Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Espigar los campos del bienestar: luchas rurales en China desde 1959

Chuang (colectivo comunista chino crítico)

Los jóvenes de hoy en día, la generación sin experiencia de trabajo en el campo, aunque tengan tierras y no puedan encontrar un trabajo, ni aún así no quieren probar suerte en la agricultura. […] En mi caso, tras vagar lejos de casa durante muchos años, fue solo al regresar a Wukan cuando me pude sentir seguro, como un barco volviendo a puerto seguro. Quizá sea por eso por lo que la gente joven tuvo un papel tan activo en la lucha por la tierra en Wukan.[1]

En diciembre de 2011, mientras los «ocupantes» a lo largo de todo Estados Unidos eran expulsados de sus tiendas con nieve incrustada y la Primera Árabe estaba justo empezando su azaroso deslizamiento hacia el otoño, unos cuantos miles de «granjeros» en una aldea de pescadores china encabezaron los titulares de todo el mundo. ¿Se había unido finalmente la China continental al movimiento global de las plazas? Pequeñas manifestaciones en Estados Unidos intentaron representar esta fantasía de conectividad transnacional. Y en cierto modo, el Levantamiento de Wukan siguió una trayectoria similar a movimientos simultáneos en otras partes, como las revoluciones tunecina y egipcia: la brutalidad policial contra manifestantes pacíficos dio lugar a un movimiento de masas, cuyas acciones militantes pronto sobrepasaron las moderadas demandas iniciales y cuyo éxito político («derrocar al régimen» y la elección de nuevos líderes) terminó no siendo capaz de solucionar las reclamaciones económicas inmediatas de los participantes, por no hablar de ejecutar posibilidades más radicales que habían surgido durante el movimiento.

Pero esta semejanza refleja un nivel más profundo de comunalidad transnacional que se perdieron los observadores: la incapacidad creciente de cumplir las demandas económicas debido a la recesión mundial y su consiguiente crisis de reproducción. En 2011, muchos observadores creyeron que China era una excepción a la regla, pero ahora está claro que la crisis ya estaba fermentando bajo la superficie. Gobiernos locales como el de Wukan habían estado intentando desesperadamente vender las tierras de propiedad colectiva de los aldeanos para cancelar las deudas por el gasto para el estímulo. Esta comunalidad había quedado oscurecida por la forma en que Wukan y luchas similares habían sido presentadas como la resistencia de los «granjeros» a la incautación de sus tierras, que serían la fuente primaria de ingresos o de subistencia. Si lo vemos más de cerca, descubrimos que la mayor parte de estos aldeanos viven y trabajan principalmente en ciudades, ni siquiera saben como cultivar y su objetivo fue solo aumentar la compensación monetaria por el uso de sus tierras por parte de promotores comerciales. Como tales, estas luchas recientes se parecen más a las movilizaciones antiausteridad en la ola social en Europa y Norteamérica que a las clásicas luchas por la tierra campesinas —incluidas aquellas que lucharon tan ferozmente algunos de estos mismos protagonistas chinos y sus padres en los 90.

Al mismo tiempo, los sujetos de estas luchas recientes no se pueden reducir a especímenes de un proletariado homogéneo global o «mutitud». El proletariado chino está profundamente dividido entre hukous (registros de hogares) urbanos y rurales, y los ruralitas están fragmentados a su vez por toda una serie de condiciones materiales diferenciadoras. Estas condiciones no se pueden entender sin investigar su trasfondo histórico —un trasfondo de cambio agrario que ha sido fundamental para la modernidad china en sus aparencias tardoimperial, republicana, socialista  y postsocialista.[2]

¿Qué queda del campesinado de China?

Muchas de las luchas rurales de China desde mediados de los 2000 —incluídos muchos de los conflictos por la tierra que supusieron un 65% de los 180.000 «incidentes de masas» en 2010— han adquirido el carácter de negociaciones por el salario social. Aunque casi todos estos conflictos han seguido siendo localistas y estrechamente definidos, las condiciones más proletarizadas de sus participantes y un mayor dominio de las fuerzas del mercado mundial incluso en aldeas remotas[3], puede estar aumentando las posibilidades de que tales movilizaciones enlacen con las huelgas y revueltas en continua gestación que perturban las áreas urbanas donde viven y trabajan ahora la mayor parte de estos «campesinos».

El término «campesino» lo usamos con alguna duda, puesto que los campesinos de hoy (en China y probablemente en todas partes) son bastante diferentes de aquellos que movilizaron gente como Makhno y Mao. El pasado siglo ha transformado lo que significa ser un campesino, se podría argumentar que más allá de lo reconocible. El término lo utilizamos aquí tanto porque «campesino (nongmin) sigue siendo una identidad destacada en China como porque, y es lo más importante, subraya una separación institucional actual entre hukou urbano y rural. Las dos definiciones superpuestas de «campesino» pueden ayudar a dar sentido a muchos conflictos en la China postsocialista:

• En un sentido amplio específico de China, «campesino» podría indicar cualquiera con un hukou rural, a los que nos referiremos aquí como «ruralitas» para evitar la confusión. Muchos ruralitas viven en áreas urbanas la mayor parte del tiempo y muy frecuentemente no están seguros de si se establecerán allí o volverán finalmente a sus aldeas. El sistema de hukou es similar al apartheid o a la ciudadanía nacional, excluyendo a los ruralitas de determinados derechos de los que disfrutan los urbanitas (gente con un hukou urbano), pero también garantiza a los ruralitas el derecho al uso colectivo de recursos de la aldea como tierras de cultivo, bosques, estanques, línea de costa y pastos. En 2012, estos ruralitas suponían entre el 60 y el 70 por ciento de la población de China, totalizando entre 800 y 950 millones de personas.[4] Aproximadamente 280 millones de estos ruralitas son residentes urbanos, en el sentido que pasan la mayor parte de su tiempo en áreas urbanas, principalmente trabajando por un salario o gestionando pequeños negocios.

• En las definiciones de la sociología clásica, «campesino» se refiere más específicamente a hogares multigeneracionales (no sus miembros individuales, que pueden ocupar diversas posiciones de clase a lo largo de su vida) con acceso a pequeñas parcelas de tierra utilizadas para la producción con trabajo familiar, principalmente para un uso directo, además de un excedente para la venta, el pago de rentas y/o impuestos. Según tales definiciones, los campesinos no son granjeros capitalistas porque no usan su tierra como capital o gestionan sus «granjas» como empresas [5]. Ni son plenamente proletarios dado que tienen acceso a medios de subsistencia y los usan para la reproducción de su hogar, a menudo sumando alguna producción excedente. Al mismo tiempo, son frecuentemente semi-proletarios, dado que dependen parcialmente de los salarios de los ingresos informales de uno o más miembros de la familia. En este sentido, el número de campesinos de China es mucho menos que los 900 millones de ruralitas, aunque algunos sociólogos defienden lo contrario.[6]

Aunque este último sentido de «campesino» describía con precisión las condiciones de la mayor parte de los hogares rurales en el periodo de la transición postsocialista (años 70-90), esta categoría se ha vuelto menos útil a partir de los 2000. El creciente dominio de las fuerzas del mercado global ha transformado las tierras restantes de los ruralitas de medios de producción a meros «campos de bienestar» (fulitian), como señalan intelectuales y políticos chinos —algunos argumentando que esta tierra de posesión colectiva proporciona un suplemento temporal al austero sistema de seguridad social china hasta que el estado sea lo suficientemente rico como para conseguir una «democracia social de estilo escandinavo»[7]. Aunque los ruralitas más mayores todavía cultivan esta tierra, sus hogares y lo que queda de sus comunidades aldeanas se han vuelto dependientes de otras fuentes de ingreso. Al mismo tiempo, estas fuentes se están volviendo más precarias a medida que China se une a la tendencia global de la desindustrialización.[8] La población rural de China, por tanto, se está proletarizando en el mismo momento en que se está convirtiendo en algo excedente para las necesidades de la acumulación capitalista.[9] Mientras tanto, el estado chino intenta evitar los efectos desestabilizadores de una urbanización incontrolada y chabolismo periurbano. El sistema de hukou —que incluye el acceso a los campos de bienestar que este proporciona legalmente a los ruralitas— cumple así la función dual de externalizar los costes de reproducción de la fuerza de trabajo sobre los miembros «campesinos» de familias rurales y ayudar la gestionar la población cada vez más innecesaria para la economía de mercado.

Aunque el sistema de hukou ya no es tan importante como lo era desde los 60 hasta mediados de los 2000 [10], sigue dividiendo a la población china. En su capacidad negativa, el sistema sigue perjudicando a los ruralitas que viven en las ciudades con respecto a los servicios sociales, y la policía puede mandarlos de vuelta a sus aldeas en cualquier momento (rara vez utilizado estos días, pero es una carta que pueden jugar en momentos de conflicto). En su capacidad positiva, un hukou rural supone el derecho a usar una parte de los recursos colectivos de la aldea. Aunque este derecho ayuda a gestionar la población excedente y externaliza los costes de reproducción, los inversores individuales y los gobiernos locales son sin embargo movidos por el beneficio y una deuda creciente que socavan estas funciones estabilizadoras mediante prácticas depredadoras como las apropiaciones de tierras —empujando a los ruralitas a defender ese derecho o, cada vez más, a simplemente conseguir más dinero por lo que han perdido.

Los hogares postsocialistas rurales se relacionan por tanto con la acumulación capitalista mediante una variedad de formas que no suponen solo el salario:

1. Sus recursos son expropiados mediante:

a. las apropiaciones de tierras (la causa más común de incidentes de masas desde mediados de los 2000 hasta aproximadamente 2013),
b. contaminación (externalización de los costes de la producción capitalista que destruyen los recursos de los campesinos, según consta, la causa más común de incidentes de masas en 2013),
c. privatizacion de los servicios y empresas de las aldeas (principalmente en los 80-90),
d. una parte de los impuestos y tasas estatales convertidos en capital mediante la inversión en empresas «colectivas» en busca de beneficio (hasta que a mediados de los 2000 las reformas abolieron los impuestos y tarifas rurales)

2. Son explotados mediante un «intercambio desigual» [11] en los mercados de:

a. crédito (el interés pagado a las instituciones financieras),
b. insumos agrícolas (precios monopolistas para las semillas patentadas, razas de ganado, agroquímicos, equipamiento, etc.),
c. la venta de los productos agrícolas de los campesinos por parte de intermediarios, «cooperativas» de compañías alimentarias, compañías logísticas, vendedores al por menor (los campesinos consiguen una mínima parte del precio pagado por los consumidores, siendo la mayor parte esquilmado por estos otros enlaces de la cadena de mercantilización),
d. la renta por la tierra de cultivo (poco usual en China dado que la mayor parte de los campesinos poseen su propia tierra, pero que se está volviendo más frecuente para compañías que arriendan la tierra de las aldeas y luego las subarriendan a los aldeanos o campesinos más pobres de cualquier otra parte. Es también común que exterratenientes campesinos en ricas áreas costeras como Guangdong arrienden su tierra a campesinos pobres del interior para agricultura comercial).

