Para seguir aprendiendo de un filósofo gramsciano, maestro (y compañero) de varias generaciones de ciudadanos/as
Salvador López Arnal
La editorial Trotta ha publicado hace unos días un nuevo libro de Francisco Fernández Buey: Sobre izquierda alternativa y cristianismo emancipador. Rafael Díaz-Salazar, el editor, señala en su presentación: «En la placa que varias organizaciones pusieron en la entrada a su domicilio familiar en la calle La Puebla de Palencia, está escrito lo siguiente: “Aquí vivió Paco Fernández Buey, filósofo y luchador”. Es la más exacta definición de las muchas que se han dado de él». Tal cual, en la diana.
Tres citas del propio autor, un comunista laico [1], abren el libro. Copio las dos primeras (directamente relacionadas con las ideas-fuerza del ensayo): 1. «La izquierda socialista y transformadora del futuro podrá salir probablemente de un diálogo entre la tradición que Marx inauguró, la tradición anarquista-libertaria, la tradición cristiana (herética) de emancipación y la reconsideración autocrítica de la ciencia». 2. «Algunos tuvimos que entender el otro cristianismo para seguir siendo comunistas».
El contenido del ensayo: Introducción de Rafael Díaz-Salazar (de obligada lectura, a la altura de los textos seleccionados): “Un intelectual gramsciano abierto al cristianismo emancipador” (así fue, de nuevo en la diana) y diecinueve escritos del autor de Marx (sin ismos) distribuidos en tres secciones: I. Sobre cristianismo y emancipación. II. Sobre cristianos comprometidos con la liberación de los empobrecidos: Bartolomé de Las Casas, Simone Weil y José María Valverde y III. Sobre la construcción de una izquierda alternativa.
Ninguna duda puede haber sobre Fernández Buey como intelectual gramsciano. Recordemos sus Ensayos sobre Gramsci, su Leyendo a Gramsci y tantos otros escritos suyos sobre el revolucionario sardo. Gramsci fue para él el marxista por antonomasia. Releamos de nuevo uno de sus textos imprescindibles: “Amor y revolución” (que abría con unos versos del “Pequeño vals vienés”, recordando a Cohen y a Lorca). Sobre el cristianismo emancipador, señala Díaz-Salazar: «Como FFB no fue filósofo de la religión, su concepción del cristianismo emancipador está relacionada con su pensamiento político, sus estudios sobre historia de las ideas que han servido para la liberación, sus escritos sobre el diálogo entre culturas y su compromiso sociopolítico. En este diálogo encontró a muchas personas y comunidades que en España y en América Latina forman parte del cristianismo de liberación, según la denominación creada por Michael Löwy, uno de los principales intelectuales del ecologismo anticapitalista». Este libro, añade, «se inserta en una corriente de pensadores, muchos de ellos marxistas, que tanto ahora como a lo largo del último decenio han destacado la contribución de este tipo específico de cristianismo para la elaboración de una nueva cultura política, la liberación de los empobrecidos, la acción ecologista y la racionalidad humana».
Componen la primera sección del libro siete artículos: “Sobre cultura política de izquierda, cristianismo de liberación y emancipación” (suma de dos entrevistas publicadas en Noticias Obreras en 1987 y 1991), “Sobre El proyecto de Gramsci y el cristianismo de liberación”, “Movimientos sociales, izquierda alternativa y cuestión cristiana” “Dialéctica de la esperanza utópica”, “Las religiones ante el compromiso por la igualdad y la justicia”, “La influencia del pensamiento marxista en los militantes cristianos durante la dictadura franquista” y “Ciencia y religión”.
La segunda sección contiene dos aproximaciones a Bartolomé de Las Casas («La obra de B. de Las C. constituye seguramente la más importante aportación del pensamiento hispánico del siglo XVI a la primera configuración de una conciencia de especie en el marco de la cultura europea»), tres a Simone Weil («Ningún pensador del siglo XX ha ido tan lejos como SW en la comprensión de lo que es la desdicha en la condición humana. No es ajeno a la radicalidad de su enfoque el hecho de que se trata de un mujer, y de una mujer muy desdichada») y tres más a José María Valverde («Decimos muchas veces: nadie es insustituible. Cierto, en vida, así es. Pero cuando muerte un hombre como JMV, nos damos cuenta de que lo dicho para los vivos deja de ser verdad concreta, verdad con sentido que pueda seguir diciéndose»), uno de los maestros del autor, junto a Emilio Lledó y Manuel Sacristán, «la persona de la que más he aprendido intelectualmente en mis años de formación…» [3].
