Un clásico del marxismo hispánico en la colección Pensamiento Crítico
Salvador López Arnal
Manuel Sacristán Luzón falleció en agosto de 1985. Unos dos años más tarde, su amigo y discípulo Juan-Ramón Capella editaba Pacifismo, ecologismo y política alternativa (PEYPA) en Icaria, la misma editorial que había publicado entre 1983 y 1985 los cuatro primeros volúmenes de “Panfletos y Materiales”, nombre elegido por el propio Sacristán: Sobre Marx y marxismo, Papeles de filosofía, Intervenciones políticas y Lecturas.
El editor abría el volumen con una nota fechada en diciembre de 1986 en la que apuntaba:
Este volumen reúne escritos de Manuel Sacristán Luzón realizados entre 1979 y su muerte de 1985. Se refieren a la temática que más le preocupó en los últimos años de su vida: la constituida por los problemas de la crisis de civilización, las amenazas sociales y políticas para a supervivencia de la especie y la crisis del movimiento emancipatorio contemporáneo. Su conjunto puede ser representativo del intento de Manuel Sacristán de ensanchar la base de conocimiento y la perspectiva de una voluntad ética-política emancipatoria renovada.
En efecto. Aparte de temáticas lógicas y epistemológicas, en las que Sacristán también fue un autor decisivo; aparte de asuntos de traducción, faceta decisiva en el conjunto de su obra (unas 29.000 páginas fueron traducidas por él a lo largo de los años); aparte de sus interesantes y reconocidos trabajos de crítica literaria y teatral; aparte de sus decisivos artículos en asuntos filosóficos más o menos tradicionales, PEYPA recoge casi todas las temáticas centrales de Sacristán y, muy especialmente, trabajos centrados en lo que fue una de sus máximas aspiraciones en sus últimos años, la renovación y ampliación del ideario emancipador, el arrojar nueva luz a las finalidades esenciales de la tradición marxista revolucionaria.
Aún a riesgo de dejarme cosas esenciales en el tintero apunto algunas notas sobre su contenido.
Está en PEYPA, desde luego, su admiración y lectura de Gramsci. Es el último artículo del volumen, mejor cierre imposible. Se trata de la presentación que escribió en mayo de 1985 para la traducción castellana de Miguel Candel, otro de sus grandes discípulos, del undécimo cuaderno de la cárcel. Este paso es una muestra:
El realismo permitió a Lukács construir y construir, durante muchos años, donde otros, menos dispuestos a someterse al principio de realidad, tal vez habrían abandonado. Lo inquietante, como suele pasar con los cachazudos cultivadores de la weberiana “ética de la responsabilidad”, es que uno tiene a veces la sensación de que tantas construcciones pesen ya demasiado sobre la Tierra y sobre los que la habitamos.
Están en PEYPA dos de las más completas entrevistas que se le hicieron nunca, ambas en 1983, durante su estancia en la UNAM mexicana. La primera fue publicada en Naturaleza, una revista de divulgación científica. La claridad de su posición en asuntos de política de la ciencia y de la tecnología queda reflejada en este paso de la conversación:
No hay antagonismo entre tecnología (en el sentido de técnicas de base científico-teórica) y ecologismo, sino entre tecnologías destructoras de las condiciones de vida de nuestra especie y tecnologías favorables a largo plazo a ésta. Creo que así hay que plantear las cosas, no con una mala mística de la naturaleza. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que nosotros vivimos quizá gracias a que en un remoto pasado ciertos organismos que respiraban en una atmósfera cargada de CO2 polucionaron su ambiente con oxígeno. No se trata de adorar ignorantemente una naturaleza supuestamente inmutable y pura, buena en sí, sino de evitar que se vuelva invivible para nuestra especie. Ya como está es bastante dura. Y tampoco hay que olvidar que un cambio radical de tecnología es un cambio de modo de producción y, por lo tanto, de consumo, es decir, una revolución; y que por primera vez en la historia que conocemos hay que promover ese cambio tecnológico revolucionario consciente e intencionadamente.
