime al final el argumento de la disciplina (con la exageración además criticada en el punto 2.2.). Diré también aquí brevemente, lo que pienso al respecto: en la fase crítica en que se encuentra el movimiento comunista (y nuestro partido dentro de él), ese camino es solo garantía de liquidación a largo plazo, pues propone soluciones incompatibles con la situación de la consciencia socialista en los países de capitalismo avanzado en estas últimas décadas del siglo XX. Las masas –sobre todo las que componen y compondrán «las fuerzas de la cultura»– no admiten ya (a causa, en última instancia, del importante desarrollo organizativo de los instrumentos de producción) ese modo de entender la organización y la dirección políticas. Sobre todo ese viejo estilo -agotado con el estalinismo para los países de capitalismo avanzado- repugna ya precisamente a las minorías revolucionarias. (La crispación hiperestalinista de algunos grupúsculos no es argumento en contra: pese a las apariencias, lo que buscan con su histeria es reproducir una vinculación comunitaria, o sea, todo lo contrario del autoritarismo burocrático).
La única guía posible para atravesar sin perjuicio del movimiento social-comunista este período de crisis constituye en comportarse exactamente al revés de como lo implica el informe del comité de estudiantes: afirmando sólidamente la función esencial del partido, sus objetivos socialistas-comunistas y la moral comunista y aceptando, en cambio, la posible caducidad de muchos aspectos tácticos y organizativos. Revisar la táctica y el instrumento orgánico de su aplicación, no la naturaleza comunista, marxista-leninista del partido.
6. Comunico a mi célula –de la que forma parte otro de los criticados– el informe del comité de estudiantes, así como mi presente respuesta. Y doy, por supuesto, que esta última se dará a leer a todos los miembros del comité de estudiantes, puesto que la crítica a la que respondo me llega en nombre de todos ellos. Si se ha dado a leer a toda la organización estudiantil, espero que lo mismo se haga con la respuesta. Incluso me parecería correcto, si no se ha hecho aún, darla efectivamente a leer (con la respuesta) a toda la organización estudiantil.
7. Observaciones al Proyecto de Introducción (Mayo de 1972)
Firmado como R[icardo]. Comentario al «Proyecto de Introducción» (PSUC, 1972). Palabras manuscritas del autor en la primera página de su escrito: «Redactado por gusto y para no comunicar ni difundir. Motivo principal de este escribir gratuito: la ira.»
1. La introducción está planteada históricamente. Dada la complicación, la confusión incluso, con que se presentan hoy las cuestiones fundamentales del socialismo, sería preferible una introducción de principio sobre la naturaleza del Partido Comunista y sobre sus objetivos últimos: un planteamiento de futuro, no se pasado. Una introducción así debería contener tesis sobre dos series de problemas o cuestiones:
a) La naturaleza del Partido Comunista como tal y en general, reproduciendo las ideas básicas del Manifiesto de 1847/48 a propósito del comunismo (Como es sabido, Marx y Engels dicen allí, entre otras cosas más importantes, una que tiene, en cambio, especial interés para estimar este proyecto de Introducción, a saber: que los proletarios no tienen patria; en cambio, el arranque del presente borrador de Introducción acarrea un desarrollo enteramente limitado a España y Cataluña. No es que haya que teorizar explícitamente sobre la naturaleza apátrida e internacional del proletariado y, por lo tanto, del Partido Comunista. Pero sí que conviene atenerse, en una Introducción, a los principios generales del comunismo y a una exposición muy breve de su génesis histórica, sin aludir a ninguna «patria» en particular. A lo sumo, si el desarrollo lo exige, se puede aludir a la nacionalidad como simple hecho, como un rasgo más –muy secundario– entre los que componen la realidad proletaria, su perspectiva o futuro y el intento de formulación de esa perspectiva por el Partido Comunista).
b) Los problemas nuevos, post-leninianos, planteados por la supervivencia y el crecimiento del imperialismo, como son las nuevas formas de colonialismo, la utilización del militarismo o armamentismo como un elemento motor importante del sistema económico, la utilización privilegiada de los efectos multiplicadores de otras industrias amenazadoras para la supervivencia de la especie (automóvil, fabricación masiva de materiales no reminarizables por la naturaleza, etc).
La definición de objetivos últimos del Partido Comunista que incluyan la solución de estos problemas nuevos, de aparición posterior a la muerte de Lenin, no conocidos tampoco por Stalin y apenas rozados en algunos escritos de Mao Tse-tung, es una tarea muy difícil. Está amenazada el peligro de caer en una crítica romántica, reaccionaria, del capitalismo monopolista, por el riesgo de asimilar acríticamente concepciones anarquistas y por el de provocar roces en el seno del movimiento comunista mundial. Para ilustrar el tipo de dificultad más grave de la tarea pueden ser útiles dos alusiones:
1ª) la construcción del socialismo en la URSS y en todos los países cuya burguesía fue derrotada por el Ejército Rojo o el Ejército de la URSS, así como en las atrasados China y Cuba, sigue en gran parte en su planificación el camino que en las sociedades capitalistas adelantadas está llevando a un callejón sin salida no ya sólo desde el punto de vista económico, sino también en los terrenos de la civilización o modos de vida, y en el de la ecología, o asentamiento de la especie humana en la tierra. Esto no se refiere sólo al pesadismo soviético tradicional, sino también a la elección de los multiplicadores económicos ya utilizados por las economías imperialistas, con la consiguiente decisión implícita acerca de los modos de vida. Por ejemplo, el 15-III-1972 Tele/Express reproducía una entrevista concedida al New York Times por el Dr. Agnelli, presidente de la FIAT, en la que este enemigo principal de la clase obrera en el estado italiano valoraba la intervención de su sociedad en la economía soviética. Entre otras cosas, decía: «No hemos tenido ningún interés económico en este negocio [la instalación del monstruoso centro de producción de automóviles para propiedad personal (¿o no se la puede llamar ya privada?) de Togliattigrad], «pero hemos obtenido beneficios de otras muchas clases». En efecto, el principal beneficio obtenido por lo que Agnelli representa es el haber remachado la coincidencia de la dinámica económica soviética con la capitalista-imperialista. La dificultad ilustrada por este ejemplo tiene incluso alcance teórico, porque probablemente obliga a reinterpretar, revisar o negar la opinión de Marx (expresa en su defensa de Ricardo contra la crítica romántica del capitalismo) sobre la función de «la producción por la producción».
2ª) La vía de esa reinterpretación arranca, posiblemente, de lo dicho por los dirigentes clásicos del movimiento –Marx, Engels, Lenin y Stalin– acerca de la subjetividad comunista; pero también tendrá que partir del reconocimiento del fracaso de la revolución cultural en la URSS, al no pasar de ser un fenómeno, aunque de gran amplitud, sólo cuantitativo, no productor de una cultura nueva (de unas costumbres nuevas en su sistema o conjunto), y con la inseguridad y los muchos puntos dudosos de los hechos conocidos de lo que en China se ha llamado, tal vez con demasiada ambición, «primera revolución cultural». En suma: la inevitable reconsideración de este punto de los problemas de la teoría ante ciertos nuevos fenómenos sociales obliga a preguntarse si no llevaba algo de razón el extremismo de izquierda comunista de los años 20 y 30, y a replantearse las cuestiones que él suscitó.
Probablemente no se puede pedir que el Partido enuncie ya hoy un conjunto completo de tesis positivas sobre la renovación, recomposición de su sustancia comunista (punto 1a) ni sobre la aplicación de esa sustancia a los nuevos problemas (punto 1b). Pero le es posible enunciar estos, al menos, como problemas, y declarar su intención de contribuir a su solución histórica en un sentido radicalmente comunista. Esta reacción mínima ante la degradación de la calidad revolucionaria del movimiento y ante los nuevos problemas planteados por lo que se podría llamar estabilización catastrófica del imperialismo es, además de posible, necesaria para regenerar la consciencia revolucionaria de clase en los militantes y para que el Partido Comunista siga siéndolo, siga siendo capaz de atraer y organizar las vanguardias revolucionarias de la clase obrera y de las capas trabajadoras en proceso de proletarización.
***
El presente proyecto de Introducción, fundamentalmente orientado a justificar históricamente una política, una táctica cuya vigencia puede no prolongarse por mucho tiempo, no responde a la necesidad fundamental descrita. Resulta, por lo tanto, rechazado en su conjunto. Pero para el probable caso de que la comisión redactora sea de otra opinión y de que el órgano competente apruebe el texto en su día, conviene colaborar en su posible mejoramiento de detalle. Esta es la finalidad de las siguientes observaciones 2-15.
2. (Pág. 1). El párrafo
«Sobre una base objectiva diferencial històricament formada –un territori, un particular desenvolupament econòmic, una llengua i una cultura comunes, una psicologia de poble– la burgesia, com a classe dirigent de la societat catalana, va promoure el moviment nacional i va anar configurant així Catalunya com a nació moderna» [Sobre una base objetiva diferencial históricamente formada -un territorio, un particular desarrollo económico, una lengua y una cultura comunes, una psicología de pueblo- la burguesía, como clase dirigente de la sociedad catalana, promovió el movimiento nacional y fue configurando así Cataluña como nación moderna],
aunque es correcto, y pese al adjetivo «moderna», puede dar a lectores susceptibles la impresión de que se afirma que no ha habido nación catalana hasta el siglo XIX.
3. (pág. 2). Texto: «La República i la Generalitat no van liquidar les causes estructurals d’endarreriment que arrosegava el pais; no van completar la revolució democràtica-burgesa. En aquells moments una revolució social no més podia fer-se ja sota la direcció del proletariat i, lògicament, no s’ha hagués aturat en la fase democràtica-burgesa» [La República y la Generalitat no liquidaron las causas estructurales de atraso que arrastraba el país; no completaron la revolución democrática-burguesa. En aquellos momentos una revolución social sólo podía hacerse ya bajo la dirección del proletariado y, lógicamente, no se hubiera detenido en la fase democrática-burguesa].
Si eso se afirma, y con razón, para 1931/1934, ¿qué decir para hoy día? Este párrafo muestra la inverosimilitud de ciertas formulaciones de la política de alianzas del Partido.
4. (pág 3) Texto: «La lluita entre les forces del progrès i les de la reacció, degut a l’agudesa de la lluita de classes i al caràcter fanàticament ultramontà de la dreta espanyola, va desembocar en l’aixecament feixista i la guerra civil. La reacció espanyola, ajudada pel feixisme germano-italià i la no-intervenció de les potències capitalistes occidentals…» [La lucha entre las fuerzas del progreso y las de la reacción, debido a la agudeza de la lucha de clases y al carácter fanáticamente ultramontano de la derecha española, desembocó en el levantamiento fascista y la guerra civil. La reacción española, ayudada por el fascismo germano-italiano y la no intervención de las potencias capitalistas occidentales…].
Hoy no es menos profunda la lucha de clases, ni menos aguda potencialmente. Las potencias capitalistas occidentales son más coherentemente y organizadamente imperialistas que en 1936. La derecha española, hoy ya en gran parte directamente subordinada al sistema de intereses internacionales del imperialismo, se encuentran en la situación de la derecha sudvietnamita. Habría que sacar las correspondientes consecuencias del texto sobre 1931-1939. Pero sin duda no es ésa la intención de la Introducción ni la del Programa
5. (pág. 3). Texto: «Tot aquest procés [MSL: de opresión de las clases trabajadoras y populares] només és possible en tan gran escala per la supressió total de les llibertats polítiques que deixa tots els sectors socials del país, llevat l’oligarquia, sense instruments legals d’autodefensa». [Todo este proceso no es más posible en tan gran escala por la supresión total de las libertades políticas que deja todos los sectores sociales del país, salvo la oligarquía, sin instrumentos legales de autodefensa].
La expresión «instruments legals d’autodefensa», cuyo centro de gravedad es «legals», alude a lo que se suele llamar «estado de derecho», o sea, a algo que los marxistas sabemos que no existe en ninguna parte. La afirmación es globalmente falsa. La verdad aquí deformada sonaría más o menos así: «Todo ese proceso sólo es posible en tan gran escala por la correlación militar de fuerzas, que impide a las clases oprimidas conquistar y sostener su libertad política por el único procedimiento positivo: privando de libertad política a la oligarquía y destruyendo los instrumentos de su poder, de su capacidad de privar a las clases trabajadoras de «instruments legals d’autodefensa». Esos instrumentos de poder son señaladamente el llamado ejército español y sus fuerzas auxiliares (Cuerpo General de Policía, Guardia Civil, Policía Armada).
6. (pág. 3) Texto: «Així s’anava configurant una nova correlació de forces de clase i es posaven les bases per a superar les velles cristal.litzacions ideològico-socials entre «republicans» i «nacionals», establint la lluita sobre la seva autèntica base de classe: l’oligarquia d’un cantó, el poble de l’altre.» [Así se iba configurando una nueva correlación de fuerzas de clase y se ponían las bases para superar las viejas cristalizaciones ideológico-sociales entre «republicanos» y «nacionales», estableciendo la lucha sobre su auténtica base de clase: el oligarquía en un rincón, el pueblo en el otro].
Haber visto esto fue en su tiempo el principal mérito del Partido a partir del cambio que se suele identificar con el V Congreso (del PCE). Probablemente valdría la pena profundizar, analizar y poner al día este punto de importancia central, que justificaría por sí solo más de quince años de lucha de los comunistas españoles. Pero profundizarlo y ponerlo al día no sería inventar nuevas palabras para seguier diciendo exactamente lo mismo que en 1955-1956.
7. (pág. 4) El Plan de Estabilización, ¿no es de 1958/59? El texto lo fecha en 1957. Seguro que no.
8. (pág. 4) El sistema de convenios colectivos se describe aquí como una
«modernització de les estructures administratives i dels mètodes de control i d’organització del treball. La fixació estatal del nivel de salaris és substituida pel sistema dels convenis col.lectius.» [modernización de las estructuras administrativas y de los métodos de control y organización del trabajo. La fijación estatal del nivel de salarios es sustituida por el sistema de los convenios colectivos].
Esto es más verdadero, probablemente, que la afirmación frecuente en otros documentos del Partido, de que la ley de convenios colectivos fue puramente una conquista de la clase obrera. Pero, de todos, modos, la contratación colectiva ha sido y sigue siendo favorable, por las luchas que provoca o permite, a la formación de la consciencia de clase del proletariado español. Salvo pocas excepciones, las grandes luchas obreras se siguen produciendo todavía con ocasión de la contratación colectiva. Quizás habría que completar este punto.
9 (pág. 7). Texto: «Les llibertats polítiques són avui una exigència general de tots els pobles d’Espanya i la seva conquesta obriria la possibilitat que el poble tinguès accès a la vida política i expressés lliurament la seva voluntat» [Las libertades políticas son hoy una exigencia general de todos los pueblos de España y su conquista abriría la posibilidad de que el pueblo tuviera acceso a la vida política y expresase libremente su voluntad].
Esta afirmación es una evidencia sin interés o es una falsedad. Si se subraya la palabra «conquesta», es una evidencia, porque está claro que un pueblo que conquista sus libertades accede a la política y expresa su voluntad. Pero si se quiere aludir ambiguamente al valor de nuestras libertades políticas concedidas por una alianza de notables pertenecientes a la oligarquía y con la aquiescencia o la protección incluso del generalato español, entonces la afirmación es falsa, porque no hay libertades otorgadas. Son los privilegios los que se otorgan. Las libertades sólo se pueden conquistar. No resulta fácil recordar ningún caso de libertad otorgada en toda la historia occidental desde los griegos. Privilegios otorgados, sí, abundantemente. Pero los privilegios se otorgan a individuos o a grupos reducidos. No a una clase, ni menos a la que da de sí el plustrabajo.
10. (pág. 7). La afirmación verdadera de que sigue existiendo la pequeña producción no se puede fundamentar sólo en el ritmo lento o muy irregular de concentración capitalista. Hay que recordar también que en las sociedades más adelantadas del capitalismo monopolista de Estado nace, se disipa y se recompone constantemente una media y pequeña burguesía dedicada a la pequeña producción auxiliar, con independencia sólo aparente respecto de la oligarquía, pero que, precisamente por eso, es un soporte político-social de ésta. En la misma España, los accionistas (sean pocos o muchos) y los directivos y los funcionarios de Seida o Siata, por ejemplo, y de docenas de empresas aún mucho menores, seguirán incondicionalmente a la dirección de Seat. En realidad, no quedaría para acogerse a la protección de la política de alianzas del Partido más que la pequeña burguesía realmente condenada a desaparecer. La rentabilidad de esa alianza no es como entusiasmar a nadie.
11. (pág. 7). Quizás sea este momento, el de la redacción de un programa, el oportuno para terminar con la impropia expresión «fuerzas de la cultura» para designar a los intelectuales (a los intelectuales trabajadores de tipo moderno o a los intelectuales parasitarios o parcialmente parasitarios de tipo tradicional). La impropiedad de esta expresión daña a la acertada idea política que quiere expresar, porque la formula con nociones burguesas. La cultura no es cosa propia de los intelectuales, sino producción de todo el pueblo. La naturaleza anticultural del capitalismo, a la que se han referido los clásicos del comunismo desde Marx y los utópicos antes que él, consiste en que el capitalismo va destruyendo la posibilidad de la producción de cultura por los pueblos al modo tradicional (industrialización, inurbanización y, finalmente, desintegración cultural de lo que fueron ciudades y son ya sólo concentraciones demográficas), sin permitir la continuación de esas capacidades productivas culturales en una cultura de base industrial, a causa de que el pueblo que habría de producirla se mantiene en una situación de sometimiento y ceguera respecto de la vida industrial en la que es insertado mecánicamente, mantenido a través de una coactividad objetiva que no le permite filtrar la experiencia de la vida más que en forma de odio, ironía, sarcasmo, cinismo, pesimismo, ni, por tanto, arraigar en principios organizadores de la forma de vida, que es el fundamento de la cultura. Por eso en las condiciones de la división capitalista del trabajo acaba por llamarse «cultura» solo a lo que históricamente fue una parte de cada cultura nacional, una subcultura: la cultura académica o científica, también llamada «superior». En la división capitalista del trabajo esta subcultura «superior» es de consumo exclusivo de la clase dominante y de producción reservada a una determinada capa, la de los intelectuales. Si no se quiere hablar como un ideólogo burgués –y poco democrático–, no hay que decir «alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura», sino algo así como «alianza de los trabajadores manuales y los trabajadores intelectuales», si se trata de esa alianza o «alianza de los trabajadores manuales, los trabajadores intelectuales y la capa académica», si es esto otro lo que se quiere decir (como resulta evidente por la política de alianzas del partido que incluye en este momento a capas aun mucho más esencialmente burguesas).
Todo este terreno es muy espinoso, y lo único resolutorio sería iniciar un estudio (seguramente largo) de los cambios en curso en la composición de la fuerza de trabajo. La relativa abundancia de estudios así ya realizados en otros sociedades (incluso por algunos Partidos Comunistas, como el inglés, el francés y el italiano) podría facilitar la tarea.
12-12b (Pág. 8) Implican que en un momento dado la alianza antioligárquica propuesta por el Partido se rompe, y se produce un choque de clases que probablemente impedirá el paso al poder socialista (no al socialismo) por vía gradual. Eso se desprende del texto mismo: por lo tanto, parece ingenuo no decirlo redondamente. También parece ingenuamente maquiavélico el invitar a «la propiedad burguesa no-monopolista» a entrar en una alianza que originará en su «desarrollo» una «revolución» constitutiva de «la primera fase de la construcción del socialismo». Una propuesta así sólo se puede hacer con éxito cuando ya se tiene el poder, como Lenin cuando la NEP o como los comunistas chinos una vez instalados en Pekín. Pero mientras la clase obrera no tenga el poder político, a la «propiedad burguesa no-monopolista» le interesa mucho más fabricar disciplinadamente tornillos para ventanillas de Dodge y quitarse el sombrero en presencia de los representantes de cualquier gran banco, a cambio de seguir gozando de privilegiadas comodidades nada despreciables de orden económico y cultural.
13. (pág. 8). Texto: «Els comunistes considerem que la nació catalana està constituida per tots els que viuen i treballen a Catalunya». [Los comunistas consideramos que la nación catalana está constituida por todos los que viven y trabajan en Cataluña].
Esta definición de la nación catalana, compartida con otros partidos y que declara implícitamente de nacionalidad bajo-sajona a los obreros de Toledo o de Ripoll que trabajen en Volkswagen, es arbitrariamente falsa. La definición es farisaicamente imperialista en cualquier caso.
Cuando la usan el FNC [Front Nacional de Catalunya] o el PSAN [Partit Socialista d’Alliberament Nacional], sirve para preparar doctrinalmente la opresión de las minorías nacionales de habla castellana y/o francesa en un futuro estado catalán en el que, evidentemente, los andaluces, además de echar la plusvalía, echarían los hígados para decir ‘setze jutges mengen fetge d’un penjat’ [«dieciséis jueces comen hígado de un colgado»; una expresión que presenta dificultades de pronunciación para personas que no usan normalmente el catalán]. Por su parte, el PC confía en que la declaración de la nacionalidad catalana de las importantísimas minorías proletarias inmigrantes de habla castellana impida un voto plebiscitario catalán independentista.
