Socialdemocracia e izquierda alternativa en Europa
Jesús Sánchez Rodríguez
Los datos sobre una posible fase de declive socialdemócrata en Europa, a la vista del resultado en las elecciones europeas de junio de 2009, muestran en realidad una situación contradictoria donde la suerte de estas formaciones tiene mucho que ver con las situaciones de sus respectivos países. Hemos asistido en los primeros días del otoño de 2009 a tres elecciones con resultados diferentes, en Alemania se ha producido una fuerte caída de los socialdemócratas del SPD, en Portugal el descenso ha sido más suave, y en Grecia, por el contrario, el Pasok ha obtenido una indiscutible victoria, recuperando el gobierno después de 5 años de dominio de la derecha.
En otros países importantes de Europa donde no se han celebrado elecciones nacionales después de junio la situación tampoco es homologable entre estos partidos. Si de un lado tenemos que la situación del laborismo inglés es agonizante y que el PS francés tampoco encuentra una salida a su grave crisis interna; por el contrario, el gobierno socialista español parece no desgastarse excesivamente, por el momento, a pesar de las especiales dificultades provocadas por la la crisis y sus graves consecuencias sociales en España.
Pero hay un segundo aspecto a considerar en estos tres países que han celebrado elecciones justo un año después del desencadenamiento de la crisis más graves del capitalismo después de la Gran Depresión de los años 30. Este aspecto es el crecimiento electoral de algunas de las fuerzas a la izquierda de la socialdemocracia. En el caso de Portugal este auge lo experimenta el Bloque de Izquierda formado hace una década por trotskistas y grupos a la izquierda del PC, desde entonces su crecimiento ha sido continuo, del 2,44% y dos representantes en 1999 pasó a un 6,35% y 8 representantes en 2005 y ahora a 10,1% y 16 representantes. Frente a esta trayectoria ascendente, el PCP se mantiene estancado, 8,1% actual frente a 7,54% en 2005 y 15 representantes.
En Alemania es el partido La Izquierda el que ha mejorado sensiblemente sus resultados electorales alcanzando el 11,9% de votos y 76 representantes, cuando en 2005 obtuvo un 8,7% y 54 representantes, y en 2002 su antecesor, el PDS, se situó en el 4% y se quedó sin derecho a tener representantes. Los Verdes alemanes también han crecido del 8,6 % en 2002, y el 8,1% en 2005, al 10,7% actual, pero difícilmente se puede situar a este partido a la izquierda de la socialdemocracia o verle actualmente como portador de un proyecto alternativo al capitalismo.
El ejemplo de estos dos países, junto a Francia, donde también las dos formaciones a la izquierda del PS, el Frente de Izquierdas, levantado alrededor del PCF, y el Nuevo Partido Anticapitalista, obtuvieron un importante resultado en las europeas de junio, conforman un modelo de comportamiento de la izquierda diferenciable de otras partes de Europa, como España o Italia, donde las alternativas a la izquierda de la socialdemocracia se encuentran en franco declive.
Sin embargo, en Grecia, las fuerzas izquierdistas han sufrido un pequeño retroceso en estas últimas elecciones, en el caso de los comunistas (KKE) del 8,2% y 22 escaños del 2007 al 7,54% y 21 escaños actuales; y también la coalición de izquierda radical del 5% al 4,6%, que pierde otro escaño y se queda en 13.
Más que preguntarse sobre la posibilidad de que dicho modelo sea contagioso o no a otros países de la Unión Europea, la pregunta pertinente es sobre la posibilidad de consolidación de este modelo, sobre sus posibles líneas de desarrollo.
Porque el fenómeno no es nuevo. Se pueden recordar experiencias similares en España con Izquierda Unida, en Italia con Refundación Comunista o, con los propios Verdes alemanes.
Cada uno de estos países mencionados tiene un desarrollo peculiar y característico, tanto político como de la propia izquierda, que no les hace automáticamente asimilables. Sin embargo, es posible establecer algunas generalidades que sirvan de orientación.
