Sobre dialéctica, ideología, reforma moral e intelectual y proyecto cultural alternativo.
Salvador López Arnal, Joaquín Miras Albarrán
Conversaciones entre Joaquín Miras y Salvador López Arnal
Creo que he encontrado en Hegel material para comprender las dos nociones diversas de dialéctica que se encuentran respectivamente en Sacristán y Gramsci. Pero estoy todavía en estado de pesadez -el texto, los alumnos y este calor terrible-y te lo aviso para que me lo recuerdes y te enseñe el libro y los párrafos. hay un momento en que parece que dice que la filosofía, la dialéctica, es «extraciencia» o sea es la síntesis de todas las ciencias y saberes teoréticos articulados para comprender una realidad concreta, concreta porque abarca muchos ítems informativos, y universal porque una idea -IDEA- los unifica… pero por otro, está Gramsci y también, inmediatamente después el pensar que la filosofía es, no un pensar relacionado con los saberes que tienen como objeto de estudio científico la sociedad -«sociología»- sino parte del pensamiento vivido de los seres, parte del pensamiento «viviente, lo espiritual [que] se mueve, se conmueve en sí -EN SÍ en el en sí del pensamiento práctico- y se desarrolla, y no sólo es -la filosofía- un conocer eso sino, «incluso, este desarrollo pensante»(.) un internrase en sí [lo que, creo un antropólogo llamaría conocimiento participante]un profundizar en sí del propio pensamiento viviente: «todos somos filósofos», la filosofía es lo que todos podemos hacer al reflexionar sobre nuestras experiencias, si éstas son consecuencia de las vidas activas, organizadas, entonces (vita activa es de Maquiavelo) … puedo estar diciendo cosas cuyas consecuencias no conozco, pero me es mucho más simpático el Hegel Gramsci que el Hegel Sacristán, la academia de sabios de Sión contra el salir a buscar las asnas del padre sin saber mucho a dónde, pero haciendo camino.
El problema que tenemos es el de la reducción de la ideología a discurso. Dejamos fuera las ideas que interiorizadas, generan las expectativas de vida de la gente. Si un joven vive mal al extremo de esnifar coca en su trabajo es porque las expectativas vitales que le hemos metido en la cabeza -más allá de ser buenos, cooperativos, etc. del discurso escolar – le hacen desear y creer que es posible vivir como los ricos. Puede votar izquierdas, pero en su desideratum vital, coche, ir a alguna estación de esquí masificada, avión para pasar 10 días en Perú (lunes Lima, martes Machu Pichu, miércoles Mérida) etc. es fundamental. Todo esto va más allá de lo que hemos entendido por ideología, y nos deja sin forma de incidir. Sólo la praxis que permita desarrollar organización o sea institución para comportamiento alternativo y permita así vivir ideas -un acto de solidaridad colectiva con otros, una lucha, etc. puede estar incidiendo en ese otro plano. Cuando dicen esos jóvenes de nosotros que somos ideologistas y que ellos son apolíticos, es que nuestro discurso de lo que es ideología no sirve ni como papel tornasol para hacerles detectar que esas pautas de vida que organizan su vivir, esas expectativas alucinantes de vida, irreales, que viven y que les hacen tener que acudir a la consolación de la droga, son ideología, ideas que ellos asumen porque el ser humano no puede hacer nada sin ideas, por ser plástico.
Tenemos otro problema: el de la teoría de elites. Se puede solventar pensando que todo saber debe ser reconducido al foro del movimiento, una vez este exista y deliberado allí. Puede ser una salida, intelectualmente hablando, al menos sobre el papel. Pero si el movimiento exige para ser dirigido un esfuerzo tal como el de modelos cibernéticos que construyan modelos holísticos que permitan sintetizar y extraer conclusiones para la política… es difícil salir de la teoría de elites…eso no es la democracia…estos 2 son los problemas que me «marean». Cómo poder justificar la plena actualidad del capítulo 2 de El Manifiesto: proletarios y comunistas, tras ver cómo las élites corrompen y se corrompen (la cultura de los partidos, todos, actuales) y cómo no ser inane con un discurso ideológico que no tiene mordiente y que en cuanto me esfuerzo por mejorarlo, me lleva a la teoría estética, o a los protocolos metodológicos para la buena encuesta sociológica (es una burla sobre la impotencia que siento…)
Salvador López Arnal
En mi opinión, y sé que no es la tuya, ni de la muchos amigos y amigas de Espai, partiendo de tus mismas premisas que me parecen bien informadas, lo que me hace pensar la situación es que no hay forma de salir de la situación, o mejor, de avanzar un poco, por métodos estrictamente democráticos. No hay forma si lo pensamos a fondo. La penetración cultural y existencial del adversario, no solo su poder desnudo, es abisal. Abisal, sin límite imaginable.
