La globalización pone en crisis al Estado y las formas de representación política
Tarso Genro
Entrevista con Tarso Genro, alcalde de la ciudad de Porto Alegre, capital del Estado de Río Grande del Sur, Brasil
(Porto Alegre-POA, 06/03/01)
Tarso Fernando Herz Genro, abogado laboralista, nació en São Borja (Río Grande del Sur) el 6 de marzo de 1947. Fue vice alcalde de Porto Alegre y diputado federal entre los años 1989 y 1992. Alcalde de la misma ciudad entre 1993 y 1996, fue reelegido en los últimos comicios de octubre de 2000, asumiendo el mandato oficialmente a partir del 1 de enero del 2001. Miembro del Directorio Nacional del Partido de los Trabajadores y Coordinador Nacional del Consejo Político del Frente Democrático y Popular, colabora con textos políticos y teóricos en los principales medios informativos y de comunicación de Brasil y otros países latinoamericanos y europeos. Escribió numerosos libros, entre los cuales: “Democracia Participativa, el caso de Porto Alegre” (publicado en el Estado Español), “Política e Modernidade”, “Na Contramão da Pré-História”, “Utopia possível”.
Alcalde de Porto Alegre, ciudad que devino referencia política inexcusable para la izquierda desde hace algunos años y una de las experiencias mundiales más avanzadas en términos de gestión municipal desde la óptica de la participación popular directa, Tarso Genro nos recibió en medio de una bulliciosa agitación, el pasado 6 de marzo, en su despacho, una humilde habitación en el piso principal del Ayuntamiento, uno de los edificios más viejos de la ciudad a cuya entrada se levanta una fuente de inspiración sevillana ofrecida por una asociación de españoles en los últimos años 30. Era el día de su aniversario. Cosa que, este corresponsal sólo descubrió después, en la calle, cuando leyó más tranquilo el currículum que recibió durante el encuentro.
Sin guión previo, Tarso Genro, que se mantuvo de pie casi toda la entrevista, responde a las preguntas con la rapidez, contundencia y fuerza de quien hubiera decidido de qué hablar y ya tuviera aprendido el temario.
¿Cuál fue la participación del Ayuntamiento de POA y suya personalmente en la organización del Fórum Social Mundial?
El Ayuntamiento dio apoyo a este evento, dentro del cual organizamos el Fórum de Municipios, que contó con la participación de representantes de más de 200 ciudades, la mayoría latinoamericanas pero también algunas europeas.
Yo, personalmente, colaboré en la difusión del Fórum en Brasil y durante algunos viajes por el exterior, antes de ser elegido alcalde (las elecciones fueron en octubre de 2000). Y, ya como alcalde, participé activamente del mismo, tanto asistiendo a algunos de los talleres de debate como conferenciante en otros.
¿Por qué un Foro Social Mundial?
El FSM es un espacio político que necesitábamos crear para empezar a dar respuestas articuladas a los graves problemas que enfrentamos los pueblos del mundo, especialmente los del llamado Tercer Mundo, agravados con el proceso de globalización de acuerdo con los patrones del modelo neoliberal y bajo la hegemonía total estadounidense durante la última década.
¿Qué balance hace usted de los resultados y del impacto del FSM?
El Fórum fue un éxito arrollador en lo que hace a la participación (de 122 países), tanto de personas (más de 16.000) como de entidades y organizaciones (casi 1000), superando ampliamente las previsiones; también en relación con el número de talleres de debate, ponencias, conferencias y otras actividades.
En relación con el impacto, éste fue bastante grande en los “media” brasileños y, según la información que tenemos, también en otros muchos países (el periódico francés Le Monde afirmó que “Porto Alegre lanzó bases para otra globalización). La evidencia más elocuente de ese impacto fue la importancia que el propio foro de Davos dio al evento, entrando incluso a participar de una videoconferencia con participantes del FSM.
Lo más importante que consiguió el Fórum, con todo, es el hecho de que la idea o pretensión de que hay un camino único para organizar la vida, la sociedad, la política, fue destruido. Hay otras vías y otros modelos, no sólo posibles, como rezaba el lema del FSM, sino real y urgentemente necesarios.