En principio es posible diferenciar dos tipos de formaciones diferentes. En primer lugar se encuentran las articuladas en torno a antiguos partidos comunistas, en otros tiempos más o menos importantes, como es el caso de Portugal (CDU), España(IU), Francia (BG) e Italia (RC). Luego se puede hablar de otro tipo de agrupaciones, bien en torno a antiguos núcleos trotskistas y de la izquierda radical, como en Francia (NPA) o Portugal (BE), bien más peculiares como La Izquierda en Alemania (aunque su núcleo importante proviene del antiguo partido comunista de Alemania oriental). Los partidos verdes es otra variedad de difícil encaje, que bien en algunos casos se mantienen autónomos como en Alemania o Francia o, en otros casos, forman coaliciones con los comunistas como en Portugal (CDU), o Francia (FG).
En segundo lugar, suele existir una estrecha correlación inversa entre los resultados de estas coaliciones de izquierda y la de los partidos socialdemócratas. Cuando los resultados de estos últimos descienden como consecuencia de crisis internas o por comportamientos muy escorados a la derecha – como es el caso de Francia, Portugal y Alemania actualmente, o de España en la década de 1986-96 – entonces las formaciones a su izquierda experimentan una mejora de sus resultados electorales. El caso de los resultados de la elecciones de Grecia muestra también la vigencia de esta regla. No se trata, por supuesto, de una consecuencia automática. Se necesita que existan organizaciones implantadas, capacidad de construir alianzas y de llegar con el programa y el discurso al electorado, nada evidente por sí mismo como demuestra el contraejemplo inglés.
En tercer lugar, y con ello nos acercamos al objetivo de este artículo, todas estas organizaciones se enfrentan tarde o temprano al mismo dilema, que surge a partir del momento en que alcanzan un cierto peso en la vida política del país. El dilema se podría resumir entre la opción por jugar una función que podríamos denominar tribunicia[1], consistente en mantenerse al margen de coaliciones que las permitan acceder a responsabilidades de gobierno a distinto nivel (municipal, regional o nacional) y jugar un papel de denuncia (dentro y fuera de las instituciones) y movilización; o, por el contrario, optar por establecer alianzas que las permitan acceder a esas responsabilidades.
Como ejemplos recientes[2] de esta segunda opción podemos indicar el de Refundación Comunista en Italia, el de IU en España o el de Los Verdes en Alemania. En el primer caso podemos encuadrar a las formaciones más recientes como el BE y el NPA. En el caso de La Izquierda en Alemania su aislamiento no es tanto fruto de una decisión propia como de la negativa del resto de las formaciones políticas a establecer alianzas con dicho partido, aunque parece que esta situación pudiera cambiar tras los últimos resultados en Alemania y la reconsideración del veto por parte de los socialdemócrata.
¿Cuál ha sido el resultado de las experiencias en las que diferentes tipos de alianzas ha permitido a alguna de estas formaciones alcanzar responsabilidades en distintos niveles del gobierno?
En primer lugar tenemos el caso de IU en España. Su política de alianzas nunca la ha permitido alcanzar responsabilidades al nivel del gobierno español, pero sí, en distintos momentos, en gobiernos regionales (Euzkadi, Cataluña, Asturias) o municipales. Este comportamiento no ha impedido que su importancia electoral fuese declinante desde hace más de una década, y las tensiones internas, las expulsiones y los abandonos la han acompañado prácticamente a lo largo de su existencia.
También RC en Italia siguió una política de alianzas que la permitió ciertas responsabilidades a diferentes niveles del Estado. Entre 1996-8 formó parte de la coalición El Olivo y apoyó a los gobiernos de centro-izquierda hasta que la retirada de su apoyo provocó la caída de este gobierno; repitiendo la experiencia en 2006, cuando su secretario general llegó a ocupar el cargo de Presidente de la Cámara de Diputados. Como en el caso de IU, también sufrió escisiones (el Partido de los Comunistas Italianos) y una pérdida de influencia electoral y política que les llevó, en 2008, a perder la presencia parlamentaria, al no alcanzar el porcentaje mínimo exigido en Italia.