La segunda, la entrevista que Gabriel Vargas y compañeros suyos le hicieron para Dialéctica, es un forma inmejorable de acercarse a su biografía, a sus posiciones político-filosóficas nucleares y a su consideración del marxismo. Un botón como muestra:
El estilo dialéctico consiste principalmente en proponerse un objetivo de conocimiento que estaba formalmente excluido por la filosofía de la ciencia desde Aristóteles, según el principio, explícito en unas épocas y tácito en otras, de que ”no hay ciencia de las cosas particulares”, de lo concreto. Tanto Hegel a su manera como Marx a la suya tienen, por el contrario, un programa de investigación que busca el conocimiento de algo particular o concreto: en el caso de Hegel, el discutible concreto que es el Todo; en el caso de Marx, la sociedad capitalista existente (…) pero, a pesar de ello (a pesar de los elementos de abstracción presentes en El Capital), lo construido en El Capital… tiene una concreción desconocida en el ideal tradicional de ciencia, tan eficaz en las ciencias de la naturaleza.
Está igualmente uno de sus grandes trabajos, junto con “El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia” y “Karl Marx como sociólogo de la ciencia”, de filología marxista sustantiva, no meramente de lucimiento académico : “Algunos atisbos político-ecológicos de Marx”. La siguiente es una de sus tesis centrales; el texto es algo extenso pero merece la pena:
Puede verse en PEYPA igualmente uno de sus artículos-grandes, fechado en 1983, el año del primer centenario del fallecimiento de Marx, esos trabajos que crecen y crecen con el tiempo: “¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI?”. Las siguientes son las palabras con las que cerraba su artículo:
El asunto real que anda por detrás de tanta lectura es la cuestión política de si la naturaleza del socialismo es hacer lo mismo que el capitalismo, aunque mejor, o consiste en vivir otra cosa.
Hay también un conjunto de artículos que tienen que ver con su preocupación antimilitarista, uno de los movimientos sociales que más cuidó y en el más se implicó activamente: “Trompetas y tambores”, “La salvación del alma y la lógica”, “El peligro de una guerra con armas nucleares”, “Contra la tercera guerra mundial”, “A propósito del peligro de guerra”, “El fundamentalismo y los movimientos por la paz”,… y el lúcido e inolvidable “La OTAN hacia dentro” son ejemplos de ello. Un paso de este último:
[…] un dato que el gobierno [PSOE] y sus aliados en este punto, hasta la extrema derecha, tienen que eliminar: la mayoría de los españoles es contraria a la permanencia de España en la OTAN, y el gobierno está comprometido a celebrar un referéndum sobre la cuestión. Para mantener, en esas circunstancias, la permanencia en la Alianza, no hay más que dos caminos: o un acto despótico claro, o la violentación de unos cuantos millones de conciencias por procedimientos tortuosos por “lavado de cerebro”. Es muy posible que la primera solución -la que adoptarían con gusto los franquistas- fuera menos corrosiva de la sustancia ético-política del país que la segunda. Pero ésta es seguramente la que los sedicentes socialistas tienen más a mano. Con ella el gobierno empezará -si no ha empezado ya- a desintegrar moralmente a los militantes de su propio partido (ya más predispuestos que otros de la izquierda al indiferentismo, por su costumbre de estar en una misma organización con gentes de concepciones muy distintas y hasta opuestas), y de ahí la gangrena se extendería, a través de la potente estela de arribistas que arrastra el PSOE, hasta sectores populares extensos. Hacia dentro es la OTAN para España tan terrible como hacia fuera y más corruptora.
