John Dos Passos: Mahattan Transfer
Pep Traverso
Estas letras son solamente una recomendación a la lectura. Quizás lleguen para muchos algo tarde pues conocerán de sobras este libro que pronto cumplirá los cien años (1925).
Nueva York, entre los años que preceden la Gran Guerra y los comienzos de la Depresión de 1929. Este es el lugar y el tiempo, trama y urdimbre sobre las que Dos Passos (1896-1970) tejerá un relato que fluye con la complejidad, la agilidad y la soltura del escritor que tiene infinitos recursos en la recámara, tanto de personajes como de situaciones. Una sucesión de cuadros, enfoques, retales de la vida de las gentes en la gran ciudad.
Vamos con la geografía, Brooklyn, Manhattan, Long Island, Times Square, Coney Island, la Quinta Avenida, las infinitas calles numeradas, el río Hudson siempre presente, los transbordadores, el puerto al que llegan constantemente los inmigrantes. Una realidad repleta de bares, restaurantes carísimos, tugurios, pensiones, habitaciones lúgubres, mansiones, redacciones de diarios, despachos de abogados. Miradas alrededor pero también en picado, la luz del sol según las estaciones, las nubes y las ventanas encendidas; el cielo y las farolas, las nieblas, las tormentas y la lluvia que se cuela a raudales por las gabardinas de los transeuntes; las sombras de los portales angostos, las luces de la ciudad y
«el resplendor dels anuncis elèctrics, blancs, vermells, verds; després tot es barreja com una bombolla que rebenta i novament es destrien els colors, blanc, vermell, verd…»
La gente que camina y camina, los pobres con zapatos desgastados y los pies hechos polvo, los ricos embutidos en trajes y vestidos muy caros viajando en coches que amenazan con su velocidad a los peatones. El metro elevado, las vías, los trenes que atraviesan la ciudad y que a veces dan marcha atrás cambiándole la vida a aquel pobre lechero que dormita sobre el carro en la mañana temprana. Los coches de bomberos también omnipresentes y aquel carro repleto de tiestos de geranios, de claveles, de rosas que traen a la ciudad un fuerte olor de tierra de mayo y que acompañará a uno de los personajes en sus últimos pasos antes de abandonar la ciudad.
Tiempo de capitalismo pujante y feroz, hay oportunidades pero muchos más fracasos, hay desesperos y esperanzas, miseria para muchos y riqueza para muy pocos, y de principio a fin de la novela, la vida de la gente que lucha por abrirse paso en una ciudad a la que necesitan y maldicen. Retratos de hombres y mujeres que aman la vida, que la sufren en esta ciudad de la que muchos intentan escapar sin saber a dónde o sin tener a dónde, como es el caso de Bud que acabará en las frías aguas del río ante la indiferencia del capitán de remolcadores, uno más.
No se sienta perdido el lector con la multitud de personajes que aparecen y desaparecen, que se entrelazan y se separan, los verá vivir, amarse, engañarse, enriquecerse o arruinarse, perderse en el alcohol. Poco a poco se irán imponiendo los nombres esenciales aunque de alguna manera todos son importantes como ese viejo arquitecto que acumula avanzados proyectos en su cabeza y al que apenas vamos a ver en un par de ocasiones a lo largo del relato.
Nos quedaremos finalmente con Ellen, esa mujer libre, ese personaje que irá creciendo a medida que se desarrolle el libro, esa mujer que lee, trabaja en el teatro, rechaza declaraciones amorosas tan subidas de tono como efímeras para concluir, ¡qué difícil es tener amigos (masculinos)!. Esa mujer increíblemente guapa como muchas otras en el libro, atractiva, orgullosa de su libertad y generosa en la ayuda a las amigas en apuros. Esa mujer que acabará teniendo un hijo, divorciándose y volviéndose a casar, consciente de que esta vez se casa con un idiota. En la última escena en que la veremos ya casi al final del libro, acude a una cena con su futuro marido, acaba de presenciar el terrible accidente que ha desfigurado a la también joven Anna, ya en el taxi que la lleva piensa en el éxito, en los lujosos vestíbulos, en el dinero, en lo poco que le importa la opinión de la gente, en las muchas vidas que hay por vivir…
Antes de penetrar en el lujoso local donde la esperan, tiene la impresión de haber olvidado algo en el taxi y rápidamente repasa todo lo que llevaba consigo, el paraguas, el monedero, se cerciora de que todo está en su sitio y concluye que no ha olvidado nada…¿No ha olvidado nada? ¿Nada se ha dejado atrás? Ella es, a mi juicio, el personaje central de una novela que no tiene centro. Jimmy, el hombre del que se acaba de separar quizá sea el otro gran personaje, el que asqueado de la ciudad y del dinero la abandona sin saber a dónde ir.
