Se avecina un cambio de paradigma socioeconómico dramático
Alexander Ač
Introducción
El periodo actual se puede caracterizar sin duda por una crisis económica, ecológica, cultural y política, pero también moral. La solución parece estar más lejos que nunca y los problemas parecen empeorar día a día. ¿Por qué pasa esto, qué podemos esperar en el futuro y cuáles son las salidas seguras de este futuro cuello de botella? Hemos estado hablando con Nathan Hagens en la última Conferencia ASPO en Viena. Hagens es doctor en Recursos Naturales por la Universidad de Vermont y máster con honores en gestión de empresas (MBA) por la Universidad de Chicago en el campo de las finanzas. Es el autor de algoritmos comerciales para sistemas de materias primas y fue vicepresidente de Salomon Brothers y Lehman Brothers. Actualmente participa en el Consejo directivo del Institute For Integrated Economic Research en Suiza y en el Post Carbon Institute en los EEUU. La presentación de Nate en la conferencia se puede encontrar aquí.
Puntos más destacados de la entrevista:
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Hay suficiente energía para una vida con sentido para todo el mundo, pero no hay suficiente energía para que nuestra economía crezca mundialmente.
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Hay relación entre la abolición del estándar oro (1971) y el pico del petróleo en los EEUU (1970)
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Se subestima la relación entre el dinero y la energía
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La deuda es un extractor de riqueza procedente del futuro
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El pico del crédito es más inminente y un problema más urgente que el pico del petróleo
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Deberíamos impulsar un «keynesianismo del pico del petróleo» en lugar de un «keynesianismo turbofinanciero»
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El viejo paradigma de inversión agoniza
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El nuevo paradigma socioeconómico se pondrá en marcha durante la próxima década
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Un 5-10 % de la población puede guiar a los demás
P: Suele decir que nuestro problema no es la escasez de energía sino el exceso de expectativas. ¿Qué quieres decir con eso?
Nathan Hagens: La energía ha sido siempre el conductor más importante de las sociedades, pero durante los últimos 30 años hemos sido incapaces de pagar por el suministro de energía que queríamos a tiempo real de manera que hemos emitido más dinero como crédito para pagar por él. Así, la cantidad de reclamaciones financieras que la gente cree que posee hoy en conjunto es mucho mayor que la capacidad de nuestra infraestructura productiva y nuestros recursos naturales para devolverlas. Por tanto, aunque nuestros problemas económicos se originaron por el impacto de una energía cada vez más difícil de extraer y por lo tanto más cara, la historia ahora es la enorme cantidad de obligaciones financieras en el mundo desarrollado y en desarrollo. Esto domina sobre el tema energético. Por ejemplo, si las tasas de interés subiesen en todas partes 100 puntos básicos, o de un 1% a un 2%, o de un 4% a un 5%, el impacto sobre la economía mundial sería el mismo que si los precios del petróleo subiesen de 100 a 200 dólares por barril. En otras palabras, ahora mismo, hemos hinchado un globo financiero tan enorme que los riesgos de que explote y la probabilidad de que la demanda agregada vaya a disminuir será en el futuro próximo aún más grave que un 3 o 4 o 5% de disminución natural de las tasas de producción de petróleo. Y por supuesto, una vez que esto ocurra y los precios de las materias primas caigan, una parte importante de lo que se ha etiquetado como «reservas» petrolíferas desaparecerá, cuando los precios queden por debajo del coste marginal. Nunca se ha tratado de cuánto petróleo hay, solo de los beneficios que quedan a la sociedad tras los costes de extracción.
En los EEUU todavía tenemos una huella energética de alrededor de 100x nuestro uso calórico y por tanto hay muchísimo espacio para construir una narrativa cultural diferente que use menos energía. Básicamente, no tenemos suficiente energía barata para continuar la senda del crecimiento, pero tenemos mucha energía para tener una sociedad robusta, con sentido, con un menor nivel de producción. Sí, hay escasez de energía, pero no es real. Es solo aquella que no nos permite continuar el crecimiento económico global en la forma en que nuestros políticos e instituciones esperan. Esto es importante porque la mayor parte de la gente consciente del pico del petróleo piensa que deberíamos dedicar nuestros recursos hacia las energías alternativas. La realidad es que nuestro sistema se ha quedado sin ‘capital’ (combustibles líquidos de bajo coste y, por extensión, de crédito disponible) y muchos otros aspectos de la sociedad que hemos dado por garantizados necesitan un apoyo más urgente. Nos hemos quedado alelados con la idea de que la eficiencia y las renovables son la respuesta a aquello con lo que nos enfrentamos, cuando el problema más urgente es nuestra dependencia de una globalización construida sobre supuestos que ya no son válidos.
