Un punto de encuentro para las alternativas sociales

Izquierda, el abismo entre los movimientos sociales y la representación política

Marco Revelli

Il Manifesto, 6 marzo 2007

Izquierda, el abismo entre movimientos y representación política

“El gobierno Prodi ya no está en peligro, pero sería un grave error continuar como si nada hubiese ocurrido”. Es necesario reconocer que entre los gobernates y los movimientos existe ahora una incomunicabilidad de lógicas y de contenidos”

Marco Revelli

Read more

Seis ensayos de un gran historiador

Salvador López Arnal

Gerald Holton, Ciencia y anticiencia. Nivola Libros ediciones, Madrid 2002. Traducción de Juan Luis Chulilla y José Manuel Lozano-Gotor, 220 páginas.

Gerald Holton estudia con pasión y autoridad el papel de la ciencia en la cultura occidental, así como la necesidad de la razón y el conocimiento para que la humanidad tenga futuro.

Stephen Jay Gould

Ciencia y anticiencia reúne seis ensayos de Gerald Holton publicados previamente entre 1989 y 1992 en revistas académicas de epistemología, historia y sociología de la ciencia de la importancia de Isis, Archives internationals d´Histoire des Sciences o Public Understanding of Science. Su autor es profesor de Física y de Historia de la Ciencia en la Universidad de Harvard. Forma parte del comité editorial que trabaja en la publicación de las obras completas de Einstein y es autor, entre otros importantes ensayos, de Los orígenes temáticos del pensamiento científico: de Kepler a Einstein y de Einstein, historia y otras pasiones

Read more

Tras la era de la codicia

Daniel Raventós, Antoni Domènech

La resaca. Amenazantes terrores procedentes de enigmáticos fanatismos -nacidos, al parecer, de la nada-. Intempestivas guerras preventivas "imperiales" -¡ipsissima verba!-. Un alza imparable de los precios del crudo que trae inopinadamente a la memoria lo que interesadamente habíamos olvidado por unos lustros -que estamos en la recta final de la era de los combustibles fósiles, la base energética de nuestra civilización-. La catástrofe ecológica planetaria del efecto invernadero -ahora traducida ya a unas cifras crematísticas inteligibles hasta para los ejecutivos y los tertulianos-. Aparición de nuevos colosos económica y geopolíticamente intranquilizantes al Este -que, encima, aceleran el fin de la era fósil-. La llaga más y más lacerante de la agonía palestina -en el corazón del polvorín que es el Oriente Medio-. El drama del sistemático despojo a que, "planes de ajuste estructural" mediante, vienen siendo sometidas las economías y los ecosistemas del llamado Tercer Mundo, y las difícilmente represables oleadas migratorias consiguientes -que algunos han comparado históricamente a las oleadas generadas por catástrofes bélicas de grandes dimensiones-. Una verdadera rebelión "populista" (sedicentemente "socialista": ¡lo que faltaba!) en América Latina, e irrupción política allí, por vez primera en la historia, de los pueblos "sin historia" -esa mayoría de población indoamericana premedita e inveteradamente excluida en las falsas repúblicas neocoloniales-. Socavación de los derechos sociales conquistados por cinco generaciones del movimiento obrero mundial, no ya por efecto de misteriosas fuerzas competitivas anónimas de la "globalización", sino por apuesta políticamente decidida de lo que gentes tan poco sospechosas como los editorialistas del New York Times o el archimillonario William Buffet han dado en llamar "lucha de clases desde arriba". Incremento indecible, año tras año, no sólo de la pobreza en el mundo, sino de la polarización social por doquier -también, y sobre todo, en Estados Unidos; también en Europa-.

También en Europa. Hasta los publicistas del establishment se percatan. "El centro se encoge", lamenta en el prestigioso semanario social-liberal alemán Die Zeit Werner Perger. "El centro pierde cada vez más poder", constata un editorial del conservador diario suizo Neue Zürcher Zeitung. Los grandes partidos de centro (a derecha e izquierda) cada vez suman menos votos y escaños. La CDU-CSU y la SPD alemanas recogen hoy, juntas, menos votos y escaños que nunca desde el final de la II Guerra Mundial. Lo mismo en Holanda, en Dinamarca, en Suecia, hasta en Cataluña. El famoso "duopolio político espacial" que, de acuerdo con el teorema de Hotelling, obligaba a los partidos a maximizar sus votos pescando electoralmente en el centro, está desapareciendo a ojos vistas.

