La izquierda y el apoyo a la resistencia
Nadine Rosa-Rosso
Intervención en el Foro Internacional de Beirut por la Resistencia, el Anti-imperialismo, la solidaridad de los pueblos y las alternativas. 17 de enero de 2009-01-25
La cuestión clave de este Foro es la del apoyo a las resistencias al imperialismo en todo el mundo. Como militante comunista belga independiente, quisiera abordar aquí únicamente el problema de la izquierda europea sobre este punto.
Las manifestaciones masivas en las capitales y grandes ciudades europeas en apoyo al pueblo de Gaza vuelven a poner una vez más en evidencia el problema central: La inmensa mayoría de la izquierda, incluidos los comunistas, acepta el apoyo al pueblo de Gaza ante la agresión israelí, pero niega el apoyo a sus expresiones políticas como Hamás en Palestina o Hezbollah en el Líbano. No solamente la izquierda no las apoya, sino que las denuncia y las combate. Su apoyo al pueblo de Gaza se sitúa en el plano humanitario, no en el plano político.
En lo que concierne a Hamás y Hezbollah, la principal preocupación de la izquierda es el apoyo de las masas árabes a estas formaciones y no la intención deliberada y declarada abiertamente de Israel de aniquilarlas. En el plano político se puede decir sin exagerar que el deseo (más o menos explícitamente confesado) de la izquierda, se sitúa en la misma línea que la del gobierno israelí: liquidar el apoyo popular a Hamás y a Hezbollah. Esta cuestión se plantea no sólo para el Medio Oriente, también en el seno de las capitales europeas ya que la gran masa de manifestantes en Bruselas, Londres o París está constituida hoy por poblaciones procedentes de la inmigración magrebí.
Las reacciones de la izquierda ante estas manifestaciones son absolutamente sintomáticas. Les voy a citar algunas, pero podría citarles decenas. El sitio Res Publica, en Francia, titula así, después de la manifestación parisina del 3 de enero: “¡Rechazamos caer en la trampa de los islamistas de Hamás y de Hezbollah!”. “Algunos militantes de izquierda y de extrema izquierda (que se han movilizado muy débilmente) fueron literalmente ahogados entre una multitud cuyas opiniones están en las antípodas de eso que encarna el movimiento republicano francés y de lo que encarna la izquierda del siglo XXI. Más del 90% de los manifestantes defendieron una visión del mundo integrista, comunitarista, fundado sobre la guerra de las civilizaciones, anti-laico, anti-republicano, preconizando un relativismo cultural cuyas derivas nefastas todos conocemos, sobre todo en Inglaterra”.
Res Publica no es marxista ni comunista, pero en vano buscaremos en sitios marxistas una sola palabra positiva sobre Hamás. Encontramos sí, formulaciones como :” Se piense lo que se piense sobre Hamás, una cosa es indiscutible: la población palestina ha elegido democráticamente a Hamás para el gobierno de Gaza en unas elecciones desarrolladas bajo control internacional”. Y cuando se busca un poco más sobre “qué se puede pensar de Hamás”, nos encontramos tanto en el sitio del Partido Comunista Francés como en el del Partido del Trabajo de Bélgica un artículo titulado: “ Cómo Israel formó a Hamás”. En él vemos cómo Hamás fue apoyado por Israel, los EE. UU. y la Unión Europea, y punto. Subrayo que este artículo fue colgado el 2 de enero, una semana después de los intensivos bombardeos israelíes y la víspera de la ofensiva terrestre cuyo objetivo proclamado era la destrucción de Hamás.
Vuelvo a la cita de Res Publica porque resume muy bien la actitud general de la izquierda no sólo para con la resistencia palestina sino también hacia las masas árabes y musulmanas en Europa.
Lo más interesante de la cita está entre los paréntesis: la izquierda y la extrema izquierda (que se han movilizado muy débilmente). Podría esperarse, después de tal confesión, un balance mínimamente crítico de esta ausencia de movilización en plena carnicería del pueblo palestino.
Pues no, toda la carga se dirige contra la masa de manifestantes (90 %) a la que se reprocha “hacer la guerra de las civilizaciones”.