Los comunistas no podemos aceptar la cerrada alternativa imperialista (de imperialismo tradicional español o de nuevo imperialista catalán) implícita por esa definición de untuosa apariencia generosa y humanista. Esas son astucias entre representantes de «patrias» y «patriotismos», y los proletarios y los que nos adherimos al proletariado no tenemos patria. Tenemos nacionalidad como elemento de la formación de la personalidad individual, de un modo más acusado en unos, menos en otros, los cuales pueden cambiar (relativamente) de nacionalidad o bien conseguir una consciencia casi a-nacional además de apátrida.
14. (pág. 9). La «unitat dels pobles d’Espanya en una república federal» [La unidad de los pueblos de España en una República Federal] es una tesis que se debería restringir al período histórico durante el cual subsisten aún un estado español y un estado francés. España y Francia no son naciones en sentido primario, como es evidente. Pero tampoco son exclusivamente estados, como fingen creer los catalanistas. Son unas formaciones para-nacionales, menos intensamente unificadas que el conglomerado de nacionalidades que ha dado lugar a la super-nación germánica, por ejemplo, pero que, de todos modos, han originado, con el paso de los siglos, ciertos rasgos «nacionales de segundo orden», por así decirlo, en millones de individuos de nacionalidades básicas diferentes. Desde un punto de vista marxista, se debe dar la opción primaria de organización política –mientras las sociedades sigan siendo políticas– a las nacionalidades básicas o primarias. Sobre todo en casos como el español o el francés. Sajones, bajo-sajones, renanos, hessenianos, bávaros, pomeranios, silesios, prusianos, etc. están muy unificados. Gallegos, andaluces y catalanes, no.
15 (pág. 9). El punto 5º del gobierno provisional fija la mayoría de edad política en los 18 años. Es posible que teniendo en cuenta la evolución psicológico-social y política de las generaciones jóvenes, fuera mejor fijarla en los 15/16 años. O impedir hoy que los estudiantes de 5º de bachillerato, cuya edad es ésa, se dejen descalabrar por los grises en solidaridad con los trabajadores de SEAT o con los combatientes del FNL del Vietnam del Sur. Las cosas como son, por aquello de «no mas deberes sin derechos…»
8. Apuntes de crítica al Avant-Projecte [Anteproyecto], 1974.
Anotaciones críticas sobre el Proyecto de Manifiesto-Programa del PSUC. Sacristán, que ya no era miembro del comité ejecutivo del Partido de los comunistas catalanes, seguía siendo militante de la organización. Lo fue hasta finales de los setenta.
Firmado como Bosc, otro de sus «nombres de guerra», de clandestinidad. Texto fechado el 27-II-1974.
Esquema
I. El punto de vista de estos apuntes.
A. Errores teóricos que equivalen a un abandono del marxismo.
1. La concepción del estado.
2. La naturaleza de la fase intermedia y la estrategia consiguiente.
3. Otros errores idealistas y populistas, o, en general, de abandono del marxismo.
B. Errores históricos que determinan una estrategia equivocada.
1. Eurocentrismo mecanicista.
2. El error histórico básico sobre la época presente.
3. El error histórico de perspectiva.
II. Apuntes de corrección del avant-projecte.
I. El punto de vista de estos apuntes.
Estos apuntes críticos parten de un desacuerdo básico sobre la política sobre la política hoy seguida por el Partido. Estando de acuerdo con algunas de sus características –principalmente con la necesidad de una alianza–, discrepo de la naturaleza de las necesidades mismas. En este primer punto preciso los desacuerdos básicos. Antes he de justificar brevemente el que, a pesar de ello, intervenga en la discusión.
La redacción de un programa me parece un momento adecuado para exponer todas las discrepancias, incluso las más profundas. Siempre pueden tener alguna influencia, por ligera que sea, en el resultado final. En segundo lugar, el Partido sigue siendo por su composición el principal partido de la clase obrera en Cataluña y, por lo tanto, la lucha socialista que tiene más sentido es la que se produce dentro de él.
Esas dos razones justifican el que intervenga en esta discusión, aunque sea sobre la base o desde el punto de vista de una discrepancia profunda.
Mi discrepancia se explica por lo que considero importantes errores de abandono del marxismo, errores históricos que determinan una estrategia errónea y confusión acerca de la misma política errónea. Con más detalle:
A. Errores teóricos que equivalen a un abandono del marxismo.
1. La concepción del Estado.
La línea política trazada en el Avant-Projecte [Anteproyecto], como todas la política de los años anteriores, implica una concepción falsa y no marxista del estado: se considera a éste como una institución cuya destrucción no es imprescindible para el cambio social. En el folio 22 hay un buen ejemplo de ello. Pero la idea está presente en todas partes. La actitud respecto del ejército –presente de modo muy claro, por ejemplo, en la pág. 24– es la prueba más visible del error. Quien no afirma que el ejército, como principal instrumento del Estado, se tiene que destruir, junto con el resto del aparato estatal, para empezar los cambios revolucionarios, por mínimos que sean, ha dejado de ser marxista. Ahora bien: no es justo abandonar este principal tesis marxista sin decirlo claramente. Si el Partido ha dejado de ser marxista, como sin duda ha dejado de serlo en sus papeles, lo debe decir abiertamente.
La tesis de que el estado ha dejado ser ser ahora en España y en el resto de los países adelantados el estado de toda la burguesía no es más que una consecuencia revisionista muy vulgar del error básico. Claro que el estado español actual no es el estado de toda la burguesía. Pero eso se debe, simplemente, a que ningún estado es nunca el estado de toda la clase social a la que representa. El estado burgués no ha sido nunca el estado de toda la burguesía, sino el gestor de los intereses generales de la burguesía como clase. Esos intereses generales se resumen en la reproducción o conservación y en la reproducción ampliada de los relaciones capitalistas de producción. Y precisamente la reproducción ampliada de estas relaciones capitalistas exige con toda naturalidad e inevitabilidad el sacrificio diario de una parte de la burguesía. Esto es así desde la «Gloriosa» revolución inglesa, desde la revolución francesa (Gironda y Montaña, etc) e incluso esencial a toda formación política, no ya estatal, de una clase. Los comunistas, por ejemplo, nos deberíamos caracterizar por defender los intereses generales del proletariado, no los de cada sección del mismo, etc.
Esa tesis tiene como motor de su falsedad el oportunismo (aparte de la ignorancia y de la falta de rigor de pensamiento) que intenta hacer verosímil una alianza de clases que sería imposible sin previa desnaturalización del Partido y su transformación en un partido populista. Esto es lo que el Partido hace al abandonar tesis marxistas básicas, como las referencias a la naturaleza del estado y a la naturaleza de su destrucción.
2. La naturaleza de la fase intermedia y la estrategia consiguiente.
Es seguro que la construcción del socialismo requiere etapas intermedias. Y también que esas etapas se tiene que recorrer por medio de alianzas de clase. Pero lo que es falso es que lo alianza correspondiente y la dirección de marcha hacia al socialismo se pueden mantener sin un poder socialista indestructible, al que llamamos dictadura del proletariado. No hay ningún ejemplo histórico de que la alianza hacia el socialismo y sus objetivos intermedios, por modestos que fueron, se hayan podido conseguir sin dictadura proletaria. En la URSS, en todos los países del este de Europa, en China, Corea del Norte, Vietnam, Cuba, hay una alianza objetiva (y muy mal hecha, por lo común) de clases que construyen elementos de socialismo. Pero siempre bajo el poder socialista, bajo estado socialista (que quiere decir: bajo ejército, policía, etc, socialistas), y previa destrucción del aparato estatal anterior. Conocemos algunos lugares en que la alianza es intentó sin tener el poder: España, Indonesia, Chile. No creo que hagan falta comentarios. No se trata de que la vía marxista haya fracasado algunas veces, como sofísticamente arguyó al CE del PSUC, con ideas puramente populistas, en su declaración sobre Chile. Se trata de que la vía marxista ha triunfado algunas veces, y la populista no ha triunfado nunca ni triunfará nunca, porque da la casualidad de que el marxismo no es un error.
Consiguientemente, lo que en el Avant-Projecte –y en otros lugares– se llama «democracia política y social», o «democracia política y económica», o «democracia político-económica», o «democracia política, económica y social», etc, o es una forma rica y adelantada de dictadura del proletariado, o es una tesis antimarxista que desconoce la naturaleza de la fase intermedia. Para el marxismo, la fase de los objetivos intermedios se llama, precisamente, dictadura del proletariado.
En el folio 22 (también en el 24, por ejemplo, etc) hay una formulación condensada de este error de idealismo, que pone la carreta delante de los bueyes: «El Partit enten que en la marxa cap al socialisme cal passar objectivament per una etapa intermitja que ha de facilitar a la classe obrera d’erirgir-se en classe capdaventera i hegemònica de l’amplia aliança de forces socialistes. Aquesta etapa és la anomenen democràcia política i social.» [El Partido entiende que en la marcha hacia el socialismo hay que pasar objetivamente por una etapa intermedia que debe facilitar a la clase obrera erigirse en clase de avanzada y hegemónica de la amplia alianza de fuerzas socialistas. Esta etapa es la llamada democracia política y social].
La formulación verdadera (la marxista) sería exactamente la contraria, a saber: «La clase obrera ha de erigirse en clase de avanzada y hegemónica para hacer posible, bajo su dictadura, la marcha de una amplia alianza de fuerzas socialistas a través de una etapa intermedia objetivamente necesaria entre el capitalismo y socialismo. En los países en los que el trabajo ha alcanzado, una productividad suficiente, esa etapa puede tomar la forma de una democracia política y social».
- Otros errores idealistas y populistas, o, en general de abandono del marxismo.Abundan en el avant-projecte. Así, la relación entre los derechos o libertades y el poder popular del punto 3º de la Asamblea de Cataluña, punto al que el Partido se adhiere. No son los derechos codificados los que garantizan el poder del pueblo, sino el poder del pueblo el que puede consolidar derechos, etc.
La «revolución científico-técnica» es una manera tecnocrática burguesa de definir la transformación de la fuerza de trabajo y su productividad.
Etc. Todo eso es de un abandono tan radical del marxismo que sonroja. No vale la pena insistir en ello.
B. Errores históricos que determinan una estrategia equivocada.
1. Eurocentrismo mecanicista. Pocas palabras sobre este punto: todos los análisis históricos del partido están basados, como los de los mencheviques rusos, en la clásica generalización de un modelo francés de un modelo francés (aún más: parisiense) idealizado. Por ejemplo: no es verdadera la correlación general estricta nación-burguesía. Eso no vale más que para e caso de París en los siglos XVII-XIX. No hay nación inglesa, por ejemplo, sino supranacionalidad británica (Inglaterra, Gales, Escocia, Irlanda). A la clase capitalista inglesa le ha bastado con un mercado estatal, no nacional. Otras veces, en cambio, la pequeña nobleza es la que ha construido nación y estado nacional (Hungría, Polonia). Otras veces no tenemos la suerte (relativa a esta cuestión). Los españoles y los centroeuropeos tenemos la suerte (relativa a esta cuestión) de haber vivido siglos bajo la dinastía más «imperial», esto es, menos destructora de nacionalidades, de todo Occidente, o sea, los Habsburgo. Esta es una de las causas de que estén vivas las naciones húngara, checa, eslovaca, croata, serbia, albanesa, catalana, euskera, gallega, etc., mientras están muertas tantos otras de la Europa borbónica, etc. Pero tampoco vale la pena insistir en esto. Lo que si vale la pena es no hacer mala historia, historia de la ciudad de París o del trono de Luis XIV como si fuera historia del mundo.
2. El error histórico básico sobre la época presente.
El Partido entiendo la historia del momento en que vivimos como si este fuera todavía una prolongación de la fase de esperanzas democráticas antifascistas del final de la II Guerra Mundial. Pero esa fase pasó hace mucho tiempo. Fue sustituida, primero, por la guerra fría, y, luego, por el entendimiento entre los gobiernos de Washington y Moscú (¿Y Pekín?, o sea, entre la gran burguesía capitalista norteamericana, la casta dominante rusa (¿y la casta dominante china?).
La identidad del modo de desarrollo civilizatorio entre la sociedad capitalista norteamericana y los rusos (importadores de técnicas capitalistas con todas sus consecuencias económico-sociales) no excluye, naturalmente, pugnas entre unos y otros. Pero sí que excluye todo optimismo acerca de un desarrollo histórico espontáneo –en la política internacional– en el sentido de la democratización de la vida política. Ahora bien: la idea de la política de alianzas del Partido descansa plenamente en una interpretación optimista de los primeros conatos oportunistas de los rusos cuando el XX Congreso. Por eso considera «sincrónico» el autoritarismo, por ejemplo (folio 28: «El Pacte per la llibertat… només es proposa d’acabar amb el poder feixiste totalitari i incompartit de la dita oligarquia, que aquest poder ha esdevingut un anacornisme i un obstacle per a tots.» [El Pacto por la libertad… sólo se propone acabar con el poder fascista totalitario e incompartido de dicha oligarquía, que este poder se ha convertido en un anacornismo y un obstáculo para todos]).
Esto es un grave error. Supuesto el modelo civilizatorio de yanquis y rusos, cifrado en las magnitudes macroeconómicas tradicionales, el poder oligárquico español ha resultado la solución más progresiva imaginable. La falta de un abandono revolucionario de ese modelo es uno de nuestros grandes defectos, pero se aludirá más adelante. Por ahora basta con señalar el error histórico que subyace a nuestra política: lo anacrónico hoy empieza a ser la democracia burguesa. Por lo demás, el mismo avant-projecte lo reconoce –por lo visto, sin darse cuenta– cuando habla del vaciamiento de democracia sufrido hoy día por los parlamentos de las ex-democracias burgueses.
3. El error histórico de perspectiva nos viene ya de la III Internacional, que lo heredó de la II: es el creer que lo «moderno» es lo bueno, que necesitamos un «desarrollo moderno» (folio 26) y demás infiltraciones de progresismo burgués de las que ya padecieron los leninistas rusos en sus intentos de importar «racionalizaciones» tayloristas y fordistas y que los rusos actuales aplican en serio importando, con las técnicas, los usos y costumbres que les suministran la Fiat, la Mannesmann, Thyssen, Rockefeller y el mismo Krupp.
Se está acabando la modernidad. Parafraseando a un viejo filósofo comunista [György Lukács, Conversaciones, 1966], «nadie se va a hacer antifranquista por comprarse un 850 más fácilmente», porque más fácilmente que ahora, no sé cómo.
C. Utopía del pactismo. La confusión con que se presenta la iea del «pacto para la libertad» lo hace a veces incluso ridículo: por una parte, se convoca al pacto a la pequeña burguesía perjudicada por el proceso acelerado de concentración de capitales bajo el frentismo (dicho sea de paso: ¿qué mayor «progresos moderno» que ése?). Por otra, se convoca también a «un sector dels empresaris més lligats al desenrotllament del capitalisme modern» [un sector de los empresarios más ligados al desarrollo del capitalismo moderno], o sea, a los beneficiarios de la ruina de los anteriores. Pero, entonces, resulta que ya no tenemos enemigo alguno. ¡Ay señor!
Esa grotesca contradicción se basa en la doble ilusión de que la pequeña burguesía puede aliarse con el proletariado contra la gran burguesía sin que el proletariado la obligue de hecho al pacto (dictadura del proletariado) y que la gran burguesía pueda aliarse con el proletariado para mejorar un poco la plusvalía relativa con el riesgo enorme de verse cercenar la absoluta. Ni que se chuparan el dedo.
II. Apuntes de corrección del Avant-projecte
1. Numerosos elementos del texto mejoran en relación con estadios anteriores. Globalmente no hay más que dos partes que preferiría ver suprimidas o muy alteradas.
2. La parte titulada «Formació de la nació catalana moderna», me parece pesada e inútil. Yo creo que para el que no sabe de antemano la historia, no sirve para nada, por lo inevitablemente resumida que es. Y, para el que la sabe, resulta muy pobre. Me parecería mejor limitarse a hablar de la burguesía catalana desde el franquismo.
3. La parte titulada «Canvis en la naturalesa del poder de l’Estat» [Cambios en la naturaleza del poder del Estado] contiene el grave abandono de la noción marxista de Estado, a su vez causado, me parece, por un inocente ignorancia de que todo estado es parcial incluso respecto de su clase y por una voluntad, nada inocente, sino gravemente oportunista, de hacer pasar como posible una alianza imposible sin dictadura proletaria.
4. En lo demás, hay mucho que corregir en mi opinión pero también mucho que elogiar. Por ejemplo, la sección sobre «alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura» salvo el título, está escrita con una claridad y facilidad de lenguaje ejemplares.
5. Propuestas de corrección:
Fol. 1. Dice 1948-45. En general, muchas erratas.
Fol. 4. En vez de «països econòmicament més avançats [países económicos más avanzados]», pondría «alta burguesía de los países más poderosas».
Fol. 5. En vez de «van buidant-se del seu contingut democràtic [van vaciándose de su contenido democrático]» pondría «van perdiendo incluso el contenido representativo indirecto que tuvieron».
Fol. 5. En vez de «uns quants governs [unos cuantos gobiernos]» pondría «las grandes burguesías administrativas por unos cuantos gobiernos»,
En varios folios, sustituiría «revolución científico-técnica» por frases varias como, crecimiento de las fuerzas productivas, fuerzas productivas ya existentes, productividad del trabajo, etc.
Fol. 21. Si de verdad se es hispánico, no hay que olvidar a Portugal.
Fol. 21. No se puede ocultar que toda plusvalía es explotación, también la obtenida por la pequeña burguesía. Hay que decirlo. Creer que se consigue aliados dándoles coba, en vez de teniendo fuerza, es no saber negociar.
Fol. 22 y muchos otros. Repito mi viaje de objeción a «fuerzas de cultura». Eso no requiere decir nada real, salvo, si acaso, cultura superior académica. Es pura ideología burguesa, y hasta arcaica. Hay que acabar de una vez con eso.
Fol. 22. Es falso que los campesinos y los profesionales estén hoy interesados por el socialismo. Huyen de él a toda velocidad (ingenieros, médicos en Cuba). Hay que hacerles ver con propaganda socialista que no tienen otra salida.
Fol. 29. Contradicción, que no se puede salvar a pesar del esfuerzo, entre un objetivo político –la unidad antifranquista– y una movilización basada en los intereses particulares.
Fol. 29. La HGPP tiene que estar ya en el rótulo, no sólo la HN.
Fol. 29. Sobre el plazo largo y el plazo corto. Es verdad que las masas se suelen mover conscientemente por el plaza corto. Pero ocurre que no siempre hay soluciones pequeñas. Así ocurre hoy en muchos campos. En este caso, el tacticismo plazo corto hace que las masas, justamente desengañados de tanta lucha por reivindicaciones mínimas irresolubles salvo por vía individualista que sólo beneficia a un bajo porcentaje (hallar una plaza escolar, una cama de hospital, un piso), den en el apoliticismo, luego en el anarquismo, finalmente en carne de cañón del fascismo.
Fol 29. Habría que dejar de escribir ofensas el sentido común como «legalidad de hecho», «ocupación democrática» y otras fuerzas de personas que no son capaces ni de hablar con un mínimo respeto a los significados de las palabras.
Fol 30. Es falsa la afirmación dogmática de que las masas ven soluciones democráticas no socialistas. O bien ven soluciones reformistas dentro del actual esquema político liberalizado; o bien ven dentro del actual esquema político liberalizado; o bien ven soluciones socialistas. Nadie conoce hoy demócratas no socialistas o socializantes. Por eso basta la demagogia burguesa se finge a menudo socialista.
Fol. 31. Se debería sustituir la palabra «capitalizar» resultados políticos, léxico burgués procedente de la nueva hegemonía de los estudiantes –intelectuales a medio camino y no trabajadores– en órganos de dirección del Partido.
Fol. 32. El párrafo sobre el no dejarse «desbordar» es muy equívoco.
Fol. 33. No existe nacionalismo castellano. Existe chovinismo español. A menos de suponer Castilla = España.
Fol. 34. Cuando se dice que el internacionalismo proletario no niega la existencia de las naciones, habría tal vez que añadir que todo lo contrario, porque si se les negara u oprimiera no sería internacionalismo, sino cosmopolitismo capitalista.
Folios finales: A pesar del excelente desarrollo sobre intelectuales, la subsistencia de la mala idea de «fuerzas de la cultura» estropea mucho la cosa, fundiendo a tenderos con aparejadores, por ejemplo.
Estos apuntes son muy precipitados por las condiciones de lucha de estos días. Al mismo tiempo que pido autocríticamente disculpas por ello, critico también el no haber recibido el texto más que hace cinco días, en un momento de luchas muy intensas y difíciles en el sector en que me encuentro.
Otro defecto importante de estos apuntes es que no presentan ninguna formulación general alternativa. Esto se debe a que tal alternativa no tendría, por el momento, ninguna utilidad interna para el partido. Hace falta que los órganos dirigentes de éste se hayan desengañado bastante más de la utopía antimarxista que cultivan para que pueda empezar a ser útil proponer alternativas.
9. La posibilidad de cambio revolucionario en las presentes sociedades capitalistas avanzadas
Sin fecha y con probable relación con el Proyecto de Manifiesto-Programa («Proyecto de programa sobre el punto 7 de los discutidos»), el siguiente texto (BFEEUB) lleva por título «La posibilidad de cambio revolucionario en las presentes sociedades capitalistas avanzadas (= partícipes activas, en mayor o menor grado, del capitalismo monopolista de Estado, o imperialismo).