¿Qué hacer? Que doce justos anuncien la buena nueva, vivan la buena nueva, aun sabiendo que son incomprendidos. Y que cambien realidad, por poco que ésta abarque. Hace más por la revolución social en mi opinión, es decir, por transformar las cosas en sentido socialista, un grupo de jóvenes y viejos que van a un pueblo y cultivan ecológicamente y en armonía, sin estrés, sin acumulación, sin pretensiones irreales, que cinco mil jornadas y declaraciones que hemos oído ya mil doscientas veinticinco veces, incluyendo la lectura de diez libros de Sacristán, de Toni Domènech e incluso de Joaquín Miras.
Item más: incluso hacen más que doscientas manifestaciones que se convierten en paseos y encuentros entre amigos enrojecidos, muy contentos de verse de nuevo, como es normal desde luego
Problema: que no es fácil romper con tantas cosas e incluso con tantos bienes, por pocos que sean, y comodidades
Creo que estás tocando en lo cierto. Quizá la única diferencia de opinión es que yo creo que el cambio de cultura se puede organizar: la Riforma morale e intelletuale. Permíteme algún apunte. En Italia se va a montar un partido católico, según notas de Rossana Rossanda y de Luciano Canfora. Éste, Canfora, comunista sin concesiones, incluso lo ve con alivio al pensar que será una fuerza cuyo programa social está a la izquierda de los socialdemócratas y de Fini -el futuro dirigente de la derecha, más progresista que Bossi, actualmente en el fascismo-. Rossana Rossanda insiste en la incombustibilidad de la cultura católica, la única que ha aguantado. Canfora daba el por qué. En 1870 la Iglesia pierde el poder y se enfrenta con el nuevo estado. tuvo que crear unas bases autónomas, su tejido social, no solo «instituciones públicas», sino organizaciones para el deporte, el descanso, para la relación y el matrimonio-futuro- de hombres y mujeres, para poder vivir la vida en amplios ámbitos a partir de pautas imbuidas por normas determinadas. Eso se mantuvo con la constitución del 47.Y su cultura material, cultura en el sentido antropológico, de usos, de valores vividos, de «pensamiento vivido» -es el título de una larga entrevista con el hegelo marxista Lukacs, cuando ya no podía escribir- les permite «reproducirse» relanzarse como lo que quieren, cuando les conviene. Ahora partido, hace 10 años, fuera partido, pero ahí estaba su cultura. Su cultura: esto es fruto de su cultura material, o en sentido antropológico, porque su teoría, su zeoriein, es de risa: la gracia divina, la trinidad una, de dios, los milagros, etc. Mucha menos capacidad tiene la iglesia católica española, cuyos obispos no tienen debajo de sus culos ese tejido social y han de confiarse a los kikos, etc. cosas «pentecostales». El episcopado español, la iglesia descansa sobre una fusión con el poder político que la anula, la inhabilita para poder hacer sin la administración del estado –es mi opinión-. Otro caso: los partidos comunistas portugués y griego. Eran considerados los más “zorrocotrocos”, pues han aguantado. El portugués ha sabido estar unido y reproducir un tejido social, hay «familias comunistas «familias que viven de determinadas formas distintas, que se reconocen…No ha sido su capacidad teórica -la finezza era la del PCI…- pero han aguantado y en el trentenio, eso ha sido una proeza, una proeza. La clandestinidad les ayudó a no padecer una cooptación institucional. Sus dirigentes supieron qué era lo importante, etc. Una cultura popular democrática (la democracia es el nombre de una cultura y de un movimiento, no el votar). Organizar y reproducir una cultura, reconstruirla desde el intelectual orgánico era la propuesta de Gramsci. Re construir, porque en 1927, 28, 29 con lo que sabía que quedaba y lo que no quedaba en su país…estas dos fuerzas comunistas, portugueses y griegos, paradójicamente han sido los «más» gramscianos (no mucho, pero los más). Antes de pasar al tercer apunte diré que el «caso español» me deja siempre helado. Cómo en tan poco tiempo se dejaron cooptar, liquidaron el proyecto, lo dinamitaron…es desde luego, algo cultural, de una misma cultura todos, pero diversa de la de los portugueses etc. No sé cómo explicarlo. Sí sé que son todos extremamente politicistas e institucionalistas (como la iglesia española). No saben ver las cosas sino así.
