Economía ecológica: Reflexiones y perspectivas
Salvador López Arnal
¡Pequeño gran libro!
Santiago Alvárez Cantalapiedra y Óscar Carpintero (eds), Economía ecológica: Reflexiones y perspectivas. Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2009, 215 páginas.
El Viejo Topo, mayo de 2009
Recuerda Joaquim Sempere en la introducción de Mejor con menos (Crítica, Barcelona, 2009, pp. 24-25) que la economía neoclásica, en un alarde de trasnochado, criticado, superado y, a un tiempo, malentendido neopositivismo, sostiene que necesidad es un concepto metafísico, dado que no responde a ninguna realidad empíricamente observable. Sólo se pueden observar las preferencias que se manifiestan, claramente, como demandas en el mercado. Esta cosmovisión cegada y cegadora, defendida por poner un ejemplo ampliamente conocido por el Nóbel consejero de Pinochet Milton Friedman y sus (numerosos y entusiastas) discípulos, sostiene que la ciencia económica no debe atender a un concepto tan borroso como el de necesidades sino al de preferencias y a sus demandas efectivas. Consecuencia, denuncia Sempere: expulsa del universo del discurso de la economía realidades que no sólo son innegables, sino que constituyen tragedias humanas que no debería ignorar de ningún modo una disciplina que pretende ser ciencia de los asuntos económicos, una teoría que sea digna de ese nombre. El hambriento, recuerda el filósofo y sociólogo barcelonés, que no tiene dinero para comprar alimento no presenta su demanda al mercado y no obstante, como es obvio, tiene una necesidad imperiosa y claramente observable.
Pues bien, el enfoque de todos los trabajos recogidos en Economía ecológica: Reflexiones y perspectivas, en este pequeño gran libro que comentemos, reside en un ámbito muy alejado, distante de toda reducción de la ciencia económica a modelos matemáticos sofisticados, por lo demás imprescindibles, a metodologías y perspectivas superadas y a cosmovisiones antropológicas anclada en el homo economicus maximizador de beneficios generalmente insustantivos. Como señala Jordi Roca Jusmet en su conferencia, una de las limitaciones más importantes de la perspectiva neoclásica, y del rango de políticas que plantea, es su negativa a indagar sobre el origen y la dinámica de esas preferencias. ¿Por qué? Por una mezcla, apunta Roca Jusmet, de desinterés metodológicamente inadmisible por otras disciplinas “y de una injustificada posición normativa: se considera que las preferencias individuales –en la práctica ponderadas según el nivel de renta y expresadas poniendo precio a todo- deben respetarse tal como son actualmente” (p. 131). Ni el desinterés por otras disciplinas anexas (termodinámica, ecología) ni la naturalización (interesada) de las preferencias artificialmente construidas están presentes en el enfoque de los trabajos recogidos en este volumen cuyo origen es el siguiente:
El 11 y 12 de febrero de 2008 el Círculo de Bellas Artes (CBA) de Madrid, asociación que recuerda por sus ideas y actividades, no forzosamente por su enfoque, célebres círculos como el de Viena o Berlín, acogió simultáneamente una doble cita: la del III Encuentro de la Red de Economía Ecológica en España y el dedicado al seminario “Necesidades, economía alternativa y autocontención”, este último encuentro organizado conjuntamente por el CIP-Ecosocial, el CSIC e ISTAS de CC.OO. De hecho, la coincidencia de conferenciantes en ambas citas, permitió organizar una sesión conjunta en la que se impartieron tres conferencias –Aguilera Klink, Roberto Bermejo y Jordi Roca- y una mesa redonda. El volumen comentado recoge estas tres conferencias, más una magnífica introducción de Oscar Carpintero y un epílogo de Jorge Riechmann.
Óscar Carpintero abre su introducción dado cuenta crítica del enfoque económico convencional y resumiendo las características básicas de un enfoque alternativo, el de la economía ecológica, que parte de un supuesto abiertamente opuesto al del enfoque convencional: el sistema económico constituye un subsistema dentro del sistema más amplio de la biosfera y no es el caso, como sostiene el enfoque criticado, que los ecosistemas se conviertan en subsistemas dentro de un sistema más amplio que sería el económico. La dinámica de los sistemas económicos está restringida y debería ser compatible, debe ser compatible de hecho y de forma cada vez más urgente, con las leyes que gobiernan nuestra biosfera, legalidades estudiadas por disciplinas como la termodinámica y la ecología.
