Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Estado y sociedad civil en Gramsci

Alvaro Bianchi

Estado y sociedad civil en Gramsci

Alvaro Bianchi

Publicado en la Revista Herramienta (www.herramienta.com.ar)

Encontrar la identidad real bajo la aparente diferenciación y contradicción, y encontrar la sustancial diversidad bajo la aparente identidad es la más delicada, incomprendida y no obstante esencial dote del crítico de las ideas y del historiador del desarrollo histórico. (C 24, § 3, Vol. 6, p. 166.)

El objetivo de este artículo es proceder a una reconstrucción del concepto gramsciano de Estado, a fin de superar el falso antagonismo establecido entre estos conceptos y revalorizar el carácter unitario y orgánico del pensamiento de Gramsci. El punto de partida para el análisis del concepto de Estado puede ser una nota, ya presente en el Primer Cuaderno, titulada La concepción del Estado según la productividad [función] de las clases sociales. En esa nota afirmaba Gramsci: "Para las clases productivas (burguesía capitalista y proletariado moderno) el Estado no es concebible más que como forma concreta de un determinado mundo económico, de un determinado sistema de producción." (C 1, § 150, Vol 1, p.188.)[1] El Estado es la expresión, en el terreno de las superestructuras, de una determinada forma de organización social de la producción. Así, la conquista del poder y la afirmación de un nuevo mundo económico y productivo son inseparables y es de esta condición unitaria que surge la propia unidad de la clase que es, al mismo tiempo, política y económicamente dominante.

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El pasado que no pasa: la larga sombra del estalinismo

Christoph Jünke

El pasado que no pasa: la larga sombra del estalinismo

Christoph Jünke

Publicado en la revista Sin Permiso

"Los historiadores deberían saber que los sinsentidos, cuando se los tolera –y aun se los corteja y festeja— pueden llegar a tener una asombrosa eficacia y vitalidad. A fin de cuentas, para cualquier espíritu racional, el grueso de la historia de las ideas no es sino una historia de sinsentidos." Con estas palabras escritas por el historiador británico Edward P. Thompson en 1979 terminó Christoph Jünke su discurso de agradecimiento del premio que le fue concedido en Leipzig el pasado enero en la Fundación Rosa Luxemburgo de Sajonia por dos libros recientes suyos, uno sobre Leo Kofler, y otro sobre la larga sombra del estalinismo [Sozialistisches Strandgut. Leo Kofler – Leben und Werk (19007–1995), Hamburgo, editorial VSA, 2007; y Der lange Schatten des Stalinismus. Sozialismus und Demokratie gestern und heute, Colonia, editorial Neuer ISP, 2007). Christoph Jünke une en su discurso las mejores tradiciones ilustradas y racionalistas del marxismo libertario germánico con la lúcida crítica de la historiografía marxista británica a los sinsentidos, tan crípticos como banales, procedentes de un estructuralismo y posestructuralismo francés que, en sus más recientes piruetas antilustradas, ni siquiera se priva, entre arbitrarias bromas y veras, de llegar hasta la expresa apología del estalinismo.

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Las formas de vida como praxis política. A propósito del campesinado y del industrialismo desarrollista

Entrevista a Joaquín Miras: Las formas de vida como praxis política. A propósito del campesinado y del industrialismo desarrollista

Estimado Joaquín, ¿en contra de lo que se pueda pensar, ha sido el campesinado y no el proletariado el principal protagonista de las revoluciones de los últimos dos siglos?

Creo que allí donde ha habido transformaciones sociales exitosas, que perduraron, éstas no se hicieron sin la participación activa y protagonista –en co protagonismo – del campesinado, que constituía la inmensa mayoría de la sociedad. Hasta donde me permite conocer el saber histórico que domino, la mayoría de las revoluciones sociales no fueron solamente campesinas, pues también los artesanos las gentes de los oficios, los pequeños tenderos fueron un agente activo: buhoneros, talabarteros, barberos, zapateros, afiladores lañadores, trabajadores a domicilio, con su máquina en casa al lado del huerto…. Y también intelectuales pobres. Todos estos otros constituyen un agente activo, por cierto, también muy distinto de la imagen del “proletariado fabril” “homogéneo y disciplinado”, y eran numéricamente minoritarios dentro del bloque revolucionario. Sin la mayoría social no se hubiese podido llevar a cabo ningún proceso real de cambio por parte de las clases subalternas, y el campesinado era la clase subalterna mayoritaria con mucho. Ejemplos exitosos clásicos de cambio impuesto por la participación campesina fueron la Revolución francesa, la rusa, la China, el proceso indochino…