1. Impresiones generales sin análisis de clase preciso.
1.1. La integración en estas sociedades ¿es por adhesión activa a sus valores, o por adhesión más bien pasiva?
1.2. Características de casos de integración activa.
1.3. Características de casos de integración pasiva.
2. Discusión de las hipótesis sobre integración del proletariado (en el sentido de clase obrera industrial más trabajadores agrícolas sin medios de producción, principalmente sin nada de tierra).
2.1. La hipótesis de la extinción o la disminución decisiva del proletariado.
2.2. Abandono de las ideas del socialismo o el comunismo y de la dictadura del proletariado en partidos obreros y en sindicatos de clase.
2.3. Situación en el sindicalismo norteamericano.
2.4. Situación en los sindicalismos inglés, alemán y nórdico.
2.5. Situación en el sindicalismo de las sociedades capitalistas no atrasadas del área europea latina (Italia y Francia). El caso español y su peculiaridad.
3. Discusión de las hipótesis sobre reforzamiento del proletariado por la ampliación y el potenciamiento cualitativo del conjunto de las clases y/o capas trabajadoras.
3.1. El profesional liberal como artesano y el trabajador intelectual como figura tendente al status del obrero.
3.1.1. Los profesionales del trabajo intelectual industrial.
3.2. Los profesionales del trabajo intelectual agrícola.
3.3. Los profesionales de los servicios.
3.3.1. Los funcionarios centrales y locales del estado.
3.3.2. Los profesionales de la enseñanza y la investigación.
3.3.3. Los profesionales de la sanidad estatal.
3.3.4. Los profesionales de los servicios privados.
4. Manifestaciones de crisis civilizatoria o cultural en el capitalismo monopolista de estado.
4.1. Variación según cada sociedad concreta.
4.2. Para rasgos generales.
4.2.1. Crisis del sistema educativo.
4.2.2. Crisis del sistema sanitario.
4.2.3. Crisis de la vida urbana.
4.2.3.1. Con el presupuesto de la crisis de la vida rural.
4.3. Relación entre la crisis de civilización y las corrientemente consideradas.
4.3.1. Análisis económico estricto y análisis dialéctico.
4.3.2. La base económica de la crisis civilizatoria.
4.3.3. Causación de los fenómenos de crisis civilizatoria: mediaciones con la contradicción básica.
5. Hipótesis conclusivas.
5.1. Acrecentada importancia de elementos revolucionario-culturales en la formación de la clase revolucionaria y su consciencia (clase o bloque revolucionario «en y para sí»).
5.2. Diferencia de la situación respecto de las sociedades capitalistas más atrasadas y de las sociedades colonizadas o de historia no-europea.
5.3. Perspectivas de las sociedades en que ha sido abolida la propiedad privada tradicional de la mayor parte de los medios de producción (los llamados «países socialistas»).
10. Sobre la alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura, 1974
Documento sin firma, atribuible a Sacristán en nuestra opinión. Comenta críticamente uno de los puntos centrales del proyecto de manifiesto-programa del PSUC.
En la política comunista cuyas líneas maestras –de orden táctico y estratégico– vertebra el Proyecto de Manifiesto-Programa del PSUC, la tesis de la «alianza de las fuerzas de trabajo y de la cultura», asume, en su calidad de versión «a la altura de los tiempos» de la más antigua de la «alianza de obreros y campesinos», un papel verdaderamente central (al igual, como es bien sabido, que en los correspondientes documentos del PCE). Porque lo que en definitiva se asigna a dicha «alianza» –en cuanto condición de posibilidad y encarnación de un nuevo «bloque histórico»– es un papel decisivo, por el protagonismo social de las fuerzas que la integran en el «proceso de transformación socialista». Parece, pues, obligado considerar con algún detenimiento tanto la formulación verbal de esta tesis como sus contenidos de fondo. Y sus implicaciones.
1. La formulación de la citada alianza estratégica par la conquista del poder y la construcción del socialismo se ha expresado –y se expresa usualmente– por recurso a un rótulo verbal que encubre lo sustancialmente acertado de la idea política expresada mediante palabras que expresan las ideas dominantes –que son, como es bien sabido, y serán mientras existan clases dominantes y clases dominadas las ideas de la clase dominante. Una de estas ideas es la de que existan «fuerzas de la cultura» separadas o distintas de las «fuerzas del trabajo». Esta es una idea aristocrática nacida en las primeras sociedades de clases (en nuestra historia, la sociedad griega clásica), las cuales identificaban la cultura con el ocio, sobre la base de la una realidad social (el aprovechamiento clasista del plustrabajo), pero idealizándola con un resultado apologético de la clase dominante, ociosa, y de toda formación social clasista. En realidad, no hay cultura separada del trabajo, y sólo por influencia de la tradición clasista cabe imaginar una cosa así. Lo que hay es que en las sociedades de clase, una determinada zona de la cultura –a saber, la llamada «cultura superior» o «académica» (que incluye, por ejemplo, la ciencia, lo teórico puro en general, las artes individualistas creadas por la burguesía –la pintura de cuadro vendible a particulares, etc.–), aunque directamente posibilitada por el plustrabajo, se reserva a unas capas que al principio de la edad burguesa eran más o menos parasitarias. Capas protegidas, pues, por mecenas que les regalaban algunas porciones de plusvalía y que luego entraron en relaciones directamente mercantiles (venta directa de sus productos en el mercado, con valorización explotadora de mucho plustrabajo proletario) y, finalmente, entran en un proceso de asalarización con funcionarización o proletarización incipiente.
Pero la cultura en su conjunto no es la cultura académica o superior, sino el registro, la elaboración por la consciencia de los modos de vida determinados por el proceso concreto del trabajo (usos y costumbres en general, configuración del descanso, de la recuperación de la fuerza de trabajo, etc.). De otro modo, no se podría hablar de culturas prehistóricas, como se habla justificadamente, ni de cultura comunista, por ejemplo.
El problema político es cómo expresar con conceptos científicos y marxistas el alcance de esta alianza estratégica. Alianza cuyos límites no quedan establecidos claramente en el documento que comentamos, pero de la que a la vista de su objetivo (la toma del poder y la construcción del socialismo) habría que concluir que comprende a los proletarios industriales y braceros, los trabajadores campesinos, los trabajadores intelectuales (que son los intelectuales asalariados que intervienen directamente en el proceso de la producción –trabajadores intelectuales de la industria y de la agricultura– o en la reproducción de la fuerza de trabajo –intelectuales de los servicios, sanidad y enseñanza, principalmente–, luego las dos ramas de intelectuales tradicionales, de origen pre-burgués, aunque aburguesados (artistas principalmente), o de origen propiamente burgués (profesionales liberales). De aquí que la expresión «fuerzas de la cultura», que da cuerpo a un concepto idealista burgués, deba dejar paso a otra más ajustada a la naturaleza de la cosa. La expresión, por ejemplo: «los trabajadores intelectuales, los profesionales (liberales) y los (demás) intelectuales de tipo tradicional». Con Ia consiguiente reformulación de la «alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura» en términos de «alianza de las fuerzas del trabajo manual e intelectual» o «alianza de trabajadores intelectuales y manuales».
2. La importancia misma de esta alianza –suficientemente reconocida, como ya se ha dicho, en el documento– requeriría, sin embargo, mayor atención a los procesos básicos que la han hecho posible y que le dan plausibilidad política revolucionaria. La existencia de un proceso tendencial a la asalarización y pérdida de su anterior status privilegiado por parte de los trabajadores científicos e intelectuales en general, determina –según un análisis comúnmente aceptado– su potencial acercamiento a los intereses históricos de la clase obrera. La gran industria, por otra parte, exige una cualificación técnica e intelectual de los trabajadores cada vez más elevada. A ello hay que unir Ia liberación creciente de mano de obra juvenil, por el maquinismo generalizado, y la reivindicación del derecho a la formación (a la «cultura», si se quiere) por las clases populares. El resultado está siendo, es ya, la aparición de un mercado de fuerza de trabajo cualificada cada vez mas amplio, como consecuencia, claro es, del enorme aumento de la población universitaria que el proceso que hemos tipificado brevemente ha hecho posible y aún necesario.
De forma simultánea, el desarrollo de la base productiva hace que la demanda de titulados universitarios –trabajadores intelectuales– experimente un cambio cualitativo. En etapas anteriores del desarrollo de las fuerzas productivas, se trataba fundamentalmente de una demanda basada en la necesidad de personal cualificado llamado a cumplir funciones de dirección y control en el proceso de trabajo, o bien de élites en situación de cumplir funciones privilegiadas en la sobreestructura jurídica, política o ideológica. Actualmente, aún manteniéndose este tipo de demanda, lo que define cualitativamente la demanda de trabajadores intelectuales cualificados viene expresado –como insinuábamos antes– por la elevada necesidad cuantitativa de fuerza de trabajo intelectual que participe directamente en la producción, no en la mera dirección y control del proceso de trabajo, que cumpla funciones directa o indirectamente productivas en los aparatos de Estado y no de dirección, mando o privilegios. Los efectos de la combinación de este tipo de demanda con el gran incremento de la oferta de titulados universitarios y demás trabajadores intelectuales cualificados son claros: aparece un auténtico mercado de este tipo de fuerza de trabajo; el licenciado universitario, como trabajador intelectual, se ve sometido a un proceso creciente de asalarización y de sujeción, por tanto, a las leyes generales del mercado de fuerza de trabajo en el capitalismo…entre ellas, el paro y el subempleo. De esta forma, el título universitario deja de tener, para el licenciado, una repercusión inmediata cara a una situación privilegiada en la producción o en la sobreestructura política o ideológica, perdiendo así su función de proporcionar privilegio económico-social, prestigio, adscripción a la clase dominante y perpetuación, en consecuencia, de la división social clasista del trabajo.
Es indudable, desde luego, que este proceso abre la posibilidad de incidencia, en los trabajadores científicos e intelectuales en general, de las fuerzas revolucionarias con vistas a la incorporación de los mismos a la lucha. Y es indudable también que esto –y no otra cosa– es lo que crea las condiciones para la concreción de la «alianza de trabajadores intelectuales y manuales» en estos (muy amplios) sectores. Pero no hay que olvidar que se trata de un proceso tendencial. Un proceso todo menos culminado (fundamentalmente en lo relativo a su traducción a la consciencia subjetiva de numerosos trabajadores intelectuales), por lo que no hay que pensar en una transformación de la noche a la mañana de los trabajadores científicos e intelectuales en proletarios con consciencia de clase incluida.
Si a eso se une el dato –no menos evidente– del enorme desarrollo alcanzado en nuestros días por el aparato represivo y los aparatos ideológicos de estado, que cumplen predominantemente un papel de elaboración, reproducción e inculcación sistemática de la ideología y sistema de valores dominantes, o lo que es igual, de elaboración de consensus, en cuanto dominio interiorizado, se comprenderá la necesidad de insistir una y otra vez en la lucha contra la dominación a todos los niveles. Y también, obviamente, en cuantos afectan a las condiciones objetivas y subjetivas llamadas a hacer posible la consecución de la alianza que nos ocupa.
Todo ello y, fundamentalmente, el fortalecimiento del estado en su sentido más amplio (hegemonía acordada de coerción), que hace que tengamos que habérnoslas con un estado cada vez más abarcador y diversificado, que no resulta posible cambiar de un solo golpe, obliga asimismo a plantear –también una y otra vez: y en la falta de un planteamiento suficientemente enérgico de este punto hay que cifrar uno de los huecos principales del documento que comentamos– la necesidad de ganar la hegemonía, ahora más que nunca. Incluso antes de que se produzca el punto de ruptura que supone el cambio en la naturaleza de clase del estado.
Pues bien, el término «revolución de la mayoría»’ (como proceso y punto de realización de esta ruptura) sólo es válido, de acuerdo con un análisis medianamente marxista del problema, en el contexto de ese nuevo bloque histórico que debe ser reformulado como como alianza de fuerzas políticas y sociales antimonopolísticas –que no otra cosa es, ni puede ser, la «alianza de las fuerzas del trabajo e intelectual»’– bajo la hegemonía de la clase obrera. Que dichas fuerzas, con independencia de su consciencia actual, sean objetivamente mayoritarias, no nos debe llevar a utilizar el término «revolución de la mayoría», como definidor del nuevo bloque histórico, sino que, por el contrario,es este concepto el que define y da su pleno sentido a aquél. Y con «sentido», aquí no se apunta, claro es, sino a su contenido de clase. Sólo así ese bloque histórico será lo que Gramsci entendía como tal: la cohesión de un bloque revolucionario capaz de transformar totalizadoramente una formación social dada.
11. Observaciones para una posible reedición del folleto «Por una enseñanza democrática» (PUED), 1975
Juan-Ramón Capella fechó este escrito entre interrogantes en 1975, advirtiendo que se trataba de un documento para la discusión interna en el PSUC.
El objetivo de las observaciones está explicitado por el propio Sacristán en el punto 2 del apartado I: «La presente intervención tiene ante todo el sentido de favorecer una segunda edición corregida y tal vez un poco aumentada». El texto circuló internamente, entre la militancia del PSUC.
I. 1. El folleto PUED (Por una enseñanza democrática), principalmente debido a la iniciativa e incluso, en parte principal al trabajo del CE [Comité ejecutivo], es, pese a su brevedad, un texto importante que ha tenido ya una considerable difusión muchas veces requerida por enseñantes ajenos al P. También es muy buscado por maestros nacionales militantes. Sin disponer de datos acerca de su difusión por vía regular, lo que sí se puede afirmar es que todas las entregas recibidas hasta ahora se les han ido de las manos a los profesores universitarios del P. por peticiones de simpatizantes, neutros y hasta antipatizantes, por así decirlo. Es de suponer que esta facilidad de difusión responde a oportunidad del folleto e irá seguida por alguna influencia de su contenido.
El folleto tiene, visto en sí mismo, la importancia de formular por vez primera en textos oficiales del P., aciertos de comprensión básica del problema de la enseñanza y, posibilita por esa comprensión, una perspectiva general del planteamiento del problema, sin excluir el punto de vista de las objetivos más elevados de un P.C. Ya en la Introducción el folleto afirma el hecho –sin duda hoy percibido por todo el mundo, pero no dicho explícitamente por el P. hasta aquí– de que «la enseñanza es hoy un punto de ruptura importante de la estabilidad del régimen político-social», o sea, no sólo del sistema de gobierno (pág. 1). Y en la página 15 caracteriza de un modo esencial la LGE –lejos de las anteriores vacilaciones ante su significado– por los rasgos de «clasismo, demagogia, autoritarismo y malthusianismo». Por añadir un ejemplo más, el folleto se hace finalmente eco de que maestros y profesores son «trabajadores de la enseñanza» (pág. 14) no entidades indefinidas, como «fuerzas de la cultura» o cosas por el estilo.
Los aciertos del folleto, por lo demás, no se dan solo en ese plano fundamental: también el conjunto de los 18 «principios generales de la reforma democrática de la enseñanza» son notablemente completos y centrales, y las propuestas de lucha inmediata que les siguen parecen también muy logradas.
2. Aunque sea sólo a título de ejemplo, parece que eso basta para desear que el folleto siga teniendo difusión y que, de agotarse la edición existente, se proceda a otra que lo mejore. La presente intervención tiene ante todo el sentido de favorecer una segunda edición corregida y tal vez un poco aumentada.
II. 1. El excelente efecto y la importancia del folleto no deben sin embargo, ocultar ni pequeños defectos de corrección más o menos fácil que se enumeran luego ni, sobre todo, su debilidad principal: pese a ser materialmente fruto de muy pocos redactores, el folleto descansa o presenta una mezcla de compromiso de las tendencias marxistas y derechistas presentes en todo el P. La presencia de acentuaciones e incluso formulaciones incorrectas más o menos graves es de peso. Entre los principales temas afectados por un cierto utopismo derechista cabe destacar por su importancia:
a) EL ANALISIS.
a´) De la capa de los enseñantes: El folleto la considera unitaria y hasta construye una hipóstasis metafísica del enseñante, o trabaja con ella–«El enseñante recibe una remuneración insuficiente (…)» (Este ejemplo es de la pág. 31). Debajo de esta metafísica está el utopismo derechista que no analiza sobre la base de relaciones de clase, sino mediante el prejuicio pequeño-burgués de que todo el mundo está por «la» libertad. Pero, como lo indica muy instructivamente la c. Dolores en su intervención de clausura del VIII Congreso del PCE, no se trata de que todos los intelectuales –y, entre ellos, todos los enseñantes– se hayan puesto de repente al lado de la clase obrera o de la democracia, sino de que la vieja capa intelectual se está dividiendo. En el caso del folleto, por ejemplo, así: un catedrático de facultad universitaria tiene un coeficiente 5,5 para el sueldo base, unas dedicaciones variables –pero siempre altas–, y un incentivo mensual de cuerpo de 16.500 ptas.; un maestro nacional tiene (por ley, pero no percibido) un coeficiente salarial de 3,6, carece de dedicaciones y cuenta con un incentivo de cuerpo de 2.400 ptas, mensuales. Un catedrático universitario está considerablemente sobrepagado; un maestro nacional está seriamente sobreexplotado.
b’) De la LGE. A pesar de su buena definición, antes recordada, el folleto conserva en muchos momentos huellas de un temor a la eficacia demagógica de la LGE que sólo se puede explicar por aceptación inconsciente de ideología burguesa. La LGE no ha engañado nunca a ningún marxista: estaba más clara que el agua desde que salió, y la definición que ahora, en 1973, da el folleto, vacilando otras veces, estaba impresa en Realidad hace años. Pues el folleto vacila. En la página 2, por ejemplo, dice que «La LGE como maniobra integradora es un fracaso». La LGE no fue nunca una maniobra integradora, sino represiva y malthusiana: lo integrador, lo demagógico, fue la propaganda que el gobierno hizo de ella.
c’) De la relación entre la lucha por objetivos bajos y la lucha por objetivos elevados. La relación, por ejemplo, entre «mejoras reales» de la enseñanza en un barrio, una facultad, etc., y los objetivos elevados de revolución cultural está probablemente bien vista por el folleto. Pero la formulación hace que no lo parezca. Falta, sobre todo, en su formulación, precisar que las mejoras alcanzables dentro del sistema no anulan nunca las contradicciones básicas de la enseñanza en esa mismo barrio, en esa misma facultad, etc., que la única «mejora real» que saca de la contradicción es la transformación social cualitativa de la enseñanza (en el marco de la de la sociedad). Este punto es muy importante, porque su mala formulación acarrea la deformación de la conciencia revolucionaria de los militantes que leen el folleto. Este les dice, por ejemplo «los trabajadores de la enseñanza y los estudiantes de cada barrio o localidad pueden desarrollar luchas para la solución de sus problemas» (pág. 30). La palabra «solución» aplicada a lo que se puede conseguir con reivindicaciones legales y modestas es deformadora de la consciencia revolucionaria; lo mismo, y acaso más gravemente, lo es ahí la palabra «sus», que es germen, en ese contexto, de individualismo y de absentismo político. Estas consideraciones pueden parecer demasiado teóricas; pero entonces habrá que llamar más en general la atención acerca de las cuatro verdades básicas y ya sólidas del análisis o la interpretación política del lenguaje y de sus efectos en la vida subconsciente de los individuos.
Otras veces la posible buena comprensión de las relaciones entre luchas por objetivos bajos y luchas por objetivos altos queda estropeada por manifestaciones de derechismo que no son simplemente lingüísticos y subconscientes, sino abiertas. Así, por ejemplo, en vez de invitar a reivindicar sin más la enseñanza gratuita, el folleto aconseja pedir el «cumplimiento de algunos aspectos de la LGE (gratuidad,…)» (pág. 30). Eso es simple vicio legalista: se trata de lanzar la consigna de gratuidad, porque es ya posible hacerlo; si luego viene un demagogo y dice: «Eso ya lo estatuye la ley», los trabajadores tienen que ser invitados por un PC a contestar «Pues más a mi favor, y que se vea», en vez de a balar quejumbrosamente «Por eso lo pedimos, señor delegado». No digamos ya los militantes, que deberían ser siempre, en textos así, los lectores en que primero se pensara.
d’) De los hechos. El legalismo paternalista de derechas, que siempre subestima la conciencia revolucionaria de los trabajadores y, sobre todo, su capacidad de adquirirla, da lugar a un análisis de los hechos a veces completamente falso (ejemplo: la estimación de las convocatorias del SEM y su función en la huelga de los maestros nacionales); por lo demás, este año se ha visto perfectamente en Barcelona que militantes que han trabajado con esas convicciones legalistas y subestimadoras de la capacidad revolucionaria del movimiento no han tenido ni tienen prácticamente audiencia, mientras que cc. que han procedido del modo que en el folleto se llama repetidamente «teórico y abstracto», «minoritario», han conseguido influencia y proyección.