3. Y determinados miembros de la familia son explotados durante determinados periodos de sus vidas mediante una relación salarial, que afecta a todo el hogar hasta el punto que depende de los salarios remitidos.

A esto se debería añadir el sentido general en el que las relaciones comeciales dan forma a las vidas de todos, de manera que aquellos que no tienen suficiente dinero son excluidos de las cosas que se les ha hecho necesitar o desear —exclusión que es defendida por la fuerza del estado. Para aquellos ruralitas que no pueden o no quieren conseguir suficiente dinero en metálico por su cultivo, fuerza de trabajo o empresa legal, la forma más destacada en que experimentan la vida bajo el capital puede ser no económica, mediante la imposición policial de relaciones de propiedad y orden social. En prisión, algunos de ellos pueden entonces contribuir directamente a la acumulación mediante el trabajo forzado.

Los ruralitas han actuado colectivamente contra la extracción y la exclusión de múltiples modos, cada uno de ellos correspondiendo a una de estas relaciones:

1. Contra la expropiación directa, la presentación de demandas ante autoridades más altas y mediante bloqueos de carreteras, revueltas y ocupaciones de tierras robadas y edificios gubernamentales.

2. Contra el «intercambio desigual», forman cooperativas (para la financiación, suministros agrícolas, procesamiento y comercialización) y crean redes alternativas de comercialización.

3. En la relación salarial, los trabajadores de hogares rurales negocian o demandan a las autoridades y, cuando esto falla, recurren a huelgas, huelgas de brazos caídos, sabotajes y revueltas.

4. Contra la exclusión, los ruralitas pueden recurrir a actividades criminales, ocupar espacios para vivir, pedir limosna o vender y, ocasionalmente, rebelarse.

Resistencia a la extracción del estado durante el periodo socialista (1959-1978)

El carácter actual de la resistencia rural tiene sus raíces en la era socialista. Este ciclo de luchas empieza en 1959, el primer año de la Hambruna del Gran Salto Adelante, cuando se produjo una ruptura entre los campesinos y el Partido Comunista Chino (PCC), que había conseguido un amplio apoyo en el campo en diverso grado en las tres décadas anteriores. Muchos miembros e incluso líderes del partido procedían del campesinado, y la guía del PCC había demostrado ser exitosa en luchas victoriosas contra élites locales que los campesinos pobres habían ya intentando infructuosamente por su cuenta. El apoyo campesino creció a lo largo de los 50 cuando las políticas del PCC (como la reforma agraria y la cooperativización), unidas al fin de la guerra civil, llevaron a mejoras de los niveles de vida.

Todo esto se hundió con la vuelta del hambre en 1959, tras el primer año de la campaña del Gran Salto Adelante del PCC.[12] Muchos campesinos empezaron pronto a ver al partido-estado como una fuerza ajena, extractiva y opresora, y a actuar individual o colectivamente contra ella ocultando grano a los recolectores estatales, robando de los campos colectivos, saqueando graneros, yendo a las ciudades a pedir comida,[13] y en algunos cosas tomando las armas y dedicándose a «tomas del poder» locales.[14]

La retirada post-Salto hacia políticas agrarias más conservadoras (descolectivización parcial, restauración de mercados), mitigó el malestar campesino, pero el daño ya estaba hecho. De ahora en adelante, sería más difícil movilizar a los campesinos en campañas masivas o incluso en el trabajo cotidiano. La ineficiencia que tanto denguistas[15] como liberales atribuyen a la naturaleza de la producción colectiva en general, en realidad vino, en este caso, de la resistencia de los campesinos a la extracción estatal y lo que interpretaron como intentos ajenos, a menudo irracionales, de controlar el proceso de producción. En los 70 (tras una recolectivización más moderada a mediados de los 60), muchos campesinos presionaron por una descolectivización parcial, y otros dieron la bienvenida a la descolectivización forzada denguista del estado a principios de los 80 —menos por el individualismo intrínseco de los campesino o «mentalidad pequeño-burguesa» y más porque querían menos extracción y más control sobre la producción.[16]

Resistencia a las fluctuaciones de precios durante el Periodo de Transición (mediados de los 80 a principios de los 90)

Los primeros 80 fueron una edad de oro para la mayor parte de los campesinos chinos, comparable a los 50 por el optimismo y superándolos desde el punto de vista de los medios de vida. Varias décadas de paz y la mejora gradual de la alimentación combinada con las mejoras post-1968 en la salud rural consiguieron doblar la esperanza de vida entre 1949 y 1980. Mientras tanto, dos décadas de proyectos colectivos para mejorar las infraestructuras rurales (roturando nuevas tierras, expandiendo los sistemas de riego, construyendo carreteras, etc.) y la modernización estatal de la agricultura (mecanización, producción de agroquímicos y variedades de semillas y ganado de alto rendimiento) finalmente dieron sus frutos a finales de los 70.[17] A esto se unió el primer aumento significativo de los precios estatales de los productos agrícolas, complementado con subsidios a los campesinos emprendedores que reorganizaron sus granjas familiares y privatizaron el equipamiento colectivo para especializarse en determinadas mercancías, llevando al más rápido aumento de la productividad e ingresos agrícolas que había visto China desde la dinastía Ming —especialmente para aquellos capaces de beneficiarse de los subsidios empresariales disponibles entre 1978 y 1984.

A mediados de los 80, sin embargo, una combinación de nuevos factores hizo que estos aumentos de la productividad e ingresos disminuyesen. El aumento atribuible a la modernización de minúsculas parcelas de tierra pronto alcanzó sus límites. Luego el estado disminuyó sus subsidios y control de precios de la agricultura como parte de su estrategia general de producción para el mercado, y para equilibrar el presupuesto y disminuir los precios de los alimentos para los urbanitas. Estos cambios supusieron un desastre para los campesinos que se habían especializado en determinados cultivos industriales cuando los precios cayeron por debajo de los costes de producción, llevando a la primera ronda significativa de malestar campesino en China desde la Hambruna del Gran Salto Adelante,[18] que empezó a finales de los 80.

Hay pocos datos disponibles de esta secuencia de luchas debido a la censura de los medios y la preferencia de los investigadores por centrarse o en la descolectivización o en las luchas contra la corrupción, pero queda memoria en la novela de Mo Yan Las baladas del ajo[19]. Basada en noticias de prensa y entrevistas, la novela cuenta un levantamiento en 1987 contra la caída de los precios del ajo y el rechazo del gobierno a comprar el excedente, después de que funcionarios locales hubiesen animado a los campesinos a especializarse en el ajo y después se hubiesen embolsado los subsidios estatales, además de las tasas que habían cargado por cultivar un producto industrial en lugar de grano. Si este caso es una indicación, la mercantilización de la agricultura en este momento ya estaba entrelazada con la corrupción gubernamental local, que se convertiría en el centro de la resistencia campesina en los 90.

Resistencia a la expropiación gubernamental local en los 90 y principios de los 2000

Fue durante este periodo cuando muchos jóvenes campesinos empezaron a migrar a las ciudades de la costa por empleos temporales, incentivados por la expropiación en el campo y el aumento de las oportunidades de empleo en las Zonas Económicas Especiales, ambas sucediendo justo cuando los retornos de la agricultura modernizada de pequeñas parcelas habían alcanzado sus límites. Las luchas de campesinos se bifurcaron por tanto en las luchas rurales de las que tratamos aquí, y las luchas de ruralitas como proletarios, entre las que se incluyen los conflictos por las relaciones salariales y las rebeliones contra la exclusión social discutidas en «Sin poder avanzar, sin poder retroceder» (también en el número en el que se publica este artículo).

A pesar de las frecuentes noticias de prensa y una considerable literatura académica, el único intento de una historia completa de las luchas rurales desde los 80 son un par de artículos de Kathy Le Mons Walker publicados a finales de los 2000[20]. Las siguientes secciones se centran en resumir la información de dichos artículos, complementándolas con otras fuentes y entablando una discusión crítica con el análisis de Walker.

Entre los muchos objetivos de la resistencia campesina desde finales de los 80 a principios de los 2000, la mayoría se podrían caracterizar como expropiación directa. Estos incluyen:

la emisión de pagarés en lugar del pago en metálico por las cosechas por parte de los funcionarios locales, quienes usaban los fondos para especular en el mercado inmobiliario y acuerdos de negocio […]; desvío por parte de los cuadros de insumos estatales para la agricultura; que los cuadros locales e intermedios se embolsasen los beneficios de las EMC [empresas «colectivas» de municipios y ciudades, más conocidas por sus siglas en inglés TVEs, Township and Village Enterprises ]; la imposición por parte de los cuadros locales de toda una serie de multas, tarifas e impuestos ‘ilegales’ o ‘no justificados’ para pagar proyectos de ‘desarrollo’ y/o su uso personal; la confiscación forzada de tierras, pertenencias y alimentos de los campesinos que no quisiesen o pudiesen pagar las tarifas e impuestos extra; la expropiación de la tierra cultivable sin una compensación adecuada (para autopistas, proyectos inmobiliarios y uso personal, o par atraer a inversores industriales mediante la creación de ‘zonas de desarrollo’); la expedición de fertilizantes químicos, pesticidas, semillas y otros suministros inferiores o falsos por parte de cuadros corruptos; y finalmente la contaminación de los suministros de agua locales por parte de proyectos de desarrollo, que no solo irritaba a los campesinos sino que también afectaba la producción agrícola.

Esta expropiación no era mera «corrupción» como tanto el estado chino y los críticos liberales acostumbran a definirla[21]. En algunos casos se parece a la «acumulación primitiva» protocapitalista en el sentido clásico de Marx, porque representó un papel clave en la transición al capitalismo.[22] En otros, especialmente los casos más recientes, esta expropiación podría entenderse mejor como «acumulación por desposesión» específicamente capitalista en el sentido definido por David Harvey —la categoría preferida en el análisis de Walker[23]. Transfirió productos del trabajo campesino a empresas capitalistas y la infraestructura necesaria para su funcionamiento. También tomó la forma de renta capitalista, entendida como contrapuesta a las rentas tributaria y socialista en la China rural anterior a la mercantilización. La inversión en este periodo a menudo tomó la forma de TVEs, pero muchas de ellas funcionaban como empresas por acciones orientadas al beneficio, mientras de otras se apropiaron finalmente sus gestores o hubo capitalistas que las compraron barato. Durante la reintegración de China al mercado mundial en los 90, estas TVEs privatizadas se convirtieron en el vehículo inicial mediante el que el capital chino y trasnacional explotaron a los campesinos-trabajadores locales y migrantes —el vehículo para su expropiación se convirtió a menudo en la fuente de su explotación.

