Un punto de encuentro para las alternativas sociales

«La ragazze del secolo scorso» de Rossana Rossanda

"Si tengo un resentimiento es con la tendencia de los partidos comunistas y de todas las vanguardias a considerar las "masas" como gatitos ciegos" (página 186).

Turín, Einaudi, 2006, 385 páginas.

Rossana Rossanda, es uno de los dirigentes comunistas italianos mas conocidos en el mundo: paradójicamente, es mas conocida que otros dirigentes que tuvieron un rol mas importante en la historia del Partido Comunista Italiano, como por ejemplo Ingrao, Amándola o Bordiga. ¿Tal vez su fama se deba a la expulsión del PCI y la fundación del diario Il Manifesto? Indudablemente este episodio también contribuyó a hacer conocido su nombre fuera de Italia, pero restaría entonces explicar porque pudo ser mas conocida que Lucio Magri o que Valentino Parlado, que con ella fundaron Il Manifesto. Yo diría que su notoriedad se debió al hecho de ser mujer. Y en el umbral de los 80 años, la Rossanda ha publicado parcialmente su biografía, y digo parcial porque llega hasta el momento de la expulsión del PCI y, por tanto, es de esperar que en una eventual continuación podrá conocerse la actividad de la Rossanda como disidente del mayor partido comunista del boque occidental.

En este libro, sin embargo, no es la política el único aspecto existencial que la Rossanda quiere narrar. Por el contrario es una autobiografía completa, íntegra: es la autobiografía que se espera leer de un verdadero comunista, pues la Rossanda no se cuenta solo como animal político. Los líderes políticos normalmente suelen describirse meramente como dirigentes, descuidando el lado humano, cotidiano, de su existencia. En su libro en cambio, la Rossanda cuenta sobre su infancia, de sus padres, de la hermana, incluso de la mujer que la crió y con la cual aprendió a ser mujer; resultan sorprendentes las páginas dedicadas a la menstruación; es un relato acorde a la imagen de un ser humano que se ha dedicado a la política, y no de un político que es además un ser humano. La imagen de la protagonista del libro, la autora misma, surge así mas vivaz, verídica, diré incluso simpática, a pesar de que me detendré sobre algunos aspectos de su personalidad no para cambiar la imagen que acabo de señalar, sino por el contrario, para hacerla aún mas humana incluso en sus evidentes limitaciones.

Rossana Rossanda es una mujer inteligente pero a veces carente de una efectiva sensibilidad. Algunos episodios que ella misma honestamente cuenta, muestran la dimensión de esa clase política que se habría al mundo desde una Italia provincial y sustancialmente atrasada desde el punto de vista económico y cultural. Sus progenitores, aunque prevenientes de una sólida burguesía profesional, se arruinaron con la crisis de 1929 y no pudieron luego encargarse de la educación de la hija, de la que pasaron a ocuparse los tíos. De regreso con sus progenitores, la elección de militar con la resistencia comunista a los nazi-fascistas fue la que rompió definitivamente la relación con el padre, que no pudo aceptar la idea de que el enemigo de clase se hubiese infiltrado en su casa. La Rossanda no lo dice, pero es claro que su militancia debe haberle recordado al padre su quiebra económica y la consecuente incapacidad de ser un padre ejemplar. La Rossanda se declara amargada por la incomprensión, pero no es capaz de pensar la situación desde el lado del padre.

Su falta de sensibilidad hacia los otros se reitera en otro episodio, ocurrido en Cuba. En ocasión de un encuentro con Fidel Castro, encuentro realizado en un campamento militar, la Rossanda, cansada de los largos monólogos del Líder Máximo, se mete en una tienda para dormir. Le avisan que era una tienda que para los soldados, pero ella no hace caso y sigue durmiendo, pensando que en el fondo los verdaderos revolucionarios no se escandalizarían por encontrarse con una mujer en la cama. Debió intervenir el mismo Fidel para convencerla que en Cuba algunos valores seguían vigentes y acompañarla hasta la tienda de las mujeres. La Rossanda no hace comentarios, pero su arraigado provincialismo itálico, agravado por la convicción de que en el curso de una generación podía arrojarse al mar toda una tradición, emergen claramente, y emerge también la jactancia de quien se siente agente de un proceso de modernización imperioso y no quiere esperar las mediaciones necesarias para alguien que nunca vio la modernidad.

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