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Capitulación

Jacques Sapir

En la madrugada del lunes 13 de julio, el Primer Ministro griego, Sr. Alexis Tsipras, capituló. Se rindió ante las presiones insensatas de Alemania, pero también de Francia, de la Comisión Europea y el Eurogrupo. El hecho es que ha capitulado. Porque no hay otras palabras para describir el acuerdo que le fue impuesto por el Eurogrupo, y luego por varios líderes europeos, bajo la amenaza de expulsión de Grecia de la Eurozona. Esta capitulación tendrá consecuencias dramáticas para Grecia, donde la austeridad seguirá aplicándose, pero también en el seno de la Unión Europea. Las condiciones en las cuales esta capitulación ha sido arrancada hacen añicos el mito de una Europa unida y pacífica, una Europa de la solidaridad y el compromiso. Se ha visto a Alemania obtener de Grecia lo que los antiguos llamaban una paz cartaginesa. Desde un inicio se sabe que esta era la posición del Sr. Dijsselbloem, el Presidente del Eurogrupo [1]. Vimos, con tristeza, pero también con cólera, cómo Francia acababa por plegarse a la mayor parte de las exigencias alemanas, a pesar de lo que dice nuestro presidente (Holande).

Este 13 de julio permanecerá en la historia como un día de luto, tanto para la democracia como para Europa.

Un acuerdo detestable

Este acuerdo es un acuerdo detestable, y por varias razones. Lo es en el campo económico, pues sangra de nuevo la economía griega sin proporcionarle la bocanada de aire fresco que necesitaba. El aumento de la presión fiscal sin contrapartidas, tendrá consecuencias desastrosas para la economía griega. Es la continuidad de la austeridad en la más pura lógica de Pierre Laval en Francia, de un Brüning en Alemania, o de un McDonalds en Gran Bretaña, aquellas trágicas figuras de los años treinta que agravaron con sus políticas la crisis de 1929. Se exige un aumento de la presión fiscal y los nuevos recortes en los gastos, sin que estos se vayan acompañados de un plan de inversiones masivo que pueda compensar sus efectos, al menos en parte. Nótese también que el gobierno griego se ve obligado a comprometerse a ‘realizar reformas ambiciosas de las pensiones y definir políticas para compensar plenamente el impacto presupuestario de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la reforma de las pensiones en 2012 y aplicar la cláusula de déficit cero o medidas alternativas mutuamente aceptables de aquí a octubre de 2015’. En otras palabras, se pide al gobierno griego compensar la decisión de la Corte Constitucional que había anulado la reforma de las pensiones de 2012. En resumen, la lógica de la austeridad es proclamada más importante que la constitución de un Estado soberano [2].

Este acuerdo es también detestable para el sector financiero. Por consiguiente insta al Mecanismo Europeo de Estabilidad, o MES. Sin embargo, este compromiso aumentará de manera constante. La economía griega va a hundirse en la depresión. Los ingresos fiscales se estancarán o disminuirán, aunque la presión fiscal aumente según lo dispuesto en el acuerdo. La deuda será, por tanto, proporcional a la riqueza producida, cada vez más pesada. Sobre esta deuda, el “reperfilado” – palabra bárbara que significa un alargamiento de los plazos en el pago principal y un aplazamiento de los intereses- no resuelve nada. Sabemos, el FMI lo dijo, que es necesario reestructurar, es decir, cancelar, una parte de la deuda griega. Pero Alemania se opone siempre con obstinación. Pronto hará falta encontrar nuevos fondos para Grecia. Una de las razones por las que este plan es detestable es que no resuelve nada, ni en lo económico, ni en lo financiero.

Un acuerdo neocolonial

Finalmente, este plan es detestable por una tercera razón. Políticamente, conduce a poner Grecia bajo tutela, a asimilarla en la práctica a una colonia privada de todo poder real. El Parlamento griego no sólo es convocado a votar rápidamente ciertas reformas, con dos plazos, de 15 y 22 de julio [3], a partir de ahora deberá someter las diversas medidas al control y voluntad de las instituciones europeas. En particular, un párrafo del acuerdo es muy significativo. Dice: ‘El gobierno debe consultar a las instituciones y convenir con ellas todo proyecto legislativo en las áreas relevantes en un plazo adecuado antes de someterlo a consulta pública o al Parlamento’ [4]

Es la restauración de lo que los griegos llamaban el ‘régimen de la Troika’, régimen que habían repudiado en las elecciones del 25 de enero. Y este es sin duda el resultado más increíble del acuerdo. Es equivalente a anular unas elecciones libres y democráticas, para afirmar que las reglas dictadas desde Bruselas tienen más peso que el juego democrático. Será necesario recordarlo porque, desde este punto de vista, este acuerdo no concierne solamente a los griegos; también amenaza a los pueblos de la zona euro. Amenaza, también, a los franceses. Y el hecho de que nuestro presidente, François Hollande, se haya prestado a este crimen, porque no hay otra palabra para calificar este acuerdo en el campo político, debe llenarnos de temor. Al aceptar poner su firma en el acuerdo, comprometiéndose a someterlo a votación de aquí al fin de semana en el Parlamento francés, Francois Hollande es desde ahora cómplice del estrangulamiento de la democracia en Grecia, pero también del conjunto de la zona euro.