Otras veces la ceguera ante los hechos es, por el contrario, de un excesivo optimismo, aunque la base de este optimismo sea la misma que la de aquel pesimismo, porque se trata siempre de pesimismo respecto de la acción o la idea revolucionaria y optimismo respecto de los efectos de alguna combinación legalista en semi-colaboración con alguna instancia del poder. Así, la afirmación de que las concesiones del gobierno a los maestros nacionales propietarios no frenaron la lucha es, desgracidamente, falsa: de hecho la liquidó en seis días: de la noche del 30 de enero, en que la Televisión dio la noticia de la concesión pecuniaria, hasta la tarde del 6 de febrero, en que los últimos maestros nacionales en huelga –ya una minoría– votaron la vuelta al trabajo, abandonando –cosa natural en esta fase del movimiento– a las demás categorías (Añádase que los días 3 y 4 de febrero no eran lectivos).
b) EL PRACTICISMO Y EL TACTICISMO UTÓPICO.
a’) El folleto, sobre todo en sus páginas finales, habla repetidamente contra el trabajo teórico abstracto, contra el voluntarismo, contra la palabrería revolucionaria, como si ésos fueron hoy los principales vicios del P. y no, precisamente, los contrarios a ésos. Pero ocurre que no sólo hay voluntarismo izquierdista, sino también derechista, practicista y tacticista. Después de subrayar mucho la necesidad de practicar un cuidadoso realismo en la presentación de las reivindicaciones más modestas, después de insistir en que el hacer teoría no sirve más que para que minorías se encierren en sí mismas, porque eso no es cosa de las masas, el folleto declara: «Hoy es esencial desarrollar la participación de estudiantes, enseñantes y padres de alumnos en la Asamblea de Catalunya y sus tareas (…)» (pág. 35). Ahora bien: si temas como la incapacidad del capitalismo para resolver el problema de la enseñanza, o como el de la presencia, ya hoy, en el modo de funcionar el trabajo moderno, de condiciones para pensar otra división del trabajo en la que la jornada de trabajo fuera mucho más corta, los servicios sanitarios y educativos, los transportes, etc., infinitamente superiores, las ciudades incomparablemente más sanas, si temas así no pueden captar el interés de las masas porque son «teóricos y abstractos», es del todo imposible a que éstas se interesen por un detalle de técnica política, verdaderamente de especialistas hoy por hoy, como es la Asamblea de Cataluña o las mesas de cualquier forma geométrica. Eso sí que es abstracto, creer que así se hace un movimiento, con detallitos de táctica. Lo malo es que es abstracto sólo, ni siquiera «teórico y abstracto», sino «derechista y abstracto». Es la utopía tacticista eterna de la derecha obrera.
b’) El vicio de tacticismo y practicismo es hoy particularmente peligroso en el terreno de la enseñanza. O, corrigiendo: lo es en todos, pero en el de la enseñanza tiene una curiosa explicitación hoy día. El folleto condena seriamente por dos veces la discusión «teórica abstracta», pero, como es natural, no plantea ni huele siquiera ninguno de los dos grandes problemas que –«primero» teóricos, dentro de nada prácticos o prácticos ya en algunos lugares del mundo– se nos van a echar encima en los próximos tiempos: el movimiento por una salida individualista religiosa al problema de la enseñanza y el problema de la visible disminución de la rentabilidad de la inversión en ciencia en los países capitalistas. Sin respuesta a estos dos problemas, uno no tiene hoy derecho a decir que es un P marxista. Entre los PP del P se está trabajando sobre los dos problemas. (Para que se aprecie su realidad: bajo la inspiración de consejeros eclesiásticos, el Perú, Malí y otros países atrasados están iniciando una reforma de la escuela en la línea de Freire e Illich. Varios grupúsculos franceses e italianos publican ya en ese sentido: eso quiere decir que el curso que viene tendremos el tema entre los izquierdistas barceloneses más enterados de lo que se lleva en materia de hacer la puñeta al PC. Ya este año, en Barcelona mismo, la librería de las comunidades cristianas de base difunde todo el Freire editado legalmente y ofrece, con bastante valentía, Freire ilegal a ciclostil, a 100 ptas., el ejemplar. Se han agotado 6 ediciones del ilegal: eso supone un mínimo de 24.000 enseñantes propietarios del texto. ¿Y cuántos lectores ya? Las masas no son tan analfabetas como se cree el utopismo de derechas. Sobre todo cuando son masas de enseñantes. Los pp. del P han podido hacer algo frente a eso: una campaña de conferencias en Mallorca, Valencia, Santiago y Barcelona, y una sesión en el Colegio de Doctores y Licenciados en Ciencias y Letras con ocasión de la publicación de un artículo en el Boletín (legal, legal) del Colegio, en el cual se rozaba el tema).
III. 1. Tal vez no sea fácil mejorar el folleto en ésa su principal debilidad, o sea, eligiendo el paso del derechismo en él y, con eso, las tendenciales contradicciones que tiene (porque también ha intervenido en su redacción la tendencia marxista). Puede no ser fácil porque ese derechismo es una realidad en el P, y no un vicio personal de individuos, sino resultado de la falta de teoría y de una inveterada práctica tan generosa (a menudo) cuando tacticista (casi siempre). Pero, de todos modos, como el sentido del folleto en la vida del P y en la proyección del mismo y su política es positivo en última instancia, hay que repetir que la importante es mejorarlo y reeditarlo.
2. Hay algunos defectos nada imposibles de corregir, aunque no lo son sólo del folleto. Se trata de lugares comunes de mala teoría que hemos recibido del pasado. Por ejemplo, la vieja tesis sobre el «atraso» español: «debido al desarrollo tardío e inconsecuente de la revolución burguesa en España y al compromiso de la burguesía capitalista con la aristocracia feudal, la oligarquía dominante española no ha tenido nunca, en los dos últimos siglos, concepciones modernas burguesas sobre la enseñanza» (p. 6). Eso no puede ser nunca la explicación del atraso de la educación en España. Podía perfectamente haber ocurrido aquí lo que el «atraso alemán» –ahora en serio– provocó, según Marx, en Alemania, a saber, que éste fuera el país de punta en la educación y en la ciencia. Por lo demás, esto vale para todo el campo social: también la burguesía alemana se desarrolló tardía e inconsecuentemente, y también pactó con los terratenientes, y ahí está ella, más moderna que Dios, y creando la universidad moderna cuando ni siquiera tenía vigor el primer gran movimiento burgués, la constitución en nación. No hay por qué insistir en este punto: se trata de un tópico antidialéctico que hay que extirpar de una vez, en este tema de la enseñnza igual que en cualquier otro. Se explica que cayera en el error el joven Engels, al pensar que Alemania no tendría gran industria sino a través de la revolución democrática burguesa. Pero hoy se debería ya saber que las cosas pueden funcionar de otro modo, y no como en Francia (único país en que se basa el lugar común aquí criticado).
Otro de estos defectos corregibles, pero quizás no pronto, es el uso de la incorrección «alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura», muestra de la penetración de las ideas de la clase dominante en el P de la dominada, por la ecuación: cultura = subcultura superior burguesa.
Otra es el pseudo-concepto de «revolución científico-técnica». Y así alguna otra cosa más.
3. Otros defectos, también propios de todo el pensamiento mayoritario del P, creo que probablemente van a ser de corrección más rápida: la idea de que la reforma ha de ser «antifeudal» (pág 36) (pág 16), la misma idea de que se trata de »reforma» (por todo el folleto hay que eliminar la palabreja simbólica del derechismo), la ingenua tontería «legalidad de hecho», verdaderamente impropia, como solecismo, en un escrito oficial de enseñantes…
4. Por último, hay que corregir meros descuidos:
-»el medio escolar goza de autonomía» (p. 5) se debe corregir por «el medio escolar goza de cierta autonomía».
– el «Pau Vila» citado en la pág. 6 era Pere Vila, porque Pau, que recordemos, era sólo el geógrafo, no el pedagogo; habrá que comprobar.
– «la demanda de mano de obra fuese prácticamente inexistente» (pág. 7) se debería corregir por «la demanda de fuerza de trabajo calificada fuese muy baja».
– «de todos los que no vayan al bachillerato, es decir, de las tres cuartas partes de los niños españoles de 14 años» (pág.12). Seguramente mucho más de los 3/4. También los 9/10. Hay que buscar las cifras.
IV. Más delicado será, sin duda, el retoque, que consideramos necesario, de los 18 principios de la «reforma», porque se trata de cuestiones más específicas, en las que la discusión requiere más conocimiento técnico y puede caer mas fácilmente en bizantinismos de especialistas.
El principio 2, el de estabilidad se debe disminuir en su estatalismo, a tenor de lo que dice el principio 8 y del principio 17.
El principio 4, el de laicidad, contiene la expresión «sociedad pluralista» que es antimarxista. Habría que corregir por «cultura pluralista» o suprimir la desgraciada expresión. En el mismo punto, lo de «criterios exclusivamente racionales» se debe redactar más sensatamente. Por ejemplo: criterios de la mayor racionalidad alcanzable.
El principio 9, el de la escuela única, no debe caer en el vicio de homogeneización, único punto de razón del curioso reformismo anarquista de derechas del Perú, y del mismo Freire.
El principio 15, el de la estabilidad del enseñante en el trabajo, debe incluir el reconocimiento del derecho del enseñado a recusar enseñantes.
El principio 16, el del «cuerpo único de enseñantes» se tiene que volver a discutir, porque, a pesar de su sentido democrático radical, acertadísimo, contiene la palabra «cuerpo», lo cual implica la concepción de todos los enseñantes como funcionarios, contra algunas alusiones del mismo folleto y contra otros abundantes textos del P y de movimientos y organismos de masas (ejemplos: Coordinadora Nacional de PNN de Granada, 1972; las Coordinadoras Nacionales I, II y II de PNN de 1973; la Hoja de PNN de enseñanza media de 12 de marzo de 1973; la Declaración del Decano del Ilustre Colegio de Doctores y Licenciados en Ciencias y Letras de Barcelona, de 2 de marzo de 1973; la Asamblea de PNN de la Universidad de La Laguna del mismo 2 de marzo de 1973; la Asamblea de PNN de Barcelona (central) del 20 de febrero de 1973, la Hoja Informativa nº 1, de los PNN de Filosofía y Letras de Barcelona (Central), de 10 de marzo de 1973; el borrador de los PNN de Ciencias Económicas, Información, Derecho y Letras de Barcelona (Autónoma) del 28 y 30 de mayo de 1973; la declaración de la Asamblea de PNN de la ETSIIB de 24 de mayo de 1973; el proyecto de comunicado de una conferencia permanente de enseñantes de todas las categorías; la propuesta de bases de discusión de la primera conferencia de los profesores comunistas de las Universidades españolas, de mayo de 1973 (23); etc.) todos los cuales se pronuncian contra el principio administrativo y por la concepción laboral de la relación enseñante-centro. Se podría sustituir «cuerpo único de enseñantes» por «status único de los enseñantes» o «status único de enseñante».
V. Los numerosos puntos en que el folleto parece necesitado de mejora no hacen inútil ni demasiado complicado el trabajo. El CE prestó un servicio al P cuando decidió la elaboración de este texto. Por lo demás, él mismo se presenta modestamente como «punto de partida para una investigación…», aunque luego –por la contradicción entre las varias tendencias que se combinan en inestable compromiso en él– se ponga a condenar teorías e investigaciones. Esa investigación posterior se ha realizado en poca medida, pero algo se ha hecho: está el proyecto de comunicado de la conferencia permanente de enseñantes, las bases de discusión de los pp comunistas, los ciclos de conferencias y seminarios dados en prolongación de los problemas que previamente había resuelto o estudiado nuestra prensa. Es verdad que esas actividades, generalmente de profesores sólo, se ha organizado más por ellos mismos e incluso, paradójicamente, con el concurso de estudiantes de otros grupos, que con participación de otros sectores del P. Eso puede explicar una anomalía de la reunión en la que se presenta este informe, a saber, que, al anunciarla en julio, se dijo que los materiales a discutir incluirían, además del presente folleto, unos editoriales de M.O. (24): y los citados documentos en los que han intervenido muy activamente los profesores del P. Al celebrarse la reunión, su orden del día, seguramente por falta de tiempo, ignora todo eso. Es de temer que, por este procedimiento, unos estén siempre en el «punto de partida para una investigación» y otros pierdan miserablemente el tiempo que acaso usaran más seria y responsablemente «investigando» y «trabajando».
Los fragmentos del documento «Per un ensenyament democràtic (documento elaborado por los enseñantes del PSUC)» que cita Sacristán en su escrito:
El documento del PSUC tiene el siguiente índice:
1. Introducción.
2. La enseñanza como mecanismo social.
3. Antecedentes históricos de la Ley General de Educación.
4. La ley General de Educación.
5. Principios generales para una reforma democrática de la enseñanza.
6. Objetivos actuales.
7. La lucha de masas por una enseñanza democrática.
8. Los movimientos de enseñantes.
9. Los movimientos de estudiantes.
10. Significación político-social de la lucha en torno a la enseñanza.
En total, 35 páginas.
A. Del apartado I del papel de Sacristán:
1. Introducción, pág.1. El papel de la enseñanza.
«Las luchas que desde hace años se producen entre los estudiantes universitarios, su extensión a los estudiantes de bachillerato, la aparición de luchas reivindicativas entre los enseñantes y particularmente la movilización sin precedentes de los maestros en una huelga que se extiende por todo el país y que representa una explosión del malestar acumulado durante treinta años de vejación sistemática, las acciones en los barrios y entre la población en general, en el contexto de la aplicación de las LGE y de los decretos que la acompañan, son una prueba indiscutible de que la enseñanza es hoy un punto de ruptura importante de la estabilidad del régimen político-social imperante en el país».
2. Valoración de la LGE. p. 15
«En suma, puede decirse que la Ley General de Educación obedece a la necesidad de la oligarquía de adaptar el sistema educativo al rápido crecimiento industrial de la última década, pero que se mantiene en el marco clasista que impone la clase dominante y que choca con los retrasos estructurales de la economía del país, así como con la rigidez del sistema político dictatorial y con los intereses creados en el sector privado de la enseñanza. De este conjunto de condicionamientos se desprenden sus características esenciales: clasismo, demagogia, autoritarismo y malthusianismo»
3. Trabajadores de la enseñanza, p. 14:
«La situación laboral de maestros, licenciados y profesores es tan angustiosa o más que antes: retrasos en el pago, inestabilidad laboral, control político en el sector estatal; crisis y bajos salarios en el sector privado. El paro de maestros y licenciados, en consecuencia, aumenta mientras faltan por escolarizar centenares de miles de niños. Esta es la situación que espera, por otra parte, a promociones enteras de estudiantes de carreras universitarias o de grado medio que tienen como salida normal la enseñanza. En torno a este problema pueden converger estudiantes y trabajadores de la enseñanza.
En su intento de impedir la aglutinación de un frente único de trabajadores de la enseñanza, el régimen acentúa las grandes diferencias ya existentes entre los diversos sectores e intenta sobornar a los más privilegiados mediante aumentos discriminatorios e irritantes de los «incentivos al cuerpo»..»
4. Principios de la reforma democrática, pp. 16-26:
1. Dirección democrática de la política educativa.
2. La enseñanza es concebida, como un servicio público fundamental, cuya responsabilidad corresponde al Estado.
3. La enseñanza será totalmente gratuita a todos los niveles.
4. La enseñanza será laica y sus contenidos corresponderán a criterios exclusivamente racionales y científicos. Estará garantizada la libertad de cátedra.
5. Obligatoriedad del catalán e inclusión a los estudios de las realidades culturales, sociales e históricas de Catalunya. Respecto a las minorías étnicas.
6. Coeducación y equiparación de la mujer con el hombre.
7. Elevación del límite de escolaridad obligatoria. Escolarización total.
8. Extensión y mejoramiento de la enseñanza preescolar.
9. Escuela única.
10. El derecho a la capacitación profesional es un aspecto fundamental del derecho a la educación..
11. La enseñanza superior será una enseñanza superior de masas.
12. La enseñanza ha de ser concebida como formación permanente.
13. Un sistema educativo progresivo ha de ser, desde el punto de vista académico, global y abierto.
14. El Estado democrático desarrollará una política de impulso de la
investigación.
15. Revalorización material y moral de la función del enseñante de todos los niveles y auténtica política de formación del profesorado.
16. Cuerpo único de enseñantes.
17. Cogestión democrática de los centros.
18. Los niños minusválidos y subnormales tienen el mismo derecho que los otros niños a la educación.
B. Del apartado II del papel de Sacristán.
1. Remuneración insuficiente, p. 31.
«Por otra parte, el trabajador de la enseñanza es un asalariado o un funcionario y, como tal, tiene sus propias reivindicaciones, igual que los otros trabajadores. El enseñante recibe una remuneración insuficiente y, a menudo, irregular; se ve condenado a la pluriocupación; no encuentra las condiciones materiales ni pedagógicas para ejercer su función…»
2. De la LGE, p. 2.
«En los sectores donde ha habido luchas –como la Universidad y los institutos de enseñanza media– la aplicación de la ley no ha impedido un incremento de la represión, como lo prueba las medidas contra la Universidad, la exigencia de certificados de buena conducta que ya ha provocado la expulsión de centenares de profesores de instituto, la existencia de listas negras de profesores y estudiantes, la destitución del equipo de Díez-Hochleitner y el nombramiento de un nuevo equipo ministerial y de las nuevas autoridades de clara significación ultra. En este sentido, la Ley General de Educación como maniobra integradora es un fracaso».
3. Luchas para la solución de sus problemas y la exigencia del cumplimiento de la LGE, p. 30.
«Las masas trabajadoras han de ponerse en movimiento –tal como lo hacen ahora– en lucha para la resolución de todos los problemas, empezando por los más inmediatos. Los problemas de la enseñanza son importantes en todos los sitios, pero se agudizan sobre todo en los barrios y localidades más pobres, donde se acentúan las malas condiciones y la falta de escolarización. A través de las organizaciones legales existentes de todo tipo, de nuevas formas de organización paralegales abiertas, el pueblo, y con él, los trabajadores de la enseñanza y los estudiantes de cada barrio o localidad pueden desarrollar luchas para la solución de sus problemas. La exigencia de que se cumplan algunos de los aspectos de la LGE (gratuidad, condiciones en que se imparte la enseñanza, etc) pueden ser uno de los primeros factores de movilización…»
4. Sobre el legalismo, p. 31
«Para unir a las masas es indispensable la utilización de las posibilidades legales: Asociaciones de Catedráticos y Agregados de Instituto,… El aprovechamiento correcto de las posibilidades legales ofrecidas por las asambleas del SEM, a pesar de sus dirigentes fascistas, constituyen un magnífico ejemplo de como ha podido aglutinarse por vez primera los maestros en vastísimas luchas con muchos ciudadanos españoles y plantear abiertamente sus reivindicaciones con una envergadura y una repercusión jamás conseguida hasta ahora; la hulega general ha estado organizada desde las propias asambleas. Las elecciones para enlaces sindicales, en el sector privado, ha de merecer también la atención de las fuerzas democráticas, de cara a su lucha en torno de los convenios en particular…»
5. La Asamblea de Catalunya, p. 35
«Es necesario extender y profundizar este convencimiento y llevar con fuerza nuestra política de alternativa democrática, de pacto por la libertad, a los movimientos de enseñantes y de estudiantes, al pueblo que se levanta en defensa de sus derechos. Hoy es esencial desarrollar la participación de estudiantes, enseñantes y padres de alumnos en la Asamblea de Catalunya y sus tareas, y llevar la problemática a la educación; es esencial hacer ver que la destrucción de la dictadura es la condición primera para ir a la solución de la problemática educativa. La convergencia de estudiantes, trabajadores y enseñantes y otros sectores del pueblo en torno a las cuestiones educativas puede favorecer la aparición y consolidación de Asambleas Democráticas en los barrios, localidades y comarcas, y de órganos de coordinación que hagan suya la alternativa democrática»
C. Apartado III del papel de Sacristán.
1. La revolución burguesa en España (p. 6)
«Debido al desarrollo tardío e inconsecuente de la revolución burguesa a España y al compromiso de la burguesía capitalista con la aristocracia feudal, la oligarquía dominante española no ha tenido nunca, en los dos últimos siglos, concepciones burguesas modernas sobre la enseñanza. Por esta razón, así como por el retraso económico general del país, el sistema educativo arrastra décadas de retraso en comparación con otros países capitalistas. Mientras que en 1900, el analfabetismo era ya prácticamente inexistente en algunos países del centro-norte de Europa, en España era todavía del 45,27%»
2. La alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura, p. 35
«La convergencia que hoy se produce en torno a las cuestiones educativas entre estudiantes, enseñantes y trabajadores es una concreción particular de una convergencia más general entre todos los trabajadores manuales e intelectuales, del campo y de la ciudad, la alianza de las fuerzas del trabajo y de la cultura, que es la alianza de las fuerzas interesadas en las conquistas de la democracia, la destrucción del régimen de capitalistas y terratenientes»
3. Reforma antifeudal, p. 36.
«Nada más la conquista de la democracia política y el establecimiento de una democracia antifeudal y antimonopolista camino del socialismo podría suprimir los obstáculos clasistas que gravitan catastróficamente sobre la educación en nuestro país y permitirán establecer los fundamentos reales de una profunda transformación democrática, moderna y progresiva de la enseñanza» (p.36)
4. La revolución científico-técnica, p. 15.
«Una tarea general para las fuerzas democráticas será la transformación revolucionaria de un sistema de enseñanza arcaico, clasista y regresivo, supeditado a los intereses de la oligarquía parasitaria y presidido por un lastre de ideología reaccionaria, en un sistema de enseñanza al servicio del pueblo, presidido por una orientación democrática y progresista, y que esté en correspondencia con el desarrollo de la ciencia y la técnica modernas, de cara a las transformaciones aceleradas que la revolución científico-técnica supone en las fuerzas productivas»
D. Apartado IV del papel de Sacristán.
1. Los 18 principios de la reforma democrática.
Texto 4, apartado A.