El encuentro de Davos, sin embargo, abrió espacio para representantes del llamado Tercer Mundo que plantearon algunas críticas a la globalización neoliberal. ¿Qué opinión le merece? ¿Cree que fue una respuesta al foro de POA?
Originalmente, fue la celebración del FSM la quería dar respuesta al foro de Davos. Pero, la dimensión de Porto Alegre fue tal que desde Davos se vieron obligados también a contestar a nuestro encuentro. Los dos foros fueron, en definitiva, la expresión de los intereses y sectores sociales en conflicto hoy en el mundo.
Por otro lado, los que dominan el mundo no pueden esconder las consecuencias de las políticas que aplican, no pueden pretender que el mundo va bien y que no pasa nada. Es ahí que ellos abrieron espacio para algunas expresiones críticas. Claro está que para cooptar, no para reflexionar y cambiar de política.
¿A qué conclusiones llegó el Fórum?
El FSM no aprobó conclusiones. Fue un momento y un espacio de encuentro de muchas de las experiencias, luchas, análisis y propuestas que vienen desarrollándose por el mundo. Fue también lugar y tiempo de establecer contactos y proyectar luchas y alternativas, además de convocar a toda una serie de movilizaciones para el año en curso.
¿Tendrá continuidad el Fórum Social Mundial?
¡Sí, claro! El próximo año, también en enero, y de nuevo en Porto Alegre, tendrá lugar la segunda edición del FSM. Este foro ha sido un momento histórico que marca el fin del pensamiento único, la cultura del “camino único” de la globalización, una especie de hipnosis fascista creada por gran parte de la media, acabó, y vemos el inicio de materialización de nuevas propuestas y alternativas. Fue un proceso inicial, de carácter colectivo y mundial, de producción de un nuevo concepto de globalización bajo la consigna “es posible otro mundo”.
Entrando en algunos de los temas fundamentales del FSM, ¿cuáles son según su opinión las consecuencias de la globalización y su efecto sobre la población y el territorio?
La globalización se da en un momento de rápida y brutal transformación de las estructuras productivas y de los patrones de socialización característicos del período maduro de la segunda Revolución Industrial. Todo está siendo debilitado por un proceso de “descohesión” de la sociedad de clases tradicional, por el aumento de la exclusión, de la precariedad, de los nuevo modelos de formación de identidad de los prestadores de servicios, con o sin contrato; por la unicidad aparente de lo “interno” y de lo “externo” en el territorio, por la emergencia de la inseguridad como una de las categorías centrales de la política.
La globalización en curso pone en crisis al Estado y las formas de representación política, produciendo: una separación estructural entre el Estado y la sociedad que aliena el interés público del estatal y disuelve la efectividad de la ciudadanía en las relaciones de mercado; distribución desigual y control cada vez mayor del conocimiento y la información; ausencia de control del Estado por parte de la sociedad.
En términos más concretos: la substitución de la agricultura comunal y de subsistencia en África, que tiene mucho que ver con algunos de los problemas fundamentales del ese continente hoy, fue “regulada” por el Banco Mundial; la ida y, posterior, fuga de capitales de México fueron “reguladas”por los mega-inversores del propio país y de los países capitalistas desarrollados; el tipo de modelo económico que los países periféricos o semiperiféricos adoptan, fueron animados o “regulados” por las transnacionales que comandan el flujo de capitales según la “ley”de la moneda más estable y de la mano de obra más barata.
La globalización neoliberal pretende la mercantilización de todo, incluso de los seres humanos que, al mismo tiempo pasarían a ser consumidores y ya no más ciudadanos ni personas.
Es posible combinar la globalización neoliberal y la democracia?
Quiero aclarar, primero, que entiendo que una cosa es la “mundialización” de la economía, que es producto del desarrollo del capitalismo en el mundo moderno y remonta a las “grandes navegaciones”. La “globalización financiera”, sin embargo, es una opción política de la gran potencia. Ésta diferenciación conceputal es importante porque, comprendiéndola, podremos pautar los verdaderos desafíos que nos esperan.