Componen la última sección de Sobre izquierda alternativa y cristianismo emancipador tres entrevistas al autor -de Miguel Riera (2010), de Jaume Botey (2011) y de Miguel Ángel Jiménez (2010)- y una carta suya al editor fechada el 20 de mayo de 1990: «Y en una época en la que las guerras del opio ampliadas, la economía de la droga, las grandes afirmaciones y el cruce cultural van a estar a la orden del día exasperando el dato de las altas tasas “naturales” de desempleo, solo se pueden esperar involuciones democráticas del capitalismo. No conozco más cultura que la comunista para hacer frente al fascismo, el racismo y el nazismo. Si esta quiebra, la época del hombre-máquina idiotizante que viene anunciando con tonos tremebundos Heine Müller no sé cómo va a ser impedida».
Para las personas que llevan tiempo sin aproximarse a la obra del autor de Utopías e ilusiones naturales, acaso sea esta sección última una buena forma de iniciar el reencuentro.
La portada, magnífica en mi opinión, es de Ignacio Sierra, del equipo editorial de Trotta. La fotografía, que conmueve, se la hizo Elisa Nuria Cabot.
Recojo tres pasajes que, en mi opinión, contienen algunas de las ideas centrales de la totalidad de escritos recogidos:
1. De su entrevista con Jaume Botey (2011): «… la primera cosa que quería decir es que a mí lo de considerarme marxista o no, siempre me ha parecido una cosa secundaria. Aunque pueda parecer otra cosa desde fuera, no es mi asunto. También para Manuel Sacristán lo de ser marxista era tan secundario que en discusiones bastante serias que tuvimos unos amigos y colegas, Sacristán quería considerarse fundamentalmente comunista. Yo también. Para mí, el marxismo es una historia de la que han salido muchas cosas. Siempre consideré que eso del marxismo había pasado a ser uno de los elementos de la cultura superior y que, para entendernos, había marxistas de derechas y marxistas de izquierdas. La línea divisoria de la lucha social y política de nuestro mundo, no pasa por ser marxista o no marxista» (p. 329).
2. De su entrevista con Miguel Ángel Jiménez (2010). Al ser preguntado si creía que lograríamos desarmar las actuales relaciones sociales de dominación, respondió: «Esto es una tarea difícil pero no imposible. Hay un autor que yo aprecio mucho que es Ernst Bloch [4], autor del libro El principio esperanza. El nos dice que hay motivos para la esperanza y como lo señaló Bertolt Brecht, Walter Benjamin y otros, muchas veces los motivos para la esperanza nos son dados por los desesperanzados que no tienen nada. Entiendo que esto suena a idealismo y alguien podría preguntar: ¿qué tiene que ver esto con el materialismo de Marx? A lo que respondería que convendría superar la confusión entre materialismo ontología e idealismo moral. Yo soy de las personas que piensan que se puede ser materialista en el plano de la ontología y al mismo tiempo idealista moral. Al respecto, cito con frecuencia en mis libros una frase de Albert Einstein, otro de mis autores prederidos como científico y pensador. Es una frase que pronunció con motivo del asesinato de Walther Rathenau por los primeros grupos de extrema derecha que luego acabarían en el nazismo en Alemania. Einstein dice: “Ser idealista cuando se vive en Babia no tiene ningún mérito, pero ser idealista oliendo el hedor de la mierda de este mundo sí tiene mérito”·. Y como uno tiene bastante años y ha conocido bastante la mierda de este mundo, pues me parece que vale la pena seguir siendo idealista moral para el tiempo que a uno le queda» (p. 353).
3. De “Ciencia y religión”, uno de los textos de su libro póstumo Para la tercera cultura. Ensayos sobre ciencias y humanidades: «Por la antigüedad de las concepciones del mundo o filosofemas de la mayoría de las religiones que conocemos, lo que dicen sobre el mundo físico y biológico (sobre el origen y desarrollo del mundo y del hombre), y por interesante que eso haya sido en el momento de su formulación histórica, es, en el mejor de los casos, conocimiento alusivo o metafórico […] Ahora bien, en todas las religiones (institucionalizadas en iglesias o no) hay un saber, que podemos llamar sapiencial, acerca de los hábitos y comportamientos de los seres humanos en comunidad a partir del cual se expresan mandamientos, consejos o normas éticas que tienen mucho valor porque son resultado, por lo general, de observaciones largamente repetidas y de reflexiones psico-sociológicas muy notables. Observaciones y reflexiones así se pueden encontrar tanto en las tres religiones del Libro (judaísmo, cristianismo, islamismo) como en otras que están a caballo entre lo que llamamos religión y lo que llamamos filosofía. […] Este saber sapiencial merece ser conservado, conocido y enseñado, con total independencia de que las personas que lo conservan o a las que se enseña crean o no crean en los dogmas o doctrinas básicas de esas religiones, por ejemplo, en la creación divina, en la transmigración de las almas, en la resurrección de la carne o en la existencia de la santísima trinidad. Digo que conviene conservar este saber no sólo por razones histórico-culturales, o sea, porque esta o aquella religión haya sido en el pasado parte de nuestra tradición cultural, sino también por una razón más decisiva y actual: porque en lo que hace a las conductas, comportamientos y hábitos humanos las ciencias, lo que llamamos “ciencias humanas” o “ciencias sociales” no han avanzado lo suficiente como para que se pueda afirmar sin duda que nuestro conocimiento, en este ámbito, es definitivamente mejor que el sapiencial para la vida práctica de los humanos» (pp. 158-159).
