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La vida y la obra de un gran científico conservador

Salvador López Arnal

Reseña de Brandon R. Brown, Planck. Guiado por una visión, roto por la guerra, Vilassar de Dalt: Biblioteca Buridán-Montesinos, 2021, 315 páginas (edición original 2015).

 

Planck. Guiado por una visión, roto por la guerra es una biografía –no unidimensional, sino científica, política, histórica, humana– apta para todos los públicos. Nadie está obligado a “saber geometría” para saborearla y disfrutarla.

Nadie mejor que Einstein para explicar la grandeza de Max Planck. Lo hizo así en 1932: «Si un ángel bajase del cielo y expulsara del templo a todos los científicos pertenecientes a las categorías que he mencionado [científicos para los que la ciencia les ofrece la oportunidad de demostrar sus talentos, científicos que esperan obtener una buena rentabilidad], me temo que el templo quedaría casi vacío. Pero quedarían en él unos cuantos devotos, algunos del pasado y otros de nuestro tiempo. Uno de estos últimos sería nuestro Planck. Y es por esto que le admiramos y queremos». Una ilustración de su filosofía de la ciencia: en 1925, en la URSS, ante una audiencia de unas 1.500 personas, comentó: «Pese a la divergencia de sus intereses, no hay lazo que una más directa y armoniosamente a los diferentes países de la tierra que la ciencia».

Brandon R. Brown, profesor de física en la Universidad de San Francisco, doctorado en comunicación científica, ha estructurado su libro sobre el gran físico alemán en un prefacio, una nota de agradecimiento, un marco cronológico, 16 capítulos con títulos de fechas («1. Octubre de 1944. 2. Abril de 1943. 3. Finales de mayo de 1943….»), una coda (1945-1947), un apéndice (el apartado que presenta más dificultades de lectura), notas (no sólo referencia bibliográficas; véase, por ejemplo, la 42 del capítulo 9 o la 3 del Apéndice), bibliografía y un índice (magnífico, muy trabajado, muy útil), sin olvidar las excelentes fotografías incluidas.

Unas pocas ideas para recomendar una lectura que no exige conocimientos físicos previos (está al alcance todos, como decía) y que a bien seguro no les decepcionará:

En el prefacio se nos dan algunas claves: «Lo que viene a continuación es mi intento de descubrir a este gran físico alemán y de compartir el resultado de mi investigación no solo con los científicos sino con cualquier lector interesado, ya que todos estamos inmersos por igual, desde todas las direcciones, en el resplandor que emite su ley», una ley que describe la radiación electromagnética emitida por un cuerpo negro en equilibrio térmico en una temperatura definida, resultado pionero de la física moderna y la teoría cuántica.

En 1964, Robert Woodrow Wilson y Arno Penzias hicieron un descubrimiento esencial por el que acabarían obteniendo el Premio Nobel de Física: la señal de microondas que habían detectado era un resplandor débil pero muy real que procedía de manera uniforme del universo. Posteriormente se comprobó que aquel “fondo cósmico de microondas” se adecuaba perfectamente a una ecuación física que databa de 1900 [«tenía solamente el estatus de una ley revelada por una intuición afortunada… el mismo día en que formulé esta ley, empecé a dedicarme a la tarea de dotarla de un verdadero significado físico»]. Fue entonces cuando Max Planck, «un caballero prusiano el siglo XIX entrando en un siglo XX completamente nuevo», describió la radiación natural emitida por cualquier objeto a cualquier temperatura «ya fuese una estrella muy brillante, una moneda de níquel en el bolsillo de alguien o –como en el caso de la señal de fondo del universo– un débil resplandor crepuscular del Bing Bang» (p. xii).

Sobre la importancia de ese descubrimiento («al igual que Kepler tenía una habilidad asombrosa para ver la forma matemática en unos confusos datos planetarios, Planck la tenía para verla en las curvas de la radiación del cuerpo negro»), Einstein señaló que se convirtió «en la base de toda la investigación física en el siglo XX y ha condicionado casi por entero su desarrollo desde entonces.» Sin el descubrimiento de Planck, que no tenía en 1900 la ventaja de comprender cuál era la verdadera naturaleza de la luz (fotones) y de toda la radiación electromagnética, «no habría sido posible establecer una teoría viable de los átomos y las moléculas, y de los procesos energéticos que rigen sus transformaciones». La humanidad tiene actualmente una trompetilla cósmica en órbita, el satélite Planck (a quien por cierto no le interesaba mucho la astronomía), en su recuerdo, en su honor, que da un vuelta completa cada minuto y escucha más claramente estas señales de baja frecuencia del universo (la misión se ha encontrado con algunas sorpresas; por ejemplo, la bola de fuego primordial no fue simétrica).