«Todo el poder a los campesinos»

Cuando esta secuencia de resistencia campesina a la expropiación empezó a finales de los 80, consistió principalmente en la «venganza» (baofu) a pequeña escala contra funcionarios locales y nuevos ricos (a menudo la misma persona o familia). Más de 5.000 casos de resistencia «violenta» a los impuestos fueron reportados en 1987-88, entre los que se incluyen incendios provocados y el asesinato de recaudadores de impuestos.[24] En los 90, tales acciones empezaron a tomar formas más colectivas. En 1993, por ejemplo, 15.000 campesinos en el condado de Renshou, Sichuan, tomaron parte en un levantamiento contra los impuestos y tasas durante seis meses, en el que los participantes «bloquearon el tráfico, tomaron como rehenes a oficiales de policía, quemaron coches de policía, atacaron a funcionarios, destruyeron oficinas gubernamentales y marcharon en masa por las calles de la ciudad, montañas y campos cercanos y en las carreteras locales llevando horcas, barras y banderas».[25] Se movilizó a una unidad del ejército para el caso en que los campesinos «derrocasen» el gobierno del condado, en cuyo caso la «revuelta» hubiera sido redefinida como «rebelión» y aplastada «a cualquier coste».

Ese mismo año, en Anhui, 300 miembros de un «Comité Campesino Autónomo» atacaron un edificio del gobierno del condado, secuestraron funcionarios y exigieron un recorte de impuestos del 50%, la destitución de funcionarios de la ciudad y la disolución de la milicia local. En otros lugares de la misma provincia, más de 2.000 campesinos de siete aldeas agitaron contra el uso gubernamental de pagarés para pagar los productos agrícolas, ondearon pancartas con eslóganes como «‘¡Todo el poder a los campesinos!» y «¡Abajo los nuevos terratenientes de los 90!».

En respuesta a este malestar, Beijing aumentó gradualmente sus esfuerzos para poner en práctica la política de «autogobierno aldeano» anunciada en 1987. Esto hacía referencia a la elección democrática de «comités de aldea» —el nivel más bajo de gobierno de facto, anteriormente nombrado por el municipio (el nivel más bajo de gobierno de jure). Al principio, pocos campesinos mostraron interés en estas elecciones, viéndolas como poco más que una formalidad, pero finalmente la idea de democracia de aldea ayudo a que Beijing se presentase «como un aliado y protector de los intereses campesinos y, de este modo, tanto minimizar la oposición potencial a sus propias políticas como sugerir que el problema real se encontraba en el funcionariado local.»[26] Al mismo tiempo, las autoridades centrales intentaron regular la extracción estatal local como parte de una campaña para «aligerar la carga de los campesinos». En 1992, una «Circular urgente» prohibió a los funcionarios rurales imponer impuestos y tasas por encima del 5% del ingreso local medio. Al año siguiente, una nueva Ley sobre la Agricultura otorgó a los campesinos el derecho a rehusar el pago de tasas no autorizadas.<

Por una parte, pudo parecer que estas políticas resultaron contraproducentes, puesto que el número de «incidentes de masas» registrados en el campo llegaron a un nuevo cénit de 8.700 en 1993, y parece haber estado creciendo casi cada año desde entonces. Estas políticas dieron a los campesinos más justificación legal y moral para resistirse a ciertas formas de extracción. Para empeorar las cosas, los funcionarios locales intentaron suprimir la información sobre estas políticas e impedir su puesta en práctica, dando así a los campesinos otra causa para la rebelión. Pero por otra parte, la campaña de Beijing para «aligerar la carga de los campesinos», unida a la política de democracia de aldea, ayudaron finalmente a contener la ira campesina al canalizarla alejándola de los objetivos más sistémicos y de más alto nivel hacia la corrupción local, así como transformando el anterior discurso de «lucha de clases» colocándolo en un marco reformista de «resistencia basada en la política».[27] Por tanto, los campesinos —junto con los trabajadores y otras poblaciones subordinadas en China— empezaron a articular su resistencia a la expropiación en términos de «movimientos de defensa de derechos» (weiquan yundong), a menudo limitados a la forma organizativa de «grupos de defensa de derechos».

Esta contención, no obstante, llevó tiempo, y nunca fue total. La postura de Beijing de apoyo a la «defensa de derechos» combinada con el aumento de la mercantilización de China y crecientes antagonismos de clase generaron algunas formas más militantes de acción campesina en los primeros años posteriores a 1993. Se caracterizaron por una «mayor militarización y una política abiertamente insurgente, que incluye la formación de organizaciones disidentes y fuerzas paramilitares», como el «Ejército del Pueblo, Trabajadores y Campesinos Anticorrupción » de Chongqing[28].  Esta secuencia parece haber llegado a su pico alrededor de 1997, cuando rebeliones en cuatro provincias, implicando a entre 70.000 y 200.000 participantes cada una «atacaron edificios gubernamentales, tomaron como rehenes a secretarios del partido, quemaron vehículos gubernamentales, destrozaron carreteras, requisaron cemento y fertilizantes estatales, y al menos en dos casos incautaron armas y munición». Otra forma que tomaron en algunas de las rebeliones más militantes fueron las aldeas «paralizadas» o «huídas», «en las que cuadros locales fueron asesinados y la administración local o dejó de funcionar o se apartó completamente de la extracción estatal y la puesta en marcha de políticas». Esto parece presagiar el levantamiento de Wukan de 2011, pero visto más de cerca, las profundas diferencias entre estos dos tipos de conflicto revelan cuánto ha cambiado la China rural en solo una generación —cambios engendrados no solo por el desarrollo capitalista sino también por la segunda ronda de respuestas estatales a la crisis rural.

La respuesta

Esta segunda ronda empezó en 1998, cuando Beijing revisó las regulaciones de 1987 sobre el «autogobierno aldeano» para promover la «toma de decisiones democrática» a nivel local.[29] Al mismo tiempo, sin embargo, las autoridades centrales «fortalecieron el rol de los comités locales del partido ante los que tenían que responder los funcionarios de aldea», mientras también se ponía en práctica un programa de aumento de la represión que «se deshizo de la tolerancia que había mostrado en los 80 y 90 hacia la protesta rural mientras fuese a pequeña escala, tuviese como objetivo solo a los líderes locales y no asumiese una forma explícitamente política».[30] Este nuevo programa incluía «un mayor uso de la policía armada, tropas paramilitares[31], granadas de gas y otras armas, y arrestos más frecuentes», junto con la «formación de unidades antidisturbio de la policía fuertemente armadas estacionadas en 36 ciudades, y la creación de 30.000 nuevas comisarías de policía en áreas rurales tanto para control como para vigilancia».

En 2000, cuando la «profundización» de la democracia de aldea se mostró como una zanahoria de legitimidad insuficiente para equilibrar el palo de la creciente represión, Beijing presentó la propuesta de una nueva «línea estratégica» para corregir el desequilibrio entre el desarrollo urbano y el rural, anunciando que «proteger los derechos de los campesinos» se había convertido en una máxima prioridad. Este cambio, vacilantemente, comenzó con una reforma más profunda de los impuestos y tasas rurales, culminando con su completa abolición en 2006. Ese mismo año, Beijing lanzó una gran campaña de desarrollo rural llamada «Nuevo Campo Socialista» (NCS) como pieza central del 11º Plan Quinquenal de China. En la práctica, esta campaña y los programas que surgieron de ella terminaron facilitando una mayor expropiación de los ruralitas mediante su relocalización forzada para dar paso a proyectos de construcción e industrialización agrícola.[32] Sin embargo, otro aspecto importante del NCS fue inequivocamente conciliador: un amplio rango de subsidios rurales y programas de bienestar, entre los que se encuentran una pensión social, un subsidio de renta básica y un aumento en el apoyo del estado a la educación y la sanidad rurales.

Este cambio en curso en la estrategia de desarrollo del estado coincidió con la «tercera ola» de China en el activismo y los debates intelectuales postMao respecto al rol de los campesinos en el desarrollo chino.[33] A las tres olas (la primera centrada en la descolectivización de la agricultura a principios de los 80, la segunda con los TVEs a principios de los 90) les preocupaban cuestiones como: «¿Iba a desaparecer el campesinado, integrado en un nuevo capitalismo chino, o iba a formar una clase excluída, marginada y continuamente alborotadora?» Al principio la mayor parte de los intelectuales encuadraron el problema en términos de «la carga de los campesinos», limitada a impuestos y tasas «excesivos» a causa de la corrupción de funcionarios locales. Gradualmente tomaron forma análisis más sofisticados, como la teoría de Wen Tiejun del «problema rural en tres dimensiones» (sannong wenti): campesinos, aldeas y agricultura. Según Wen —una figura prominente entre los intelectuales de la «Nueva Izquierda» en la China post-1989— el quid de la cuestión estaba en la conversión en mercancía de la tierra, el trabajo y el dinero tras tres décadas de «acumulación primitiva socialista» (industrialización alimentada por la extracción estatal de excedentes del trabajo campesino), condicionada por la posición semiperiférica de China en el mundo moderno.[34]

Sobre esta base intelectual surgió la «Nueva Reconstrucción Rural» (NRR), un movimiento social visto como alternativa o complemento a las respuestas del partido-estado al malestar campesino. La NRR buscaba canalizar este malestar hacia proyectos «constructivos» que tuviesen como objetivo revertir la disolución de las comunidades aldeanas y el flujo de gente joven a la ciudad —proyectos como cooperativas campesinas, redes alternativas de mercado y actividades «culturales» (actuaciones de troupes de artistas, clubs de gente mayor, etc.)[35] Aunque estos proyectos han tenido sin duda un papel positivo para la fracción de campesinos que participaron en ellos —un aumento de los ingresos y una ligera mitigación de la devastación ecológica gracias a cooperativas de agricultura orgánica, por ejemplo— han hecho pocos progresos en el sentido de contener el flujo de jóvenes ruralitas, o revivir comunidades a las que la gente joven tuviese ganas o fuese capaz de volver.

Tanto la NRR como el NCS respondían también a los miedos de que China pudiese encaminarse a una recesión o algo peor tras la crisis financiera asiática de 1997, con una inestabilidad creciente en la economía mundial tras 1999 y signos de que la capacidad productiva de China estaba dejando atrás su demanda efectiva. Además de eliminar los impuestos rurales y mejorar el sistema de bienestar, por tanto, una de las principales preocupaciones de políticas nuevas como el NCS fue aumentar el consumo rural mediante medios como subsidiar las comprar rurales de electrodomésticos y mejorar las infraestructuras, por ejemplo, construyendo y ampliando carreteras y transfiriendo a los ruralitas a complejos de viviendas más modernos, liberando así también tierra para ser usada por la agricultura capitalista o proyectos urbanísticos.

Los conflictos sobre la tierra en los 90 y principios de los 2000

A la actual ronda de apropiaciones de tierras, que los críticos llaman «movimiento de cercamiento [enclosure]» de la China contemporánea (quandi yundong), se la podría poner una fecha inicial en la relajación de las políticas de gestión de tierra que empezó a finales de los 80 y la siguente «locura por el cercamiento de tierras» en las Zonas Económicas Especiales costeras como Shenzhen. A principios de los 90, el 90% de la Inversión Extranjera Directa fluyó hacia este nuevo mercado de la tierra, posible después de que los funcionarios locales expulsasen a los campesinos, arrendándola para proyectos industriales y comerciales. [36] A finales de los 90, esta «locura» se extendió tierra adentro debido a la combinación de una urbanización acelerada, el desarrollo de un nuevo mercado inmobiliario en China, y las crecientes restricciones de Beijing a los impuestos y tasas rurales, que empujaron a los gobiernos locales a vender tierra como fuente alternativa de ingresos.