La "crisis del centro" y la consiguiente tendencia a la radicalización y/o fragmentación de la "oferta política" en Europa occidental no nace de la mala voluntad o de la impericia de la élite política duopólica tradicional, como dan a entender los habituales columnistas de opinión biempensantes o los "teóricos" sociales mediáticos ajenos a la investigación empírica, sino que parece hundir su raíz más profunda en la acelerada polarización de la estructura social europea. La "crisis del centro" viene del fin del tipo de sociedad en que se sustentaba su predominio duopólico. Los mileuristas crecen sin parar: ya son el 57% de la población trabajadora en el Reino de España, en donde, dicho sea de paso, en los dos últimos años la remuneración salarial ha pasado de representar el 47,71% al 46,12% del PIB, mientras que los beneficios empresariales han pasado del 41,78% al 42,25%. La Fundación Ebert acaba de publicar un concienzudo estudio que ha significado un verdadero aldabonazo en la opinión pública alemana, incluso por el léxico retro empleado ("subclases", "precariado dependiente"). Y el politólogo británico Colin Crouch habla del fin de la democracia bienestarista en Europa y de una incipiente "posdemocracia" autoritaria (¿à la Blair o à la Sarkozy?) que se amoldaría supuestamente mejor a los miedos que despiertan en los ciudadanos europeos las restricciones disciplinantes de la "sociedad de concurrencia global" del capitalismo contrarreformado de nuestros días.

Los ciudadanos europeos son cabalmente conscientes -todos los estudios empíricos competentes coinciden- de la impotencia, dígase así, de los grandes partidos tradicionales frente a la transformación de la vida social impulsada sin estorbos aparentes por las empresas transnacionales y los mercados financieros internacionales. El ala izquierda del "centro" paga ahora su incapacidad para defender siquiera el capitalismo reformado y el consenso social básico forzados manu militari por los estadounidenses en la Europa de posguerra, y aun su colaboración más o menos vergonzante en la contrarreforma neoliberal.

El auge de la Linkspartei en Alemania, el espectacular éxito del nuevo Partido Socialista de Marijnissen en Holanda -que ha sabido capitalizar el no holandés al Tratado Constitucional europeo de impronta neoliberal, arrancando centenares de miles de votos a un desnortado partido socialdemócrata que no tuvo mejor idea que poner de mascarón de proa electoral a un antiguo ejecutivo de la transnacional petrolera Shell-, o la estimable subida de ICV-EUiA en las últimas elecciones autonómicas catalanas, son tal vez indicios de que hay alternativas político-electorales a las nada halagüeñas perspectivas que ofrece el statu quo político europeo: o la abstención creciente, o el voto ritualmente fiel a un "centro" más y más desacreditado y escépticamente resignado a un mal menor que es cada vez mayor, o, finalmente, la capitulación ante el ascenso de la demagogia xenófoba y autoritaria de la "posdemocracia".

Read more

La filosofía y el fuego (Lukács ante Lenin)

Néstor Kohan

Prólogo del libro de Lukács "Lenin (La coherencia de su pensamiento)"

La filosofía y el fuego (Lukács ante Lenin)

Néstor Kohan

Para José Luis Mangieri, compañero y amigo, quien editó por primera vez en Argentina y América Latina este libro de Lukács sobre Lenin a través de LA ROSA BLINDADA. En agradecimiento por todo lo que nos enseñó.

Read more

La ambivalencia del pensamiento de Lukács

Pepe Gutiérrez-Álvarez

Ciertamente, sería muy difícil que nos hiciéramos una idea de la trascendencia del legado intelectual de Lukács –para Michael Löwy se trata del más importante filósofo vinculado al socialismo después de Marx, en tanta que para Lucien Goldman se trata simplemente del principal filósofo de la primera mitad del siglo veinte-, si nos fijamos unilateralmente del apagado eco que el centenario de su nacimiento ha tenido entre nosotros. El balance es triste: algún artículo, unos pocos actos y debates minoritarios y como trasfondo la caída en picado de obras de y sobre Lukács en las librerías (una editorial como Grijalbo que se ha enriquecido con obras marxistas cortó drásticamente la edición de sus Obras Completas e incluso ha quitado de sus catálogos las hasta ahora publicadas, traducidas en su mayor parte por Manuel Sacristán).

Naturalmente esta oscuridad no apunta contra el valor, ambivalente, desigual pero indiscutible, del autor de Historia y conciencia de clase, sino que nos dibuja un amargo retrato sobre la situación de declive al que nos ha arrastrado la política desmovilizadora e institucional del reformismo, y nos da una idea sobre las enormes palancas que ha de mover la izquierda que lucha para reconstruir las condiciones de una nueva iniciativa en la recuperación de la hegemonía político-cultural del movimiento obrero y alternativo. También nos revela la superficialidad del arraigo cultural del pensamiento socialista en la recomposición de la izquierda bajo el franquismo, cuando Lukács se convirtió en uno de los clásicos revolucionarios más apreciados por una izquierda que todavía no soñaba con despachos ni con "desencantos".