Aclarado esto, afirmo rotundamente que no es posible compatibilizar la globalización neoliberal con la democracia, como creo que ya queda claro cuando señalaba antes las consecuencias de ese proceso que agudiza la privatización del espacio público y segrega a enormes contingentes de personas, no sólo por la desigualdad social, sino también por la apariencia personal y por la automarginación.
Otra razón e que es con la desconstitución de las fronteras entre los Estados nacionales, se reduce su soberanía, y con ella la posibilidad de efectivar la democracia, aumentando el poder y la fuerza de algunos pocos Estado y las grandes empresas transnacionales que controlan el proceso. En nuestros países, las políticas “nacionales” son aplicadas por los gobiernos neoliberales de cada país de acuerdo con las directrices del capital financiero (mirar hoy el ejemplo de Argentina).
Entonces, ¿el Estado debe o no debe intervenir en la economía?
Absolutamente. Pero tiene que ser un Estado bajo control público, que cree un sistema normativo interno capaz de refundar el contrato social actual, que se muestra impotente para afirmar la soberanía del mismo, e inducir el desarrollo económico endógeno, contando con el protagonismo de las clases trabajadoras, aunque no es cuestión exclusiva de ellas. En el caso de Brasil, creo necesaria esa intervención para reordenar la estructura de clases de la sociedad a través de la inducción planeada de un mercado interno de masas dirigido a las necesidades básicas de las mayorías. Debe intervenir también, fuertemente, en el mercado de trabajo.
Creo, en definitiva y de todos modos, que no hay la menor posibilidad de pensar en cualquier transformación en el Estado y en la sociedad, que tenga un carácter socializante o socialista –del poder y de la riqueza- sin que el país tenga una ambición nacional que se materialice en un proyecto nacional. Sin una ambición nacional transformada en proyecto, la articulación con la economía-mundo sólo puede profundizar las desigualdades, desestructurar más las sociedades, crear más paro y marginalización.
Pero, ¿cuál es el papel de la sociedad? Cómo ejercer algún tipo de control público?
En primer lugar, necesitamos establecer nuevas instituciones de control social que produzcan una emancipación radical de la política con relación al poder del capital. El Estado aislado no es ya capaz, con sus propias fuerzas de defender a sus ciudadanos contra los efectos externos de decisiones de otros actores o contra los efectos en cadena de tales procesos que tienen origen fuera de sus fronteras. Necesitamos nuevo procedimientos democráticos que combinen la democracia representativa, estable y previsible, con la democracia directa de participación voluntaria. Premisas para la construcción de un nuevo Contrato Social de la modernidad –como movimiento de la sociedad civil en la esfera política y como políticas públicas en la esfera del Estado- pueden combatir la fragmentación y radicalizar la democracia volviéndose, incluso, experimentos utópico-realistas para un nuevo proyecto de sociedad.
De acuerdo con lo que afirmó antes, ¿cree necesario algún tipo de desarrollo económico, incluso de proyecto nacional. Cuál ahí el papel de las ciudades?
El futuro del Estado nacional y el de las ciudades están determinados el uno por el otro, aunque, claro, el Estado con características y papeles diferentes, y la ciudad con otra potencialidad política nacional e internacional.
En las grandes concentraciones urbanas ya funcionan visiblemente dos ordenes. Un orden jurídico-formal que emana de la Constitución y otro orden que viene d la Constitución, pero que está mediatizado por la fuerza normativa de los poderes reales, en las zonas pobres y marginales. En éstas la fuerza del Estado –por la política- actúa según un código no escrito, en el cual la sanción precede el conocimiento del conflico e, incluso, lo construye. La estabilidad es una inestabilidad tensa, controlada por el aparto estatal que es frecuentemente excusado informalmente del cumplimiento de la ley. Esta inestabilidad está, hoy, integrada en la nueva psicología de masas urbanas, donde la explosión de la violencia sucede a los periodos de pasividad tensa: nuestras sociedades atraviesan un periodo de bifurcación, o sea, una situación de inestabilidad sistémica en que un cambio mínimo puede producir, de modo imprevisible el caos, transformaciones cualitativas. La turbulencia de las escalas destruye secuencias y términos de comparación y, al hacerlo, reduce alternativas y crea impotencia o promueve pasividad.