Un ejemplo desgraciado de lo que significaba tratar de ensayar la revolución a espaldas –y a costa y sobre los lomos- del campesinado es la revolución Francesa de 1848. Como bien nos explica el gran teórico de la democracia Arthur Rosenberg,  el campesinado había sido esquilmado por el bloque de poder liberal burgués surgido de la contrarrevolución. Sus tierras estaban en manos de los usureros y , al comienzo vieron esperanzados el proceso revolucionario abierto en febrero de 1848 y lo apoyaron. Pero las clases urbanas que acceden al poder provisional en febrero tratan de instaurar una república en la que la única clase que debe pechar con los impuestos es el oprimido campesinado al que no se le libera de las deudas a las que los usureros lo tenían sometido tras años de abandono bajo el régimen liberal. Se contaba con él para que produjese alimentos baratos que compensasen o sostuviesen el poder adquisitivo de los bajos salarios de los obreros. Una vez el campesinado descubre que va a ser el chivo del nuevo régimen, que no va a contar en él para nada, se desactiva políticamente. A partir de ese momento, es cuestión de tiempo que se vaya a por el proletariado organizado, aislado, minoritario. Se le tiende la trampa en julio. Su lucha armada fue muy heroica. Su visión política durante los meses anteriores, muy miope, egoísta: aceptó tácitamente el orden social dibujado por la Segunda República Francesa. Por cierto, y dado que he introducido el nombre del eximio historiador, helenista,  marxista Arthur Rosenberg: para Rosenberg, la democracia era el nombre de un movimiento; de un movimiento que trataba de ser mayoritario y constituirse en sujeto o agente capaz de instaurar un régimen, un nuevo orden. Todo movimiento democrático debió contar siempre para serlo con el campesinado, sin el cual nunca llegaría a ser la mayoría. De Rosenberg quiero citar aquí, dos obras: Democracia y socialismo, historia política de los últimos ciento cincuenta años (1789 – 1937) que hoy por hoy solo se puede encontrar en libro de ocasión (Cuadernos  de Pasado y Presente, México, 1981, y Editorial Claridad, Buenos Aires 1966) que es su gran síntesis sobre el tema. Y Democracia y lucha de clases en la Antigüedad, Ed El Viejo Topo B. 2006, obra que traduje y prologué

¿Podría explicarnos un poco eso que usted llama “mito industrialista de la clase obrera”?

La mitología industrialista tal como todavía nos intoxica, fue elaborada tras la derrota de la Comuna de París, hecho histórico con el que la tradición de la democracia revolucionaria surgida de la Revolución Francesa, en la que se habían formado Marx y Engels, sufre un golpe que la hace casi desaparecer. Tras la catástrofe –la derrota de la AIT, en primer lugar, la suerte de la Comuna, en segundo lugar-  surgen nuevas  fuerzas políticas y nuevas ideas, que poco tienen que ver con el pasado. Me refiero a los partidos socialdemócratas, cuyo ejemplo es el alemán. Y a una extraña ideología elaborada en su seno, que se define como marxista y que aprovecha para desarrollarse la muerte de Marx. Es el modelo interpretativo de la historia desarrollado por Kautsky,  un alumno y admirador del darwinista alemán extremamente reaccionario Haekel. Sobre la historia de este “extraño” pensamiento se puede consultar la clásica y estupenda Historia del marxismo de Ed Bruguera. B. 1980, en varios tomos, sobre todo los tomos 3 y 4, El marxismo en la época de la segunda internacional l y ll,  y actualmente, el excelente libro de Montserrat Galcerán La invención del marxismo, en Ed. IEPALA de Madrid.