Lukács fue un pensador de categoría enciclopédica, con una obra tan extensa (sus primeros escritos datan de1908 y los últimos de 1971, fecha de su fallecimiento) como controvertida. Extraña es la obra de Lukács que no causa un debate: aunque su extremo más discutido ha sido sin duda su adaptación al estalinismo. Adaptación que ha servido a muchos para descalificar sumariamente su obra en la que no faltan miserias pero sobre cuya grandeza no se puede discutir.

Hay en esta negación de Lukács un ejemplo del refrán francés en el que se tira al niño con el agua sucia, deporte éste muy extendido últimamente entre la nueva derecha compuesta en muchos casos por ex-comunistas como la discípula del propio Lukács, Agnes Heller. También hay una notable ignorancia ya que se hace con su período estalinista una especie de ojo de pez con el que se cubre una obra que precede al ascenso de Stalin y que revive con renovado vigor tras la tras la oportuna muerte de éste. Se desconoce que incluso en su época más negativa Lukács fue entre otras cosas un importante investigador de los escri­tos de Marx, un audaz renovador en la crítica literaria y un crítico de la política oficial en textos como ¿Tribuno del pueblo o burócrata?, en el que -según los que lo conocen­ hizo la crítica más acerva al estalinismo que se haya hecho en la URSS desde la expulsión de Trotsky.

Reconocer la existencia de una ambivalencia en la obra de Lukács, no significa pasar la esponja sobre alguno de los capítulos más siniestros de su trayectoria, precisamente aquellos en que -quizás para hacerse perdonar su heterodoxia- se convirtió en el "martillo de herejes" y trató despiada­damente a los que como Trotsky habían osado oponerse al estalinismo, mostrando una vinculación con las idead marxistas y con la clase obrera que él había carecido. La tragedia de Lukács fue que mientras hacía esto aceptaba "a su manera" la definición del carácter termidoriano y bonapartista que había avanzado Trotsky. Pero partiendo de esta premisa, Lukács llega a una conclusión opuesta: efectúa una comparación abusiva entre la Francia jacobina y bonapartista y la Rusia que conoció para deducir un balance globalmente positivo y una actitud de reformista pasivo. En este sentido se expresa en sus escritos de los años treinta sobre la literatura y el pensamiento clásico alemán y pondera, a pesar de todas sus reservas, el hecho positivo que dos grandes cerebros de la cultura clásica alemana como Goethe y Hegel se reconciliaron con el devenir "realista" de la revolución francesa (en el caso del segundo hasta con el Estado prusiano), y Lukács llega a sugerir que fue por esta actitud de "Real-politik" por lo que ambos alcanzan la cima intelectual. Esta interpretación subyace todavía en una de sus obras más importantes, El joven Hegel (1948).

Que existía en Lukács en antiestalinista reprimido se muestra claramente en su compromiso con la revolución húngara de 1956, participan­do con evidente riesgo de su vida en el gobierno disidente de Imre Nagy y negándose ulteriormente a ninguna genuflexión más ante la arbitrariedad burocrática. El reencuentro de Lukács con la democracia de los consejos obreros y con la pasión crítica se trasluce claramente en sus últimos escritos, especialmente. en lo que se ha considerado como su ‘testamento político" sus Conversaciones con Abendroth, Kofler y Holz (1).

Read more

Socialismo del siglo XXI: ¿Qué es el socialismo?

Michel A. Lebowitz

SOCIALISMO DEL SIGLO XXI: ¿QUÉ ES EL SOCIALISMO? Por Michel A. Lebowitz.

1. En el Siglo XIX, aunque no se habían desarrollados sus detalles, el principio básico del socialismo estaba claro: el socialismo era una sociedad en la cual la naturaleza de las relaciones sociales y de los derechos de propiedad permitirían el pleno desarrollo del potencial humano. Después de los distintos ensayos acontecidos durante el Siglo XX, las cosas se tornaron, sin embargo, más confusas. Por lo tanto, si vamos a construir el socialismo del siglo XXI, es esencial aprender de las lecciones del siglo pasado para volver a tener claridad sobre el tema.

