Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Senderos nacientes…

Del rico debate entre los Movimientos de Desocupados de la Argentina ( MTD) y de los diversos sectores que defienden un proyecto emancipador basado en el concepto de autonomía, extraemos estas dos muestras que pueden ser de interés, más allá de los acontecimientos que narran ( en cuyas interioridades, por respeto y por distancia geográfica no podemos ni debemos entrar dando o quitando razones). Creemos encontrar en estos textos el uso de conceptos que como Espai Marx hemos conocido en nuestros seminarios sobre Toni Negri y sobre Cornelius Castoriadis, y en nuestras lecturas sobre el zapatismo (setiembre de 2003).

Pensamos que todo el proceso del que surgió y se irradio el Estallido Popular del 19 y 20 de Diciembre, fue constituyente de nuevas subjetividades que aun perduran.

Ese torrente desbordante produjo rupturas y radicalidades que más allá del aquietamiento de las aguas, mantienen una importante continuidad que se expresa en múltiples y diferentes espacios sociales.

Fue en el sucederse de estos cosas y esos tiempos que nos sumamos a la constitución de un espacio de coordinación que apreciábamos como novedoso, la Coordinadora Aníbal Verón. Allí se conjugaban una riquísima variedad de prácticas sociales, expresando una radicalidad potente. Es que lo atractivo y novedoso fluía desde el cuestionamiento profundo a las viejas prácticas de la política del sistema. Entendíamos que nos desenvolvíamos en una coordinación de nuevo tipo como la llamábamos. Esta consistía en una práctica democrática que se establecía horizontalmente desde la acción extendida que gestaba el protagonismo de cada movimiento. Respetando férreamente la independencia de cada uno de ellos. Es decir no existía ningún tipo de supremacías. Se conjugaba una relación de distintos y diferentes en situación de igualdad esencial. Así la libertad envolvente, permitía que brotaran practicas creativas que se expresaban en luchas contundentes.

El proceso social ascendente, empujaba y daba el plafón suficiente para nuevas búsquedas colectivas. Lo social resultaba así fundamentalmente lo político.
Darío y Maxi fueron expresión y exponentes de éste proceso.

Hoy resistimos a que los maten dos veces y más.

Y luego… las aguas siguieron bajando más turbias.

Es que sentimos también con fuerza que el pasado se hace presente. Es que lo viejo y decadente se disfraza con ropajes del presente. Aunque la mascara de la hipocresía no alcance para esconderse. Apreciamos entonces que el proceso de rupturas, no tuvo la contundencia suficiente, para sepultar mas profundamente lo viejo y decadente.

En su momento resistimos desde la coordinación, los embates del vanguardismo, tan débil como su caracterización de situación revolucionaria. Muchos movimientos porque rechazábamos de plano la pretensión y otros porque en realidad se arrogaban para sí ese rol.

Desde entonces, las concepciones larvadas solo trabajaban para afirmar sus intereses. Esa visión envolvente de lo colectivo empezaba a horadarse. Mas que un todo diverso y colectivo se afianzaba la pretensión de un todo subordinado al avance de lo hegemónico.

Las visiones limitantes de lo social como lo político, desenvolvían su ofensiva desde la pura y conocida política de la representación mediática, y del espectáculo como esencial.

Las ideologías ganaban terrenos en desmedro del pensamiento emancipador. Es que afloraban viejas raíces del populismo peronista, desteñido por el pasar del tiempo y reconstituido con barnices al 50 % de autonomía. El centralismo arrogante, desatado de las ataduras con que el proceso social lo maniataba, florecía exultante en sus ansias de dominación. Las disputas por la hegemonía largaban entonces la carrera. Y el poder, ese maldito poder, se acomoda en la llegada, presto para coronar de espinas a los campeones de la nada.

La rosca y la trenza se van estableciendo con la constitución de lo que se llama bloques de afinidad. Encubrimiento perverso que esconde la ideología del egoísmo y la acumulación del capitalismo, al que se dice combatir.

Es que si las verdades ya están establecidas solo se tiene que garantizar su cumplimiento y aquí la búsqueda yace sepultada y lapidada. Los personalismos entonces invaden el escenario y asumen la plena representación del espectáculo. Y ahí el afán de protagonismo mediático, corre delante de los piquetes y los neumáticos. La superestructura emergente avanza constituyente. Pautas, porcentajes, normas, reglas, son solo el establecimiento de la verticalidad parturienta de las jerarquías manifiestas.