Y un tercer apunte sobre una interpretación de un libro que si la desautorizas seguro que tienes razón. Pero te explico: El libro que más incomprensible me resultó -completamente incomprensible y por años y años, como la cara de una esfinge- de Sacristán fue su traducción del libro sobre Jerónimo y el prólogo que le puso. El prólogo lo recuerdo casi de memoria, de las veces que lo llegué a leer, buscando claves políticas a lo «insondable». la barbarie de los apaches, duros, crueles, calabazas entre el maíz, frente a los indios nez perçes, cristianizados y mucho más cultivados…pero aguantó, existió la cultura que resistió, la que admitió ser derrotada, la que supo correr con el peso de la derrota y autosostenerse en sus bases morales y de vida…creo que este libro es la continuación de la reflexión iniciada con una frase por Sacristán en sus tres lecciones sobre la u, cuando dice que el proyecto de Gramsci es ahora mucho más difícil, pero mucho más necesario: la cultura material nueva. Crearla donde se pueda, en los intersticios que se pueda, contra la otra, en lucha, etc…es lo que creo que pretendía el último Sacristán, más interesado por los valores encarnados en movimientos emergentes…Sí que estudia los conceptos de ciencia en Marx -«me divierto mucho con, » – pero su política va hacia los movimientos, entonces existentes, todavía obrero, etc. lo sabes mejor que yo. «Comenzar alegremente» «echarse al trabajo alegremente»…Es la idea del movimiento para cambiar la vida cotidiana de las conversaciones con Gramsci de 1967, que llamaron mucho la atención a Sacristán.
No me parece mala idea lo que propones, ir al campo, como una de las maneras de reconstruir cultura. También habrá que practicarlo en las metrópolis: en los barrios, en los centros de trabajo, en los grupos de amistad. Dos ejemplos: creo que Sacristán resultaba magnético sobre todo porque vivía de otro modo y se notaba; pero vivía en un piso de Barcelona. Creo que tú vives, ya ahora, en tu calle del ensanche, de otro modo y eso te hace muy, muy notable, una persona muy atractiva. Si desearas irte al campo, seguro que también lo harías así. Los silenos de los que habla Alcibíades al final del banquete, refiriéndose a Sócrates siempre sois así. Los silenos crean cultura nueva. Otra cosa: no se trata, y en esto estoy completamente de acuerdo con la matización que siempre reitera Joan, cuando se me va el tarro, de anular todo tipo de vanguardia, solo de recordar que se denomina vanguardia al que abre brecha y está en la trinchera más adelantada del frente. Allí donde se es el primero en caer, allí donde se percibe finísimamante justo solo lo que pasa delante, con toda finura, con la piel (pero nada holístico o global). La vanguardia está allí desde donde nada se puede dirigir, porque es la retaguardia, el estado mayor el que decide esas cosas…que en política no son las decisivas. Porque la batalla no es de acción estratégica -estaríamos perdidos, ellos según el chiste de quino», dan jaque mate cuando les de la gana»-, pero nos salva el que el tanque «lleva un hombre dentro» -Brecht-y que puede cambiar de opinión, de forma de pensar, de experiencia de vida, de forma de vida…y eso no lo hacen, no pueden los grandes estrategas secretarios generales, sino el cambio de actitud a propuesta de relación directa, el cambio de experiencia.