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En el 40 aniversario del IES Puig Castellar, un instituto del extrarradio barcelonés

Salvador López Arnal

Parlament de Salvador López Arnal, professor del Puig Castellar, a la trobada del 40è aniversari de l’institut Bona tarda. Gràcies per la seva presència. ¿Puedo explicarles algo que no tiene nada que ver con el homenaje pero que está directamente relacionado con la cultura, con la educación, con "el país" y con la derechona más rancia? ¿Puedo? Me concedo su permiso. El pasado miércoles, el 10 de diciembre, 23 años después de su muerte, se colocó una placa frente al edificio donde vivió el filósofo acaso más importante que han dado España y Catalunya, o España a secas, o Catalunya sin más, como ustedes quieran decirlo, a mi me es indiferente, a lo largo de los dos o tres últimos siglos. Se llamaba, se llama, sigue vivo en cierto modo, Manuel Sacristán Luzón. Dirán: cómo se te ve el plumero, ¡qué exagerado! No es el filósofo más grande: Ortega es insuperable, María Zambrano no lo es menos. Perfecto, como quieran, pero admitirán acaso que Sacristán está entre los grandes. La placa, como les decía, no se colocó en el edificio donde él vivió porque la propietaria de todos los pisos y del edificio en sí, e incluso para sí, no quiso. Argumentó, no les engaño, no exagero ni un átomo, del siguiente modo: ¿una placa que recuerde a un hombre que hizo tanto mal? "¿Qué mal", le preguntaron? Pues el mal causado por un hombre que estuvo en la capuchinada, que estuvo en Montserrat, que fue detenido por la BPS varias veces, un hombre que tenía una mujer italiana y además comunista, siendo él también comunista aunque, eso sí, no era italiano. ¿Le parece poco, preguntó extasiada y segura de sí nuestra admirable propietaria? Pasemos página. Hagámoslo…si podemos La placa se colocó finalmente en el parterre, frente al portal del edificio. En lugar público -insisto: público-. La placa decía algo que recoge sólo una parte de lo que fue Sacristán, de lo que es su legado: "En esta casa, Diagonal, 527, vivió Manuel Sacristán Luzón (1925-1985), pensador marxista, lógico y metodólogo de la ciencia, profesor y traductor". Fue el miércoles de esta semana. Esta misma mañana, día 12, un día y medio más tarde, la placa estaba reventada y las pequeñas plantas de su alrededor destrozadas por algún ácido corrosivo. Venga, a por ellos, ¿recuerdan el grito? España y yo, señora, dijo la señora, somos así, ¿qué le vamos a decir? Me calmo. Déjenme que formule aquí una protesta sosegada, y que eleve a un tiempo, y sin contradicción, un grito de rabia y de indignación dirigido a quien corresponda. Perdonen por el desahogo. Vuelvo al homenaje. Hace aproximadamente 40 años -insisto: APROXIMADAMENTE- yo era un estudiante de exactas, que decíamos entonces, un estudiante que, si m permiten la inmodestia, prometía. La política antifranquista y una lectura a destiempo de Russell me hicieron perder la cabeza y desplazar mi ubicación académica a la filosofía y la sociología. Pero no perdí mis orígenes. Salí de la facultad sin apenas contaminarme. Había leído un diálogo de Platón, que de hecho no es dialogo, cinco páginas de Aristóteles que no había entendido, cuatro de Hume que creía o fingía entender y un capítulo de Kant que era para mi una mezcla de sánscrito y finés. Lo demás que estudié era lógica y epistemología, sólo lógica y filosofía de la ciencia. De hecho, lo confieso con inmenso rubor, yo aspiraba de joven a descubrir algún teorema de incompletud a la Gödel y a ser un discípulo aventajado de Chomsky. No lo conseguí, desde luego, me quedé, me he quedado a siglos luz de ello. Me presenté a oposiciones deseando no aprobar para seguir estudiando y tuve la suerte que suelen tener los loros. Aprobé. Sin duda un milagro laico y los dos temas de lógica y epistemología que la suerte, domada sin duda, me deparó posibilitaron la dicha. No fue sólo eso. Al pedir destino, yo que me las daba