Lo que el socialismo no es

2. A menudo, la mejor forma de entender algo es entender lo que esto no es.

3. El socialismo no es una sociedad en la cual las personas venden su mano de obra y son dirigidos desde arriba por otros cuyas metas son las ganancias más que la satisfacción de las necesidades humanas. No es una sociedad en la cual los dueños de los medios de producción se benefician dividiendo a los trabajadores y a las comunidades para bajar los salarios e intensificar el trabajo –es decir, para ganar más incrementando la explotación–. No es un sistema donde no se toma en cuenta a los campesinos, a los desempleados, y a los excluidos y dónde la única lógica es la lógica del incremento del capital. En resumen, el socialismo no es el capitalismo.

4. Pero el socialismo tampoco es una sociedad estatista, donde las decisiones se imponen desde arriba y donde toda iniciativa es potestad de los funcionarios del gobierno o de los cuadros de vanguardias que se autoreproducen. Precisamente porque el socialismo se centra en el desarrollo humano, enfatiza la necesidad de una sociedad democrática, participativa y protagónica. Una sociedad dominada por un Estado todopoderoso no genera los seres humanos aptos para crear el socialismo.

Read more

La contradicción capitalismo/ecología

Leonardo Boff

La lógica del capital, como modo de producción y como cultura, es ésta: producir acumulación mediante la explotación -de la fuerza del trabajo de las personas, por la dominación de clases, por el sometimiento de los pueblos y finalmente por el pillaje contra la naturaleza-.

Un análisis incluso superficial entre ecología y capitalismo identifica una contradicción básica. Donde impera la práctica capitalista se envía al exilio o al limbo la preocupación ecológica. Ecología y capitalismo se niegan frontalmente. No hay acuerdo posible. Si, a pesar de ello, la lógica del capital asume el discurso ecológico… o es para obtener lucro, o para espiritualizarlo y así vaciarlo, o simplemente para imposibilitarlo y, por tanto, para destruirlo. El capitalismo no sólo quiere dominar la naturaleza, sino arrancar todo de ella, depredarla.

Hoy, por la unificación del espacio económico mundial en los moldes capitalistas, el saqueo sistemático del proceso industrial contra la naturaleza y contra la humanidad, hace al capitalismo claramente incompatible con la vida. Se plantea así una bifurcación: o el capitalismo triunfa al ocupar todos los espacios como pretende, y entonces acaba con la ecología y pone en riesgo el sistema-Tierra, o triunfa la ecología y destruye al capitalismo, o lo somete a tales transformaciones y reconversiones que no pueda ya ser reconocible como tal. Esta vez no va a haber un arca de Noé que nos salve a algunos y deje perecer a los demás. O nos salvamos todos o pereceremos todos. El capitalismo produjo también una cultura, derivada de su modo de producción, asentado en la exportación y el pillaje. Sin una cultura capitalista que vehicula las mil razones justificadoras del orden del capital, el capitalismo no sobrevivirá. La cultura capitalista exalta el valor del individuo, le garantiza la apropiación privada de la riqueza, hecha por el trabajo de todos, coloca como quicio de su dinamismo la competencia de todos contra todos, intenta maximizar las ganancias con la mínima inversión posible, procura transformar todo en mercancía para tener siempre beneficios, instaura el mercado, hoy mundializado, como el mecanismo articulador de todos los procesos de producción, de competencia y de distribución…

Si alguien busca solidaridad, respeto a las alteridades, compasión y veneración frente a la vida y al misterio del mundo… que no los busque en la cultura del capital. George Soros, uno de los mayores especuladores de las finanzas mundiales y profundo conocedor de la lógica de la acumulación sin piedad (vive de eso), afirma claramente en su libro La crisis del Capital que el capitalismo mundialmente integrado amenaza a todos los valores societarios democráticos, poniendo en riesgo el futuro de las sociedades humanas. Queremos mostrar cómo el capitalismo, en cuanto modo de producción y en cuanto cultura, inviabiliza la ecología tanto ambiental como social.

Comencemos con la ecología ambiental. A este respecto, las hipótesis acerca del futuro de la Tierra son dramáticas. Grandes analistas confiesan que el tiempo actual se asemeja mucho a las épocas de gran ruptura en el proceso de evolución, épocas caracterizadas por extinciones en masa.

Efectivamente, la humanidad se encuentra ante una situación inaudita. Debe decidir si quiere continuar viviendo, o si prefiere su propia autodestrucción. Por primera vez en el proceso conocido como hominización, el ser humano se ha dado a sí mismo los instrumentos de su propia destrucción. Se creó el principio de autodestrucción que tiene en el principio de responsabilidad y de cuidado su contrapartida. De ahora en adelante la existencia de la biosfera estará a merced de la decisión humana. Para continuar viviendo el ser humano deberá quererlo positivamente.

Read more