12. Cinco céntimos de teoría
Jove Guàrdia fue el órgano de expresión de la Juventud Comunista de Cataluña. Sacristán colaboró en una sección de la publicación –«Cinco céntimos de teoría»– en algunos números de 1975 y 1976. También fue entrevistado por la revista en 1978 sobre la Primavera de Praga. Publicó los artículos con pseudónimo.
12.1. La cultura popular.
Apareció en Jove Guàrdia, año V, nueva época, mayo 1975, p. 8. Firmado como G. J.
Una cultura es el conjunto de normas y valores de una manera de vivir, o sea, un conjunto de reglas de la conducta económica (de los modos de trabajar, consumir y poseer), social (comportamiento familiar, de grupo, estatal, cuando hay estado), en las ideas, en el conocimiento, en el arte, en el tiempo ocioso, etc., y un conjunto de valores correspondiente. Así que una tribu de cazadores del Amazonas, por ejemplo, sin lengua escrita, sin objetos de metal, etc., pero con sus costumbres observadas por todos los miembros, no sólo no es un grupo de incultos, sino que es un grupo de seres humanos con una cultura probablemente mucho más sólida, más organizada e integrada que la nuestra en una gran ciudad industrial capitalista.
Cuando a la palabra «cultura», en vez de usarla en ese sentido básico y principal (que es el sentido que le dan los científicos que estudian el tema, los antropólogos y los etnólogos), se le tienen que añadir adjetivos y hay que hablar de «cultura popular» y «cultura superior», por ejemplo, entonces es que la sociedad de que se trate está dividida en clases sociales. Por eso está justificado y no es ningún vicio de sectarismo afirmar que hoy, en nuestra sociedad, existe una cultura burguesa, la del bloque de clases dominantes, con matices varios que son lo que se llaman subculturas, culturas parciales: por ejemplo, la subcultura de la pequeña burguesía comercial.
Entonces, ¿qué es cultura popular? Probablemente no es nada, del mismo modo que nunca se sabe muy bien qué quiere decir «el pueblo», aparte de ser una palabra muy cómoda para los reformistas y los nacionalistas. A lo sumo, «cultura popular» puede querer decir una combinación de elementos de subculturas proletarias, campesinas, pequeño-burguesas urbanas y marginales (o sea, minoritarias) de la ciudad y del campo.
Pero no hay que idealizar precipitadamente las subculturas proletarias. Porque, además de tener en el trabajo socializado, la cooperación, la solidaridad, el igualitarismo, etc., semillas posibles de culturas comunistas, las formas de vida obreras tienen también, y básicamente, el poso del ser explotado y el ser oprimido, y ese poso da rasgos culturales, rasgos de formas de vida que no podrían sobrevivir en una sociedad comunista». Por ejemplo, «las costumbres debidas a las malas condiciones de vida material, o la ignorancia forzada de muchas cosas, y, sobre todo, lo atomizado, desorganizado o contradictorio que es en el ambiente industrial lo que se sabe y lo que se siente». Remontándose dos o más generaciones en sus familias, los obreros industriales y de los servicios urbanos básicos procedían de ambientes artesanos o de ambientes campesinos que tenían sólidas subculturas bien organizadas. El capitalismo las había deshecho, pero, «por otra parte, no puede tampoco permitir que se constituya una nueva cultura del trabajo industrial moderno porque esa cultura tendría que ser la forma de vida colectivista de la solidaridad, la forma de vida del socialismo y el comunismo.
12.2. Grandes descubrimientos en el Día del Libro
En JG, año V, n.º 4, junio de 1975, p. 6, firmado también como G.J.
El varón domado se titula el libro más vendido en el último día del libro. Su autora, Esther Vilar, descubre que la mujer no sufre ninguna opresión ni discriminación en nuestra sociedad, sino que, al contrario, explota al hombre, para lo cual tiene montado todo un sistema de doma o amaestramiento de los caballeros desde que son niños. El varón amaestrado se cree que domina y es dominado y explotado por la mujer.
Los otros dos grandes éxitos y descubrimientos científicos de esta primavera son del antiguo sacerdote y rector universitario Ivan Illich. Este ha descubierto que sobran escuelas y hospitales, y nos lo ha contado personalmente por los mismos días en que en Barcelona morían dos niñas por falta de parvularios y varios enfermos quirúrgicos por falta de servicios suficientes de la seguridad social y sanitarios en general.
El libro de Esther Vilar es gran negocio, hecho con una clientela general. Los libros de Ilich son mucho más modestos como negocio, porque los compra una clientela especializada, principalmente de profesionales de la enseñanza y la sanidad. También tienen más pretensiones intelectuales. Lo que no quiere decir que tengan más verdades que los de Esther Vilar, pues también ella dice las suyas. Sin duda es frecuente en las varias capas de la burguesía el parasitismo de las mujeres (como lo era el de ciertas esclavas de grandes ricos antiguos). Eso es tan verdad como que la escuela tiene entre sus funciones la de integrar a los niños en la sociedad según las necesidades de buen funcionamiento de ésta, o sea, según el interés de las clases dominantes. O tan verdad como que la organización mercantil y autoritaria de la sanidad promueve tiranías y dependencias, aparte de explotación, e incluso que causa enfermedades específicas. Esas son verdades importantes que los comunistas no pueden ignorar ni olvidar, como las ignoran los progresistas. Cada una de esas verdades apunta a una cuestión importante que habría que estudiar con detalle. Pero en esta hoja sólo se va a intentar decir algo sobre el elemento político e ideológico común a los éxitos editoriales e intelectuales de esta primavera.
Lo más claro que tienen en común esos descubrimientos de que en nuestra sociedad la mujer domina al hombre y sobran escuelas y camas de hospital es su función de ayuda al sistema capitalista en un momento de crisis económica y cultural. En el caso de Esther Vilar y El Varón domado, la ayuda al sistema es indirecta, por debilitación del contrario, sembrando escepticismo sobre el movimiento de liberación de la mujer. En el caso de Ilich es una ayuda directa y a lo bruto, a pesar de su elaborado estilo literario, cargado de metáforas brillantes: se trata de negar la existencia de problemas que el capitalismo moderno ( a diferencia del antiguo, que hablaba como habla Illich) aseguró poder resolver cuando Illich no había descubierto aún que no existen. Ahora que este autor (que, como muchos otros, se cree, sin serlo, crítico del sistema) le ha hecho ese descubrimiento, el sistema se aviene a declarar que son problemas insolubles porque no hay que solucionarlos: no existen. Entre una y otra actitud está el final de lo que se llamó «milagro económico» del capitalismo en la postguerra de 1945, y la crisis material e ideológica del desarrollismo.
Lo más profundo que tienen en común esos descubrimientos es su naturaleza reformista: llegados a la comprobación de que ni la sociedad capitalista más moderna resuelve los problema de la discriminación de la mujer, de la educación y de la sanidad, por ejemplo (o de la relación ciudad-campo), se propone una suavización de los problemas, en vez de dejar y hacer que las contradicciones se agudicen hasta estallar revolucionariamente. Pues ninguno de los descubridores propone soluciones radicales: ni Esther Vilar quiere lanzarse a la liberación del hombre (que sería la liberación del trabajo asalariado, de la fuerza de trabajo-mercancía), ni Ivan Illich propone la supresión de las escuelas públicas, los hospitales, etc. Vilar aconseja más bien que cada mujer se resuelva sus asuntos, e Ilich tiene bastante con que la instrucción no sea general, obligatoria y pública.
Puesto que los descubrimientos de Illich son los que realmente están pensando en serio, y no sólo para hacer negocio, vale la pena observar que Illich desemboca en esas propuestas moderadas –a pesar de todo el radicalismo verbal en sus argumentaciones y análisis– en el mismo momento en que, por ejemplo, la FIAT amenaza al estado italiano con negarse a pagar parte de los impuestos destinada a la educación y tomar ella misma en sus manos la enseñanza de «sus» aprendices, obreros, técnicos y administrativos; y los grandes mandarines de la medicina amenazan a los sindicatos con boicotear la seguridad social; y la gran burguesía imperialista norteamericana limita su inversión en ciencia y en lo que sus teóricos llaman «capital humano». La oportunidad de este falso radicalismo da que pensar sobre la profundidad del largo «miércoles de ceniza» del sistema que estamos viviendo.
En la solapa de su traducción de El varón domado, señalaba Sacristán:
Ester Vilar nació en Buenos Aires en 1935, de padres emigrados de Alemania. Ha vagabundeado por media América, Africa y Europa, de secretaria, obrera industrial, vendedora, intérprete.
En la nota introductoria de la traducción, observaba:
Dos advertencias del traductor.
1ª. El alemán dispone de un término simple (‘Mensch’) para el concepto de ‘ser humano’, y de otro (‘Mann’) para el concepto de «ser humano varón». Las lenguas latinas tienen que contentarse con el derivado de ‘homo’, que, trátase de ‘uomo’, ‘homme’, ‘hombre’, etc. dice él solo, según los casos, «Mensch» o «Mann». Avergoncémonos. Y resolvamos el problema usando oscilantemente –pero sin posibilidad de confusión– ‘hombre’, ‘varón’, ‘ser humano’, e incluso (creo que sólo una vez) ‘Homo sapiens’. ‘Mujer’ no tiene problema. Porque, aun cuando los alemanes disponen, también en este caso, de un matiz para nosotros desconocido –’Weib’, neutro, la mujer en cuanto hembra de la especie Homo sapiens, y ‘Frau’, femenino, la mujer en cuanto compañera del (hoy degradado) ‘Herr’, señor–, en este caso el matiz es feudalizante y son ellos los que se tienen que avergonzar.
2ª. «Der dressierte Mann» significa literalmente «el varón amaestrado».
Con el galicismo «dressieren» los alemanes designan la actividad de amaestrar animales, salvajes o domésticos, principalmente para el circo; pero también el corriente amaestramiento de los perros, por ejemplo, para que realicen actividades o adopten posturas más o menos caricaturescamente humanas. Por lo tanto, «el varón amaestrado» habría sido traducción más literal del título alemán.
Pero el sustantivo correspondiente al verbo ‘dressieren’ –’Dressur’– significa, en general, el arte del domador y su efecto. En castellano decimos domador, no amaestrador. Consiguientemente, ‘Dressur’ se debe traducir por ‘doma’. Ocurre, además, que el arte del domador incluye, junto con el primario y básico dominar, también el amaestrar. Por donde «amaestramiento» se puede considerar incluido en la comprehensión de «doma»
Por último –en enunciación y en importancia–: siendo el de traducir un oficio hecho principalmente de represión, y siendo particularmente represiva la traducción de este libro, me ha parecido peligroso para mí imponerme la represión ulterior de renunciar a retorcer –por lo demás, con completa fidelidad a la autora– la habitual traducción castellana del título de la comedia de Shakespeare (La fierecilla domada). Eso sin olvidar el viejo y cruel romance castellano del mismo tema luego dramatizado por Shakespeare. Etcétera.
El varón domado quiere decir, pues, «el varón domado con amaestramiento». Y en la traducción se usa `doma´ connotando conscientemente también «amaestramiento.
En carta del 11 de setiembre de 1972, dirigida a Javier Pradera, por aquel entonces editor de Alianza, Sacristán vertía algún juicio crítico sobre el libro de Vilar y sobre el oficio de traductor y la búsqueda de tiempo.
Querido Javier:
acabo de recibir tu carta del 8. Claro que me gustaría seguir traduciendo para Alianza cosas como Hempel y Toulmin. Interesarme, desgraciadamente, no. Cuando termine este verano –en sustancia, dentro de 9 días– habré traducido cuatro libros: un bonito ensayo de un discípulo de Lukács, G. Markús, para Grijalbo; un trivial ensayo de otra lukácsiana, A. Heller, también para Grijalbo (es lo que estoy acabando ahora); el precioso librito de Quine; y una mierda incalificable para Grijalbo: El varón domado, de Esther Vilar, que he traducido por petición personal suya, como favor, y firmando la traducción con una alusión cínica que él no pesca (he firmado «Máximo Estrella»). Pues bien: Márkus y la Heller me han reportado por jornada de trabajo (= 5 horas, incluida corrección) un poco más del triple que el Quine. La mierda de la Vilar, exactamente cuatro veces más. Sabes que no me interesa tener dinero, sino reducir el horario de trabajo. Si fuera consecuente, debería traducir sólo mierdas. Por otra parte, me sentí culpable por el hecho de que mi comentario al primer precio ofrecido por Alianza para la traducción del Quine provocara sin más un aumento. No tengo carácter para que eso se repita. En resolución, creo que podríamos llegar a un compromiso, por ejemplo, traducir un mes al año para ti –quiero decir, para Alianza, o Siglo XXI–, al primer precio que propongan Ortega u Orfila, y sobre tema epistemológico, a poder ser (incluida la lógica formal), o sobre tema marxista (lo digo pensando en Siglo XXI). ¿Qué te parece?
***
No me mandes el dinero a ningún sitio por ahora. Si por fuerza tienes que cogerlo (por alguna razón contable), falsifícame la firma y guárdalo hasta dentro de un par de semanas que estaré en Barcelona. No tengo cuenta corriente en Barcelona sino una cartilla de ahorros cuyo número no me sé. Te escribiré al respecto desde Barcelona.
***
Recuerda que, salvo grave ofensa de los correctores de Alianza, querría dar el visto bueno a las compaginadas antes de tirar el Quine. Devolveré en poquísimos días.
Un abrazo (o los que hagan falta)
También en carta de 20 de julio de 1972, anterior a la de Pradera, dirigida a D. I. Vidal de Ediciones Grijalbo, Sacristán hacía referencia, entre otros asuntos, a su traducción del libro de Vilar:
Estimado señor Vidal:
he recibido los envíos a que se refieren sus memoranda de los días 13 y 14 de julio. He empezado a traducir Der dressierte Mann [El varón domado] –que su suegro me recomendó– como urgente. En cuanto que haya leído los libros para informar le mandaré notas al respecto.
***
De acuerdo con el Sr. Grijalbo entregué el último día de mi estancia en Barcelona a D. Feliu Formosa… el original alemán de los dos tomos de Lukács sobre El realismo ruso en la literatura universal. Tratándose de un texto muy extenso, supongo que Formosa entregará la traducción fragmentadamente. El Sr. Formosa no tiene instrucciones acerca de portadas, portadillas, etc. ni tampoco le dijo que entregara dos copias con el original, porque hasta ahora no lo había hecho. De las cuestiones de maqueta nos ocuparemos el Sr. Borrás y yo cuando Formosa tenga lista la primera mitad de la traducción.
Formosa cobró su último trabajo para Ediciones Grijalbo a 100 ptas. la holandesa (de 2.100 pulsaciones mecanográficas de media, como de costumbre).Yo creo que ahora se le debería subir algo la tarifa, como lo ha hecho recientemente el Sr. Grijalbo con varios de nosotros, en atención a la elevación del coste de la vida. Disculpe usted que aluda a esta cuestión que no es de mi incumbencia. Así quedo más tranquilo.
Le ruego que me tenga al corriente de los pagos que se realicen al Juzgado nº 13 por causa de mi multa, con objeto de proceder yo en consecuencia.
Cordialmente, Manuel Sacristán «Los Sauces».
12.3. El fondo de la política de selectividad
Publicado en Jove Guàrdia, año V, nº. 6, octubre 1975, pp. 6-7.
La ley de selectividad no es ninguna especialidad española. Las restricciones al acceso a los estudios superiores –en forma de numerus clausus o en otras formas, como la de la ley española– son bastante universales. En la Conferencia de Ministros de Educación europeos convocada por la UNESCO y celebrada en Bucarest en diciembre de 1973 sólo un gobierno (el italiano) declaró que no implantaría restricciones al estudio universitario. En la reunión estaban representados todos los gobiernos europeos, menos los de Portugal y Albania. Tampoco en cuestión de cantidad es el caso español el más acusado. El gobierno alemán occidental, por ejemplo, ha calculado que entre 1975 y 1978 las universidades alemanas federales rechazaron 130.000 solicitudes de ingreso. La restricción o selectividad es, pues, un hecho muy generalizado. El mismo representante italiano en Bucarest reconoció que su gobierno no implantaba la selectividad porque no podía imponérsela al pueblo, o sea, por la gran fuerza de las organizaciones proletarias y democráticas italianas, pero anunciaba al mismo tiempo que adoptaría otros procedimientos (por ejemplo, el dar títulos de dos calidades) para conseguir de todos modos alguna restricción.
También en España la reacción contra la restricción del acceso a los estudios superiores ha sido amplia y popular, no reducida a minorías de izquierda política o educadas, como en otros paises. lncluso llegó a algo más de cincuenta procuradores de las pseudocortes fascistas. Por eso el Ministerio de Educación y Ciencia español ha tenido que hacer propaganda abundante en favor de su política de selectividad. Esta propaganda maneja sobre todo tres argumentos, dados oficialmente en la nota del servicio de prensa del Ministerio del 3 de mayo de 1974: que la selectividad es la única manera de asegurar la calidad de la enseñanza; que sólo ella posibilita la igualdad de oportunidades entre los jóvenes; y que sólo ella permite adecuar el producto de la enseñanza superior –los titulados universitarios– a la demanda de fuerza de trabajo intelectual.
El argumento de la calidad sólo vale si es imposible dotar mejor de profesores y de medios didácticos la enseñanza superior; el de la igualdad es falso, porque pasa por alto el condicionamiento social de los jóvenes antes de la edad universitaria; y el de los puestos de trabajo para los titulados superiores remite otra vez, como el primero, a la base económica de la sociedad española tal como ha sido constituida bajo el régimen durante casi cuarenta años. Si hay un exceso relativo de universitarios en España (un exceso en relación con las posibilidades de trabajo), ese exceso dejará en muy mal lugar al régimen que ha dominado el país, porque resulta que ese exceso relativo se dará con una proporción de graduados universitarios en la población inferior incluso a la de Grecia:
Universitarios por cada 168.000 habitantes: Italia: 1.289; Grecia: 856; España: 653; Francia 1.211; Uruguay: 646.
Otro ejemplo: la facultad española en la que antes se ha implantado la selectividad –en una forma rígida de numerus clausus– es la de Medicina. Pues bien, en vez de la proporción de un médico por cada 500 habitantes, que es la proporción dada como mínimo por la Organización Mundial de la Salud, España cuenta con un médico por cada 833 habitantes, y, si se prescinde de la medicina privada, y se tiene sólo en cuenta la medicina social, un médico por cada 1.200 habitantes.
Pero estas circunstancias españolas son sólo el agravante fascista de un problema general y profundo. La verdadera raíz de las restricciones a los estudios universitarios en todos los países avanzados es una profunda crisis de cambio social que no se pueda resolver dentro de los sistemas económicos existentes, dentro de las divisiones del trabajo tradicionales, aunque sean democráticas y progresistas incluso. La productividad del trabajo, el desarrollo de las fuerzas productivas en general, han alcanzado en las sociedades adelantadas un grado tal que se hace innecesario el trabajo manual, productivo en jornada completa de numerosos jóvenes en edades a las que antes el trabajo pleno era imprescindible. Esto permitiría la dedicación de una parte mucho mayor de la vitalidad de la sociedad a actividades culturales, de relación y de disfrute de la vida. Pero el aprovechamiento en ese sentido del desarrollo de los fuerzas productivas chocaría con los sistemas sociales existentes: primero porque estaría en contra de la necesidad capitalista de una ampliación constante de la escala a la que se valoriza y acumula el capital (lo que Marx llamó reproducción ampliada); segundo, porque, al producir gran número de hombres mejor equipados intelectualmente, reduciría los sentimientos de sumisión jerárquica a las clases dominantes.
Durante algunos años, desde 1955 hasta 1968 aproximadamente, los que mandan en estas viejas sociedades no vieron el peligro en que les ponía el gran aumento de la población universitaria. Al contrario: encandilados por lo que se ha llamado «revolución científico-técnica», creían que iban a tener una gran necesidad de trabajadores intelectuales, que la inversión en instrucción iba a ser la más rentable y no les iba a dificultar –sino al contrario, favorecer– la acumulación de capital a ritmos crecientes.
Pero desde 1967-1968 las clases dominantes de los países adelantados recuperan, a la luz de la crisis que entonces comienza, su tradicional sabiduría, comprueban que la inversión en instrucción y ciencia fundamental no es en cualquier caso ni a cualquier escala beneficiosa para la valoración del capital y redescubren la vieja verdad de que es mejor para los dominantes que el pueblo no sepa leer. Entonces empiezan a cerrar de nuevo el grifo universitario: es la época de decadencia de la Ley General de Educación en España, de la reimplantación generalizada del numerus clausus en Alemania, de la ley Fontanet en Francia, con sus dos bachilleratos, etc.
Las raíces de estos hechos están tan profundamente metidas en el modo de producción que aparecen incluso –aunque con grandes diferencias– en los países del Pacto de Varsovia. Por primera vez desde que existen esos estados, sus gobiernos aparecen preocupados por un «exceso» de universitarios. El gobierno de la República Democrática Alemana, por ejemplo, expresó en 1974 su temor de que la RDA se convirtiera en «un pobre país de profesores» sin trabajo.
Eso parece indicar que, como en algunos otros campos, también en éste de la enseñanza y de la ciencia están apareciendo –en los países adelantados– situaciones problemáticas cuya solución sólo puede ser comunista, ni siquiera socialista, o sea, soluciones no basadas en el principio «a cada cual según su trabajo» (que quiere decir según el valor de su fuerza de trabajo), principio que implica, por ejemplo, que un físico trabaje sólo de físico y cobre muchísimo más que una ciudadana dedicada a la limpieza de locales. Sólo el principio comunista de igualdad puede evitar que la riqueza social empeñada en la educación por la educación, por la calidad de la vida del sujeto, y su libertad, no sea un despilfarro. Pero una sociedad comunista no parece nada próxima.