de lógico y numerólogo, fui incapaz de rellenar bien las casillas correspondientes y pedí el Puig Castellar de Santa Coloma por error, por simple e infrecuente error. Me quedé helado, se lo confieso, me sentí incapaz de rellenar un documento después de haber trabajado 12 años -12, insisto de nuevo- en un banco aconsejando a los demás como había que rellenar ingresos, talones o peticiones de hipotecas. Yo ya conocía Santa Coloma pero la conocía de noche o mejor de madrugada. Cuando tenía 17 años, solía coger el autobús, el SC, en la calle Pere IV de Sant Martí, donde entones vivía con mis padres, una o dos veces cada 15 días. Muy pronto, hacia las 5 de la mañana, cuando mi padre se levantaba. Me bajaba en el barrio del fondo, lanzaba mis octavillas, me iba a otra plaza y así hasta que acababa mi trabajo agotador. No les doy cuenta de la firma de las octavillas porque no quiero darles mala impresión. En fin, Santa Coloma me era cercana pero el Puig no. Las cosas, eso sí, cambiaron inmediatamente. El segundo día de estar en el instituto me encontré con Miguel Candel, el profesor de griego. Me quedé blanco de emoción. Había sido mi profesor de filosofía antigua (expulsado por cierto ese mismo curso) en la facultad en 1974 y era uno de los intelectuales catalanes que yo más admiraba. Leía con devoción todo lo que publicaba o había publicado en dos revistas, Materiales y mientras tanto. Fue un regalo. De hecho, se lo cuento porque acaso ustedes fueron uno o una de los afortunados alumnos, un año Miguel dio clases de filosofía en COU, en una época en la que el nocturno, un nocturno que si no lo impedimos, en una decisión políticamente inadmisible, va a dejar de existir, una época decía en que el nocturno tenía 12 grupos. Yo asistí a sus clases. Era un modelo, un modelo inalcanzable. Le escuchaba a él, veía como lo hacía, y luego pensaba yo en mis clases y cómo lo hacía yo y la diferencia era abismal, casi abisal. Me deprimí. Sin duda con razones comprensibles. No sólo Miguel fue y es un regalo. Fueron muchas otras cosas Aquí conocí a la que ahora es mi compañera. Ella también es de Santa Coloma. O mejor, ella creció en Santa Coloma pero nació en el Mediterráneo, un mar que a mi me sigue pareciendo deslumbrante a pesar de que yo soy de secano-Monegros, medio maño y muy soso. A lo largo de los años, llevo más de un cuarto de siglo entre estas paredes, he acumulado regalos. He tenido alumnos que ahora son maestros míos. Citaré dos de ellos porque no han podido venir: Carlos Villagrasa, profesor, magistrado, defensor de derechos humanos individuales, sociales y colectivos, coordinador de la UNED de Santa Coloma, y Jesús Martín. Chuss, por cierto, ha conseguido lo que yo aspiraba: él es profesor de lingüística en la Universidad de New York y es ayudante de un discípulo directo de Chosmky. No está a la diestra del Padre pero está muy cerca. Aquí, por lo demás, he tenido alumnos y alumnas que me han quitado la respiración por su inteligencia y su interés. No sólo en épocas pasadas. Algunos de ustedes están entre ellos. También en momentos como los presentes. Algunos de ellos, algunos de mis alumnos actuales, no sólo tienen interés por los bucles, por los editores de texto, por los procedimientos o por las funciones recursivas sino que no se pierden detalle cuando alguna vez me despisto sin despistarme y les hablo de Mozart y su concierto para clarinete, del tercer movimiento de la 9ª de Beethoven o de los números transfinitos. Hay otro punto esencial que me gustaría destacar para ir acabando. El Puig ha sido un centro cultural de primer orden para la ciudad. No sólo el Puig desde luego. No quiero dejar de citar aquí el papel que jugó Pere de la Fuente, que estuvo trabajando en el IES Terra Roja, en la difusión filosófica entre la ciudadanía colomense pero el Puig también aportó lo suyo. No hay que olvidarlo. Por lo demás creo que la arista crítica nunca ha estado apagada del todo en esta institución