Por mi parte, estoy de acuerdo, como ves con lo que dices. Creo que la diferencia está en que yo creo que una cosa denominada partido -escribo «cosa», porque no es, no me refiero al tipo de organización que se denomina ahora partido, ni a sus fines- debería asumir la lucha en la vida de crear hábitos diferentes -incluye la huelga, desde luego, y el encuentro entre amigos: que los rojos de este país seamos capaces de ágape en una manifestación es otra forma de relación, no la del «camarada de acero» -o así- que no le gustaba mucho a César vallejo. La Fylia es ya nueva cultura. Por supuesto se necesitarían millones de pequeños grupos de amigos, pero unos pocos ya son algo bueno. Y eso debe ser organizado, organizar la reforma moral e intelectual, poner las bases organizativas para que el que se una pueda actuar de otra forma. Creo que la cultura del enemigo penetra, pero causa tanta insatisfacción, tanta frustración, tanta cólera, tanta infelicidad. Los artículos que nos envió Alexandre muestran el prestigio de las formas de vida cotidiana del capitalismo, y también lo doloroso que resulta eso a los que lo asumen, lo acorralados que están, lo sin salida que es su vida, la mentira que se tienen que contar.
No sé cuánto va a durar la coyuntura -mucho sino vamos poco a poco haciendo algo-Sí sé que el cambio es colosal. el sábado estuvo en mi casa Gabriel Jakson (90 años) recién llegado de EEUU -4 meses al año- decía que los EEUU, la gente percibe que ya no son el número uno y que ya no lo van a ser y que hay mucho desconcierto, que Obama no es Rossevelt -estaba muy decepcionado porque lo veía atado a grandesn intereses e incapaz de hacer como Roosevelt (lo que hace el venezolano ahora) dirigirse por radio a la gente todas las semanas y movilizarla. Decía que estaba contento de haber vivido al final de los 40 porque había visto un mundo mejor y más justo. Es el chiste de los gallegos, con perdón de Alexandre, había una vez un millón de gallegos juntos en un bosque, que estaban llorando a lágrima viva, y un hombre va y les pregunta: ¿por qué lloráis? Y ellos responden: «porque nos hemos perdido»
Y totalmente de acuerdo: el saber histórico y en general el saber sobre la sociedad humana, sirve fundamentalmente para explicar lo que ya fue y que por tanto ya no será. No es que conocer eso no enseñe, pero lo que vaya a llegar a ser seguro que lo explica mejor la esperanza (precisamente por la cosa esa de los malditos condicionales contrafácticos) la esperanza activa sobre todo. El saber eso, la limitación del saber, también ayuda a estar más tranquilo y a saber más en concreto sobre por qué ya no sirven tantas cosas que hemos creído adecuadas, y lo fueron. El único uso posible válido del saber es el saber como «crítica sin contemplaciones» de lo que hay que procede del pasado según lo llama Marx, otros le llaman «docta ignorancia». «Ensayo y error» viene a decir eso -a Sacristán le gustaba más decirlo así, en positivo, sin insistir en que lo pasado ya no puede enseñar para el mañana-. De seguro que las soluciones económicas de futuro no vienen de los economistas, a los que superar lo que hay -¡esos «limitados» científicos, «limitados» por los condicionales contrafácticos!- les parece un despropósito: será por la «adopción de medidas que desde un punto de vista económico parecerán insuficientes e insostenibles [ahí queda eso: desde un punto de vista económico, insostenibles] pero que en el curso del movimiento se sobrepasarán a sí mismas» (Manifiesto Comunista final del capítulo 2: no sé lo que de verdad pensaba Marx sobre la economía, de verdad; he leído alguna cosa de Marx en Teorías sobre la plusvalia que más bien parece la aniquilación del punto de vista «economístico» que una reelaboración crítica y rectificada de ideas económicas para hacerlas útiles…?Puedo estar diciendo disparates)
Salvador López Arnal
Escribes al acabar tu última nota: «Puedo estar diciendo disparates». Eso no es sólo un oxímoron sino una contradictio. Es imposible, metafísicamente hablando, pensando lógicamente, que Joaquín Miras diga o escriba disparates. Afirmar una cosa así es como señalar que existe un círculo que pueda ser cuadrado o que el infinito es uniforme y sin variaciones aléficas.
Sobre lo último que Joaquín apunta yo no sé qué decir. No lo sé. Aprendo, eso sí, de su forma de leer a los clásicos. Los tiene en la cabeza, Marx es casi un compañero de habitación, como yo tengo en la mía el segundo movimiento del concierto para clarinete de Mozart. Pero lo suyo exige más y enseñas mucho más. Yo he leído quince veces el final del capítulo 2 del MC (no las Teorías desde luego que se me caen de las manos, acaso por su pesantez) y no había reparado en la idea que Joaquín recoge muy bien. Hay lecturas y lecturas; hay amigos que leen bien y otros que pasamos los ojos por las letras complacidos con sus formas.