Además, cuando hablo de las expectativas me refiero a ellas en un sentido cerebral/de conducta. Nuestra sociedad -Europa y los EEUU y cada vez más en China y en todas partes- se ha habituado a una alta estimulación y un alto consumo. El punto clave que he aprendido de estudiar neurociencia y biología evolutiva es que es el «querer» lo que dirige nuestra conducta, no el «tener». Y en nuestro mundo de ritmo rápido saturado de cachivaches, nuestras señales de aguas altas neuronales siguen subiendo y subiendo. Cada día nos despertamos esperando/necesitando una determinada cantidad de dopamina/estimulación neurológica, y nuestra cultura se ha configurado para conseguir estos productos químicos cerebrales consumiendo y compitiendo por estatus con un uso intensivo de los recursos. En un mundo con recursos finitos esto es un problema puesto que la gente corriente que ya tiene todo lo que necesitan se esfuerza por conseguir ‘más’. Este ‘más’ se consigue quitándoselo a otra gente, otras especies y otras generaciones. Tenemos que encontrar formas de conseguir ‘cócteles’ más benignos para nuestro cerebro evolucionado. Esto, combinado con las limitaciones de energía/crédito a que nos enfrentamos es lo que me lleva a etiquetar nuestra situación como un «exceso de expectativas» como opuesto a una «escasez de energía».
P: Pero no les puedes decir eso a dos mil millones de pobres sin acceso a nuestra energía y a los pobres en los países ricos.
Nathan Hagens: En realidad, puedes. La gente en, digamos la India, van a tener una transición mucho más fácil a un final del crecimiento global que la gente en los EEUU, porque nunca han llegado a ser dependientes de todos estos complejos flujos internacionales y sus cerebros no se han hecho dependientes de altos niveles de estimulación y novedad, aquellos que cuando desaparezcan, van a hacer que la gente lo pase mal en los EEUU y Europa. La gente en la India en su mayor parte simplemente va a seguir con su rutina diaria. Así que pienso que una distribución equitativa de la energía y los recursos es importante, pero creo que no hay suficiente energía para intentar llevar al Tercer Mundo a una trayectoria de industrialización y eso no mejoraría su vida. Creo que hay multitud de formas de baja energía que mejorarían el estándar de vida sin estar plenamente industrializados.
P: ¿Cree que hay alguna relación entre el pico del petróleo en los EEUU en 1970 y la abolición del patrón oro por parte del presidente Nixon en 1971?
Nathan Hagens: Lo creo, por supuesto, pero no es solo eso. En 1970 también se llegó al pico del indicador de progreso genuino (IPG). Si miras el PIB y restas todas las cosas negativas, nuestro IPG se produjo en 1970. También en 1973 los salarios reales en los EEUU llegaron a su cénit tras subir durante 13 décadas y sí, todos estos picos están relacionados. Tuvimos una crisis de crédito en los 20 y los 30, pero entonces nos quedaba muchísima energía barata y recursos naturales. En los 70 tuvimos una crisis de recursos y para combatirla optamos por ir hacia una economía basada en el crédito. Hicimos del dólar el patrón global y creamos cantidades masivas de deuda pública y privada. Pero ahora nos enfrentamos con límites en ambas: una verdadera crisis en la que los conductores del crédito y los recursos ya no son lo que se necesita para alimentar el crecimiento. Así que no creo que haya ninguna posibilidad de que vayamos a crecer en el futuro, a partir de estos niveles. Y creo que hay una relación clara, pero no reconocida, entre dinero y energía. El dinero es una reclamación de energía y recursos futuros. La deuda es una reclamación sobre dinero futuro. La deuda no crea energía, pero su disponibilidad nos permite extraer la energía existente más rápidamente. Así como los pozos de perforación horizontal y la inyección de nitrógeno en un campo como Cantarell extraen más petróleo temporalmente a cambio de un declive más rápido, la deuda hace lo mismo con la economía. En este caso, la economía mundial.
P: Así desde 1973 la deuda crece más rápidamente que el PIB real.
Nathan Hagens: De lejos. De lejos.
P: Hay un intenso debate en los círculos financieros sobre si el hundimiento del crédito dará como resultado inflación o deflación (analistas como Steve Keen o Nicole Foss). ¿Cómo lo ve usted?