Federico Aguilera Klink muestra en su aportación cómo aplicar un enfoque crítico y global a la gestión de los recursos naturales y al deterioro ecológico. Su tesis puede ser resumida así: el deterioro ambiental es también consecuencia directa de la bajísima calidad de la democracia que se practica en los países occidentales. Cuando el debate público argumentado es casi nulo, cuando la participación ciudadana es baja o muy baja, cuando la aplicación de las leyes ambientales es más ceremonial que otra cosa, estamos inmersos en un escenario de decisiones autoritarias y “poco ambientalistas”, eso sí cubiertas (o encubiertas) de abrigos falsamente democráticos. Mejorar la calidad de la democracia es, pues, también un requisito para ampliar la base de los grupos sociales que apuesten por nuevas formas de vida.
Jordi Roca Jusmet dedica su texto a reflexionar en torno a los instrumentos de política ambiental desde una perspectiva de economía ecológica. Señalando las limitaciones del enfoque neoclásico que apuesta, básicamente, por “internalizar las externalidades” definiendo claramente los derechos de propiedad en la esfera ambiental y mercantil, o través de una política pública basada en alcanzar supuestos niveles y precios óptimos de contaminación, el comentario final que acompaña su conferencia (p.162) resume el cuerpo central de su posición: la economía neoclásica ha idealizado, hasta el desenfoque, el papel del cálculo económico y también de los incentivos económicos en el diseño de la política ambiental. Roca Jusmet, en su trabajo, y también las otras contribuciones, argumenta que la crítica de este enfoque permite el rechazo del ideal de nivel de protección óptimo sin que en el conjunto de instrumentos de política ambiental queda descartar en absoluto el uso de incentivos económicos.
Ricardo Bermejo, el tercer participante, escribe en torno a “La política de transporte española”. Lo que aparentemente podría ser una aportación muy técnica, de escaso interés para la ciudadanía no puesta en materia, se transforma gracias a su excelente hacer en un texto magnífico, deslumbrante, magníficamente escrito, que interesa al lector desde la primera de sus líneas. Por si fuera poco, Bermejo rompe, con datos y argumentos, varios de los mitos que suelen airearse sobre la economía española. Por ejemplo, el escaso desarrollo del AVE o similares y el déficit en infraestructuras. La economía española, apunta Bermejo, se encuentra en la cabeza europea en pocos ámbitos. Sí lo está, en cambio, en la extensión de autovías y autopistas así como en la red ferroviaria de Alta Velocidad (España, de hecho, es el segundo país del mundo tras Japón en kilómetros de alta velocidad). El Reino de España, en cambio, recuerda Bermejo, tiene un porcentaje de gasto social que oscila en torno al 20% del PIB mientras que en el conjunto de la UE25 sobrepasa el 27,3% (Suecia alcanza casi el 33%).
Jorge Riechmann cierra el volumen con una aportación en la línea de su último ensayo sobre La habitación de Pascal: ¿qué tipo de racionalidad debe guiar el comportamiento de la especie humana en un contexto de crisis socioecológica, una racionalidad vinculada con las características biofísicas reales de nuestro mundo y más realista, por tanto, que las abstractas y sesgadas idealizaciones de la economía neoclásica? Una racionalidad no maximizadora es su respuesta, una racionalidad acotada, prudente y autolimitada que debe operar en sistemas complejos y adaptativos como son las sociedades humanas y los ecosistemas. Autocontención, quiere decir para Riechmann, “autoorganización de personas, grupos sociales, estados y “comunidad internacional” para vivir bien sin sobrepasar los límites biosféricos (las capacidades regenerativas de la Tierra). Sostenibilidad es esencialmente suficiencia y autocontención” (p. 206).
Aguilera Klink abre su contribución con una cita de Una sociedad a la deriva de Cornelius Castoriadis: “Para participar, la gente debe tener la certeza, verificada constantemente, de que entre su participación y su abstención hay una diferencia. Y eso sólo es posible si se trata de participar en la toma de decisiones efectivas, que afectan a sus vidas”. De ello se habla, de eso se trata: de participar activamente en decisiones que afectan –y cómo- a nuestras vidas. Los trabajos recogidos en este excelente ensayo ayudan a que esa participación pueda llenarse de buenos argumentos e informaciones contrastadas, requisitos que necesariamente deben acompañar a las finalidades buscadas y ansiadas.