Como resultado, se perdieron dirigidas hacia el desarrollo 1,8 millones de hectáreas de tierra cultivable entre 1986 y 1995, seguidas por 8 millones de hectáreas entre 1996 y 2004, según cifras oficiales. Walker calcula que durante estas dos décadas, hasta 74 millones de hogares campesinos pueden haber estado afectados por estas apropiaciones de tierra —unos 315 millones de personas.[37] El estudio reciente más riguroso, del sociólogo Zhang Yulin, estima que entre 1991 y 2002, 62 millones de campesinos perdieron su tierra (una media anual de 5 millones), seguidos por 65 millones entre 2003 y 2013 (una media anual de 6 millones) —130 millones de personas en 22 años.[38] Incluso con la estimación más modesta, esto equivalía a «un ‘movimiento de cercado’ de proporciones sin precedentes en el mundo».

Las apropiaciones de tierras empezaron a eclipsar a otras formas de expropiación a medida que esta últimas disminuían siguiendo una combinación de políticas estatales proruralitas y la liquidación de otros recursos colectivos (TVEs, etc.) a finales de los 90 y principios de los 2000. La acción colectiva campesina se centró cada vez más, por tanto, en los conflictos por la tierra. Algunos de estos conflictos podían llegar a ser bastante militantes, pero dado que la tierra es poseída colectivamente en el nivel de la aldea, estos raramente se extendían más allá de una aldea dada, en contraste con las luchas anticorrupción de los 90. De igual manera, a medida que los gobiernos local y central se hicieron más diestros en la puesta en marcha de las apropiaciones de tierras de manera que se redujese la resistencia, y que las vidas ruralitas se centrasen cada vez más en actividades en la ciudad, más de estas luchas desarrollaron el carácter de una negociación por el precio de la tierra y la mayor parte de los aldeanos querían vender de todas formas, oponiéndose a los intentos de mantener la tierra para el uso campesino y la reproducción de comunidades aldeanas.

Walker[39] relata un conflicto de tres años en la aldea de Shanchawang, Shannxi, como la típica resistencia campesina a principios de los 2000: «A finales de 2002 después de que el gobierno local incautase una parte de la tierra de los aldeanos y estos supiesen que los funcionarios la habían arrendado por 50 veces lo que se les había pagado, cerca de 800 de ellos bloquearon la construcción de una zona de desarrollo en esa tierra», organizando 16 equipos para ocupar la tierra por turnos, hasta que llegaron la polícia y 300 trabajadores de la construcción y los echaron. Un año más tarde, ocurrió de nuevo lo mismo, pero esta vez centenares de aldeanos «ocuparon las oficinas del partido comunista de la aldea y mantuvieron el recinto vallado durante cinco meses». Sin embargo, a pesar de esta acción sostenida y muy rompedora, al final «sus esfuerzos no consiguieron ningún resultado positivo y al final el gobierno envió 2.000 tropas paramilitares para expulsar por la fuerza a los que protestaban y arrestar a los líderes.»

Los gobiernos locales utilizaron cada vez con más frecuencia redes criminales para hacer el trabajo sucio, y Beijing «tropas paramilitares armadas con balas de verdad más que de goma», llevando a una represión más violenta. En 2005, por ejemplo, en la aldea de Shangyou, Hebei, «con la aprobación de las autoridades locales, un constructor envió a 300 matones con casco armados con rifles de caza, tubos metálicos y palas para expulsar a los aldeanos que estaban ocupando la tierra que había sido incautada por el gobierno local». Los matones dispararon a más de 100 aldeanos, matando a seis.[40] Más tarde ese mismo año, en la aldea de Dongzhou, prefectura de Shanwei, Guangdong, se envió policía armada para dispersar una sentada similar contra la incautación de tierras y línea costera para construir una central eléctrica, y los aldeanos respondieron presuntamente arrojando cócteles Molotov. La policía disparó y mató a entre 3 y 20 aldeanos en lo que los medios de comunicación llamaron «la Masacre de Shanwei», en referencia a la Masacre de Tiananmen de 1989.[41]

En 2003, como respuesta a estos conflictos, unido a la inquietud por que la pérdida de tierra cultivable amenazase la seguridad alimentaria de China, Beijing inició una serie de políticas que tenían como objetivo frenar las incautaciones de tierras. Empezó por limitar el número de zonas de desarrollo y aplicar mano dura con las requisas ilegales de tierra, y para 2004 había establecido una moratoria de seis meses sobre toda conversión «no urgente» de tierra agrícola para uso no agrícola, publicando regulaciones que obligaban a que las nuevas conversiones fuesen aprobadas por autoridades de más alto nivel.[42] Al igual que con las anteriores campañas contra la corrupción, sin embargo, estas reformas parecen haber tenido muy poco impacto, más allá de aumentar finalmente el precio de la tierra y obligar a los gobiernos locales a imaginar astutas soluciones alternativas. Según el Ministerio de Tierra y Recursos, hubo 168.000 acuerdos ilegales de tierra en 2004, y en 2006, el Primer Ministro Wen Jiabao «admitió abiertamente que las incautaciones ilegales sin una compensación adecuada eran todavía una fuente clave tanto de la inestabilidad como de los levantamientos en el campo.»[43] En 2007, Beijing aprobó una ley limitando las condiciones para la venta (técnicamente un arrendamiento a largo plazo) de tierra agrícola y prohibiendo la venta de tierra rural en la que hubiese hogares campesinos (zhaijidi) pero, concluye Walker, «parece que estas regulaciones harán poco para frenar las ‘coaliciones malignas’ de funcionarios y promotores en las expropiaciones ilegales, o su uso de violencia mediante matones para llevarlas a cabo.»[44]

Junto con la regulación de 2007, hubo una «línea roja» de 120 millones de hectáreas de tierra cultivable de China por debajo de la cual no sería permitido caer, por la preocupación por la seguridad alimentaria.[45] El año anterior, sin embargo, se completó la abolición gradual de la mayor parte de los impuestos y tasas rurales, y esto solo incentivó aún más a los funcionarios locales a buscar una alternativa, a menudo consumiendo tierras como fuentes de ingreso. Beijing intentó compensar esta pérdida de ingresos de los gobiernos locales aumentando su asignación presupuestaria y fusionando oficinas para reducir el personal, pero estas medidas apenas mellaron la tendencia dominante. Esta presión aumentó aún más a medida que los préstamos masivos de los gobiernos locales empezaron a vencer, con una deuda total de 2,8 billones de dólares estadounidenses en 2013 —forzando a Beijing a establecer un tope de 2,5 billones de dólares de préstamos de los gobiernos locales en 2015.[46] Estos mismos préstamos eran un elemento central del paquete de estímulo de Beijing post2008, lanzado después de que 23 millones de trabajadores de las áreas rurales perdiesen sus trabajos en la crisis financiera.

De manera bastante irónica, muchos gobiernos locales encontraron una solución en la campaña de NCS de Beijing, también lanzada en ese momento con los objetivos de «aligerar la carga de los campesinos»e incrementar su incorporación a la economía de mercado promocionando el consumo rural. A pesar de la amplia variedad de proyectos incluidos en las guías oficiales del NCS, los gobiernos locales naturalmente se centraron en aquellos aspectos que podían generar ingresos (tanto legales como ilegales), y el más lucrativo había sido la continuación de las apropiaciones de tierras y el desarrollo inmobiliario— ahora encuadrado como algo que daba viviendas a los ruralitas, pero a menudo incorporando vivienda adicional para la venta a los urbanitas ricos, junto con centros turísticos, fabricas y granjas capitalistas o «cooperativas» (todas presentadas, por supuesto, como formas de generar ingresos para los aldeanos). Aunque Beijing siguió restringiendo las transferencias de tierras e intentó deshinchar la burbuja inmobiliaria, las ventas de tierras y los impuestos por las transacciones de propiedad supusieron entre el 30 y el 74 por ciento de los ingresos de los gobiernos locales durante la mayor parte de la pasada década (subiendo de un 10% a finales de los 90). Este aumentó al 45% en 2013, y se espera que suba aún más en los próximos años y venzan más préstamos gubernamentales. Las únicas excepciones serán las pocas localidades capaces de beneficiarse de la huída tierra adentro de la manufactura y del desarrollo de la agricultura industrializada a gran escala y la extracción de recursos.[47]

La «línea roja» de Beijing parecería descartar estos proyectos, pero los funcionarios locales han formado equipo con los promotores inmobiliarios para superar este obstáculo inventando una nueva mercancía: los «derechos de desarrollo de la tierra». Los promotores pueden convertir tierra cultivable en «tierra para la construcción» si pagan por la creación de una cantidad equivalente de tierra cultivable en otra parte. Esto se hace a menudo desplazando a los campesinos desde sus viejas casas a nuevos complejos de varias plantas ocupando menos área por persona, y luego convirtiendo las viejas parcelas residenciales en tierra cultivable. Cada unidad de tierra así creada da al gobierno local un derecho que puede ser vendido a los promotores, de forma parecida al mercado de carbono.[48] Tal como describe un funcionario de prefectura este esquema:

Tengo aquí un total de un millón de campesinos. Voy a usar de tres a cinco años para demoler estas aldeas, porque ese millón de campesinos está ocupando unas [70.000 hectáreas] de lugares potenciales para la construcción, así que forzar a un millón de campesinos a vivir en pisos de varias plantas liberaría [50.000 hectáreas] de tierra…[49]

Estos proyectos se extendieron por toda China en 2010, y según un estudio de 2011 de 18 provincias, un 20% de ruralitas fueron así «forzados a pisos de varias plantas» (beishanglou).[50]

Apropiaciones continuadas de tierras y resistencia desde mediados de los 2000

Apaños como este han permitido que la «epidemia de apropaciones de tierra» no solo continuase sino que en realidad se intensificase desde las reformas a principios-mediados de los 2000, junto con la resistencia campesina. Según una serie de encuestas realizadas entre 1999 y 2011, involucrando a 1.791 hogares rurales de 17 provincias, «Ha habido un aumento continuado desde 2005 en el número de «tomas de tierra’ o adquisiciones forzosas por parte del estado», afectando al 43% de las aldeas encuestadas y una estimación de 4 millones de ruralitas por año por toda China.[51] «La compensación media que pagó el gobierno local a los campesinos fue de aproximadamente 17.850 dólares por acre», mientras el precio medio al que las agencias gubernamentales vendieron la tierra a los promotores fue 740.000 dólares por acre —más de 40 veces lo que recibieron los aldeanos. «Cuando los campesinos fueron reubicados o ‘urbanizados’, solo un poco más del veinte por ciento  consiguió un hukou o registro urbano; el 13,9 por ciento recibió cobertura de seguridad social urbana; el 9,4 por ciento recibió seguro médico; y solo un 21,4 por ciento tenía accesso a escuelas para sus hijos.»[52] El estudio más extenso de Zhang Yulin da un número estimado aún más alto de ruralitas afectados por las incautaciones de tierras: 6 millones por año, de media, entre 2003 y 2013, subiendo de los 5 millones por año en los 12 años precedentes.»[53]

Las autoridades locales se han vuelto más diestras en su esfuerzo por rebajar la resistencia. Por ejemplo, han empezado a espaciar en el tiempo las apropiaciones de tierra, dado a los aldeanos acciones en las empresas que ocupan sus tierras, y usado el nuevo mercado de derechos de desarrollo de la tierra para financiar la construcción de edificios de varias plantas para los aldeanos —que muchos ruralitas prefieren porque son más «modernos», aunque normalmente obliga a los resdientes a pasar de la agricultura de subsistencia a comprar la mayor parte de lo que consumen, junto a otros cambios de estilo de vida. No obstante, la resistencia rural parece haber aumentado también según un muy citado estudio.[54] No hay datos comparables disponibles después de 2010, pero el estudio de Zhan Yulin estima entre 45.000 y 83.000 incidentes en 2011, «incluyendo varios miles de casos de confrontaciones violentas directas, seguidas por un peaje de miles de muertes.»[55] Esto supone una subida de las 14.000-26.000 luchas contra las apropiaciones de tierra en 2003, y él describe la tendencia como todavía en aumento «sin final a la vista» en 2013.