Nathan Hagens: Respondiendo a su pregunta, creo que ambas son posibles. No creo que vayamos a tener mucho más que una inflación moderada. Hay tanta deuda en existencia que incluso lo que los gobiernos están haciendo ahora con la flexibilización cuantitativa es muy pequeño comparado con eso. Así que en general estoy de acuerdo con el punto de vista de Steve Keen de que es más probable que tengamos deflación que inflación. Hay alguna posibilidad de que termine también en hiperinflación. Todo depende de cómo reaccionen nuestros líderes y ciudadanos ante los acontecimientos. No creo que haya ninguna trayectoria segura. Pero en un sentido más amplio su pregunta se relaciona con un paradigma agonizante: el de «invertir» e intentar acumular factores de riqueza excedentaria (mediante posicionamiento ante la deflación o inflación). Creo que las prioridades y los objetivos de la gente van a cambiar dramáticamente en la próxima década y la amplitud de la riqueza que hemos visto en la pasada generación va a disiparse.
P: ¿Cuál es la razón por la que los economistas dominantes básicamente ignoran el rol macroeconómico de la deuda en la economía? Recientemente Paul Krugman publicó un artículo en el que mostraba que es la redistribución de la deuda lo que importa. ¿Por qué pasa esto?
Nathan Hagens: Porque la mayor parte del tiempo la teoría macroeconómica estaba de alguna manera alineada con la naturaleza humana, porque todo el mundo podía conseguir más y las vidas de todos eran mejores, pero los últimos 30 años cuando de alguna manera cambiamos a este modelo corporativo, con publicidad, haciendo que la gente compita por cosas que en realidad no necesitan o quieren, se les decía que lo necesitaban. La economía centrada en la oferta y la creación de deuda está demasiado incrustada en el establishment económico. La deuda no tiene por qué ser algo malo. Solo es mala cuando en lo que la gastamos no es suficientemente productivo para devolverla. Lo que necesitamos es un keynesianismo del pico del petróleo. Lo que tenemos es un keynesianismo turbofinanciero.
P: Recientemente Dennis Meadows dijo que en lugar de alertar a la gente sobre los límites del crecimiento sería mejor que los ayudásemos a hacerles frente, con sus consecuencias. ¿Está de acuerdo?
Nathan Hagens: Estoy de acuerdo. Como he dicho en mi charla, creo que es necesario que la gente trabaje en cómo es un sistema sostenible, cómo casar nuestras necesidades humanas evolucionadas con nuestra hoja de balance de recursos naturales. Pero también es necesario que haya gente mirando hacia una transición, hacia qué tipo de lanchas salvavidas son importantes/asequibles y luego construir estas lanchas salvavidas, cambiando las cadenas de suministro, fortaleciendo las cadenas de servicios básicos locales y regionales y no creer que tendremos demasiado tiempo para esto. Así, aunque creo que la gente debería ser más activa e involucrarse más en prepararse física y emocionalmente para un mundo con menos, le corresponde a los gobiernos e instituciones mundiales trabajar en los grandes temas macro, incluso aunque no tengan el visto bueno de los medios de comunicación y de los economistas de que esta trayectoria se vaya a dar. Para los gobiernos, y para la gente, es muy difícil tener un pie en este mundo y el otro en un paradigma futuro que todavía no ha llegado: va contra nuestra naturaleza. Pero creo que si hubiese un 5 o 10% de gente que de forma clara y transparente fuese en esa dirección, muchos otros les seguirían. La gente intuitivamente sabe que algo va mal con nuestro actual sistema y creo que a medida que todas/la mayor parte de estilos de vida/rendimientos disminuyan en tándem, mucha gente firmaría por un mundo más sencillo con menos cosas y complejidad.
P: ¿Es usted más o menos optimista sobre las tendencias futuras que hace 10-15 años?
Nathan Hagens: Bueno, soy mucho más pesimista que hace 15 años porque entonces no sabía mucho de todo esto. Creía que el mundo era nuestro patio de juegos. Pero soy más optimista sobre el futuro de lo que lo era hace 5-10 años cuando por primera vez supe del pico del petróleo, el pico del crédito, sabe, el desbordamiento en general. Ahora comprendo que todavía somos increíblemente ricos, y tenemos un gran colchón, y una ingenuidad sin explotar y un espíritu humano para cooperar. Es posible que las cosas vayan bien tras algún suceso de cuello de botella/perjudicial. No lo estoy asegurando, están por medio los humanos y los humanos cometen errores y toman decisiones estúpidas. Los riesgos del sistema son más altos de lo que lo han sido nunca. Pero las oportunidades para dar forma a un futuro con sentido también son altas. Estamos entrando firmemente en un terreno de transición y una conducta prosocial por parte de todos nosotros será un gran contrapeso al estrés inevitable que se generará ante esta situación. Y desde mi perspectiva, tenemos una profunda necesidad de una nueva narrativa cultural lejos del consumo llamativo y las turbofinanzas. Vivimos en tiempos interesantes: nuestras decisiones y conductas tendrán impacto en cómo será el futuro. Todo el mundo tiene que vivir y disfrutar su vida, pero esperemos que con un ojo en el futuro y un sentido de la responsabilidad y la comunidad.