Eso no quita que: a) yo sí que creo que parte de las soluciones de futuro puedan venir de los escenarios que dibujen economistas enrojecidos y que ese saber hipotético, de conjeturas sobre el futuro, es muy necesario; dudo mucho que las experiencias prácticas de hoy, especialmente en el ámbito industrial y financiero, enseñen sobre el futuro socialista, y b) que la expresión ensayo y error que usaba Sacristán, muy deudora de Popper como es sabido, es hábil pero falsa en el fondo. No hay forma de ensayar y que la experiencia nos señale, sin más mediaciones, errores. Siempre es posible construir epiciclos que no nos obliguen a alterar ni apenas una coma de nuestras teorías. En la historia de la ciencia hay mil ejemplos. Los anticopernicanos, no todos desde luego, un siglo después del De Revolutionibus, tenían poderosos argumentos para seguir defendiendo el paradigma -palabra-concepto que cada día odio más- aristotélico-ptolemaico modificado. En política, y no sólo entre gente deshonesta, eso es frecuente: creo firmemente tal o cual cosa, y la experiencia, las luchas, los éxitos, las derrotas, me confirman en lo que sostengo aunque seamos cinco, y nuestras novias y novios, quienes nos hayamos manifestado frente a tal o cual institución.
Tonterías hasta aquí, no hagáis caso. Me esfuerzo un poco más. Sigo ahora por lo segundo y públicamente escribo lo que debería pedir a Joaquín en privado: he pensando editar el Gerónimo de Sacristán en 2010 cuando recordaremos el cuarto de siglo de su muerte. Creo que Joaquín debería escribir el prólogo de la edición. Nadie mejor que él, nadie más Gerónimo que él.
Por lo demás, lo esencial de la aproximación de Sacristán a su figura, en coincidencia con Joaquín, no hay aquí divergencia alguna, está en: «Dar batallas que se saben perdidas». Eso es lo que nosotros debemos hacer. Dar batallas que probablemente, de entrada, parezcan perdidas. Batallas que, aun cuando pudiera demostrarse, cosa imposible por lo demás, que son inútiles desde el punto de vista de los resultados inmediatos, son básicas desde la perspectiva del vivir: emprender esas acciones es vivir, pensar, sentir, ya de otra forma. Guerrear con ese horizonte, independientemente del éxito que se consiga, es estar de otra forma y ser otra cosa ya. Ahora y aquí.
Sobre el primer punto, sintiendo mucho lo que hoy a decir, yo no creo que sea posible ahora, ni durante mucho tiempo, una reforma moral e intelectual. Eso sólo puede afectar a capas muy minoritarias de nuestras sociedades. No es posible una extensión mayor. No es posible quiere decir aquí imposible. El poder de manipulación, la fabricación del consenso que dice el maestro Chomsky, es tan fuerte, tan estudiada, el encanto de los cachivaches tecnológicos es tan seductor, el descerebrar planificado y pueril es tan penetrante (y nos afecta todos desde luego), que pensar en vías de transformación político-cultural que lleguen a sectores ciudadanos amplios es utópico en mi opinión, en el sentido quimérico de la palabra. En nuestro país, además, es mucho más difícil por lo que cultural y políticamente ha significado la transición: la mentira, la ocultación y la entrega de nuestro (pobre pero existente) bagaje cultural a los enemigos de siempre que en algunos momentos, ingenuidad que hoy pone los pelos de punta, fueron vistos y pensados como adversarios admirables. Un ejemplo de lo que quiero decir. Yo tengo 20 alumnos de informática en ciclos de grado medio. Hacen segundo curso. Tienen entre 17 y 20 años. Referencias como Guevara, Allende, Camilo Torres, Gramsci, Pasionaria, Luxemburg, no existen para ellos. El Ché, me lo dijo un estudiante afable el otro día, es un Rambo latinoamericano. No creo que mis alumnos estén más despistados que otros. Todos ellos son hijos de obreros y obreras, y todos ellos, sin excepción, serían obreros en el futuro… o Mossos d’Esquadra.
Y, desde luego, en España, no en cambio en Portugal, Grecia e incluso en Francia, las tradiciones familiares se han roto totalmente. Puedo explicar el caso de Téllez, aquel obrero de la construcción que fue torturado salvajemente en noviembre de 1975, que es compañero mío en EUiA y cuyos dos hijos varones han sido alumnos míos. No me extiendo en este punto que exigiría mayor detenimiento.