Es complicado comparar las cifras anteriores basadas en registros oficiales y metodologías más rigurosas con los datos de los microblogs chinos, pero estos últimos son la única fuente disponible a partir de 2011. Un grupo con la dirección de Twitter «Wickedonnaa» ha empezado a archivar las noticias en línea de incidentes de masas desde 2013, y recientemente ha calculado estadísticas detalladas para 2015 en comparación con 2014. Estas sugieren en realidad una disminución de las luchas rurales en relación a las urbanas en los últimos años, y un aumento de los problemas medioambientales[56] como fuente principal de conflictos rurales junto con las incautaciones de tierras y la malversación de fondos públicos por parte de los funcionarios. De 28.950 incidentes de masas en 2015 (un aumento del 34% desde 2014), solo en el 10,4% (3.011 casos) se encontraban involucrados «campesinos», siendo las causas principales las apropiaciones de tierras, la demolición de viviendas, la malversación de los funcionarios y la contaminación o destrucción medioambiental. Esta categorización es engañosa, sin embargo, puesto que el 9,1% de los incidentes se clasifican como «desconocido», algunas de las otras categorías incluyen incidentes tanto rurales como urbanos o incluso se superponen con conflictos rurales por la tierra. Y lo que es más importante, estos datos están sesgados por la brecha digital: la gente que vive en las ciudades es mucho más probable que escriba en microblogs. Por otra parte, estos incidentes rurales registrados por Wickedonna implican a cientos de personas de media, lo que contrasta con un centenar en la mayor parte de los incidentes urbanos, y la represión policial tiende a ser mucho más brutal. En cualquier caso, una disminución de la proporción de luchas rurales y la diversificación de sus causas sería congruente con la disminución de la tierra rural disponible para ser incautada y la creciente orientación de todos los hogares rurales hacia luchas y formas de vida urbanas.

Una espiral ascendente de… ¿qué, exactamente? 

Walker describe los conflictos por la tierra desde mediados de los 2000 como «una espiral ascendente de violencia y resistencia» que «ha tenido un impacto más profundo que los abusos por los impuestos y las tarifas», en el sentido que «las incautaciones destruyen los modos de vida campesinos y la base para su supervivencia».[57] Sin embargo, entre los centenares de miles de conflictos rurales por la tierra en la pasada década, solo una pequeña y menguante fracción se opuso a la apropiación de tierra como tal, y casi ninguna tuvo como objetivo usar la tierra para la agricultura campesina. En la inmensa mayoría de los casos de los que tenemos detalle, fueron meras negociaciones por el precio de la tierra que muchos residentes ya habían abandonado, o en cualquier caso ya no era vista como su «base para la supervivencia». En algunos casos esto se podía explicar como un índice de la desesperación campesina frente a la fuerza del estado, a menudo complementada con la violencia de los matones: podrían haber preferido matener sus tierras, pero sentían que esta demanda habría sido inútil, o con muchas menos probabilidades de tener éxito que una demanda de una compensación mayor. Varios casos sugieren lo contrario, sin embargo.

En el ejemplo más extremo,[58] en 2011, campesinos en Anhui presentaron una demanda ante el gobierno local porque las autoridades de su aldea no habían conseguido apropiarse de su tierra: se habían sentido engañados porque aquellos aldeanos que habían perdido su tierra habían recibido nuevas viviendas y una compensación monetaria. Es significativo que esto no ocurriese en las afueras de una gran ciudad, donde la mayor parte de los ruralitas ya han abandonado la agricultura y la tierra tiene más valor para la industria o los proyectos inmobiliarios que para la agricultura. Esta era una aldea relativamente pobre donde la mayor parte de los hogares todavía complementan los giros de los miembros migrantes de la familia con la agricultura para la subsistencia y la venta. El proyecto de desarrollo no estaba relacionado con la expansión urbana o la inversión, sino que era simplemente un intento de las autoridades de la aldea de beneficiarse de la campaña NCS vendiendo derechos de desarrollo de la tierra. Los campesinos que protestaban seguían valorando la tierra de cultivo como complemento a sus bajos e inestables ingresos, pero habrían perdido solo una parte en el proyecto de desarrollo y le daban más valor a la compensación.

Un ejemplo más típico implica dos conflictos relacionados en una aún más pobre y más remota aldea en una zona montañosa de Guizhou (la provincia más pobre de China), donde casi todos los jóvenes adultos viven fuera de la aldea la mayor parte del tiempo.[59] El primero se produjo cuando el gobierno de la prefectura construyó una autopista atravesando la aldea, conectando la capital de la prefectura con un viejo aeropuerto militar reconvertido para su uso civil como parte de un proyecto nacional de desarrollo de la provincia. Muchos aldeanos, jóvenes y viejos, vieron la autopista como una bendición, puesto que pensaron que traería compradores para las tiendas a lo largo de la carretera que pudiesen abrir, y posiblemente incluso fábricas en la cercana ciudad, permitiendo a los aldeanos trabajar por un salario sin tener que viajar durante varios días a las ciudades de la costa. Sin embargo, mientras un grupo de aldeanos estaban discutiendo las virtudes de esta nueva autopista una tarde, sus vecinos les convocaron de repente desde una colina cercana para ayudarles a plantarse ante una excavadora —impidiendo así que excavase piedra para su uso en la construcción de la autopista. Resultó que la queja de los aldeanos no era contra la autopista en general o incluso contra la destrucción de su tierra como tal, sino contra la perturbación de esta colina en particular, que creían que tenía importancia geomántica (fengshui). Varios meses más tarde, cuando el gobierno local de la ciudad ocupó una parte mucho mayor de sus tierras —incluida parte de la ya pequeña cantidad de tierra cultivable de la aldea montañosa— para arrendarla para desarrollo inmobiliario, los aldeanos buscaron solo un aumento en la compensación (con éxito esta vez).

¡Wukan, Wukan![60]

Uno de los conflictos recientes en el que los aldeanos se opusieron a la toma de tierras como tal fue también el conflicto rural más ampliamente conocido de China de la pasada década, y probablemente uno de los mayores levantamientos de «campesinos» (como la mayor parte de las noticias señalaban) del periodo: el levantamiento de 2011 de la aldea de Wukan. Wukan (13.000 habitantes) se encuentra en el condado costero de Lufueng de la prefectura de Shanwei, Guangdong.[61] En 2009, los aldeanos ya habían empezado a presentar demandas ante los gobiernos local y provincial cuando descubrieron que el Comité de aldea de Wukan (equivalente a un gobierno a nivel de aldea) había estado conspirando con la Corporación para el Desarrollo Industrial de la Bahía de Wukan. El presidente ejecutivo era un capitalista de Hong Kong y miembro del Congreso del Pueblo de Guangdong, su vicepresidente ejecutivo había sido el secretario del partido de Wukan desde 1970, y sus directores generales eran también miembros desde hacía mucho del Comité de Aldea de Wukan. Los aldeanos alegaron que estas dos entidades superpuestas habían arrendado el 80% de la tierra cultivable de propiedad colectiva para proyectos de desarollo privados —entre los que se encontraban un hotel, viviendas de lujo y un parque industrial— sin consultar a los aldeanos desde 1993, malversando al menos 700 millones de yuan (110 millones de dólares) que legalmente deberían haber sido repartidos entre los aldeanos, quienes recibieron solo 550 yuan (87 dólares) por cabeza.

En 2009, un pequeño grupo de jóvenes aldeanos -entre los que se encontraba el tendero migrante Zhuang Liehong —al que se entrevista en el mismo número de la revista en el que apareció este artículo— empezó a investigar qué estaba pasando con su tierra. Formaron un grupo llamado «Liga Joven Patriótica de Sangre Caliente de Wukan», imprimiendo carnets de miembro y prestando juramento de «llevar una vida moral, amar al país y luchar por la democracia y la justicia».[62] Entre 2009 y marzo de 2011, enviaron al menos tres peticiones al gobierno del condado y seis al nivel provincial, pero nunca recibieron una respuesta. Hicieron vídeos sobre sus investigaciones y peticiones, intentando generar apoyo entre sus vecinos.

Al principio estos esfuerzos recibieron oidos sordos. «Hasta el suceso de 921 (septiembre 21, 2011), la mayor parte de los aldeanos no tenía ni idea de cómo y cuando se había vendido su tierra y cuánto se había vendido por qué precio».[63] Esto se debía, en parte, como destaca Zhuang en su entrevista, a que la agricultura nunca había ocupado a más de la mitad de los aldeanos, y desde los 90, la economía de Wukan se había centrado cada vez más en los envíos de la fuerza de trabajo migrante y en los negocios. «Los soldados de a pie de Wukan eran jóvenes metidos en las batallas de los trabajadores migrantes del cinturón industrial del Delta del Río de la Perla», a unos 200 kiómetros.[64] A medida que el sector manufacturero centrado en la exportación de Guangdong empezaba a declinar, sin embargo, cada vez más familias empezaron a preocuparse por la desaparición de sus campos de bienestar. El 20 de septiembre de 2011, varios aldeanos descubrieron a un equipo de construcción despejando la tierra cerca de la entrada a Wukan:

[Los trabajadores de la construcción] dijeron que estaban trabajando para [Country Garden, un gran promotor inmobiliario privado] y que la tierra se la habían vendido a ellos. Era el último y mayor pedazo de tierra que quedaba en la aldea… Volvimos a la aldea para preparar carteles para empezar una protesta… Pronto, sonó el gong que usaba cada clan para reunir a los aldeanos por primera vez en los últimos 40 años.[65]

Al día siguiente, varias decenas de aldeanos marcharon a las oficinas del gobierno del condado (a cinco kilómetros) y cuando los funcionarios no fueron capaces de responder, los jóvenes empezaron a bloquear carreteras, destrozar edificios y destruir equipamiento en un parque industrial cercano. La policía respondió golpeando a los manifestantes con porras y deteniendo a tres. Al día siguiente, varios centenares más de aldeanos rodearon la comisaría de policía, algunos con armas caseras, a lo que siguió una lucha con la policía antidisturbios y matones contratados, quienes hirieron gravemente a varios manifestantes, incluido un niño de nueve años. En medio de la tensión, el gobierno del condado pidió a los aldeanos que escogiesen a 13 delegados para negociar sus quejas.