académica. No lo estuvo durante el debate sobre la permanencia en la otánica alianza, no lo estuvo durante un larga huelga de los profesores de los ochenta, no lo estuvo cuando la primera guerra de Golfo ni tampoco lo ha estado en época reciente cuando se produjo la invasión colonial del Imperio y sus serviles vasallos, de nuevo en territorios del próximo Oriente. Amparándome en esta arista me gustaría apuntar un apunte político-cultural. Estamos viviendo una época que si las palabras no estuvieran desgastadas podríamos calificar de histórica. Un maestro, Immanuel Wallerstein, sostiene que el capitalismo ha fallecido. No lo creo.: los grandes a veces duermen o no quieren dar ánimos. Pero en cambio sí creo que la ideología neoliberal -en esencia: toma el dinero y corre- ha quedado tocada de muerte. De hecho, lo estaba antes: ¿cómo es posible que una civilización que condena a la mitad de la humanidad a la miseria y a la explotación más inhumana pueda ser considerada una civilización justa, exitosa, razonablemente humana o sin crisis? Sea como sea, la obsolescencia antropológica a la que ideología neoliberal -insisto: ideología- ha sometido al ser humano, la reducción economista, el valor de cambio a la que ha sometido a toda la Humanidad, especialmente a las mujeres, a las mujeres empobrecidas, no tiene parangón o no lo tiene en época reciente. Pero tiene interés destacar, para aprender para el futuro, que esa ideología presentada como la última novedad de la modernidad-postmoderna, que dejaba sin luz (y sin apenas agua) a cualquier otra consideración, no solo ha sido la cosmovisión de la derecha más o menos civilizada sino que prendió como el fuego en ambientes social-liberales y en otros sectores de izquierda. El señor Anthony Blair, no hablo de sus correlegionarios Bush II o Aznar, sino del señor Tony Blair, corresponsable no arrepentido de una de las mayores tragedias coloniales que se conocen, en su día, no hace mucho de ello, fue presentado como el referente por excelencia de la tercera vía, una vía, se decía, de renovación política que conducía al socialismo. Qué risa tía Felisa, dirán ustedes, qué risa digo yo también, pero eso fue lo que se dijo un viernes sí y otro sábado también. Insistentemente, sin descanso, sin piedad intelectual, con irracionalidad política. Y eso no solo es teoría para ociosos sino que tiene repercusión directa en nuestra vida, en la vida de la ciudadanía. No quiero ser descortés ni maleducado en este día especialmente pero, acaso admitirán ustedes, que algunas prácticas políticas en el ámbito de la educación o en ámbitos sanitarios directamente relacionadas con gobiernos que se dicen de izquierdas serían aplaudidas con entusiasmo por la señora Aguirre y Gil de Biedma que como ustedes saben no es un cúmulo de aristas izquierdistas ni tampoco centristas. De ahí no se infiere que yo haga una llamada a Dante y a su infierno: entrando aquí dejen toda esperanza. Todo lo contrario. Hago un llamamiento a que en este día del 40 aniversario, no se rindan, como cantaba Bruce Springsteen, tengan la esperanza que hay que tener, contando desde luego con su esfuerzo y su percepción crítica. Sin estos dos requisitos, nada será posible. Como he sido algo tristón y muy pesado, déjenme acabar con unos versos plagiados de un poema de Gil de Biedma. En "Canción del aniversario", cito de memoria, el tío de la señora Aguirre decía: Porque ya son seis años desde entonces porque no hay en la tierra todavía nada que sea tan dulce como una habitación para dos si es tuya y mía, cantemos alegría y levantémonos más tarde que la mañana entera se nos vaya en hacer el amor pero mejor de otra manera… Pues eso: Porque ya son 40 años desde entones porque hay no hay centros todavía que sean tan agradables y llenos de vida como el Puig Como el Puig y como ustedes. Que sean felices, porque como quería Robespierre, este es asunto central de todos los humanos: la felicidad y hacer aquello que debemos hacer.