Los Verdes en Alemania muestra otra cara de la política de alianzas de un partido pequeño que le posibilita acceder a responsabilidades estatales. Desde su inicial 3,7% de votos alcanzados en 1979, este partido fue haciéndose un hueco importante en la política alemana. Su política de alianzas con la socialdemocracia solo se estableció cuando la línea de los “realos” se impuso a la de los “fundis”, y, ya en 1985 la coalición rojiverde alcanzó el gobierno de Hesse, al que siguieron en años sucesivos otros, hasta que en 1998 la coalición rojiverde alcanzó el gobierno alemán que mantuvo hasta 2005. Los posteriores descalabros electorales de los socialdemócratas impidió que esta coalición consiguiese gobernar de nuevo. Al contrario que en los dos ejemplos anteriores, el apoyo electoral a Los Verdes no sufrió un desgaste, sino todo lo contrario, pero su deriva a la derecha fue cada vez más acusada como muestra que en 2008 formasen gobierno en Hamburgo con la CDU.
De este apretado recorrido parece desprenderse o bien una situación perversa inevitable o bien la ausencia de estrategias políticas correctas. Si estas formaciones pretenden alcanzar responsabilidades a nivel municipal, regional o nacional su única posibilidad de alianza práctica son los partidos socialdemócratas o progresistas (con la excepción de algunos casos municipales o regionales), pero, en general, dicha alianza, cuando se ha alcanzado (porque estos grandes partidos son renuentes a aliarse con formaciones a su izquierda) ha funcionado como el abrazo del oso, y en la práctica terminó debilitando a las formaciones izquierdistas[3]. La explicación a la excepción de Los Verdes alemanes puede encontrarse en la deriva a la derecha de este partido.
Pero jugar el papel de tribuno de la plebe, para hacer de continuo denunciante y/o fuerza de movilización extraparlamentaria tampoco asegura ningún futuro, porque no conseguirá mantener el apoyo de minorías amplias que comprueben que sistemáticamente su voto es un voto perdido.
Si no es una situación inevitablemente perversa, entonces la estrategia adecuada debe encontrarse en una difícil combinación de papeles por estas formaciones izquierdistas, de agencias movilizadoras, de apoyos puntuales a gobiernos socialdemócratas sobre medidas que se acerquen a sus propias posiciones, o de acceso a responsabilidades de poder cuando las condiciones sean realmente favorables para ello. Una estrategia de este tipo requiere de un análisis claro de la situación histórica y de las posibilidades que ofrece, de un cuerpo de doctrina asentado que evite los bandazos posibilistas y la pérdida de horizonte y de una acción pedagógica inmensa entre sus militantes y votantes para hacerles comprender el porque de cada opción y hacia donde se va, manteniendo encendida la esperanza de que aunque el camino sea muy largo no se han extraviado.
Pero aún así no habremos alcanzado a responder a la pregunta clave, ¿cómo alcanzar el objetivo que justifica la existencia de estas formaciones?, el socialismo. Porque sin ese horizonte, sin un análisis orientado hacia él, sin una estrategia concebida para alcanzarlo, la deriva socialdemocrática o la marginación son las opciones más seguras.
Dar por descontado que las nuevas formaciones que despuntan en Portugal, Alemania o Francia a la izquierda de la socialdemocracia tienen resueltos estos problemas es pecar de ingenuo a la vista de algunas de las experiencias históricas que hemos evocado anteriormente.
(*) Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/
[1] Así definen el papel del PCF en 1936, como portavoz político de una amplia fracción del mundo obrero, Marc Lazard y Stéphane Courtois en su obra Histoire du Partit Comuniste Français (pág. 145). Marc Lazard de nuevo vuelve a discutir este papel del PCF en los años 90 en su obra Maisons Rouges (pág. 285)
[2] Se podría estudiar también este dilema, en coyunturas anteriores y diferentes de la actual, con los casos del PCF y PCI en sus momentos de mayor influencia después de la segunda guerra mundial.
[3] Otra experiencia interesante de estudiar es la de la Unión de Izquierdas de primcipios de los años 70 entre el PCF y los socialistas franceses.