En todas la manifestaciones en las que participé en Bruselas pedía a los manifestantes que me tradujeran sus eslóganes en árabe a lo que ellos gustosamente accedían. Oí muchos de apoyo a la resistencia palestina y muchos de condena a los gobiernos árabes, en particular al del egipcio Mubarak, contra los crímenes de Israel, contra el ensordecedor silencio de la comunidad internacional o la complicidad de la Unión Europea. A mi modo de entender, consignas de orden político absolutamente apropiadas a la situación. Por supuesto que hay quien no oye más que “¡Allahu aqbar!” , y forman su opinión sobre esta única base.
El mismo hecho de que los eslóganes sean gritados en árabe basta para irritar a la derecha. Así el comité organizador de la manifestación del 11 de enero estaba preocupado por los idiomas que se utilizarían en ella. Pero ¿no se podría simplemente difundir la traducción de estos eslóganes? Sería el primer paso para la comprensión mutua. Cuando nos manifestábamos en 1973 contra el golpe de estado pro norteamericano de Pinochet en Chile, nadie se preocupó de decir a los manifestantes latinoamericanos “¡por favor, gritad en francés!”. Para este combate, todos habíamos aprendido los eslóganes en español sin que a nadie le extrañara.
El problema es, está efectivamente en el paréntesis: ¿por qué la izquierda y la extrema izquierda se movilizan tan escasamente? Para ser más claros, ¿la izquierda y la extrema izquierda son capaces de movilizarse ante estas cuestiones?
El problema ya era evidente cuando la invasión israelí del Líbano en 2006.
Quisiera citar aquí a un israelí antisionista, que ha encontrado refugio en Londres, el músico de jazz Gilad Atzmon, que ya seis meses antes de la invasión decía: “Desde hace ya bastante tiempo está muy claro que la ideología de izquierda se debate desesperadamente por encontrar su camino en medio de la batalla que está emergiendo entre el Occidente y el Medio Oriente. Los parámetros de eso que se ha convenido en llamar el “choque de civilizaciones” están tan claramente definidos que el militante de izquierda “razonable” y “ateo” se encuentra sin duda alguna condenado a verse más cerca de Donald Rumsfeld que de un religioso musulmán”.
Es difícil plantear el problema con mayor claridad.
Entre los parámetros, yo quisiera tratar brevemente de dos que paralizan literalmente a la izquierda en su apoyo a la resistencia palestina, libanesa y más generalmente a la árabe y/o musulmana: la religión y el terrorismo.
La izquierda y la religión
Aterrada por los sentimientos religiosos presentes en las masas populares procedentes de la inmigración, la izquierda, marxista o no, esgrime habitualmente la célebre frase de Marx: “La religión es el opio del pueblo”. Y piensa así tenerlo todo dicho. Hay que someter al pueblo a una cura seria de desintoxicación y esto antes que ninguna otra cosa. Me gustaría leeros la cita de Marx que lleva a esta conclusión, y si cito a Marx no es por esconderme detrás de una eminencia sino porque con ello espero hacer reflexionar al menos a aquellos que se reclaman de ella.
“La religión es la teoría general de este mundo, (…) su lógica bajo forma popular, su pundonor espiritualista del mundo, su entusiasmo, su sanción moral, su solemne comportamiento, su razón general de consuelo y justificación (…) La miseria religiosa, es, por una parte, la expresión de la miseria real y, por otra, la protesta contra ella. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de espíritu. Es el opio del pueblo.”
Yo he sido siempre atea y lo sigo siendo, pero no me extraña en absoluto el ascenso de los sentimientos religiosos en los pueblos. En el mundo de hoy, la mayoría de los políticos, incluidos de la izquierda, gusta de proclamar su impotencia: nada pueden contra la superioridad militar de los Estados Unidos; nada, o casi nada, contra la especulación financiera y la lógica del beneficio que arruinan, causan hambre y matan a millones de seres humanos en este planeta. Todo ello es “la mano invisible del mercado”. ¿Y qué diferencia hay entre una “mano invisible” y la “intervención divina”? La única diferencia es que la teoría de la “mano invisible” desarma totalmente a las masas de su sed de justicia social y económica y que la “intervención divina” parece a menudo que les ayuda a aguantar y resistir. Nos guste o no nos guste, no es escupiendo sobre millones de seres humanos como nos vamos a aproximar a ellos.