La he leído en un volumen d’Edicions Proa y en una excelente traducción de Manuel de Pedrolo, traductor también de otras obras de Dos Passos. En la presentación de El Paral·lel 42 para Edicions 62, José María Valverde dice cosas muy interesantes sobre esta obra, sobre su autor y también de Manhattan Transfer.
«El 1925, en efecte, Dos Passos assumeix ja la seva fesomia típica com a audaç experimentador estructural i com a crític de la seva societat, en publicar Manhattan Transfer». En el centro de la obra «el tema humà, sense arguments pròpiament dits, és la multitud, l’acumulació de personatges, en línies de peripècia generalmente no connectades».
Y añade: «Des de la data d’aquesta obra, autèntica fita històrica, Dos Passos assumeix certa militància política: viatja com a periodista a Mèxic i Rússia, forma part del grup fundador de la revista New Masses i àdhuc és detingut en una manifestació pel cas Sacco-Vanzetti».
En la década siguiente, durante los años treinta, Dos Passos publicará la trilogía USA integrada por The 42nd Parallel, 1919 y The Big Money. Parece ser que alrededor de 1936, fecha de publicación de la tercera y última parte de la trilogía, se producirá un viraje hacia la derecha en el pensamiento del autor, «amb l’acceptació del país en els seus ideals d’èxit econòmic personal».
Así lo expresa Valverde: «Ja a la darrera part de la trilogia comença l’actitud d’exaltació dels tradicionals valors de la democràcia nord-americana. […] Més endavant, en canvi, del 1938 al 1954, desenvolupa una altra trilogia, ‘District of Columbia’ on la tècnica narrativa és tradicional y el protagonista és individual, ja no col·lectiu». Y concluye: «avui, aquest Dos Passos conformista és només una curiositat».
Quedémonos pues en ese periodo de tiempo y en esos libros, «en aquesta feliç conjunció de llenguatge i de situació històrica». Quedémonos en Manhattan Transfer porque esta magnífica obra ha conservado su vitalidad y su poder de atracción después de casi un siglo, a causa no solamente de la originalidad y la frescura de su estructura narrativa, esa interminable sucesión de escenas, de ese ritmo narrativo que no decae desde la primera página hasta la última, sino también y fundamentalmente porque conserva la capacidad de acercarnos a la vida de la gente, a esa multitud que transita la ciudad, a sus miserias y a sus virtudes, a sus dudas, a sus pequeños triunfos y a sus grandes fracasos. Parece que el autor está ahí detrás insuflando vida y verdad a cada personaje, a veces con un cariño que estremece como en esa entrañable escena en que Anna y una amiga que se ganan unos centavos sacando a bailar a los hombres, hacen un receso y una de ellas dice:
«–Escolta, Anna –diu una rossa d’anques revingudes–, t’has fixat en aquest individu que balla amb mi?… De bones a primeres em diu: On ens trobem, després?, i jo que li contesto, al barrut: A l’infern…i aleshores ell que salta: Quan vulguis…»
Cesare Pavese escribió mucho sobre literatura norteamericana, esos escritos están recogidos junto a otros ensayos en un volumen de Random House Mondadori con prólogo de Italo Calvino. La obra había sido publicada en italiano por Giulio Einaudi en 1951.
En la revista La Cultura, a principios de 1933, Pavese publicó un artículo que llevaba por título «John Dos Passos e il romanzo americano». El análisis de Pavese se centra en las dos primeras obras de la trilogía que habían aparecido hasta ese momento pero dedica algunos comentarios a Manhattan Transfer.
Desde una perspectiva muy diferente a la de Valverde, Pavese encuentra las limitaciones que el estilo de Dos Passos ejerce sobre los personajes:
«Los personajes viven entre el sufrimiento y la esperanza, algunos mueren y otros salen de la narración así como entraron, monótonos a pesar de su metropolitana variedad. Es que además […] su monotonía es acrecentada por el curioso estilo de Dos Passos, compuesto de sensaciones visuales y olfativas y de instantáneas de gestos y palabras…»
Resumiendo su opinión: «su complejidad humana resulta perjudicada por las exigencias de claridad externa del estilo cinematográfico, y la obra acaba pareciendo un irritante esfuerzo técnico que sólo pretende dar una nueva cara al realismo. En suma, la obra no es la trágica epopeya cotidiana de Nueva York que Dos Passos ha imaginado, y ni siquiera va más allá de una pintoresca fragmentación».
Excesivo en su rotundidad me parece el juicio de Pavese pues hay en esta obra más profundidad de la que se señala y menos monotonía de la que se denuncia. Dos visiones contrapuestas, pero nada de esto es ahora importante porque estas líneas son tan sólo un convite a la lectura.
Pep Traverso, Palma, 19 de març de 2021