Racismo de estado en Francia
Alain Vidal
De las leyes antiárabes a las leyes antijudías
El racismo de estado, de Jules Ferry al mariscal Petain.
El 28 de junio de 1881, Francia instituía oficialmente el racismo de Estado. Bajo la autoridad de Jules Ferry, entonces jefe de Gobierno, fue promulgado el Código del indigenismo. En aquella época, Argelia, formaba parte integrante del territorio de Francia, todos sus habitantes eran franceses. Con este Código, más de dos millones de franceses quedaron relegados «legalmente» al estatuto de sub-hombres.
Los Árabes de los tres departamentos de Argelia serán sometidos a una legislación racial. Reina desde ese momento, un estado de excepción permanente. Este Código transformó arbitrariamente al árabe, en un siervo de la gleba imponiéndole tallas y corvéas. En esa época, políticos y eminentes juristas, se elevaron contra ese «monumento de monstruosidad jurídica », pero fue en vano.
Con Jules Ferry triunfa « un principio jerárquico y racial que destruye el propio concepto de humanidad y de universalismo » proclamado en 1789. Es, sin reconocerlo, una puesta en cuestión radical de las ideas de la Revolución consideradas por los republicanos moderados como peligrosas para los intereses de la burguesía para el poder, peligrosas para la grandeza ( la «grandeur») de Francia. Digno heredero del Código Negro promulgado bajo Colbert, el Código del indigenismo hace regla de la excepción, con el fin de mantener un estado permanente de miedo en una población presuntamente culpable de todos delitos presentes y futuros. Delitos y penas instituidos son competencia directa de la administración, al margen de cualquier injerencia judicial.
En la calle, « el ultraje por mirada » hacia un europeo se transforma en delito. … Reuniones y fiestas sin autorización son prohibidas. Se exige un permiso de viaje para salir de los límites del municipio. El trabajo forzoso es de rigor, un trabajo forzoso con fuertes resabios de esclavismo. Sin juicio, el internamiento puede ser ordenado con duración indeterminada. El preso no es ya considerado como un individuo, « ni como un hombre en el sentido jurídico del término. » El principio de la responsabilidad colectiva puede traducirse por una multa, también colectiva, en nombre de una » culpabilidad sin falta ni responsabilidad». El secuestro de los bienes inmuebles se transforma en «un medio esencial de despojo legal de las tierras de los indígenas en provecho de los colonos». Se trata, de hecho, de una razzia a la «europea». Para cerrar esta lista no exhaustiva, mencionemos la generalización de los castigos corporales y la deportación hacia el presidio donde actúa con rigor el exterminio por el trabajo. Este Código fue aplicado a continuación a las posesiones francesas de África negra y de Asia.
El Código del indigenismo era portador de «la exclusión por la raza», matriz de las leyes antijudías promulgadas bajo Vichy. Leyes antijudías redactadas, entre otras cosas, por Peyrouton, Ministro de Justicia de Pétain, antiguo alto funcionario de Colonias, especialista en el internamiento y la deportación de los Árabes. 59 años anterior a las leyes antijudías y luego contemporáneo de estas últimas, este «racismo de Estado” no es mencionado en los programas ni en los manuales de historia. Pisando los talones de Francia republicana, Alemania nazi iba a adoptar leyes raciales en 1933. Hoy, a pesar de todo, los programas oficiales les piden a los profesores reconocer el papel positivo de tercera la República «que se instaló duraderamente, y consolidó las libertades fundamentales”. ¿ Era el Código del indigenismo sólo un «detalle sin importancia»?
A los negacionistas de todo pelaje, debemos recordarles que la tercera República estuvo atravesada sin embargo por una fuerte corriente anticolonialista y humanista, lo que contradice la tesis del unanimismo supuesto de la época. Tesis corriente en nuestros días que sirve para exonerar de sus crímenes a “los hombres que construyeron la grandeza de Francia”. En la tribuna del Congreso de diputados, el 28 de julio de 1885, Clémenceau denunció solemnemente las matanzas cometidas por el ejército francés, el mismo día. En nombre de la República, Julio Ferry, despreciando esta oposición, teoriza los conceptos de razas superiores, de razas inferiores, y de espacio vital. Conceptos punta de lanza de un colonialismo que fue colosal fuente de beneficio para industriales y banqueros. Conceptos que fueron más tarde unos motores de la expansión del gran Reich hitleriano.
Desde el inicio de la Escuela laica, bajo la cobertura de la libertad de proclamada pensamiento , los programas de historia tuvieron como objetivo enseñar un relato nacional a grandes golpe de mitos y de imaginario. Los crímenes del colonialismo se transformaron en gloriosas epopeyas, se elevaron estatuas a los condecorados generales. Del mismo modo, Jules Ferry traicionaba a Condorcet que afirmaba cien años antes, a propósito del papel concedido al Estado, ”que sería culpable de querer apoderarse de la imaginación de los niños”. Esta propaganda es pesa todavía hoy en la redacción de los manuales escolares como en algunas de nuestras representaciones inconscientes del Árabe y del Negro. La escuela, con la cobertura de la defensa de los derechos del hombre, servirá para legitimar el poder establecido, y para defender mejor los intereses de la burguesía.
En base a métodos inspirados de las de la jerarquía de la Iglesia, se ponen así las bases de un » catecismo republicano » considerado como neutro una vez que se decreta que es laico… El curso de historia será, como lo definía Julio Ferry, propagandista celoso, de “una religión de la patria, una religión que no tiene disidente”. El mismo Julio Ferry que les recordaba sin rodeos, y firmemente, a los profesores: “hay dos cosas en las cuales el Estado docente y vigilante no puede ser indiferente: la moral y la política, porque la moral y la política son dominio del Estado”. En 1946, las mujeres obtienen el derecho de voto. Sin embargo, el peso de la ideología impartida por la Escuela es tal que, por impotencia de conciencia, cualificamos, en nuestros días todavía como universal, un sufragio por el que fueron excluidos millones de francesas y de franceses, en este caso Árabes de Argelia.
Los silencios que enmascaran el mito de Jules Ferry y de su escuela, constituyen un obstáculo superior a la comprensión de un racismo que hoy, se cualifica púdicamente de discriminación. Las raíces republicanas del racismo son indiscutibles. El combate antirracista exige tomarlas en consideración. Hay que analizar lúcidamente la prevaricación de Julio Ferry que se atrevió a promulgar un cuerpo de leyes raciales, apelando a ideales de la República. ¿ Pero podemos evocar el Código del indigenismo, las leyes antiárabes entre otras cosas, en un país que se enorgullece de escuelas y de calles que llevan el nombre de Jules Ferry? ¿ Imaginamos un solo instante la evocación de las leyes antijudías en una escuela que lleva el nombre del mariscal Pétain?
Alain Vidal es maestro de escuela en Nantes.
(Traducción Joan Tafalla)