Esta profundidad, esa radicalidad del problema de la selectividad, en el que está madurando mucho antes que en otros campos la crisis de la división capitalista del trabajo, hace verdaderamente complicada la lucha contra las restricciones al estudio superior. Pero también es la razón de su importancia. Para que las luchas contra las restricciones educativas tengan suficiente sentido y empuje duradero hay que tener presente ese radical horizonte del problema.
12.4. Sobre los problemas del crecimiento económico
En Jove Guàrdia, año V, nueva época, n.º 9 y 10, abril y mayo de 1976.
I. La problemática.
La problemática del tipo de crecimiento económico ha caído a la luz por una serie de dificultades que se pueden agrupar así: problemas de exceso de población; problemas de agotamiento o escasez de materias primas; problemas de degradación del ambiente en que se vive y, en general, de la calidad de la vida; crisis de servicios sociales (enseñanza, medicina, transportes y otras prestaciones urbanas y rurales), etc.
Han sido autores burgueses los que han dado la voz de alarma sobre estos problemas. Aunque en el pasado comunista había una tradición de comunismo ascético, o comunismo con escasez (la tradición de Babeuf y la «conspiración de los iguales», de finales del siglo XVIII y principios del XIX), sin embargo, esos precedentes estaban olvidados. La mayoría de los marxistas, y, en general, comunistas de este siglo entendía, y sigue pensando, que el comunismo necesita como condición previa una gran abundancia de bienes, fruto de un gran desarrollo de las fuerzas productivas; además, que el comunismo posibilitará un crecimiento todavía más rápido de las fuerzas productivas y de la riqueza.
Todo eso ha hecho que en varios partidos comunistas, y también en partidos socialistas y en grupos anarquistas, hubiera primero una reacción contraria a las advertencias de autores burgueses sobre los excedentes demográficos, el agotamiento de ciertas materias primas, la contaminación, etc. En la conferencia de Bucarest, todos los gobiernos de Europa Oriental, junto con el Vaticano, estuvieron contra la regulación de los nacimientos. Consideraban que una política de limitación demográfica no puede ser más que una continuación de los crímenes de exterminio que los servicios secretos yanquis cometen constantemente en América del Sur, esterilizando a las mujeres indias (cuando en América el exceso demográfico no es nunca de indios, sino, si acaso, de blancos).
Algunos partidos comunistas del mundo capitalista, como, por ejemplo, el francés, siguen todavía mayoritariamente ligados a esa manera de ver las cosas: consideran que las propuestas de disminuir el crecimiento económico, o incluso reducirlo a cero, son solo un intento de escapatoria capitalista a la imposibilidad en que se ve el sistema de superar su amplia crisis económica y social. Otros, aunque también con mayoría productivista, o desarrollista, o progresista (todos los nombres que se les podrían dar), tienen ya importantes minorías críticas respecto del crecimiento económico de base industrial que empezó con los comienzos del capitalismo. Así, por ejemplo, en el seno del comunismo alemán (del Este), aunque hay una mayoría progresista, se ha originado una corriente de crítica del progresismo industrial a partir del libro de Wolfgang Harich ¿Comunismo sin crecimiento?. En la Unión Soviética, un grupo de científicos muy destacados –entre ellos el científico ruso tal vez más considerado hoy en el mundo, Piotr Kapitsa– ha celebrado y publicado una mesa redonda sobre el problema, con bastante choque de opiniones. El partido comunista de España, en su reciente Manifiesto Programa, se refiere, él también, a la «explotación rapaz que los monopolios llevan a cabo de los recursos naturales, patrimonio colectivo de las generaciones presentes y futuras», explotación rapaz que «está poniendo en peligro las bases mismas de la vida, está conduciendo a una contaminación creciente de la atmósfera, de los ríos y de los mares, el deterioro global del medio humano». Ya antes que todas esas instancias, los marxistas húngaros, Agnès Heller y György Márkus, habían emprendido la tarea de definir de un modo nuevo las clásicas ideas marxistas de desarrollo de las fuerzas productivas, riqueza social, etc.
II. La posición productivista.
Al repasar las posiciones de los varios partidos comunistas ante los problemas del crecimiento económico sobre la base de la tecnología industrial moderna, parece natural fijarse primero en la actividad más tradicional entre los marxistas: la actividad favorable al crecimiento de las fuerzas productivas tal como estas existen, sin más averiguaciones. Es verdad que, como los problemas del medio ambiente y de las materias primas no se pueden ya pasar por alto en los países industrializados, cada vez es menos frecuente que esta postura productivista se afirme sin ninguna reserva. Pero, en lo esencial, los partidos comunistas que la adoptan básicamente tienden a comprender las advertencias contra la agravación de los problemas ecológicos por el actual crecimiento económico como una propaganda del capitalismo para suavizar los fenómenos de exceso de producción («exceso respecto de la capacidad económica de consumo de pueblo; crisis capitalista de sobreproducción») y para aumentar los beneficios empresariales de una manera tradicional, o sea, disminuyendo el consumo de la clase obrera y de las capas populares. Así, por ejemplo, se lee en el libro de George Marchais, secretario general del PCF, Le défi démocratique (p. 27) lo siguiente referido a la sorpresa de que sean los viejos propagandistas burgueses del progreso económico y tecnológico los que ahora lo hacen responsable de «todos los males, trátese de la contaminación o del peligro de exterminio atómico: «¡Qué enigma! ¡Los tecnócratas, los apóstoles de la productividad a cualquier precio o de la rentabilidad capitalista, se convierten ahora repentinamente en adversarios de la expansión y en predicadores del ascetismo! En realidad, esas hermosas proclamaciones no tienen más objetivo que el de preparar el terreno para nuevas restricciones del consumo popular, para abrir nuevas fuentes de beneficio para el gran capital.»
El citado libro de Marchais es de hace tres años [1973]. Desde entonces se han acumulado en su propio país datos económicos y sociales que parecen darle la razón. Por ejemplo, las agitaciones de los campesinos pequeños y medianos del Sur y de otras partes de Francia se originan en una situación de «sobreproducción» (capitalista) catastrófica. Basta tener en cuenta que en la sola campaña 1975-76 el estado francés ha destruido aplastándola con excavadoras una «sobreproducción» de 250.000.000 (doscientos cincuenta millones, sí) de kilos de manzanas de mesa o que la sociedad francesa destruye anualmente de varios modos, 1.000.000.000 (sí: mil millones) de kilos de cereales. Y Francia es solo uno de los países del Mercado Común, todos los cuales reciben de la comunidad premios económicos por esas monstruosidades recomendadas por los profesores burgueses de economía e impuesta por acuerdo de los gobiernos. Esas prácticas que en otros tiempos (antes de la II Guerra Mundial) afectaban casi solo a mercancías más o menos exóticas y superfluas (como el café) se realizan ahora con el mismo pan, según se ve. Si ya entonces se entendían como resultado de la contradicción entre las fuerzas productivas en crecimiento y las relaciones capitalistas de producción, más resueltamente aún habrá que entender hoy la generalización de dichas prácticas. Y la decisión de frenar el crecimiento económico en nombre de la ecología o de lo que sea, deberá entenderse como un intento conservador, cuando no reaccionario, de suavizar aquella contradicción e impedir que estalle y determine una crisis general y revolucionaria del capitalismo.
La posición tradicional entre los partidos comunistas tiene, pues, argumentos importantes a su favor. A ellos hay que añadir, además, el de la actitud filosófica o moral de esos partidos, que tienen mucha tradición en el marxismo. Tomando las cosas al pie de la letra, esta posición productivista es la que parece continuar más fielmente la inspiración moral del comunismo marxista. Por decirlo con palabras del mismo Marchais en el lugar citado: «Nosotros, por nuestra parte, estamos por una sociedad de la abundancia y no por la austeridad. Nosotros no contraponemos el placer de vivir a la virtud. Nosotros queremos que todo el mundo disponga de bienes materiales suficientes, variados, agradables y de amplias posibilidades de acceso a la cultura. Creemos que el hombre es capaz de construir una sociedad así no destruyendo a la naturaleza, sino dominándola, domándola, transformándola para hacerla más hermosa. Tenemos confianza en el porvenir. Por lo demás, ya hoy existen los medios técnicos para resolver los problema de contaminación o para hacer frente el previsible agotamiento de algunos recursos».
La conclusión de esos razonamientos, que pueden servir como lema de toda la posición productivista, dice así: «La cuestión verdadera no es ¿crecimiento o detención del crecimiento?, sino ¿qué crecimiento? ¿Cómo? ¿Para quién?.» (Marchais, p. 28).
Es una conclusión sólida y, a primera vista, parece la única que coincide exactamente con los principios y la tradición del marxismo. Sin embargo, aunque no tenga mucho interés la cuestión libresca de si los clásicos del marxismo han sido o no tan favorables sin más reserva al crecimiento económico como tal, al examinar los puntos débiles de esta posición productivista también se podrá estudiar si tiene o no derecho a presentarse como herencia directa y completa de Marx.»
13. Una cuestión mal planteada, 1977
Apareció por vez primera en la Gaceta del derecho social, Madrid nº 72, año 6, mayo de 1977, p. 13, y, en traducción catalana, en Documents de treball, dossiert obert, Sindicat d’Ensenyament de CC.OO. de Barcelona, 1977.
El contexto de la intervención de Sacristán: en los primeros años de la transición, cuando CC.OO. estaba organizándose como sindicato de trabajadores a partir del movimiento socio-político antifranquista que había vertebrado gran parte de la resistencia obrera y popular al franquismo, se discutía sobre la conveniencia o no de organizar a los trabajadores no-manuales (enseñantes, personal sanitario, ingenieros, técnicos, etc.) en el seno de la organización o bien mantener sindicatos «unitarios» en los correspondientes sectores profesionales.
En el ámbito de la enseñanza, Jordi Olivares, el que fuera secretario general de la federación de enseñanza de CC.OO. de Cataluña, habló en una informada intervención –«Manuel Sacristán y la fundación de CC.OO. en la enseñanza»– sobre las posiciones en debate. Nicolás Sartorius, entonces un destacado dirigente del PCE, no era el único por supuesto, era partidario de la existencia de organizaciones unitarias de sector, permitiendo la doble militancia sindical.
Cuando se contrapone los sindicatos de trabajadores de la enseñanza de las centrales sindicales auténticas (entre ellas, la CS de CC. OO.) a la unidad sindical, suponiendo representada ésta por los sindicatos llamados «unitarios» que están en vías de formación, se confunde los movimientos unitarios de los trabajadores de la enseñanza, que no han sido nunca un sindicato, con un intento organizativo que nace como fruto de un caso típico de «correa de transmisión» y será, por lo tanto, lo que se quiera, menos unitario.
Esa confusión entre movimiento y sindicatos se debe a que se plantea mal un problema importante. Se plantea mal, primero, porque suponer que en España se pueda evitar desde el principio la pluralidad sindical es pasar por alto la incidencia de la política mundial, los intereses de las grandes potencias imperialistas (principalmente, USA y la República Federal Alemana) en España; y pasar por alto, también, la circunstancia de que el fascismo español no ha sido derrotado, sino que termina por muerte natural, dejando tranquilamente su herencia a un heredero intacto que es encarnación política de la misma clase dominante. Y se plantea mal, en segundo lugar, porque, dada esta situación, los nonatos sindicatos supuestamente »unitarios» no van a ser unitarios (para empezar, ya existen los de las centrales)1, sino autónomos respecto de las centrales obreras, o sea, estamentales y corporativos, un factor de división más del mundo del trabajo.
De eso se trata en realidad: para plantear bien el problema de la unidad sindical hay que partir del conjunto del mundo del trabajo.
El destino de los sindicatos autónomos.
Los sindicatos autónomos son, por el contrario (aunque a veces contra la voluntad de sus promotores), la cristalización de una tendencia a reducir la actividad reivindicativa a la promoción de capas privilegiadas de trabajadores: en ningún país ni época nacen sindicatos autónomos de peones, sino siempre y sólo de trabajadores intelectuales y de aristocracia trabajadora en general, principalmente de los servicios (catedráticos, alto funcionarios de carrera, piloto de aviación, jefes de estación de los ferrocarriles, etc.). Cuando un sindicato autónomo tiene éxito, su resultado consiste en obtener para sus miembros una tajada mayor de la plusvalía arrancada a otras capas de trabajadores. Por eso varios de esos sindicatos autónomos desempeñan en Europa una función de flanqueo de las fuerzas políticas conservadoras e incluso reaccionarias. De no seguir esa tendencia objetiva a la ampliación y la consolidación de las desigualdades y la jerarquía de los salarios y las demás relaciones de trabajo, el sindicato autónomo estamental se desintegra, porque le falta razón de ser.
Puede producir sorpresa y tristeza ver a modestos trabajadores de la enseñanza afanarse, desorientados, por construir sindicatos autónomos. Pero este espectáculo es sólo una de tantas consecuencias de la ignorancia o el olvido de que la vida de la sociedad capitalista discurre a través de lucha de clases.
El camino de la unidad
La vocación unitaria está inscrita en la historia de CC.OO. y presente en su práctica. La unidad a que aspiran las CC.OO. es la unidad de las clases trabajadoras en torno a las clase obrera y en una perspectiva socialista. Esa línea unitaria requiere la adopción de posiciones igualitarias y antijerárquicas que son incompatibles con organizaciones autónomas corporativas. En el plano de la organización, requiere partir de las organizaciones sindicales de base obrera, que representan la organización de clase del trabajo a escala social.
El camino de la unidad sindical tiene que empezar por el robustecimiento de las centrales obreras, cuya presente debilidad es una de las consecuencias de que en España no se haya derrotado al fascismo. Luego, ese camino seguirá por la progresiva aproximación e integración de las tradiciones representadas por las grandes centrales.
Para avanzar por el camino de la unidad las centrales sindicales tienen que someterse lo más continuamente posible a la iniciativa y la crítica de todos los trabajadores. El medio adecuado para ello es familiar y esencial al espíritu de CC.OO.: es la asamblea. El camino hacia la unidad sindical está en la dialéctica entre las centrales de clase y las asambleas, no en la constitución de aparatos corporativistas a la sombra de la autoridad académica y de otros poderes.
Nota edición
1 Uno de los varios sindicatos unitarios creados después de la muerte de Franco se autodenominaba así, «Sindicato Unitario». Paradoja de paradojas, llegaron a existir dos sindicatos «unitarios», cada uno vinculado respectivamente al PTE y a la ORT. Después del acuerdo entre estas fuerzas políticas, ambas organizaciones sindicales siguieron sendero idéntico que el de sus correspondientes partidos.
14. Izquierda-derecha
Guión de una conferencia no fechada, probablemente de 1978, en la que que Sacristán describe la situación de la izquierda española en los primeros años de la transición.
Desconocemos el lugar de su intervención.
1.1. Sin despreciar la distinción izquierda-derecha
1.1.1. Cuyo desprecio es muy significativo.
1.2. Creo que hoy, con lo que ha pasado en partidos obreros, es más vital y esencial otra: conformidad al sistema o inconformidad con él.
1.3. Voy a proceder según ella, adscribiéndome a la inconformidad.
1.3.1. Puedo resaltar sin ningún interés para realistas.
2.1. En España son conformes al sistema en lo que fue izquierda:
2.1.1. PSOE y PCE totalmente, salvo en zonas de base PCE.
2.1.2. Algunos verdes, confusamente,
2.1.2.1. Por antipoliticismo.
2.2. No lo son
2.2.1. Sectores del PCE y CC.OO..
2.2.2. C.N.T.
2.2.3. Grupos de otros sindicatos.
2.2.4. Otros comunistas.
2.2.5. Varios verdes.
3. Crisis del comunismo clásico lassalleano.
3.1. Tras la crisis de la socialdemocracia.
3.2. Explicación sociológica: la desintegración social.
3.3. Explicación política: la aceleración por torpeza y mímesis.
3.3.1. La ilusión democrática de parvenus.
4. Crisis o inviabilidad de la línea blanquista-leninista.
4.1. Las razones militares de Engels.
4.2. El bismarckismo-keynesianismo-estado del bienestar.
4.2.1. Aunque la derecha diga cosas parecidas.
4.2.2. Porque nunca se conquistó el estado.
4.2.2.1. Ni en el Oeste ni en el Este («Cocineras»).
4.3. La última consecuencia de la disgregación social: moralidad lumpen o parvenu en la clase obrera.
4.3.1. Fatalidad de la derrota del leninismo en Occidente: primero por demasiada consistencia social, luego por total falta de ella (Gramsci)..
5. Inviabilidad de un Partido Verde en España.
5.1 Falta de base social (las Bürgerinitiativen [Iniciativas ciudadanas])
5.2. Vida de las organizaciones obreras sindicales
5.2.1. Aunque en peligro,
5.2.2. Aún cuenta con equipos intelectuales que en Alemania están en el comienzo de Die Grünen [Los Verdes].
5.3. Sin embargo, mucha importancia.
6. Necesidad de revisión doctrinal.
6.1. Comunismo de la abundancia.
6.2. Naturaleza de las necesidades.
6.3. Concepto de libertad3.
6.4. Revisión relativa: hay tradición para los 3 puntos.
6.4.1. Babeuf
6.4.2. El viejo Engels.
6.4.3. La teoría de la alienación.
7. Necesidad de revisión estratégica.
7.1. Rechazo de la democracia indirecta.
7.2. Puesto que falta la economía moral, desarrollo de nuevo sector público voluntario que busque basarse en las clases trabajadoras dentro y fuera de la fábrica o tajo.
8. Necesidad de hacerse con programas precisos, sobre
8.1. Producción.
8.2. Hombre-naturaleza.
8.3. La paz: los ejércitos.
8.4. La mujer.
8.5. Las minorías.
8.6. La forma política: federalismo y autogestión.
9. Tácticas mínimas.
9.1. Apoyo selectivo a la obstaculización de la tiranía tecnocrática de la democracia indirecta por la vieja izquierda obrera,
9.1.1. Facilitada por ellos: Ingrao.
9.2. Lucha cultural contra la identificación con la agresión el agresor: Alberoni. Etc.
15. En un acto organizado por la CNT
El 19 de julio de 1980, Sacristán participó en un acto organizado por la CNT para conmemorar la Revolución española. El guión de su intervención:
0. Una coincidencia de casualidades me trae a una tarea para la que no estoy capacitado.
0.1. Contar las casualidades.
1. No estoy capacitado.
1.1. Ni por la experiencia.
1.2. Ni por el estudio.
2. Para acabarlo de arreglar, el asunto me parece hoy mucho más difícil de tratar que hace algunos años, cuando era más ingenuo.
2.1. Hace quince años me habría servido un esquema tradicional del militante comunista: el esquema guerra civil-guerra mundial-revolución española.
3. Pero hoy no es posible ni esa nostalgia. La modesta experiencia de 1936-1980 parece imponer un mayor pesimismo de la inteligencia, incluso para el supuesto de que se hubiera cumplido aquel proyecto.
4. Porque desde la experiencia de hoy, todas las revoluciones del siglo XX –incluidas la mexicana y las del Tercer Mundo– parecen haber sido simples vías a la industrialización.
4.1. Bahro.
4.2. «No lo saben, pero lo hacen».
5. Con resultados muy poco afines al proyecto revolucionario.
5.1. Y muy diferentes del punto de partida.
5.2. Lo que me lleva de nuevo a apelar a una experiencia tan modesta como la mía.
6. El mundo del movimiento obrero de 1936 era otro.
6.1. Desde luego materialmente, incluido armas.
6.1.1. Las excursiones de los niños madrileños.
6.2. Pero también en la moral «socialista».
6.2.1. Por el efecto de la derrota.
6.2.2. Por el neocapitalismo.
7. El efecto de la derrota: retroceso de la conciencia de clase: mi taxista de la primavera de 1957.
8. El neocapitalismo y las jornadas bestiales.
8.1. Primero la sobreexplotación forzada.
8.2. Luego voluntaria, «consumidor racional» de K II.
9. Moraleja:
9.1. La frase de Lukács sobre 1848.
9.2. En todo caso, la recomposición de la conciencia de clase revolucionaria.
16. Sobre el 23-F
Pocos días después de la intentona golpista de febrero de 1981, se convocó en el CTD (Centre de Treball i Documentació) un debate sobre la situación política española en el que participó Sacristán y otros miembros de mientras tanto. Se dan aquí la transcripción de la intervención inicial del autor, así como sus comentarios durante el coloquio:
He asistido ya a varias discusiones sobre el golpe del 23 de febrero y he de decir que todas son bastante deprimentes. La que tuvimos el sábado por la mañana, en un círculo de amigos que hacemos una revista [mientras tanto], fue calificada con mucho acierto, más que sentido del humor aunque tiene bastante, por uno de nuestros amigos, por Víctor Ríos, como una coordinadora de angustias. Y, efectivamente, eso es lo que ocurre en estas reuniones sobre el golpe. En ellas solemos intervenir gente sin partido y algunos de partido. La gente sin partido, por regla general, solemos ponernos analíticos. Como en realidad ya recibimos nuestro merecido hace años, a saber, ya sufrimos bastante trauma el día que salimos de nuestros partidos al cabo de más o menos decenios de estar en ellos, parece que hayamos desarrollado una cierta capacidad estoica de ir analizando lo mal que vamos desde siempre. Los que representan partidos en esas reuniones suelen intentar echar al asunto un poco de euforia que resulta tan increíble que al público todavía le detiene más que el análisis pesimista de los sin partido.