Tras dos meses de negociaciones, los delegados de Wukan sentían que no se había hecho ningún progreso, pero el gobierno el 3 de diciembre anunció que «el conflicto ya habían entrado en su fase de resolución».[66] Ese mismo día, la policía detuvo a Zhuang, quien había estado repartiendo un manifiesto que muchos consideraron fundamental para el movimiento. Los aldeanos respondieron capturando a varios funcionarios y reteniéndolos como rehenes hata que Zhuang fuese liberado. El 9 de diciembre, las autoridades de la prefectura de Shanwei intervinieron, anunciando que habían apartado de sus puestos a dos jefes del partido de la aldea y congelado temporalmente la transferencia de tierra a Country Garden. Ese mismo día, sin embargo, varios delegados de Wukan fueron detenidos por hombres de paisano en una furgoneta sin señas. Dos días más tarde, uno de ellos —Xue Jinbo, un carnicero de 43 años— murió bajo custodia policial. El forense del estado declaró que la causa de la muerte había sido un fallo cardíaco, pero miembros de la familia a los que se les permitió ver el cuerpo (pero se les prohibió hacer fotografías) dijeron que observaron signos de tortura. Cuando se extendió la noticia en los siguientes días, los manifestantes expulsaron a funcionarios y policías fuera de la aldea y bloquearon las carreteras que llevan a la sede del condado en Lufeng. El 14 de diciembre, mil policías armados tenían cercado Wukan, desconectando el agua y la electricidad y bloqueando el suministro de alimentos y material médico. No obstante, los aldeanos (en parte con la ayuda de periodistas) consiguieron colarse dentro y fuera, pasando a escondidas suministros y participando en protestas en Lufeng.

Finalmente, el 21 de diciembre se presentó el vicesecretario provincial del partido de Guangdong, Zhu Minguo, y se reunió con el sexagenario líder de la protesta, hombre de negocios recientemente regresado y miembro del partido, Lin Zuluan. Zhu prometió liberar a los manifestantes detenidos, reconocer la elección democrática de un nuevo Comité de Aldea y facilitar ulteriores negociaciones por la tierra. La policía se retiró, los manifestantes desmantelaron las barricadas, Lin fue nombrado nuevo secretario del partido de Wukan, y los aldeanos organizaron de manera independiente la elección de un nuevo comité el 3 de marzo, eligiendo a Lin como presidente y otros líderes de la protesta en cinco de las seis posiciones restantes.

En última instancia, el nuevo Comité no consiguió recuperar más que una cuarta parte de la tierra robada a Wukan, en parte porque parte de la tierra había sido utilizada como aval para préstamos bancarios por las compañías que ocuparon la tierra. Lo que es más significativo, sin embargo, es que cuando más de un centenar de representantes de la aldea democráticamente elegidos se reunieron para discutir el futuro de su tierra más adelante, en 2012, la mayoría votaron que no a devolver la tierra a sus funciones agrícolas y prefirieron dejarla para los planes y usos comerciales existentes, siendo la única diferencia respecto al status quo que todo aldeano recibiese una parte equitativa de la renta —a lo que, en primer lugar, tenían derecho legalmente. La tierra cultivable hacía años que ya había sido abandonada, excepto para huertos usados por los mayores. La mayor parte de los jóvenes aldeanos seguían pasando la mayor parte de su tiempo en el Delta del Río de la Perla trabajando por un salario o dirigiendo pequeños negocios y unos cuantos en realidad trabajaban en el hotel y las fábricas que ahora ocupaban sus tierras.

El hecho que un cerco policial pudiese amenazar con el hambre a Wukan tras unos pocos días debería darnos una pista de que no era una «aldea campesina» desde el punto de vista de una autosuficiencia ni que sea parcial: casi todos sus alimentos y otras necesidades eran comprados fuera. La única actividad importante de Wukan era la acuicultura comercial, realizada principalmente por campesinos de la China interior que alquilaban parcelas pesqueras mar adentro (yuwei) al colectivo aldeano. Este conflicto, por tanto, no se puede entender como una lucha de campesinos contra la expropiación de su «base para la supervivencia». Ni tampoco fue, no obstante, una simple disputa entre terratenientes sobre cómo repartir la renta del desarrollo comercial. Como menciona Zhuang en su entrevista, el declive de la manufactura en el delta del río de la Perla había hecho regresar a Wukan a muchos jóvenes aldeanos, donde estaban intentando probar suerte con la acuicultura o «roer a los mayores» (kenlao), vivir de sus padres como solución temporal. La renta que podrían haber recibido de su tierra colectiva representaba por tanto un complemento crucial a las precarias perspectivas de mantener un nivel de vida socialmente aceptable tras fundirse todo el dinero que sus hogares habían ahorrado tras dos generaciones de trabajo migrante. Esto ayuda a explicar por qué tantos aldeanos que todavía trabajan en el Delta del Río de la Perla, quienes de otra manera pagan escasa atención a los asuntos de la aldea, corrieron a Wukan y arriesgaron sus vidas interpretando papeles activos en la lucha.

El regreso de aldeanos desde las áreas urbanas para participar en la lucha rural, y la participación de granjeros migrantes de provincias más pobres que vivían en Wukan, señala uno de los raros casos en los que se cruzan las divisiones que normalmente limitan el potencial explosivo de estas protestas rurales. Además, algunos informes describen el Levantamiento de Wukan como «la chispa que incendió la pradera», inspirando o animando al menos tres de las muchas rebeliones en otras aldeas y ciudades por todo Guangdong en esa misma época.[67] Aunque la entrevista de Zhuang destaca por qué los aldeanos de Wukan decidieron en contra de «unirse de alguna manera» con otras luchas rurales (miedo a una represión estatal más violenta), el hecho mismo de que considerasen y debatiesen esta opción señala el potencial de la solidaridad práctica entre luchas rurales y urbanas en el futuro.

¡Wuhan, Wuhan!

Un intento de unir el conflicto rural por la tierra con acciones intencionadamente anticapitalistas de urbanitas se produjo en el movimiento de 2010 para proteger el lago Este en Wuhan, Hubei. Según un informe,[68] en diciembre de 2009 el gobierno de Wuhan firmó en secreto un arrendamiento a largo plazo con la empresa estatal inmobiliaria OCT (Overseas Chinese Town) de 211 hectáreas, incluidas 30 hectáreas de la Reserva Ecológica del lago Este, por unos 4,3 mil millones de yuan —el arrendamiento más lucrativo del año para una Wuhan en rápida expansión.

El plan de OCT incluye un parque de atracciones (Valle Feliz) y áreas comerciales exclusivas, hoteles y condominios. […] Dos aldeas y una pesquería ya habían sido desalojadas y demolidas, inmediatamente después de que el arrendamiento fuese firmado el pasado diciembre, y una tercera aldea está en proceso de desahucio. Los aldeanos y los trabajadores de la pesquería dicen que parte de la compensación prometida por OCT se la han embolsado funcionarios del gobierno, y cuando presentaron una demanda al gobierno por ello, fueron asaltados por matones contratados. La mayor parte de los peticionarios se han echado atrás, pero unas 50 familias de la tercera aldea siguen resistiendo. […]

La principal preocupación entre los críticos por internet del plan eran las posibles consecuencias ecológicas, dado que la polución del agua y los brotes de algas habían estado aumentando rápidamente por toda China en los últimos años, haciendo que la mitad de la población de China y dos tercios de la población rural de China no pueda acceder a agua potable segura. […] Finalmente, a los críticos les preocupa la gentrificación, puesto que el plan de desarrollo transformaría el lago y sus alrededores de un lugar pacífico y limpio donde todo el mundo puede disfrutar gratis del mundo natural […] a un centro caro, ruidoso y artificial para los ricos.[69]

Los participantes urbanos en este movimiento (incluido al menos uno que se autodescribe «anarquista» de origen rural) contaron que se acercaron a alguno de los 50 hogares rurales que todavía resistían solo para descubrir que sus objetivos eran incompatibles: mientras los urbanitas querían impedir el proyecto urbanístico y mantener el lago tal como estaba, los ruralitas querían una compensación más alta. Ni siquiera querían considerar la posibilidad de conservar sus tierras y casas. La mayoría tenían trabajo en la ciudad y, aunque alguno de ellos usaba parte de su tierra para complementar sus ingresos cultivando para uso de la familia, valoraban menos esto que el dinero que esperaban conseguir a cambio de abandonar sus tierras.

Una vez más, quizá hubieran preferido conservar sus tierras si eso fuese posible y estaban simplemente haciendo lo que parecía más prudente frente a la fuerza del estado. Además, puede ser engañoso generalizar a partir de tales ejemplos. Estas actitudes son más habituales en las afueras de las grandes ciudades, donde la mayor parte de los ruralitas ya no son campesinos y sus tierras tienen mucho más valor para el desarrollo inmobiliario que para la agricultura. Algunos de los activistas de Wuhan crearon también un centro social en una aldea periurbana cercana, y cuando supieron que la aldea iba a ser demolida para la expansión urbana, hablaron con los aldeanos de la posibilidad de resistir, recibiendo respuestas similares a las del lago Este.  Aunque estos casos puede que no sean típicos de los conflictos chinos contemporáneos por la tierra en lugares más remotos (de los que se disponen de pocos detalles) son al menos representativos de la mayor parte de los conflictos en las afueras de las grandes ciudades y áreas relativamente industrializadas. También señalan la dificultad de vincular estas luchas localistas y de límites estrechos con movimientos más amplios que pudiesen tomar una orientación potencialmente anticapitalista.

¿Revueltas como crisol de la «unidad socio-cultural»?

El relato de Walker sobre los recientes conflictos por la tierra culmina con el argumento de que estas luchas han interpretado un papel importante en el surgimiento de una «perspectiva de clase compartida» entre «los pobres rurales, los ‘que no tienen nada’, los trabajadores migrantes, los trabajadores privados de derechos y los pobres urbanos». Ella lo compara con periodos anteriores de la historia China (los siglos XVII y principios del XX), cuando «una acción rural colectiva sostenida —enraizada en luchas locales— se desarrolló a una escala transregional o incluso nacional» y «adoptó el caracter de un movimiento» al formar «un discurso unificado de disentimiento». Estos movimientos anteriores, sin embargo, estaban basados en relaciones compartidas de los campesinos con sus explotadores o expropiadores: un movimiento del siglo XVII contra el trabajo forzado, un movimiento de principios del siglo XX contra la renta y los impuestos, y las luchas de los 90 contra la corrupción y las apropiaciones de tierras.