El programa de una ciudad democrática es oponerse a esta aparente espontaneidad en curso, de manera que la ciudad transcienda más allá de lo local: recohesionando la sociedad mediante la instauración de nuevos procedimientos democráticos; control público de las facciones del Estado presentes en la ciudad –lugar donde la cotidianidad se realiza y la globalización se localiza-; impulsando la expresión de nuevas y antiguas identidades en la escena pública para valorizarlas.
En términos más concretos, ¿qué iniciativas públicas pueden ser llevadas a cabo? ¿Qué relación con el sector privado? ¿Qué relación con el sector de la Economía Social?
Voy a ser muy concreto, de hecho voy a citar la experiencia de POA. Reafirmando, primero, desde nuestra experiencia, que los municipios tienen una función importantísima y pueden y deben disputar la gestión de la economía local e incidir para integrar la economía local a partir de un concepto de creación de empleo y renta y no permitiendo que sea sofocada por los monopolios, que es la tensión que fundamenta el proceso de globalización y que incide directamente en nuestras ciudades.
Casos concretos: en el segundo año de mi primer mandato, creamos la Institución Comunitaria de Crédito, más de 20 ferias-modelo, ampliamos la incubadora empresarial tecnológica y creamos el proyecto de investigación “Proyecto Tecnopole”.
Hemos trabajado y trabajamos con el sector de la Economía Social porque creemos que es una pieza fundamental, y elemento prioritario, para el desarrollo económico y social. Y hemos trabajo y trabajamos también con los pequeños y medios empresarios que son una realidad y también una necesidad. De la misma manera que las grandes empresas también tienen un papel y tenemos un diálogo necesario con ellas.
¿Cómo valora la introducción de la informática y las nuevas tecnologías en la producción y, en general, en la vida de las sociedades?
Es preciso tener claro que estamos en el inicio de una época histórica en la cual el trabajo como base civilizatoria, tal cual fue comprendido y asimilado por la historia humana, hasta hoy, tiende a desaparecer. Surgirán nuevas formas de relación práctica de los hombres entre sí y de estos con la naturaleza. El control sobre la naturaleza y la explotación de sus potencialidades tendrán una mediación mucho mayor de la información y del conocimiento, y las relaciones de los hombres entre sí estarán mediadas por la digitalización y la informatización. Esto, en sí, no es malo ni bueno. Puede ayudar o puede crear un infierno.
En POA, por ejemplo, vamos a introducir mecanismos que permitan, en estos próximos cuatro años de mi gobierno, la participación de los ciudadanos en la gestión municipal a través de consultas, opiniones y debates también vía internet.
En nuestra administración municipal, así como en la del Gobierno del Estado de Río Grande del Sur, todo el material informático que utilizamos es a partir de Software libre, no utilizamos más ni Windows ni ningún otro.
Pero, todo esto, de lo que tan sólo apuntamos algunos detalles, remite fundamentalmente, de nuevo, como decía un poco antes, a la política. O sea, la cuestión de un “nuevo modo de vida”, que necesariamente exige una nueva economía política, pasa a ser el elemento fundante de una nueva práctica política, capaz de recomponer de manera innovadora las relaciones del Estado con la Sociedad Civil.
Y la reconstrucción de una tensión democrática auténtica, entre Estado y Sociedad Civil, sólo puede ser materializada a través de la configuración de un nuevo espacio público no estatal; o sea, que no es privado pero que está presidido por el interés público. Es, humildemente, algo de lo que estamos intentando construir en POA desde hace ya algo más de doce años con la implantación de mecanismos de participación democrática directa, de entre los cuales el más famoso es el Presupuesto Participativo (Orçamento Participativo, OP, en portugués), aunque no el único, pues tenemos los consejos municipales, el Congreso de la Ciudad y otros.