La izquierda hace exactamente lo mismo que le reprocha a los islamistas: no analiza la situación más que en términos religiosos. Se niega a entender el discurso religioso como una “protesta contra la miseria”. Y hoy podíamos añadir, contra el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo. Y mediante este rechazo, se aparta de una inmensidad de masas populares. No puedo decirlo mejor que lo dice Gilad Atzmon: “Mejor que imponer nuestras creencias a los otros, haríamos bien en aprender a comprender en qué creen lo otros”. Porque si continuamos negándonos a aprender a comprender , pasaremos el resto de nuestra vida lamentándonos de los sentimientos religiosos de las masas en vez de juntarnos con ellas en su combate por la paz, la independencia y la justicia social y económica.
A propósito de la religión, es importante añadir que la suerte reservada a la religión musulmana es muy diferente a la reservada , incluso por la izquierda, a la religión cristiana. Nunca he percibido reticencia alguna de la izquierda a solidarizarse con los obispos latinoamericanos partidarios de la teología de la liberación en lucha contra el imperialismo yanqui en los años 70, ni con el catolicismo declarado de la resistencia irlandesa contra el imperialismo británico. Nunca he oído a la izquierda criticar a Martín Luter King por sus referencias al evangelio que fueron una palanca imponente de movilización para la masa de los trabajadores negros americanos, privados de todos los derechos políticos, económicos y sociales en los USA de los años 60. La diferencia de trato, la desconfianza sistemática hacia los musulmanes, todos sospechosos, sin distinción, de querer imponernos la Sharía, no puede explicarse sino por la huella indeleble del colonialismo sobre nuestras conciencias. No olvidemos que comunistas, como los del Partido Comunista Belga, llegaron a ponderar los méritos de la colonización, propalada con todo entusiasmo por los misioneros cristianos.
Así en 1948, al final de una resistencia heroica de los partidos comunistas contra la ocupación nazi, se podía leer en el “programa del Partido Comunista de Bélgica para el Congo:
a) Creación de una sola entidad económica Bélgica-Congo;
b) Desarrollo de intercambios con la colonia y valorización de sus riquezas nacionales;
c)Nacionalización de las riquezas y de las empresas monopolizadas en el Congo;
d) Desarrollo del colonato blanco, del campesinado y el artesanado negro;
Extensión progresiva a las poblaciones negras de los derechos y libertades democráticas.”
Es este modelo de educación política de los trabajadores el que ha llevado a la ausencia casi total de reacción de estos mismos trabajadores ante el asesinato de Patrice Lumumba y de Pierre Mulele, así como el de decenas de otros dirigentes y militantes africanos anti-imperialistas. Porque “nuestra” civilización cristiana es de todos modos algo civilizado, ¿no? Y no podemos extender los derechos y libertades democráticas a las masas del Tercer Mundo más que “progresivamente”, ya que ellas son demasiado bárbaras para hacer buen uso de las mismas.
Es exactamente el mismo tipo de razonamiento político colonial el que hace que hoy la izquierda se muerda la lengua por haber sostenido las elecciones democráticas en Palestina. Es una pena, habría que haber sido más “progresivos” ya que la mayoría votó a Hamás. Peor aun, la izquierda reprocha a Occidente haber “forzado la mano a la OLP para que organizara elecciones legislativa cuando todo indicaba que Hamás las iba a ganar”. Esto es lo que se puede leer hoy en los sitios del Partido Comunista Francés y del Partido del Trabajo de Bélgica.
Si se dejara de apuntar a las convicciones religiosas, se podría tal vez “aprender a comprender” por qué las masas árabes y musulmanas que hoy se manifiestan por Palestina gritan “¡cero!” a un dirigente árabe y musulmán como Mubarak y aclaman el nombre de Chávez, un dirigente latinoamericano y cristiano. ¿Acaso no expresan así claramente las masas que su clave de lectura no es en primer lugar la religión sino más bien la postura con respecto al imperialismo y el sionismo?
Y si la izquierda plantease el problema radicalmente en estos términos ¿no podría volver a encontrar un poquito del sostén popular que ha hecho su fuerza?
La guerra y el terrorismo
La segunda causa importante de parálisis de la izquierda en el combate anti-imperialista es la obsesión de ser asimilada al terrorismo.
El presidente de la Cámara de Representantes alemana, Walter Momper, la jefe de los Verdes, Franziska Eichtäd-Bohlig, un jefe del Linke Klaus Lederer y algunos más, se manifestaron en Berlín en apoyo a Israel bajo el eslogan “¡Alto al terror de Hamás!”. Tenemos que saber que la formación de izquierda alemana Die Linke está considerada por muchos en Europa como una alternativa creíble y nueva por la izquierda.