La emergente perspectiva de clase que ella identifica, por otra prte, parece estar basada en una condición proletaria compartida (esto es, la falta de acceso a medios de subistencia), expresada no mediante una resistencia común a relaciones específicas de explotación o expropiación, sino mediante revueltas contra un sentido más general de desigualdad, exclusión social y violencia sancionada por el estado. En el nivel de análisis de Walker sigue sin quedar claro qué tienen en común estas revueltas urbanas con las luchas por la tierra rurales, excepto que son un «eco» de estas últimas —quizás porque muchos de los revoltosos recientemente se proletarizaron aún más por culpa de estas apropiaciones de tierras:

La indignación e ira de muchos residentes rurales al ver las crecientes desigualdades de la vía postsocialista ha tenido eco en los últimos años en la «erupción» de numerosos estallidos sociales a gran escala. […] En 2004, por ejemplo, en el distrito de Wanzhou de Chongqing […] donde muchos residentes rurales habían sido reasentados debido al proyecto de la presa de las Tres Gargantas —quizás hasta 80.000 personas se «rebelaron» después de que un recaudador de impuestos golpease brutalmente a un trabajador migrante que había chocado accidentalmente con la mujer del funcionario. […] De manera similar, en 2005, 50.000 trabajadores migrantes en Guangdong también se «rebelaron» después de que un guardia de seguridad matase a un joven migrante acusado de robar una bicicleta.

Aunque Walker defiende que estos estallidos implicaron a «migrantes, campesinos y pobres urbanos» en «áreas rurales, suburbanas y urbanas», los dos únicos ejemplos que da tuvieron lugar en ciudades y estuvieron centrados en la violencia sancionada por el estado hacia los migrantes. Desde este punto de vista, se parecen a muchas rebeliones recientes a gran escala en áreas urbanas. Algunas de las mayores revueltas que llegaron a los medios en los últimos años fueron protagonizadas por excampesinos en distritos industriales periurbanos, pero más específicamente, centradas en la resistencia directa de los asalariados a la explotación en el puesto de trabajo —lo que algunos observadores llaman «negociación colectiva mediante la revuelta.»[70]

Si cogemos esta frase («negociación colectiva mediante…») y reemplazamos «revuelta» por «ocupación», «bloqueo» o «secuestro de funcionarios locales», se podría aplicar también a muchas de las luchas rurales recientes. Una diferencia clave, sin embargo, es que el objeto de la negociación no son las condiciones de trabajo y vida que los participantes esperan para el futuro, sino la cantidad de dinero en metálico que pueden espigar de la liquidación de sus campos de bienestar, con la esperanza de que los mantendrá a flote mientras saltan al mar de una vida urbana sin raíces: sacar rédito del pasado contra la esperanza de dinero en el futuro. Con tan diferentes objetivos, metas y temporalidades (por no mencionar la localización geográfica), es comprensible que estos dos tipos de lucha no se hayan unido para formar una unidad socio-cultural —aunque los lleven a cabo miembros de la misma familia.

Por otra parte, estos dos tipos de lucha reflejan las condiciones comunes de sus participantes de ser cada vez más superfluos ante las necesidades de la acumulación capitalista. Tanto en las partes más y menos «desarrolladas» de nuestro mundo desindustrializante, esta condición fragmenta el proletariado en múltiples relaciones específicas de expropiación, explotación y exclusión, y múltiples formas de lucha correspondientes. Esto hace que sea más difícil que se unan las diversas fracciones de clase y sus luchas en torno a un polo hegemónico, como el movimiento histórico de los trabajadores o el ejército campesino. El horizonte postsocialista de China está definido por tanto por una multiplicidad de luchas desconectadas por parte de gente que experimenta una condición compartida de creciente precariedad —como la de la Primavera y el Otoño Árabes, o los movimientos euroamericanos de las plazas y revueltas.[71]

Aunque está claro que tanto los incidentes de masas rurales y urbanos han seguido creciendo en frecuencia en la pasada década, no ha habido casos bien conocidos en los que estos dos tipos de lucha se hayan unido o ni siquiera influenciado signficativamente uno con otro, excepto las limitadas conexiones rural-urbanas vistas en Wukan. Esto es así porque cada tipo se relaciona con el capital de una manera cualitativamente diferente. Sin embargo, a medida que la crisis global y sus manifestaciones chinas se hacen más caústicas, desgastando las esperanzas de la gente en una vida mejor en la ciudad, es posible que más excampesinos chinos intenten huir de vuelta a sus lugares de nacimiento par reclamar los campos de bienestar.[72] Al mismo tiempo, a medida que la agricultura china se vuelve más industrializada, convirtiendo algunos de los ruralitas viviendo en el campo de campesinos a trabajadores, las luchas laborales surgirán más cerca de casa.[73] Cualquiera de estos desarrollos podría ser la chispa de una fusión no vista hasta la fecha entre las luchas urbanas y rurales, concediendo una orientación más expansiva a las todavía frecuentes y militantes conflictos por la tierra.

Notas
[1] De“Revisiting the Wukan Uprising of 2011: An Interview with Zhuang Liehong” en la misma publicación en la que se publicó este artículo. in this issue.
[2] Sobre nuestro uso de los términos «socialista» y «postsocialista» y sobre el rol y las condiciones del campesinado en el «régimen de desarrollo socialista» de China véase nuestro artículo «Sorgo y Acero» en este número.
[3] Este dominio lo ilustran, por ejemplo, los efectos del hundimiento del mercado de valores el último verano sobre los campesinos granjeros: “Emily Rauhala, How farmers from rural China bet on the stock market and lost”, Washington Post, 29 de agosto 2015.
[4] Aquí se explican dos métodos para calcular este número: “Woguo de noncun huji renkou daodi you duoshao?”《我国的农村户籍人口到底有多少?》, <http://blog.tianya.cn/post-14642-43522365-1.shtml>.
[5] Esta diferencia es más obvia en chino. «campesino» es nongmin y «granjero (capitalista)» es nongchangzhu -literalmente, el propietario de una granja» (nongchang). Nongchang se refiere solo a las granjas capitalistas o propiedad del estado (que contratan trabajadores), nunca a aquellas limitadas al trabajo familiar o a la tierra asignada por la aldea, a las que se refiere solo oblicuamente como «campos» (tian). La agricultura campesina no es considerada por tanto una empresa comercial, aunque en la mayor parte de los casos hoy funciona parcialmente como tal.
[6] En 2006, por ejemplo, He Xuefeng estimó que el 70% de la población de China (900 millones de personas) seguían siendo «campesinos» en un sentido sociológico, pronosticando que no caería por debajo del 50% en los siguientes 30 años. Discutido en “The Question of Land Privatization in China’s ‘Urban-Rural Integration,’” China Left Review , Number 1.
[7] Un ejemplo influyente de esta perspectiva es Wen Tiejun, “Gengdi weishenme buneng siyouhua?” Zhongguo Geming, 2014, Number 4. ( 温铁军,《耕地为什么不能私有化?》,《中国改革》2004第4期.)
[8] «Desindustrialización» se refiere aquí al declive secular en el empleo manufacturero relacionado con una productividad del trabajo creciente, el crecimiento de la composición orgánica del capital y la saturación de los mercados. Para pruebas de que esta tendencia existe globalmente e incluso en China véase «Sin poder avanzar, sin poder volver atrás» en el mismo número en que se publicó este artículo originalmente.
[9] Sobre la ley general de acumulación capitalista de generar una «población excedente» relativa más allá de su función de «ejército industrial de reserva», véase “Misery and Debt: On the Logic and History of Surplus Populations and Surplus Capital,” Endnotes 2, 2010.
[10] Para el trasfondo véase «Sorgo y Acero»
[11] Este es un ´termino de la literatura marxiana de «estudios campesinos». Véase, por ejemplo, Hamza Alavi, “Peasantry and Capitalism: A Marxist Discourse,” ein Peasants and Peasant Societies, edited by Teodor Shanin, Blackwell, 1987. Es comparable a las «tijeras de precios» de Preobrazhenski durante la era socialista, excepto en que no está determinado por un decreto del estado sino por el poder relativo de negociación de los campesinos frente a los capitalistas en estos mercados. Esta relación entre campesinos y capital difiere de aquella entre, por ejemplo, capitalistas industriales, terratenientes y minoristas en que no divide simplemente los beneficios extraídos de los trabajadores asalariados en la producción industrial, sino que extrae realmene valor excedente del trabajo campesino.
[12] Para un trasfondo sobre el Gran Salto Adelante y las causas de la posterior hambruna, véase «Sorgo y Acero»;“A Commune in Sichuan?”, en el blog Chuang; y Eating Bitterness: New Perspectives on China’s Great Leap Forward and Famine, editado por Manning and Wemheuer, UBC Press, 2011.
[13] Fue en parte como respuesta a esto que el estado reinstauró el sistema de hukou en su actual forma en 1960 (después de que colapsase durante el Salto). Véase Tiejun Cheng y Mark Selden , “The Origins and Social Consequences of China’s Hukou System,” The China Quarterly, Volume 139, 1994. pp. 644-668; y Manning y  Wemheuer, 2011.
[14] Sobre la resistencia campesina durante el GSA, véase Manning and Wemheuer, 2011; Ralph Thaxton, Catastrophe and contention in rural China: Mao’s Great Leap Forward famine and the origins of righteous resistance in Da Fo Village, Cambridge, 2008; y Gao Wangling, “Renmingongshe shiqi zhongguo nonmin fanxing wei diaocha” Zhonggongdang shi chubanshe, 2006. (高王凌,《人民公社时期中国农民反行为调查》,中共党史出版社,2006.)
[15] Los denguistas —los seguidores de Deng Xiaoping y Liu Shaoqi, quienes impugnaron las políticas maoistas a lo largo de los 60 y los 70 y llegaron al poder en 1978, iniciando la transición de China al capitalismo en nombre del «socialismo de mercado»– defendían que la agricultura colectiva era intrínsecamente ineficiente comparada con la agricultura de gestión familiar (basada en la propiedad colectiva de la tierra en un mercado regulado por el estado). Tanto los liberales chinos como los occidentales van más allá defendiendo que la tierra debería ser privatizada.
[16] Campesinos mayores en Anhui, por ejemplo, nos han dicho que no hubiera habido necesidad de descolectivizar si el estado hubiese extraido simplemente menos grano, ofrecido precios más altos o permitido más control sobre el trabajo agrícola.
[17] Para una comparativa a fondo de estos cambios (que, a pesar del título del libro, es también crítica en puntos clave), véase  Chris Bramall, In Praise of Maoist Economic Planning: Living Standards and Economic Development in Sichuan since 1931, Oxford University Press, 1993.
[18] Hubo también malestar campesino durante la Revolución Cultural (1966-1968) y el periodo posterior, pero este parece haber tomado principalmente la forma de disputas faccionales localistas. Se estudian unas cuantas excepciones en Yiching Wu, The Cultural Revolution at the Margins: Chinese Socialism in Crisis, Harvard University Press, 2014.
[19] Traducido por Howard Goldblatt (Viking Press, 1995).