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Conocer a Trotsky. Entrevista a a Pepe Gutiérrez

Salvador López Arnal

Conocer a Trotsky

Salvador López Arnal

Pepe Gutiérrez-Álvarez es autor de numerosos artículos y ensayos – Memorias de un bolchevique andaluz, Retratos poumistas , entre otros- y usual colaborador de revistas como El Viejo Topo y páginas electrónicas como Kaos en la red, sinpermiso, Espacio Alternativo o Rebelion. Alma, cuerpo y espíritu de la Fundació Andreu Nin, Pepe Gutiérrez está preparando actualmente el volumen El fantasma de Trotsky. España, 1916-1940 (editorial Renacimiento).

Sin ningún género de duda, él es una de las personas más documentadas en nuestro país para hablar sobre Trostky y el trotskismo, o mejor, como él mismo señala en la conversación, sobre trotskismos. Y, acaso por encima de todo, Pepe Gutiérrez es un maduro, intachable e incansable revolucionario, maestro de varias generaciones de militantes y activistas comunistas (la persona que le ha entrevistado incluida).

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David Harvey. Lucha de clases: el retorno

Carolina del Olmo

La obra de David Harvey se caracteriza por una singular combinación de elementos históricos, económicos y geográficos. En particular, sus ensayos ponen de manifiesto la relevancia de las cuestiones espaciales de escala o marco territorial para comprender una parte importante de los grandes conflictos políticos contemporáneos. La editorial Akal ha publicado en castellano sus últimos libros: Espacios de esperanza (2000), El nuevo imperialismo (2003) o los muy recientes Espacios del capital. Hacia una geografía crítica

Usted es geógrafo. ¿Su formación aporta a sus análisis algo que se pueda echar en falta en los estudios de otros investigadores de la globalización con los que tiene mucho en común como Robert Brenner o Peter Gowan?

Sin duda, yo me atengo muy a menudo a la noción de desarrollo geográfico desigual en tanto que fenómeno global, un concepto básico en mi trabajo que aúna lo espacial y lo económico, lo que me lleva a centrarme en los mecanismos por los que el capitalismo se reproduce a sí mismo. Supongo que sí, que el geógrafo que hay en mi interior sale a la luz en mis estudios globales.

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Otra política fue posible

Salvador López Arnal

                                    Otra política fue posible

            Probablemente ni siquiera en los momentos más agitados de la campaña electoral olvidara nadie en la izquierda que las elecciones no podrían disipar la agobiante pesadilla de estos años, las evidencias sumadas de una profunda crisis social y de la impotencia para superarla revolucionariamente. Los resultados de las elecciones del 15 de junio no alivian el bochorno. No es que no sean importantes, ni que carezcan, como se suele decir, de “aspectos positivos”. Han sido importantes y “tienen muchos aspectos positivos”, principalmente el de clarificar las condiciones de lucha de las fuerzas obreras y socialistas. Pero la subrayada presencia del Ejército como árbitro, el hondo dominio de grandes áreas del ánimo popular por el poder en sí (¿quién habría ganado, si Fraga hubiera sido presidente del gobierno?) y el éxito de la publicidad a la yanqui y germano-occidental (que es irracionalismo ante todo) en la campaña de oposición mejor acogida por el electorado son, entre otros, elementos de la nueva situación que continúan la anterior sin ninguna ruptura decisiva.

Las estructuras de poder socioeconómicos construidas durante el franquismo aceptaron la reforma política en la medida en que las consolidaba y, al tiempo, las adaptaba a las de la Europa de la guerra fría. Por consiguiente, no todos los grupos políticos existentes en 1977 pudieron presentar candidatos a las elecciones legislativas, ni en igualdad de condiciones los que en ellas participaron. Aquellos que no transigieron en ser legalizados a cambio de aceptar la restauración de la monarquía sin previo referéndum, continuaron ilegalizados. Sólo en la medida en que los equipos políticos -cooptados o no- demostraban que asumían las condiciones prefijadas, se les permitió acudir a la cita electoral.

Joan E. Garcés (1996), Soberanos e intervenidos. Estrategias globales, americanos y españoles.

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