Toda la historia de la colonización y de la descolonización es una historia de tierras robadas por la fuerza militar y reconquistadas por la fuerza. Desde Argelia a Vietnam, desde Cuba a Sudáfrica, desde el Congo a Palestina, ninguna potencia colonizadora ha renunciado por la negociación y el diálogo político a su dominación. Este es el sentido que Gilad Atzmon acaba de dar la semana pasada a los tiros de cohetes de Hamás: “ Esta semana hemos conocido un poco más sobre el arsenal balístico de Hamás. Es evidente que Hamás ha dado muestras de una cierta contención con Israel desde hace tiempo. Hamás se ha retenido de extender el conflicto al conjunto del sur de Israel. Me vino al espíritu que las andanadas de cohetes que cayeron esporádicamente sobre Sderot y Ashkelon no eran otra cosa que un mensaje de los palestinos prisioneros. Era en principio un mensaje a la tierra, a los campos, a los huertos robados: ‘Nuestra tierra adorada, no te hemos olvidado, todavía combatimos por ti, volveremos cuanto antes, reemprenderemos allí mismo donde fuimos detenidos’”. Esto que un judío nacido en suelo de Israel puede comprender, es incomprendido y en todo caso indefendible para la izquierda europea: la necesidad y el derecho de los pueblos a retomar por la fuerza lo que les ha sido robado por la fuerza.
Porque desde el 11 de septiembre 2001, todo empleo de la fuerza en la lucha anticolonial y anti-imperialista está catalogado en la categoría “terrorismo”; y no hay discusión posible.
Sin embargo hay que recordar que Hamás fue puesto por EE. UU. en la lista de organizaciones terroristas mucho antes del 11 de septiembre, en 1995. Fue en 1995 cuando EE.UU. elaboró la “Specially designated terrorit List (STD)” en la que se encontraban prácticamente todos los movimientos, partidos y organizaciones del tercer mundo que recurrían a la lucha armada contra el imperialismo. Pero fue sobre todo después del 11 de septiembre, con el lanzamiento de la “global war on terror (GWAT)”, la guerra global contra el terrorismo, de la administración Bush, cuando comenzó la capitulación de una gran parte de la izquierda. El miedo de ser clasificado entre los terroristas o entre los partidarios del terrorismo no es solamente político o ideológico, es también práctico. La directiva de la Unión Europea para la lucha contra las organizaciones terroristas ha sido traducida a la mayoría de las legislaciones nacionales mediante un “corta y pega” que permite a los tribunales perseguir a muchos militantes sospechosos de defender el terrorismo. En Londres, militantes que vendían folletos que incluían un análisis marxista sobre Hamás, fueron detenidos y sus folletos confiscados. Dicho de otra manera, informarse o informar a otros sobre el programa político y las actuaciones de Hamás (o lo que es lo mismo, de Hezbollah), se convierte en un acto ilegal.
Así pues, se insta a todo el mundo, para vivir en paz, como mínimo tomar distancias y, si es posible, condenar sin reservas estas formaciones políticas. En estas condiciones se ve mal cómo podría llevarse a cabo de manera efectiva la lucha política de la izquierda y estas corrientes.
Así pues yo tengo una propuesta muy concreta: debemos hacer un llamamiento para que se retire a Hamás de la lista de organizaciones terroristas. Debemos oponernos a las tentativas europeas actuales de meter en ella igualmente a Hezbollah. Es lo menos que podemos hacer si pretendemos apoyar la resistencia palestina, libanesa y árabe. Es la condición democrática mínima para que un apoyo a la resistencia sea posible y que una confrontación de diferentes corrientes políticas en el seno de la resistencia al imperialismo sea posible. Es la condición política indispensable para que la izquierda tenga alguna posibilidad de hacerse oír por las masas en lucha contra el imperialismo.
Soy perfectamente consciente de que mis convicciones políticas son minoritarias en la izquierda y en particular entre los comunistas europeos. Esto me preocupa profundamente, no por mi propia suerte, yo no soy más que una militante entre otras, sino por el futuro del ideal comunista y la supresión de la explotación del hombre por el hombre, y por ende, ineluctablemente, por la abolición de la opresión imperialista, colonial y neocolonial.