Sospecho que esta reunión de esta noche va a ser igual de deprimente que todas, razón por la cual tengo cierto resentimiento contra el CTD, y contra mí mismo, por habernos convocado aquí a sufrir durante un par de horas más de las varias que vamos sufriendo en estas reuniones.
Diréis, ¿por qué has venido, por qué he venido con esa convicción? Por modestia, porque tengo la esperanza de ver si me equivoco y llevan razón la comisión directiva del Centre de Treball cuando piensa que lo que hay que hacer es insistir mucho, hacer varias sesiones, seguir hablando de esto. A lo mejor es verdad, a lo mejor estas «coordinadoras de angustias» refuerzan una cierta voluntad de resistencia. Vamos a ver.
En todo caso, he venido a decir muy pocas palabras de entrada. Si hay discusión ya veremos si resulta más deprimente o más eufórica. Y algunas de las pocas palabras que quería decir, además, están ya dichas. Sobre todo las palabras de partida: el golpe llegue o no a ser lo que Pep Subirós [entonces secretario general de la OIC, Organización de Izquierda Comunista] acaba de llamar golpe blando logrado, por lo menos es evidente que refuerza la derechización del país. Como está a la vista de todo el mundo, no pienso haceros gastar un minuto más en ello.
Vale la pena recordar que en medio de esa derechización, los partidos de la izquierda parlamentaria se echan resueltamente a la derecha. No lo digo por interés en criticarlos que a estas alturas es ya materia demasiado digerida. ¡Para qué vamos a ponernos ahora a criticar recientes tomas de posición! No vale la pena. Más interés tiene darse cuenta de la honrada convicción con que lo hacen. Por lo menos las declaraciones que he leído hasta ahora me dejan poca duda –ya me diréis si pensáis que me equivoco– acerca de que no se trata de oportunismo en un sentido trivial, sino de oportunismo en un sentido muy profundo, es decir, están completamente convencidos de que hacen lo que tienen que hacer al capitular integralmente, al presentar una capitulación total, no ya solo acerca de lo que se ve –que lo que se ve es fundamentalmente el problema de las autonomías y el problema de los derechos individuales–, sino, recordarlo, sobre aquello de lo cual ya ni se habla, a saber, que los partidos de la izquierda parlamentaria eran partidos del cambio social, eran partidos en cuya tradición y en cuya ideología estaba inscrito el cambio social al que, normalmente, en épocas con menos pudor y con menos desastre, llamábamos «revolución». Pero no voy a seguir poniéndome camp. Después de haber usado la palabra «revolución» por una vez, basta.
La gran convicción con que se echan a la derecha tiene mucho que ver, creo yo, no solo con la situación nacional, nacional española, estatal quiero decir, sino también con la situación internacional, con el mundo de los Estados. Cuando uno dice, o cuando un dirigente de esos partidos, en este caso Santiago Carrillo [entonces secretario general del PCE] (como no lo menciono con ningunas ganas de ofender sino simplemente de mencionar, no tengo por qué ocultar el nombre), cuando insiste en que no hay más política que la que él hace, hay que reconocer que está diciendo una cosa que, sea toda la verdad o parte de ella, es por lo menos demasiado impresionante, porque ninguno de nosotros sabríamos oponer –esto es verdad, como él insiste mucho– una política práctica, para realizar mañana, con implicaciones parlamentarias y en el ámbito de poderes centrales o territoriales, o que los englobara todos, distinta de la que hace. El problema es entonces qué ocurre con la tradición del cambio social, con la tradición revolucionaria de la izquierda social, que es el asunto al que me quería referir en estos pocos minutos en que voy a usar la palabra.
La verdad es que la primera impresión que uno tiene es que en estos momentos el cambio social está en manos de las fuerzas objetivas y subjetivas que dominan la crisis. Quiere decirse: empieza a dar la sensación, incluso a escala mundial y no solo española, que quien está dominando el cambio social que se avecina son las viejas clases dominantes, en una recomposición interesante, en la que los ejércitos tienen mucha más importancia que antes, como lo sugiere la nueva política norteamericana por ejemplo, o el hecho recientemente revelado de que. contra lo que se creía también, el ejército federal alemán tiene entre sus activos un despliegue nuclear ya hoy a pesar de que oficialmente todavía es un ejército desnuclearizado, etc.
Con esta novedad de que la recomposición de las clases dominantes el factor militar juega un papel directo político que tal vez no jugaba hasta ahora, se puede decir que es el viejo conjunto de clases dominantes el que está gestionando el cambio social que viene a través de la recomposición del capital fijo, de la división internacional del trabajo, de cosas como la gran ofensiva nuclear que estamos viviendo otra vez después de unos años en que estuvo en sordina para hacer frente a la resistencia popular, de las otras revoluciones tecnológicas, del paso de industrias ligeras a la periferia imperial, en fin, de todas estas cosas que no es cuestión de intentar detallar ahora sino que sería más propio de un análisis económico con detalle que yo no puedo hacer, digo que da la impresión de que el cambio social está integralmente en manos de estas fuerzas, fuerzas en sentido objetivo, esas nuevas características de recomposición de la división internacional del trabajo, y fuerzas en sentido subjetivo, es decir, las viejas clases dominantes con un nuevo ascenso de los ejércitos en ellas.
Entonces, en mi opinión, de esa perspectiva tan desfavorable hay que arrancar, de ese ambiente internacional y español hostil a las motivaciones de la izquierda social. Por lo tanto, hay que arrancar partiendo de la convicción de que lo que nos espera es una larga travesía en el desierto. Seguramente me ayuda en eso la edad: ya no tengo pelos en la lengua y estaría dispuesto a decir que empieza a ser razonable pensar que la gente de la izquierda social de mi generación no vamos a ver ya un cambio positivo. Hasta ese punto creo que vale la pena convencerse al menos subjetivamente para estar preparados. Creo que la gente de mi edad, de aquí hasta su muerte, vamos a estar en esta situación de derrota, con mayores o menores cambios, y que es la gente más joven la que acaso pueda pensar en otra cosa. Pero para que la gente más joven pueda pensar en otra cosa me parece absolutamente necesario admitir, como dijo Lukács, poco antes de morir por cierto, que hay que partir de como si estuviéramos en 1845 o 1846, y eso quiere decir muchas cosas negativas y también positivas.
Hay que empezar por una autoafirmación moral. Saber que en medio de esta espantosa derrota material, de todos modos, lo que ofrecen quienes están rigiendo el cambio social en estos momentos no es más que la exacerbación de los horrores que estamos viendo, la exacerbación del hambre en el Tercer Mundo, del desarrollo de tecnologías destructoras del planeta, etc, sin olvidar el punto del etcétera que más importa, a saber, la amenaza de guerra [nuclear, en territorio europeo].
Los únicos valores positivos siguen estando donde estaban, en esa izquierda social por derrotada que esté. Desde esos valores hay que volver a empezar otra vez como si hubiéramos perdido, que de hecho la hemos perdido –disculparme la brutalidad de viejo con la que he decidido hablar esta noche aunque sea brevemente–, como hemos perdido lo que empezó en 1848. Si se tiene en cuenta que el único lugar donde hay en estos momentos en Europa un movimiento obrero importante es Polonia [Solidarnosc], está dicho todo. El único movimiento obrero importante del continente en estos momentos es un movimiento que se levanta contra las versiones tópicas, triviales, de lo que empezó en 1848 como una esperanza. Reconocer este hecho con los dos ojos es darse cuenta de dónde hay que empezar.
El lado positivo de todo esto sería que si hay que empezar como en 1847, entonces habría que empezar como si no estuviéramos divididos en las distintas corrientes del movimiento de renovación social, como si todos fuéramos socialistas, comunistas y anarquistas, sin prejuicios entre nosotros, volviendo a empezar de nuevo, a replantearnos cómo son las cosas, en qué puede consistir ahora el cambio, y, sobre todo, al servicio de qué valores, admitiendo de una vez que lo que hay en medio lo hemos perdido.
De aquí me saldría, si me permitís dar un último salto de un minuto a la actualidad inmediata, una receta, efectivamente, aunque sea vergonzoso usar la palabra «receta», pero es así, me saldría la receta siguiente: qué podemos hacer ahora y aquí en un plano que no sea solo sea el fundamental al que me acabo de referir de la reafirmación moral y cultural (la palabra «cultural» la ha usado varias veces, con intención que comparto, Pep Subirós), qué podemos hacer además, decía: creo que lo primero que podemos hacer es pedir urgentemente a los partidos de la izquierda social extraparlamentaria que se fusionen, que se dejen de historias, de que si unos son trotskistas y otros son lo que sean, y que intenten incluso la fusión también con las juventudes libertarias, que se acabe la historia de los grupúsculos y volvamos a empezar desde antes del 48, a ver qué conseguimos hacer. Y si eso no pasa, entonces habrá que decir que la única posibilidad política de apoyo, de refuerzo, de la lucha cultural y moral, sería hacer entrismo, por decirlo con la vieja palabra trotskista, volver otra vez todos a las grandes organizaciones de masas, con un sano escepticismo, pero con mucha pasión, para intentar desde ellas algún cambio.
Lo fundamental de todos modos, repito, es saber, para no entrar en desesperaciones fuera de lugar, que, como digo, aunque el cambio previsible esté en manos de las clases dominantes existentes hasta ahora, ellas no ofrecen ningún nuevo valor, los valores serios para una convivencia social, humana, moral, siguen estando en la izquierda.
De ese arranque de rearme moral creo que hay que partir sin que ello quiera decir que desprecie la receta que he dicho antes, de urgir a las fuerzas que existen en la izquierda social a que se fusionen, a que den pie, a que intenten apoyar orgánicamente el renacimiento del movimiento.»
Coloquio:
En la discusión que se abrió tras las intervenciones iniciales, Ignasi Álvarez Dorronsoro, entonces dirigente del Moviment Comunista de Catalunya (MCC), intervino para reflexionar sobre lo tratado y para señalar a Sacristán que la tarea era de todos, no solo de las fuerzas o partidos políticos, sino de intelectuales como él y de grupos como los que podía representar el colectivo de mientras tanto. La respuesta de Sacristán fue la siguiente:
Muy lejos de mí el meterme a maestro Ciruela. Quiero decir, yo no comparto el capricho, muy frecuente entre intelectuales, de considerar que lo bueno es no estar en un partido. Todo lo contrario, siempre he considerado que es una desgracia.
También me parecen muy impertinentes y no aprecio nada la gente que se levanta desde fuera de los partidos a darles consejos.
En cambio… Perdón, todavía más reconocimientos. Creo que llevas mucha razón cuando dices que la fusión del PTE [Partido del Trabajo de España] y ORT [Organización Revolucionaria deTrabajadores] ha sido para restar en vez de para sumar. Sin duda. Lo que yo quería decir, expresándolo como un deseo y sin la petulancia y la impertinencia de que sea un consejo, era una receta.
Algo para tener a la vista y que se podría hacer es que probablemente una de las tareas más fecundas de los partidos extraparlamentarios en estos momentos –extraparlamentarios o también sectores que sean verdaderamente revolucionarios de partidos parlamentarios, lo mismo me da, en este momento no quiero hacer ninguna división sectaria–, creo que una de las tareas más importantes sería preparar el terreno para un tipo de unidad que partiera de la base de una gran seguridad cultural, o moral, como lo queráis decir, a través de la cual se superara el sentimiento de inferioridad, al que también se refería Pep Subirós, el sentimiento de inferioridad producido por la larga derrota a la que tú también te has referido, que recuperando entonces una moral alta sobre la base de una recuperación, de una nueva toma de conciencia, de la calidad cultural y de la propuesta de futuro que subyace desde siempre en la izquierda social, buscara una nueva forma de unión, no una fusión entre partidos, con las características tradicionales.
Es muy posible que vosotros, los del MC, en alguna época por lo menos, no sé si ahora, hayáis estado, visto desde fuera, particularmente bien situados para eso, porque no os ataban ninguna de las grandes tradiciones que pueden determinar patriotismos de partido en el resto de la izquierda marxista. Las franjas revolucionarias del PSUC o del PCE están más o menos vinculados psicológicamente por la herencia de la III Internacional, los camaradas de LCR por la tendencia de la IV. Vosotros tenías una posición ligeramente protagonista, y por eso no te negaré que al verte aquí me ha parecido más seguro todavía lo que iba a decir del asunto, pero no con ningún ánimo de impertinente consejo sino como reconocimiento o expresión de la convicción de que algo nuevo hay que hacer, si me permitís hablar así de vagamente.
17. Cultura y educación, 1984
La Diputación de Barcelona organizó a finales de 1984 las primeras jornadas de Interacció sobre cultura y educación. En la sesión inaugural, intervinieron Sacristán y José Mª Valverde. Se presenta aquí la intervención del primero. No se ha podido incorporar el coloquio que, según contaron asistentes y crónicas periodísticas de la época, tuvo enorme interés y fue sabrosamente polémico. Existe un vídeo, que no hemos podido localizar, de las intervenciones iniciales de ambos.
(…) que el conjunto del programa anuncia asuntos que me parecen sustanciosos, hasta urgentes, y en todo caso merecedores de atención y de dedicación: subculturas urbanas, división de los roles sexuales, tecnologías alternativas, toxicomanía juvenil, ecología, antropología, bibliotecas, energías alternativas, educación permanente, escuela, documentación, son todos asuntos de importancia real. Pero, por otra parte, no puedo evitar una cierta impresión de oscuridad de conceptos, incluso de futilidad. Algunas formulaciones, si se me permite la expresión, me parecen camerísticas. Y no me refiero sólo a cosas como el hecho de que el programa incluya la astrología, sino también a motivos más básicos y, para empezar, el mismo uso del término «sociocultura» y sus derivados, «sociocultural», etc.
A mí me parece que sociocultura es un término más o menos técnico que usan los antropólogos con muchas diferencias de matiz, pero coincidiendo todas las escuelas al menos en que con el término no se designa ninguna actividad profesional ni particular específica, sino un conjunto de relaciones, hechos, contenidos mentales, a veces incluso los elementos de la aplicación material –en otras escuelas no–, pero, en ningún caso, una actividad especializada como, en cambio, se presenta en el caso de los profesionales de este curso o a los que se dirige este curso.
Muchas veces, además, en el programa el término me parece redundante. Hay un ejemplo muy destacado. Es el tema rotulado: «Mitos, fiestas populares y acción sociocultural». Si algo hay exquisitamente sociocultural son los mitos y las fiestas populares. No sé qué puede añadirles la presencia de una acción sociocultural no contenida en ellas. Y lo de la redundancia sugiere una preocupante punta ética, que también estaba mencionada en el rótulo con que yo conocí la sesión, cuando se hablaba de un marco ético. Si es redundante conceptualmente, ¿no será también política y moralmente parasitaria esa actividad supuestamente especializada llamada «sociocultural»?
Muchísimas cosas de la vida cultural contemporánea, tal vez también de otras épocas, son, en mi modesta opinión, inequívocamente parasitarias. Desde esa especie de juergas rituales que organizan los gremios intelectuales y que solemos llamar «congresos», hasta incluso actividades mucho más modestas de profesiones en sí mismas muy sacrificadas, por ejemplo, los maestros de enseñanza básica, pero que de vez en cuando son solicitados por espectáculos de ese tipo más o menos parasitario o, por lo menos, de muy poca fecundidad. El Punt Diari, un periódico de Gerona, del miércoles 29 de agosto, traía una información acerca de la Escuela de Verano de l´Alt Empordà, la cual celebraba el día de la vendimia, que merece ser leída como ilustración de ese tipo de actividad nana, fútil. No sé si todo el mundo presente comprende el catalán o no. ¿Hay quién no lo comprenda? Entonces lo traduciremos. Dice así:
«La fiesta de la vendimia fue la actividad más destacable de la escuela de Verano ayer en el Alt Empordà. Una escuela de verano que ha conseguido más éxito que nunca. Basta decir que ayer por la tarde todavía había nuevas inscripciones.Por el momento, se han inscrito 221 maestros en esta escuela, lo que representa, según señala [un señor], aproximadamente un 42% de todos los maestros de la comarca y ésta es la Escuela de Verano de Catalunya que tiene más éxito en cuanto a porcentaje de participación.
La cuestión que se planteaba ayer a los once días de vivir aquí en la escuela de l´Alt Empordà era cómo se hace un vaso de vino. Éste tema formaba parte de lo que se llama «fiesta de la vendimia» y coincide con unas fechas en que las viñas están a punto para la vendimia, precisamente, en una comarca que es tierra de vinos. Los maestros aprendieron primero a hacer un vaso y a manipular el barro. Después con racimos negros hicieron el vino. El sistema era rudimentario: aplastaron el vino en palanganas grandes, después filtraban el zumo y lo ponían en botellas. «Este será el vino nuevo», decían los maestros». <MSL: ¡Pobres!.>
Eso, como es natural, no era vino ni era nada, absolutamente nada. Era sólo una forma de gastar cierto presupuesto. Todos son beneficiarios, o somos beneficiarios, de esa inútil inversión que tiende siempre a convertirnos en parásitos aunque sea involuntariamente. Es muy verdad que el despilfarro parasitario es un rasgo general de nuestra sociedad, desde el consumismo inducido, que sufrimos muy constantemente, llegando sobre todo a los gastos militares, absolutamente injustificados desde el punto de vista de sentido común, pero incluso por no criticar a los demás, sino por criticarnos a nosotros mismos, por lo que hace a la investigación inútil.
La investigación inútil, que consume también inversiones importantes, es sobre todo cara, desde luego, en ciencias de la naturaleza. El más pequeño trabajito de un señor que tiene que doctorarse en física cuesta seguramente el impuesto sobre la renta de 100 a 200 ciudadanos. Pero incluso en nuestro propio campo, no el de las caras ciencias naturales sino en sociología y en filosofía, es un fenómeno de todos los días. He estado mirando, recientemente, unos cuantos títulos de tesis doctorales presentadas en las universidades norteamericanas el año pasado y éste, y les voy a ilustrar el evidente parasitismo de muchos de esos trabajos,no de todos por supuesto, con algunos ejemplos. La Universidad de Nueva York publica el año pasado una tesis titulada «Estructuras de amistad entre jóvenes mujeres solteras solas de Nueva York»; la Universidad de Pensilvania, también el año pasado, publica una tesis titulada: «Clubs de fotografía y fotografía artística. Distinción entre el arte y la actividad aficionada»; la Universidad de Saint-Louis publica un estudio, una tesis doctoral, titulada «Investigación fenomenológica de la relación entre el médico y la viuda»; la Universidad del Estado de Oregon, este mismo año 84, ha publicado, aprobado y publicado, la tesis titulada: «Estudios de una Liga de baloncesto de norteamericanos de ascendencia japonesa y de la asimilación de sus miembros en el tronco principal de la sociedad norteamericana»; la Universidad de Oklahoma también se luce con la siguiente tesis: «El Estado de ánimo de las esposas de catedráticos jubilados o a punto de jubilación». Pero creo que el ejemplo más bonito que he encontrado es esta tesis de la Universidad de Temple del año pasado. Dice: «La satisfacción marital de las esposas de entrenadores de fútbol como función <MSL: «¡Es increíble!»> del desgaste, la tensión y el compromiso de sus maridos entrenadores».
Es muy posible que el riesgo de parasitismo de los profesionales de la acción sociocultural sea mucho más ingenuo y quizá ridículo, que grave, perverso y peligroso, como el que ocurre en ciencias físicas o en los gastos militares. Esta bobada de la fabricación de vinos en la Escuela de l´Alt Empordà sugiere eso. Hay ahí un pequeño gasto, no demasiado excesivo, y más bobo que otra cosa. Pero habría que decir que una perversión pequeña sigue siendo perversión. Y que, además, la promoción sociocultural o la posibilidad de que la promoción sociocultural fomente ese parasitismo general puede tener una perversidad propia: fomentar cierto conformismo mediante una alegría tonturrona, cultivada en ese tipo de fiestas de la vendimia, en actividades que en otro tiempo hacía los Coros y Danzas de la Sección Femenina de Falange. Y eso puede constituir una especie de educación para esclavos o, por lo menos, para siervos, para personas que ni siquiera lleguen a percibir donde están los muelles del servilismo en la sociedad moderna y donde están las palancas sino de una liberación por lo menos de una constitución de más libertad en el futuro.
Ese tipo de sociedad, seguramente, va a requerir, para poder orientarse en ella, que es lo elemental para conseguir un poco de libertad, una dotación de conocimientos en las poblaciones bastante elevada sino han de quedar en una situación servil o de puro instrumento de quienes de verdad tengan esos conocimientos. Por eso me parece que lo más sensato que podrían hacer profesionales de la actividad socio-cultural sería promover lo más posible el dominio democrático, el dominio popular, de esas informaciones. Lo cual, en mi opinión, requiere un primer paso que es la potenciación de la escuela clásica, de la escuela fundamental. Al decir esto tengo conciencia de que me opongo a un par de corrientes bastante dominantes, bastante de moda. Una, la corriente antiescolar, teorizada principalmente por Ivan Illich, y otro, el cultivo de la espontaneidad o de la llamada «creatividad» en contra de la escuela fundamental, de la escuela que instruye.
