De Bolívar a Chávez
Miquel Izard
1. Etapa colonial
La futura Venezuela se consolidó a finales del siglo 17 sobre un nimio territorio en relación con el actual (Occidente, hasta entrado el siglo 19, sólo controló un 15% de América). Colonia atípica -ninguna concuerda con el modelo falaz inventado por la Historia Sagrada- ausencia de plata, metal que enloquecía a los europeos, clima, feracidad del suelo y costa en el Caribe, provocaron que la oligarquía organizara la salida lógica en el sistema indiano, enorme plantación produciendo coloniales (azúcar, algodón, cacao o tabaco) para el mercado exterior, con esclavos africanos, pues la mayoría de aborígenes habían sido capturados para explotarlos en las Antillas, en una primera etapa de malversación.
La máxima aspiración de los morenos era recuperar la libertad, lo que conseguían de llegar al Llano, enorme territorio al sur, donde con nativos y blancos, que también huían de la represión, organizaron ámbitos cimarrones.
2. De liberales a tiranos
Como en el resto de las Indias, la Independencia –plan de la oligarquía para implantar definitivamente la sociedad capitalista y por tanto impopular- enfrentó el impactante rechazo de la mayoría, lo que explicaría el turbulento siglo 19. En 1909, cien años después de la secesión, un despiadado dictador, Juan Vicente Gómez, consiguió consolidar el estado y controlar casi todo el territorio, someter notables regionales, domesticar caudillos enfrentándolos y aplastar la mayoría de insurgencias antiliberales. Gracias al petróleo pudo construir una red vial – prisioneros políticos como mano de obra- organizar una policía y un ejército eficaces y bien pertrechados, corromper a quienes se dejaron, envileciendo o atemorizando a buena parte del país. Una sola región y un solo pueblo, el Llano y los llaneros no se doblegaron.
Gómez, primer hombre de Washington, urdió, de forma definitiva y sistemática, el esperpéntico culto a Bolívar, grotesco y tramposo manejo del pasado, fue paradigma del déspota latinoamericano que inspiró el patriarca otoñal de García Márquez e inauguró el siglo 20 venezolano, alternando nuevos tiranos, sucesores de aquél, su ministro del interior y yerno López Contreras o Pérez Jiménez (1952-1958), con el parlamentarismo primero dominado por Acción Democrática (AD) y luego compartido con COPEI que se decía socialdemócrata. Pero debajo de la superestructura política sin apenas sociedad civil, fluía un estado pletórico de recursos –crecientemente saudí gracias a royaltis del oro negro- permitiéndole abusar del capitalismo de estado, derrochar, comprar (en todos los sentidos de la palabra), enviciar, despilfarrar y anular a los no beneficiados, con represión y pocas migajas.
Ámbito cada vez más dantescamente desigual –opulencia y derroche ostentoso de bien pocos contrastaba con miseria de la mayoría- generó todo tipo de insurgencias. En los ‘60, el espejismo castrista, supuso motines militares y recurso a la guerrilla, siendo más espectacular la urbana del PC y el MIR (escisión rebelde de AD), con sus Unidades Tácticas de Combate que detenían mandarines políticos, fraguaban secuestros y saqueos publicitarios, reparto de alimentos o juguetes en barrios marginales de ranchitos, incendio de los supers “Todos” de Rockefeller o espectaculares fugas de las cárceles. El intento se liquidó con colosales alienación y represión sin escrúpulos en la que destacó Carlos Andrés Pérez (CAP), llamado “gatillo fácil”, ministro del interior de Rómulo Betancourt (1959-1963), durante cuyo mandato hubo más asesinatos políticos que a lo largo de la dictadura anterior.
Desde 1958 Venezuela devino escaparate de la peculiar “democracia” auspiciada por USA, de justicia enmascarada e igualdad brillando por su ausencia; se jactaban de independencia, pero el sojuzgamiento era impactante o de nacionalismo, a pesar de ser meros títeres de intereses foráneos.
El escaparate se hizo añicos en febrero de 1989. A prodigiosas ofertas de CAP, en su campaña para ser reelegido presidente, y fastos y boato de lo que la gente llamó la “coronación”, siguió, último día de aquel mes, anuncio del paquete de medidas restrictivas a aplicar, cura de caballo del FMI, para salir del atasco, secuela de la deuda, en parte debida al desenfreno saqueando quienes decían gobernar para el bien de todos, las arcas del estado, brutal alza de precios o aumento de préstamos e hipotecas que trajeron una poblada festiva, vaciado de comercios, y represión descabellada con centenares de gentes asesinadas por el ejército o la policía.
3. Búsqueda de alternativas
De alguna manera Venezuela no superó la conmoción. Desencanto de los más, ante un sistema político depravado, ineficaz y putrefacto, ayudarían a entender, tras ensayos de todo tipo, la victoria, en elecciones, 6/12/1998, de Hugo Chávez con el 56.20% de los votos, frente al 39.97 de su oponente. Cuatro meses después, más del 80% de los votantes aprobó la convocatoria de una Asamblea Constituyente, en la que consiguió 121 de los 131 escaños. La nueva Carta Magna se aprobó, 15/12/1999, con el 90% de los sufragios, mientras Chávez era reelecto en julio del 2000. Protestas de la oposición, en especial la huelga petrolera, culminan en un ensayo, abril de 2002, fallido, de golpe de estado, tras el cual se afianzó Chávez, a la vez que crecían encono y críticas de oponentes degenerando en crispado e inquietante antagonismo que puede acabar en lo peor. Pues aquél y sus partidarios responden con igual moneda al hostigamiento opositor y el enfrentamiento alcanza graves cotas de guerracivilismo.
La discrepancia entre empecinados críticos y enfervorizados creyentes dificulta el análisis, al exagerar todos con desmesura. Consciente de la inútil y quimérica posibilidad de emitir parecer desapasionado en estas circunstancias enfatizaría en el debe no sólo persistencia, sino desenfrenado incremento de una corrupción embrutecedora, provocadora y ostentosa, degeneración del antidemocrático parlamentarismo en autocracia personal y populista, abuso del culto al caudillo y a Bolívar, persistencia del estado dadivoso, paternal y repartidor, deterioro de antiguas y graves carencias sanitarias, escolares, viales o estructurales, ausencia de proyecto alternativo no sólo al sin duda inoperante modelo criollo previo, sino también al capitalismo global injusto, apropiativo, alienante y ecocida. Persistencia de la inquietante inseguridad urbana (265 asesinatos en Caracas en abril) y rural, con imparable matanza de dirigentes campesinos (más de 160 en los últimos años), provocadas en parte por milicos.
El “socialismo del siglo XXI”, inspirado en el ensayo castrista, no parecería, precisamente, solución para tan graves y viejos problemas, la mayoría estructurales, sino mera copia de un proyecto agotado y fallido.
Miquel Izard
Universitat de Barcelona