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Eloy Terrón Abad (1919-2002): el hombre y el marxista Una aproximación bio-bibliográfica

Rafael Jerez Mir

Eloy Terrón Abad fue un hombre altruista, modesto y bondadoso, un intelectual riguroso y un comunista abnegado. Desde sus propios condicionamientos culturales y biográficos, entendió siempre la filosofía al modo de Marx: como crítica sin contemplaciones de todo lo existente desde el compromiso político personal con la clase trabajadora y la superación socialista del capitalismo. [1] Maestro socrático e intelectual del pueblo, tendría hoy que ser también un modelo moral y político para la intelectualidad transformadora y la izquierda española en general. Para lograrlo en un futuro inmediato, hay que estudiar y difundir su pensamiento y su obra, comenzando por poner la información más indispensable al alcance de todos, que es precisamente el objeto de este trabajo.

Por lo demás, a efectos expositivos, esta aproximación bio-bibliográfica se divide en tres partes: formación moral, política y profesional (1919-1951); docencia e investigación (1952-2002); y un maestro socrático y un intelectual del pueblo, a modo de conclusión. [2]

Eloy Terrón Abad nació en Fabero de El Bierzo el 1 de diciembre de 1919. Se formó inicialmente con la acción y «la experiencia derivada de la práctica agropecuniaria, base de todo conocimiento»: [3] trabajó en el campo bajo la vigilancia y la dirección de sus mayores, en una familia de campesinos pobres. Se lo recordaba él mismo hace algunos años a sus paisanos, con ocasión del homenaje que le dieron en el pueblo.

«Nací en Fabero a finales de 1919, en una familia campesina pobre, como todas las del pueblo; fui educado como los demás muchachos en la realización de las labores agrícolas, bajo la vigilancia constante y la dirección de los adultos: mis padres y mi abuelo. Mi conciencia empezó a formarse con la experiencia ganada en el trabajo, en las orientaciones y, sobre todo, en las reprensiones de los mayores. Dada la forma de poblamiento y el sistema de producción agrícola, las relaciones de los muchachos con los adultos de otras familias eran muy escasas, por lo que apenas se producían interacciones de influencias extrañas. Ni siquiera el cura interfería seriamente en la formación de los muchachos, pues no disponía de medios, ni de tiempo para adoctrinarlos en la ideología católica nacional. La conciencia de los jóvenes campesinos era pobre, pero coherente y muy integrada; era suficiente y adecuada para guiar su comportamiento y el de los adultos, en un medio tan sencillo y tan poco expuesto al cambio». [4]

Con esa conciencia elemental, pero coherente e integrada, trabajó desde 1934 en las minas del Bierzo como aprendiz de mecánico y de electricista. Participó en las reuniones sindicales. Comenzó a formarse política e ideológicamente en el movimiento libertario prerrevolucionario de la época. Y se identificó emocional y moralmente con la clase obrera y con sus organización sindical y política, aunque sin vencer nunca la aversión espontánea del campesino frente a la violencia física.

«La llegada a Fabero de varios centenares de mineros procedentes de La Unión (Murcia), de Bélgica, de Francia, de Asturias, puso a prueba nuestra formación y nuestra ingenuidad y nos fascinaron las ideas anarquistas y socialistas, reforzadas por el hecho de que la gran mayoría de los jóvenes adolescentes, campesinos, empezábamos a trabajar en las minas; no se podía desperdiciar el ganar un jornal. A los trece años y medio empecé a trabajar en Minas del Bierzo, y a los 14 y 15 asistía a las reuniones sindicales clandestinas, en 1934 y 1935. Me sentía plenamente adherido a la nueva clase social naciente: la clase obrera».

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