En todo caso, lo esencial: aunque mi, digamos, pesimismo fuera verdadero, políticamente no vale un pimiento. No es posible probar nada en estos territorios. Por lo que, y en eso Joaquín tiene razón, es políticamente bueno y positivo que pensemos que es posible la reforma moral e intelectual de nuestras sociedades. Aunque no lo sea. Suponer su imposibilidad, es paralizarnos; pensar en otra dirección, la que señala Joaquín, es actuar, es hacer, es dar pasos, es poner cacahuetes en los caminos para que otros y otras cojan fuerzas. Así que la hipótesis de Joaquín es la, políticamente, más razonable.
Perdonad por la extensión. No me gustaría ser yo quien acabara este diálogo. Ruego a Joaquín que diga, digamos, las últimas palabras.
Un abrazo, hasta la victoria siempre y recordad las palabras de Brecht: «A la gente buena (a la gente de Espai, por ejemplo) se la conoce /en que resulta mejor cuando se la conoce»
Joaquín Miras
Queridos amigos. Creo que con las apostillas que ha introducido Salvador, está todo dicho. Anoto que un economista rojo, moralmente nuestro, puede hacer mucho mejor que otras personas conjeturas de futuro sobre alternativas económicas; es completamente cierto. Anoto la argumentación en contra de la idea ensayo y error. Y que es cierto, es muy cierto que lo que se abre camino en el interior de la mente de unos con la fuerza de eso que denominamos «experiencia», «hacerse experiencia», deja a otros por completo indiferentes, y que es la cultura poseída, sus expectativas etc., lo que lo explica. Y que esta batalla que tenemos que dar es muy larga y desconocemos su resultado. Y que nos toca asumir e incluso defender, para que no nos roben incluso eso, incluso la derrota, -y esta necesidad es un novum histórico, pero lo había intuido ya Benjamin-, que somos unos derrotados, y que queremos serlo; porque no somos ellos; no somos integrables. Precisamente lo que escribe Salvador me hace percatarme de lo que, de verdad, significa no querer salir de la cárcel si para eso hay que pedir gracia y perdón a Mussolini, pero sabiendo a la vez que, fuera, todo está aniquilado, que no queda nada, que la gente vive entusiasmada con lo que hay, y quiere olvidar y maldice a los derrotados, y sin embargo, Gramsci reflexiona como si nada: habría que aliarse con los intelectuales técnicos, habría que hacer una reforma moral…Supongo que es esta afinidad de experiencia la que le resultaba tan insoportable a Sacristán que tuvo que abandonar su intento de escribir un libro sobre Gramsci.
En cuanto al prólogo que me propones, Salvador, al libro de Gerónimo; de entrada no me niego. Lo hablamos. Es más, no es esto lo que me preocupa. Si sostienes la propuesta, en su momento lo escribiré. Pero habrás de valorarlo y ponderarlo mucho. Porque solo podría decir cosas sobre el libro desde nuestra experiencia de jerónimos, y hablar de nuestra experiencia, nuestra derrota de ahora, nuestras vivencias y la desesperación ésta nuestra no es hablar de la de Sacristán. Y me es muy difícil no mezclar, no irme hacia lo nuestro, en un texto sobre un libro así como ese, eso ya lo puedo decir por adelantado: esa experiencia nuestra de pesadilla de estar en un mundo lunar donde no hay ruido, no pasa nada, no hay nadie, está vacío, ni nosotros existimos, porque se ha decretado que no estamos, ni hay derrotas ni derrotados, y que es la cárcel dorada en el palacio balneario junto al mar Negro en que estamos metidos…y encima no me gusta Kafka
PD: En cuanto a los clásicos. Hay personas que de verdad tienen una capacidad admirable para leer y descubrir detalles nuevos. No es mi caso: para percatarme de cosas debo escribir al pie de la letra -copiar- el texto del clásico, o del autor en cuestión. Si lo hago, si copio y copio al pie de la letra, me llego a percatar de cosas. Pero eso me hace no poder leer otras cosas; soy muy lento. No soy un genio, sino un artesano. Engels decía, nos definía como «hombres de talento» en contraposición con Marx: «Marx fue un genio». Estos sí existen, pero no soy yo