[20]
“‘Gangster Capitalism’ and Peasant Protest in China: The Last Twenty Years,” Journal of Peasant Studies, Volume 33, Number 1, 2006, and “From Covert to Overt: Everyday Peasant Politics in China and the Implications for Transnational Agrarian Movements,” Journal of Agrarian Change, Volume 8, Number 2, 2008.
[21] Como ilustran las citas de Walker más abajo, a veces su relato combina de manera confusa análisis materialista con la influente narrativa moralista de Qinglian de «corrupción», «coaliciones malvadas» y «capitalismo gangsteril».
[22] Esta es la línea más común tomada por observadores marxistas como Michael Webber, “Primitive accumulation in modern China,” Dialectical Anthropology, Volume 32, Number 4, 2008.
[23] Según Harvey (The New Imperialism, 2003) la «acumulación por desposesión» usa la expropiación directa (en lugar de la explotación mediante la relación salarial), como una forma de disminuir el coste de los recursos para la producción capitalista durante los periodos de baja rentabilidad. Es una técnica por la cual el capital intenta evitar las consecuencias de su propia ley del valor (esto es, crisis y desvalorización), rompiendo o torciendo esa ley (esto es, robando o comprando recursos por debajo de su valor con la ayuda de la fuerza del estado). Parece ser similar a la «acumulación primitiva», pero funciona de manera diferente una vez la producción capitalista está bien consolidada. En la China rural de los 90, se podría argumentar que ambas formas de expropiación (acumulación primitiva y acumulación por desposesión) estaban teniendo lugar. Desde los 2000, la mayor parte de la expropiación podía ser entendida mejor como acumulación por desposesión, o simplemente lucha de clases por el salario social.
[24] Walker 2006, p. 7.
[25] Ibid. p. 8.
[26] Ibid. p. 9.
[27] Este marco, tal como lo practicaban los campesinos chinos en los 90 y principios de los 200, ha sido explorado por Kevin O’Brian y Liangjiang Li, Rightful Resistance in Rural China, Cambridge University Press, 2006.
[28] Walker 2008, p. 470.
[29] Walker 2006, p. 13.
[30] Walker 2008, pp. 470-471.
[31] Con «tropas paramilitares» Walker se refiere a la Policía Armada del Pueblo (武警). Están separados administrativamente del sistema de policía regular (bajo el Ministerio de Seguridad Pública) y las fuerzas armadas (el EPL) y son responsables principalmente de suprimir «incidentes de masas», con la policía antidisturbios como una de sus ramas. Seguimos la convención de llamarlos «policía armada» dado que «paramilitar» podría ser confundido con las propias organizaciones paramilitares de los campesinos, y también implica un mayor grado de militarización del que parecen tener (comparado con la Guardia Nacional de los EEUU, por ejemplo). En 1989, fue el EPL más que la policía armada quien aplastó el movimiento democrático.
[32] Para detalles sobre el NCS, véase Kristen Looney, The Rural Developmental State: Modernization Campaigns and Peasant Politics in China, Taiwan and South Korea, Harvard University, 2012.
[33] Alexander Day, The Peasant in Postsocialist China: History, Politics, and Capitalism, Cambridge University Press, 2013, page 6.
[34] Wen Tiejun, “Centenary reflections on the ‘three dimensional problem’ of rural China,” Inter-Asia Cultural Studies Volume 2, Number 2, 2001. Day (2013) ofrece un análisis de tales escritos y su influencia tanto en la política estatal como en el activismo popular.
[35] Sobre la NRR, véase Day 2013 capítulo 6, y Matthew Hale, Reconstructing the Rural: Peasant Organizations in a Chinese Movement for Alternative Development, University of Washington, 2013.
[36] Walker 2008, p. 471-472.
[37] Ibid.
[38] Zhang Yulin, “Land Grabs in Contemporary China,” traducido en el blog Nao en 2014 y vuelto a publicar en el blog de Chuang.
[39] Walker 2008, p. 474.
[40] Ibid.
[41] Puede ser más que una coincidencia que la aldea de Wukan está también en Shanwei, parte de la región no cantonesahablante de Chaoshan, que es más pobre y más rural que el fuertemente industrializado  Delta del río de la Perla donde trabajan la mayor parte de los ruralitas de Cahoshan. En Wickedonna.blogspot.com (donde se registran informes de incidentes de masas de la blogosfera china), Shanwei proporciona un número desproporcionado de resultados comparado con otras partes de China.
[42] Walker 2008, p. 475.
[43] Ibid.
[44] Ibid. En contraste con el marco generalmente materialista de Walker, aquí adopta el término «coaliciones malvadas» del marco de expropiación de Qinglian como un asunto moral más que como una función sistémica de la necesidad del capital de la reproducción ampliada a medida que China está cada vez más sujeta a la ley del valor.
[45] McBeath y McBeath, Environmental Change and Food Security in China, Springer, 2010, p. 70.
[46] “China Places Cap on Local Government Debt,” Wall Street Journal, 30 de agosto, 2015.
[47] Liyan Qi, “Hard Landing Ahead for China’s Local Governments?” Wall Street Journal, 1 de marzo, 2013; Sandy Li, “Record land sales revenues leave local governments worried about further property curbs” South China Morning Post, 10 de enero, 2014; Liyan Qi, “Swelling Debt Spreads Among China’s Local Governments” Wall Street Journal, 14 de febrero, 2014; “Worries grow as China land sales slump”, Financial Times,  5 de enero, 2012.
[48] Sobre los derechos de desarrollo de la tierra y el desarrollo inmobiliario en el marco del NCS, véase Looney (2012), y Wang Hui, Ran Tao and Ju’er Tong, “Trading Land Development Rights under a Planned Land Use System,” China and World Economy, Volume 17, Number 1, 2009.

[49]
Zhang Yulin

[50]
Ibid.
[51] Estas cinco encuestas fueron realizadas conjuntamente por el Landesa Institute, Renmin University of China, y la  Michigan State University, en su “6th China Survey.” Las citas son del sumario de Elizabeth Economy’s 2012, “A Land Grab Epidemic: China’s Wonderful World of Wukans.”
[52] Economy, 2012.
[53] Zhang Yulin
[54] Economy 2012 y muchos otros informes cogen esta cifra (65% de los 180.000 incidentes de masas en 2010) de un estudio del sociólogo Sun Liping, resumido en inglés como “China’s Challenge: social disorder,” Economic Observer, 9 de mayo, 2011. Otro informe, de la Academia China de Ciencias Sociales, dice que solo un 22% de 871 incidentes entre 2000 y 2013 fueron «protestas contra las adquisiciones de tierras y demoliciones forzosas». (Hou Liqiang, “Report identifies sources of mass protests,” China Daily, 9 de marzo, 2014)
[55] Zhang Yulin, op cit.
[56] De manera similar, un reportaje de 2013 mantiene que las protestas medioambientales han sobrepasado a los conflictos por la tierra como la «principal causa de malestar social» en China, pero este reportaje está basado solo en el comentario de un funcionario retirado de PCC, así que debe ser tomado con precaución: «La ira china por la contaminación se ha convertido en la principal causa del malestar social», Bloomberg, 6 de marzo, 2013. En cualquier caso, ambos tipos de malestar han continuado y quizá aumentado en la pasada década, y los ruralitas han tenido un papel destacado en ambas.
[57] Walker 2008, p. 474.
[58]  De este evento y otros descritos abajo (para los que no se dan fuentes) fuimos testigos presenciales.
[59] Más de 500 volvieron a casa —principalmente en la zonas costeras de Guangdong— tras la crisis financiera de 2008, pero casi todos encontraron nuevos trabajos el siguiente año, muchos en las ciudades más pequeñas que se estaban desarrollando más rápidamente más cerca de casa.
[60] ¡Wukan, Wukan! es el título de una película documental sobre esta lucha, realizada por Zhuang Liehong y otros aldeanos, sobre la que discutimos en la entrevista con Zhuan en este número de Chuang. Nuestro relato aquí se basa en esas película y entrevista, conversaciones con un observador que visitó Wukan durante la lucha, y fuentes secundarias, las más útiles de las cuales son: Shenjing He y Desheng Xue, “Identity Building and Communal Resistance against Landgrabs in Wukan Village, China,” Current Anthropology, Volume55(S9), 2014; y Keegan Elmer, “Battle lines in the Chinese Blogosphere: Keyword Control as a tactic in managing mass incidents,” FIIA working paper, 2012.
[61] Desde 1993, Lufeng ha sido oficialmente designada como «ciudad (a nivel de condado)» (xianji shi) y Shanwei como «ciudad (a nivel de prefectura)» (diji shi). Usamos el término antiguo porque refleja más claramente la jerarquía administrativa. El cambio de terminología es importante, sin embargo, porque refleja hasta que punto el área se ha urbanizado en las últimas dos décadas, haciendo de Wukan un objetivo principal para el desarrollo comercial (junto con su localización en la costa). Wukan está solo a 5 km. del área central urbana de Lufeng.
[62] James Pomfret, “Freedom fizzles out in China’s rebel town of Wukan,” Reuters, 28 de febrero, 2013.
[63] He and Xue 2014, p. 130.
[64] Pomfret 2013.
[65] Entrevista de He and Xue 2014, p. 130.
[66] Web oficial de noticias de Lufeng, citada en Elmer, p. 15.
[67] Por ejemplo: Josh Chin “Wukan Elections the Spark to Set the Prairie Ablaze?” Wall Street Journal, Feb 1, 2012. Elmer (pag. 27) encontró informes de 11 incidentes de masas en otras aldeas y ciudades de Guangdong en la misma época, pero es escéptico respecto a las conexiones entre ellas.
[68] “The Battle for East Lake in Wuhan,” China Study Group, 2010.
[69] Ibid.
[70] Un ejemplo típico fue la rebelión de los trabajadores de Foxconn en Taiyuan descrita en “Revolt of the iSlaves,” Gongchao.
[71] «Si hay algún potencial revolucionario actualmente, parece ser válido no para la lucha de una fracción de clase particular, sino más bien, para aquellos momentos en los que fracciones diversas son arrastradas conjuntamente a la lucha a pesar de sus sospechas mutuas; a pesar de la falta de un polo hegemónico consistente, estable. Endnotes 4 (2015), “An Identical Abject-Subject?”
[72] Entre los activistas chinos implicados tanto con los trabajadores como con los «campesinos», ha habido un resurgimiento del interés por el MST brasileño (Movimiento de Trabajadores Sin Tierra), en el que proletarios ocupan tierras, las cultivan colectivamente y crean comunidades que apoyan otros tipos de lucha. Varios activistas chinos han ido a aprender del MST, publicando vídeos y escritos como esta entrevista reciente: “Baxi wudi nongmin yundong lingxiu zhuanfang: shijie xiangyou, baxi xiangzuo” Potu, September 15, 2015. (巴西无地农民运动领袖专访:世界向右,巴西向左)
[73] Sobre los cambios recientes en la agricultura china que señalan a esta eventualidad, véase la entrada del blog de Chuang: “The capitalist transformation of rural China: Evidence from Agrarian Change in Contemporary China,” agosto, 2015.

Traducción del inglés de Carlos Valmaseda
Fuente: Revista Chuang, nº 1

Un comentario en «Espigar los campos del bienestar: luchas rurales en China desde 1959»

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