Yendo aún más lejos, este acuerdo organiza el saqueo de la población griega con un párrafo leonino que concierne a las privatizaciones y que aplica directamente lo que se llamaba en el siglo XIX ‘diplomacia de las cañoneras’. Este párrafo estipula que el gobierno griego debe ‘elaborar un programa de privatización mucho más sustancial con una mejor gobernanza; los activos griegos de valor se transferirán a un fondo independiente que monetizará los activos a través de la privatización y otros medios. La monetización de los activos constituirá una fuente para permitir el pago programado del nuevo préstamo del MES y generará durante la vida del nuevo préstamo un montante total fijado en 50 mil millones de euros, de los cuales 25 mil millones serán utilizados para pagar la recapitalización bancaria y de otros activos, y el 50% de cada euro restante (es decir, 50% de 25 mil millones de euros) se utilizará para reducir la ratio de endeudamiento, el otro 50% será utilizado para inversiones'[5]. Esto significa que Grecia sólo puede utilizar el 50% de 25 mil millones, 12,5 mil millones salidos de las privatizaciones para las inversiones. Sin embargo, estas cantidades no estarán disponibles – ni tan solo un día – antes de dos o tres años.

Cuando escuchamos a François Hollande afirmar en la mañana del 13 de julio que la soberanía de Grecia ha sido preservada, podríamos afirmar que nuestro Presidente tiene un dudoso sentido del humor. Se añade el insulto a la herida. Porque la soberanía de Grecia ha sido pisoteada por el Eurogrupo y Alemania, con la ayuda y con el asentimiento de Francia. Este 13 de julio será desde ahora un día de luto para todos los que defienden la democracia, la soberanía y la libertad de los pueblos.

La cuestión de la Euro

Francois Hollande afirma que su acción salvó el euro. Está claro que si Alemania hubiera impuesto la expulsión de Grecia de la zona euro, habría desencadenado a corto plazo el proceso de disolución de esta zona. Pero, el mantenimiento de Grecia en la zona euro no salvará el euro. Por un lado, porque los problemas económicos y financieros de Grecia no están resueltos. De otra parte, porque otros países están hoy en grandes dificultades, sobre todo uno de nuestros vecinos, Italia.

El euro está, hoy tenemos la prueba, indisolublemente ligado a la política de austeridad. La política económica aplicada en la zona euro, consolidada por el papel de los diversos tratados, y en particular el último TSCG ratificado en septiembre de 2012, sólo puede conducir a la austeridad. Si todavía no lo habíamos comprendido hoy está mucho más claro: el euro es la austeridad.

Claro, puede haber políticas de austeridad sin el euro. Pero el euro implica en realidad la política de austeridad y cualquier política en el marco del Euro conduce a la austeridad. Debemos entender el profundo significado de esta afirmación. Mientras nos mantenemos en la zona euro, será imposible llevar a cabo una política económica que no sea de austeridad. Alexis Tsipras ha colocado el mismo su cabeza sobre la cuchilla al no haber comprendido esto.

Esta constatación se convertirá en el verdadero punto de ruptura de la política francesa en los meses y años venideros. Lo que ha salvado François Hollande, en realidad es la austeridad. Sabemos que hizo esta elección en 2012. No ha cambiado, por lo tanto, será juzgado por ello en las próximas elecciones.

Notas:

[1] Varoufakis: por qué Alemania se niega a reducir la deuda de Grecia, http://blogs.mediapart.fr/blog/monica-m/120715/varoufakis-pourquoi-lallemagne-refuse-dalleger-la-dette-de-la-grece

[2] Declaración de la Cumbre de la Eurozona, Bruselas, 12 de julio de 2015, página 3.

[3] El texto del acuerdo precisa que este último solo será válido en las siguientes condiciones: ‘Sólo después – e inmediatamente después – que las cuatro primeras medidas antes mencionadas sean objeto de su puesta en marcha en el plano jurídico y que el Parlamento griego apruebe todos los compromisos contenidos en este documento, con la verificación por parte de las instituciones y el Eurogrupo, que una decisión podrá ser tomada obligando a las instituciones a negociar un protocolo de acuerdo’. Declaración de la Cumbre de la zona euro, Bruselas, 12 de julio de 2015, página 2.

[4] Declaración de la Cumbre de la Eurozona, Bruselas, 12 de julio de 2015, página 5.

[5] Declaración de la Cumbre de la Eurozona, Bruselas, 12 de julio 2015, página 4.

Fuente original: http://russeurope.hypotheses.org/4102

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