Las Mujeres Libres sabían que era utópico aquello de hacer primero la revolución en los medios de propiedad y producción y dejar que después, casi automáticamente, se aboliese la subordinación de la mujer al hombre. Por ello su lucha fue un trabajo paciente y costoso, una reforma moral cotidiana, una guerra de trincheras. El concepto “capacitación”, muy utilizado en su discurso, constituía una cuestión clave. Capacitarse era promover el conocimiento del propio mundo, la valentía, el ansia de cambio, aprender a organizar a la gente, a formar secciones sindicales en los lugares de trabajo, a producir de forma democrática en el campo y en la ciudad, a crear nuevos modelos de escuela infantil y espacios de socialización y reflexión, etc.
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