Respecto de la primera hay que decir, sin perjuicio de que en un posible coloquio se pueda discutir más, que la línea general de pensamiento antiescolar de Illich, cualesquiera que sean las intenciones del autor, me parecen redundar a la larga, si se realizaran, en una potenciación no de la pequeña comunidad sino de las grandes empresas que dominan las tecnologías extensivas de la educación. La sustitución, por ejemplo, de la escuela local, de la escuela de pueblo, de la escuela de barrio, por una red de información telefónica, con cintas magnéticas, etc. pone la instrucción, según la línea de Illich y aunque él no lo quiera, en mano de las grandes compañías y la retira a los viejos del barrio, por así decirlo, o del pueblo.
Ésta es una línea de pensamiento que pretendiendo innovar de una manera revolucionaria, en ruptura con la línea de desarrollo de la civilización que conocemos, más bien lo que hace es potenciarla. Lo mismo ocurre, en mi opinión, con las generalizaciones de este pensamiento de Illich para toda la sociedad, cuando, por ejemplo, A. Gorz reclama la eliminación de instancias sociales y políticas intermedias para basarse estrictamente en una comunidad reducida a la que atribuye la producción de lo superfluo, está admitiendo, tácita o explícitamente, que la producción de lo necesario va a ser objeto no de entidades intermedias, como el municipio o como colectividad abarcable con los ojos o con la imaginación, sino que va a ser producto de las grandes compañías transnacionales, si los pequeños sólo podemos hacer lo superfluo, si el Estado y la institución política […] el alma de Pitágoras consideraran que los niños votaran la cruz, cometiendo claramente una doble trampa: una trampa intelectual porque se ocultó a los niños que el signo de la suma, como cualquier otro signo, es un dibujo convencional, apoyado simplemente por siglos de tradición y no por ninguna espontaneidad de ningún viviente actual, y trampa moral porque se les hizo creer que elegían algo, cuando en realidad estaba bien predeterminado lo que tenían que ir a elegir.
De modo pues que lo primero que yo haría si fuera un profesional de la sociocultura sería dedicar dinero a la escuela, para conseguir más conocimiento científico, técnico e histórico en la población, para conseguir, sobre todo, instrucción que es, me parece, la única base posible de la educación y de un humanismo consistente2.
Existe una posibilidad de humanismo y de calidad de vida humana consistente, sin necesidad de instrucción. Eso es verdad. Pero tampoco es una actividad sociocultural como esa del vaso de vino. La otra posibilidad es la pura contemplación, el marginarse y contemplar, lo cual es absolutamente digno, pero tiene poco que ver con esas tontunas del vaso del vino y de las danzas y coros.
Voy a dejarlo aquí por si acaso hay que discutirlo que haya tiempo para ello. Así que gracias por su atención por el momento.
En EL PAIS , de 11 de setiembre de 1984, Marta Clos escribió una breve nota sobre las intervenciones de Valverde y Sacristán. Seleccionamos algunos fragmentos de la información.
«Con más de 700 inscripciones, frente a las 300 que tenían previstas, la organización, empezó ayer a las nueve de la mañana la primera edición de la Escola d´Estiu d´Acció Sociocultural Interacció-84. Contrariamente a lo que se esperaba, se mantienen los 100 cursos previstos que, a lo largo de esta semana, se celebrarán en los Hogares Mundet de Barcelona. El debate y la controversia empezaron ayer con el curso general y que corrió a cargo de Manuel Sacristán y José Mª Valverde, bajo el título Cultura y educación . Manuel Sacristán empezó su parlamento con un repaso al programa que ofrece Interacció 84 y a la definición del término sociocultural, que es «contradictoria porque no se designa una actividad especializada, sino a un conjunto de hechos muy diversos, y por el contrario define el curso, que va dirigido a profesionales». Sacristán se refirió a la redundancia que supone este concepto «moral y políticamente» y por tanto al peligro de que se convierta en «parasitario», como «esas juergas intelectuales que llaman congresos». Sacristán criticó duramente el «despilfarro o parasitarismo» como robo general de nuestra sociedad, desde el consumismo, los gastos militares «injustificados desde el punto de vista del sentido común» hasta la investigación «inútil» que se realiza en la mayoría de universidades.
Manuel Sacristán afirmó que esto puede constituir una especie de educación para esclavos o siervos que «ni siquiera saben dónde están los bueyes del servilismo en nuestra edad moderna y dónde las palancas para conseguir si no la liberación, por lo menos más libertad en el futuro». Manuel Sacristán aludió a la nueva sociedad a la que nos dirigimos protagonizada por el desarrollo de unas tecnologías «con mucho poder», por lo que, para poder orientarse en ella y por tanto vivir sin ser siervos, consideró necesario adaptar unos conocimientos bastante elevados.
En este sentido, Sacristán aconsejó a los profesionales de la actividad sociocultural que «lo más sensato que pueden hacer» es promover lo más posible el dominio democrático y popular de esta información, lo que requiere un primer paso «La potenciación de la escuela fundamental, la clásica, la que instruye», afirmó.
Terminó diciendo que es necesario el dinero para la escuela, a fin de conseguir la instrucción, que es la base de la educación y de un humanismo consistente «Hay otras posibilidades de educarse sin una instrucción como la vida contemplativa, pero tienen muy poco que ver con la actividad sociocultural», dijo.
José Mª Valverde tomó la palabra ratificando lodo lo que había señalado Manuel Sacristán e insistió una vez más en la necesidad de invertir en las escuelas. Se mostró contrario a las teorías alternativas en educación. Valverde agregó que a la educación se le ha dado «demasiada locura, demasiada expresividad, hay que invertir el dinero para que la gente sepa leer una frase y la entienda. Actualmente falla el entrenamiento verbal, auditivo, no tenemos entrenamiento musical del lenguaje, por consiguiente, no entendemos lo que leemos».
José Mª Valverde criticó duramente los nuevos métodos de educación en los que se ha desprestigiado y abandonado el uso de la memoria «y no hay forma de aprender si no se usa la memoria».
18. ¿Realmente fueron tan malos los telegramas de CC.OO?
Nota publicada en mientras tanto, núm. 21, diciembre 1984, págs. 16-19 (fechada en noviembre). Eran años en los que El País de Juan Luis Cebrián hacía todo lo que estaba en sus manos (y era mucho) para desacreditar y mofarse de la dirección de CCOO de Marcelino Camacho. El periodista Rodolfo Serrano fue vanguardia en la ofensiva.
El llamado «diario independiente» había reproducido con el titular «Telegramas de apoyo a Camacho» setenta y un telegramas enviados por diversas organizaciones de CC OO. Los textos eran del siguiente tenor: «El sindicato del Textil-Piel de la región de Cantabria de CC OO repudia vuestra manipulación informativa y apoya la decisión mayoritaria del Consejo Confederal en contra de la firma del AES. Torrelavega» o «EL PAIS persigue crear confusión y desacreditar a CC.OO.» o «Comité trabajadores Cespa, Alcalá, muestra firme repulsa noticia dada por diario EL PAIS referente falsa dimisión de nuestro secretario general, Marcelino Camacho. Exigimos aclaración apoyando política sindical. Confederación CC OO rechaza AES. Alcalá de Henares».
La retirada de CC.OO. de las negociaciones del Acuerdo Económico y Social (AES) –en el curso de las cuales el sindicato había sido tratado despectivamente, hasta el punto de no convocarlo a las reuniones decisivas– ofreció al gobierno una oportunidad para organizar una campaña bastante amplia contra ese sindicato, dentro de una guerra que ya venía de antes. La lucha se enconó cuando entró en liza un periodista que informó de CC.OO. con bastante hostilidad. El diario El País anunció entonces en cuerpo grande y en primera página una importante pugna interna de CC.OO. en torno al posible apartamiento de Camacho de las funciones de dirección del sindicato. Setenta y una organizaciones de CC.OO. replicaron con telegramas a El País el cual los publicó todos, por lo liberal que es y porque debió de parecerle que la repetición de la monótona cantinela setenta veces ridiculizaría y perjudicaría al sindicato.
¿De verdad es tan horrible que muchas organizaciones de CC.OO. enviaran un telegrama de protesta prácticamente idéntico? El País pensó que sí. «Los telegramas», decía un editorial del 20 de octubre, «en su identidad prosódica, ortográfica y sintáctica, demuestran la capacidad de consigna y disciplina que ese sindicato todavía mantiene». La elegancia del comentario era inteligente: enfrentado a la burda uniformidad de esos ignorantes burócratas obreros, el periódico no responde destempladamente, ni siquiera cuenta algún pertinente chiste de Guareschi; sólo se refiere, con un guiño graciosamente académico a la «identidad prosódica, ortográfica y sintáctica»; la discreción potencia el desprecio hasta un sarcasmo que sólo el gran esfuerzo autodidacta de los más destacados líderes de CC.OO conseguirá barruntar.
El País, no se limitaba a ese pianissimo. De entrada había soplado fuerte en las trompetas: la reacción de CC.OO, dice el editorial, «sería cómica si no fuera también triste, parece el fruto de viejos reflejos históricos que confunden lo personal con lo político y se traduce en un cierre de filas que niega la reflexión crítica para doblegarse ante el poder». Pero si la crítica del esquematismo disciplinario de los telegramas está justificada en su literalidad (por lo que sería una perversión política discrepar de lo que dice), la enérgica obertura es mucho menos convincente. No hay duda de que el movimiento obrero español y el de otros países ha confundido muchas veces lo personal con lo político y ha cerrado filas rehuyendo la reflexión crítica. Esto vale tanto para los partidos políticos cuanto para las organizaciones sindicales. Mas lo de doblegarse ante las exigencias del poder se aplica menos a CC.OO y al PCE, que a UGT y al PSOE, por ejemplo. El poder (o lo que parece serlo, pero, si no lo es, es encubridor del otro) cambia redondamente su programa económico, su política interior y su política internacional, y su partido ni rechista casi. «El AES» ha dicho con razón Camacho, «Ha sido el certificado de defunción del programa socialista». Y ni en UGT ni en el PSOE ha pasado nada digno de mención; se ha doblegado ante el poder prácticamente todo el mundo. En cambio, cuando todavía eran un partido, los comunistas, tan pobres en pluralismo prosódico, tenían a veces la vergüenza de escindirse en circunstancias parecidas, en vez de doblegarse ante el poder.
El incidente tiene otra cara. La crítica más importante que el editorial de El País del 20 de octubre hacía a Comisiones Obreras es la inconsistencia. «Como en un mal viaje» escribía el editorialista, «los vencedores del congreso (de CC.OO) han resultado derrotados a la hora de poner en práctica la politica aprobada». Marcelino Camacho tiene razón al advertir al presidente del gobierno que una política de concesiones a los patronos contra la clase obrera (incluida una represión a veces sangrienta de los movimientos de ésta) puede abrirle camino al fascismo. Pero a la dirección de CC.OO se le podría recordar, casi en el mismo tono, algo que, aunque menos grave, se parece un poco a eso: una política de pactismo politicista fundada en que «había que posponer la solución de las tensiones sociales a la construcción de la democracia», política que se sirvió con mentiras o ingenuidades tan grandes como la de decir a los trabajadores que una patronal que se negaba a pagarles un salario decente (que es lo menos) iba a permitirles intervenir en la política empresarial (que es lo más) –y ese cuento se contó a los obreros para justificar los pactos de la Moncloa– difícilmente puede conseguir que se tome en serio el reciente intento de Camacho de recuperar la vieja originalidad de CC.OO., cuando dice «Estamos creando un tipo de sindicalismo nuevo, que entronca con el carácter sociopolítico del sindicato». Comisiones Obreras fue un movimiento sociopolítico; todavía hoy es una fuerza anticapitalista considerable, quizá la principal que queda en España; pero arrastra ya el lastre de dos pactos sociales desorientadores de los trabajadores y el estigma de ser un sindicato subvencionado oficialmente. La entusiasta inserción de CC.OO en la «transición», prefiguraba ya un conformismo que, al chocar con la tradición del sindicato, tenía que dar lugar a incoherencias .
¿Se lo tiene, entonces, merecido todo la dirección de CC.OO.? Mucho sí tiene merecido, pero quizás no todo. No, en particular, el desenfado insultante del ministro de Trabajo que se permite llamar «desequilibrado» a Camacho. El comentario del ministro Almunia a la declaración del presidente de la patronal tras la firma del AES es una regodeo en la sorna y la arrogancia. Cuenta la prensa del 3 de noviembre «El titular de Trabajo, hablando de unas declaraciones de José María Cuevas, presidente de la patronal CEOE, en las que afirmaba que él no había asumido ningún compromiso sobre inversión y empleo, comentó que «el señor Cuevas no tiene una empresa propia, y sería absurdo hacerle responsable de las actuaciones de todos los empresarios». Es tan evidente que lo que Cuevas negaba es que la patronal se haya comprometido a invertir y a crear empleo, que el comentario de Almunia sólo se puede entender como un sarcasmo para burlarse de los trabajadores. A continuación, Almunia dedicaba a los entendidos unas palabras que corroboraban lo dicho por Cuevas en nombre de la patronal «Pero lo cierto es que las condiciones han mejorado tras la firma del AES y es de esperar (cursiva mía) que la inversión privada sea mayor».
Si la cultura política que hay del otro lado es la síntesis de falsedad y prepotencia que constituye la agudeza del ministro, habrá que pensar que la rígida pobreza de los telegramas de CC.OO. no ha sido lo más feo de este asunto».
19. Anotaciones de lectura. Díez Alegría, Manuel, Ejército y sociedad, Madrid, Alianza Editorial, 1972
Defensa y sociedad (5-III-1968). Un enfoque actual del problema externo de los ejércitos.
1. «… Un profundo antimilitarismo que contrapone las sociedades industrial y militar como dos distintos tipos.» (9)
Este no ha oído hablar del «complejo militar-industrial» a pesar de que a lo mejor conoció a Eisenhower en USA.
2. Distinción con la policía, porque el fin potencial y propio del ejército es emplear las armas contra fuerzas comparables y de origen perceptiblemente exógeno (14/15).
El armamento de la policía puede ser mucho más débil que el del ejército, porque el adversario es moral y sensiblemente inerme. Ello coloca a la policía más en la mano de la Administración (15).
3. Gibney, Frank B. y Feldman, George J., The Reluctant Space-Farers, A Signet Book, NY, 1966, parece explicar la política soviética de distensión como medio de combatir la tendencia a la disgregación del bloque comunista (31).
4. Explica el fracaso del desarme general controlado por la falta de «desarme moral» de las grandes potencias, que ambicionan la hegemonía, y por los poderosos intereses vinculados a la industria del armamento, que se oponen a la distensión y a una paz con garantías (36).
5. Parece indiscutible que en este asunto (tratado contra la proliferación de armas nucleares) preside el egoísmo de los dos polos de poder que desean mantener en sus manos todas las posibilidades de disuasión y ejercer, por lo tanto, una hegemonía mundial conjunta, que los hechos vienen poniendo repetidamente de manifiesto, y con la cual se conformarían, ante la imposibilidad de asegurar una supremacía propia única sin recurrir a la guerra nuclear total (37).
6. «… el ejército debe mantener el orden en países en que los provincialismos y la oposición pueden adquirir carácter agudo que arrastre a las fuerzas de policía» (47)
Aunque incoherente con otras tendencias del texto, esto es inequívoco y concluyente.
7. «Pero esta apoliticidad del elemento armado, dogma indiscutible para la ideología militar, no puede considerarse como absoluta en todos las circunstancias. Precisamente en nuestros tiempos y como consecuencia de los procesos de Nuremberg, ese principio, aunque farisaicamente se pretende ignorarlo, ha entrado en cierto modo de revisión.» (52)
Así que en la guerra civil españlola, en la RF [Revolución francesa], o en la RR [Revolución rusa], el ejército fue apolítico…
8. «Es decir, y ello no es nuevo, que pueden existir casos, enormemente restringidos, ciertamente, en que las fuerzas armadas pueden, sin afiliarse a ninguna corriente de opinión determinada, pero haciéndose eco del sentimiento general del país, recoger de la calle los atributos del poder para impedir con ello la pérdida de la Nación, al perderse sus esencias fundamentales.
Pero ese caso singularísimo de que acabamos de hablar no puede incluirse en el marco de un peligro cierto que los ejércitos pueden representar en muchos países: el peligro del intervencionismo militar, es decir, la influencia mayor o menor de las fuerzas armadas pueden venir a ejercer en la gobernación del Estado.» (50/52)
El «por una parte/ por otra» de la filosofía militar. Pero uno de los tipos de intervencionismo, subespecie del tipo que compara con los grupos de presión, es sumamente ambiguo para el régimen:
«Se fijarían implícitamente una serie de principios que se consideran intangibles y las fuerzas armadas intervendrían, en forma más o menos discreta, cuando creyendo que la acción del gobierno alcanzaba a alguno de ellos» (54)
Pero no habla del pueblo. Este es subversivo. Si es él el que lesiona los principios –las esencias, ¿Qué otra cosa son?– garrotazo «singularísimo», ¿no?
9. Se emplea frecuentemente el argumento de que la suma dedicada por los Estados a su defensa sería más útil empleada en escuelas, hospitales, viviendas de tipo social o necesidades del mismo orden, pero la realidad es que estas son obligaciones que deben ser cumplidas en cualquier caso, pero que carecen del vigor y dinamismo necesario a la mente humana para avanzar en lo desconocido sin considerar los riesgos que ello lleva consigo (Pasteur, Koch, Bogdánov).
10. «… el ejército se verá llamado a colaborar con ellas en los casos de graves perturbaciones de orden público que caben dentro de la denominación general de lucha subversiva.» (65)
Ellas son las fuerzas armadas de la policía.
11. El problema de la seguridad europea a los 25 años de la II G.M. (22-VI.1971).
Es de política internacional, y se le ve ideológica y políticamente muy distinto que cuando habla en España (Esta es una conferencia en Wilton Park). Cinismo más… progresista.
20. Proyecto de carta
Carta dirigida al Sindicato de Trabajadores de la Educación y la Ciencia de la República Socialista de Cuba. Fechada en mayo de 1971. Sacristán pudo ser el redactor de la misma.
Queridos compañeros:
(1) Firmamos esta carta trabajadores intelectuales de la educación y de la industria editorial, obreros de las industrias metalúrgicas, química, textil y de la construcción, trabajadores empleados en varios servicios y estudiantes de las distintas facultades y escuelas de la Universidad de Barcelona, junto con algunos compañeros de otras ciudades españolas.
(2) La República Socialista de Cuba, la primea y difícil brecha abierta en el sistema imperialista en el hemisferio americano, ha sido recientemente acusada de oscurantismo por un grupo de intelectuales de tipo tradicional, europeos o americanos instalados en la Europa capitalista. Nosotros afirmamos que en la segunda mitad del siglo XX es un forma de oscurantismo en la organización de la cultura el mantenerse en el estatuto social de titulares de la cultura superior burguesa que el primer ministro del gobierno revolucionario cubano ha comparado acertadamente con el de los hechiceros arcaicos. Ese estatuto está hoy reconstruido de un modo esencialmente capitalista: a través de la propiedad privada sobre la producción cultural y sus medios –estatuto relativamente reciente, no a partir de 1830, una vez firmemente consolidado el estado burgués moderno–, la casta de los literatos tradicionales se alimenta de una renta parasitaria mediada por los beneficios de los editores capitalistas. El producto cultual es propiamente obra colectiva. Mientras estos letratenientes no comprendan y abandonen el oscurantismo que es la existencia de su casta, no serán capaces de colaborar realmente en el esfuerzo que también los demás intelectuales –los trabajadores intelectuales en la producción y los servicios necesarios, los intelectuales no parasitarios– han de realizar para que se termine su propio privilegio en la división social clasista del trabajo mediante la abolición de esta misma.
(3) Los letratenientes no pueden ser considerados parte integrante de una cultura socialista. Pues, como acertadamente decís en la declaración de vuestro congreso, «la cultura de una sociedad colectivista es un actividad de las masas, no el monopolio de una élite, el adorno de unos pocos escogidos o la patente de corso de los desarraigados».
(4) Nosotros nos adherimos a la línea de política cultural que ha fijado vuestro primer congreso, LA LÍNEA DE MASAS EN LA EDUCACIÓN, LA CIENCIA Y LA CULTURA y os deseamos que su aplicación os evite en la mayor medida posible los riesgos de burocratismo presentes en las instituciones del período revolucionario de transición. Creemos que la política educativa, científica y cultural formulada por vuestro Congreso es adecuada para luchar contra el oscurantismo en Cuba y abrir el camino a una sociedad sin clases.
(5) La urgencia de esta toma de posición nuestra nos impide por el momento examinar críticamente algunos puntos de vuestro programa y algunas recientes actuaciones de la política cultural cubana de la que algunos disentimos y que a todos nos interesa discutir. En todo caso, esa discusión no se hará desde la prensa fascista ni capitalista en general. Pero lo esencial para nosotros es repetir con vuestra declaración: «Rechazamos las pretensiones de la mafia de intelectuales burgueses pseudoizquierdistas de convertirse en la conciencia crítica de la sociedad. La conciencia crítica de la sociedades, el pueblo mismo, y, en primer término, la clase obrera, preparada por su experiencia histórica y por la ideología revolucionaria para comprender y juzgar con más lucidez que ningún otro sector social los actos de la revolución».
Recibid nuestro saludo y nuestra solidaridad.
Barcelona, mayo de 1971