Los escritos recogidos trazan un amplio arco de conocimiento y reflexión de un cuarto de siglo aproximadamente. No se observa ninguna discontinuidad entre ellos. Consumada la fase del marxismo cientificista, señala Fernández Buey, no deja ser paradójico (aunque sea una paradoja sólo a medias señala a continuación), que «sea de la fe religiosa de donde viene muchas veces las fuerza y la inspiración para seguir luchando contra el mal social». Y esa era (y es) la cuestión: la lucha contra el mal social, el contribuir al alumbramiento de una sociedad justa, libre, fraternal, feminista y en paz con el planeta.
En síntesis, no se la pierdan. El coautor de Ni tribunos [5], este filósofo (y luchador) de una pieza, nunca sectario, que siempre tuvo la praxis transformadora de orientación socialista en el punto de mira, nunca decepciona. Por si faltara algo, el deslumbrante castellano al que nos tenía acostumbrados sigue en el puesto de mando. Marca de la casa.
Gracias, pues, al editor, prologuista y anotador (¡merece la pena detenerse en sus notas, siempre sustantivas, nunca de más), por su magnífico trabajo. ¡Menudo regalo nos ha hecho el profesor Rafael Díaz-Salazar, otro intelectual gramsciano [6] abierto al cristianismo emancipador!
Notas
[1] Díaz-Salazar recuerda oportunamente este comentario de Miguel Riera, de 13 de diciembre de 2012: «Paco era comunista. Siempre se definió así, a pesar de que esta palabra en algunas épocas y dicha en según qué bocas era un insulto. Su comunismo estaba, sin embargo, mucho más cerca del comunismo primitivo, casi podría decir del comunismo evangélico, que del comunismo que decían practicar los países del Este europeo. Quizá por eso, Paco, que era ateo, se llevaba tan bien con los cristianos de base. Les unía su amor por “los de abajo”.
[2] F. Fernández Buey, Leyendo a Gramsci, Vilassar de Dalt: El Viejo Topo, 2001, pp. 15-82. Brill lo publicó en inglés en 2014 con el título Reading Gramsci, con traducción de Nicholas Gray.
[3] Hablando de aprendizaje intelectual: trabajos de Sacristán que probablemente fueron abono para el desarrollo del pensamiento propio (y en continuidad) de su discípulo, amigo y compañero: 1. La nota al pie de página de “La tarea de Engels en en Anti-Dühring” (1964). Sobre Marx y marxismo, Barcelona: Icaria, 1983, pp. 31-32. 2. “El diálogo: consideración del nombre, los sujetos y el contexto” (1968). Intervenciones políticas, Barcelona: Icaria, 1985, pp. 62-77. 3. “La militancia de cristianos en el Partido Comunista”. (1975?). Materiales, 1, 1977, pp. 101-112. 4. “Sobre cristianos y marxistas” (1977). Barbarie y resistencias, Vilassar de Dalt: El Viejo Topo, 2019, pp. 77-86. 5. “En la presentación del libro de Alfonso Carlos Comín Cristianos en el Partido, comunistas en la Iglesia.” (1977) Intervenciones políticas, ob. cit., pp. 208-210. 6. “Una conversación con Manuel Sacristán” por Antoni Munné y Jordi Guiu” (1979). De la Primavera de Praga al marxismo ecologista. Madrid: Los libros de la Catarata, 2004, pp. 91-114. Sugerencia: ¿por qué no una tesis o trabajo académico similar sobre comunismo democrático, cristianismo emancipador y praxis política en la obra de ambos? Recordemos, por otra parte: Francisco Fernández Buey, Sobre Manuel Sacristán, Vilassar de Dalt: El Viejo Topo, 2016.
[4] El editor recuerda también esta aparente aporía de Ernst Bloch: «Pensar es sobrepasar. Lo mejor de la religión es que produce herejes. Solo un ateo puede ser un buen cristiano, solo un cristiano puede ser un buen ateo.»
[5] Autoría compartida con el poeta, filósofo, profesor, traductor y activista Jorge Riechmann. Díaz-Salazar señala con acierto en una nota al pie de página: «Jorge Riechmann, al que considero el mejor continuador del pensamiento de Fernández Buey, ha escrito reflexiones interesantes sobre esta cuestión: “¿Qué hacemos con la muerte?”, en ¿Vivir como buenos huérfanos?, cit., pp. 123-146». de nuevo en la diana. Añado otro nombre entre sus discípulos que siguen cultivando creativamente su pensamiento, el del profesor Jordi Mir Garcia.
[6] Francisco Fernández Buey dirigió su tesis doctoral publicada en Anthropos con el título El proyecto de Gramsci. Se recoge en I.2 el prólogo que el autor escribió para su edición.