PEYPA incluye también un conjunto de trabajos que tiene el ecologismo como punto esencial. Desde su comunicación de 1979 a las jornadas de ecología y política celebradas en Murcia hasta “La polémica sobre el crecimiento tiene dos caras”, pasando por “¿Por qué faltan economistas en el movimiento ecologistas?”, “La situación política y ecológica en España y la manera de acercarse críticamente a esta situación desde una posición de izquierdas” o la “Carta de la redacción” del número 1 de mientras tanto, donde puede leerse aquel paso que se convirtió en consigna vivida, sentida y razonada de tantos y tantos jóvenes de la época:
Con esas hipótesis generales intentamos entender la situación y orientarnos en el estudio de ella. El paisaje que dibujan es oscuro. Pero, precisamente porque es tan negra la noche de esta restauración, puede resultar algo menos difícil orientarse en ella con la modesta ayuda de una astronomía de bolsillo. En el editorial del nº 1 de Materiales habíamos escrito que sentíamos ‘cierta perplejidad ante las nuevas contradicciones de la realidad reciente’. Aunque convencidos de que las contradicciones entonces aludidas se han agudizado, sin embargo, ahora nos sentimos un poco menos perplejos (lo que no quiere decir más optimistas) respecto de la tarea que habría que proponerse para que tras esta noche oscura de la crisis de una civilización despuntara una humanidad más justa en una Tierra habitable, en vez de un inmenso rebaño de atontados ruidosos en un estercolero químico, farmacéutico y radiactivo. La tarea, que, en nuestra opinión, no se puede cumplir con agitada veleidad irracionalista, sino, por el contrario, teniendo racionalmente sosegada la casa de la izquierda, consiste en renovar la alianza ochocentista del movimiento obrero con la ciencia. Puede que los viejos aliados tengan dificultades para reconocerse, pues los dos han cambiado mucho: la ciencia, porque desde la sonada declaración de Emil Du Bois Reymond -ignoramus et ignorabimus, ignoramos e ignoraremos-, lleva ya asimilado un siglo de autocrítica (aunque los científicos y técnicos siervos del estado atómico y los lamentables progresistas de izquierda obnubilados por la pésima tradición de Dietzgen y Materialismo y Empiriocriticismo no parezcan saber nada de ello); el movimiento obrero, porque los que viven por sus manos son hoy una humanidad de complicada composición y articulación. [El énfasis es mío]
En PEYPA puede verse, además, uno de los mejores artículos de intervención sobre el comunismo catalán reciente: “A propósito del V Congreso del PSUC”, una interesante aproximación a temas de enseñanza (“El informe del Club de Roma sobre el aprendizaje”) y no faltan artículos sobre el desconcierto de la izquierda (“En todas partes crecen desencantos”) y sobre los nuevos procedimientos y luchas sindicales (“Hambres, huelgas, huelgas de hambre”), además de perlas como “Intoxicación de masas, masas intoxicadas” y deslumbrantes notas críticas sobre la actuación de los partidos de izquierda durante la transición-transacción. Esta, por ejemplo:
La brutalidad de los miembros de la comisión parlamentaria que querían declarar terrorista la huelga espontánea, la sarcástica jactancia de Ya y otras muchas manifestaciones del sentimiento de victoria de la reacción podrían tener, al menos, una buena consecuencia: mostrar a los militantes de la izquierda parlamentaria actual que el aceptar el papel de cornudo en la lucha política no evita el ser apaleado, sino al contrario.
Sin olvidar su permanente vindicación de la veracidad y la claridad políticas, y de la necesidad de cultivar la arista anticapitalista de las tradiciones:
No hay por qué decir eso más suavemente, ni siquiera por consideraciones prácticas: no vale la pena intentar persuadir a los empresarios privados de que es su sistema el que lleva en sí la necesidad indeterminada de esas catástrofes…
En síntesis, PEYPA es una forma inmejorable de acercarse a la obra (o de releerla si es el caso) del que seguramente fue el mayor filósofo de su generación y, sin lugar a dudas, uno de los marxistas hispánicos con mayor número registros, y más actual por otra parte.
En la colección donde se editará PEYPA este próximo sábado se han editado hasta ahora textos de Gramsci, Bakunin, Susan George y Simone de Beauvoir. La compañía hubiera sido del gusto del autor de El orden y el tiempo.
Que no han reservado aún. ¿Y a qué esperan?