Y cuando la solidaridad se despega del cuerpo, lo declamativo pasa a ser más importante que la práctica. Entonces el discurso queda viciado de vació. Es que no hay pensamiento más contrarrevolucionario que aquel que pretende imponernos el transitar por caminos ya conocidos que conducen inexorablemente, hacia fracasos sabidos.

Porque a la radicalidad hermana, no la queremos dejar abandonada, no aceptamos puntajes ni porcentajes por movilización, ni tutelajes, ni representantes.

Para seguir gozando de las libertades de la Autonomía, entendemos que es conveniente buscar senderos nacientes.

MTDs RIO NEGRO, PATAGONIA ARGENTINA.
En Septiembre del 2003

(Mensaje de un cro al MTD Solano)

Queridos compañeros del MTD Solano:

Recibí ayer la carta en la que anuncian la retirada de la Coordinadora
Aníbal Verón, y unos dás atrás también la del MTD Maximiliano Kosteki
de Guernica.

En ambas está a flor de piel la amargura que produce la ruptura, la
tristeza de haber comprobado cómo un espacio que fue rico, creativo y
potente, se convirtió con el paso del tiempo en un espacio de disputas
por el poder.

La ruptura, de alguna manera, nos conecta con la muerte. La muerte de un
proyecto, de la esperanza de haber creado un espacio -ahora sí-
verdadero y alejado del cálculo de sumas y restas que es la competencia
de poderes y la construcción de aparatos.

Conecta con la muerte, además, porque aquel rico ciclo de protestas y
movilizaciones que se inició más o menos hacia 1997, está cerrado, como
consecuencia de la decisión de los poderosos de resolver su crisis
convocando elecciones, luego de la masacre del puente Avellaneda en
junio de 2002. O sea, el ciclo de luchas murió como consecuencia, en
gran medida, de nuestros triunfos. Lo cierto, es que ya no volverán
aquellos piquetes ni aquellas acciones porque, sencillamente, las cosas
cambiaron. Volverán otros piquetes, otras movilizaciones y otras
jornadas memorables, pero pretender reeditar lo que ya vivimos, sería
caer en esa especie de negación de la vida que consiste en no aceptar
que algo murió, y que no volverá a ser igual.

La carta de ustedes tiene, además de la tristeza de anunciar la muerte
de lo que fue la Verón, otras virtudes que me parecen muy significativas.
Se van sin armar internas, sin insultar ni acusar, sin intentar destruir
lo que queda, como suelen hacer tantas organizaciones, partidos y grupos
que, como se consideran en posesión de la verdad, suponen que es mejor
que todo se hunda cuando ellos ya no están.

Me parece que la forma de irse tiene un valor inmenso. Resume lo que
son: un colectivo vivo que apuesta a la vida, al renacimiento del
movimiento popular que hoy está desflecado, agonizante.

Todos nacemos, crecemos, decaemos y morimos. Las personas, los
colectivos, los países, todo. No radican ahí las diferencias entre unos
y otros. Hay formas distintas de morir. Si miramos alrededor, lo más
común son los proyectos y grupos que desaparecen contaminando, dejando
tras de sí el campo desolado, destruido. Es la forma como quieren
desaparecer las clases dominantes, y con ellas los Estados y todos los
que tienen la forma Estado metida en el alma y en el cuerpo. Así hacen
los partidos, los sindicatos, las vanguardias… Mueren provocando más
muerte; mueren matando.

En una de las rondas de pensamiento autónomo, Alberto dijo que
probablemente Solano fuera un flash en la historia, un colectivo que
dura unos años y luego desaparece. De alguna manera, estaba diciendo que
habían perdido el miedo a la muerte, aunque seguramente no el respeto
que ella merece. Ustedes eligieron otro camino: morir iluminando. Es lo
mejor que podemos hacer. Consumirnos proyectando algún resplandor, por
más pequeño que parezca. Morir iluminando es confiar en la vida, en la
certeza de que el movimiento popular volverá a renacer, y en ese
renacimiento, gestos como el de Solano ayudarán a lo que viene detrás a
continuar el camino con más alegría y esperanza.

Salú y mucho ánimo,

©EspaiMarx 2003

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