Son sin duda controvertidas las posiciones políticas conservadoras (o muy conservadoras) de Planck. Una descripción de su posición política durante la República de Weimar: «Durante los años de Weimar, Planck perteneció al Deutsche Volkspartei (el Partido Popular Alemán), un partido de centro derecha que simpatizaba con las empresas industriales y que añoraba los días de la monarquía. Si bien el programa del partido incluía nociones de igualdad para las mujeres y derechos laborales, también secundaba una postura militar agresiva». Nunca aceptó este gran científico conservador la República de Weimar (era más bien un monárquico que un liberal moderno). Más aún, en algunas ocasiones rechazó abiertamente la noción de democracia. Diez años después de la subida de Hitler al poder, sintetizó el ascenso del Tercer Reich en una carta a su amigo Von Laue en los siguientes términos: «El mal fundamental consiste, en mi opinión, en el advenimiento de las masas. De hecho, creo que el derecho general a votar (¡para los mayores de veinte años!) es un error fundamental.» Para su biógrafo, «una especie de pragmatismo sombrío guió las acciones de Planck durante los años del nazismo» (p. 190). Efectivamente, sombrío, muy sombrío.

De uno de los dramas humanos que acompañaron a este gran físico, el asesinato de su hijo Erwin, estas palabras nos sirven de ayuda: «Cuando Max Planck tuvo conocimiento del veredicto de su hijo [Erwin Planck, condenado a muerte por intento de asesinato del dictador, véase la fotografía de la p. 4], dirigió una carta a Adolf Hitler [también escribió a Heinrich Himmler]». La escribió con un respeto tranquilo y con la precisión de un cirujano, pero sabiendo expresar su conmoción. «Y el hombre de la física regateaba de este modo: si, como usted dice, soy un tesoro nacional, muestre misericordia. Retribuya el trabajo de toda una vida por la patria de un hombre de 87 años de edad perdonándole la vida a mi hijo». Hitler, que hacía muy poco había felicitado a Planck en su 85 aniversario, no mostró ninguna misericordia. Erwin fue ahorcado.

La biografía de Brown, además, no es solo una excelente aproximación a la vida y obra de Planck sino a muchos momentos de la vida y las aportaciones de un gran amigo suyo, Albert Einstein, con el que también tuvo puntos de desacuerdo y marcadas distancias políticas en muchos momentos. En unas palabras que le dedicó tras su fallecimiento, Einstein señaló: «Incluso en estos tiempos [1948], cuando las pasiones políticas y la fuerza bruta cuelgan como espadas sobre las angustiadas cabezas de los hombres, se ha mantenido en alto e intacto el criterio de la búsqueda de la verdad. Dicho ideal, el lazo que siempre ha unido a los científicos en todo tiempo y lugar, se realizó con singular plenitud en la persona de Max Planck». Este, por su parte, tras el experimento confirmador de la teoría de la relatividad general de Arthur Eddington de 1919, escribió a su amigo en los siguientes términos: «Querido colega, No sé cuándo tendré de nuevo la oportunidad de hablar tranquilamente contigo, pero lo que sí sé es que no puedo esperar más para decirte lo profunda y sinceramente satisfecho que he estado al enterarme de la noticia contenida en el telegrama de Lorentz. La unión intuitiva entre lo hermoso, lo verdadero y lo real ha demostrado una vez más su operatividad. Tú ya has dicho muchas veces que personalmente nunca has dudado del resultado, pero de todos modos creo que es muy beneficioso que ahora este hecho haya quedado indudablemente establecido por otros… Mientras, recibe los más cordiales saludos de tu devoto servidor». Otro comentario de Planck, Brown cierra el libro con ellas, escrito poco antes de la subida de Hitler al poder y del exilio de Einstein, corroboran esa filosofía de la ciencia (y del científico) de Planck: «Es precisamente este esfuerzo por seguir avanzando lo que nos aporta los frutos que no dejan de caer en nuestras manos, y que son la prueba inequívoca de que estamos en el buen camino y que estamos cada vez más cerca del final de nuestro viaje. Pero el verdadero final de viaje nunca será alcanzando, porque siempre es esa luz inalcanzable que brilla en la distancia. No es la posesión de la verdad, sino el éxito que espera a quien la busca lo que le enriquece y le aporta felicidad».

Conviene prestar también atención a la figura de Boltzman, «aunque no fueron en absoluto buenos amigos o colegas cercanos». También a la relación de Planck con Lisa Meitner.

Algunos comentarios político-históricos de Brown exigen mil matices. El de la página 246, por ejemplo, dedicado a las prácticas del Ejército Rojo durante la ocupación de Alemania.

El autor abre su libro con una dedicatoria: «Al escritor que me dijo: Cíñase a la física y escriba desde allí». Brown, afortunadamente para los lectores, no ha seguido el consejo al pie de la letra en este libro.

La traducción es Josep Sarret Grau, el director de la Biblioteca Buridán. Garantía total.

Fuente: El Viejo Topo, junio de 2021

 

 

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